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♦ El Sendero ♦ (MM B: 110551)


Arya Macnair
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Kalevi observó detenidamente a la bruja mientras esta se acomodaba de tal forma hasta lograr quedar a su altura, a él nadie podía engañarlo, al menos no cuando se trataba de los sentimientos o las emociones, su sentido del olfato no era como el común de las personas y junto a Drovick no sólo había aprendido a trepar árboles, si no que, a descubrir como funcionaban sus cinco sentidos o uno, en este caso; posó sus manos en el rostro de la bruja y en un murmuro casi inaudible le dijo que debía de sonreír. En cuanto el nombre "Siberia" se interpuso, la atención del pequeño cambió drástica mente hasta dirigirla a aquel huargo que parecía haber logrado entablar una grata conexión con el pequeño.

 

Ve, cariño.

 

Fue todo lo que logró articular y, una vez vio a su pequeño lobo alejarse con la criatura, giró sobre sus talones y posó su esmeraldina mirada en los ojos de su hermana sin saber exactamente que decir o como es que debía de actuar. Drovick asintió de manera suave ante las órdenes de la Macnair, a pesar de que aquella sombra le era fiel a Juliette, la jerarquía parecía siempre cambiar cuando un ser superior aparecía y, en este caso, Arya parecía serlo en su totalidad, ¿que es lo que había cambiado? ¿y porqué nombraba a Isthar?, habían muchas preguntas pero poco tiempo como para sentarse a beber el té y hablar sobre las nuevas novedades de la vida.

 

¿Crees que gritaría por la casa una cosa como esta? Ni el nombre de esa maniática tengo ganas de decir; me quema la sangre que corre por mis venas, Arya y el aire parece obstruirse con el pasar de los segundos.

Murmuró al tiempo que comenzaba a caminar.

Algo extraño está sucediendo, hace varios días que siento una extraña energía, una muy pesada energía que gira a mi alrededor pero, pensé que sólo era algo pasajero...

 

Dejó caer su delicado cuerpo sobre una de las sillas y entre los bolsillos de su túnica, extrajo un pañuelo negro, el cual estiró sobre una de las mesas para dejar a la luz cinco piezas de lo que era la piedra de color zafiro que resguardaba aquel mundo prisión, uno que había creado con la ayuda de una poderosa bruja de New Orleans y su aquelarre. No pudo mantenerse demasiado tiempo sentada por lo que en cuanto se alzó de su lugar, caminó hasta posarse tras la mesa y desde ahí, observó a su hermana con el destello rojizo peligrando salir de sus ojos, sus ganas de salir a cazar aumentaban cada día y en esos momentos, su sed de sangre parecía carcomer por dentro.

Habían muchas cosas que parecían encajar y desencajar al mismo tiempo, por fuera parecía pertenecer a una casta mágica de alto rango pero por dentro, parecía ser la maldición y castigo más grande del mundo. Juliette luchaba diariamente por no dejarse llevar por su lado infernal y, deseaba con todo su ser volver a ser aquella frágil humana. No había salida. No había respuestas. Nadie podía ayudarle porque, absolutamente nadie lograba comprender lo que realmente estaba sucediendo.

Las uñas de sus manos comenzaban a doler, sentía como iban creciendo de una forma incontrolable y llegó a tal punto que tuvo que enterrar con fuerza aquellas por debajo de la mesa de madera. No quería poner en peligro a las personas que ella amaba, quería protegerlos pero, ¿cómo se protege a alguien si tu misma eres el peligro?, cerró momentáneamente sus ojos, lo que estaba a punto de decir iba a ser probablemente la única razón por la que el hechizo se rompería, ¿y si Juliette en realidad se estaba muriendo? ¿acaso era una razón lógica para que el hechizo se rompiera? ¿era ella la culpable?

 

Arya...siento que estoy pudriéndome...

 

 

 

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Todas las alarmas parecían estar activadas. Juliette desprendía una estela carmesí al desplazarse de un sitio a otro de la recepción y aunque los demás no pudiesen verla, ella la percibía. Era cuestión de tiempo antes de que Drovick regresara con el favor que le hubo pedido, o bien podrían acabar ambas en presencia del mismísimo Isthar cosa que sucedió y Macnair no pudo prever al encontrarse extasiada con los trozos de lo que antes fuera una llave encantada. Artemius apareció de entre las rosas, el piso tembló sutilmente y todo El Sendero se sumió en el más profundo de los silencios, así era él, dramático y hermoso.

 

Cabello largo y platinado, demasiado alto, demasiado delgado pero con un rostro de denotaba sabiduría y compasión hacia los demás. Aferrado con la zurda a un enorme báculo de cristal, el cabecilla de un ancestral grupo demoníaco se acercó a su compañera y sin decir siquiera una palabra le sonrió, era la primera vez que clamaba por ayuda y se regodeaba de ello. —Tu madre estaría orgullosa.

