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Ellie Moody
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Muy poco ha leído Ellie sobre demonios, por lo que recuerda claramente la frase que se le hizo más llamativa. «Estimado aprendiz, haga lo que haga, nunca confíe en un demonio. Tiene cien motivos para todo lo que hace... noventa y nueve de ellos, al menos, son malévolos». Aún así, sin embargo, no sabe qué pensar. Atónita, observa a aquel muchacho tan hermoso; alrededor de él, las sombras se despejan y el segundo piso del taller vuelve a dibujarse.

 

—¿Se supone que no nos hará daño?

 

A su alrededor, el círculo comienza a desvanecerse; sólo entonces Ellie se atreve a avanzar hacia Richard y, por supuesto, hacia el demonio Hydel. Así no es como se imaginaba a los demonios... éste, parece un ángel. Lo observa con atención, pero el muchacho está perfectamente inmóvil, sin ni siquiera respirar (pero, claro, no es un humano ¿para qué va a necesitar respirar?).

 

—Déjame ver si entendí... —susurra, siguiendo de largo hacia la ventana. La abre y la brisa nocturna le refresca el rostro, perlado de sudor frío, a pesar de que había estado temblando— ¿Él... esto... será entregado a ese libro de las sombras? Pero, mientras tanto, es tu ¿sirviente? ¿Para qué?

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  • 2 semanas más tarde...

—Para lo que se me antoje —replicó Richard alargando un puntapié.

 

Le dio en el costado del cuerpo. El demonio no pareció inmutarse más que para lanzar un gruñido y una mirada de odio. Sin embargo, Richard no es de los que se deje intimidar por tan poco. Una vez la adrenalina ha pasado, siente que el descenso lo pone de mal humor. Toma al muchacho del cabello con la mano izquierda por sobre la frente, para que le de la cara. En aquella oportunidad no lanza sonido alguno, pues parece haberlo tomado desprevenido: arrodillado en el suelo, el muchacho tan sólo alza la vista como no había hecho hasta entonces más que para matarlo con la mirada y Richard aprovecha el momento para aproximarse y hablarle de cerca.

 

—No vas a encontrar un punto débil a tiempo —explica en voz baja, para luego agregar en pársel antes de que puedan detenerlo— pero si me ayudas... podría ver la forma de negociar tu libertad.

 

Los ojos del demonio, por un instante, son rendijas en medio de esos pozos avellana. Sin embargo, sus pupilas vuelven a la normalidad enseguida. Richard suelta su cabello y Hydel se tumba en el suelo con delicadeza. Pasado un minuto, luego de que Richard se ha limpiado las manos, el muchacho parece haberse recuperado. Su expresión es concentrada y seria pero ya no hostil o inhumana. Es como si se hubiese detenido a pensar ignorando todo a su alrededor.

 

Richard es consciente de todo lo que ha visto Ellie y se pregunta qué hará con ella a continuación...

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La frescura de la brisa exterior le aclara los pensamientos.

 

—Oye, Richard...

 

Si bien Ellie es consciente de aquel ser no es una persona, sino un demonio, la forma en que Richard lo trata la pone incómoda. En sus manos, parece un viejo muñeco de trapo con un dueño hostil y caprichoso. Es muy difícil saber cómo sentirse o qué pensar en una situación que, está segura, no termina de comprender. ¿Hydel intentó hacerles daño? Quizás, pero ¿no fue sólo por la invocación de Richard? Si hubieran dejado el maldito juego de té en paz, estarían tranquilos y el demonio, a lo mejor dentro de una cárcel, pero sin estar pasando por aquello. Es muy difícil no humanizar a un ser que es tan similar a ellos.

 

—¿Por qué simplemente no lo dejas en paz? —sugiere, intentando mostrarse tranquila aunque lo cierto es que habla con cautela. De repente, es capaz de ver un matiz diferente en aquello; de repente, se le hace muy difícil ver a Richard como "el bueno"— Si es tu sirviente, no sé, podrías ordenarle que no haga daño a nadie nunca jamás, y dejarlo... no sé, existir por ahí...

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Richard pone los ojos en blanco antes de contestar, aunque se ha girado para que Eileen no pueda verlo.

