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Mi Edén Salvaje (MM B: 103988)


Melrose Moody
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El mago negó con la cabeza, reprobando completamente todo lo que acababa de pasar, a pesar de sus buenas intenciones, no cree que aquello hubiera salido para nada bien, sin embargo, no le quita crédito a la habilidad de la sanadora como la gran hechicera que es. Sin embargo, lo que fuera que Bel hubiera querido hacer no era para él más que un arrebato impulsado por esa característica de valedora que Evans tenía. Él no entiende como, tras circunstancias como estas, ella tiene el descaro de reprocharle al mago las acciones “insensatas” que dice ella que hace el licántropo con tal de obtener lo que quiere.

 

Los ojos de Ollivander brillan en su rostro pálido apagado en la penumbra de la noche bajo los árboles que esconden cómplices el cuerpo desnudo de Evans, él no lo dirá, pero le molesta que ella confié más su cuerpo en ellos que en él. Después de un largo suspiro, al fin le sonríe apenas, una media sonrisa de lado, de esas que empujan las cicatrices de su rostro hacia arriba y se empalman con el pómulo hinchado del hombre. Sin decir nada, se deshace del largo abrigo, a pesar del mucho frio que él tiene, siente como el interior de su saco es tan caliente como el interior de una choza con chimenea, su propio calor, por lo que se apresura en dirección a Bel para montárselo encima y que ella absorba todo ese calor suyo.

 

Cuando ella trata de colocarse el abrigo sin su ayuda, el gesto corporal de la mujer es rígido junto a él, ha temblado no precisamente del frio, sino más bien como algo que Ollivander compara al temblor de un animalillo mal herido temeroso a ser tocado, como cuando la naturaleza misma reconoce su condición de licantropía y aun en su estado humano, lo repele temerosa de la criatura que habita dentro de él. Grell se pregunta entonces si es que ella, puede sentirlo así.

 

Sin apartarle la profunda mirada el mago da un par de pasos hacia atrás, dándole el espacio que necesita para terminar de vestirse. Mientras se lleva las manos a los bolsillos es que le da una larga y escrudiñada mirada por el cuerpo de Bel bajo ese abrigo, aunque el largo saco es capaz de cubrir gran parte del cuerpo desnudo de Evans, aún pueden notarse la parte pálida que son sus piernas, de donde hilos delgados de sangre escurren sobre las curvas de algunas cicatrices que marcan el cuerpo de su sanadora.

 

En el momento en el que parece estar lista para marchar de vuelta, él le dedica una mirada lastimosa como si con eso le dijera lo que está a punto de hacerle. Bastaron dos largos pasos y un agarre firme para cargar a Bel en sus brazos sin ningún problema. Aquel cuerpo y rostro cansado del hombre parecen ahora parte de su escénica vida, y aunque no se le note ya tan cansado como antes, muy de cerca se puede ver en su rostro el esfuerzo que está haciendo por ocultar su cansancio.

 

―De verdad te has hecho daño-, ya han caminado un largo tramo sin hablar ninguna palabra, incluso a él le extraña que Bel se mostrara tan silenciosa por tanto tiempo, él supone que ha estado tratando de ordenar sus pensamientos sobre la experiencia apenas vivida. ― ¿Siempre es igual? -, preguntó con la voz un tanto forzada después de brincar un cerco bajo que los separa del sendero devuelta al pergolado, que a esa distancia se puede ver sin dificultad. ― ¿Qué se sintió…volver? -, su vos falsea con aquella pregunta, perdido un momento en sus pensamientos que rápidamente lo conducen a sus mañanas después de una noche dura.

 

No les lleva mucho más tiempo de caminata para estar bajo el pérgolado, aún no han entrado y ya se puede sentir un cambio de temperatura agradable, como puede Ollivander se las ingenia para abrir la puerta del local con el peso de Bel sobre sus brazos. Apenas estan dentro de lugar, Garry busca un lugar donde puedan reparar un poco el cuerpo de Evans.

 

― ¿Tendrán algún cuarto disponible por aquí? -, pregunta a Bel, mientras que con su mirada trata de buscar a alguien que pueda atenderlos.

