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Castillo Evans McGonagall (MM: B 97458)


Syrius McGonagall
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Ya me había presentado y con eso mis paso me llevaron a subir por los bordes del jardín de aquella casa, la vegetación y la pileta, me ubique de-Y si hacemos una fiesta?...no creo que les importe no?tras de ellos a una distancia de 7 metros, parecía que estábamos bien protegidos de los habitantes del lugar, una risita pues la tentación del agua estancada ahí era un llamado a meterme.

 

.- Y si hacemos una fiesta?.- Solté una risita divertida por que la sola ocurrencia de usurpar el hogar ajeno era lunática.

 

Me tome la libertad de traer un regalito que le dispuse a dejar como quien no quiere la casa como un recuerdo latente de que pasamos por aquí, de que sabíamos la verdad, pero sobre todo de la superioridad de los mortios por sobre los fenixiamnos, que decir de las consecuencias luego...eso era lo menos relevante, podía imaginar las caras cuando vieran los estragos causados, aun así no me arrepentía de nada por que ellos se merecían eso y mas de ser posible.

 

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Una risa mas fuerte al ver el trabajo realizado, sonaría por los pasillos asustando a los magos, algo difícil de olvidar, me hizo feliz como hacia mucho tiempo no lo hacia. En su memoria realmente, era algo que había hecho por él...nadie lo sabría solo yo y era mejor que fuera así.

 

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- ¿Pretendes correr antes de siquiera saber andar? - Murmuró el dhampir a Shelle - Por mucho que uses el espejo de niebla, recuerda que como tu comandante reconozco y pudo ver el poder que puedes producir. Deja eso para tus enemigos, que al parecer te tienen tanto miedo que ni han aparecido. Felicidades – El tono irónico era evidente.- Para la próxima recuerdame publicar en el profeta la hora exacta del próximo ataque, a ver si asi responden y tienes a quien mutilar. Aunque de ese periodicucho quien se va a fiar.... - Si no fuera porque debia cuidar de ella, el mismo la ahogaria en aquella piscina. Por bocazas

 

Su alma vibro con vehemencia, por hoy no habría derramamiento de sangre. Se alegro por ello. La pluma de águila que llevaba en el interior de su varita era parte de aquella bestia alada que representaba sus ansias de volar libre y el amor sin igual por la madre tierra. Luca como Einar no dudaba y siempre priorizaba para evitar daños mayores. La Orden no había aparecido, con la consecuencia evidente que la marca ganaba terreno. Se maldijo por ello. Debía hablar pronto con Elvis y ver como solucionaban aquello. El no podía hacerlo todo. Tendrían que poner un poco de su parte si querían derrocar a Aaron y sus lacayos.

 

Había aprendido mucho de las dos mujeres más importantes de su vida; Mei le había enseñado a lidiar con la frustración, le había entregado confianza y cariño, por el cual lucharía toda la vida y Lisa, su prima y reina, capacitada y única, le había mostrado lo que es el valor, lo que conlleva una gran responsabilidad y lo que una persona puede decir sin palabras. Tocaba seguir refrenándose y aunar la información necesaria para que los creyentes, los verdaderos creyentes de la luz tomasen sus armas y regresasen al campo de batalla.

 

– Nos vamos – Ordeno, tras ver el accionar de las dos chicas – Denebola - Nombro – Deja nuestra seña de identidad, para que sepan que estamos aquí y muy vivos – Y no tardes, te esperamos.

 

Al finalizar el día, a veces, era mejor, retomar posiciones y volver a ubicarse en aquel tablero de ajedrez llamado vida. Alzo a su compañera de combate y pensó en su siguiente accionar - Haz de la Noche – Agarrando a la otra chica (Shelle) por el brazo, abrió un portal, agradeciendo aquel libro que su prima lo había obligado a cursar y ambos magos desaparecieron de la Evans Mcgonagall en dirección a la fortaleza oscura. Su lucha no había terminado aun. Tenia que retomar el orden mundial de las cosas. La vida y la luz, esta vez, ocuparían el trono que un día se les negó. Todo su accionar iba encauzado a esa meta.

 

 

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La noche había sido mejor de lo que realmente había esperado, en mi memoria había grabado datos para tener en cuenta para la próxima vez que tuviera la oportunidad de participar de alago así, pensé levemente en las personas con las que me habría encantado compartir esto, mientras escuchaba como ellos realizaban con admiración algunos hechizos, mi mirada expresaba un brillo perverso que podría afirmar muy pocos llegaban a conocer.

