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Castillo Evans McGonagall (MM: B 97458)


Syrius McGonagall
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Quizá era lo mejor, quizá necesitaban ocultar ciertas cosas como sus sentimientos pero de eso a mentir era un abismo que no cruzaría. Alzó la ceja al escucharla, no estaba cien por ciento seguro de sus palabras pero trataría de tener mucho tacto.

 

-No hace falta mentir, se que no te alegra la noticia pero yo decidí continuar de la mejor manera posible. No lo buscaba y eso fue lo mejor, todo fue natural y así mismo el presentarle a mis hijas. Demian no me contesta las lechuzas, supongo que vive aquí contigo... solo quiero saber si esta bien.-Dijo apesadumbrado por la falta de comunicación con su hijo mayor.

 

Demian era igual a él en el carácter, quizá mucho más explosivo y rencoroso pero siempre protegía a Kutsy aunque eso le costara la vida. Para el mayor de sus hijos tal vez el enterarse de la nueva vida de su padre era una especie de traición y se encontraba más que molesto con él, por eso se había encerrado en su habitación en el castillo Evans casi sin contacto con nadie.

 

-Las niñas son mucho más comprensivas, no notan todavía la diferencia entre amigo y pareja pero evité demostraciones de afecto para no incomodarlas. Creo que a la larga será muy natural el que convivan, ahora mismo no quisiera pasar por dramas.-Bebió otro poco de su taza y suspiró hondo llevando su vista al techo, en algún lugar del castillo se encontraba su hijo y a pesar de que moría por verlo quizá fuera mejor darle su tiempo.

 

@@Kutsy Stroud Lenteric

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Escuché con atención las palabras de Ethan, puse énfasis en sus inflexiones y en las pequeñas micro expresiones, de su rostro, las cuales a lo largo de nuestro matrimonio había logrado interpretar ligeramente. A veces pensaba que por ello habíamos terminado juntos, porque cada uno guardaba secretos a nuestra manera y nos complementábamos, mas todo eso había acabado como justo inicio. Aun me escocía la herida, pero el dolor era controlado por mi determinación a vivir el presente a plenitud.

 

Mi pecho subió y bajo ante un suspiro que escapó de mis labios el cual dio a una amplia sonrisa –sé que probablemente mis palabras no parecen del todo veraces –le dije mientras Dalí jugaba con el pequeño peluche y sonreía –pero realmente estoy contenta, por ti y esa mujer especial –quise agregar el porqué de aquella frase pero decidí que sería algo que guardaría para mí –, es bueno verte cada día mejor –mas la mención de Demian hizo que un nuevo suspiro se hiciera presente.

 

Bebí un poco más de té y agregué –Demian, se encuentra … –medité mis siguientes palabras, ya que era un tema delicado –en lo que cabe bien –era consciente del dolor de mi hijo mayor, tan real que a petición mía había pedido que no se molestara, podía ver el dolor grabado en sus pupilas, pero eso no se lo diría a Ethan, prefería librar aquella batalla a solas con él –dale tiempo, te prometo que él mismo te buscará cuando esté listo.

 

Emma me miró profundamente y luego observó el techo, sabía de la conexión de ambos que ese tema me preocupaba sobre manera –Emma mi amor –la llamé por su nombre dulcemente y al ver las lagrimas en sus ojos lo supe, la protección se había roto –Ethan, puedes abrazarla y hacer que cierre los ojos –le pedí con calma al tiempo que caminaba hasta quedar frente a ellos, me incliné, soplé entre mis manos un viejo adagio y coloqué la palma de mi mano contra la frente de mi hija.

 

Volví a levantarme y le susurré al oído de su padre –cántale esa vieja canción de cuna que tanto le encanta –Dalí miró en silencio todo y la abracé al volver a su lado –has sido muy valiente mi vida –le susurré cuando le revolví la cabellera. El cuerpo de Viktoria se relajo entre los brazos de su padre –y sí, las niñas son como dos pequeños ángeles –me pregunté si él lograría entender lo implícito en mis palabras.