 

Ese es siempre el problema con los individuos que se toman demasiado en serio a sí mismos: caen presas de los mejores embusteros y Richard bien sabe que no hay nadie mejor en ese trabajo que un demonio. La apariencia es la herramienta principal para embaucar y engatuzar ¿acaso realmente alguien en pleno siglo XXI sigue creyendo que la principal herramienta es el miedo? ¿Que los demonios tienen cuernos o rostros horrendos? A menos claro que exista alguna clase de fetiche por las extensiones puntiagudas o las alas negras, definitivamente no es ese el caso. La tentación, el deseo, la compasión que permite desestimar aquello en lo que se cree es lo correcto, esas son las herramientas más sutiles pero igual efectivas de la época.

 

—Descuida, es eso exactamente lo que estoy haciendo —contesta, haciendo clara referencia a "dejarle en paz"— levántate Hydel, necesito que me informes sobre este artículo.

 

A pesar de lo sucedido, Richard no ha olvidado su primigenia motivación. Siente una curiosidad rayana en lo insano respecto al artículo ¿está acaso dentro de los poderes de un demonio volver en el tiempo...?

 

—Es un artículo que sirve para apreciar viejos recuerdos humanos —explicó Hydel, observando el juego de té con un rostro que casi podía hablar de apego, lo que es poco frecuente en un demonio—, mi antigua maestra solía utilizarlo para viajar a viejas épocas de su vida e incluso antes...

 

Calló sin continuar. Richard no tenía paciencia para manejarlo con calma en esos momentos pero no necesitó encauzarlo a golpes (por suerte). El demonio continuó nuevamente, al parecer, perdido en sus pensamientos.

 

>>Pero al envejecer, el artículo se convirtió en un tormento —sus ojos parecían estar conteniendo una emoción profunda y violenta, Richard no alcanzaba a entenderlo. Luego, una sonrisa amarga afloró a su rostro— no podía ejercer ningún tipo de cambio sobre ellos, quienes había conocido, y tampoco estaba ya en la edad de seguir intentándolo —a Richard no se le escapó para nada el hecho de que había dicho "seguir"— después, decidió dejar de utilizarlo y su magia se salió de control<<.

 

A pesar de que el demonio no parecía dispuesto a seguir hablando, por alguna razón sus palabras no se detuvieron. Sin embargo, no se detuvo en detalles sobre la anciana bruja que había sido la antecesora de Richard.

 

—El dispositivo puede permitirte comunicarte con el pasado, no se trata de algo similar a un pensadero —sonrió para ellos en aquella oportunidad y su mirada era como el de una serpiente; era un espíritu influenciado por la figura de una, un demonio que representaba alguna clase de reptil, eso era notorio cuando sus ojos quedaban fijos—. Puedes viajar al pasado e interactuar con aquellos que te han conocido... —su voz continuó en medio de un susurro— pero no puedes cambiar tu propio pasado —explicó— no importa lo que hagas, tu vida seguirá siendo la misma cuando vuelvas. La vida de otros en cambio —su voz volvió a callar un instante antes de continuar— no puedes volver al mismo recuerdo dos veces y no importa si vuelves tan siquiera una vez porque... —volvió su sonrisa de nuevo hacia ellos, luego de haber dejado que su vista vagara por la estancia mientras hablaba— ¿quién luce igual ahora de lo que lo hacía hace veinte años salvo quizá un vampiro o un demonio? Los vampiros no son capaces de hacer contratos con demonios, su espíritu no es como el humano, si es que tienen uno en realidad. Un demonio jamás ha poseído el grimorio de las sombras y... —Hydel dirigió entonces la vista hacia Richard— el resto, envejece y aunque eso no debería limitarlos... lo hace, aquí —explicó señalando su cien— está en su naturaleza. Pensar que, eso, hace que otros los vean distinto, porque lo hacen.

 

Richard se quedó de piedra. Todo lo que el demonio había dicho era cierto, era tan cierto para él porque lo había visto por décadas, el proceso de una persona envejecer y morir, de cómo iba evolucionando la mentalidad de como cada vez se iban autolimitando, hasta que sus cuerpos se adaptaban a tales pesares mentales. Pero todo eso, era cierto para el resto... el resto del mundo habría sido un perfecto aplicativo para Hydel pero no Richard. Richard lucía y luciría así ahora y siempre; SIEMPRE.

