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Las Herederas de Violetta Beauvais (MM B: 111261)


Sagitas E. Potter Blue
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-- ¡Patrocinar tu negocio! ¡Qué gran idea, Adrian! Podríamos hacerles un descuento de...

 

Aplaudí un poquito aunque después miré de reojo a mis dos socias. Algo me decía que ellas no estarían tan receptivas como yo a la idea de mi hermano. Así que intenté que no viera en mi regocijo una aprobación implícita.

 

-- Tendremos que estudiarlo, por supuesto. Somos 4 socias y una sola no puede tomar decisiones unilaterales... No te preocupes, Adrian, yo les pregunto y te digo algo porque...--miré de nuevo a mis dos compañeras Warlock; ¿de qué estarían hablando? -- Ahora parecen ocupadas con temas del... negocio. -- Contesté también a la pregunta de Xell, ya que estaba en ello. -- Solo somos 3 Warlocks, las tres presentes. Nuestra cuarta socia es una persona normal del pueblo, hija de una de ellas. Y no, tú pagas, por aprovechona.

 

No estaba segura pero sí era cierto que me moría de ganas por saber de qué iba la conversación. Soy curiosa (por no decir chismosa) así que quería afilar el oído pero la cháchara con mis amigos y familiares no me dejaba seguir ni una palabra. La pregunta de Adrian me sorprendió.

 

-- Pues... La verdad es que sí... No entiendo cómo me han admitido en el grupo de los Warlocks... Yo siempre había pensado que eran algo... allá arriba... Y ahora yo soy uno de ellos. Pero estamos bien avenidos, sólo que todos somos diferentes... Además, entre tú y yo, les hacía falta tener una payasa en el grupo que les hiciera sonreír un poco. Son todos muy serios.

 

Y sí, sentí la necesidad de Xell en arreglar su varita. Me mordí el labio superior en un gesto nervioso. Sabía la historia de Xell, pues estaba presente cuando entró por primera vez en el confesionario y habló con Reena, explicándonos todo lo sucedido. Pero saber que la varita era un regalo post-mortem de sus padres me pareció demasiado bonito como para perderlo.

 

-- Deja que pregunte si tenemos de esa madera, con una lámina pequeña nos bastaría. Y tenemos una resina mágica que une fuertemente la madera. Aunque no te puedo garantizar si funcionará igual que antes, depende de si el núcleo está dañado. ¿De qué es el corazón de tu varita?

 

Les hice una seña a mis socias para que vieran que me acercaba y les hice la pregunta.

 

-- ¿Tenemos pajitas de madera de palisandro? Es una hum... madera muy... hum... especial... Ya sabéis, supongo... -- Me hice la sabia pero, en el fondo, cuando habían dado la lección sobre la calidad de las maderas en el antiguo Hogwarts, yo había hecho campana.

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  • 2 semanas más tarde...

No había aparecido en el negocio desde su apertura, la Gaunt había decidido evadirse de aquel mundo mágico por un tiempo, y eso había conseguido que se sintiera culpable por el abandono no solo a sus obligaciones, sino también a sus amigos y familiares. Tampoco sabía si éstos habían notado su presencia, quizás había estado más cómodos, todo el mundo conocía a la pelirrosa por ser el centro de atención de todos los problemas que sucedían en la presencia de ésta.

 

Así que la vampiresa caminaba con precaución de no ser vista, con sus pies descalzos y la cabeza agachada, mirando fijamente al suelo para no destrozarse con pisar algo en mal estado.

 

Su estancia en Marruecos había conseguido grandes cambios en ella, ahora no vestía como una f***** en busca de cualquier hombre, sino que se tapaba hasta tal punto que solo dejaba visible su rostro. Llevaba una chilaba, totalmente típica de la zona donde había estado anteriormente, de tonos rosas y bordados en plata, cubriendo desde su cuello hasta los tobillos, incluyendo también sus brazos. Era ajustada, dejando así marcar sus curvas de manera delicada. Además, llevaba su shayla de los mismos tonos de la túnica, cubriendo su cabeza.

 

La inquietud de Mery aumentó cuando ya se encontraba justo en la puerta de entrada de la tienda de varitas. ¿Iba a entrar sin más, dejandose ver como si no llevara meses fuera? Volvió a caminar de nuevo para dirigirse esta vez a la parte trasera del negocio donde había una puerta que llevaba hasta el interior, al menos eso escuchó decir a su madre.

