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Mi Edén Salvaje (MM B: 103988)


Melrose Moody
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Me gustó tanto la milanesita que tomé otra mientras esperábamos que el mago se acercase para tomar nuestra orden. Cuando sentí la mano de Brendon tocando mi mentón lo miré y le sonreí sin despegar mis labios ya que aún seguía masticando el bocado.

 

Aquel cuadro debió ser demasiado bello para el joven mago uniformado ya que lanzó un comentario que a mi me pareció gracioso aunque debo admitir que también me hizo ruborizar, más al notar la incomodidad del Ravenclaw.

 

-Disculpa, sólo somos amigos- le expliqué divertida al pobre mago intimidado por la mirada de mi acompañante. Escuché lo que el ojigris pidió y no pude evitar soltar una risa -Vas a mezclar demasiadas bebidas- señalé antes de dirigirme al mago de nuevo -Queremos una pizza con borde relleno, una gaseosa del gusto que sea y un buen vino tinto añejado- ordené finalmente y el mago pudo irse

 

-No te preocupes, gracias por limpiarme- agradecí con una sonrisa amable al nórdico por su anterior acto -Pero definitivamente no sabes elegir o ¿te puso muy nervioso el comentario del mago?- pregunté bromeando A Brendon -Espero que te guste el vino tinto, creo que toca esperar ahora, ¿No? O ¿será que nos van a llevar hasta el balcón?- lo último me pregunté en voz alta.

 

@@Brendon Ravenclaw

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Auqnue la respuesta de Ania ante su acto impulsivo había sido buena el nórdico no dejaba de pesar que fue inapropiada. Lo dejó pasar e inclusive bromeo sobre el comentario del mesero. Pidió algo de vino tinto haciendo una mejor elección de bebidas que Brendon. Había actuado por impulso, no tenía idea que cuales bebidas podrían servirse en aquel lugar así que las había pedido todas.

 

—Entiéndeme, no sé nada de los gustos londinenses. —Soltó con gracia ante su error.

 

Estar con Ania le proporcionaba paz y gracia, casi ríe cuando pidió algo más de comer. Él estaba acostumbrado a engullir mucho más de lo que había pedido pero el hecho de que ella escogiera tanto sin darle importancia le causo ternura y hasta malicia.

 

—Así que te gusta la pizza... un gusto poco usual para una bruja. —Bromeó— De nada, aunque fue algo impulsivo y... ¿Para qué mentirte? Claro que lo hizo, fue un comentario tan fuera de lugar como mi pulgar en tu mentón —Rió— Ania ¿No es mejor esperar todo en el balcón? Claro, a menos que quieras que cargue con todo eso, no tendré problema alguno.

 

@@Ania Evans Weasley

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Asentí ante el comentario del Ravenclaw sonriendo -Me he podido dar cuenta de eso, querido amigo- Estiré de nuevo mi brazo para agarrar ésta vez una aceituna con mis dedos y llevarmela a la boca. Estaba hambrienta, de verdad. Le pasé otra aceituna al ojigris esperando que le gustara.

 

-¿Bromeas? La pizza es riquísima además de fácil de preparar, es uno de mis platos favoritos- le guiñé el ojo, sonreí sin darle mucha importancia a la respuesta que me dió acerca de su nerviosismo por el comentario del mago.

 

-Sí, creo que será mejor que esperemos en el balcón, no quiero darte una mala impresión en la primera cita- bromeé y después de un pequeño ademán de invitación me dirigí hacia la salida.

 

@@Brendon Ravenclaw

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  • 4 semanas más tarde...

Caminaba con la vista perdida en medio del sendero que separaba ambos bosques del Edén Salvaje. El cabello revuelto y las ojeras oscuras que se revelaban bajo mis ojos eran prueba irrefutable de lo malo que habían sido los últimos días, de las dudas que habían terminado por hacerse una verdad única e irrefutable, y que habían desencadenado una decisión que jamás había pensado tomar.

 

Estaba fuera de la Orden del Fénix.

