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Heredad Ollivander (MM: B 110990)


Hessenordwood Crouch
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Las costumbres se repetían por tercera vez. Túnica gris impoluta y reluciente, una máscara hecha con el cráneo de un venado. Capucha. Anonimato. Espada en el regazo y la varita guardada en uno de los bolsillos. Un vaso de Whisky en la mano derecha. Era de noche y ya no daba estar pidiéndole té a los anfitriones. Las últimas dos veces que lo hizo lo habían tratado de terrorista o algo así.


Claro, porque seguramente aparecerse en una habitación en medio de una charla completamente privada, secreta, que no le incumbía en lo más mínimo; no era algo parecido. Porque eso había pasado. Orión estaba ahí, observando a Bel y Garry desde uno de los asientos de la habitación donde estaban. La suerte de haber elegido un lugar sin hechizos anti-aparición.


- Disculpen mi pequeña interrupción espontánea. Mi nombre es espada -dijo, levantando el arma de su regazo- sí, el nombre más est****o de la vida ¿no es cierto? Pero todo tiene su justificativo.


Movió un poco los hielos en su líquido ambarino y bebió un poco por debajo de la máscara que cubría su identidad. Tenía que reciclar tanto material mortífago que había quedado, literalmente, al pedo.


- Venía a hablar con los dos. Resulta que tengo una pequeña propuesta que me gustaría que podamos charlar. Sé que…


Guardó silencio mientras veía la distancia entre los dos.

- Estoy interrumpiendo algo, pero esto es medianamente importante -les comunicó mientras movía un poco la cabeza al ritmo de las palabras- Ottery… diablos ¡todo el maldito país! Se volvió peligroso. Entonces, ¿hablamos?

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Era una escena lastimera. Una parte de mí lo había sabido desde siempre, lo absolutamente frágil que resultaba Garry si le confrontaba con ese lado suyo que se le daba tan bien ocultar la mayor parte del tiempo a la gente. Disimular la influencia de la criatura o su incapacidad, para, en todos esos años, poder alcanzar alguna clase de equilibrio entre él como humano, y la bestia que su interior albergaba.


― Yo no dije que te alejara, dije que dejasen de atormentarse ambos- aclaré sin retroceder un ápice mientras él se abrazaba de forma demencial- ¡AMBOS! - repetí, prácticamente gritándolo- ¿En verdad no lo comprendes Grelliam? ¿Lo que podrías conseguir de él si solo...


Entorné la mirada ante su acercamiento, pero él sin detenerse comenzó aquel recorrido extraño en mi cuerpo. Su tacto era frío, y áspero, ni tan salvaje como para llegar a herirme seriamente, ni lo suficientemente suave como para que se sintiese como una caricia. E igual o más ambiguo, era el gesto que se dibujaba en su rostro al observar la marca de la maldición un tiempo que se sintió interminable, y luego solo unas palabras, tan lacerantes como sinceras.


Un alivio de conciencia. La mía y no la suya.


Él temblaba en la butaca donde había ido a parar. Su cuerpo, sacudido por los temblores parecía hacer acopio de todas sus fuerzas para sobreponerse a la voluntad de Grelliam y volver a ser el Garry que conocía. Y aunque no fueron más que escasos segundos, aquella visión de él, enfermizo, con la respiración entrecortada y fuera de sí, me hizo caer en cuenta que el trecho de daño a remediar era más largo de lo que había imaginado.


¿Estaría realmente ahondando esa crisis, dándole la estocada final, con mi partida?


Negué con la cabeza casi de inmediato, rechazando aquella idea. Mas, tocaba admitir que era cierto que la ciudad, especialmente en los tiempos que corrían, parecía reacia a querer conocer a cualquiera, de forma que si te lo proponías, podías vender la imagen que te diese la gana o pasar fácilmente desapercibido. Y era a menudo en esos grises entre ambos espacios que él se movía, tan bien, a diferencia mía que era enemiga pública para más de uno.


Escuchar de nuevo aquel apagado timbre de voz, acompañado de una actitud de indiferencia, fueron la señal de que tenía a Garry nuevamente conmigo, y solté una carcajada al escuchar su ingeniosa respuesta ante la promesa que había insistido en que honrara, sin despegar la vista de esos ojos de colores dispares que nuevamente estaban observando, más serenos y menos llenos de perversión que apenas minutos atrás.


