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Tamesis Park (MM B: 111180)


Apolo Granger
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Descripción del parque
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Historia
Ubicado en plena orilla del río Tamesis, el parque desde hace muchos años sirve como refugio para criaturas de todo tipo, tanto mágicas como normales. Oculto a plena de vista para los londinenses sin magia, se ubica cerca de la rivera occidente del río; de esa forma, tiene vistas espléndidas de la torre del reloj que se alza a la distancia. Antaño, los magos y brujas que lograban crear conexiones especiales con criaturas mágicas celebraban en el parque la confianza y el cariño mutuo que se tenían; acualmente, si bien el parque sigue abierto al público, son pocos los magos y brujas que crean enlaces reales con sus mascotas.
Su dueña actual, ya de avanzada edad, trabajó toda su vida por mantener el parque abierto a cualquier persona, pero siente que es tiempo de encontrar a alguien que continúe su legado. Por lo tanto, decide publicar un aviso en El Profeta, solicitando ayuda; es así como contrata a dos nuevos empleados, que se comprometen a mantener en funcionamiento su querido parque.
Criaturas Protegidas

Booster Pastor suizo. Llamado así por Apolo por que siempre tiene mucha energía. Encontrado cerca de la entrada, cubierto de heridas y con dos pequeños cachorros a su cuidado. Como padre Booster es muy responsable e intenta mantener a sus dos hijos fuera de problemas, al mismo tiempo que vigila el parque. Le gusta saludar a los visitantes nuevos y adopto el parque como su nuevo hogar para poder proteger a sus cachorros.

River&Dale Cachorros de Booster. Son prácticamente idénticos, pero a River le gusta pasear por la zona acuática y correr en la orilla del rió, y Dale prefiere relajarse en la arena y entrenar en los juegos. Les gusta explorar el parque y deben ser constantemente vigilados por Booster para que no molesten a los visitantes.

 

Salem Gato siberiano. Llamado así por Fulanita, la dueña original del Tamesis Park. Ha estado en el parque desde su fundación y, aunque suele desaparecer se vez en cuando, siempre regresa. Es juguetón e inteligente, le gusta jugar con agua.
Greylock Gato persa. Llamado así por Eileen. Fue llevado al Tamesis Park esperando que algún visitante lo adoptara, pero finalmente se decidió dejarlo permanentemente el parque. Es tranquilo y presumido, pero se pone de mal humor si sus constantes siestas son perturbadas.

 

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Editado por Apolo Granger
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Ellie sólo vio una vez en persona a la señora Fulatina Detal. Fue el día que, tras haber leído su aviso en El Profeta, visitó el parque ubicado en la orilla del río Tamesis con su curriculum vitae enrollado bajo el brazo. Si fue contratada para trabajar allí, no fue por su conocimiento o habilidad con las criaturas mágicas... Oh, sí, la señora Detal se aseguró de dejárselo muy en claro. «Hay magos que son muy empáticos con los animales, mágicos o no... ―le explicó la mujer de edad avanzada, mientras recorrían la llamada "zona de juegos". Tras dedicarle una mirada que sólo pudo interpretar como una de pena, soltó un prolongado suspiro― Sin embargo, parece que tú eres buena con los encantamientos. Éso me sirve. Como te habrás dado cuenta, este lugar no puede ser descubierto por los muggles».

 

Tras aquel primero y único encuentro, la señora Detal se retiró oficialmente del trabajo, aunque Ellie sospecha que debe tener el parque monitoreado de alguna forma, para asegurarse de que ella y al que hasta los momentos sólo llama "el otro" estén cumpliendo con sus exigencias.

 

Esa mañana, Ellie se dedica a reforzar los alrededores del espacio acutático. El encantamiento para repeler muggles no es nada del otro mundo, un alumno de último año de Hogwarts debería saber realizar uno de forma decente. Sin embargo, aplicarlo en una zona tan amplia como lo es el parque en su totalidad, para éso sí hay que dedicarse un poco más. En sus vivencias en Inglaterra, Ellie se ha dado cuenta de que en Escocia usaba muy poca magia, a pesar de haber estudiando tanto; por lo tanto, cuando tiene tanto rato usando la varita mágica, comienza a sentirse débil. Ahora, siente algo similar a un bajón de azúcar... sin embargo, está preparada: pasó la tarde anterior haciendo poción herbovitalizante, a sabiendas de que aquel día, al no tener trabajo en el Ministerio de Magia, iría a cumplir con sus responsabilidades en el parque.