 

Pero saberlo, no era lo mismo que terminar de hacerme a la idea de aquello. Peor, cuando la decisión tomada en solitario sin consultarle a nadie más podía herir (si no lo había hecho ya) la susceptibilidad de las personas que más quería, mi entorno más cercano. Pero necesitaba hablar, necesitaba soltar esa pesada carga, y en medio de mis cavilaciones, él había aparecido.

 

Él, que en aquel fatídico día de la revelación en el Atrio del Ministerio me había tomado la mano en público, frente a todos, con el firme deseo de apartarme de lo que consideraba mi propia destrucción. Él que manejaba su vida de la forma más superficial posible, y sin embargo, a la vez podía dar las mayores muestras de apego, de afecto, de cariño.

 

Le había escrito una misiva, tan rápido como había podido, y esperaba que pudiera leerla, aun si estaba llena de manchas de tinta y borrones. Y allí permanecí, esperando por él. La luna brillaba intensamente, aunque no tanto como lo haría en unos cuantos días más al estar del todo llena, pero su brillo confería a los árboles del espacio donde me encontraba una inusual luz.

 

En cierto momento, vencida por aquel cansancio y los días de desvelo, terminé por recostarme bajo la sombra de uno de los árboles. Y me quedé dormida.

 

Pero todavía en sueños, seguía fervientemente llamándolo, esperando que llegara.

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Sonrió.

 

¿Cuánto tiempo hacía que no pisaba aquellas tierras? En su memoria Londres se le antojaba ya como un recuerdo demasiado antiguo. Aunque si hay que ser sinceros, Cillian no había logrado desprenderse de todo lo que aquel lugar representaba para él y su historia... Y eso quedó completamente en claro el día que recibió la carta de Bel. ¿Cómo lo había encontrado? No lo sabía, pero esa mujer siempre lograba lo que se proponía así que tenía bastante sentido que en aquel momento se dirigiera al lugar en el que lo había citado.

 

— Demonios.

 

Se suponía que no volvería, se suponía que se mantendría alejado de su antigua vida por el resto de sus días. Pero Cillian tenía una debilidad, sus amigos y le era casi imposible no acudir a su llamado. ¿Dónde estaba? No recordaba haber estado en aquel lugar nunca en su vida, pero aún así tenía la firme certeza de que no estaba bastante lejos de su destino. Caminaba a paso lento mientras ajustaba su corbata de acoiris.

 

Y no fue hasta un par de minutos después que la vio.

 

Bel se encontraba recostada bajo la sombra de uno de los árboles de aquel lugar y aunque su aspecto parecía totalmente relajado, Cillian sabía que no era así. Bel no estaba teniendo un buen tiempo y era por eso que él había tenido que viajar desde algún lugar el Medio Oriente para estar con ella. Se acercó un poco más.

 

— ¿Entonces tu llamado era para pasar un rato dormidos bajo este árbol? —Soltó, asegurandose de que su voz fuera demasiado alta como para despertar a su amiga.

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En los sueños, recuerdos se mezclaban con ficciones y me encontré perdida intentando en vano distinguir que era verdad y que no. Pero no hubo tiempo para seguir averiguándolo porque una voz me sacó pronto, devolviéndome a la realidad.

 

"¿Entonces tu llamado era para pasar un rato dormidos bajo este árbol?"

 

Desperté y frotándome los ojos, alcé la cabeza aunque sabía perfectamente de quien se trataba. Como en cada ocasión, vestía de la forma más inusual posible (¿de dónde había sacado esa bendita corbata arcoiris?) y el turbante que llevaba en la cabeza (y me impedía saber de que color traía ahora el cabello) así como su piel algo más tostada por el sol, relevaban que debía haber estado pasándola bien en tierras más bien exóticas.

 

Sentí entonces que el que hubiera acudido a mi llamado tenía el doble de valor.

 

— Tú llegaste muy tarde o yo muy temprano, pero el resultado fue que me quedé dormida esperando. No lo sé la verdad, no me he sentido segura de nada estas últimas semanas ¿sabes?

 

Agradecía que su sentido del humor estuviera intacto porque probablemente poco fuera el tiempo en que pudiera mantenerme ecuánime, justo como lo hacía en ese momento. Y entonces, apoyando mi espalda sobre el grueso tronco del árbol, palmeé el lugar junto a mí en la hierba para que se sentara también.