 

No fallaba, por supuesto, pero no solo eso, sino que había una hermosa pila de cajas de cartón con etiquetas de "frágil" llamando la atención de la ojigris. Sin darse cuenta se encontraba mordiendo sus uñas, costumbre totalmente prohibida en marruecos. Se apartó la mano con un manotazo incluido, hasta ella creía que se estaba volviendo loca.

 

- Mery, no seas cotilla -se gruñó a su misma, pero luego recordó que también era propietaria de aquel sitio.

 

Negó entrando por la puerta trasera, eso no era pedido suyo, debía de centrarse en no morir cuando su madre la viera, y ni que decir de Sagitas y Beltis, seguro que la odiaban por no dar señales de vida. Entre todos sus pensamientos ya se encontraba en el almacén, así que solo tenía que pasar una puerta más para seguramente encontrarse a sus compañeras.

 

Empujó con cuidado la puerta, y sonrió al ver las figuras de Sagitas y Anne, y más gente, pero aquellas eran especialmente entrañables. Suspiró con melancolía, ¿por qué siempre acababa desapareciendo cuando parecía que las cosas iban a mejor? Era una gran cobarde la Gaunt, sin duda.

 

Y allí se quedó, apoyada en el marco de la puerta esperando a ver si alguien se daba cuenta de su presencia, aunque con la vestimenta que llevaba actualmente quizás ni la reconocían.

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Acabé por rascarme la mejilla en un gesto nervioso. Claramente, las había interrumpido en una conversación íntima, yo y mi propia chismosidad con la que siempre me metían donde no me llamaban.

 

-- Bueno, no os preocupéis, miro por allá dentro. Seguro que en el almacén encuentro astillas de todo tipo de madera.

 

Di varios pasos hacia atrás para dejarles hueco y que pudieran seguir hablando, aunque... ¿Y si ponía un par de orejas de las que me chivarían de qué hablaban? Negué con la cabeza sin decir nada. No era bueno hacer eso, no podía dejar de ser una chafardera aunque no me importara para nada de lo que hablaban. Bueno, sólo un poquito. Bueno, bastante, sí, que soy muy curiosa.

 

Lo dejé pasar y no saqué las orejas, lo juro, aunque no por ganas sino porque todos necesitamos nuestra propia burbuja personal que debe de ser respetada. Suspiré y volví con los chicos. Ni idea de donde se habían metido Hayame, Ash y Lissette pero esperaba que no estuvieran jugueteando con las cajitas frágiles que guardábamos por algún sitio. A mí también me gustaban las burbujitas protectoras con las que solían venir las varitas. Pero ese era mi propio placer, no podían quitármelo...

 

-- @, creo que tengo madera dentro que me ayudará para arreglarla. @@Adrian Wild... ¿Te importa esperar un minuto más? Vuelvo enseguida.

 

Me giré y lancé un grito.

 

Sí, vale, que no está bien que me asuste de esa manera. Pero es que no me esperaba ver a un... una... uno... algo en la puerta del almacén, en una pose tan... atrevida, apoyado en el dintel de la puerta de acceso a la trastienda. Enarqué una ceja.

 

-- ¡Chicas, tenemos visita! Es un... una... sujeto con chilaba rosa y cabeza tapada -- por eso decidía que era "una", dándole género femenino -- y descalza. ¡Demonios, creo que necesita un baño no una varita! -- dije, ventilando el aire alrededor de mi nariz para alejar posibles efluvios que de ella emanaran.

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Me moría de nervios aunque confiaba en la tía Sagitas. Ella siempre nos ayudaba a todos de alguna manera, aunque a veces no de la forma más ortodoxa. Pero en la familia todos confiábamos en ella. Además, todos sabíamos que era una chistosa, así que me reí cuando me llamó aprovechona y no le hice caso, pues sabía que era mentira.

 

- Son 4 socias, 3 de ellas Warlocks - apunté mentalmente mientras ella desgranaba que se habían juntado con la hija de una de ellas. ¿De quién sería? ¿De cuál de las dos presentes que hablaban a hurtadillas en un rincón del negocio? Reí un poco más cuando dijo que la necesitaban porque eran muy serios. - Claro, tía. Es una campaña de "Pon una payasa en tu vida".

 

Como dijo que iba a preguntarles si tenían forma de arreglar la varita, crucé las manos por delante del regazo, con paciencia, esperando que todo saliera bien. La seguí y comprobé que hablaba con ellas, aunque no vi si les respondían.

 

- Tío Adrian, ¿me darás una entrada para tu teatro? Prometo ir a veros.

