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Heredad Ollivander (MM: B 110990)


Hessenordwood Crouch
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Está apunto de protestar a Evans por todo lo que le ha dicho, y es que no le encuentra sentido a lo que dice, siendo honestos ¿Qué otros motivos traerían a un personaje como Eileen Moody hasta la casona de la heredad?, no, su libro de cuentos no es ninguna “cosa rara”, que Bel hubiera pensado aquello por el extremoso caso de completar el libro con teorías del mago encerrándose a sí mismo en un cuarto que habría de llenar de diagramas, esquemas y skeches sobre sus ideas de cómo sería el contenido faltante del tomo. Incluso se habría reusado a salir a atender el local en Baker hasta terminar con el cuento. Quizá si había sido solo un poco raro.

 

Aun asi él no da crédito a las palabras de Evans, después de todo ella terminó junto a él las dos últimas noches hasta que resolvieron el cuento. Finalmente, ninguna protesta sale de su boca, Bel Evans a habría de aterrizarlo, y posiblemente a Moody también, con una pregunta aún más interesante.

 

Sus ojos brillan con intriga pasando la mirada de Evans a nuevamente Moody esperando escuchar lo que tiene por decir. ¿Algo del bando? Es verdad, Knockturn también es parte de aquel grupo rebelde al que hace no mucho ha comenzado él a inmiscuirse. Se pregunta que tanto esta ella adentrada en todo el tema de la guerra mágica, ¿sería acaso algo como el compromiso de Bel Evans? El rostro del mago es demasiado serio ahora y las arrugas que se forman en su entrecejo y su boca lo hacen parecer molesto, muy parecido a cuando se ha impacientado con la sanadora por llenarlo de información innecesaria para un caso en Baker.

 

―Gracias-, como un infante recién regañado el mago toma una de las tazas que Bel ha ofrecido para Eileen y otra para él. Ruidosamente se levanta de donde está (la mesilla frente a Moody) y busca un lugar junto a Evans, acomodándose en una butaca individual mientras bebe del interior de la taza. Una selección perfecta por parte de la sanadora para calmar la ansiedad que el mago comenzaba a experimentar.

 

Su atención regresa a Knockturn solo cuando ella comienza a hablar nuevamente, levanta la vista por encima del trasto solo para alcanzar a ver apenas los postrecillos que ella ofrece, pero que solo provocan que el gesto del mago sea más disgustado. ¿Dulces? no, a Grelliam Ollivander no le gustan los dulces, las hojas del libro hubiesen estado mejor, asi podría seguir comprando “tiliches”, como Evans los habría llamado, en las calles del callejón sin recibir un sermón sobre lo que harán con tantos de ellos en casa. Sin embargo, un trago más y está dispuesto a seguir escuchando lo que ella va a decir.

 

Está distraído con los modos de Eileen, como se remueve en sí misma, los gestos que parecen confundidos y nerviosos cuando habla, como si ni ella misma estuviera convencida de lo que está explicándoles ahora. De reojo, ve a su lado derecho a su querida Evans, que no deja de ver fijamente a la recién llegada, pero con un gesto suave, comprensivo a mas no poder, ¿hace cuánto que ella no hace ese gesto para él? Su atención le pertenece nuevamente a Eillen cuando ella al fin revelaba su intención ahí, y mejor aún, toda esa historia que traía consigo.

 

―Saint Marín-, repite en voz baja, el tono de su voz pareciera como si hubiera dicho algo que no habría podido decir antes. Una media sonrisa se dibuja en su rostro tan rápido como se ha ido, casi como un tic nervioso, el té que ha servido Evans no ayuda en lo absoluto para evitar la sensación que comienza a invadirlo ahora, ¿Qué es?, la escucha hablar nuevamente, pero aquello último que dice realmente es menos interesante ahora.

 

Parpadea varias veces como tratando de sopesarlo, ¿Saint Marín? repite en su mente, ¿Quiénes eran? Sabe que debería saberlo, el nombre pareciera que cada vez que se pronuncia el licantropo se contrajera en si mismo, como si le asustara el solo nombramiento. Ha compartido una mirada larga con Evans, es una de esas donde se platican cosas sin decir ninguna palabra, por lo que ella no debe tardar en reconocer que él no tiene ni idea de que habla Moody. Sin embargo, el movimiento, quizá de incomodidad, quizá de nervios (ahora no está seguro de eso) que Bel Evans hace de pronto dirigen su atención directo a la varita que aún sostiene en sus manos.

 

―Tks claro-, entonces mil ideas se van ordenando una tras otra en su cabeza ¿Cómo había podido olvidarlo? De pronto se ha puesto de pie y sin decir ninguna palabra sale de la habitación.

 

---

 

Sin cuidado entra de un cuarto a otro, habría vivido con ambos por tanto tiempo y ¿solo así se había olvidado de eso? No, seguro era por la prohibición que existía de tan siquiera la mención de ese nombre, pero no lo puede olvidar ahora, porque habría sido ella misma la que el último de los días del viejo, cruzaba los campos de la heredad para despedirse de quien alguna vez habría amado. Ollivander se pregunta si la mujer seguiría aún con vida, si ella sabría que su hijo recién fallecía un par de meses atrás, quien sabe.

 

Después de un rato de andar por la casona, regresa al estudio, cerrando con una palabra inentendible la puerta detrás de él, ah sí, quizá por eso es por lo que siempre se cierra, y con largos pasos llega interrumpiendo la posible charla que las dos mujeres pudieran estar manteniendo ahora. Les observa largamente antes de decir o hacer cualquier cosa, pareciera agitado y un poco más desalineado, como si hubiese pegado carrera al patio y vuelto sobre sus manos.

 

En sus manos trae consigo lo que cualquiera, él cree, que podría reconocer como el estuche de una varita, y con mucho cuidado, como si fuera a romperse, la coloca en la mesa ratona frente a Moody, donde él había ocupado un lugar minutos atrás tan animadamente. Entonces le da una mirada nerviosa a Evans, advirtiéndole de cualquier cosa que pudiera decir ahora al respecto del “Yo no sé nada de varitas Bel Evans” que Ollivander insiste cuando Evans es quien fastidia por las tardes.

 

Exhala largamente.