 

Sólo un puñado de personas en el mundo podrían haber pensado como él. Así de extraños eran los ladrones de cuerpos.

 

Quería gritar, quería reír a carcajadas mas, todo lo que hizo, fue cubrirse el rostro con una mano y volverse. Bajo su mano, a su rostro afloró una sonrisa torcida.

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De un momento a otro, es capaz de sentir todo el cansancio acumulado sobre sus hombros. Cuando observa nuevamente a través de la ventana, advierte que hay muchas más estrellas en el cielo oscuro y que su pálido resplandor es lo único que ilumina el estrecho y maltrecho Callejón Knockturn. Ya debe ser de madrugada. «Pero...». Es incapaz de decirle a Richard que se vaya y se lleve a su sirviente. No teme ser maleducada, sino que, de repente, aquel asunto acaba de ponerse muy interesante. Ese espíritu curioso con el que nació es lo único que la mantiene de pie y con los ojos abiertos. Luego de exhalar un suspiro cansado, se sienta en la silla donde estuvo trabajando horas atrás y saca de una de las gavetas del mesón una botella de hidromiel. Sirve tres tazas (por un momento, olvida que quizás los demonios no consuman lo mismo que las personas) y, a la suya, le añade unas gotas de filtro vigorizante.

 

Ellie se recuesta en el asiento y se deleita con la hidromiel, mientras Hydel habla del juego de té. Se siente satisfecha cuando se da cuenta de que su razonamiento iba por el lado correcto. Si bien aquel objeto no permite hacer viajes en el pasado en toda regla, esa es más o menos la idea: regresar, pero sin ser capaz de cambiar nada. Aquello es bastante útil para un viaje de investigación, cien por ciento seguro, teniendo en cuenta que la persona que use el objeto sólo puede volver a su pasado. Sin embargo, no está completamente segura de entender qué tiene que ver el envejecimiento con el hecho de regresar. ¿Se refiere a que, por la mente de la persona, los demás no lo reconocerán? ¿No por los cambios físicos? «Debo estudiar más sobre la mente humana —piensa, avergonzándose de no ser muy culta en el tema y de no estar al nivel de Hydel, de su maestra y aparentemente de Richard—. Creo que ya viene siendo hora de programar ese curso de Legilimancia...».

 

Para cuando Hydel termina su explicación, la taza de Ellie está vacía, pero se siente más despierta. Sin embargo, no rellena su taza pues aquel no es un buen momento para que se nublen el juicio y la razón. El sábado en la tarde, podría ser, pero no un miércoles en la madrugada en un ambiente de trabajo.

 

—Bien, explica cómo pudimos viajar a aquel lugar, sin alterar el presente —dice, luego de que la habitación quedara en silencio por unos momentos. Cuando recuerda lo sucedido en Les Antiqués y recuerda lo lejano que parecía el pasado de Richard, recuerda también lo extraño que le pareció que el mago fuera tan viejo y no aparentara más de treinta. Al volver el rostro hacia él, esperando una respuesta al respecto, se da cuenta de que hay una sonrisa extraña en su rostro, o eso parece, bajo la mano que cubre a medias su rostro—. ¿Qué pasa? —pregunta, frunciendo el ceño, pero se da cuenta de que ya no está segura de si de verdad quiere oír las respuestas de aquel extraño mago.

 

»En fin, ¿qué haremos con este juego de té? —pregunta, aunque pronto sacude la cabeza— Es decir, qué harás...

 

Los ojos de Ellie van hacia la vajilla. Por un lado, piensa que quizás debería ser entregado al Departamento de Misterios... por el otro lado, sin embargo, descubre que le gustaría estudiarlo por su cuenta, sin nadie supervisando, si nadie haciéndole seguir reglas. Le gustaría usarlo, sólo por curiosidad.

Editado por Eileen Moody

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Richard recompone rápido la expresión pero todavía puede sentir en la lengua el sabor del triunfo. Está seguro de que Hydel ha podido notarlo, pues está en su naturaleza el adivinar ese tipo de cosas enseguida, el percibirlo incluso aún cuando sus propios usuarios no son capaces de detectarlas todavía. La sensación que Richard ha tenido es tan violenta, que es imposible que el demonio no hubiese reparado en ella.