 

-Ojala se repita pronto.- Susurre mas para mi que para los otros.

 

Di unos pasos mas cerca de mis compañeros pues quería prestar las atención, había necesitado esto y no me había dado cuenta, la adrenalina y el sentimiento de pertenecía, siempre había querido encajar mas por que compartía el pensamiento, estaba conforme con el liderazgo y con todo eso que se estaba realizando sin que otros los notaran, este mundo inestable. decidí dejar un regalito mas por que ellos se lo merecían y por que yo también.

 

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Por fin estaba lista para irme cuando tone que ¿el me nombro, de sus labios escapo ese nombre que me fue dado luego de que la marca se grabara en mi piel, me dio el honor de dejar el ultimo rastro de nuestra presencia, aquella marca que era la razón de temer de la mayoría, tome con firmeza mi varita, dejándola ser libre.

 

-Morsmordre!.- Grite al cielo apuntando a "Angis" con el orgullo plasmado cuando aquella marca se fijo en lo alto donde siempre debió estar.

 

Mis pasos se apuraron pararme con ellos...una ultima mirada a todo y desaparecí como si nunca hubiera estado verdaderamente en aquel lugar.

 

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  • 3 semanas más tarde...

Leonid Sila

 

 

El agua helada de la última nube le corría por el cuerpo, empapando su ropa y calando hasta los huesos del mago. Pasó la zurda por sobre su rostro para que las gotas que caían de su cabello no le jugaran una mala pasada con la vista, necesitaba de sus ojos para no perder de vista el objetivo. Se recostó sobre su escoba y aceleró el vuelo, el viento le silbaba con furia entorno a los oídos, agitando su cabello y gracias a dios secandolo un poco.

 

La luna llena enmarca un cielo casi despejado, solo algunas perezosas nubes grises se extendían en algunos sectores cubriendo las estrellas pero por el resto era una noche sumamente clara y Leonid lo agradecía.

 

Debajo la campiña inglesa se extendía a sus pies, campos verdes cercados por muros bajos de piedra, pequeños bosquecillos de olmos y robles, grandes casonas rurales y pequeños poblados que se apiñaban en los cruces de camino, todo en calma, todo silencioso.

 

Los criminales se encontraban a unos 50 metros delante, eran tres, de los siete que habían sido cuando los tomaron por sorpresa en aquel galpón en Dover. Tres de seguro estaban muertos, la maldición mortal no perdona, el cuarto no tardaría en seguir el destino de sus compañeros sus heridas eran muy graves.

 

Pero aquellos tres lograron escapar, montaron sus escobas y ascendieron hacia el cielo huyendo del destino que les aguardaba si eran atrapados. Chernyy Zamok no era un lugar en el que alguien quisiera terminar, la muerte parecía ser un mejor destino. Pero los necesitaba con vida, perdieron posiblemente cuatro y los muertos no cuentan historias.

 

El Kremlin tenía ojos y oídos en varios lados, y un grupo insurgente en el volátil este ucraniano comprando armamento en Inglaterra no era algo deseable para los intereses de la nación en la región.

 

Tres miembros de las fuerzas especiales fueron enviados en aquella misión de toma y captura, la interrogación se haría en el desalador norte bajo la seguridad de los muros y encantamiento del Castillo Negro.

 

-Desmaius- gritó el mago de cabello cobrizo.

 

El rayo partió de su varita al instante y cruzó en cuestión de segundos los metros que lo separaban de su objetivo. Estaba solo, cuando vio que aquellos tres se escapaban no lo dudó tomó una de las escobas de los muertos y partió en su dirección, los gritos y maldiciones de sus compañeros pronto quedaron atrás, era testarudo y decidido, después recibiría el amedrentar del líder del escuadrón, pero una vez atrapara aquellos tres, “el cosaco” le decían y acostumbrados estaban a esos arranques.

 

El rayo impactó en el mago que volaba en el centro, un golpe directo y preciso, sin fallos ... pero la caída no sucedió. Simplemente el mago desapareció en una voluta de humo y pronto los otros dos le siguieron ¿Una ilusión?.

 

El mago miró rápidamente en todas las direcciones, si era una ilusión los verdaderos magos no estarían lejos ¿Como no se había dado cuenta? ¿Cómo sucedió? Los encontró a unos escasos metros a su espaldas pero demasiado tarde, la maldición lo golpeó en el rostro, un destello dorado y un crujido. Perdió el control del vuelo y pronto perdió el contacto con su escoba, los ojos le escocían, sentía su piel arder, el mundo giraba entorno a él mientras el viento aullaba con furia.