Estaba por responderle cuando de repente una figura de lo más extraña se hizo notar en la sala. Era imposible saber quien podía ser, por la máscara que llevaba y la voz claramente distorsionada, pero su sola presencia allí en un rincón, bebiendo whisky, era inverosímil y perturbadora.


Podía haberse llamado Pepito o Milkytto en lugar de Espada, y no habría hecho diferencia alguna.


- ¿Se volvió peligroso? Debió haber sido alguna clase de monje en reclusión para no ver el tipo de violencia que se vivía en las calles de este lugar- le espeté, impactada con su desfachatez para luego volver la vista a Garry.


No le había dicho a él de la condición en que me encontraba ahora. Y con el sujeto extraño presente, la oportunidad para hacerlo había escapado. Si el tipo solo alardeaba cargando esa espada, no había mayor problema. ¿Pero si resultaba algo peor? Garry tenía que saber que no iba poder ayudarlo o ayudarme con un solo maldito hechizo.


Aun así, me crucé de brazos, y de mala gana, me mantuve observándolo, con el ceño fruncido en señal de desconfianza.


― Habla de una buena vez, no tengo tiempo para estupideces de iluminados, así que como no digas algo coherente, ten por seguro que la patada en el trasero que te llevarás será monumental.


Estaba casi cien por ciento segura que con tipos como esos, ser cortés solo podía traer ser tomado por idi***. Pero restaba ver como se lo tomaría él.


Afuera, el fantasma de Geraint parecía querer comunicar de algo.


@ @@Orion Yaxley

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Cuidadoso de no hacer más ruido, el muchacho se removió sobre la butaca para mantener una mejor visión de la visita que ahora los invade e interrumpe la complicada conversación que Garry se habría esforzado por mantener con Evans, aun cuando él prefería en muchos casos ahorrarse las palabras, porque no habría sido sencillo para él mostrar alguna vez esa parte de él, que a diferencia de la criatura, Garry resguarda no como si fuera de su propiedad, sino más bien, como algo de lo que debe ser cuidado con ardor si quería mantenerse en el Ottery, mezclándose naturalmente entre los demás. Podría estar equivocado, aunque igualmente podría no estarlo, y saberlo arriesgado, cuando se trata de Grell, es algo que por ahora no está en su totalidad dispuesto a averiguar.

 

Por un momento Garry cree que aquel hombre debe estar perdido o confundiendo al par de magos con alguien más, sus palabras eran ambiguas y carecían, de cierta manera, de sentido común. Sin embargo, es aquella su última oración la que parece suficiente para casi tomarlo en serio como alguien un no cualquiera, capaz de representar una amenaza en un abrir y cerrar de ojos. Aun así, ni siquiera por el arma que empuña con seguridad, Garry no pareció turbarse, a pesar de que tranquilo tampoco está con su intromisión, ni cual fuera que pudiera ser su misión dentro de los terrenos malditos de Ollivander. Con disimulado desconcierto parpadeó un par de veces una vez que cree haber entendido mejor las intenciones del mago.

 

Por otro lado, Bel habría sido de los dos quien apuraba al mensajero a pregonar su conocimiento. Él por su parte solo provocó entre los presentes un largo silencio, suficientemente espeso para hacer entender que por supuesto él no era bienvenido en la casa. No obstante, ese silencio revelaba también la impaciencia que no se ve en el brujo por escuchar la comisión.

 

Tiene usted razón-, masculló luego de Bel, arrastrando las silabas cargadas con paciencia demás. Sobre su regazo, perezosamente ha entrelazado los dedos de sus manos en un gran puño, un intento por disimular el cómo sus hombros se tensan tras escuchar la voz bajo aquella máscara. Él aún se siente demasiado cansado, de tener que luchar ahora, bueno estaba en una desventaja. ― “Espada”…es un nombre terrible-, por primera vez en un largo rato, le quitó la pálida mirada de encima solo para buscar a su compañera. Es, como en muchas otras veces, un intercambio que habla más por él que sus palabras o el resto de sus acciones, algo que quizá solo Bel entienda, pues es la misma que le dedica cuando un caso en Baker se cree interesante. Sin embargo, cree entender que ella no estaría dispuesta a verlo de ese modo.

 

Luego, sin apartarle la vista a Evans, apenas le sonrió y después continúo.