 

@@Ethan Lenteric

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- Dominar desde la política… bueno, no puede sorprenderme, ya el ministerio estaba infestado cuando yo me fui – Así que habían dejado de atacar abiertamente… aquello era muy… interesante.

 

Una política sonrisa fue mi respuesta a la información sobre Catherine … ni yo misma entendía por qué quería volver a verla, jamás la había aceptado como madre, pero aun así le debía… le debía el haber sabido la verdad; aunque fuese justamente esa verdad la que tiró todo mi mundo al suelo. Pero lo prefería mil veces antes de seguir viviendo engañada.

 

Silencio fue toda la respuesta que recibí ante mi pregunta de cómo podríamos comprobar la verdad. Al cabo de unos minutos Bel habló. La seguimos tranquilamente hasta la biblioteca; en realidad, solamente yo lucía tranquila… aquel joven, Christian, la veía ansioso y nervioso. Como si en cada segundo que gastábamos en hablar o caminar, la vida se le estuviera escurriendo entre los dedos.

 

Me causó sorpresa la información sobre la reliquia, no tenía ni idea de que teníamos reliquias familiares con ese poder… me embargo profunda curiosidad y ahora yo lucía ansiosa, esperando que aquel joven descubriera cuál era su reliquia.

 

@@Syrius McGonagall @

Editado por Helen Evans

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Christian Evans

 

 

Y ahí frente a el se encontraba aquel añejo volumen que contaba la centenaria historia de los Evans McGonagall, el nerviosismo volvió atenazar su garganta una vez se disponía abrir aquel libro para encontrar a sus antepasados. ¿Y si fallaba? No podía darse aquel lujo, aquellas personas eran su última esperanza.

 

Comenzó a pasar las viejas páginas de aquel libro tímidamente buscando el nombre de Alfred Evans. Los Evans pasaban y pasaban mientras mas rebuscaba en aquel libraco, nombres de personas que vivieron siglos atrás, a veces imposibles de pronunciar, con cada década mas ramas se ramificaban, mas lugares visitaban y los apellidos mutaban en diversas variantes.

 

Pero poco le importaba aquello, Christian solo estaba enfocado en buscar un nombre en específico y lo encontró: Alfred Evans (1825 – 1921), deslizó su dedo por la fina línea de tinta que partía del aquel nombre y pronto nuevas personas comenzaron aparecer, pero no eran para nada desconocidas mientras mas baja mas familiares eran hasta llegar por fin a dar con su propio nombre.

 

-Aquí estoy – dijo con un dejo de alivio levantando la vista para ver al par de brujas – es una llave, la reliquia de mi línea familiar es una llave -

 

 

@ @@Helen Evans

 

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Sus ojos se vuelven hacia Lillian y no está segura de qué decir a continuación. Aylin puede verlo y le duele ver semejante reacción. Casi puede ver a Richard sobre la moto, lanzando maldiciones al viento. gritando incluso, hasta que la garganta le duele. Como el chiquillo que siempre fue al lado de Pandora. Como el hermano que siempre la amó y nunca se atrevió a admitirlo. Lo imagina en el aire, maldiciendo a voz en cuello a la mier** de sociedad inglesa que no ha descubierto en más de cuatrocientos años cómo equilibrar su magia, cómo hacer que pueda desaparecerse o crear un maldito traslador. Como lo odia, a pensar de que se empeñe en creer lo contrario.

 

Lo imagina en esa cabaña en Luss, alistándose solo y con manos temblorosas ¿o habría habido alguien más allí, alguien que pudiese llevarlo? Lo duda o ya estaría en el castillo en esos momentos. Entonces no tiene más remedio que calarse los guantes de cuero y subirse a la moto. Acelera pero no será suficiente. Aylin mira el cuadro de su madre todavía en silencio. Puede percibir cómo el ambiente ha cambiado. Ya no se siente plácido ni tampoco hostil hacia ella. Puede percibir el reproche, la culpa, la ira, todas emociones muy humanas, emanando de las personas a su alrededor. No se molesta en intentar distinguir más o adivinar de quién proviene cada una. En su cabeza, recuerda tan sólo el abandono de su madre. Sus palabras vacías, las palabras de Richard, sobre la verdadera naturaleza de Pandora.