 

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Luego de ir a tomar un baño a las aguas termales, Talya se siente mucho más renovada. Lo suficiente, como para hacer algo de mantequilla, por lo que decide tomar uno de los cántaros de leche que se encuentra a las puertas del establo. Con un movimiento de varita hace flotar el recipiente de metal a unos centímetros del suelo para poder llevarlo. Sin embargo, a medio camino puede distinguir un par de figuras. No es que quiera ser grosera o escuchar a escondidas pero termina por entender que buscan cuartos disponibles. Así que avanza tras ellos y responde sin pensarlo dos veces.

 

―Tenemos algunos en el segundo piso, no ha habido muchos viajeros recientemente ―la muchacha no se molesta en bajar la voz. Al contrario, no ha sido su intención escuchar pero ya que lo hizo no ve por qué no pueda ser directa en cuanto a la información que posee. Hace una venia y continúa hablando―. Tendría que sacudir un poco los cobertores pero está todo limpio y en perfecto estado ―miró a ambos y les preguntó por sus nombres en el interín, antes de agregar― Por cierto ¿cómo es que se enteraron de éste lugar?

 

A diferencia de otros lugares que se encuentran conectados con el callejón, el Edén no es precisamente público. Puede decirse que es más bien como un sitio abierto a todo el mundo pero no necesariamente "disponible" para el que no sea capaz de enterarse de ello por terceros o dar con la pista de la magia residual y dilucidar mediante mucha deducción la forma de entrar.

 

Así, se abre paso hacia la entrada delantera con el cántaro aún flotando ante ella, pensando en que la muchacha parece estar agotada y en si se animará a tomar un baño justo como ella acaba de hacer, cuando escucha la voz de su hermana tras ella. Al volverse, nota que tiene un cuenco vacío en sus manos y que saluda a los visitantes de la misma forma en que hizo ella para luego sonreír a Talya y agregar:

 

―¿Será que se les ofrece algo de comer, también?

 

Al parecer, Talya no había sido la única en escuchar sin querer.

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  • 3 semanas más tarde...

El colocarme el abrigo resultó más difícil de lo que esperaba, mitad por las heridas, mitad porque Garry continuaba observándome, quizá viendo en mi propio cuerpo malherido el reflejo de lo que sucedía con el suyo cada noche de luna llena. Y tengo que rendirme ante el hecho de que no hay manera de que las cosas se den de manera distinta.

Es el precio lógico a pagar por haber forzado mis propios límites en pos de conseguir esa transformación.


Listo, la gabardina me sienta...eh...perfecta― fue en vano intentar sonar animada, porque el solo observar mis pies y los hilos de sangre que corrían por ellos, hizo que de inmediato mis palabras se evidenciaran como una muy burda forma de evitar hablar de lo importante.

Entendí entonces que lo mejor era quedarse callada, y con esa idea comencé a echarme a andar, intentando no ver su mirada, tan fija, tan cargada de ¿preocupación? y que antes de materializarse en palabras terminó por hacerlo en el firme agarre de sus brazos, envolviéndome para levantarme en peso. Y yo...yo me sentía lo suficientemente cansada, y culpable, para por primera vez lejos de protestarle, limitarme a apoyarme en él.

¿Podía ser algo malo, algo egoísta, solo querer permanecer así?

Los sonidos de los animales, que apenas se alcanzaban a oír, empezaron a perderse conforme más nos acercábamos a la pérgola, casi como si un hechizo los confinara al espacio salvaje, impidiéndoles salir. Perdida en pensamientos nefastos, perdí la noción del tiempo transcurrido, y permanecí en la misma posición, con mis manos alrededor de su cuello y la cabeza vuelta hacia su pecho, hasta que finalmente su voz irrumpió, con las preguntas que sabía tenían que llegar tarde o temprano.

Ha sido duro, pero he tenido daños peores, en las batallas contra mortífagos por ejemplo- consciente estoy que no hay forma de mentirle, y en realidad, el tiempo en silencio me ha dejado claro que tampoco deseo hacerlo ― con sinceridad, es la primera vez que he vivido una experiencia tan ¿intensa? Fue como descubrir otro mundo dentro del mismo mundo que todos los días he habitado, la transformación fue completa, pero soy incapaz de recordar todo lo que hice. Se supone que debería tener conciencia de mis actos, pero todo lo que viví se figura como un sueño. Un sueño profundo que de pronto se convertía en pesadilla...dejándome con esa sensación desagradable al despertar y la urgencia de que debía despertar para salvarme, para volver a ser yo misma.