 

 

Espero que su mensaje no sea tan malo de escuchar como su nombre-, habló con neutralidad, arrugando el puente de la nariz y los hastíos ojos volvieron a posarse sobre la mirada oculta en la máscara. ―Ya la escuchó entonces-, ladeó la cabeza en dirección a Bel, pero se mantenía atento en el hombre armado. ―La atención es toda suya, señor. Hable usted.

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- La atención es toda suya, señor. Hable usted.


Orión estaba sorprendido. No esperaba mucho de las visitas, realmente, y que los dos le hubiesen contestado con cierta cortesía era un poco refrescante. Se tomó el whisky. Había soltado un par de risas ante los comentarios de los dos. Tenía toda la razón, espada era un nombre est****o, pero si ya no era mortífago ¿entonces qué tenía que ser? él mismo, pero, ya saben, seguridad. Mañana podría ser Roberto o Cañón. Ya vería.


Desapareció el vaso vacío y se acomodó en el lugar.


- Sí, bueno, no es que haya salido mucho de casa. Pero tengo entendido que una guerra civil de tantísimos años no llegó absolutamente a nada. ¿No se dieron cuenta que los dos “bandos” dejaron de existir? Entonces, Bel, si ambos reconocemos lo mismo, ¿qué harías para cambiar la situación?


Y no se refería solamente a la violencia de dos bandos clandestinos. Implicaba otra cosa. Guerras contra el país. Catástrofes naturales. El poder seguía estando ahí, sin tocarse. Magia que permanecía sellada. “Tabúes”. Magos como Garry que podían ser perseguidos por su condición. Orión no lo sabía específicamente, pero conocía casos. Sangres puras, impuras, categorías impuestas, costumbres que limitaban.


- ¿No sienten que están a merced de lo tradicional? No les vengo a proponer la cura de todos nuestros males. Los invito sólamente a que vean el problema desde otra perspectiva.


Intentaba ser claro y tranquilo. No buscaba amedentrar, si no debatir desde un mismo nivel. Acá no existía un iluminado y otros ciegos. Al contrario, Orión sabía muy bien que él estaba un poco en desventaja. Llevaba una vida relativamente cómoda.

- No lo sé, si me preguntan a mí, yo pienso que existe algo más que todo… esto -dijo, ampliando las manos haciendo referencia a una casa armada, a lujos, bóvedas repletas de oro- pero, ahora yo les pregunto, ¿y ustedes qué creen?

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Pacientemente, escuchó con debida atención lo que el brujo les platicaba, Garry cree que con esta persona necesita ser más paciente de lo habitual, quizá también le exija algo más de esfuerzo de su parte para entender sus verdaderas intenciones y el por qué es que ha escogido Ollivander hoy para pregonar su misión. De pronto no tiene duda en creer que este personaje de apariencia misteriosa solo se trata de un brujo apasionado, de esos que ha visto jurar tatuarse en su piel sus ideales como símbolo de lealtad y, a su vez, forzar a los demás a pensar igual. Tampoco puede saberlo solo porque sí, así que espera escuchar de él, algo más que le resulte…familiar en toda su explicación.

 

Hace un rato que sus ojos no lo vigilan más, en cambio, el apagado y pálido par de extraños ojos observan los nudillos aun enrojecidos de sus manos, en un intento de entumecer su entorno para esclarecer mejor las ideas de la indeseada visita de hoy. Ha compartido una mirada bastante breve nuevamente con Bel cuando él hace la mención de la erradicación de los grupos clandestinos, es solo lo suficientemente larga para reflejar el desconcierto que la mención del tema le provoca, como para disimular su relación con el mismo.

 

Se reacomodó nuevamente, parecía que mantener una buena postura sobre el sofá lo incomodara. Volvió a observar la máscara que cubre su rostro cuando habla sobre ¿lo tradicional? Garry arrugó el entrecejo casi por instinto, no obstante, el gesto no le dura y mientras le sigue escuchando, hace una nota mental para pensar en ello más tarde. No podría estar más desconcertado con la comisión del brujo, cuales fueran sus honestas intenciones, o lo que fuera que quisiera ocasionar con esta conversación, es tan difuso como el hombre que se esconde tras la máscara. Finalmente, él tiene más preguntas que respuestas para la incógnita que ha hecho el extraño que se ha colado en su hogar.