 

Una niña de corte. Salvada primero por un noble y luego por una vampiro. Después, por otro vampiro y cómo jamás había podido dejar ir a ese amor que perdió, al vampiro que la echó de su vida con el aviso de que no debía volver más. Armand... pero ni siquiera él podría componer lo que tiene ante ella. Porque Aylin sabe lo que Armand pensaría de un cuadro semejante, algo de brujos y Pandora también debe saberlo. A Aylin tan sólo le aterra la perspectiva de que su madre sepa lo que Armand pensaría sobre ello. Amadeo, el chico devoto de Cristo, el jefe de la asamblea de París, para quien su palabra todavía es ley. El egoísta, seductor Armand, no se detendría a pensar aquello que Pandora le pide. Actuaría, sin demora.

 

Los pies de Aylin sin embargo, se quedan en tierra. La muchacha humana, Lillian, tiene razón. No sabe si lo dijo o si sólo lo pensó pero no importa. Aylin lo dice:

 

—Estas siendo injusta, madre —sus ojos se clavan en los de ella, siendo prácticamente en tono de los mismos el único rasgo que no comparten—. Esto es un acto egoísta.

 

Sabe que no puede haber sido la única en pensarlo. No cuando tiene a su hermano sin duda cruzando a toda velocidad los cielos de medio Gran Bretaña y a ellas reunidas ante ella ¿por qué les pidió venir para presenciar semejante cosa? Había esperado llegar, a burlarse un poco de sus parientes, incluso para encontrar al espíritu de su madre y no su cuadro pero no para eso. La mano de Quentin se apreta más en torno a la suya. Pandora tan sólo se queda lívida, antes de decir.

 

—Lo sé —sus ojos se hunden pero su decisión es como aquella vez en su lecho de muerte—. Pero he alcanzado ese grado en donde siento que de otro modo voy a hundirme en la locura. Como los vampiros desquiciados, emparedados bajo el cementerio de Les Innocents. Aylin, tu no lo viviste, no los oíste pero sabes de ello. Cuando eso pase, cuando haya perdido toda esencia de mí misma, esta locura trepará hacia los demás. Déjame morir.

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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Un silencio sepulcral se instaló en la biblioteca durante todo el tiempo en que, con las manos irremediablemente temblorosos, Chistian Evans pasaba, página a página aquel libro portador de la extensa genealogía familiar. Hubiera deseado encontrar una palabra que calmara la angustia que los gestos del muchacho dejaban traslucir, pero lo cierto es que debía enfrentar eso solo. No era la primera persona que lo hacía y tenía la seguridad que tampoco sería la última.
El libro además tenía mecanismos extraños, que quizá lo más antiguos antepasados de la familia conocían, pero cuyo conocimiento se había perdido para las generaciones posteriores ¿seria ese también otro acto de Mavado en contra de sus hijos, algo parte de su venganza? No tenía forma de saberlo, pero si recordaba, sin tener que forzar en demasía a la memoria, las varias tardes encerrada en la biblioteca buscando algún rastro que develara la identidad de mi madre biológica.
Elessar se había negado sistemáticamente a decírmelo, bajo el férreo precepto de que "jamás develaría el secreto que una dama le hubiese confiado". ¿Por qué mi madre no había deseado que yo supiera su identidad? Salvo ella, nadie más podría decírmelo. Igual, la interrogante había dejado de preocuparme hace muchos años.
Fue entonces, que de repente un brillo iluminó los ojos de Christhian, y su dedo pálido se deslizó por una de las páginas, levantando una discreta capa de polvo a su paso. Luego, relajando los músculos por fin señaló tanto para mí como para Helen su propio nombre, así como la reliquia asociada a su rama.
— Una llave. Vamos a ello entonces.
La recámara que albergaba las reliquias Evans era extraña. Binny y Soa eran mucho más diestras en su empleo, pero sabía lo elemental de su funcionamiento, similar al de la sala de los menesteres de Hogwarts. Por lo que, tras recitar un hechizo y golpear tres veces con la punta del pie el suelo al lado de la chimenea, las piedras en él comenzaron a separarse hasta formar un estrecho acceso que dejaba ver unas escalinatas de piedra. Con un movimiento de la cabeza, indiqué a ambos que me acompañasen, y los tres, descendimos hasta que flotando en medio de una urna cavada en la roca, se apreciaba una curiosa llave plateada, con zafiros incrustados en su empuñadura.
— Adelante Christian Evans. Cumple tu destino.