 

Ya no sabía donde era arriba o abajo, caía. La luna y las estrellas se intercalaban con las altas torres de piedras de una castillo alzado sobre un peñasco -Arresto Momentum - fue el suspiro que escapó de sus labios, lo único que atinó hacer.



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Bel Evans Ollivander

 

El rostro imperturbable de Mavado fue todo lo que necesité para cerciorarme de que aquel ataque mortífago no había ido más allá de la colocación de banderas y la calavera en lo alto de los cielos, como un recordatorio de que estaban presentes, y que no habían olvidado los ideales a los que mi familia se debía.

 

— Siempre puede lidiarse con todo, menos los derramamientos de sangre innecesarios.— atiné a decir, mientras observaba el agua de la piscina, todavía enturbiada y veía a P-ko desaparecer los carteles que habían dejado por el lugar— Lo importante es que puedan transmitir a los mandos de la Orden del Fénix todos los datos posibles y señas de los atacantes. Ya ellos sabrán que hacer con eso.

 

Abrigándome con la capa de viaje, permanecí de pie mientras los elfos de la familia arreglaban el desastre. La verdad era que me sentía sumamente inútil, sin capacidad de hacer magia que ayudase a restaurar la casa, e incluso un tanto culpable, pues había pasado más tiempo del imaginado en Hawai, alejada de la residencia, cuando todavía y a todos los efectos, era la matriarca de la familia.

 

Unas cuantas preguntas más fueron hechas en el interín de la restauración. Averiguar del resto de parientes era una curiosa tradición, pues a diferencia del común de familias, rara vez los viajeros Evans McGonagall permanecían en el Castillo. No era sorprendente por tanto, que P-ko contase que lo único que recibían en los últimos tiempos eran cartas, postales y toda clase de paquetes de las direcciones más imposibles, aunque luego sus ojos se iluminasen, como si hubiese llegado a su mente nueva información.

 

Y efectivamente, así era.

 

Oh, está ese crédulo muchacho irlandés, el predicador. Debo confesarle que sus lecturas apaciguan mucho mi ánimo y hacen más amenas las tardes de té de los viernes. Él debe haber sido la persona que más nos ha visitado últimamente— reflexionó la elfina, que viendo concluida su tarea me invitó a pasar al interior del castillo— debería decirle que se mude con nosotros ama Bel, mire que él no lo dice, pero me he enterado que vive en un minúsculo cuarto en una residencia multifamiliar en Hogsmeade ¡imagine semejante lugar sin calor de hogar, viniendo él de una numerosa familia!

 

Se me figuraba que P-ko exageraba en las condiciones en que podía estar viviendo Rory Despard, pero una charla con él ¿qué daño podría traerme? Asentí con la cabeza, con gesto un tanto ausente, pero no había dado ni tres pasos, cuando de pronto, Mavado señaló hacia el cielo, hacia una figura que no había parecido más que un punto diminuto al principio, pero que ya más cerca resultó que era ¡un mago!. Apresuradamente, solté la maleta y corrí en dirección a donde el joven caería.

 

Muchas dudas cruzaban mi mente ¿quién era? ¿se trataba de un mortífago rezagado, o un miembro de la orden que habría acudido ante el ataque perpetrado? Cuando su cuerpo alcanzó tierra, una rápida observación revelaba que había sido víctima de una maldición, por lo que de inmediato, aun a riesgo de que pudiéramos estar exponiéndonos, ordené que los trasladasen al interior para asistirlo con primeros auxilios. Desde su porte a las ropas que portaba, no parecía que él fuese inglés, pero hasta que recuperara la conciencia y hablase, no teníamos forma de saber de quién podía tratarse.

 

— Me quedaré a vigilarle hasta que despierte. Por favor Mavado, encárgate de avisar al resto de Evans que estoy en el castillo y requiero de sus presencias en él.

 

Suspiré cansada, sentada en aquella poltrona junto a la mesita de noche, en el claroscuro de la lámpara que iluminaba débilmente la habitación. ¿Cuánto tiempo tardaría en despertar? ¿Y cuántos serían los Evans que acudirían al llamado?

