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Ellie Moody
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«Creo que mañana podría ser un buen día para hacer "el viaje" —le había dicho a Richard, el día que ocurrió el incidente—. Es mi día libre del Ministerio». Sin embargo, aunque lo estuvo esperando toda la tarde, el mago nunca apareció. Ni al día siguiente, ni al siguiente de ese... así, pasaron semanas. Con su trabajo en el Departamento de Misterios, entre otras responsabilidad, fue capaz de "perdonarlo" por estar demasiado ocupada para preocuparse por el asunto de la tetera. Sin embargo, cuando presentó su renuncia nada más y nada menos que para dedicarse a la enseñanza, el acoso a Richard comenzó.

 

Una de las cosas buenas que Ellie encontró con tanto tiempo libre, fue dedicarse mucho más a su pequeña tienda de antigüedades. No obstante, lo cierto es que esos días no se llenó para nada los bolsillos... en cambio, consiguió la forma de abarrotar todavía más las estanterías, comprando cualquier objeto viejo e interesante que alguien le ofreciera. «Es una inversión —se decía, cada vez que sacaba sus monedas de cobre y plata para comprar libros prácticamente deshechos, objetos averiados, retratos cuyos personajes habían desaparecido para siempre—. Cuando los arregle, los voy a vender por muy buen oro...».

 

Esa tarde, tiene en su taller unas zapatillas malditas, muy hermosas pero que, al usarlas, hacen sufrir a la persona un dolor terrible en los pies, como si caminaran sobre clavos. Alguna vez, Ellie escuchó que alguien decía "para ser bella, hay que ver estrellas"; ahora, le parece que ésta es la aplicación literal de ello. Desde la mañana, ha estado intentando dar con el encantamiento para romper esa maldición, pero todavía no logra nada... está frustrada, hasta que la campanilla anuncia la llegada de un cliente.

 

Rápidamente, se pone de pie y baja las escaleras, para colocarse tras el mostrador. En la puerta, distingue al mago y al demonio.

 

—Vaya, hasta que por fin vienes —rezonga Ellie, cruzando los brazos sobre el pecho—. ¿La trajiste, cierto?

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--Sí, la traje --la respuesta es más bien mecánica, mientras Richard observa alrededor con ojo crítico y Hydel saluda agitando la mano y sonriendo como si fuera un ángel y no lo contrario--. Sé lo que significa traerla, tú en cambio ¿Sabes lo que significa la palabra "negocio"?

 

Hydel pareció coger una tos repentina, por lo que volvió el rostro hacia un lado cubriéndose la boca con el puño, casi como un niño, dejando a la vista tan sólo las suaves sacudidas de su torso.

 

--Sí, sí, todo muy divertido --masculló Richard todavía mirando alrededor. Aquello

pareció detener la tos de Hydel enseguida -- pero ella necesita ganar dinero aquí, también --sus ojos se volvieron entonces a la mirada de Ellie--. Hay un motivo por el cual los investigadores tienen mecenas ¿eso también lo sabes no es así? --sabe que quizá su confianza no está tan asentada con Ellie como lo está con Mel, después de todo ella es mucho más cautelosa que su prima y probablemente no esté de acuerdo con ser regañada, pero tiene un plan-- Así que tienes que sacar algo útil de todo esto.

 

Luego de decir todo aquello, Richard dejó descansar la bandeja de madera sobre el mostrador. Ésta tenía ahora un aspecto cuidado y pulido, por lo que daba la impresión de estar mejor conservada. Los pocillos también exhalaban ese hálito y la tetera lucía irreconocible: brillante, hermosa y casi podía jurar que con cierto aire de misterio.

 

--A esto me refiero --prosiguió como si tal cosa--. Así qué ¿a dónde tienes pensado ir?

 

La mirada de Richard se deslizó entonces un tanto a la izquierda, al lado de Ellie, dónde un cuadro de fondo negro yacía, con parte del marco carcomido y evidentemente ya sin mucho rastro de valor. Sin decir nada, Richard alzó una ceja de forma significativa.