 

Aquello y que le clavasen un puñal en el medio del abdomen resultaba igual de hiriente. Jamás hubo recurrido al cónclave, ni siquiera cuando creyó que perdía a su hija para siempre más comprendía que el poder de Bietka escapaba de su propio conocimiento y necesitaría del entrenamiento y la magia que ser un miembro del mismo le otorgaba.

 

—No estoy de humor para juegos ¿Estaba en lo cierto o no?

 

Arya se volteó y fijó los ojos en su hermana quien seguramente no comprendía ni la mitad de lo que estaba pasando allí pero más tarde trataría de explicarlo todo. Artemius asintió aun sabiendo que aquello haría un daño irremediable en la mujer quien automáticamente se puso frenética y deshizo la distancia entre Juliette y ella volteando al compás de sus palabras para no darle la espalda al demonio primigenio.

 

—Tiene que haber otra salida, se que la hay, y se la llevarán sobre mi cadáver.

 

Para su fortuna, la situación no estaba en su contra. Isthar sonrió de lado, clavó sus ojos completamente azules en Juliette, aquellos que no poseían pupilas y dejó caer al suelo antes de desaparecer en una gélida llamarada que devolvió el ruido a la estancia dos pergaminos del tamaño de una mano, como de siete centímetros de ancho, con escrituras en una lengua difícil de entender para quien no supiese del tema. Solo entonces la pelirroja se hizo con éstos y miró a su hermana, con una rodilla hincada en el suelo y con todo el pesar del mundo en sus ojos verdes.

 

—Estás perdiendo tu esencia, Jullie. Debo sellarte para que no te hagas daño y no le hagas daño a Kalevi pero no te va a gustar en lo absoluto, si lo hago, tus cualidades demoníacas se reducirán al mínimo y si... ella aparece, no podrás confrontarla.

 

Arya sentía que su corazón se estaba rompiendo en mil pedazos, o los pedazos que algunas fueron un corazón se rompían en pedazos aun más pequeños. Pero todo volvió a detenerse cuando un estruendo azotó el invernadero en la primer planta y se oyó gruñir a Siberia ¿Qué estaba pasando?

 

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  • 1 mes más tarde...

Había caminado tanto...fui lejos, tanto como pude tratando de no encontrar a nadie...veía los locales y sentí que podían verme y no lo deseaba, no cuando me siento tan mal. Quiero huir pero no debo, no puedo dejar que vean que me canso de guardar mis secretos.

Una desgracia que mis murallas caigan, bajo la mirada y sigo caminando sin poder contener este correr de lagrimas que me viene al pensar en lo que nunca fue. Mi entereza se tambalea y no puedo evitar mirar al cielo y preguntar ¿dónde estás? ¿puedes verme? lo dijiste¿no es cierto?

"Mira las estrellas, yo te sonreiré desde ahí, aunque nos separe la distancia, podremos estar juntos en pensamiento"

 

¿cómo puede ser?¿cómo puedo recordar algo que fue un sueño...un bello sueño en el que estábamos juntos...porque estoy seguro. Hoy se lo dije a papito y solo me abrazo muy fuerte...

 

--"Ay mi niño..."--solo dijo eso, así que por eso creo que solo es un sueño que tengo de ti...un sueño en que te tuve como mi mamita, las cosas que dijiste y que ya no recuerdo, tu voz que ya no reconozco y suena como la de cualquiera...tu cara que ya no se si pueda dibujar y me entristese haber roto los dibujos que hice de ti...

 

Duele, duele tu ausencia y no puedo cambiar el pasado, solo el ahora. Pero es como si caminará en un piso de cristal que con el peso de mis recuerdos se rompe y creo que caeré a un sitio desconocido que da miedo. Temo continuar, pero debo. Prometí a papi Reacon que seré lo mejor posible y avanzo para hacerle feliz...creo a veces que soy feliz y luego llega el recuerdo y mi fortaleza tras la que me refugio, se desmorona y me gustaría escribir el final...

 

:cry:

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  • 1 mes más tarde...

Racks se encontraba paseando entre las calles del Callejón Diagón, ya no le parecía tan atractivo pasar todo el día y toda la noche encerrado en su cuarto, ya iba a ser cuestión de tiempo para que lo empezaran a confundir con Rapunzel, sólo que hombre, peliblanco y tampoco tan largo, y sin una princesa en su caso. Aunque fuera raro verlo a la luz del día, dentro del callejón no se diferenciaba mucho si era de día o de noche, o al menos por donde estaba, pero no está mal de vez en cuando recibir luz del sol, o eso creía.

