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Las Herederas de Violetta Beauvais (MM B: 111261)


Sagitas E. Potter Blue
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Estaba observando ahora la vitrina donde exhiben las varitas mágicas, así la espera era menos engorrosa, no tenía ambición por una en especial, solo veo que hay muchas, de diferentes maderas y longitudes, unas simples y otras con agregados para hacerlas ver más atractivas. Una de ellas era de madera de picea blanco, lo que trajo a mi memoria aquel día... me puso su varita en mis manos, una varita blanca con mango de piel, más larga que mi varita... ese brillo azul me impacto, aunque creo que nunca me explico porque brillaba...

 

Lo que si logre recordar con bastante esfuerzo, fue lo que me dijo de las varitas:

 

- ¿Núcleo de pelo de Veela? Hace mucho que no me encontraba con una varita así, si te he de confesar, generalmente los magos ingleses gustan por nervios de corazón. La mía la cambié al llegar a britania más por necesidad que por capricho.

La madera de carpe es más utilizada en el centro de europa y los galos utilizaban mucho los cabellos de las Veelas para una varita, lo sé porque mi madre tenía una varita muy parecida a la tuya. ¿Sabes? Mi primer varita tenía una pluma de abraxam en su centro.

- La combinación de madera de picea blanco con unicornio es particular de los Tonks... sé que eres parte de nosotros porque la misma varita te ha reconocido. Podría no saber a quien perteneció la varita que llevas contigo, pero estoy seguro que es alguien muy cercano a mi...

 

Realmente no es comprensible para mi entender sobre varitas, solo que.... ahora me es más confuso lo que ese rubio mago me dijo...

Solo puedo pensar que algo si corresponde, porque ahora que hable con el anterior rey Escoces, supe que Wallace era alguien muy conocido en esa nación y que hasta hay un monumento en su honor, así que los Wallace pueden ser escoceses... y el mago rubio...él dijo que su madre tenía una varita como la que me dio Reacon, una varita de carpe con centro de pelo de veela... la supuesta varita de mi madre... pero no entiendo, si su varita de picea blanco brillo al tenerla yo en mis manos, y si su madre tuvo una varita como la que me dieron ¿cómo puedo relacionarlas entre si?

 

Ryvak se llevo su izquierda a la frente y su derecha se sujeto de la vitrina... se sentía mareado... entonces una voz le tomo por sorpresa, se giro con lentitud, sentía que si no tenía cuidado, caería al suelo al estar sin tanta fuerza y sin control total para mantener el equilibrio....

 

Aquel era un elfo demasiado famélico, sus dientes no eran muy atractivos, pero a pesar de su aspecto, era amable y se ofreció a ayudarle.

 

-- Buenas tardes, gracias por la aclaración, no importa sino viene, tengo curiosidad por comprar una varita ¿cómo se lleva a cabo esa operación comercial? -- Dijo con un gesto serio, era la primera vez que compraba una varita...

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Anne puso los ojos en blanco, sin saber bien cómo tomarse las palabras de Sagitas ¿Demostrarle qué a los muggles? ¿Qué tenían ellos que justificar ante criaturas inferiores como eran esos seres? No sabía cómo su amiga podía decir aquellas cosas.

 

Sí, Sagitas, mi suegro —repitió, como para reforzar aquellas palabras. Se encogió de hombros y sacudió la cabeza—. Si te ha robado el elfo, ¡algo le habrás hecho! No obstante, si el problema es Harpo no te preocupes, que puedo hablar con él para que te lo devuelva. Pero no por ello...

 

Las palabras murieron en sus labios pues, aunque su respuesta había salido intercalada con las palabras de la Potter Blue, las últimas de ésta habían sido un susurro. Pero lo había captado perfectamente. "... Es un mortífago", había dicho. Aquellas tres palabras resonaron en su cerebro como un eco mientras la observaba, evaluando hasta qué punto podía hablarle del tema sin que la tierra se saliera del tiesto.

 

Sagitas, no digas tonterías... ¿de dónde sacas esa idea, mujer? —la tanteó, relajando el tono de su voz. Pero ahora ella había caído en lo que había dicho sobre los muggles, y parecía a punto de sufrir una apoplejía. Ella sonrió suavemente, a modo de disculpa (aunque no tenía nada de qué disculparse, era uno de esos gestos ensayados que se hacen para contentar a los demás) pero no la interrumpió, porque esperaba que no esquivara el tema de la Orden del Fénix. Y no lo hizo, por supuesto, confirmando a la Gaunt sus sospechas.