Lo abracé con más fuerza que nunca, más vulnerable que nunca. ¡Cómo lo detestaba! Mi humana debilidad, el poner en predicamentos a otros, el suponerles una carga. Habíamos alcanzado por fin la zona de entrada del negocio y allí, mientras con cuidado me dejaba sobre un sillón, me enfurruñé conmigo misma y Garry preguntó por habitaciones disponibles.

Una de las jóvenes (¿cuál de las hermanas sería?) no tardó en indicarnos que había una disponible en el segundo piso, así que asentí con la cabeza, aceptando la propuesta de quedarnos allí por esa noche. La conversación sin embargo, no se terminó sino que ella volvió a preguntar más cosas, casi casi como un pequeño interrogatorio que fui interrumpido por la llegada de su hermana. Emitiendo un largo suspiro, contesté de la forma más cortés posible.

Pertenezco a la familia Moody, un parentesco lejano, pero es por mi vinculación a dicha familia que conocí sobre este lugar. Ahora mismo, estamos realmente cansados, así que con un poco de café y galletas nos conformamos, Quizá mañana temprano antes de partir, apreciaría mucha una gran comida para el desayuno- hice una venia a ambas mientras me ponía de pie con dificultad, para enrumbar hacia las escaleras- ¡Ah! pero si el dueño del local viene, dígale que Bel Evans y Garry Ollivander apreciaron mucho las instalaciones y la atención.

Esbocé una tenue sonrisa, y apoyándome levemente en Garry comencé el ascenso. La temperatura en la habitación era agradable. Desde una pequeña ventana podía verse parte de la propiedad, y dentro, el mobiliario era bastante simple, apenas la cama de dos plazas, una mesa de madera, un closet empotrado en la pared y una mesita de noche con una lámpara sobre ella. Necesitaba un baño, y me sentí agradecida de que la muchacha al final, dejara el jarrón de agua que empleé para sacarme la tierra y la sangre seca del cuerpo.

Ya limpia, cogí uno de los camisones blancos del closet, negándome a encender la luz mientras me cambiaba.

No, no quiero que veas estas heridas- le confesé por fin mientras me recostaba y palmeaba la otra mitad de la cama para que él se echara allí y empezaba a compartirle mis pensamientos- no sé como sentirme con el hecho de que hoy encontré un lado de mí misma que no conocía, pero me temo que fui muy tonta de creer que de buenas a primeras tendría total control de la transformación- comencé a cerrar los ojos sintiendo como el cansancio llegaba y tanteando en la oscuridad acaricié el rostro de Garry lentamente, deteniendo mi mano en su mejilla y apoyando mi frente sobre la suya- gracias por lo de hoy, y también perdón. Estoy decidida ¿sabes? volveré a llevar esas clases de Animagia. Lo conseguiré, permanecer a tu lado, de la forma que seas...

"De la forma que sea", completé en mi mente, antes de quedar profundamente dormida.

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Tras la salida de una de las muchachas el mago se encargó de cerrar la puerta de la habitación, había permanecido en silencio desde la aparición de aquellas dos chicas en la cabaña, aunque le habían tomado descuidado, igual se encontraba agradecido con ellas, y de que afortunadamente tuvieran habitaciones rentables (por qué no sabría por cuanto tiempo mas podría hacerse el fuerte y cargar a Evans hasta otro lugar). De pronto sentía que no se le apetecía escuchar nada mas de nadie, aunque se encontrara curioso por saber si Evans conocía también a los dueños de este lugar.


Una vez dentro del cuarto, mientras Evans se aseaba y vestía en el otro lado de la habitación, Ollivander se quedó junto a la puerta del cuarto cruzado de brazos y limitado a solo seguir con aquellos filosos ojos, como si vigilara a su presa, la silueta oscura que era la sombra del cuerpo de la sanadora, no tenía más que hacer si la mujer le había prohibido encender las luces y molestamente tampoco le había dejado salir del cuarto mientras terminaba de limpiarse, en momentos asi Garry realmente siente que la mujer podría volverlo loco.


En aquella oscuridad le resulta sumamente curioso lo más pequeño que parecía su cuerpo sin toda esa ropa que siempre se carga y lo cuidadosa que es con ella misma cuando se cuida. Sonrió divertido, quizá no era necesario recordarle lo bueno que podía ser él para ver en la oscuridad.