 

―Por lo que dicias, entiendo entonces que tú eres…-, se ha vuelto a acomodar en la butaca, más relajado, cruzándose de pies y recargándose en el respaldo como si de un hombre cansado se tratara. ― Una tía política de la familia Ollivander -, sonríe divertido, observando con mirada penetrante el rostro de Moody. ― ¿La conoces? -, pregunta finalmente a rubia, indicándole con apenas un movimiento de su cabeza que está refiriéndose a la varita que se encuentra en el interior del estuche. ―Adelante, tómala

 

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Comprobar como el ejercicio de escuchar a los clientes de Baker guarda tanto parecido con el comportamiento de Eileen me hace preguntarme si estaremos frente a algo más que una visita de cortesía. Su nerviosismo es evidente, aun cuando con sonrisas intente disimular la incomodidad, pero me sorprende su declaración de que no nos esperaba allí. Quizá y después de todo, como decía P-ko, debíamos socializar un poco más. De cualquier modo, con la taza de té en la mano, y dando pequeños sorbos le sonrío también en un intento porque pueda calmarse y agradecida cojo uno de los dulces que nos alcanzan, compensando con esa acción el gesto indiferente (se diría que hasta de desaliento) con que Garry ha reaccionado al comprobar lo que la cesta contenía.
―Deliciosos, realmente. Se nota la diferencia cuando son caseros.
No menciono más, porque Ellie retoma un poco más confiada, la explicación de que razones la tienen en nuestra casa. Al final, de forma algo torpe, entiendo que se trata de un asunto de familia. ¿Quién iba decirlo? Garry resultaba teniendo parentela lejana en algún lugar, y estaba segura que si eran la mitad de buenos de lo que eran Eileen ya era un consuelo, si se le comparaba con Yanna.
― Los visitaremos sin lugar a dudas- bajé levemente la voz adoptando un tono cómplice- aunque te agradecería que me avisaras para hacerlo un día en que no tenga que lidiar con la presencia de Richard.
Todo indica que la historia quedará en una breve anécdota, pero cuando me giro para observar a Garry compruebo que él repite apenas en susurros el apellido que ella ha mencionado "Saint Marin". ¿Hay algo especial con eso? No es hasta que finalmente nuestras miradas se cruzan un instante, que capto en su gesto la señal que usamos en Baker cuando solo quiere pasar de un caso porque es confuso o poco interesante, pero siendo ésta una visita ¡cómo podíamos aplicar eso! así que tras un carraspeo, no demasiado segura de poder improvisar algo con Eileen, tomo mi varita para remover las tazas vacías.
Pero Garry, sin decir más nada, se levanta y se va del estudio.
¡Como podía ser tan maleducado!
Ahhh, seguro dejó algún caldero hirviéndose o cosa parecida- menciono a Eileen intentando mostrarme lo más despejada posible- puede distraerse con facilidad y luego cuando lo recuerda, dejo lo que sea que está haciendo para ir por lo que olvidó.
Es momento de improvisar ¿pero de qué podría hablarle? ¿el libro incompleto? imposible, eso solo volvería a ponerla incómoda. ¿Del Ministerio? demasiado temprano para ponerse a renegar por causa de esos sujetos. No parece haber un solo tema bueno, hasta que recuerdo lo que había hecho que Garry en primer lugar se mostrara confundido.
― Ese apellido Saint Marin ¿dé donde proviene? Es la primera vez que lo oigo.
La respuesta de Eileen resulta tan interesante que apenas soy consciente del tiempo que transcurre hasta que Garry está de vuelta y entonces la atención vuelve a centrarse en él, que nos observa unos instantes, esta vez con un curioso objeto en sus manos, que no tarda en revelarse como el estuche de una varita, que termina por coloca con cuidado sobre la mesa ratona. Acto seguido, luego de tomar asiento, vuelve a dirigirse hacia Eileen como si la charla jamás hubiera tenido tan abrupto corte de su parte.
La varita, es sin lugar a dudas, una pieza bastante especial, por el color claro de la madera, y la sencilla pero trabajada empuñadura que posee. Garry insiste en que Eileen la tome, pero cuando ella finalmente se anima a sostenerla, de la punta comienza a emerger un gas blanquecino.
― ¿Pero qué diablos?- alcanzo a decir antes mientras la rara neblina impedía ver algo alrededor- ¿están todos bien?
Lentamente, la bruma comienza extrañamente a tomar forma, primero un tronco, luego las extremidades y finalmente la cabeza. Frente a nosotras, apenas un poco más alta que Eileen y yo, una traslúcida mujer contempla todo lo que tiene a su alrededor antes de finalmente detenerse en el rostro de Eileen.
― Hasta que por fin alguien consiguió despertarme.
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Lo nota, primero en Garry y luego en Bel; sus palabras han levantado cierta incomodidad. Muy a su pesar, Ellie le da el último sorbo a su taza de té, pero éste ya está un poco frío y no consigue aquella sensación reconfortante que ha estado esperando. «No entiendo cómo, pero siempre lo logro...». Se esfuerza en no darle importancia al hecho de que, tan bruscamente, el mago se haya retirado en la habitación y retoma lo que mencionó Bel antes de excusar a su esposo.

 

―No tienes que preocuparte por Richard ―repone―. Mis padres no viven en el castillo, sino en Old Town, en Edimburgo.

 

Ellie, de pronto, se siente mareada de tanta cháchara. ¿Es por sus incomodidades sociales, o verdaderamente Bel está hablando demasiado? Lamentablemente, no la conoce lo suficiente como para ser capaz de diferenciarlo.

 

―Si no mal recuerdo, Saint Marin es una provincia italiana ―la verdad es que nunca le preguntó a su madre por su ascendencia materna y nunca prestó mucha atención cuando ella hablaba sobre aquel lado de su familia; en cambio, sí que le preguntaba mucho por su ascendencia paterna, mucho más interesante e incluso conocida. En alguna ocasión, Ellie llegó a preguntarse cómo su madre había renunciado a su épico apellido de soltera para usar el de su padre―. Pero seguramente, con los años, el apellido se ha dispersado por ahí...