 

La sonrisa que había compuesto en su rostro unos instantes antes se borró de un plumazo. Aquello era más de lo que podía soportar.

 

¿Que pretendes armar a quiénes? Tendrás que matarme para sacar una sola de mis varitas de aquí —la amenazó, frunciendo el ceño. Dio un paso hacia ella con intención de intimidarla—. Así que perteneces a la Orden del Fénix... por fin obtengo la confirmación que necesitaba. Lo sospecho desde hace... años. Ay, Sagitas...

 

Soltó un profundo suspiro mientras echaba la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados. De repente, toda la furia que sentía se desvaneció. Recompuso su postura para mirar a la pelimalva a la cara mientras se llevaba la mano derecha al antebrazo izquierdo y lo acariciaba por encima de la tela.

 

Bajemos a atender al cliente, las dos. Pero antes, voy a mostrarte algo... Silencius —el hechizo mantendría a Sagitas muda durante un rato mientras seguía pasándose la mano derecha por el antebrazo. Tras dudar un instante, tiró de la manga hacia arriba para descubrir su pálida piel ante la Potter Blue. Se podía observar un tatuaje tribal que cubría toda la superficie del antebrazo, pero la tinta comenzó a moverse de forma visible variando su forma. Lo alzó un poco, para que Sagitas pudiera ver lo que sucedía. En menos de diez segundos, los símbolos que decoraban su piel habían formado una imagen muy conocida, sobre todo en Londres. Una calavera de cuya boca salía una serpiente que se enroscaba sobre sí misma. La Marca Tenebrosa. Clavó sus ojos grises en los de su amiga—. Vamos a atender al cliente, como te decía. Tú irás delante de mí, y te portarás muy bien, sin hacer ninguna tontería que nos cueste un disgusto. Cuando se marche, continuaremos esta gratificante charla y pondremos en común algunos puntos que todavía no hemos aclarado. ¿Me he explicado con claridad, Sagitas? —apuntó a la mujer con la varita—. Andando... no te lo pienso repetir. El cliente nos espera.

 

Movió su arma mágica para indicarle que caminara hacia las escaleras mientras ella se disponía a seguirla, sin perderla de vista.

 

 

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-- Anda, Anne. Yo no le he hecho nada. Él se llevó a mi elfo cuando empezó su estú... -- Ay, espera, que dijo que era su suegro. -- Estupend... -- Vale, tampoco podía mentir tanto sobre Aaron. -- Cuando empezó su charla sobre las familias de Ottery. Quiero a mi elfo de vuelta pero no te metas en medio, es mejor dejar las relaciones entre nuera y suegro en paz. Ya me ocuparé yo de rescat... de encontrarlo. Y si lo sospechabas, que pertenecía al Bando de la Orden, me lo podías haber preguntado, mujer, que hay confianza.

 

Si hace un mes me hubieran dicho que hoy aprendería algo nuevo sobre mi amiga, me hubiera reído en la cara de esa persona. O unos días... O incluso unas horas antes de entrar en el negocio. Pero ahora... Ahora estaba súper desbordada de conocimientos nuevos sobre Anne que me estaban dejando cada vez más disgustada. No sabría bien definir cuál es el que me provocó más daño de todos los hechos que sucedieron en un momento. Fuera la que fuera, la decepción general que demostraba mi cara al levantar la vista de aquel brazo hacia la punta de la varita con la que ella me apuntaba, era más que evidente.

 

Ahora me sentía muy est****a por el último comentario medio en broma, medio en serio, sobre mi pertenencia a la Orden, que le había hecho antes de que me callara. Si hay algo que odio es que me callen. No soporto que me callen. Yo hablo hasta por los codos, ¿cómo se atrevía a lanzarme aquel Silencius? Aún así, a pesar del efecto que me dejó momentáneamente muda, aún permanecí como una boba ingenua hasta lo que sucedió después, cuando me enseñó su antebrazo.