 

No me dio tiempo de más, puesto que la tía Sagis regresaba y decía que tenía dentro madera de palisandro para arreglar mi varita. Eso me alegró, pude por fin soltar un suspiro de alivio. Que duró poco. Sagis gritó e intenté sacar mi varita; no la tenía en la mano sino que estaba en el mostrador, para ser arreglada. Miraba a una chica con un ropaje árabe o parecido, de color rosado. Ella fui quien dijo que iba descalza, yo no me había fijado.

 

- Tía... No seas mala... No huele...

 

¿Quién sería?

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- Oh... --fue un susurro, un sonido que se perdió entre las miles de cajitas que contenían a las varitas.

No sabía aquella historia familiar de Xell, y me resultó bastante conmovedora. A Sagitas también se lo debió parecer, porque se puso al instante a buscar una solución, girando sobre sus talones y dirigiéndose a la parte posterior de la tienda, donde hablaban sus otras dos socias. Xell me pidió entradas para el teatro con motivo de ir a visitarme.

- Claro que sí, te reservaré dos para el día que quieras para el espectáculo de la compañía de circo. Es impresionante, la verdad, a pesar de ser una compañía nueva; lo vas a disfrutar mucho.

Estaba muy orgulloso y contento de la inversión que había realizado en contratar aquel espectáculo, y muy agradecido a mi hermana por proponerme aquella compañía.

- El espectáculo se titula мадам -dije en un perfeccionado ruso que había logrado gracias a las veces que lo había repetido durante los últimos días--, que significa "señora" en ing... --me callé cuando la pelivioleta volvió a entrar en la sala con noticias sobre la varita de Xell.

 

Sonreí mirando a Xell al escuchar que seguramente la varita que sus padres le habían hecho llegar después de su muerte tenía arreglo, esperando encontrar en su rostro alivio. Y así fue. Le hice un gesto a Sagitas para que no se preocupara por el tiempo de espera y antes de que me diera tiempo a volver a mirar a la rubia, la payasa gritó.

 

- Sagitas, ¿qué pasa? --dije aquello muy rápido, casi de forma automática; estaba demasiado acostumbrado a las sorpresas de mi hermana.

 

Al parecer, en el quicio de la puerta había una nueva figura, una especie de saco al que le sobresalían un par de mechones rosas donde se ocultaba el rostro de lo que Sagitas decidió por determinar como una mujer. A mí me parecía un saco flotante, puesto que el mostrador me tapaba toda la parte inferior. Y sin embargo, esos mechones rosas... No conocía a muchas personas que llevaran ese color.

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✤ Viajero de la noche ✤

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  • 2 semanas más tarde...

Intentó sonreir al primero que se percató de su presencia y que había llamado a Sagitas "mana". Estupendo, un hermano de la pelimalva. Esperaba que no se parecieran demasiado. Lo miró de reojo cuando hizo el comentario de la revisión de varita y tuvo que morderse la lengua para no responder con un comentario soez. Mejor los guardaba para sus conocidos, y evitaría salir en el periódico como la warlock deslenguada del Ministerio. Luego se fijó en otra muchacha, que tampoco la saludó: solo preguntó quién era. Anne puso los ojos en blanco por un momento y se limitó a extender aquel amago de sonrisa hacia ella. Al contrario que a la muchacha, a ella sí le resultaba familiar a pesar de no recordar exactamente de qué.

 

Pero luego pareció pensárselo y sí le respondió.

 

Me alegra saber que no es una visita familiar, estaba empezando a asustarme —comentó entre dientes. Prefirió centrarse en el problema con su varita—. ¿Problemas con la varita, dices? ¿Qué le ocurre? No permitas que Sagitas ponga sus manos en ella o terminarás matando a alguien cada vez que quieras prender una luz, hazme caso —añadió, mirando con maldad a su compañera, que hablaba de estar dentro de la ley—. ¿Sí, Sagitas? ¿Te mantienes dentro de la ley en todo, siempre, sin excepciones? —preguntó mientras su tono de voz se iba volviendo más frío con cada palabra a la vez que entornaba los ojos ligeramente. No quería que se relajara, quizás así las cosas serían más fáciles para ambas cuando mantuvieran... "la charla".

 

Saludó a ambos con la mano cuando la pelimalva por fin les presentó, aunque frunció el ceño al escuchar la palabra "gratis".

 

¿Y quién ha decidido exactamente que las revisiones son gratuitas?

 

Pero no tuvo tiempo de pararse mucho más, porque alguien entró de golpe en el negocio sobresaltándola. Allí estaba Beltis, haciendo que nevara en el local. Tuvo que hacer un esfuerzo para no reír ante aquel hecho.