 

Incómoda por la exagerada, a su parecer, atención de Bel, Ellie se acomoda en su asiento, nerviosa. En aquel momento, la puerta vuelve a abrirse y observa a Garry volver a entrar. «Lo mejor será excusarme e irme».

 

―Yo...

 

Pero Garry toma asiento, sintiéndose ahora Ellie rodeada por él y por Bel, y parece hablarle a un estuche de madera. ¿Le está diciendo a la varita que se trata de una tía política o es que entendió mal? Y, como si no fuera poco, le extiende la varita para que la tome.

 

―No, no conozco esta varita ―lo cierto es que ella nunca ha prestado mucha atención a las varitas ajenas―. No sé si debería, éso puede ser peligroso, ¿saben?

 

Si termina tocándola, es porque, rayos, no hay otra forma de deshacerse de la mirada penetrante de Garry. Y, apenas sus dedos tocan la empuñadura, siente algo extraño. No un "algo" bueno, como cuando sostiene su propia varita, sino un "algo" que nunca ha sentido pero que de todas formas deja en ella cierta sensación de familiaridad. Seguidamente, con unos instantes de demora, una especie de gas blanquecino comienza a salir de la varita, por lo que Ellie se echa rápidamente hacia atrás, ocultando las manos tras su espalda.

 

―¡Yo no hice nada!

 

Pero sucede, de todas formas. Aquel gas, poco a poco, comienza a moldear una silueta femenina.

 

―Hasta que por fin alguien consiguió despertarme.

 

Su voz no es una voz normal. Ellie sabe por qué: porque, a diferencia de un ser viviente, no hay inflexión vocal en ella. Se trata de un fantasma...

 

―¿Y por qué tenías que ser despertada? ―susurra Ellie, alzando la mirada, con el ceño fruncido. Lo cierto es que, luego de su experiencia con un horrocrux en The Hunters, no está segura en fiarse en un objeto que parece haber guardado la esencia de una persona― ¿Estabas dentro de la varita? Ehm... supongo que ustedes la conocen ―añade en un susurro, observando a Bel y a Garry. Después de todo, ellos tenían la varita.

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Está al borde de un ataque de ansiedad, y es que ¿Por qué la mujer tarda tanto en tomar la pieza?, Ollivander no hace más que verle fijamente tratando de descubrir lo que pasa ahora por la mente de Moody. Fugazmente ha desviado la mirada en dirección a Evans, solo para asegurarse de si acaso está haciendo algo mal…o “raro”, de estarlo haciendo seguro ella estaría ahora fulminándolo con la mirada de exasperación con que suele hacerlo cada vez que Ollivander atormenta a los clientes de Baker con tal de conseguir lo que quiere, sin embargo, se encuentra con una Bel siendo empujada quizá por su misma curiosidad de saber qué es lo que puede pasar ahora.

 

Con una ruidosa exhalación insiste con la mirada puesta en la mujer, él está sentado ahora en la orilla de la butaca pareciendo impaciente sobre la mujer e inquieto por tanta incomodidad y duda que desprende Eileen Moody.

 

Justo está por decidir que aquello es una pérdida de tiempo, quizá habría de conjeturar equivocadamente, quizá Eileen Moody no es la persona que dice que es y en toda la historia que les ha contado momentos antes, hay algo que no es real. Quizá, aunque con lo que ella ha contestado a cambio “…podría ser peligroso”, consigue amortiguar solo un poco el desinterés por la visita de Knockturn. Un “no estas siendo considerado con ella” se escucha como un mal recuerdo en su cabeza, pero es que va, a estas alturas la pobre de Eileen Moody, además de Evans, se habría convertido en una de las personas a las que Ollivander se arrastraría al caos en su compañía sin pensarlo mucho, aunque él mismo siquiera se ha puesto a preguntar los porqués.

 

Finalmente, está decidido a no insistir más, no por ahora, sin embargo, no comprende que fue lo que de pronto ha terminado de convencerla de lo contrario. Entonces, como si no quisiera perderse el camino que recorren las manos de la mujer, el mago se inclina hacia adelante colocando ambos brazos sobre sus rodillas y entrelazando sus dedos a la altura de su barbilla, la mirada de él viaja velozmente del rostro de Moody hasta el estuche, una y otra vez, no decidido en que es lo que quiere rescatar en este encuentro.

 

Cuando al fin lo hace, y ella tiene el arma en sus manos, es una larga sonrisa la que se dibuja en el rostro del mago que ahora observa de pies a cabeza a la hechicera que sostiene la antigua, pero bien cuidada varita de Haya qué es esa pieza de un color blanquecino y esos tonos rosados y rojizos suaves que destacan en los detalles de la empuñadura y lo delgados que se desplazan apenas perceptibles por toda la varita. Para Ollivander esta es una obra que hubiera inquietado en otro momento, pero justo ahora, puede entenderla un poco mejor.

 

Está a punto de contestar cualquier cosa cuando de pronto la neblina que sale de la punta de la varita lo impresiona tanto como quizá lo ha hecho con sus compañeras. Rápidamente se pone de pie, solo para colarse con largas zancadas justo a lado de Evans a quien ha tomado del brazo apenas con algo de fuerza cuando pregunta por ambos, como si tratara de saber dónde está en todo momento.

 

El rosto del mago que observa detenidamente la figura que se va formando entre el espeso humo, es ahora el de una risa tonta, parecida a la de un crío que frente a él contemplara la golosina más grande que pueda comer jamás. Es absurdo, pero incluso cree que se siente justo así. Con cuidado ha soltado el agarre que mantuvo con Evans mientras aquel espectro terminaba de manifestarse, “pero qué maravilla” ¿Hace cuánto que no tiene a un fantasma frente a sus ojos? A pesar de lo muy comunes que pueden ser dentro de la comunidad mágica, el licántropo jamás cree que podrá dejar de impresionarse con seres como estos.

 

―Jamás la he visto en mi vida-, apenas puede contestar a Eileen sin haberle quitado los ojos de encima a la fantasma. El aspecto del espectro es extraño, sus ropas claramente delataban un par de generaciones atrás, pero su rostro, a pesar de la edad madura que presentaba, era joven, tanto quizá como el de las mujeres que la contemplaban ahora.