 

 

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Editado por Rory Despard

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Era un poco extraño aquella situación, últimamente no estaba acostumbrada a estar tan lejos de Londres, aunque en realidad lo que extrañaba era estar en la heredad, había pasado un par de semanas lejos de aquellos terrenos y por alguna razón los extrañaba, era su hogar, su refugio, pero ¿podría ver o sentir algo así en el castillo Evans? Suponía que en algún momento tendría que ir allí, por lo menos en cuanto llegara su madre de aquel viaje tan largo, a fin de cuentas, la familia Evans también era su familia, la materna y debía, en algún momento presentarse allá.

 

De camino a casa llegaba una especie de mensaje, no entendía muy bien como había logrado llegar hasta allí con el viento arreciando a esas alturas, no pretendía que sus pensamientos se cumplieran tan tempranamente al saber que era requerida en el castillo Evans Mcgonagall, pero eso tenía una sola explicación y aquello era que Bel Bel Evans había regresado de donde hubiese estado.

 

Giró un poco la escoba, desviándose de su destino, quería llegar donde los Ollivander, pero su curiosidad de saber de ella y sobretodo verla después de tanto tiempo, era más fuerte que el hecho de regresar a casa.

 

No tardó mucho en llegar a aquel lugar y su imponente arquitectura, no sabía que pasaría al intentar aterrizar en uno de los pequeños jardines del castillo, tal vez tuviera algún hechizo anti intrusos o similar, pero no tuvo dificultades al aterrizar frente a una pequeña fuentecilla. No tardó mucho en avanzar hacia algún lugar en donde pudiera preguntar a alguien por su madre, un elfo dalia a ver a la recién llegada –He venido tras la petición de la matriarca Bel Evans…- no sabía si era necesario mencionarlo, pero por si las dudas -Soy su hija, Hannity…

 

Que extraño era mencionarlo en voz alta, era algo que aún no acostumbraba a hacer.

 

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Leonid Sila

 

 

Camina por un bosque. No reconocía el lugar, pero los abetos, robles y pinos crecían entorno al camino de tierra que seguía como un muro verde impenetrable, lo más extraño era el silencio, los bosque jamás eran silenciosos, fuera el lugar del mundo donde se encontraran. Aquello no era normal.

 

Pese a todo solo podía seguir avanzando por el camino de tierra seca que serpenteaba interminable por aquel bosque, a medida que avanzaba levantó la vista al cielo, claramente era de día la iluminación se lo señalaba junto con el color azul profundo del firmamento pero no podía encontrar el sol ¿Amanecería? ¿O sería el ocaso? El astro rey no aparecía por ningún lado.

 

Las sombras de los árboles no se correspondían con ninguno de esos momento del día, parecía ser más bien mediodía, tampoco así calor o frío, el viento no corría, árboles más árboles el camino de tierra más árboles y el silencio. Y él no podía detenerse, a pesar de percatarse de que aquello no iba bien solo podía seguir avanzando.

 

Inspiró y nada, ni un solo aroma, ni la fragancia de las flores, de la maleza o la corteza, eran un mundo donde solo podía ver y seguir caminando. Tenía que irse, tenía que desaparecer… su varita, necesitaba la varita. El pelirrojo llevó la mano al bolsillo de su pantalón y solo encontró tela lisa, confundido bajó la vista y se encontró con unos pantalones castaños sin bolsillo, completamente listos, quizás un poco arrugados.

 

No los reconoció, no eran suyos al igual que tampoco las botas y la holgada camisa blanca que llevaba, pero su varita ¿Dónde estaba su varita? La necesitaba, estaba en una misión en el extranjero, los insurgentes ucranianos, el gran galpón el costa, la persecución por los cielos, las imágenes del recuerdo comenzaron a cruzar su mente centelleantes y el dolor surgió.

 

La piel le comenzó arder, cerró los ojos frente a la jaqueca que sacudió su cabeza, se llevó las manos al rostro, el calor que emanaba la piel de su rostro quemaba su manos, sus piernas flaquearon y cayó de rodillas sobre el camino de tierra, que parara que el calor que parara, se quemaba.

 

De sus labios escaparon las súplicas que se repetía internamente, sus ojos se abrieron y la oscuridad del exterior lo desconcertó ¿El bosque?, sintió el colchón de plumas debajo y las sábanas blancas que lo arropaban, su vista se acostumbró a la penumbra y reconoció que se encontraba en una habitación.