 

Te veo invernal, querida —le dijo, a modo de saludo, aunque agradeciendo interiormente el refresco que la magia de la Malfoy suponía para el negocio. Ella tampoco soportaba el calor. Se acercó lentamente a la mujer, que hablaba de un cargamento de madera con cuidado de que no la escuchasen los demás—. ¿Qué tiene de especial para... tener esas dificultades? ¿Y cuál es nuestro beneficio si ponemos de nuestra parte para facilitar su viaje? —le respondió ella, bajando el tono del mismo modo para que solo pudiera escucharla Beltis.

 

A pesar de que las palabras de su compañera warlock y familiar habían despertado su interés, seguía escuchando tenuemente el resto de conversaciones. Por eso alcanzó a escuchar algo de que su negocio patrocinara el circo. Miró de reojo en dirección a Sagitas.

 

Cuidado con lo que respondes, Sagitas —le dijo en voz alta, intentando que en su tono de voz no se notara la amenaza—. Y a ver lo que haces con la varita de su sobrina. Si ves que no sabes... estate quieta, o la dejarás sin varita. Xell, yo que tú... no confiaría en ella, de verdad.

 

Pero Sagitas se acercó directamente a preguntarles, cosa que agradeció interiormente. Examinó con ojo crítico a su socia mientras hablaba y, antes de que le respondiera, se dirigió hacia el almacén. Gruñó entre dientes.

 

Sí, tenemos madera de palisandro pero sin tratar aún. ¡A ver lo que tocas ahí dentro! Si no está tratada, no sirve para arreglar la varita. ¿Me estás escuchando, Potter Black?

 

Y gritó que había alguien allí dentro. Se sobresaltó y rozó ligeramente el brazo de Beltis, que llevaba un buen rato en silencio.

 

¿Encubres la situación si elimino al que se haya colado en el almacén? —le susurró mientras se deslizaba tras la cortina que daba acceso al almacén. Allí estaba Sagitas con gesto sobresaltado y... alguien cubierto de pies a cabeza con ropas extrañas. Pero ella era un licántropo, y no necesitaba verle la cara a la recién llegada para reconocer su olor corporal estuviera donde estuviera—. ¡Mery! ¡Mery! ¿Cuándo has llegado y de dónde sales con esa ropa? ¿Estás tonta o qué te pasa? —dio un par de pasos adelante y la zarandeó—. ¡Beltis, mira! ¡Por fin se ha dignado a aparecer la perra muerta de mi hija! Que sepas que usé tu dinero para la apertura del negocio aunque no estuvieras, para algo soy tu madre. Y niña, ¿qué clase de "capisayo" llevas puesto? Quítate eso, por Merlín, es peor que cuando tu abuelo pasea por el castillo vestido con una hakama.

 

 

@ @@Beltis @@Mery Gaunt Karkarov @ @@Adrian Wild

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  • 5 semanas más tarde...

Me alegraba que el tío Adrian tuviera un negocio en marcha y estaba satisfecha de que le fuera bien. Sentí algo de envidia. Yo había tenido negocios antes de irme pero no había podido mantenerlos y, por ello, se los di a mi mami Reena, para que ella los atendiera. Pero los echaba de menos, la sensación de tener algo propio que cuidar y que el público entrara a comprar, atender a gente variopinta, tratar con los proveedores...

 

- Gracias por las entradas, tío Adrian. Iré al teatro seguro, me gusta mucho. ¿Necesitas bailarinas? Sé algo de ballet... - Estaba siendo humilde, era una gran bailarina. Había acabado la carrera de bailarina profesional en sólo tres años, habiendo conseguido la licenciatura en Danza y Coreografía en la UNIACParis, mucho antes de llegar al pueblo. Pero ya habían pasado tantos años sin participar de forma activa en nada... A veces echaba de menos las tablas. - "Madam" suena interesante. ¿De qué va? Parece en un idioma... diferente...

 

Me hizo mucha gracia el comentario de la socia de la tía Sagis. ¡Cómo la conocía!

 

- Prefiero que otra persona mire mi varita, por favor - aunque ahora estaba ocupada con la presencia de la nueva visita.

 

La conocía. Su nombre era muy occidental para la ropa que llevaba puesta. Me sentía muy curiosa. Llamarle por su nombre indignarse por su forma de entrar en la tienda, insultarla..., ¿su hija? Me puse la mano en el pecho, algo sorprendida por el giro de la conversación. ¿Quién sería el abuelo a quien mencionaba? Retrocedí un paso para no importunar. No sabía qué hacer, si esperar a que recordarán que estábamos allá y me dijeran algo de la varita o salir discretamente y volver otro día.