 

―Pero no debe ser difícil de saber…-, con largos y lentos pasos rodea a la fantasma que pareciera no notarlos a ellos en la habitación, tiene en su cara un rostro petulante, pero que es blando al mismo tiempo, justo como aquellos de “sociedad” que visitaban la casa de sus padres durante las celebraciones. ―La varita de Odette Saint Marín, la Eurídice de Orfeo...-, comenzó el mago su explicación pudiendo observar a través del cuerpo traslucido del fantasma, a ambas mujeres, pero sin obtener aun alguna reacción por parte del espectro. ―Tallada con haya del sur de Europa, una pieza de mucho detalle y un núcleo regalo de… ¿su esposo? -, hay en su voz un tono burlesco que hace que un espectro enfadado le dedique una mirada ofendida. ―Aja-, sonrió triunfante.

 

Frente a ellos el fantasma de la misma Odette Saint Marín, se presentaba como la hermosa dama que alguna vez se creyó dueña de esa misma casona y todo y todos a quien en ella habitaban.

 

―Madame Marín-, hace apenas una venia de cortesía sin quitarle los ojos de encima, pues sabe que los fantasmas pudieran ser caprichosos, lo habrían sido siempre desde su vida humana que él entendía como que aquello era lo que los mantenía aquí después de eso. Trabajó lidiando con ellos cuando dedicaba sus días al departamento de control de criaturas, cuando la oficina de seres y plagas cerró, Ollivander creyó que no existiría un trabajo tan bueno después. ― ¿Qué hace usted perturbando los objetos de mi familia? -, masculla con aire molesto. Como si su interrupción, a pesar de lo que es en verdad, hubiera sido muy desagradable.

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No, no ha sido solo Eileen la que ha provocado aquello. Todos en cierta medida tenemos responsabilidad ante la figura que acaba de aparecer, e irónicamente sea Moody la que menos ha querido provocar semejante desenlace. Pero ¿cómo podía ella saberlo? La delgada línea en la que en ciertas ocasiones he terminado (o hemos terminado) por causa de las brillantes ideas de Garry.
Y el problema es que mientras ella parece molesta, o por lo menos reservada ante la aparición de la fantasma, para mí el asunto pinta como el comienzo de un interesante misterio a resolver.
Yo apenas llevo meses en esta casa ― me limité a contestarle alzando los hombros para luego señalar con un ademán de cabeza la varita que descansaba sobre la mesa a Garry ― ¿así que esa era la razón de tus averiguaciones sobre varitas recientemente?
Ya me había parecido que aquella lacónica explicación de un repentino interés por la "tradición de la familia" sonaba algo falsa (y aún así me la había creído). Él precisamente se encargaba ahora de hacer una inspección un tanto descarada a la traslúcida mujer antes de mencionar el nombre de ella: Odette Saint Marin. Pegué un respingo entonces y me giré a ver a Eileen ¿no había dicho ella en el tiempo compartido a solas que ese era el nombre de su tía difunta, la tía squib?
Garry no se detuvo en explicaciones sino que pude notar, cuando asomó en su rostro aquella sonrisa pretenciosa y de superioridad que buscaba exasperar de cierta manera a la fantasma, o que, aún sin palabras, ella pudiera ir dándole las piezas del rompecabezas que comenzábamos a armar.
¿Su familia? Me temo que mi querido estaría avergonzadísimo que sus buenas maneras se hayan perdido por completo dejando solo herederos vulgares en su casa.
La voz era extraña, pero aun así por los gestos era fácil notar el trato desdeñoso que daba a Garry. A mí , tras una mirada rápida pareció descartarme al instante de cualquier tipo de interacción y finalmente cuando llegó a Eileen sus ojos mostraron por primera vez cierto reconocimiento.
Si no fuera por esos labios, juraría que eres mi buena Effie. Noble muchacha, aunque siempre conformista y tan crédula- se llevó la mano hacia el rostro para cubrir lo que parecía una sonrisita divertida- ¡pero no puedes ser ella con ese acento tan horrendo!
Era comiquísimo que siendo tan evidente el acento extranjero de la mujer, criticara semejante cosa de Ellie. De hecho, muchas cosas en el atuendo de la mujer revelaban su condición de extranjera, además del habla. Lo que no podía negarse era su belleza, que incluso pese a esa condición fantasmal prevalecía, llevándome a imaginar lo hermosa que había tenido que ser en vida.
Aunque claro, esa podría ser la razón más simple de todas para explicar porque el antepasado de Garry la había convertido en su amante. Lamentablemente, en hombres con su posición y poder, rodearse de mujeres jóvenes, de grácil figura y encanto era una práctica sumamente extendida, de escasa sanción moral salvo cuando la situación fuera "escandalosa".
El problema con Odette Saint Marin era que parecía el tipo de mujer imposible de mantener en las sombras. En esos momentos, luego de observar todo el estudio y murmurar algo acerca de "cambios inaceptables" finalmente volvió a prestarnos atención, dirigiéndose nuevamente a Garry.
Ha hecho la pregunta equivocada jovencito. Esto no se trata de que yo ande "perturbando" su hogar. Antes que ello, y dado que parece muy informado de la vida de esta casa ¿no debería preguntarse que hizo su familia para que yo permanezca atada a este lugar y a ese objeto, alguna vez mío?
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No es la primera vez que ve un fantasma, por supuesto. ¡Hogwarts estaba repleto de ellos! Ellie, como muchos Gryffindor, se llevaba bastante bien con Nick Casi Decapitado. Además, sus padres siempre le dijeron que no creyera en las historias muggles sobre espantos; le explicaron que la mayor parte de los fantasmas son bastante simpáticos y que, los que no tienen muy buenas intenciones, literalmente no pueden hacerle daño a las personas: es un impedimento físico. A medida que sus estudios avanzaron, Ellie descubrió que los espantos a los que temen los muggles no son fantasmas ni espíritus, sino criaturas, maldiciones y frutos de Artes Oscuras.

 

Garry es quien se acerca a la fantasma. Con maneras que le hacen pensar en el primer Ollivander que conoció, cuando compró su primera varita mágica, explica quién es aquella mujer: Odette St. Marín. «¿La "tía Odette" de mamá?». Sin embargo, hay algo que no entiende... ¿no se supone que Odette era la amante squib? Le gustaría preguntarlo en voz alta, pero le parece que suena un poco descortés, así que se limita a escuchar lo que le responderá la fantasma al mago.