Con curiosidad ladea la cabeza confundido, está apunto de reclamarle que él no es un cachorro para que le haga gestos de ese modo como lo es palpar el otro lado de la cama para que se acomode junto a ella, pero se da cuenta de que se siente demasiado agotado para discutir ahora, era increíble lo débil que era el hombre cuando menos lo necesitaba, por otro lado la criatura en su cabeza no dejaba de darle vueltas al asunto que era el de Evans y su animagia, y todas aquellas palabras que la muchacha decía y que solo daban cuerda a mas y mas turbios y paranoicos pensamientos.


Exhalando con cansancio, el licántropo solo conjeturó a que podría tratarse de un delirio de cansancio por parte de ella.


Finalmente, no se recostó a su lado, pensando en lo mucho que podría llegar a lastimarla, recordando que incluso cobijarse, puede resultar doloroso. Sin embargo, tomó un lugar junto a ella del otro lado de la cama, sentándose sobre el suelo de madera, con los brazos cruzados puestos sobre el colchón de la cama y recargando el mentón en ellos, que facilitó la caricia que ella le hacía. Le observó, con una mirada inconscientemente triste, el rostro cansado de su ahora esposa, y se encontró pensando en que en verdad no tenía nada que decirle que consolara o aliviara su dolor. Tras las palabras de ella antes de caer dormida, de su determinación para conseguir su objetivo, el mago había terminado por sentir que era él quien estaba siendo salvado una vez más por Bel Evans.


Permaneció unos largos minutos más observando la tranquila respiración de Bel mientras dormía, lo pálida de su piel y esos rasguños enrojecidos sobre las partes de cuerpo donde no cubre la tela de su camisón. Era algo frustrante cuando se daba cuenta de lo lejos que él estaba de poder cuidar de ella tanto como ella lo hace con él. Así había sido hasta ahora, y en momentos como este es que se pone a pensar en que tal vez así sería siempre.


Con una expresión de molestia por lo entumido de su cuerpo el mago se ha puesto de pie, tomando la tasa humeante de café que Evans no bebió y saliendo del cuarto lo mas silencioso posible, solo para bajar al vestíbulo y encargar a las jóvenes, si es que pudieran hacerle el favor, conseguirle unas pócimas mas para aliviar el cuerpo de la mujer, está seguro de que tomar ese ruidoso desayuno del que Evans ha hablado será más difícil sin siquiera una poción herbovitalizante.

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Talya asintió ante las palabras de Bel Evans. La mujer se ve débil y se da cuenta de que quizá está interrumpiendo algo que no debe. Sin embargo, ella no parece mostrarse cerrada, por el contrario, se deja conducir sin poner pegas y respondiendo las preguntas de Talya a cabalidad. La gemela se limita a dejarlos a solas luego de acomodarlos como se espera de la hospitalidad del Edén y a indicarles con una sonrisa que pueden pedirle lo que gusten. Tasia también hizo lo propio y cuando el hombre que no había hablado mucho en el trayecto bajó pidiendo remedios, fue Tasia quien acudió para proporcionárselos y dejárselos en su habitación. Un cofre repleto de pociones con separaciones para viales y un matraz, un cofre que Catherine había dejado al partir, alegando que no lo necesitaría más y que allí, donde muchas personas solían de una u otra forma terminar con heridas (aunque sonara contradictorio), sería de mayor utilidad.

 

Talya mientras tanto, se quedó en el piso de abajo. Se sirvió un vaso enorme de agua y un plato con trozos de durazno. Iba comiendo de uno en uno, cuando notó que una persona más estaba llegando. De hecho, su mente se quedó en blanco, pues no lo conocía tampoco, tal cual había ocurrido antes, lo que era raro en el Edén.

 

Decidió esperar al nuevo visitante al interior de la posada. Después de todo, sin duda entraría.

 

@@Pakami Gryffindor

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A veces los sueños no guardan coherencia, son como un mundo aparte, un camino sinuoso al que incluso encontrarle explicación resulta difìcil. Han pasado apenas minutos, desde que desperté en la habitación de la posada que gentilmente nos fue asignada, intentando recordar la mayor cantidad de datos de lo que he soñado.