Nada podía salir mal ¿o sí? Súbitamente nerviosa, tomé la mano de Helen, a la expectativa de lo que sucedería a continuación.

 

@@Syrius McGonagall @@Helen Evans

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—Por mucho tiempo, sé que mi existencia las ha atormentado.

 

—¿Tú crees? —masculla Madeleine por lo bajo, cruzando los brazos sobre el pecho. Aún así, con la mirada clavada en las puntas sucias de sus tenis, se obliga a escuchar lo que Pandora... lo que su madre biológica tiene para decirles. Con ella, siempre hay algo más. No duda de las palabras de Lillian; parece tratarse de una persona buena, de una persona normal, y no le parece una locura que le haya pedido a Pandora presentarle a sus hermanos. Tampoco se resiente por su declaración posterior: Madeleine no duda que su visión puede ser decepcionante, mientras que la presencia de Aylin es simplemente desagradable. Ella, mucho tiempo atrás, también pensó que no había sido buena idea conocer a Aylin Stark y sigue manteniendo esa idea.

 

Repentinamente, el ambiente se tensa y Madeleine no entiende la razón sino hasta que Catherine lo dice en voz alta.

 

—Vaya, un poco dramático, ¿no lo crees? —suspira, levantando la vista hacia el retrato. Sin embargo, sus músculos se relajan.

 

La voz de Lillian entonces se torna baja, como un susurro resentido, mas la escucha con claridad; evita ver su rostro, aunque por su voz se lo imagina. Ella alguna vez tuvo una reacción similar... sin embargo, ahora las cosas son diferentes. En cuanto a Aylin, sus palabras y la forma en que busca apoyo en Quentin le sorpenden. ¡Qué momento tan emocional! Pero Madeleine se siente ajena a esas palabras y a las lágrimas.

 

—Es un maldito cuadro —rezonga, volviendo la mirada hacia sus hermanas—. ¡Es un maldito cuadro! —repite, remarcando cada palabra— ¡Un cuadro, por las pantaletas de Morgana, poco menos que un fantasma! Miren... Pandora murió o lo-que-sea hace años. Ya la lloramos, la velamos, la subimos a un barco y la lanzamos al agua. Yo también quiero terminar con ésto, ¿saben? Si se quema el maldito cuadro de una vez por todas, mejor, así terminamos de aceptar que ya no está —entonces, levanta la mirada al cuadro y frunce el ceño—. Ya me cansé de vivir con fantasmas.

Editado por Eileen Moody

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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El golpe en el pecho de Aylin es como un puñetazo. Quentin puede percibir su ira a través del roce de su mano, pues aprieta el agarre sabiendo que de otro modo, Aylin se lanzará sobre Madeleine sin ningún tipo de arrepentimiento:

 

—¿Te parece? —sus ojos están entornados y su voz destila veneno. Ella no vivió lo que ella pasó, por lo que no tiene idea del dolor que ello pudo haberle inflingido pero su formación tradicional como vampira le impide verlo como algo distinto a una abominación sin importar cuantos argumentos pueda tener su interlocutora—. En ese caso, serás tu quien lo haga.