 

Mientras caminaba entre los numerosos locales del Callejón, uno le llamó la atención por su estética, piedras en una posición sin patrón alguno, y un cartel con unas letras de un color esmeralda un tanto llamativo que decía "El Sendero". Procedió a dirigirse hacia la puerta, para ver el interior del local.

 

Entró sin hacer mucho ruido, no parecía tener a algún elfo esperando a algún cliente, para él no había mucho problema, una fragancia cautivó su nariz, era un dulce olor del que no sabía de donde se originaba, al no ver que apareciera algún elfo, se dirigió a la parte trasera del negocio, que vio en una leyenda que se encontraba en la entrada.

 

Había una gran cantidad de plantas, de las cuales le llamaba la atención el Muérdago, y el Díctamo. Mirando alrededor intentando encontrar el ejemplar perfecto desde su punto de vista, visualizó a Juliette no muy lejos de donde se encontraba, aunque no haya intercambiado muchas palabras con ella, le caía bien. Estando ya cerca de ella, le dirigió unas palabras -Nunca habría imaginado que a alguien como tú le llamaría la atención un local que empleara la función de un herbario- Lo dijo con un tono lleno de curiosidad e intriga -Cuéntame, ¿Qué haces aquí? ¿Te molestaría si te acompaño?-.

 

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  • 2 semanas más tarde...

¿Qué demonios estaba haciendo en aquel lugar? Venga, ni siquiera sabía en donde tenía que detenerse. No podía dejar de pensar que quien fuese que había diseñado aquel lugar lo había hecho para volver locos a sus visitantes o quizá sólo estaba siendo demasiado exagerado. Se detuvo ante una de las estanterías y fingió apreciar lo que había en él. ¿Dónde estaban los dueños de aquel lugar?

 

Se arremangó las mangas de su suéter con estampado de cachorritos y echó una mirada a su alrededor. No necesitaba nada de aquel lugar, pero si necesitaba distraerse y esperaba que en aquel lugar pudiera hacerlo. Quizá se encontraba con que el dueño era un chico extrañamente sexy o quizá terminaba encontrándose con un viejo amigo.

 

Nadie lo sabía, en aquel momento todo podía suceder.

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Comprar las cosas por sí mismo se había convertido en una rutina divertida. Jank, al haber regresado a Londres sin intenciones de reconectarse con sus antiguos lazos sociales, decidió dedicar sus días libres a las rutinarias rondas por el Callejón para abastecer los anaqueles de sus negocios. Ese día le tocaba a El Sendero, prácticamente abandonado después de que Arya y él intercambiaran una conversación que, como de costumbre, no sirvió más que para llenar el vacío de los recuerdos. Así que llenaba el tiempo gastando oro en ingredientes asiáticos para sus pociones.

 

Al volver era mediodía y se topó con un posible cliente. Jank se pasó la cesta hacia la otra mano para poder estrecherla y tocó su espalda para que se percatara de su presencia.

 

- Jank Day.. ¿Cillian?

 

No pudo evitar sonreír. De todas las personas que consideró jamás volver a toparse, sin duda él figuraba en la lista.

 

- No recuerdo la última vez que te vi. Pasa, pasa.

 

El hombre abrió la puerta y dejó que su invitado pasara primero. El recorrido que conformaba la primera parte del local seguía precioso, pues la otra dueña se había encargado de proporcionar sistemas de riegos automáticos que suplieran cuando la ausencia humana se hiciera común; momento que siempre llegaba. Al menos una docena de hadas revolotearon al rededor de los magos, emitiendo sonidos cómicos en modo de saludo antes de volverse a ocultar entre las ramas de las plantas.

 

- ¿Qué te trae por aquí?

 

@Cillian

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— Jank Dayne.

 

¿Quién iba a decirlo? Él tampoco recordaba cuando había sido la última vez que había visto a aquel mago pero sin duda recordaba todas esas noches en las que había disfrutado de Jank en su imaginación. No puedo evitar morderse un labio y echarle una mirada que lo recorrió de pies a cabeza. Cillian tenía gustos raros, eso nadie podía negarlo.

 

— ¿Este lugar es tuyo? —Inquirió mientras lo seguía, había dejado que Jank fuera un par de pasos por delantes para así poder apreciar su parte parte trasera—. Nunca pensé que volvería a verte... —Confesó. Estaba hablando sólo por hablar, la verdad es que le gustaría estar haciendo otras cosas en lugar de seguirlo por aquel sendero.

 

Si su memoria no fallaba, Cillian había conocido a Jank durante su tiempo en La Academia y desde entonces se había obsesionado con él aún cuando sabia perfectamente que su obsesión no era para nada correspondida. Que más daba, casi ninguna de sus obsesiones era correspondida y no por ello iba a dejarlas atrás.