 

Una tarea que encima se ve complejizada por el cansancio de mi cuerpo, producto de las actividades del día anterior. Así que hago el mejor esfuerzo por incorporarme de la cama y sentada tomar cada uno de los viales de poción que me han traído. La mezcla de sabores deja mi boca reseca y con un resabio de amargura, pero sé que pasar ese "trago amargo" me traerá conforto después.

 

Lo que no hay forma de aliviar es esa profunda sensación de sentirme una carga para alguien más.

 

Envuelta nuevamente entre las mantas, me pregunto donde estará Garry. Por alguna razón me haría mucho más bien saberlo interesado en lo que sea fuera, que estuviera viendo un caso o experimentando con alguna novedosa planta, cualquier cosa, menos que tenga que verme en ese estado tan lamentable. Sería lo mejor ¿no? y sin embargo, alguna parte egoísta en mi interior deseea también que él aparezca pronto por la puerta, con alguna frase que de cuenta de que él ya veía venir un final así a mi "maravillosa" idea.

 

Incluso solo poder allí sin intercambiar palabra alguna resulta agradable cuando se trata de él.

 

Y entonces nuevamente cierro los ojos intentando prolongar ese sueño extraño que había estado intentando recordar. Uno en donde caminaba por la extinta Academia de Magia y Hechicería, luciendo la placa de prefecta de la casa de los Dragones de Lancashire y llegaba hasta la sala común de todos los estudiantes, y en donde todos no hacían más que hablar y hablar sobre el estudiante guapo, elegante y encantador que estaba por graduarse.

 

Un Gryffindor de pura cepa, al que en sueños no conocía, y eso es lo que ha provocado mi intriga al despertar. Porque sueño o no, no concibo la idea de que haya existido por momentos un mundo en donde yo no sea capaz de recordar a @@Pakami Gryffindor.

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Cuando Tasia regresa a la planta baja, lo que encuentra es un cuadro de lo más extraño. Por regla general, no suelen recibir muchos visitantes así que suelen conocer a la mayoría, sin embargo, está segura de que ese chico no sólo es desconocido para Tasia si no también para Talya. No hay nada en él que haga que Tasia adivine su pasado, más que el hecho de que debe ser un mago criado en Londres, alguien que suele sobrellevar su vida de manera regular (al menos, a primera vista). Tasia llegó en el preciso momento en que su hermana había empezado a comer, aunque ésta no lo notase.

 

De hecho, llevaba parada un buen rato tras de ella pero ella no lo había notado debido a que esperaba que el conocido llegase y se presentase o lo que sea que hubiese ido a hacer allí. Así que, Tasia, en tono bajito, aprovechando que sin duda el desconocido aún no podía oírlas, dijo:

 

―¿Sólo me parece o ese desconocido huele a ciprés? ―su hermana pegó un respingo pero asintió, confirmándoselo enseguida.

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  • 2 semanas más tarde...

Los engalanados zapatos de piel de dragón ya se había encharcado junto al dobladillo de su pantalón. Caminaba ensimismado mirando al suelo mientras sostenía el paraguas para aquella bruja que solo parloteaba, nunca pensaría que conocer a una mujer había sido un error. Pero ella le había pedido que en la cita lo quería de corbata y saco, Brendon la había logrado. Tener su cabello amarrado y lucir bien con su traje aunque lo odiara. Habían pisado unos 5 locales y ninguno eran lo suficiente para ella. Hasta que dijo que quería ir a un lugar calmado, y como castigo de esa bruja indecisa la lluvia cayó sobre ellos.

 

Brendon le había puesto el sacó en sus hombros y gastó innecesariamente galeones por un paraguas para que ese maquillaje no se corriera de su rostro. La había conocido hace poco en situaciones comunes pero agradables, la consideraba interesante en aquel entonces y su padre lo había animado a por fin invitarle a una cita. Él no era de citas o de tener ese tacto, pero aquí era muy distinto. Las mujeres no eran guerras descaradas, son damas delicadas. Y lo menos que quería era romperla en sus manos, sin embargo, por más complaciente que fue con la bruja ella no lo había sido con él y todo el encanto del primer día se había desaparecido en cuento notó lo superficial que era.

 

Suspiró, la lluvia lo calmaba pero tenía unas ganas insaciables de quitarse todo aquel disfraz y volver a su casa. Sus hombros ya estaban mojados por las gotas que el paraguas no paraba y su mirada no se despegaba de aquel suelo verdoso que lucía tan bien con gotas.