 

Hoy siento que tuviste más razón que yo todo este tiempo. Que todo este luchar, este creer en ideales, o el intentar guiar tu vida de manera recta y justa, no sirve de nada- no esperaba quebrarme tan rápido pero podía sentir como las lágrimas comenzaban a agolparse en mis ojos- si yo te dijera que me llevaras ahora mismo contigo y me enseñaras a vivir de la forma que lo haces, solo satisfaciendo tus deseos ¿lo harías?

 

Giré para encontrarme cara a cara con él, y solo entonces, descubrí pequeñas marcas que no recordaba que tuviera antes.

 

— Aunque quizá ya sea demasiado tarde para mí. Tan "responsable", "aburrida", "gorda" y "desabrida".

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— Nunca es tarde para darle un nuevo sentido a nuestras vidas, Bel.

 

Dió un paso más, se sentó en el lugar que Bel le había señalado y acto seguido se quitó el turbante dejando así al descubierto su cabello recién pintado. La verdad es que no sabía porque había elegido aquel color pero qué más daba, le gustaba como el color naranja resaltaba algunos de sus encantos.

 

— Y luego estás más delgada que la última vez que te vi, ¿cómo te atreves a llamarte gorda?

 

La última vez que la había visto fue el día de su boda con Garret, la cual no tenía ni idea de como había terminado porque se ausentó poco después de haber llegado. No quería hacerlo, le hubiera gustado quedarse hasta el final pero no tuvo otra opción. Suspiró, tendría que hablar sobre eso un poco más tarde.

 

— ¿Vas a contarme qué es lo que pasa o vas a mantenerte dandole vueltas al asunto?

 

Si bien ya podía imaginarse lo que estaba pasando, quería esucharlo de la propia Bel.

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Reí con aquella impresión suya. No no, quizá fuera que el sol le había lastimado la vista y no veía bien, pero era imposible que hubiera enflaquecido las últimas semanas ¿o quizá sí? Recordé entonces todo el incidente de la epidemia de falsos embarazos y como había estado comiendo demás, pero también con vómitos y mareos.

 

Ahh...mi vida había sido un caos por todos los aspectos posibles, pero él tenía razón. Debía centrarme. Comenzar por contarle la razón que me tenía allí y quizá a partir de eso desmenuzar todo lo demás.

 

La guerra entró en una etapa extraña. Los mortífagos dejaron de atacar con violencia y empezaron más bien a extender sus garras para copar todo puesto de poder importante- sacando del abrigo una pequeña garrafa de alcohol comencé a beberla como para calentar el cuerpo y se la tendí a él- y ese nuevo escenario hizo que me cuestionara más que nunca ese hecho de la guerra: la violencia que desata, el daño, los rencores que se acumulan y no solo de un lado- le sonreí con gesto contrariado- ambos sabemos que nunca son de un solo lado. No me refiero a muertes, sino como impacta en quienes lo vivimos todos los días.

 

Froté mis manos, que comenzaban a entumecerse y solté un suave vaho por la boca para calentarlas un poco más. Por contraste, Cillian se había quitado el turbante revelando el encendido color naranja que ahora llevaba su cabello.

 

Renuncié a la orden del Fénix y ahora me veo sin rumbo. Entregué todos estos años, y no me arrepiento de ello, aunque pudiera parecerte que sí por mis lamentos de hace un momento- tomé otro poco de alcohol y la quemazón en la garganta alivió la carraspera que comenzaba a sentir- pero lo cierto es que ahora ni mi mente me pertenece, pues fueron tomados recuerdos de mí que podían perjudicar la seguridad del bando. Tengo mi familia, mis dos familias, pero no es como que pueda compartir todo esto con ellos.

 

Podía ser hasta cuestionable. Si tenía un marido ¿que hacía allí citándome con otro hombre a mitad de la noche en medio de un bosque frondoso y en ese lugar recóndito de Diagon? Más cuando desde casi la primera vez que lo había conocido, no había podido ser inmune al encanto que Cillian Ryddleturn tenía de forma natural. Pero poco me importaba.