 

Toma la hidromiel de manos de Eileen cuando ella se dirige a él e intenta pensar rápido "¿que qué haré?" Por unos momentos, sus ojos vagan en la estancia hasta posarse en Hydel, no que parece haberle quitado la vista de encima un sólo instante. El demonio tiene una sonrisa calma y placentera. No ha tocado la taza que Eileen le ha ofrecido. Por el contrario, parece extraer un pequeño cántaro de sus ropas, algo pequeño y fino que destapa con suavidad para luego verter su contenido transparente en un diminuto pocillo.

 

—Lo principal es averiguar su funcionamiento primero —dice entonces Richard, fijando la vista con curiosidad en el sake que el demonio toma a pequeños tragos—. Luego, podría empezar a conjeturar sobre qué hacer con ello.

 

Hydel no parece estar particularmente interesado en los planes de ambos a pesar de que hasta hace muy poco parecía sumamente reacio, pero habla de todas maneras.

 

>>Los viajes al pasado son ejecutables cuanto mucho dos veces a la semana —observa a Richard más que a Ellie pero echa vistazos fugaces a la muchacha de rato en rato de todas formas. Sus delicados ademanes, parecen hablar más bien de un ángel que de un demonio— y por supuesto, necesitaría reponer energías más allá de lo normal para poder realizarlo con mayor frecuencia<<.

 

Richard sabe perfectamente a qué se refiere el demonio con eso. Energía vital, que es parte de la energía mágica de cualquier ser humano. Dado que Richard más bien parece tener el poder de arruinar la magia, no es una posibilidad para él poder alimentarlo; así que la otra opción es el sacrificio humano. A pesar del escaso interés de Richard por las vidas de otros, eso tampoco parece ser una posibilidad factible, así que niega con la cabeza poco después. El demonio se limita a asentir.

 

—Comida regular y abundante sueño son el reglamento para un régimen regular —añade entonces, refiriéndose a los dos días a la semana. Eso no debería resultar problemático, hay habitaciones y comida en abundancia en la casa de los Moody. Mientras Hydel vuelve a servirse otro poco del sake que él mismo llevara, sus palabras no se detienen—, todo lo demás... cómo estos viajes puedan repercutir en las personas de su pasado, son cosa suya. Tienen que averiguarlo por sí mismos.

 

A Richard no se le escapa que el ofrecimiento parece ser direccionado a ambos y no sólo a él, así que se apresura a intervenir.

 

—Por supuesto, lo ideal sería probar conmigo primero, no quisiera hacerme responsable si algo sucediese con tu pasado o presente, Ellie —su voz es serena, sólo Hydel parece notar que hay algo que no está diciendo respecto al aparentemente generoso ofrecimiento— ¿qué más tengo que saber?

 

Hydel se quedó unos momentos mirándolo, como si quisiera ver más allá y abrirse paso a su alma. Luego, dio otro sorbo al sake y añadió con simplicidad.

 

—Por supuesto, las personas de tu pasado no han de reconocerte con tu apariencia actual —el demonio alzó la vista de su bebida unos instantes y bajo sus largas pestañas sus ojos parecieron lanzar una mirada de profundo interés— pero sí tendrán la incómoda sensación de haberte visto antes —cuando terminó su segundo vaso, tapó cuidadosamente el pequeño cántaro y lo guardó en las profundidades de su ropa, junto con el cuenco—, eso hará que sientan una constante incomodidad y probablemente, un particular desagrado hacia ti.

 

Richard empezaba a entender. Eso, usualmente, habría puesto en alerta y habría podido causarle reticencias a cualquiera. Sonrió y no dijo nada, tan sólo le dio un sorbo a su hidromiel e hizo un gesto, para que Hydel continuara.

 

—Ustedes no alteraron el presente porque no estuvieron el tiempo suficiente allí.

Editado por Melrose Moody

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  • 2 semanas más tarde...

—Entonces... —Ellie habla con cautela. No conoce mucho a Richard y, de todas formas, él es una persona que no aparenta dejarse conocer. Por momentos, es capaz de sentir tanto familiaridad como aversión por él; a veces, al mismo tiempo (¿cómo es posible eso?). Por eso, mientras habla, lo observa fijamente, aguardando por alguna reacción; no obstante, se da cuenta de que es en vano, pues su rostro es muy difícil de interpretar— Me estás diciendo que vamos a usar la tetera, ¿juntos? —pregunta, elevando una ceja en un gesto de suspicacia. Simplemente, le cuesta asimilar que él haya propuesto, aunque no en palabras explícitas, una actividad conjunta.