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  • 2 semanas más tarde...

Contagiada por su aparente amabilidad, le devuelve el saludo a Hydel, olvidando por un momento que se trata de nada más y nada menos que un demonio. No obstante, al volver Ellie el rostro a Richard la sonrisa que se había formado en su rostro desaparece. Ella no la mejor lectora de personas, sino que el mago en realidad no se molesta en disimular la forma en que observa el lugar, evaluándolo... juzgándolo. Una repentina ansiedad la hace respirar ligeramente más rápido. ¿Qué es lo que estará pensando sobre la tienda, sobre ella? El tema, repentinamente, la preocupa tanto que no hace caso a la extraña tos que invade a Hydel.

 

—Bueno... —masculla por lo bajo, tras escuchar a Richard— Sí, pero... es que ésto es más que todo un hobby, ¿sabes? —habla Ellie con lentitud, con los brazos cruzados sobre el pecho y la mirada baja, como si se tratase de una niña siendo regañada. Sonríe nerviosamente, esperando que eso pueda calmar el ambiente— Con el dinero que gano en la Universidad, me alcanza para comer y, bueno, tengo ahorros...

 

El imaginarse a sí misma con un mecenas, auspiciando su trabajo, le recuerda a cómo imaginaba su trabajo soñado en el Ministerio de Magia. Inocentemente, se había imagino a los Ministros financiando sin miramientos las investigaciones y estudios del Departamento de Misterios, a la vez que protegiéndolos; con el tiempo, no obstante, Ellie se dio cuenta de que en realidad estaban solos en eso. No fue eso lo que la llevó a renunciar, pero el golpe de realidad todavía le deja un gusto amargo en la boca.

 

—No creo que alguien quiera ser mi mecenas —suspira, sacudiendo la cabeza—. Creo que, hoy en día, los magos creen que lo sabemos todo... Pero, oh, no se imaginan lo que nos queda por descubrir e inventar —dice, con un repentino tono soñador, recordando los misterios que se guardan en el Departamento de Misterios pero que no puede divulgar con nadie, ni siquiera estando retirada.

 

Pero no quiere hablar del Ministerio, pues sabe que Richard terminará haciéndola sentir mal por pasar de ganar más de cuatro mil galeones al mes, a unos, en comparación, escasos setecientos. Además, está mucho más interesada en la tetera.

 

—Oh... ¿yo elijo? —suelta, demasiado emocionada por el asunto como para darle importancia a la mirada que le dedica Richard a su trabajo de ese día— Bueno, no había pensado en eso —se ríe nerviosamente. Ella es muy joven, en comparación con él (lo cual no le molesta reconocer para nada), de modo que no está segura de tener muchas experiencias importantes—. Podríamos ir a Hogwarts —suspira, envolviendo, sin darse cuenta, las manos en torno a la tetera que ahora reposa sobre el mostrador—. No me quejo de mi vida, pero le tengo mucho cariño a esos años.

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Richard soltó un suspiro que tenía mucho de frustración.

 

—Niña tonta.

 

Pero ya es tarde. Hydel ha cerrado los ojos y la bruma ha empezado a envolverlos. De alguna forma, no le gusta la forma en que Eileen se comporta a veces. Le recuerda demasiado a su propia hermana; no Catherine, si no Pandora. Por eso, cuando abre los ojos nuevamente, no le extraña que realmente estén en Hogwarts. Tratando de no suspirar de nuevo, Richard escucha de pronto ruido proveniente de la esquina del pasillo en donde se encuentran por lo que se apresura a arrastrar a Hydel y a Eileen a un armario para escobas. Está apretado allí dentro pero es uno más grande lo usual y caben perfectamente.