 

Sin embargo, Ellie se sorprende cuando se dirige a ella.

 

―¿Effy? ―musita, con la voz queda. Sabe que está sonrojada por aquel comentario sobre su acento, pero es imposible controlarlo. Además, ¡ella también tiene un acento extraño!― ¿Te refieres a Euphemia? ―es muy raro referirse a su madre por su nombre de pila... todavía más extraño, por un apodo que sólo pudo haber usado en su juventud, ahora considerablemente lejana.

 

Pero, claro, la atención del fantasma se centra principalmente en el comentario de Garry. Sabe que, por sus palabras, aquella mujer quiere que le hagan preguntas, aunque Ellie se atreve a hacer suposiciones, en cambio.

 

―Es como cuando un mago guarda una fracción de su esencia, para regresar a la vida ―dice, distraída, pensando en lo que sucedió en The Hunters hace poco tiempo. Lo cierto es que, meses atrás, Ellie nunca se habría imaginado que alguna vez en su vida conocería el caso de un horrocrux, mucho menos que se entrometería en él. No obstante, cuando se da cuenta de que está hablando de Artes Oscuras y recuerda que Bel y Garry son miembros de la Orden del Fénix, baja la mirada; aquel no es un tema del cual normalmente se hable, a pesar de que se haga implícitamente―. Pero éso suele hacerse voluntariamente por parte del mago e, incluso, es algo bastante retorcido «La obligaron a ser un fantasma, pero...»¿Cómo...? E-es decir... ¿Por qué...? ―pero las palabras se atoran en su garganta, pues se da cuenta de algo: lo que Odette tenga que decir, no dejará con muy buena imagen a los Ollivander.

 

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Editado por Eileen Moody

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Silenciosamente el mago ha conseguido llegar otra vez hasta su butaca, no ha quitado por nada la mirada del ser que se ha manifestado frente a ellos, aunque lejos de parecer preocupado en qué pueda hacer ahora el espectro, le contempla como si ella se tratara de alguna pintura o estatuilla dentro de la casa que no había visto nunca antes. Sentado incluso con los pies arriba sobre su sillón, no es ningún problema para Garry ver y escuchar la interacción que la fantasma tiene con su visita, Eileen, y aunque resulta tan corta, Ollivander entiende que después de todo, Knockturn parecía tener algún parentesco, aunque solo político, con la familia del licántropo. La mirada dispar siguió con interés los movimientos de la fantasma mientras ella solo se dedicaba a criticar el salón.

 

La sonrisa en el licántropo se amplía cuando la fantasma nuevamente le habla, es sobre todas las cosas que ha dicho hasta ahora lo más interesante, incluso más que saber sobre el fuerte parentesco físico entre las mujeres Moody, y quizá lo había sido más por el modo en el que lo decía que la historia que viene acompañando las palabras del espectro, y es que lo ha dicho como si ella supiera una verdad que ellos no conocen. Sin embargo, aunque Garry está muy sorprendido por el hecho de que se trataba de un espectro el que poseía, guardaba o se ataba a la vieja varita, lo cierto es que pocas ganas tiene de escuchar sus motivos, lo son solo si en realidad aquel es el espectro de quien recuerda su nombre se prohibiría mencionar en aquella casona incluso aunque ella fuera la dueña del todo lo que Ollivander poseía.

 

Hay tantas historias claro-, el mago pareciera menos preocupado por la presencia del espectro, y mientras habla, rebusca en los bolsillos de sus ropas la cartera de cigarrillos. ― Tantas y tan diferentes unas de otras que incluso la platicada por el mismo Geraint Ollivander están extraña-, cualquier intento de hacer otra cosa que no sea recordar finalmente queda solo en eso. ―Se decía que sus familias no soportaban su unión, un romance iniciado en los bosques de este mismo lugar-. Garry observa su alrededor como si aquellos muros de madera vieja no estuvieran para contenerlos, lejos del entorno natural del exterior. ―Que vio nacer y perecer esa unión entre el “fabricador de magos” y la “squib”, ¡Inaceptable! - enfatizó la última de sus frases tratando de provocar cualquier cosa en la fantasma.

 

Si, él ha estado pensando en todas esas historias desde que se ha hecho de la varita, y recuerda que, en alguno de sus momentos más lúcidos, el viejo le habría contado una “dulce historia de amor” al pequeño Garry en uno de sus paseos por los campos de la heredad, cuando ambos llegaron a compartir aquel confinamiento en sus primeros años como licántropo. Recuerda cuando le contaba a Garry sobre aquel día que conocía a su tan amada Odette St Marín, en un encuentro poco usual, pero significativo para ellos. Aquel viejo maldecido en el que se había convertido Geraint Ollivander habría descrito aquel primer encuentro con ella como algo predispuesto por el destino de ambos, algo que nadie nunca podría haber explicado o entendido siquiera en ninguna otra vida. A Garry aun en una edad muy joven, le habría costado horrores entender a lo que el viejo se refería entonces.

 

Apenas desvía la mirada en busca de Evans, con aquel pensamiento demasiado fresco aún en su mente, quizá, el hecho de que existan relaciones como aquellas, que se dé entre una persona y otra sin tantas explicaciones, no necesita de un método tan científico para el mago por ahora. Aunque él no puede decir que precisamente se trate de un “amor romántico”, pocas son las palabras que pueden llegar a explicar lo que fuera que consigue atarlo fielmente a lado de Bel Evans. Y a aun en los casos más extremos, el Ollivander más joven no pareciera preocuparse en los motivos o en los porqués de aquella poco común relación que existe entre la sanadora y él.

 

Después de aquel paréntesis, Garry piensa que, aunque al pequeño licántropo aquella historia que su abuelo le contaba, al menos en ese tiempo, no había conseguido conmoverlo ni un poco y posiblemente ni siquiera lo conseguía hacerlo ahora, sin embargo, es consciente de que siempre, después de saber el cuento de St Marín, lo acompañaba por las tardes a rendir consideraciones donde creyó perdía al amor de su vida. Mientras Garry se entretenía con las piñas secas de los arboles alrededor, escuchó más de una vez el lamento del viejo Ollivander al no reconocer nunca su error a tiempo. A estas alturas de la situación, aún no está convencido del significado de aquellas palabras, quizá hoy, con la presencia de la misma protagonista de aquel cuento, se resuelva aquel viejo misterio.