 

Creo que…-, esta vez no hay intento por apartarle a su interlocutor la mirada, tampoco dejar más espacio para que Bel hable aun. ―Puede ser que no tengamos ideas tan ajenas-, no está de ninguna manera (no por ahora), buscando engañar al inquilino, no lo piensa si quiera, pero la verdad es que tampoco se siente tan confiado para solo soltarse hablando con tanta frescura frente a quien si quiera su rostro muestra. ―Sin embargo, también creo que…no hay mucho que se pueda hacer por este lugar para ser remediado-, suspiró y perezosamente, como si fuera él, el hombre más cansado, abandonó finalmente la postura recta de su espalda y se hundió en el respaldo de la butaca.

 

――Aunque claro, desmiéntame si me piensa equivocado-, por fin le sonríe, una media sonrisa que empalma en su rostro las cicatrices que parecieran capases de abrirse de nuevo.

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Una sonrisa brotó de su interior. Lo que planteaba Orión no era para nada descabellado. Era como el sentir transversal y transgeneracional de todos los habitantes de Ottery, de alguna forma u otra. Que entre los dos intercambiaran miradas también le daba un sentido de legitimación a lo que decía. El lenguaje corporal tampoco podía mentir, tanto. De todas maneras, él también consideraba que estaba bajo unas condiciones raras. Entrar sin aviso, cubriendo la identidad y con una ímpetu un tanto… fanática.


- Si quieres resultados diferentes… cambia los métodos ¿no?


Capaz si no se repetían los errores del pasado. Si se veía de otra forma el problema. Aplicar otras fórmulas. Innovar…

 

- Piénsenlo. ¿Qué se puede perder? ¿Acaso nos vendrán a asesinar? ¿Meter preso? ¿Juicios? Díganme cuántos detenidos hubo en estos últimos años.


Sacó un reloj de bolsillo y suspiró al ver la hora.


- Los dejaré para que lo piensen. Ya me volveré a contactar y ahora que ya nos conocemos, podré tocar con seguridad la puerta. Siempre se pueden juntar a celebrar los buenos tiempos. Digo, no podemos tapar el sol con un dedo pero al menos disfrutar del tiempo.

Levantó el vaso de whisky a modo de salú y se desapareció.

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Por alguna razón mirar hacia un lado pareció la mejor de las opciones durante el tiempo que aquel misterioso hombre permaneció en la heredad. La sensación de vacío que me había acompañado durante tantos meses encontraba un eco desigual en las palabras del sujeto. No estaba de acuerdo en todo lo que decía, especialmente en su comparación mezquina entre los bandos, que rebajaba los ideales de lo que había sido la Orden del Fénix, pero poco sentido tenía refutárselo cuando estaba claro que para él como cosa superada que era, debía irse a lo siguiente.

 

"Un cambio de métodos"

 

La visión, un tanto pesimista de Garry me hizo volverme a él un instante. Los músculos se contrajeron apenas un momento ¿qué era lo que podía decir? Quizá que mi tiempo en Ottery se había acabado, y que poco me importaba ahora mismo imaginar la vida nueva que podían llevar los habitantes de Ottery, porque yo, ya sin magia en el cuerpo, no tenía cabida en ella. Que le tocaba a los que se quedaban construir un nuevo futuro con sus propias manos.

 

O tan solo, podía ser un poquito más sincera y admitir que me sentía aliviada de que la visita no hubiese terminado de forma sangrienta o violenta.

 

- Un loco más de los muchos que supongo que llegarán en estos tiempos ¿no te parece?- terminé por comentar apenas un instante después que el hombre desapareció de la misma rara manera como había llegado-debe ser ccsa del cambio de estación.

 

La marca en el pecho, aunque permanecía, ya no ardía más. Tampoco la varita emitía calor al roce de mis manos, de modo que la volví a guardar, sin sentir aquel rastro de calidez de cuando había invocado el patronus. Las 48 horas que me habían sido concedidas llegaban a su fin, y era momento de partir de la Heredad, a la que voluntariamente había elegido como el último lugar para estar antes de partir definitivamente.

 

Era en momentos como esos, que deseaba tener un poco de aquella indiferencia natural de Garry. En cambio, en el entrecejo fruncido y las cejas levemente curvadas, se reflejaba toda la tensión que no quería poner en palabras, y el antojo repentino por una buena taza de té y tartaleta de manzana, solo me confirmó que la ansiedad empezaba a desbordarse.