 

—¿Acaso me estás escuchando? —La voz de la bruja lo sobresaltó, miró a la bruja con sus ojos grises formulando una mentira. Una mentira que lo hiciera ver educado cuando realmente no lo era, pero nada puedo hacer.

 

—No, lo lamento pero desde que entramos en el Edén me perdí en varias cosas.—Alzó una comisura en busca de la aprobación de la bruja.

 

—Te decía que mi hermana quiso casarse aquí una vez, pero de todas las veces que se casó todas fueron en mansiones o castillos. —La bruja rió como si eso de verdad fuera un chiste.

 

¿Quién cambiaría este lugar por un castillo? Miró a la bruja fijamente sin palabras para decirle, esta se ruborizó y le regaló una sonrisa al nórdico. Brendon le aparto la mirada, no encontraba algo más que hacer. Caminó a su lado cuando un silencio incomodo se formó, hasta que la bruja tocó su brazo.

 

—¡Mira! Son mis amigos. —La bruja señaló a una pareja de magos que sonreía tomados de la mano bajo el paraguas.

 

Brendon guió el paraguas encima de la bruja que se acercaba a sus amigos. Independientemente de que ella no fuera lo que esperaba debía cuidarla, esta abrazó a sus amigos y les hizo saber que estaba en una cita con Brendon. Por un instante se sintió como una atracción para los tres. El nórdico miró hacía otro lado disgustado, y entre tanto verde y gris de lluvia miró a una bruja sobre una piedra. Sus parpados estaban cerrados y el rostro alzado aceptando que la lluvia cayera sobre ella.

 

Su vestir era sencillo, tanto, que ni siquiera se veía vulgar con tanta ropa mojada. Su piel pálida y la sonrisa de labios cerrados hipnotizaron al Ravenclaw, hasta el punto de dar un paso inconsciente hacia ella. Sus manos estaban tomadas abrazando sus piernas y su cabello lucía sedoso aún mojado ¿Pero quién era ella? ¿Pertenecía a este Edén? Lucía como si ese fuera el caso. Como si el Edén había sido lo suficientemente bondadoso de crear alguien como ella.

 

Brendon no pudo evitarlo, su cuerpo no podía quedarse ese lugar mientras ella estaba allí, luciendo tan hermosa. Inconscientemente dio pasos a lo que él creía que era una ninfa. Ignoró los quejidos y llamados de la bruja mientras avanzaba con paraguas hacia ella con el paraguas. Cuando estuvo lo suficientemente cerca se quedó pasmado ¿Ahora que haría? Ella estaba tan pequeña y en paz en esa roca que casi se maldijo a si mismo por querer interrumpirla. Pero un sonido nada bueno le aviso de la realidad. Había estornudado. No pudo evitarlo.

 

—La lluvia es hermosa, pero enferma después de un rato. —La bruja lo notó con una expresión de sorpresa. Cuando sus ojos se encontraron los orbes grises del nórdico centellaron delatando su sentir.—Por favor, ten.

 

Estiró el brazo llevando el paraguas hacia ella tapándola de la lluvia. Le importaba ya la lluvia sobre su cuerpo, creía que ella lo merecía más que él.

 

 

@@Ania Evans Weasley

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Hacía mucho tiempo no me daba el lujo de caminar por las calles de Diagon, tenía mucho tiempo ya que todavía no me habían mandado las respuestas a mis solicitudes de empleo y me sentía aburrida en el Castillo todo el tiempo. Aunque en el día ordeñaba a mi vaca, pero no era la gran cosa, me tomaba un par de horas nada más y luego me pasaba leyendo o cantando, y claro, también comiendo.

 

El día estaba muy bonito para salir a dar un paseo y ver como estaban las cosas en el mundo mágico últimamente así que me vestí sin mucha importancia en lo que iba a lucir, algo sencillo y casual, un jeans y una blusa de color verde, guardé mi varita y salí de la casa.

 

Ya en el callejón Diagon vi muchos negocios que me llamaron la atención, pero entré en uno que me encantó por todo su ambiente, la tranquilidad y los árboles, era la naturaleza en todo su esplendor así que decidí quedarme en "Mi Edén Salvaje"

 

Caminé por su largo pero muy bonito sendero hasta que llegue hasta un claro que a un lado tenía un pequeño naciente rodeado de piedras grandes, era tan perfecto para mi en ese momento que me quité las sandalias y me senté sobre una de las piedras para mojar mis pies en el pequeño riachuelo que se había formado a causa del naciente.