 

Nunca le contó, por supuesto, al viejo Geraint o a alguien más que en los pasillos de la casona que habitaban sus padres las historias eran muy diferentes cuando alguien más las contaba. Él, aun con una corta edad, tenía sus razones para dudar de todas y de cada una de esas versiones, primeramente, estaba el hecho de que cuando escuchó por vez primera la mención del nombre de aquella mujer venía de nada más y nada menos que de la sucia y vulgar boca de Yanna Smith, por lo que el nombre de Odette St. Marín no habría sido toda su vida más que una leyenda familiar para espantar a quienes no obedecían a sus padres. Él incluso cree haberlo escuchado, el nombre, en boca de su madre la misma noche de luna llena que partió de casa.

 

Odette Saint Marín- repite su nombre, como si fuera algo que estuviera limitado de hacer. De pronto el mago cierra sus ojos con fuerza llevándose ambas manos a la frente, como si recordar le estuviera causando mucho trabajo. ―La amante, se decía en la familia que aquella mujer había conseguido y usado una poción de amor tan potente sobre el artesano prodigioso de la generación, tan solo para obtener de él una varita de mucho poder, la más poderosa que cualquiera, tanto sería que le conseguiría, a la squib, ser una hechicera realmente poderosa ―, ahora su mirada está perdida en algún lugar del salón recordando aquella habitación donde, semanas atrás había dado con la varita. ―Se decía también, que fue ella la causa de su maldición- habló mas bajo, como si no estuviera seguro de lo que contaba.

 

Por supuesto que es consiente que solo son historias distorsionadas y está más que seguro que lo que la fantasma pueda decir ahora, no será la diferencia. Aun así, se siente dispuesto a entender todo lo que está por decir, poco aficionado ha sido Garry de las actividades que el apellido de una familia trae consigo como tal, su padre, hijo de la misma Odette, habría roto ese esquema habitual que se tenía de la familia Ollivander, ¿Cuántas tantas otras veces él no ha recurrido aquella frase que escuchó del señor de la casa? No, Garry Ollivander no sabe nada de varitas, aunque no ha confesado a Evans, ni a nadie más, ese interés nato que existe en ellas y que bien pasa desapercibido por el resto de las curiosidades que distraen al licántropo en su vida cotidiana. Quién sabe, quizá y está tendencia desobediente a lo “habitual”, había sido alguna herencia justo del espectro frente a sus ojos.

 

Casi cree haber olvidado por completo la presencia de sus compañeras, perdido entre recuerdos y enredosas ideas que se han formado en su cabeza. Parpadea rápidamente para despejar su mente, y la sonrisa divertida le devuelve al rostro cuando a través del fantasma es capaz de distinguir a Eileen Moody con ese modo que le resulta demasiado extraño al mago. Lejos de familiarizarse con la muchacha siente que podría reconocerla menos cada vez que se encuentran en algún lugar diferente, quien sabe, quizá solo era el hecho de que hoy se daba cuenta que tenía alguna relación con alguien a quien poco ha conocido.

 

¡Eso! - a diferencia de Knockturn, el mago se limita mucho menos cuando habla con el espectro y animosamente se inclina sobre su butaca para llamar la atención de un fantasma que Ollivander nota disperso entre la realidad y los recuerdos que parecen empañarla de sentimientos encontrados. ¿Que podría estar pensando St. Marín justo ahora? ―Cuéntenos, mi señora, ¿Por qué está atada usted aquí? -, su atención ahora esta puesta en todo lo que ella pueda hacer o decir ahora.