 

Ni mis hijos, ni mi marido, sabes como funcionan las relaciones con ellos. Supongo que es mi culpa, siempre haberme mostrado más fuerte de lo que soy en realidad, siempre intentar incluso a costa de mí misma protegerlos- dejando la botella en la hierba me llevé ambas manos al rostro mientras con los dedos hacía presión en los lagrimales de forma que las lágrimas se contuvieran, un esfuerzo vano- y porque además siento como si...les estuviera fallando apartándome de la guerra, y queriendo de repente solo descansar- solté una exhalación profunda- y experimentar Cillian, todas esas cosas que postergué este tiempo, y ver también hacia mi propio corazón que ahora mismo está lleno de dudas.

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— Esa est****a guerra.

 

El Ryddleturn estaba seguro de que en aquel lugar nunca se cansarían de ella aún que no tuviera ya ningún sentido. Acercó las piernas a su pecho y las rodeó con sus brazos, Londres necesitaba un cambió verdadero. Sí, antes de que se marchará habían ocurrido unos cuantos, pero todos estaban relacionados de alguna forma con la guerra.

 

— Tienes que liberarte, Bel... Sabes bien que no soy la mejor persona para darte algún consejo, mi vida es un completo desastre —¿O no lo era? En realidad no estaba seguro del todo—. Pero quizá eso sea lo que le hace falta la tuya, que te permitas ser un desastre por un momento.

 

¿Qué más daba si los demás se percatabn de que eras una persona débil? De nada servía ir a todos lados con ese perfil que tenías que tener para pertenecer a alguno de los lados de la guerra. Suspiró, si bien siempre estuvo involucrado en ella la cosa era que Cillian nunca la había apoyado, nunca la había entendido del todo.

 

— ¿Qué te parece si comienzas por tu familia? Digo, a pesar de que ya no estés más en ese tema global que mantiene a todos con la mente ocupada, ellos siguen ocupando de una esposa y una madre... Y creo que tú tienes todo para ser una buena opción en cada una de ellas.

 

Estiró una de las piernas.

 

— Deja que la vida te vaya guiando poco a poco. No necesitas tener nada planeado.

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Sí, est****a también me parecía a mí, aunque en un sentido diferente al que sabía que Cillian le había otorgado desde que nos conocimos. De cualquier modo, aquello de "ser un completo desastre" me hizo soltar una sincera carcajada que espantó a las lágrimas que me había esforzado en limpiar a manotazos de mis mejillas.

 

— Pues bien podrías empezar a enseñarme de que forma ser desastrosa.

 

Le seguí escuchando, atenta a lo que decía. Sí. No sonaba tan malo aquello de volver a mi familia. La primera vez, años atrás, que había dejado también el bando ellos se habían convertido en mi refugio, pero ya conocía bastante bien como la red se entretejía llevándome nuevamente al punto de pensar que solo la violencia, la fuerza, pondría fin a ese enfrentamiento.

 

Y ahora, el otro gran problema estaba justo en lo que él acababa de decir.

 

— ¿Recuerdas nuestra conversación en el lago de la Reserva Newt Scamander? Tú mismo preguntaste como había conseguido que él quisiese una relación. Te admití entonces que ninguna relación romántica existía, que no habían esa clase de sentimientos, y me dijiste que incluso si fuera por compromiso, no me arrepentiría de la relación.

 

Era algo que no podía controlar, pero notaba con claridad como mis pulsaciones comenzaban a acelerarse mientras hablaba de ese asunto en voz alta.

 

Yo pensaba que nada cambiaría, pero ha empezado a cambiar. He empezado a sentir cosas...que no se supone que debería sentir. Había prometido ser "una clase" de esposa, pero ahora, siento que he comenzado a trastabillar en ese papel...

 

Aferré fuerte la mano de él, a punto de confesar algo que no le había contado ni siquiera al propio Garry.

 

— Me estoy enamorando de él, rubio superficial, y sé que me va salir caro. Y aunque tú me digas que no debo tener un plan, no sabes cuanto daría por tener uno en estos momentos. Siento...miedo.

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