 

Por ahí, camina ese cruce de kneazle que hace unos días apareció en la cabaña; tenía un collar, pero en Ottery St. Catchpole nadie había perdido uno, de modo que Ellie terminó acogiéndolo en su casa (no es que hubiera tenido otra alternativa... la criatura prácticamente se instaló en su salón). Ya que la criatura es un medio gato, espera que se lleve bien con Salem y Greylock, aunque quizás pueda tener problemas con esos molestos perros que no entiende cómo los muggles pueden querer tanto.

 

Sin embargo, se detiene cuando escucha unos pasos más pesados que los de una criatura pequeña. No está asustada, pero no le gusta hacer "lo suyo" con alguien mirando sobre su hombro.

 

―¿Sí?

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Apolo sólo vio una vez en persona a la señora Fulanita Detal. Fue el día que, tras haber leído su aviso en El Profeta, visitó el parque ubicado en la orilla del río Támesis con nada más que unas falsas expectativas. Si fue contratado para trabajar allí, fue por pura suerte asumió. Lo que sea que veía la señora Detal en él no logró quedarle muy claro… él no se sentía empático, o capaz o lo que sea que estuviese buscando en empleados, pero le gustaba el parque. Lo suficiente para aceptar un empleo de medio tiempo ayudando a administrarlo.


Lo que más le gustaban eran las criaturas acuáticas. Solía almorzar cerca de la cascada cuando trabajaba en el Magic Mall, y darle sus sobras a los patitos venenosos que paseaban por la orilla. Cuando se presentó como uno de los candidatos, recibió la mirada más dura y analítica que Apolo había recibido, y apenas recibió un asentimiento luego de un rato. Apolo notó que se encontraba algo triste, pero más allá de darle algunas directrices no quiso preguntar más.


Tras aquel primero y único encuentro, la señora Detal se retiró oficialmente del trabajo, aunque Apolo sospechaba que debía tener el parque monitoreado de alguna forma, para asegurarse de que ella y al que hasta los momentos sólo llama "la otra" estaban cumpliendo con sus exigencias.


Esa mañana, Apolo se dedicó a reforzar los alrededores de la zona de juegos. La arena solía desaparecer hacia el Támesis, y aunque era extraño tener un lugar mágico tan a plena vista eso no impedía que de todas formas tuvieran problemas, aun con algo de magia de por medio. Lanzando un chorro de arena limpia de su varita, Apolo recorrió el lugar limpiamente observando distraídos unas barcazas cruzando el rio lentamente. Se preguntó que verían ellos una vez que los encantamientos de protección volvieran a activarse sin la señora Detal para mantenerlos.


Apolo se dio cuenta que era importante poder hablar con la otra empleada. Más que mal, tendrían que trabajar juntos por bastante tiempo. Solo esperaba que fuera simpática, o al menos eso pensaba Apolo viendo como el aire se distorsionaba en una de las zonas. Eso solo podía ser un encantamiento repelente. Abriéndose camino por entre la arena –que ahora le cubría los tobillos- echó a andar esquivando a Booster y a sus cachorros que ahora examinaban la arena con curiosidad.


― Nada de meterse en problemas ― soltó distraídamente Apolo esquivando a Dale, y guardando su varita en el portavaritas que siempre lleva en la pierna derecha.


Me llamo Apolo ― soltó alegremente cinco minutos después, acercándose a la única bruja en el parque. ― ¡Hiciste un muy buen trabajo!


Pensó que si era amable podía ganársela. Aunque solo podía ver su espalda, la joven tenía un aire familiar, como si ya se la hubiera topado antes. Pero no lograba ubicar de donde…

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Todavía le queda trabajo por hacer, pero ya no da para más. Baja la varita mágica y apoya las manos sobre sus rodillas, intentando respirar lo más profundo posible. Poco a poco, puede sentir con el mareo y la sensación de desvanecimiento disminuye, pero necesita "ayuda extra" para componerse y cumplir con la larga lista de pendientes que redactó la noche anterior, guiándose tanto en las exigencias escritas de la señora Detal como en sus propias opiniones como lo que debería mejorarse en el parque. Entonces, cuando está segura de que no se caerá o vomitará a los pies de quién sea que esté allí, se vuelve. Está bastante segura de que recordaría ese nombre, Apolo, de haberlo escuchado antes, debido a su peculiaridad pero al mismo tiempo facilidad de aprender.