 

Lo abracé entonces una última vez, elevando los pies para poder alcanzar su cuello, pensando en la ironía de la vida que habíamos compartido, y no queriendo imaginar el rostro que debía tener ahora. Era mejor de esa forma ¿no? Era la ventaja de los abrazos: No ver a los ojos a la otra persona y que tal vez de ese modo, no terminases por desnudar tu interior.

 

Pero entonces, un estruendo proveniente de fuera, hizo que me separara de él. Como un demonio ¿que más sucesos ocurrirían? Había planeado irme tranquila ¿y ahora nuevamente algo se presentaba? No esperé a la reacción de Garry y saliendo por el pasillo, alcancé el porche más rápido de lo que había hecho alguna vez en la casa, sin que ninguna de las puertas se pusiera difícil, o desapareciese.

 

Y a quien vi frente a mí, provocando esos ligeros truenos de la punta de su varita que tenía elevada hacia el cielo, me heló el corazón.

 

"Esa muchacha, ella, sigue viva" alcancé a balbucear antes de desvanecerme.

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No hacía mucho que se encontraba en Londres, sin embargo y a pesar de estar ahí únicamente por un asunto relacionado al trabajo, se rehusaba a ir en busca de la razón que le había llevado a ese lugar. En cambio, optó por aventurarse a instalarse en una choza a las afueras de la cuidad, misma que años atrás le hubiera servido también de asilo. Catherine había estado varada en aquel claro hacía ya días, pretendiendo gustar de él por su belleza y no por ser el único recuerdo sólido que tenía de su tiempo en Londres. El terreno era extenso, lleno hierba alta que se movía a voluntad del viento que, junto al verdor de los árboles hacían vibrar mágicamente aquel espacio. Y la choza, a pesar de su aparente mal estado permanecía recia al paso de los años. Nada había cambiado, ni siquiera un ápice.

 

Los últimos destellos del cielo naranja se perdían con cada instante que transcurría dándole paso a la oscura bóveda celeste. El aire de primavera, aún con remanentes fríos, despeinó juguetonamente sus mechones plateados haciéndolos danzar como si fuesen parte del encanto del claro. Sentada a mitad del terreno, Catherine intentaba pensar en alguna excusa para poder prolongar su estadía, sin embargo, ninguna de ellas lograba convencerle. Había recorrido el lugar, evocado recuerdos agradables y añorado los días pasados lo suficiente como para regresar satisfecha del viaje, pero lo único que estaba sacando de aquel letargo era convertir esos buenos pensamientos en un tormento. Había tomado una decisión, pero a veces le gustaba pretender que aún tenía opción.

 

Resuelta a emprender el camino de regreso a casa recordó que aún tenía una última cosa por hacer, sin embargo, eso implicaba visitar Ottery, razón que le había orillado a la desidia, pero si los rumores que había escuchado eran ciertos tenía que intentarlo. Tras soltar un sonoro suspiro se levantó de entre la hierva y dando un último vistazo a su alrededor se adentró en la negrura del bosque.

 

Hasta donde sabía no se encontraba muy lejos de su destino, y si bien era cierto que había pasado mucho desde que caminó ese bosque también lo era el hecho de que llegó a conocerlo como la palma de su mano, no debía tardar en llegar. Andaba a pasos largos y veloces, con varita en mano alumbrando el camino que tenía por delante y mirando ocasionalmente y con recelo sobre su hombro. Le parecía una exageración, pero esa noche se sentía particularmente tranquila, raramente se escuchaban los animales nocturnos y el ulular del viento había cesado hacía ya bastante. Comenzaba a pensar que quizá había equivocado el camino cuando a lo lejos divisó diminutas luces amarillas. Eran muchas y ya fuese la casa que buscaba o no, iba a echar un vistazo porque cualquier cosa era mejor que la paranoia de ser perseguida.

 

Estaba a metros de salir del umbral del bosque cuando un viento helado congeló sus pasos y cuál fue su sorpresa al girarse; un manto tan negro como el azabache se extendía frente a ella y se acercaba rápidamente. Los pensamientos de Catherine fueron de la confusión al pánico. Conjuró un sinfín de hechizos sin tener oportunidad de pensar en el correcto haciendo que su varita expulsara rayos y chispas a diestra y siniestra. Apuntaba esperando hacerlo de manera correcta mientras corría en dirección a las luces que parecían estar más cerca a cada paso. Llegó sin aliento a lo que le pareció el jardín de la regia casa que se alzaba frente a ella. Exhausta y sin rastro de color en su rostro hizo frente a su persecutor, levantó su varita y vociferó: “expecto patronum”. La luz blanca rompió por un instante la oscura noche para darle paso a lo que parecía un águila batiendo sus grandes alas. El hechizo apenas duró un momento, sin embargo, parecía haber sido efectivo porque al extinguirse la luz de su varita Catherine no encontró rastro de quien le perseguía.