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Es curiosa la situación, como la fantasma parece disfrutar ser el centro de atención de nuestras miradas, y de conocer más de los hechos en esa casa, de lo que por lo menos Eileen y yo sabemos. ¿Y quién era esa Euphemia que Eileen acaba de mencionar? mientras la fantasma volvía a dirigirse a Garry yo aproveché de musitar al oído de Moody.
― Euphemia es alguna pariente tuya ¿no?
Antes de escuchar una respuesta de su parte, ella habla nuevamente, esta vez una mención mucho más escabrosa, recordando aquella prohibida magia de la que Voldemort se había servido en su momento. Volví a observar a Odette ¿podría haber practicado ella una magia así? No hay mayor indicio de ello, pero especialmente ¿cómo decirlo? ella no me parece mala, pero sé que es muy pronto para descartar del todo esa posibilidad.
Es entonces que Garry, tras encender un cigarrillo y dar una larga calada, comenzó a contar "una de tantas historias", probablemente la primera de las varias que debe conocer. Sumida en el silencio, los gestos de la fantasma resultan sin embargo muy reveladores, sobretodo cuando el nombre de Geraint Ollivander sale de los labios de él, así como la palabra final soltada con énfasis.
¡inaceptable!
Mientras él dice todo eso es casi como si en la casa de repente fuera capaz de ver a esas personas, a los padres de Garry a quienes no conozco más que por el viejo y dañado retrato en la habitación de las telas, y a mucha otra gente como ellos, rodeadas de lujo, comodidades y una posición a la que no obstante se ven atados, puesto que en esas decisiones trascendentales como la elección de la persona que te acompañará toda tu vida, deben anteponer esas cosas abstractas como el "honor" y la "conveniencia" al simple sentimiento.
En cierta medida incluso yo no había podido escapar a aquellas anquilosadas estructuras ¿qué sino explicaba el graaan protocolo que había tenido mi boda? Si en el presente tanto Garry como yo habíamos tenido que pasar por eso (la mayor cargaba había sido para él claro estaba) ¿cómo habría tenido que ser para esa mujer que encima era squib?
Muchas más reflexiones se agolparon en mi interior, pero me cuidé de decirlas en voz alta, en tanto Garry proseguía su narración, solo que esta vez sus palabras contaban algo por completo diferente sobre Odette, convirtiendo el desafortunado pero en teoría real relato de amor, en una historia que tenía a la manipulación, el egoísmo y la desmedida ansia de poder como sus principales elementos.
En mi interior bullía la duda ¿cómo podían darse dos perspectivas tan diametralmente opuestas sobre una misma persona? Por su parte, la fantasma mostraba esta vez tal furia en los ojos apagados, que supe inmediatamente que a diferencia de la primera historia no iba a quedarse callada.
Vaya que pueden ser muy retorcidos - reclinó la cabeza con cierto aire condescendiente hacia los tres pero centrando su mirada en Garry- ¿realmente te resulta creíble pequeño Ollivander que una familia de gran tradición en pociones venga a ser engañada por una pobre squib? Ah, vamos, con tan solo un cuarto de la inteligencia de Geraint, podrías dilucidar más allá de esa historia tan absurda.
Se llevó la mano al rostro, intentando ocultar (sin conseguirlo) la amplia sonrisa que se había dibujado en su rostro.
Él hizo esa varita para mí, eso es verdad, pero nada había más importante para nosotros que el bosque ¡Oh el maravilloso bosque!- la mujer fue de un lado a otro de la habitación, intentando en vano salir de la estancia, para al final solo alzar la vista hacia el techo ante la imposibilidad de conseguirlo- ¿se preocuparon incluso por esto? Dejarme aquí y no dejar que vuelva al ciclamor, el árbol que él trajo para mí, hecho para darnos sombra- río por primera vez y la hilera perfecta de sus dientes se dejó ver- el árbol de madera inútil para hacer varitas.
Su risa continuó, un sonido raro, como hueco que de alguna manera traía inquietud, como si aunque lo quisieras no pudieras ser indiferente a ella ¿era este el verdadero poder de Odette Saint Marin? Tras medio minuto, cuando finalmente su risa se apagó, su mirada volvió a ensombrecerse.
¿Por qué son conocidos los Ollivanders sino es por ser fabricantes de varitas? ¡Tan tonta familia con sus tradiciones! - la mujer imitó un afectado saludo y las risitas típicamente hipócritas bastante populares en las reuniones de salón antes de continuar- incluso hasta el último momento, en sus chatas y aburridas mentes, parecía no entrar la posibilidad de que a alguien no le interesase en lo más mínimo su maldita habilidad. ¡Ellos creían a la varita importante! Ellos me ataron, y lo hicieron porque... - su mano fantasmal intentó posarse un momento sobre las frescas heridas en el rostro de Garry- vaya, creo que no necesito explicarte su particular afición por "castigar" a quienes van en contra de lo que ellos establecen ¿no?
Volvió a reírse en voz alta. Ya a esas alturas aunque la idea de ella como una mujer fatal, seductora y egoísta me resultaba imposible, tampoco una pura historia de amor encajaba del todo. Debía existir un punto medio ¿pero cómo empezar a encontrarlo? Había una primera cosa en aquella mujer que yo necesitaba esclarecer.
¿Por qué llegaste a esta casa Odette? La mayoría de las familias mágicas de "sangre limpia" o confinan a sus miembros que resultan squibs al encierro y los borran incluso de sus árboles genealógicos. O los mandan al mundo muggle, bajo la idea de que allí se criarán con "normalidad" y sin marginación. En ambos casos, claro, buscan deshacerse de ellos.
Di un paso hacia la mujer que por primera vez tenía la mirada totalmente centrada en mí, como si evaluara que respuesta debíar dar a lo que acababa de preguntarle.
Permanecer en el mundo mágico, "convivir" con los magos en ningún caso suele ser la elección común, porque resulta inimaginable el número de maltratos que pueden recibir ¿y no es precisamente el desprecio y el maltrato el caldo de cultivo para la venganza? - me giré hacia Garry un momento antes de volverme a ella- ¿no sería entonces bastante pausible pensar que su encuentro y romance con Geraint ollivander no tuviese nada de fortuito?
Respiré hondo y caminando hacia mi butaca crucé una rápida mirada con Eileen. No sabía como decirle pero ¿sabría ella algo más sobre su tía? algo que pudiese ayudar a desentrañar mucho más la verdadera naturaleza de Odette Saint Marin.
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―Es mi madre ―le susurra a Bel unos momentos después, al recordar que la dejó con una respuesta pendiente―. Así que ella debe ser la "tía Odette" ―según sus cálculos, Odette St. Martin debe ser su tía abuela. Entonces, ¿Garry debe ser su primo? ¿Y Bel su prima política? Quizás, en una situación más tranquila, podrá hablar de ello con el matrimonio (aunque, ¿por qué asume que habrá otra situación?). A decir verdad, se siente bastante abrumada; toda su vida, su única familia fueron sus padres, sus abuelos y un par de tíos. Desde su llegada a Ottery St. Catchpole, sin embargo, ha descubierto que tiene familia desperdigada por allí. «Supongo que es cierto: la comunidad mágica es un pañuelo».

 

Durante un largo rato, Ellie se mantiene en silencio, girando la cabeza de un lado a otro a medida que Bel, Garry y la propia Odette intervienen en lo que se ha convertido en una discusión sobre la historia de la fantasma. Por su parte, si no se atreve a intervenir, es porque está confundida.

 

En un principio, el primer sentimiento que tuvo con Odette fue de pena. No por su condición de squib, sino por lo que le parecía que sufrió de parte de los Ollivander: las calumnias sobre ella, desperdigadas hacia sus descendientes; el trato mientras vivió en aquel caserón y, lo peor de todo, la maldición a la que fue condenada. Sin embargo, en cuanto la fantasma volvió a tomar la palabra, Ellie no pudo prolongar aquel sentimiento de tristeza; de repente, se le hacía imposible mantenerlo. Poco a poco, observó por qué: la actitud segura, quizás un poco soberbia. ¿Sería aquello algo real o sólo una máscara para ocultar su condición de víctima?

 

Una vez que Bel termina de hablar, Ellie advierte que la observa. Su mirada le hace sentir que espera algo de ella, pero ¿qué? Ella no sabe nada especial sobre los Ollivander, además de que han fabricado varitas durante los últimos siglos.