 

Por supuesto, bajé la vista suponiendo que el dejarme muda era para poder hablar ella puesto que, lo reconozco, a veces me embalo y no sé parar, no dejo a nadie ni pronunciar media frase seguida. La visión de aquel tatuaje tribal me hizo sonreír y decirle: "¡Chica, ya podrías elegir mejor tus tatuajes, que este parece...!" que no salió y sólo se visualizó en los movimientos de mis labios mudos.

 

Y aquí se acabó ser ingenua, boba, crédula o, en resumen, la tonta de la casa. La transformación en aquella horrenda calavera con una serpiente me hizo perder todo aquello de repente y saltaron mis alarmas, muy tarde, por cierto. Fue cuando levanté la mirada de aquella simbología del bando de los Mortífagos, la pasé por la punta de la varita con la que me amenazaba y la posé en la cara de Anne.

 

Atendí sus indicaciones intentando carraspear pero sin arrancar ni un susurro de mi garganta. Aquel hechizo aún seguía haciendo mella en ella y en mi ego herido. De reojo, observé todas las varitas desordenadas que había dejado caer encima de la mesa, fuera de mi alcance. La mía, como siempre, en algún rincón de mi bolso que, además, había dejado en la entrada del negocio, guardado en algún sitio. Hoy ni había tenido la precaución de dejarla en el pelo recogiendo algún moño. Así que levanté las dos manos y arrugué el ceño. Quería decirle unas cuantas cosas, ¡oh, sí! Varias cosas feas que se me ocurrían en aquel momento . "Te has explicado claramente. Suerte tienes que no pueda contestarte", le dije, otra vez moviendo los labios sin que ningún sonido se escapara de ellos.

 

Así que obedecí, bajando la escalera con cierta lentitud y desagrado, que ocultaban un riguroso examen de los detalles de la trastienda en un intento de buscar una manera de enfrentarme a mi socia, pero allá había mucho material de fabricación pero ninguna acabada que pudiera tomar. No tardamos en llegar a la tienda, a la zona de ventas. Allá teníamos muchas varitas en exposición. No me sería difícil conseguir una. Fue avanzando más lentamente para dejar que Anne se acercara.

 

Lo que no me esperaba era que Anthony fuera el cliente. Estaba agarrado al mostrador mientras hablaba con el elfo. Me detuve y bajé un poco las manos. ¿Qué pensaría de su tía cuando se girara y la viera así? Sentí entonces una especie de hormigueo en la garganta y grité:

 

-- ¡Corre, Anthony! ¡Sal de aquí! ¡Es una mortífaga!

 

Sí, bueno, grité y me giré hacia ella intentando apartar su varita para que no me diera mientras intentaba empujarla por la escalera. Mira que me sé hechizos chulos en los que ni varita necesito pero, en aquel momento, mi prioridad era mi sobrino. No iba a deja que mi amiga Anne le hiciera nada.

 

Anda... Aún la he llamado amiga...

 

 

 

EDITO para arrobear a @@Anthony Ryvak Dracony

Editado por Sagitas Potter Blue

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Mi mano permanecía en mi frente mientras con la otra me sujetaba del mostrador... definitivamente, eso de enfocarme a recordar con exactitud lo acontecido cinco años atrás, me deja esa sensación de gran debilidad... tal vez porque en el pasado, me aplique a mi mismo el hechizo Obliviate... una gran tontería, por eso mismo en la actualidad, no me inclino a estudiar ni la Legeremancia ni la Oclumancia, ya mi mente parece licuada y me aturde cada vez que busco recuerdos pasados...

 

"Debilidad... ¡que horrible sensación!... al menos, solo se encuentra frente a mi, este elfo... tal vez... si fuera a un sitio con sillas, necesito recuperarme"

 

-- Creo que no me siento bien... --Una voz se alzó desde un sitio que no observaba, pero la reconocí, era la voz de Sagitas, su grito me retumbo en la sien, no solo el tono fuerte me paralizó, sino también lo que dijo...--¡¡¿Qué?!!-- Dije con incredulidad...y mire que la pelivioleta forcejeaba con Anne...-- ¿Qué locura pasa aquí?

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El camino hacia la parte de abajo del local fue lento y tenso. Anne vigilaba que la pelimalva no cometiera ninguna estupidez, y parecía que la mujer se iba a portar bien hasta que pudieran continuar con aquella charla tan "productiva". Había tenido que esforzarse por no reír al verla hablar moviendo solo los labios, como si no pudiera evitar hacerlo a pesar de saberse silenciada mágicamente. Vio que bajaba la velocidad de los pasos y se mantuvo a distancia para evitar que pudiera golpearla o empujarla.