 

Empezaba a celebrar internamente cuando por el rabillo del ojo alcanzó a ver a alguien en la entrada de aquella casa. Una figura pequeña y menuda le observaba y se había desplomado tan pronto como sus miradas se habían encontrado. Juntó la energía que aún le quedaba y se apresuró a donde yacía la mujer. Estaba a pasos de llegar, sin embargo, ahora que podía verla con claridad supo quién era. Sus piernas flaquearon y la llevaron al suelo obligándole a recorrer a gatas la distancia que le hacía falta para finalmente llegar. No daba crédito a lo que sus ojos veían, su estómago cayó y la emoción le invadió por completo. Frenética y con los ojos goteando sacudió el cuerpo que se encontraba inmóvil en el suelo, suplicando entre balbuceos que iban de la excitación a la desesperación.

 

Al no obtener la respuesta que Catherine quería se descolgó la cantimplora que llevaba sujeta a los pantalones y roció el poco líquido que esta aún tenía en el rostro de la bruja inconsciente.

Editado por Cath Dark

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El encuentro con aquel enmascarado habría terminado bastante pronto, que descanso, luego de que lo ve desaparecer apenas se ha dado cuenta de lo muy tenso que la inoportuna visita de él lo ha puesto. Casi puede decir que se siente incluso estresado al respecto, las palabras de aquella persona, que si bien no habían sido importantes superficialmente, dejaban al menor de Ollivander con el presentimiento de que no debía solo así olvidar aquel tan inusual encuentro. También ha de suponer que esta no sería la última vez, tal vez, que se encontraría con esta persona si se quedaba en Ottery. Cuestiones relacionadas sobre quién y de que podría tratarse se han comenzado a sembrar en su ya quisquillosa mente, sin embargo, no tiene la intención de pensar más en aquello, no por ahora.

 

Asintió a lo que Bel cuenta del hombre aparecido aquel, la mirada ida del brujo aun esta puesta en dirección donde debía encontrarse el rostro escondido de aquella persona, como si él aun estuviera con ellos, permanece así al menos hasta que puede sentir que Evans se mueve junto a él. Parpadea lentamente antes de darse cuenta de que ella guarda nuevamente la varita recién fabricada en el estuche. Así que Garry, con aparentemente esfuerzo de más, se ha puesto nuevamente de pie para acercársele y verle por última vez, en un buen tiempo supone, a ambas. Él es, como casi siempre, bastante más lento para reaccionar durante su abrazo, y es que Bel siempre era tan sentimental, que él nunca podía predecir del todo esas acciones, algunas veces arrebatadas, que la ex sanadora tenía de pronto, él cree que impulsadas solo por los tantos sentimientos. Era como ver la forma en la que estallaban en forma de acciones.

 

Pero no puede hacer ni decir nada, porque cuando intenta imitar el gesto, un estruendo la separa de él tan rápido como ella ha alcanzado el otro extremo de la habitación para salir del salón. Desconcertado, Garry le siguió con la mirada, parecía sorprendido, descolocado ante como se estaban dando las cosas, ¿siempre era él tan lento? Negó apenas antes de comenzar marcha tras de ella, no corre, no cree que pueda hacerlo tan rápido como ella lo ha hecho ahora, pero las largas zancadas en sus pasos ayudan. No obstante, no consiguen ser lo suficientemente rápidas para alcanzarla y cuando al fin puede salir del salón, el cual desaparece detrás de él, no queda más rastro de ella. Eso ¿era todo?.

 

Se piensa que el pasillo principal nunca le pareció tan largo mientras lo recorre desconfiadamente.

 

¿Bel?-, su voz hizo un eco terrible a lo largo y ancho del corredor, fue un sonido parecido al de una caverna y era igual de helado como estar en una. Al mismo tiempo, el muchacho pareció petrificarse ante la reacción de la casa, y como un golpe el sonido de su voz que se alejaba, volvió con tal fuerza que casi consigue reventar sus oídos. Las rodillas del mago falsearon tras el gemido ahogado causado por el impacto y el malestar, pero no lo derribaron, se habría conseguido sujetar de un nuevo muro que se aparecía para él. ― ¿Qué pasa? ¿qué es lo que t-tienes?-, aunque se cree que es él quien mejor conoce la misteriosa magia que envuelve el funcionamiento de la casa, se siente de pronto como si estuviera siendo atacada por ella. Como pudo, el muchacho volvió a erguirse para continuar buscando a Bel, afuera los ruidos no eran mejores, por lo que tiene que intentar dar con ella.