 

Suelta la mano de Quentin pero no se lanza sobre su media hermana, si no que se acerca a la pared y arranca el cuadro. Ella no lo sabe pero nadie más que ella misma o Richard habrían sido capaces de hacerlo. Magia de sangre, sangre que sin duda tienen sus hermanas pero ellas son mortales y su poder no llega a tanto. Los Evans se habían asegurado contra todo tipo de modalidades de robo de otras maneras también pero dado que esa no es la intención de Aylin, no salta ningún tipo de alarma. Richard por otro lado, siempre arruinaba todo tipo de magia.

 

Sin miramientos, ella tiende el cuadro hacia Madeleine y encaja el mismo entre sus brazos obligándola a retenerlo y alejándose luego con expresión de asco.

 

—Es una abominación —repite, como si no soportara ver la parte trasera del cuadro que sabe que de alguna retorcida forma aloja a su madre. Magos y sus costumbres extrañas y aún así volver a hablar con ella había sido...— pero si tu vas a hacerlo será su voluntad. Yo no voy a impedirlo.

 

Iba a cruzarse de brazos pero Quentin tomó de nuevo de su mano, de forma que Aylin pudiese sentir su proximidad y su pulso latiendo en su muñeca. Aquello consiguió apaciguarla a pesar de tener todavía la vista fija en Madeleine. Quizá la muchacha tenía razón, quizá de verdad pensaba lo que decía de corazón y si así era ¿qué podía hacer entonces Aylin? Tan sólo observar y esperar.

 

Su rostro se distrajo tan sólo unos breves segundos en Lillian >>¿no iba ella a decir algo?<<

 

@ @@Lillian Potter Evans

Editado por Melrose Moody

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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Exhaló algo parecido a un gruñido bajo que se escuchó como un sollozo de las ramillas y hojas del árbol que le rodean, como si lo hubiera provocado alguna corriente de aire.

 

Es difícil ver desde donde está y lo es más aun teniendo que mantenerse en aquella postura curvada, quedarse quieto no cree él que sea un verdadero problema, aunque no puede evitar la molestia en su nariz cuando las ramas de arbusto rosan sus mejillas. En realidad no se queja mucho tampoco, pues considera que ha estado en lugares más incómodos antes. Por otro lado, la luz del día que se filtra apenas por los huecos en la planta lo hacen lamentarse de no haber escogido otro día menos soleado u otra hora para salir de Baker hacia el castillo de los Evans, pero es que en verdad no podía solo quedarse a esperar el regreso de la sanadora al consultorio.

 

Un par de elfos caminaron cerca de la jardinera donde se mantiene oculto, en el momento en el que la sombra de ellos pasa ha evitado incluso parpadear para hacer el menor ruido posible, aunque está de más, la conversación tan animada de las criaturillas no dejaban escuchar otra cosa. Entonces lo pensó, que ya había sido el tiempo suficiente, bien podía volver a intentarlo, pero tendría que salir de ahí y ¿si P-ko le encontraba de nuevo? No han pasado ni veinte minutos desde que la elfina le había advertido sobre solo merodear los patios del castillo como si fuera un psicópata asechando a su presa:

 

… …

 

―¿Buscas a la señora?-,

 

No

 

―¿Entonces?

 

Solo paseaba por aquí

 

―…Fuera Ollivander, chuu~

 

… …

 

Aunque lleva un buen rato escondido ahí, supone que P-ko también ya le conoce lo suficiente para no haber caído en su engaño de que se iba de los terrenos de los Evans por las buenas. “Tss”, seguro que si se le encontraba escondido en la jardinera o saliendo de ella a la compañera de Bel no le quedaría más que echarlo de mal modo. Que ridículo, ahora comienza a pensar que en realidad no hay más diferencia de esperar ahí escondido a esperar en la comodidad de su butaca en Baker, sin embargo, la idea de estar más cerca de su cometido termina por convencerlo de que se encuentra en el lugar correcto ahora.