 

Salieron a la parte pública del local y comprobaron que el cliente era Anthony. La mortífaga había bajado la varita para que no pudiera verla nadie, pero se sintió más tranquila al ver al Ryvak allí. Pertenecía a su bando, así que no había porqué esconderse. Miró a Secajo y le hizo un gesto con los ojos para que se dirigiera hacia la puerta. Pero aquella pequeña distracción fue todo lo que necesitó Sagitas para revolverse y cargar contra ella. Ni siquiera se había dado cuenta de que había ido bajando las manos lentamente.

 

¡Sagitas, no! —vociferó. Movió la varita lo suficientemente rápido como para evitar que la Potter Blue pudiera quitársela de un manotazo. Sin embargo, al hacerlo, perdió la estabilidad y estuvo a punto de caerse de espaldas—. ¡Fermaportus! —bramó, para atrancar la puerta de salida del negocio. Se quedó apoyada en la pared en una postura bastante extraña, y se impulsó hacia adelante para recuperar el equilibrio mientras sentía la espalda condolida por el golpe. Miró de reojo a Anthony y estuvo a punto de pedirle ayuda, pero decidió dejar que él escogiera si entrar en aquella disputa o no. En su lugar, miró a Sagitas con gesto furioso.

 

<<Necrohands>>, pensó entonces. Dos manos fantasmales salieron de la pared que quedaba a espaldas de la Potter Blue y la sujetaron con firmeza para evitar que pudiera hacerse con alguna de las varitas que había en las estanterías de exposición.

 

¡Silencius, otra vez! ¡Maldita sea, Sagitas! ¡Te he dicho que no hicieras ninguna tontería! —bramó, fuera de sí, con los ojos habitualmente grises refulgiendo con un tono amarillento salvaje. Había estado a punto de perder el control, sentía cómo el lobo de su interior luchaba contra su parte racional para adueñarse de su cuerpo. Respiró profundamente para intentar mantener la calma mientras observaba a Sagitas casi sin parpadear. Las manos mágicas la mantenían inmóvil, así que miró a Anthony de reojo—. Amigo, disculpa a mi compañera... el café le ha sentado regular y la está haciendo delirar —obvió la parte en la que la había declarado mortífaga a voces. ¡Como si para Anthony fuera un detalle ajeno!—. ¿Podemos ayudarte en algo?

 

Mientras decía eso, indicó con un gesto de cabeza a Secajo que fuera hacia la puerta y no permitiera la salida ni entrada al negocio sin su permiso. Entonces miró a la Potter Blue y se acercó para hablarle en susurros, para que aquellas palabras quedaran entre ambas.

 

¿Puedo soltarte? ¿Vas a comportarte como una persona civilizada o tendré que noquearte? Al próximo desliz, te juro que te doy una paliza de muerte. Tú decides.

 

No estaba segura de si Sagitas y sus nervios serían capaces de comprender lo que estaba pasando. La había inmovilizado y silenciado, sí, pero al hacerlo estaba usando magia oscura... delante de Anthony. ¿Comprendería que no hacía ningún esfuerzo por esconderse de él? ¿Delataría la afiliación del muchacho al bando tenebroso? Por un momento, pensó inmovilizarlo a él también para disimular, pero no quería precipitarse y dejarle mal ante la Potter Blue, ni tampoco provocar que se enfadara con ella misma. Creía recordar que tenían algún lazo familiar. Tragó saliva, sin apartar la vista de su amiga. Posiblemente ella no era consciente, ni lo sería nunca, del daño que le suponía la simple idea de alzar la varita contra ella.

 

 

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-- ¡Profesora Anne!!-- Grito inmediatamente al ver que usaba unas manos fantasmales... Sagitas le había dicho mucho tiempo atrás, que no usara esas manos o el Fortificum, pues eran hechizos que usan los mortifagos y aunque no tiene él la marca tatuada en el antebrazo, ya frecuenta el Bando y mejor era "hacerse el tonto" papel que realmente no tiene que hacer mucho esfuerzo en representar...