 

Tampoco olvidaría un cabello de ese color. No, no lo hace, porque ya lo ha visto. Recuerda que en alguna ocasión, alguien con ese cabello visitó su tienda de antigüedades, pero lo cierto es que no prestó atención a la voz o a las facciones del rostro. Sin embargo, no menciona aquello en voz alta pues no es muy de socializar "porque sí" con desconocidos.

 

―Eileen ―lo primero que piensa es que se trata de un visitante, aunque no tiene mascotas a la vista. Además, ¿no es muy temprano para que el parque reciba visitas? No recuerda si habló con la señora Detal el asunto del horario de atención al público―. Ehm... ¿necesitas ayuda con algo?

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Apolo asintió alegremente al escuchar su nombre. Se veía algo cansada, pero Eileen había hecho un excelente trabajo. Costaba decirlo claro, muchos de los encantamientos que había usado eran imperceptibles a simple vista, pero debían ser suficientes ahora que la señora Detal no estaría presente en el parque como antes. Volvió a echarle un vistazo a la barcaza, que ahora se alejaba a la distancia. Supuso que no había que preocuparse, al menos de momento.


― ¿Que? ― musitó Apolo solo un momento después, volviendo a mirar a Eileen. ― No, solo me pareció correcto venir a presentarme.


No sonaba muy fastidiada, pero igual Apolo tuvo ese extraño sentimiento de que su saludo no era bien recibido, o que no estaba ahí para hacer amigos. Tal vez tenía que pensar en algo más, y mientras recibía la mirada de Eileen se le ocurrió que podrían almorzar juntos. Aunque era algo temprano para comer. ¿Y si pensaba que solo quería hacer hora y no trabajar? No, eso seria peor.


― Ehh… ― pausa incomoda. ― En realidad me preguntaba si tú necesitarías algo. Arregle la zona de juegos y pensaba vigilar la entrada, pero no se si requerías ayuda o... algo.


Si se le puede llamar arreglar a agregarle más arena. Ahora sería un muy buen momento para que llegara un visitante al cual ir a atender. No estaba sintiéndose muy agradado frente a la joven. Lo cual era extraño, por que normalmente las chicas amaban su compañía. Una de las ventajas de ser... bueno, como era el.

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Lentamente, Ellie guarda la varita mágica en el bolsillo de su túnica negra. Ya lo entiende. Apolo no se trata de un visitante... es el otro.

 

―¡Ah, claro, claro! ―se apresura a decir, pues no le parece que decir que no sabía quién rayos era sea una buena forma de conocerse. Una vez que su varita de sicomoro está bien guardada, extiende la mano a modo de saludo, suponiendo que cuando él dice "presentarse" se refiere a una de esas presentaciones formales que tanto le gustan a los ingleses (aunque su acento no es británico, sino que le parece americano)― Soy Eileen Moody ―piensa que quizás debería mencionar que trabaja en el Departamento de Misterios, pero finalmente decide no hacerlo, pues le gusta mantener sus reservas cuando de su trabajo se trata.

 

»Parece que eres un buen espía ―suelta, sin poder evitarlo, con un tono de voz más duro. Lo cierto es que odia que las personas vean por encima de su hombro lo que está haciendo. Odia sentirse observada de aquella forma, como si estuviese siendo supervisada.

 

Allí, a las orillas del río, no hay mucho más por hacer. Encantamientos potentes, realizados con una gran fuerza de voluntad, pueden durar varias semanas. Lo cierto es que le sorprende cómo aquel parque no ha sido descubierto con muggles; la señorita Detal, quizás muy buena con las criaturas, no le pareció una entusiasta en cuanto a Encantamientos o la magia que se hace con la varita, en general.

 

―Nah ―sacude la cabeza, casi sin pensarlo, pues no le gusta que la ayuden, especialmente en los asuntos en los cuales se siente más preparada; un defecto del cual es consciente, pero es demasiado terca como para mejorarlo―. Creo que esta zona está bien. Justamente, pensaba ir a la entrada a reforzar los encantamientos por allá.

 

De su bolso, saca una pequeña botellita en la cual hay líquido con la apariencia de un té verde. Sin muchos miramientos, le da un buen trago a aquella poción herbovitalizante, antes de que termine arrojándose al suelo para que todo de dar vueltas. Un poco de chocolate también le vendría bien, pero no tiene ni siquiera la patita de una rana en sus cosas.