 

A esas alturas, ha vaciado ya su primera taza de hidromiel y ya por la mitad de la segunda. Como si estuviera en Hogwarts, ha anotado en un retazo de pergamino los datos que ha compartido Hydel sobre el uso del artefacto. Cree entender cómo usarlo: no más de dos veces a la semana, comer bien y dormir bastante, tener cuidado al averiguar la forma en que éstos viajes afectan el pasado y el futuro, ser consciente de que incomodará a sus conocidos del pasado...

 

Sin embargo, Ellie se pregunta, ¿debería presentar aquel caso al Departamento de Misterios? ¿Debería decirle a Richard que debe llevarse el objeto, para que sea estudiado en la Sala de la Esencia del Tiempo? ¿Debería decirle que no pueden aquella aventura, pues ninguno de los dos conocen los daños que podrían hacer al pasado y, peor todavía, al presente? Éso es lo que se esperaría de una "funcionaria ministerial", pero el problema es que ella no se ve así. Ella se ve, simplemente, como una Inefable; una persona a la que le fascinan los misterios, lo que no se puede explicar con palabras, que busca entender los misterios de la vida, hacer descubrimientos e inventos y disfrutar de las aventuras que todo ello conlleva. Quizás está siendo egoísta pero ¿y si ese objeto no está a salvo en el Ministerio? ¿Y si no está a salvo en manos de sus compañeros? ¿Y si intentan evitar que lo estudie? Por otro lado, nunca dejarían que Richard y Hydel la ayuden en éso, y ellos son sus puentes con el objeto... es más, simplemente, no quiere sentir que los está traicionando.

 

—¿Hay algo más que debamos saber antes de usarlo? —le pregunta a Hydel, con la voz cansada— Si eso es todo... bueno, yo necesito cenar, dormir y desayunar. Entonces, estaré lista para jugar con la tetera.

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Ante las palabras de Ellie, Richard parpadea un par de veces. Quizá suponga mal, pero lo que dice le lleva a entender que la muchacha ha asimilado las palabras de Hydel de manera errada: que es ella la que tiene que comer y dormir con propiedad para realizar el viaje, cuando en realidad el demonio se refería a sí mismo, sus propias maneras de "subsistencia" para mantenerse en ese plano de la existencia sin contratiempos ya que no va a estar alimentándose de vidas humanas.

 

Oh, bien, quizá es Richard el que exagera y el demonio sí que lo dijo en ese sentido. Aunque, en opinión suya, el demonio parece haber sido perfectamente capaz de captar que su magia es disfuncional y por tanto, que no es capaz de alimentarlo con ella.

 

Ya sea una cosa u otra, Richard es consciente de que ha metido la pata. Es decir, de por sí la aparición de Hydel en medio del negocio de la muchacha no fue cosa planificada y el que ahora sepa ella también el secreto todavía menos. De no ser porque sería muy arriesgado el intentar borrarle la memoria, incluso probaría a hacerlo. Lo que sí está fuera de cuestión, es el que quiera acompañarlo en sus viajes. Al menos, es lo que quiere decirle pero no hay forma de dárselo a entender ahora que se encuentra convencida de que así será. Al menos, no sin levantar sospechas.

 

—Uhm... —no parece haber a esas alturas solución alguna, pero lo intenta de todas formas— no estaba diciendo que tengas que acompañarme pero si gustas sumarte al viaje puedes hacerlo —explica, tentativamente.

 

Hydel niega entonces con la cabeza, a manera de respuesta para Ellie, informándole que no hay ninguna pieza más que sea de relevancia para realizar los viajes. Richard entonces realiza un movimiento con la mano. Ha devuelto la hidromiel que Ellie sirviera para él y Hydel en sus respectivas tazas y que ninguno de los dos había tocado. Es un truco, que había aprendido de su maestro de Uagadou para aprender a controlar la precisión de su propia magia, muy similar a practicar puntería con un juego de lanzar pelotas. En ese momento no le da importancia pero nota que sus dedos se sienten un tanto entumecidos luego de hacerlo.