 

Las cosas estaban realmente delicadas, el elfo cerro con magia la puerta...¿Serviría hacer un Fulgura Nox? miraba a ambas brujas tratando de encontrar una postura que tomar... ahora que lo dimensionaba... si Sagitas le advertía sobre Anne, era que lo había descubierto recientemente y que ella no era de los miembros mortifagos...¿Cómo puede complicarse tanto una situación cotidiana? solo venía por una varita....

 

¡Y pensar que tenía otra gran oferta con Ada! y el destino le había llevado primero a este local... donde tendría que tomar una decisión tan difícil...

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Aquel amago fue una verdadera kk de dragón resfriado... Un fiasco... Sí, bueno, conseguí que Anne se golpeara más o menos fuerte en la espalda y poco más. Pero claro, ella es mortia y juega sucio. Sí, sucio... ¡Unas necrohands! Con lo que odio esa invocación. Si aún pensaba que aquello era una broma atrasada de los Santos Inocentes, ahora no tenía lugar a dudas. Aquella forma de actuar sólo la conocen los miembros de alta rango de ese %&$$& bando. Sentir aquellas manos sobre mi piel (no estoy segura si se sienten en realidad pero juro que ver aquellas manos fantasmales me producía repelús) me hacía sentir toqueteada, humillada, violentada, abusada... Creo que no pude evitar mirar con odio a Anne por haber usado ese hechizo contra mí. Incluso si me hubiera enviado un Avada creo que no me hubiera sentido tan dolida como notar aquel desagradable tacto que impedía mi movimiento. Ni siquiera que hubiera repetido el Silencius me había dolido tanto.

 

Ella se permitió hablar con Anthony y acusarme de sentarme mal el café. Intenté aprovechar ese despiste para forcejear inútilmente contra aquellas horribilodiosas manos. Sólo sirvió para verlas parcialmente y ponerme más histérica.

 

-- ¡Podrías limpiarles las uñas! A saber dónde las has metido...

 

Vale, una reacción súper negligente por mi parte. Primero, porque no podía hablar y seguro que todo pareció una mímica esperpética de enfado en silencio. Además, porque las manos no tenían que ser cómo yo las imaginaba, potenciada por mi asco a esa invocación tan usada por los... los... Me quedé bien quieta al comprender... Bueno, no sé si comprendí o puse cara de incredulidad. Sólo los rangos bien altos podían invocar esas manos y que les saliera con tal naturalidad. Anne debía ser... Debía ser... de ángel caído para arriba, si eran ciertos los nombres que se habían barajado en el Cuartel sobre el grado de conocimientos de las tropas enemigas. Hasta puede que... ¡Lugarteniente del Líder mortio! ¡Oh, demonios, a saber si ahora me decía que Aaron era algo más que su suegro!

 

Así que me mantuve con la mirada fija y levantando la barbilla lo suficiente para que viera, ¡QUE NOTARA!, mi enfado. Contesté que "NO" en un contundente grito silencioso que entendería al instante (no había comido ajo pero vamos, que tal como abrí la boca, seguro que me vio hasta la campanilla). ¡Por supuesto que no me iba a portar bien en cuanto me quitara esas manos pegajosas y viscosas y putrefactas y... (sí, que sí, que yo sólo pensar en Necrohands e imaginarme a unos zombies de esos de cuentos que me sujetaban, y sí, ya lo sé, sólo eran manos pero mi imaginación era demasiado potente cuando tenía miedo y sí, he de confesar que Anne, ahora mismo, me daba miedo). No me iba a portar bien.

 

Pero entonces, el grito de asombro de Anthony me hizo tomar aire y sopesar la situación. Retrocedí imperceptiblemente mi rostro del suyo hasta darme cuenta que a pesar de mi rabia, no lo haría, no me rebelaría. Al menos no de momento. Cerré la boca y esta vez dije que "SÍ" con un firme asentamiento de cabeza.

 

-- Me comportaré... como siempre... si prometes no hacer daño a mi sobrino. -- Vocalicé con cuidado para que no se le escaparán mis palabras.

 

Quería que le quedara claro. Para mí, la familia y los amigos eran muy importantes. Quería que supiera que tocar a Anthony no se lo perdonaría nunca.

 

En la vida.

 

Como que usara Necrohands contra mí. El Silencius... Bueno, eso sí se lo perdonaría.