 

―Supongo que tu debes ser el experto en criaturas, ¿no? ―musita, colgándose el bolso. Ya que el cruce de kneazle no responde ante sus gestos ni llamados, se ve obligada a caminar hasta la criatura y cargarla entre sus brazos, para que venga con ella― Yo no soy muy buena con ellas, así que no esperes mucha ayuda en ese "departamento"...

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Apolo sonrió ante el cambio poco pronunciado que tuvo, pasando de una joven defensiva a un saludo cortes. Estrechó su mano con simpatía, contento de que su compañera fuera alguien de edad similar a la suya. Por como la señora Detal la había descrito, sonaba algo mayor.
― Eileen entonces ― comenta en voz alta soltando su mano, aunque su sonrisa vaciló un poco ante sus siguientes comentarios, incluyendo el sutil comentario sobre ser espía y su negativa ante el ofrecimiento de ayuda. ―Ah, si… perdona.
Silencio incómodo.
― Así que…
No estaba seguro que estaba tomando Eileen, pero se veía que era una poción de algún tipo. Se preguntó si sería más ofensivo aun preguntarle que era, y se tomó un brazo algo cohibido. Capaz y solo era algo de té, a los británicos les gustaba, pero extraño envasé para un té. ¿Quizá fuera medicina de algún tipo? Si, definitivamente era mejor no preguntar.
― Ehh experto experto… ― soltó Apolo siguiéndola.― Me gustan las criaturas acuáticas, pero supongo que nos las apañaremos si llega algo muy raro o muy peligroso.
No quería presuponer que lo decía porque ella no sabía manejar criaturas mágicas. Después de todo este ERA un parque para animales mágicos. El gato ronroneo suavemente cargado por Eileen, y Apolo pensó con algo de inquietud que al menos se llevaba bien con uno de los dos. El gato apenas lo había visto entrar en la mañana le había dado un bufido horrible. Definitivamente no le gustaban, y el sentimiento era mutuo valía decir.
― Eileen espera.
La había acompañado hasta cerca de la entrada, donde el Londres nomag podía escucharse detrás de las enormes verjas de entrada. Autos pasando, gente conversando… Sostuvo uno de sus brazos y lo froto inconscientemente; la mirada que le dio Eileen lo puso algo nervioso. La habia detenido de realizar los encantamientos de ocultación en ese espacio en especifico. Quería traer un tema importante a colación, y hubiera sido más fácil si se le hubiese ganado primero. Ahora estaba seguro de que eso no ocurriría por lo pronto.

― Pues, estuve pensando y...
Desde donde estaban se podía ver el agujero que había cavado Booster para entrar junto a sus cachorros. Se imaginó que había que taparlo. Las rejas de la entrada se encontraban fuertemente cerradas, y estaba seguro de que para abrirlas se iba a necesitar algo de magia. Le preocupaba que su idea pudiera entrar en conflicto con lo que pensaba Eileen sobre los nomag, pero era importante al menos intentarlo. Y tenia una idea que podría servir, pero primero tenia que lograr que lo escuchara.
― Creo que deberíamos abrir el parque a los muggles.
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Bruscamente, Ellie se detiene. El medio-kneazle protesta cuando el paseo se detiene, a lo que se escurre de entre sus brazos, pero ella no le hace caso. Las palabras de Apolo la dejan petrificada.


«Abrir el parque a los muggles».


Lo cierto es que Ellie aprecia bastante a la comunidad no mágica. Aprecia sus descubrimientos, sus tecnologías, la forma en que han progresado sin magia, valiéndose de conocimientos y habilidades manuales; también aprecia, aunque la conozca muy poco, su cultura y sus artes. Ella cree que magos y muggles simplemente tienen recursos diferentes. Muy poco ha compartido sus pensamientos íntimos, pero es capaz de imaginarse una comunidad unificada, donde todos contribuyan al desarrollo global e incluso puedan solucionar juntos los problemas que la propia humanidad ha generado. Claro, es consciente de que en ambos lados hay gente mala, gente egoísta, por lo que su fantasía no es más que una utopía... pero igualmente, le gusta pensar en ello.


Sin embargo, lo que plantea Apolo es muy delicado. La comunidad mágica está regida por una ley muy importante: el Estatuto Internacional del Secreto. Allí, no valen opiniones.


―¿Estás loco? ―susurra, sacudiendo la cabeza― Mira, sí, yo me llevo bien con los muggles y eso, pero... ¿estás loco? Si un muggle llega a ver algo raro, van a romper nuestras varitas y vamos a acabar en Azkabán. ¡Y, por los calzones de Merlín, yo trabajo en el Ministerio! Creo... creo que incluso hablar de ésto es un delito.