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  • 1 mes más tarde...

Entre en el negocio con mi varita entre las manos como si fuera un niño chiquito que tuviera que llevar al medico, las manos me temblaban: estaba bien que la varita ya tenia su buena cantidad de años y era una varita heredada pero siempre estuvo en una muy buena calidad y siempre siempre me procuraba de cuidarla y lustrarla ya que había sido la varita de Reiven. La había ornamentado con un tallado de dragón y le había adicionado un par de adornos que simulaban fuego saliendo de su boca, todo para poderla llevar como un prendedor de pelo y camuflarla entre mi cabello, como había aprendido de mi madre.

 

Hoy cuando hacia su mantenimiento y limpieza regular vi que tenia una grieta en la madera, una grieta que se estaba extendiendo a los lados y hacia abajo al mango... Me asusté tanto que no di como hacer para cuidarla y dado que en mi mente estaba tan alucinada decidí mejor llevarla a una buena tienda de varitas. Entré abriendo la puerta con la espalda y dejé mi varita en el mostrador, no miré a mi alrededor, solo tenia ojos para mi varita, no quiera perderla... solo esperaba que el dependiente me atendiera o llamara mi atención.

Siempre seré tu hija... Reiven Grindewald te quiero // NiqQIUZ.gif

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  • 2 semanas más tarde...

Aunque mi preocupación era aquella figura extraña que había entrado por detrás en la tienda, aún rumiaba la frase de "Ponga una payasa en su vida" que había soltado Xell, intentando adivinar si se refería a algo bueno o si era una ironía. Como no supe bien lo que quería decir, sonreí. Mejor tomarse todo bien porque seguro que así lo había dicho. Era mejor dedicarme a investigar quién era aquella chilaba chillona que estaba allá, en la tienda.

 

-- ¿мадам? ¿Y qué clase de título es ese, hermanito? Parece ruso.

 

¡¡Seré boba!! Pues claro que era ruso, si yo misma le había proporcionado los artistas de aquel espectácul0. Esperaba que no dijera mucho sobre cómo habíamos conseguido hacer llegar a ese grupo de refugiados a nuestro país sin usar del todo medios legales. No quería que Anne o Beltis se enteraran de mis "secretitos". Bueno, Anne ya me había lanzado un par de señales de advertencia sobre gratuitad, bonos regalos y, lo que me hizo más daño, dudas sobre mi profesionalidad con las varitas. ¡Como si no supiera, yo, que me había leído muchos manuales de "Reparación de varitas para Burros y magos despistados" y me los había aprendido al dedillo! Encima, había hecho dudar a Xell sobre mí y mi sobrina ya pedía que le atendiera otro.

 

Aunque todo se olvidó en cuando llamó perra a aquella figura y dijo que era su hija.

 

-- Y yo digo que tengo familiares raros, demonios... -- susurré bajito, para no ganarme otra regañina.

 

Como estaba enfurruñada, me crucé de brazos y me alejé. Que ellas arreglaran sus problemas. La puerta se abrió y vi entrar a Perenela. Esperé a que alguna le atendiera pero, como nadie lo hacía, me dirigí a ella para hacerle una broma pero, cuando vi lo que sostenía en las manos, mi mandíbula tembló y me quedé horrorizada viendo la varita. Después levanté la vista hasta sus ojos. No me podía creer que aún la conservara.

 

-- La varita de Reiven...

 

Demasiados recuerdos de golpe...

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Alce la vista hacia la voz de mi madre: ¿Que hacia aquí? ¿También era dueña de una tienda de varitas? ¡Vamos que ella es dueña de la mitad de los negocios de Diagon! ¡Claro que también tendría una tienda de varitas! Traté de no echarme a llorar, pero no pude evitar que se me aguaran los ojos con el susurro de su voz:

 

-Si, es la varita de mi padre – vi el temblor de su voz y de su labio y su mirada horrorizada, no es que pensara que mi madre de un momento a otro hubiera perdonado a mi padre o lo que había pasado entre ellos, es que esa varita tenia historia. - No se que le pasó, yo la he estado cuidando muy bien pero hoy vi la grieta, no quiero perder la varita de mi papá… ¿Tiene arreglo?

 

Estaba a punto de echarme a llorar, era muy muy valiosa, casi tan valiosa como la escoba que me había regalado o mi elfina… inclusive mucho mas porque era como llevar una parte de él, de su magia siempre conmigo

 

Siempre seré tu hija... Reiven Grindewald te quiero // NiqQIUZ.gif

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