Editado por Sagitas Potter Blue

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Miró a Anthony con gesto tranquilizador tras escucharle exclamar su nombre. Le enternecía que utilizara su título de docente, pues habían tenido la oportunidad de coincidir en las aulas varias veces, con la Gaunt siempre en calidad de profesora.

 

Discúlpanos de nuevo, es que Sagitas y yo peleamos a menudo... ya sabes, disputas entre amigas —comentó, restándole importancia a la situación. ¿Para qué reconocer que aquello podía terminar como el rosario de la aurora?—. Si puedo ayudarte en algo, dime. Si tienes algo que decir, adelante. Y si quieres irte... hazlo, pero recuerda que lo que has visto y escuchado aquí no puede salir de entre los presentes. ¿Entendido, amigo? —preguntó, mirándole fijamente. Imaginaba que el muchacho sabría exactamente a qué se refería, sobre todo teniendo en cuenta que conocía su posición en el bando mortífago. No quería tener que ordenarle silencio en calidad de líder, confiaba plenamente en el joven mago después de conocerle desde hacía tanto tiempo.

 

Se giró entonces hacia su socia y amiga, que miraba las manos que la sujetaban con asco y temor a partes iguales.

 

¿No? Pues no te soltaré, entonces —le respondió encogiéndose de hombros al leerle los labios y haber podido comprobar lo sana que tenía la garganta por dentro cuando vocalizó con tanto ímpetu. Pero la presencia de Anthony parecía ejercer una fuerte presión en ella, que se relajó pidiendo que no le hiciera daño al muchacho. A su sobrino, dijo. Una sonrisa maligna se dibujó en los labios de la Gaunt. ¿Pero qué clase de persona se pensaba la Potter Blue que era ella?

 

Asintió con la cabeza para indicarle que estaba de acuerdo con aquello último.

 

Incárcerus.

 

Tres cuerdas ataron a la pelimalva: una en los tobillos y dos en los brazos, en distinta altura para que no pudiera moverse. Tras eso, hizo desaparecer las necrohands. Se acercó hasta Sagitas y la sentó en un taburete que había tras el mostrador. Aún apuntándola directamente con la varita, alzó la mano derecha y la señaló con el dedo índice.

 

Si gritas, te corto la lengua y me hago un collar con ella. ¿Entendido? Finite —murmuró. La magia que silenciaba a la pelimalva desapareció, pero las manos fantasmales seguían sujetándola—. Sagis... lo siento. Siento tenerte inmovilizada pero entiéndeme, no puedo permitir que vayas por ahí gritando esas cosas que has vociferado antes —le dijo con tono paciente, como cuando un adulto intenta explicarle un tema complicado a un niño—. Pero te soltaré si me prometes que no harás nada contra nos... mí —corrigió rápidamente, con elegancia—. Déjame que te explique... que te hable de mi postura. Y prometo escuchar la tuya si me hablas civilizadamente. Al próximo grito, me enfadaré mucho y ninguna de las dos queremos eso, ¿a que no?

 

 

 

 

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-- Las relaciones siempre son muy complicadas. -- Menciono mientras se giro hacia otro lado masajeando su sien... en verdad que esta en un conflicto... su profesora favorita en altercado con Sagitas...tiene mucho que agradecer a la pelivioleta, desde el primer empleo que le otorgó cuando era nuevo en el pueblo y luego su apoyo desde ese entonces...

 

Palabras de la misma Sagitas asegurando que todos los magos y brujas tienen lazos familiares... él no tiene certeza de tener lazos con alguien vivo, pero Sagitas siempre le trata familiarmente y le llama sobrino...

 

Permanece en el lugar, su curiosidad le clava al suelo.... "La curiosidad mato al gato" se sonríe porque él no es ningún gato... un tiburón blanco tal vez, pero solo en su forma animaga, si Sagitas se asusto de su patronus corpóreo, le va a dar el patatús cuando descubra su forma animal... claro que no va a decir nada de nada, le gusta guardar en secreto sus cosas...

 

--No tengo varita... ¿de que forma elijo una? -- Dice de manera distraída mientras saca un puñado de galeones para pagar el arma mágica...