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  • 2 semanas más tarde...
― ¡Tranquila, no es lo que piensas!
Apolo se alarmo un poco ante la reacción de Eileen, pero tampoco es que no se la esperara. Tenía claro las complicaciones de siquiera sugerir la idea, pero al menos ya había dado un paso en la dirección correcta. Con que fuera simpatizante de los muggles y no se cerrara, le basta de momento. Con Booster ladrando contento a la distancia, Apolo saco un viejo libro de su mochila.
― Te aseguro que no rodaran nuestras cabezas. Veras, estuve investigando. En el pasado… ― se puso a hojear el libro frente a ella, intentando despertar su curiosidad. ― Estamos hablando de la antigua Grecia, los magos también tenían una versión rudimentaria del Estatuto. Pero ellos hablaban de algo llamado “La niebla”
Giro el libro en el espacio donde había una enorme ilustración a dos páginas. En ella aparecía arremolinada un gas, mientras varios magos en toga levantaban sus varitas y al mismo tiempo otras personas paseaban tranquilas. No era muy explícita, pero esperaba que haberse leído el libro entero ayudara a resumírselo mejor a Eileen.
― Esta “niebla” es una poción mágica que se debe poner a la entrada de una ciudad o un recinto. Hicieron falta al menos 100 magos trabajando para crear algo tan potente que cubriera Athenas, pero… ― Apolo pasó a las páginas. ― Hay una versión más simple que cubre extensiones de terreno más pequeñas. Y el parque cuenta como extensión pequeña.
Trato de que entendiera para donde iba con su comentario, y se dio cuenta de que se había olvidado de lo más importante. Cerró el libro y se lo entrego para que lo ojeara.
― La niebla inhibe los ojos de los mortales a la magia. No sé por qué ahí dice mortales, ¿pero quizá ese era el término que se les daba antes a los nomagos? ― Se encogió los hombros. ― Si creamos esa poción y la colocamos en las rejas de la entrada, los nomagos que entren interpretaran cualquier suceso mágico como algo normal. Funciona en criaturas, también lo dice. Los cancerberos y los unicornios se verían como perros y caballos ordinarios.
Le echo un vistazo al parque, y luego se preguntó qué pasaría si alguien trajera un dragón a pasear. ¿Sería la niebla tan fuerte para hacerles creer que veían otra cosa? Bueno, siempre estaban ellos ahí para vigilar el lugar. Y es que necesitaban más gente visitando el parque, y tenía la impresión de que lo que se le ocurrió era una buena idea.

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Ellie hojea las páginas de pergamino, de apariencia amarillenta y frágil, de aquel antiguo libro. A pesar de que parece un grimorio, se da cuenta de que, en realidad, se trata de un volumen de Historia de la Magia. Si bien el curso que tomó recientemente en la Universidad Mágica sobre la materia despertó su curiosidad con la misma, ahora mismo no tiene muchas ganas de leer aquellas pequeñas y apretujadas letras en imprenta; se limita, por lo tanto, a observar las fotografías, que sólo logra comprender a medida que escucha las palabras de Apolo. Sus ojos las recorren, pero le está prestando bastante atención al mago. No sabe qué tan sensata sea su idea pero todo el asunto de la niebla ha logrado cautivarla.

 

Si bien Apolo habla de la niebla como una poción, a Ellie le suena más bien con un encantamiento. A ella le parece que puede tratarse de una variación del encantamiento para repeler muggles, repelo muggletum. Se pregunta si ella, que tiene la facultad de crear encantamientos y pociones, pueda crear lo que el mago describe como un hechizo, en lugar de una poción... La idea es, cuando menos, muy interesante.

 

Luego de unos momentos, Ellie cierra el libro y lo sostiene contra su vientre. «No debería ni siquiera considerarlo... el Estatuto del Secreto, de por sí, es demasiado frágil». Sin embargo, no sólo le ha interesado el tema de la niebla, hasta el punto en que le gustaría probar si de verdad funcione (¡a pesar de las consecuencias, demonios!) sino que Apolo le despierta una gran curiosidad. Si de por sí su sugerencia es bastante peculiar, esa actitud es lo último que habría esperado encontrar en Inglaterra, tras sus primeras impresiones sobre aquella comunidad mágica.

 

―Entiendo tu idea ―musita, con la voz pausada―, pero ¿por qué quieres hacer tal cosa?

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