 

Observándose parada de pie junto a la cama una mujer pelirroja aguardaba en alerta ¿habría gritado en ruso? La caída, seguía en Inglaterra, las sábanas se le enredaron entre las piernas mientras trataba de incorporarse, el dolor disminuía y su mente se aclaraba. La caída, lo atacaron y cayó desde los cielos, recordó el castillo que se alzaba debajo ¿Sería allí donde estaba?

 

-Mi varita, quiero mi varita - su inglés fuertemente marcado por el acento sonó oxidado por la sequedad de su garganta, la varita no estaba en su bolsillo, la necesitaba, estaba en una misión.

 

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Elfina P-ko (recibiendo a @@Hannity Ollivander Evans)

 

La ama Bel se encuentra en la segunda planta, esperando que reaccione un misterioso joven que nos cayó del cielo ¿sorprendente no? Aunque he presenciado cada cosa en este castillo...

 

A pesar de su pequeño tamaño, piernas cortas y enrevesado traje de mucama afrancesado, la elfina se movía con una velocidad envidiable por el camino que conducía a la entrada del enorme castillo. En el trayecto, tomándose muy en serio su labor de protectora de la casa, P-ko fue dando detalles pormenorizados a la joven hija de su ama de las últimas incidencias del castillo, concentrándose en el reciente ataque que este había sufrido a manos de los mortífagos.

 

Es bueno que llegara señorita Hannity. Le soy sincera, siento mucho temor de que la amita esté sola en esa habitación. Mavado tomó la precaución de llevarse la varita de aquel sujeto, pero, aun así, sabe bien que ella ahora...no posee magia.

 

La pausa en sus palabras hacía evidente el hecho de que no era un hecho superado para ella la nueva condición de Bel. Como fuere, cruzada la recepción, subieron a través de las anchas escalinatas, conducentes al segundo piso.

 

Bel Evans Ollivander, con Leonid Sila(@@Syrius McGonagall)

 

Había pasado el suficiente tiempo en compañía de Catherine para reconocer el acento ruso cuando lo escuchaba, y tampoco es que en aquellas palabras el hombre buscase disimularlo. Ciertos elementos de su aspecto señalaban una cierta perturbación en su ser, que se reflejaban en el desconcierto con que observaba la habitación y que incluso antes, se habían manifestado en sueños, con balbuceos y movimientos repentinos bajo las sábanas.

 

Era difícil poder explicar de qué manera verlo a él traía a mi mente ecos de experiencias pasadas vividas. No era tampoco la primera vez que en el Castillo se atendía a una persona desconocida, pero sí que era la primera donde las palabras de la persona estaban concentradas en pedir su varita, que para cualquier mago, era como la garantía para encontrarse seguro.

 

Eso significaba, por tanto, que ni mi presencia, ni aquella cama confortable, habían conseguido apaciguar su espíritu, y que incluso podía más bien estar en un estado de alerta mayor.

 

– Realmente es sorprendente que tras los ataques que sufrió haya reaccionado tan pronto– poniéndome de pie de la silla, fui hasta la bandeja don de P-ko había dejado un par de vasos y una jarra de agua, y sirviendo ambos vasos, tomé uno y el otro lo tendí a él, esperando lo cogiese – si le dijera que la varita se rompió tras su caída ¿me creería?.

 

La desconfianza se palpaba en el ambiente, así que desistí de que tomara el vaso y opté por colocarlo en la mesita de noche al lado de la cama, para volver a ubicarme en la poltrona. Él tenía múltiples motivos para sospechar de mí, y yo estaba en idéntica posición, todavía sin resolver si aquel hombre tendría o no vinculación con los mortífagos que habían atacado ese día el Castillo, pero como si de una bandera blanca se tratase, bebí del contenido del agua de un solo sorbo y dejé el vaso vacío a un lado del suyo, todavía intacto.

 

El remedio para quemaduras administrado y los otros medicamentos le deben haber provocado sed. Necesita rehidratarse y créame, nadie por el momento, tiene interés en envenenarlo o cosa parecida. Todo lo contrario, no tiene idea de lo oportuna que ha resultado su llegada.

 

Le sonreí, intentando mostrarme relajada y afable, pero unos golpes en la puerta hicieron que desviase mi atención unos segundos, para indicar a P-ko que se anunciaba, que podían ingresar a la habitación, tanto ella como Hannity . Segundos después, el estrépito del cristal rompiendo contra el suelo, llenó mis oídos.