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Obviamente, no me creyó. O me creyó a la primera y supo que era peligrosa. Sí, lo soy, por supuesto. En algún momento. Hay veces que ufff, sí, soy peligrosa. No os voy a decir cuándo. Lo importante es que Anne me conocía y supo enseguida que sentiría demasiada rabia como para acceder y, por ello, actuó en consecuencia. No, no me gusta ser un títere que se mueve de un lado a otro pero, al menos, el tacto crispante de aquella invocación fantasmagórica desapareció y se convirtió en uno rasposo pero menos estressante. Después, me obligó a sentarme en una silla.

 

Sí, lo sabía, no podía hablar pero eso no significaba que me quedara callada. Peor para ella si pensaba que me iba a callar sólo porque mis palabras se quedaran perdidas sin llegarle. Puse una cara de muchísimo enfado. Por supuesto, me puse a hablar y no paré para nada, aunque no me oyera, iba siguiendo sus movimientos moviéndome sobre el taburete en el que me había dejado con la puntita de los pies atados, girándome hacia ella a medida que ella torcía hacia la derecha o la izquierda. No soy de quedarme quieta, se necesita algo más que un Incárcerus para que me quede quieta. ¡Y cómo se alejara, me iba a poner a dar saltitos a su alrededor para que viera, ya que no oyera, todo lo que le decía.

 

-- ¿Serás vacaghouloide? Por poco me rompes un brazo de tanto tirar de mí. Eres peor que un gusamoco, así, toda calladita, abusando de mi amistad y ocultando esa malignidad que no conocía de ti.

 

Seguía muda. Desde esa posición no veía a Anthony, a quien ella había instando a marcharse y no decir nada de lo que estaba sucediendo, disfrazándolo de una pelea usual entre amigas. Enarqué la ceja con furia al pensar en ello.

 

-- ¡Pues sí, pelea entre amigas! ¡Amigas no, por supuesto! No esperarás que siga siendo tu amiga viendo como me tratas. ¡Me has atado! ¡Me has callado!

 

Sí, aún no salía mi voz pero mi furia... No, mi furia no se acababa y seguí disparando dardos por la boca, sentada en el borde del taburete, como si me preparara para saltar sobre ella, sobre Anne.

 

-- ¡Pues mi sobrino no es bobo y sabrá enseguida lo que sucede! ¿Te crees que le vas a dar miedo? ¡Es mi sobrino, so Bundimun reptante! ¡Es un Tonks, es un Potter Black por parte de hermano! ¡Somos valientes y no nos asustan tatuajes exóticos bailantes! ¿Me escuchas, so escarbato con patas?

 

Anne me señaló con el dedo índice y gruñí. No se oyó. Seguía muda.

 

-- A mí me vas a dar miedo con ese índice. Sí, claro... ¡Ya quisieras tener un collar tan chulo como mi lengua! ¡A ver si te crees... -- dejé de estar muda. Con tanto berrinche, no sentí que decía "Finite" y volvía mi voz chillona. -- ...que me das miedo! ¡Ay, glups!

 

Me quedé completamente quieta y reculé un poco en el taburete, buscando el respaldo de algo como una pared o algo más tangible que el aire.

 

-- Eso es trampa, ni desquitarme chillando me dejas -- susurré al ver que Anne me amenazaba si gritaba. -- Eso de antes no cuenta -- continué con la voz baja. -- Y si no estuviera atada, me pondría los dedos en los oídos para no escuchar tus excusas baratas.

 

Y, de nuevo, Anthony. Cara de payasa. Ya sabéis, la de que le duele un montón la panza pero ha de salir con una sonrisa en la boca.

 

-- ¡Hola! Una varita dices... Hum... Claro... Anne es la experta... -- Me alegraba un montón que siguiera allá. ¡Demonios desdentados, no, mejor no, mejor que no estuviera! Tenía mucho que hacerle pagar a Anne por... por ser mortia. Pero no delante de mi sobrino, por supuesto. -- Seguro que te vende una adecuada.

 

Arrastré el pompis por la madera del taburete hasta volver a moverme al borde, sin dejar de sonreír a Anthony.

 

-- Pero Anthony, tú no eliges la varita. Ella te elige a ti. Anda, mira, coge esa de tu derecha y mira a ver si funciona, muévela, haz florituras... Haz un Finite Incantatem y quítame una cuerda a ver si te sale bien...

 

Sonrisa, por supuesto... Y sin utilizar los gritos, tal como me había pedido tan amablemente Anne.

Editado por Sagitas Potter Blue

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