 

— La verdad es que no sé que hago aquí, sólo estaba dando vueltas por el callejón y terminé aquí sin querer. ¿Qué es exactamente lo que venden aquí? —Necesitaba un tema de conversación y suponía que ese sería un buen punto de partida aunque un segundo después cambió de opinión y decidió arriesgarse—. ¿Podría comprar un beso tuyo?

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- Sí, es mío. Aunque lo mejor está en el sótano. Acompáñame. Allí está la segunda parte del local.

 

Bajaron por las escaleras alumbradas por antorchas. Las celdas negras se abrieron al comprobar quién deseaba acceder al secreto que las antiguas prisiones ocultaban. Hizo un movimiento de muñeca para encender las chimenas del salón principal y, esta vez usando la varita, hizo aparecer una tetera caliente y una bolsa de galletas, traídas desde las cocinas. Mientras que Cillian hablaba aprovechó para guardar los ingredientes que había comprado dentro de las estanterías. Pero se volteó cuando sintió que lo estaba mirando demasiado.

 

- Yo también pensé que no volvería a verte - dijo, indicándole que tomara asiento frente a él. En El Sótano había frío, pues los fantasmas se encargaban de adaptar al lugar para que siguiera alimentando sus energías. Tomó un sorbo de la bebida, a la que previamente había endulzado con esencias brasileras especiales para la fluidez conversacional. Cosa que funcionó especialmente rápido con Cillian.

 

Estaba acostumbrado a que a robar o que le robaran un beso, no que se lo pidieran. Mucho menos que se lo compraran. La situación, más que incomodarlo, le causó gracia.

 

- Me temo que mis besos ya no valen nada. Aparte, ¿no me ves? - se señaló las cosillas, las mejillas flacas, los ojos hundidos - ¿Qué te incita a querer comprarle algo así a alguien como yo?

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— No te menosprecies, Jank.

 

Sí, no era algo raro que Cillian fuera bastante atrevido pero en aquel momento había algo más deshibido de lo normal y en aquel momento no quería más que decirle a Jank todas esas cosas que deseaba hacer con aquel cuerpo del que él parecía no estar del todo orgulloso. Dio un sorbo más a su bebida y tomó una de las galletas que terminó devorando de un solo bocado.

 

Apostaba a que había otra cosa por ahí que también podría devorar de la misma manera.

 

— Eres un hombre bastante atractivo a pesar de todo —no podía apartar su mirada del mago, estaba completamente perdido en él—. ¿O vas a negar que tienes a un puñado de mujeres detrás de ti? La cuestión aquí no es el porque estaría dispuesto a pagar por uno de tus besos, la cuestión es si tu estarías dispuesto a hacerlo.

 

Abandonó su asiento para poder acercarse a Jank, necesitaba tener contacto fisico con él. Había dejado la taza en la mesilla junto a ellos así que no tenía nada que le imposibilitara el extender una de sus manos para tomar la barbilla del su anfitrión. Y no basto más que un segundo para que sus labios estuvieran a solo un par de milimetros de los de Jank.

 

— A mí ver eres perfecto, ¿necesitas alguna otra razón para que quiera besarte? —Le estaba costando bastante resistirse—. ¿Para que quiera unirme a ti en todas y cada una de las maneras que nuestros cuerpos nos permitan?

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- No me menosprecio. Digo lo que es.

 

El espejo colgado encima de la chimenea le daba la razón. Ya no era un hombre fornido, sus labios estaban secos y sus manos rasposas por meses de preparación de pociones sin los cuidados necesarios. Tenía rastros de cortadas por todas partes, de distintos filos y armas. La más chocante era una atrás del cuello: Patrick Colt trató de asesinarlo usando un solo corte durante sus primeras semanas como aspirante auror. La cicatriz funcionaba como recordatorio de que había hecho lo correcto con su vida, pero la estética pensaba otra cosa.

 

Sin embargo, nada de eso parecía importarle a Cillian. Él todavía lo visualizaba como el mismo hombre al que en su momento había visto como el ejemplo perfecto entre sensualidad y torpeza. Entendía por qué sentía tal atracción, pero seguía sin comprender su constancia. Tanto así, que Jank tuvo que apartarse unos centímetros cuando él se acercó. El corazón empezó a latirle de prisa, como si acabara de correr un maratón. Todo iba tan rápido que, de cortarlo de raíz como quería, seguramente quedaría como descortés.

 

- Mujeres, sí. Hombres, en el pasado - dio otro sorbo al té, tratando de tomar más distancia. Trató de ignorar la mención acerca de los cuerpos -. Ninguno lo logró. Mi corazón está eternamente conectado al de una bruja, aunque al parecer el destino no nos quiere juntos - lo miró - La amo. Lo siento.

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