 

Sólo se da cuenta de su error cuando ya es demasiado tarde. Se oyen risas al exterior y parece tratarse de dos alumnas conversando pero de pronto, siente un tipo de succión muy extraña y toma la mano de Hydel y Ellie justo a tiempo, antes de que la sensación lo invada del todo. Sólo luego de que esa horrible pesadilla ha pasado y siente unas enfermizas ganas de vomitar, se da cuenta de por qué el armario era más grande: no era un armario para escobas, era un armario evanescente ¿qué demonios había hecho esa cosa en medio del pasillo?

 

Antes de poder contenerlas, una sarta de groserías salen de su boca, lo que sólo causa que Hydel vuelva a tener que ocultar sus irritantes risitas. Intentando no pensar en los vómitos con los que de pronto quiere bañar a ambos, mira tanto a Ellie como a Hydel, antes de intentar asomarse al ojo de la cerradura.

 

Mas no puede ver nada al exterior. Tal vez si cambia de ángulo...

 

—Ellie ¿alguna idea de a dónde conducía el armario evanescente en tus épocas de Hogwarts?

 

Mel le había contado una vez que cuando había vuelto a Hogwarts poco después de terminar la escuela, había oído que el armario se había dañado. Probablemente, en esos momentos se encontraban en una época en donde eso todavía no había pasado y éste conducía a dónde fuera que se encontraba su pareja (al menos, eso era un alivio). Habían tenido suerte, teniendo en cuenta que, según Mel le había narrado entre risas, después de averiado, un alumno de Slytherin había terminado atorado en un limbo del que sólo había podido escapar intentando aparecerse, por lo que había terminado atascado en uno de los inodoros del cuarto piso de Hogwarts.

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Ellie, abochornada, se da cuenta de que aquella es la segunda vez, en menos de un mes, que termina encerrada en un armario con alguien —la primera vez, con un hombre lobo bastante problemático; ahora, con un mago-que-no-es-un-mago-pero-tampoco-un-squib y su lacayo, el demonio de una tetera—. Como la última vez, se esfuerza en mantenerse lo más alejada posible de sus "compañeros de armario"; aunque se trate de un familiar, le incomoda la cercanía física que no anhela ni espera. El asunto no la exasperaría tanto, si tan sólo terminara encerrada con la persona indicada, en lugar de con auténticos lunáticos.

 

De todas formas, olvida rápidamente el asunto cuando siente cómo es tirada hacia atrás, como si estuviera usando un traslador; ni siquiera siente cuando Richard le toma la mano.

 

—¿Qué rayos...? —susurra, cuando la sensación se detiene. Su voz, al igual que sus rodillas, tiembla; menos mal que comió hace horas, pues de otras formas está segura de que habría vomitado, lo cual en ese estrecho espacio habría sido terrible para los tres.

 

—Ellie ¿alguna idea de a dónde conducía el armario evanescente en tus épocas de Hogwarts?

 

—¿Armario evanescente? No sé...

 

Sin embargo, poco a poco, recuerda sus clases de Historia de la Magia. Leyó que en Hogwarts había uno que había sido la pieza clave en la Batalla de la Torre de Astronomía; aparentemente, el director Dumbledore lo ubicó en la Sala Que Viene y Va luego de un desaforunado incidente con un estudiante que quedó atascado en un inodoro. Sin embargo, luego de la Batalla de Hogwarts, se estimaba que éste había sido destruido por una maldición de fuego maligno.

 

Pero allí están, lo que significa que la Batalla de Hogwarts no ha ocurrido. Están en su primer primer año, en el año 1997.

 

—Estamos en un lugar peligroso —susurra, al recordar a dónde daba el armario evanescente, luego de que un alumno lo reparara—. El Callejón Kockturn... en estos tiempos, no es precisamente un lugar donde yo pondría mi negocio. Ehm... ¿crees que podamos volver a activar esta cosa?

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  • 1 mes más tarde...

—¿Pues cómo se activa?

 

Los susurros son cada vez menos disimulados, debido a que Richard está de mal humor. Por supuesto, ha contenido las náuseas de pura suerte pero eso no quita que la cabeza le de vueltas y haga que no pueda pensar (o planear) de forma adecuada. Es Hydel, quien hasta ese momento no había hecho más que reír ocasionalmente, el que asiente a la pregunta que ha hecho Ellie.