 

¿Cuál de los vasos había caído? Estaba a punto de verlo, pero supe entonces que la negociación y resolución de ese misterio iba ser tan dura como la había supuesto al inicio. Y Hann no podía haber sido más oportuna con su llegada.

 

@@Syrius McGonagall @@Hannity Ollivander Evans

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Leonid Sila

 

 

 

 

Escuchó perplejo lo que la mujer que le tendía el vaso de agua le decía ¿Su varita rota? No, no podía ser, un mago sin varita y en un contexto como en el cual se encontraba, en el medio de una misión era un blanco más que expuesto. No creía que los ucranianos regresaran a terminar su trabajo, por lo que a ellos respecta la caída lo había matado y aunque guardaran dudas estaban más interesados en huir que en finalizar el asunto.

 

Pero aún así necesitaba su varita, sus compañeros se estarían preguntando dónde estaba si es que ya no partieron en su búsqueda. No estaba rota, lo sentía o al menos no sentía nada que le dijera que la misma no estuviera, la conexión entre un mago y su varita era una de las relaciones más complejas y misteriosas del mundo y un pérdida como la que pregonaba aquella mujer no sucedería sin dejar marca, su varita se encontraba íntegra pero lejos de su alcance.

 

Observó con detenimiento a la mujer, le sonrió ¿Dónde estaba? Sería un buen comienzo - ¿Donde estoy? - preguntó con la voz rasposa antes de que un suave golpeteo de la puerta los interrumpiera. La mujer se dio la vuelta para abrirla y el mago presa de la sed estiró el brazo para tomar el vaso que reposaba junto a su cama, sentía como la garganta le ardía necesitaba agua.

 

Se llevó el vaso a los labios y bebió, pero lo que sintió no era agua. El sabor metálico de la sangre inundó su boca, podía sentirla espesa y tibia en su lengua. Las arcadas no tardaron en llegar y el vaso se deslizó de entre sus manos impactando en el suelo quebrándose en varios fragmentos.

 

Escupió el líquido que salió como simplemente agua de su boca, se incorporó torpemente de la cama asqueado por lo que acaba de sentir - Es sangre, me diste de beber sangre - se pasó la diestra por los agrietados labios en un intento de aliviar la sensación. ¿Dónde estaba? ¿Que clase de personas eran ellas? Inquirió al par de mujeres que lo observando perplejas desde el marco de la puerta.

Se sentía muy débil, el calor que abrazaba al pelirrojo no desaparecía por completo y la cabeza volvía a sentirla embotada, y aún seguía sin tener su varita. El ruso rodeó la cama con paso tambaleante haciendo acopio de todas sus fuerzas - La varita, devuelvanme la varita - exigió casi en un susurro, su boca se encontraba muy seca.

 

@@Rory Despard

 

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No había reconocido a la elfina que la había recibido, hasta que reconoció su chillona voz, era P-ko la elfina de su madre y a la cual la había visto unas cuantas veces en la Heredad haciendo algún encargo para Bel, Hannity sonrió, era bueno ver a alguien conocido en un lugar tan desconocido para ella, en donde solo conocía a su madre y su elfina. Se sentía extraña caminando por el pasillo, un escalofrío recorría su cuerpo mientras se dirigían a la entrada y en cuanto P-ko le dijo sobre el ataque de los mortífagos supo que aquello se debía a la magia negra que ellos realizaban, estaba tranquila, puesto que sabía que su madre recién llegaba de su viaje y así ella no había corrido ningún peligro.

 

- P-ko, no había nadie en el castillo el día de la intromisión de los mortífagos, ¿o si?

 

Aquello era uno de los detalles que no había mencionado la elfina, o que por lo menos Hannity no había escuchado.

Sabiendo que toda la familia, aunque ella no conocía, estaba a salvo, caminó con más ligereza, pero había algo en aquellos relatos de P-ko que aún no entendía, el hombre que había caído literalmente del cielo, ¿sería acaso un plan de los mortífagos para atacar de nuevo?

El nerviosismo la atacó nuevamente y en conjunto a las palabra de la elfina, la rubia sentía temor de que su madre estuviera sola con aquel extraño, sabía que alguien le había quitado la varita, pero ella sabía que había magos que podían usar magia sin ella.

 

-P-ko ¿crees que puedas llevarme a dónde se encencuentra mi madre? SSólo para asegurarnos de que este bien...- lo había dicho en un tono inocente, pero por si las dudas ya sacaba la varita de la bolsa de la capa de viaje.

 

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