 

Mientras me sentaba sobre la roca, rodeada de árboles y naturaleza, pensaba en pocas cosas en realidad sólo quería disfrutar de aquel paraíso y me limité a respirar profundamente, cada respiro era como un año de vida que me sumaba así que instintivamente cerré mis ojos e incliné mi cabeza para que los rayos del sol tocara mi rostro y mis labios se curvaron levemente. Di un gran suspiro y fue como si llamara a las nubes, pues de repente taparon al sol y cayeron las primeras gotas de lluvia sobre mi cara. Al principio me molestó pero luego lo disfruté y sólo abracé mis piernas y dejé que la lluvia me mojara.

 

Luego de algunos minutos una voz me sobresaltó, yo tenía ya mis manos tapando mi nariz porque había estornudado. Miré al mago, antes de hacerlo pensé que era un encargado del local que me iba a pedir que me vaya pero luego me di cuenta de que no lo era.

 

-Gracias, aunque ya estoy empapada- le dije un poco ruborizada al caballero que me prestó su paraguas -¿y usted no lo va a usar?- pregunté mientras me bajaba de la piedra y tomaba mis sandalias. El mago era muy alto y tenía una mirada muy enigmática.

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El rubor de su mejillas le provocaron una punzada en el estomago y su ironía le dio gracia. La miró tomar el paraguas y casi ríe en cuanto preguntó si lo necesitaría. No le importaba en lo más mínimo la lluvia, la amaba desde que era pequeño y fue por eso que creo una defensa impenetrable para la gripe o enfermedades parecidas. Se había mojado tantas veces con ella que hasta el mismísimo Odín se cansó de verlo enfermo.

 

—No, ahora es suyo. —Alzó el rostro para que algunas gotas cayeran en su rostro y volvió a verla.—No me molesta la lluvia.

 

La miró debajo de ese paraguas y pensó que no sería suficiente. Este lugar era nuevo para él, Brendon no conocía nada del lugar, pero de seguro tendría un techo para estás ocaciones, algo que realmente de calor. Sin embargo, el hecho de haberse acercado y no apartarle la mirada de seguro lo hacían ver como un acosador, con ese perfil ya en mente ¿Como le diría que buscaran un lugar para calentarla? No fue un plan muy inteligente el solo aparecer de la nada. Entendió que lo mejor sería presentarse a pesar de que eso no cambiaría su perfil.

 

Pero si tenía suerte, tendría su nombre de vuelta. Con eso bastaba.

 

—Soy Brendon. —Se sobó el cuello con la mano sintiendo la manga empapada de su camisa— Te vi desde lejos, y creí que enfermarías... —Entre otras cosas— No puedo dejar que una dama se enferme si tengo la oportunidad de evitarlo.

 

A pesar de su tamaño y sus rasgos de sueco metió las manos en sus bolsillos sintiéndose vulnerable. Hace un momento había dado su día por perdido y ahora que tenía la oportunidad de salvarlo no tenía ni la menor idea de como hacerlo. En Suecia la habría montado en su hombro si le hubiera llevado la contraria al nórdico. Pero con ella y en Londres, solo le placía ser complaciente y cambiar ciertas cosas que de seguro le traerán problemas.

 

Notó que su vestir sencillo le estaba trayendo problemas, el frío erizó su piel y Brendon pensó que fue un error dar su saco a la persona equivocada.

 

—Supongo que tienes frío. —Miró alrededor en busca de una respuesta— Perdóname, te sugeriría algo pero soy nuevo en Londres y es la primera vez que piso este lugar. —La miró con expresión dubitativa— Debería de haber algún techo pero solo he visto arboles.

 

Tenía algo más coherente que decir, pero al hacerlo se arriesgaba a perder la oportunidad de conocerla. Más no podía darse el lujo de ser egoísta mientras la ninfa se enfermaba. Inhaló profundamente.

 

—Aunque, irte a tu casa sería lo más racional. —Negó con una sonrisa en los labios, la primera de verdad en su día— Aunque eso signifique que no te conozca y deje a la suerte que algún día le plazca concederme mi capricho.

 

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