 

―Tu familia nunca intentó apartarte ―musita Ellie, luego de repasar mentalmente las conversaciones que alguna vez escuchó entre su madre y su abuela. Antes no era capaz de entenderlas pero ahora, con toda esta nueva información, cree poder verlas desde otro punto de vista―. A pesar de que no tenías tanta magia como mi abuela Jean, tu hermana, ella nunca quiso que te sintieras como una marginada; te ayudó a aprender de Herbología y de Pociones.

 

»Mi madre me dijo que mi abuela estaba resentida con los Ollivander porque tu hijo renunció al apellido Saint Marin por el suyo. Pero ahora me parece que era una excusa. Yo creo... creo que mi abuela estaba enojada con ellos por apartarte. Y creo que, quizás, estaba enojada contigo: porque renunciaste a una familia que nunca de discriminó, para irte a una casa donde te trataron como a una marginada y, probablemente, tuvieron que ver con tu muerte. ¿Tan... tan enojada estabas con los Sain Marin? ¿Por qué?

 

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Editado por Eileen Moody

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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  • 2 semanas más tarde...
Ollivander se encoge de hombros, lo ha dicho ya, aquellas solo eran historias, rumores que se escuchaban decir entre murmullos y que, como teléfono descompuesto, Garry estaba seguro de que aquello no podría estar más distorsionado.


Por un segundo se muerde la lengua, apunto está de decirle a la fantasma que ha hecho un comentario equivocado, no habrían sido los Ollivander los que a él lo condenaban al destierro, está seguro de aquello, a Geraint y a él habría sido el mismo Gareth St Marín quien los habría confinado a aquel encierro. Los porqué, la verdad es algo que él no ha conseguido entender aún, es como si cada vez que piensa en eso también buscaba un pretexto para no encontrarle una salida. La decisión que aquel hombre tomaba, a Garry hoy en día, como lo era su licantropía, no era algo que le robara mas el tiempo en pensamientos.


Entonces de pronto se siente bastante incómodo, a pesar de que no tiene una justificación válida al respecto, no se siente muy contento con lo que Odette St Marín dice ahora de los artesanos. Él recuerda alguna vez haber conocido a otros Ollivander, si, algunos primos y tíos cuando era demasiado menor y su padre llegaba a ocupar el patriarcado de la familia una vez que Geraint había “desaparecido” y aquel, aprovechando el linaje que lo posicionaría dentro de una familia con prestigio, como decía él, ocupó un lugar importante en la heredad de aquella rama de los Ollivander.


Durante aquel breve tiempo Garry convivió con algunos de ellos, y no recuerda haberse quedado con una mala impresión, la mayoría de ellos eran personajes poco usuales, con una creatividad desbordante y habilidades únicas en cada mago. Él recuerda haber terminado espantado con tanto entusiasmo por parte de ellos por descubrir la “habilidad” que el nieto de Geraint podría tener. Por supuesto que Garry (igual que su padre) no estaba muy interesado en el negocio de “hacer varitas”.


Apesar de eso, de ellos no tiene ningún recuerdo de reglas ni prejuicios, le parecían gente demasiado entretenidos en otras cosas como para preocuparse en “la sociedad”, muy diferente de su padre que había aprovechado cada oportunidad para ocupar un lugar, un nombre reconocido que le permitiera recuperar lo que tanto tiempo se le había negado. Él habría podido decir en aquellos días, que, aunque no conviviera directamente con ellos, prefería aquella casona cuando de vez en vez lo sacaban de sus clases particulares de redacción y geografía y salían al campo a buscar algún ingrediente para algún nuevo objeto a fabricar.


Pero aquellos días son tan vagos en su cabeza que no está muy convencido de que se traten de recuerdos verdaderos y no de algo manipulado por si mismo. Por lo que prefiere escuchar lo que la squib pudiera decir ahora, un poco de la versión de ella y entonces quizá un montón de posibilidades más, de versiones de la historia mas se abran delante de ellos.


Antes de poder decir cualquier cosa es Bel y Moody quien hablan antes, por un momento siente que se ha sumergido demasiado profundo en sus recuerdos que cree que ha pasado mas tiempo del que en realidad fue.


Aunque en un principio él piensa que el tema por el que Bel se ha orientado es poco relevante, lo piensa solo hasta que recuerda que aún hoy en día casos de discriminación muy similares a estos que Evans explica, han llegado a las puertas del consultorio en Baker. Por otro lado, lo que Knockturn dice consigue, extrañamente, erizarle los cabellos al Ollivander.


El mago exhala largamente, los líos de familia nunca dejarán de ser cansados para el muchacho, aunque claro, siempre consiguen traer buenas tramas al consultorio.


―Ella está aquí por que quiere estar aquí-, empuja. Tranquilo como de costumbre Garry da una calada más a un cigarrillo que va apenas por la mitad, deben ser todas estas cosas que ahora afectan sus pensamientos, pero no se le apetece continuar con él. ―La varita de Odette St Marín, fue lo ultimo que trajo el señor Geraint de sus viajes al…-, decirlo de aquel modo lo hace sentirse tonto, como cuando tenía diez años y le costaba demasiado imaginarse que había después de toda esa maleza que los rodeaba. ―...Al exterior-, murmura, no habla muy seguido de su encierro, a pesar de que cree haberlo dejado a un lado, hablarlo le resulta tan molesto como cuando estás a mitad de terminar con una buena pócima y te da picazón en la nariz.


―Cuando al fin la consiguió, la varita, el hombre se encerró días y solo volvió a salir de ahí para ver el último de sus ocasos-, la maldición terminaba con la vida de Geraint frente a sus propios ojos, mostrándole como es que posiblemente su propia vida terminaría algún día del mismo modo. ―Nadie la tiene atada aquí, mi querida Odette-, dice confianzudo mientras, tumbado en su butaca, le hecha un vistazo de arriba abajo deteniéndose en aquellos pies que apenas se separan unas pulgadas del suelo.


Por un momento se lo piensa; ¿sabrá la mujer que el hijo fruto de aquel romance había fallecido ya? Solo hasta que Garry, en su vida adulta, volvía a aquella casona heredada del difunto Gareth es que había notado lo extraño que era aquel objeto dentro de la mansión. Una mejor idea, cree él, sería no mencionarlo por ahora, justo se embriaga de curiosidad por saber cómo responderá el espectro ante todas aquellas dudas que ha despertado a sus espectadores.


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