 

—¿El callejón Knockturn? Eh, bueno, podría probar a activarlo con mis poderes pero quizá no nos llevaría de vuelta a donde vinimos...

 

Miró hacia un lado, como si intentase disimular el hecho de que acababa de decir algo inapropiado. Richard, por otro lado, desestimó su comentario con un ademán y soltó:

 

—Abramos y cerremos la puerta rápido, quizá funcione.

 

Por supuesto, lo hizo. El dueño había alcanzado a ver la mano que sobresalía del armario antes de ser cerrada luego de entreabrirse hacia su punto ciego, pero ellos tuvieron suerte y la transportación se realizó de manera adecuada. Habían retornado y pronto, Richard salió del armario como si fuese un perro mojado.

 

—Necesito un lugar para descansar. Recuérdame de nuevo —prosiguió con voz que intentaba ahogar su aburrimiento y decepción— ¿por qué estamos aquí?

 

Quizá fuese porque él jamás se había formado en el castillo que ahora pisaba, no guardaba para con éste cariño alguno.

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  • 2 semanas más tarde...

Aún luego del viaje, siente que todo a su alrededor da vueltas; es ahora una necesidad salir y tomar aire. Por fortuna, las estudiantes a las que escucharon reír no están allí. No hay nadie alrededor y, sin las risas, advierte el tono lúgubre del lugar. Por supuesto, se trata de su percepción, no de un hecho; no obstante, sólo es luego de unos momentos que entiende por qué observa la escena con ojos pesimistas. Hogwarts no funcionaba de forma normal, en su primer primer año. ¿Dónde estarían esas estudiantes? ¿Caminando a clases antes de que se les hiciera tarde, o algún profesor las habría pescado deambulando por los pasillos y las habría castigado? Recordar los castigos que aplicaban entonces, hace que se estremezca internamente.

 

—No lo sé —suspira, sabiendo que a Richard no le gustará su respuesta—. Simplemente fue lo primero que se me ocurrió. Pensé que el objetivo que todo ésto era estudiar la taza. Si quisiera desentrañar en la historia de alguien, no sería la mía —nuevamente, Ellie le echa un vistazo al pasillo. Aunque fueron tiempos oscuros para el mundo mágico, ella nunca se sintió afectada. Supo mantener un bajo perfil y no meterse en problemas, aunque eso significara no tener amigos. Y por fortuna, los de primer año no practicaban Artes Oscuras, sólo los hacían instruirse teóricamente para prepararse para el siguiente año. Por su buena suerte, no se considera una víctima—. No hay nada interesante —no se refiere al pasillo o al castillo. Simplemente se refiere a ella en esa historia, a ver el pasado a través de ella.

 

Al recordar el armario evanescente, siente el impulso de realizar un encantamiento para bloquear su cerradura. Incluso, podría maldecirla. No obstante, aunque cree que sería sensato bloquear ese puente entre Hogwarts y el Knockturn, sabe que no debe actuar. No quiere arruinar la historia. Si bien no cree que el destino esté escrito en piedra, el pasado es un asunto diferente. La historia ya está escrita y nadie tiene el derecho a reescribirla... mucho menos alguien como ella. Así que simplemente se aleja un poco del armario.

 

—Pero no entiendo por qué, de mis ocho años, estamos en éste —musita, observando a Hydel—. Los otros fueron más divertidos y podríamos explorar con mucha más facilidad. Aquí ni siquiera podemos ocultarnos entre grupos de estudiantes, pues no están permitidos los grupos numerosos o estar en cualquier lugar que no sean las clases, las salas comunes o el gran salón.

 

Ellie siente que, por primera vez, es consciente de que Hydel es un demonio. No puede evitar pensar en una de las cosas que ha leído de ellos. «Nunca confíes en un demonio. Tiene cien motivos para todo lo que hace... noventa y nueve de ellos, al menos, son malévolos».

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—Eh ¿de verdad?