 

Son los pasos de alguien más acercándose lo que lo animan a mirar otra vez por entre las hojas de los arbustos, del otro lado, caminando en dirección a donde se oculta él, puede ver una silueta, de alguna mujer pequeña, estima, pero de la cual no puede aún distinguir un rosto inmediato, de buscarlo seguramente las ramas sobre su cabeza se removerían y delatarían su mechón blanco saliendo entre las flores más altas del arbusto. El encuentro con ella se acentúa a cada paso que avanza en su dirección, ¿le habían descubierto ya?, es posible pues hasta casi puede jurar que su mirada, aunque no la puede ver, esta puesta duramente sobre él.

 

Qué remedio”-, piensa mientras rebuscaba entre los bolcillos de su abrigo, ya sin importarle hacer más ruido o si ella, en el caso de que aun no le hubiera visto, le encontrara. Finalmente, casi de un salto salió de la jardinera, sacudiéndose hojas y pétalos que pudieran haberse adherido a sus ropas o cabellos. Una y otra vez los párpados cayeron pesadamente sobre sus ojos que ya se habían acostumbrado a la penumbra del escondite, y perezosamente, del modo más casual el muchacho giró lo que restaba de distancia para encontrarse con aquella persona, si le había sorprendido su repentina aparición, no podría saberlo aún.

 

Wright-, ahora que puede verle directamente al rostro, reconoce a una de las hijas de Bel, de quien no sabe tanto en realidad, aunque relativamente la conoce solo un poco más que al resto de los parientes de Evans. ―Ha pasado un tiempo ¿ah? Apenas pude reconocerte sin…tu disfraz-, el muchacho desvió la mirada hacia los campos aledaños al castillo, ¿tendría tiempo de escapar?, en breve volvió los pálidos ojos sobre el rostro blanco de ella. ― Sin quererlo mi cartera se ha caído dentro de la jardinera, solo la recuperaba-, mostró a la muchacha la pieza de cuero marrón antes de volverla a meter dentro del abrigo. ―Estaba aquí para buscar un paquete que Bel debe guardar para un caso del consultorio, pero ah…estoy algo perdido en este lugar-, nuevamente le aparto la mirada aprovechando para buscar a su alrededor algún rastro de P-ko mientras aparenta estar desorientado.

 

@@Junnyco Wright

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- Tu ultimo acto de egoismo - susurro clavando las uñas en la palma de sus manos. Un sabor agidulce corrio por su garganta mientras oia sin siquiera prestar atencion a lo que sus "hermanas" decian.

 

Etaba siendo dura, lo admitia. Pero lo cierto era que aquello le corroia el alma sobremanera y no sabia por cuanto tiempo mas seria capaz de controlarse.

 

Sus orbes azules comenzaron a empañarse mientras las lagrimas se agolpaban añadiendo un toque mas de irrealidad a todo ese absurdo.

 

- Quizas tengas razon - comento por lo bajo dirigiendose a Madeleine mientras sentia la mirada desesperada de Aylin sobre si - Si ella lo quiere asi .... haganlo

 

Ni siquiera sabia si consentian aquella clase de permiso que les otogaba, y lamentablemente no le mpotaba, a sabiendas de que antaño, abria rogado por la aprobacion de aquellas chicas. Sin embargo, aun le quedaba algo por añadir.

 

Con una parsmonia de gata cansada estira sus brazos hacia Mady para quitarle el cuadro y hacerlo quedar a la altua de su demacrado rostro. Puede ver la figura en el, su madre ... Pad, aquella bruja qe siempre la habia protegido y cuyo ultimo egalo descansaba como una reliqia sobre su pecho.

 

- Es tu ruego y se cumplira - musito, consiente de que ellas la escuchaban - Aunque se me vaya la vida en ello ... Sin embargo, en el momento que te vayas, este dejara de ser mi hogar y nunca mas pisare sus jardines. - anuncio, mientras gruesas lagrimas rodaban por sus mejillas, entregandole simultaneamente el cuadro a Madeleine.

 

 

 

@ @

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