 

Pero finalmente sucedió, luego de dar un tercer paso hacia adelante, con una punzada tan fuerte que sacudió su cuerpo completo, sintió su corazón detenerse solo un segundo, antes de que recobrara un ritmo alborotado nuevamente que lo hizo caer al suelo semi inconsciente. No tiene la fuerza para arrastrarse y salir de ahí, por lo que solo se queda tumbado en el suelo de la casona, estremecido por el dolor. Llevó con un esfuerzo una de sus temblorosas manos hasta su pecho y apretó con fuerza a la altura de donde supone debería encontrarse el órgano sufrido. Finalmente, su respiración se normalizaba tan rápido como perdía el conocimiento, y en cuestión de segundos, cedió.

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El chorro de agua me sacó al instante de la lluvia de imágenes desordenadas que se habían estado sucediendo en medio de un silencio inquietante. Al abrir los ojos, tenía el rostro de Cathy tan cerca de mí, podía ver reflejada en sus verdes pupilas mi propio gesto de desconcierto. Habían pasado ¿cinco? ¿seis años? desde la última vez que me había cruzado con la muchacha, y aunque algunas arrugas se habían dibujado en las comisuras de sus labios, lucía con la misma piel lozana y pálida de antaño. Su cabello rubio hacía un hipnótico contraste con la oscuridad que teníamos alrededor.

 

Abrí la boca unas tres veces antes de poder, por fin, articular palabras.

 

- ¿Qué te trae de nuevo aquí Cathy?- con lentitud me puse de pie, tomada de la mano de ella, y sacudí las ramas y hierbajos que se habían pegado a mi pelo- ¿es un error o una casualidad tenerte esta noche?

 

Las circunstancias en que ella se había retirado de Ottery , habían sido motivo de incontables noches de reflexión para mí (aunque ella no supiese de eso). La suya era una de esas historias que poquísimas personas conocían, que yo había terminado por enterarme después de su partida y que me había hecho, en su momento, cuestionarme seriamente de los daños que la guerra mágica provocaba en las personas más inocentes.

 

En el gesto de sorpresa que ella mostraba, me quedó un poco más claro que quizá tampoco esperaba encontrarse conmigo allí esa noche. Ciertamente nuestros recuerdos juntas se limitaban a unas cuantas charlas en el viejo bar del Cabeza de Puerco, y las invitaciones a las funciones en el viejo cine teatro que había sido de mis primeras inversiones en Diagon hace ya más tiempo del que podía recordar, a las que ella gentilmente jamás había rechazado. Su sola presencia ahora, evocaba memorias tan agradables que con el corazón mucho más ligero de repente, me atreví a sonreírle y apretar su mano, fría al tacto.

 

- Yo estaba de salida ¿sabes? De este lugar...- dubitativa hice un ademán con la cabeza en dirección al portón de la mansión- pero uhm, luces cansada así que quizá, si lo deseas podríamos pasar por un poco de comida y agua- alzando la mano que tenía libre limpié la punta de su nariz que tenía ligeramente manchada de barro- a Bernadette, la elfina que sirve a la familia, no creo que le moleste que tengamos una invitada. Y yo, como anfitriona de esta residencia...es lo menos que puedo ofrecerte.

 

Garry ¿cómo se tomaría él otra nueva visita intempestiva? De repente pensé en lo extraño que era que no se hubiese asomado todavía a husmear lo que estaba sucediendo afuera ¿Se habría quedado en el estudio? Había lucido particularmente cansado ese día, así que no era tan raro pensar que pudiese haber preferido permanecer apretujado en la butaca.

 

Igual si ingresábamos, era un hecho que terminaría por enterarse del asunto más tarde que temprano, de modo que volviéndome a Cathy, con un ligero hormigueo recorriéndome el cuerpo, esperé por su respuesta.

 

- ¿Es cierto que estuviste viviendo en el mundo muggle en todo ese tiempo? Porque si es así, me serás de gran ayuda.

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