 

Hydel tiene una expresión de desconcierto en el rostro, que Richard no se termina de comprar. Su expresión es sombría que ha conseguido dominar su "mal humor" lo suficiente como para controlarse. Se siente enfermo, sí, pero no es ningún idi*** y ahora sólo quiere irse de allí. Lo peor de todo, es que sabe que su enojo es tan sólo una emoción superficial y lo más probable, es que Hydel también lo haya notado. Sus emociones no han hecho más que seguir siendo igual de escasas.

 

—Ok, esto fue un error.

 

Los aparta a ambos en dirección a la puerta pero ésta parece estar vigilada, así que terminan refugiándose en los baños de chicos. Sabe que quizá sea un tanto extraño para Ellie, pero es lo mejor que pueden hacer dado que sería menos escandaloso encontrarla a ella allí, que si ellos estuvieran en los baños de niñas. Además, por lo que le había contado Catherine alguna vez, quizá tuviesen alguna clase de sortilegio retrógrado y pasado de moda para evitarlo.

 

—Aquí tendremos que esperar que transcurra el tiempo de los efectos del humo y el viaje —dijo, una vez estuvieron de lo más apretujados en un cubículo—. ¿Podrías echar un encantamiento de ocultación o algo parecido? —Richard miró a su acompañante con expresión ceñuda— Así sería más fácil evitar contacto y confusiones.

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  • 5 semanas más tarde...
Ya es la segunda vez en ese día que termina atrapada en un lugar estrecho con Richard y Hydel, y aquello cada vez le parece menos tolerable. Ellie, con la túnica recogida hasta por encima de las rodillas, intenta apartarse lo más posible del retrete, del cesto de basura y del mago y el demonio. El calor del cubículo y el olor a baño no ayuda mucho a tranquilizarla. Es cierto que le gustan los misterios y las aventuras pero ¿por qué últimamente sus decisiones la conducen esas situaciones? ¿Por qué no puede ser todo... más bonito? ¿Es una coincidencia que, desde que está desempleada, sus vivencias sean mucho menos glamurosas?


—Entiendo —suspira—, la tetera debe descansar —sin embargo, a quien Ellie observa es a Hydel. Tiene sentido: él es quien alimenta al artefacto, sus poderes, su energía, a diferencia de los giratiempos, que funcionan gracias al polvillo de la esencia del tiempo y no están ligados a los poderes de ningún mago ni bruja. Por ese lado, le parece que el "viaje en tetera" es menos eficiente, pero es cierto que, al tener un papel más de espectadores que de intrusos, hay más libertad. Si no mal recuerda, Richard comentó que no podrían cambiar la historia, mas eso no significa que no puedan meterse en líos, como es una gran posibilidad ahora.


Levanta la varita y hace un movimiento circular por encima de su cabeza, con los ojos cerrados mientras que conjura internamente el encantamiento desilusionador. No tiene consigo sus reliquias Uzza, de modo que con eso deberá bastar.

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Richard desea deshacerse al menos del olor pero no se le ocurre nada, pues Hydel está agotado. Un par de veces, un muchacho usa un cubículo aledaño pero por lo demás, no ocurre nada interesante. El encantamiento desilusionador hace efecto; Richard de queda estático e intenta pensar.

 

--Sería un desperdicio pasar aquí todas las horas que tenemos por delante ¿Se te ocurre alguna forma de sacarle provecho sin crear problemas?

 

Lo cierto es que, dado que nunca asistió a Hogwarts, tiene cierta curiosidad por ciertos lugares de los cuales llegó a enterarse por Catherine, aunque la propia muchacha no había prestado demasiada atención. El bosque a las afueras por ejemplo o el calamar gigante que se decía que moraba en el lago. Incluso las cocinas.

 

No es un sentimiento impulsado por la simple necesidad de conocimiento si no, como casi siempre con Richard, la búsqueda de ganancia, de sacarle a dicha información algún tipo de provecho.

 

--Que sea algo interesante --añade, un tanto cansado.

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