 

—En ese caso, me iré también y veremos que podemos averiguar más adelante—la típica sonrisa de negocios apareció en su rostro—. Nos vemos luego, Ellie.

 

No dijo mucho más. Tan sólo, se retiró seguido de Hydel. El juego de té, en aquella oportunidad, estaba protegido de forma adecuada en un bolso que sacó de quién supiera dónde.

 

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Encontrar tiempo para atender su pequeño negocio resulta ser una labor más complicada de lo que había pensado. Ellie se ha dado cuenta de, comprometiéndose a muchas actividades, no ha sido prudente con el tiempo que en realidad tiene. Tiene sus labores como Inefable, en primer lugar, que de por sí consumen muchas horas en el día y mucha energía mental; además tiene labores como ayudante en el Centro de Comercio Universal, profesora de Pociones en la Universidad, miembro de la Orden del Fénix, co-encargada de un parque para mascotas, co-dueña de la casa de los Moody... no sabe cómo se las arregla para, por lo menos, pasar un par de días en el negocio, para avanzar con pequeños proyectos y atender a la escasa clientela que llega de vez en cuando.

 

Esos días, ha tenido la sensación de que Richard la evita. En casa, ha intentado hablar con él sobre la tetera, pero él consigue la forma de escabullirse. Cuando le pregunta "casualmente" a Mel sobre él y sobre su invitado, se da cuenta de que su prima no sabe prácticamente nada. Lo cierto es que no quería sentir que le pedía que le dejara acompañarlo, como si le estuviera rogando... pero, por fortuna, Ellie no es una persona muy orgullosa.

 

—Creo que mañana podría ser un buen día para hacer "el viaje" —dijo por fin la noche anterior, mientras Mel salía a cazar tebos a quién sabe dónde—. Es mi día libre del Ministerio.

 

Richard accedió prácticamente a regañadientes, o por lo menos esa fue la sensación que tuvo Ellie. Sin embargo, ya son casi las tres de la tarde y no ha llegado.

 

—Ya lo vi todo —masculla, apretando los puños. No es que se sienta abandonada ni nada por el estilo; es que ella quiere ser parte de esa aventura—. ¡Me vendió gato por liebre! Seguro que quiere guardar esa tetera para él solo, el desgraciado...

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  • 4 semanas más tarde...

No se había permitido regresar al establecimiento, antes de averiguar de cerca parte de los mecanismos por sí mismo. De todas maneras, al final la tetera había resultado ser el mayor de sus entretenimientos durante el mes pasado. En bata y pantuflas, había pasado la mayor parte de su tiempo en la casa de los Moody. Incluso, había llegado a descuidar parte de sus negocios.

 

Hydel parecía estar también cómodo, al menos de momento. Tomaba alimentos con regularidad, salía a dar largos paseos por los bosques cercanos a la residencia, se llevaba bien con los lobos y halcones que fueran de Pandora y sobre todo, se abstraía o dormía en los lugares menos esperados. En cierta medida, Richard estaba sorprendido de la rutina ordinaria que era capaz de llevar, a pesar de que se trataba de un demonio.

 

En cuanto a Eileen, al menos había tenido oportunidad de evadirla por un buen rato, aunque su tiempo de gracia ya hubiese concluido. Desde que la mujer renunciara al departamento de misterios, se había vuelto alguien con demasiado tiempo libre, tiempo que la enseñanza no era capaz de absorber con la misma intensidad que sus labores ministeriales. Acostumbrada a tener horarios apretados, hacía espacio para la enseñanza, la investigación, las salidas a comer y, en fecha reciente, a fastidiar cada actividad que Richard hiciese recordándole que le debía un viaje "en tetera".

 

Así que ese día estaba allí, con Hydel parado a su lado, a la entrada del "Tesoros Olvidados". Al ingresar no vio ningún cambio: el mismo orden, los mismos estantes y hasta (podía jurarlo) los mismos artículos que nunca parecían venderse ¿era su imaginación o en lugar de disminuir, el número de cachivaches había aumentado? Fuera dicha la verdad, quizá en lugar de viajar tendrían que sentarse a conversar seriamente sobre realizar un estudio de mercado...

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