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Castillo Evans McGonagall (MM: B 97458)


Syrius McGonagall
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Bel Evans Ollivander

El sonido de una bombarda me devolvió del sueño. Atontada, apenas alcancé a acomodar los brazos y tiré de la mesa el pomo de tinta en el proceso, antes de intentar volver a dormir, pero la aguda voz de P-ko terminó de despertarme.

La fiesta ha dado inicio. Tiene que hacerse presente como matriarca de la familia.

No escapó a mis oídos, a pesar de estar adormilada, el énfasis que había puesto al tiene, un recordatorio más de los muchos que había estado haciéndome los últimos días, respecto a los deberes que se acumulaban sin ser atendidos.

Era por puro milagro y empeño de los elfos, que el castillo se había mantenido sin caer en el estropicio. Y había sido mi voluntad de recurrir a los Moody recordando su estupenda jornada de caridad, la que había hecho posible que ese día estuviera festejándose el cumpleaños de Matt con tanta pompa y algarabía.

Estaré allí, pequeña.

"No es sano que pase usted tanto tiempo recluida en la biblioteca" fue lo último que la escuché decir antes de desaparecer con un sonoro "crack". Su cuestionamiento era chocante ¿No era acaso peor, dados mis antecedentes, estar en una fiesta donde correría alcohol a mansalva? Era cuánto menos contradictorio aquello, y aún así, no pude molestarme con ella y su actuar, sabiendo que en el fondo, no dejaba de preocuparle que poco a poco y de forma inexorable, estuviera caminando guiada por Grelliam, a otro mundo donde ella ya no podría alcanzarme, ni servirme.

...

La música era suave, y los colores agradables a los sentidos, o al menos así lo percibía con la doble dosis de poción estimulante que llevaba encima. Richard parecía exultante contemplando las esculturas que adornaban el espacio, y cerca de él Catherine, en su sobrio traje negro transmitía una extraña calma mientras conversaban con Matt quien bebía alegremente del whiskey que le habían servido (o se habría servido, quien supiera).

Veo que esa cuantiosa suma de galeones fue bien invertida.

El pensamiento llegó directo a la mente de Richard, mientras con ademanes corteses, saludaba a Catherine, a Madeleine que había ido directamente a la mesa de comidas  y finalmente al agasajado.

— Espero que disfrutes lo suficiente de la velada de hoy, como para que todos en la estación se animen a pasar aunque sea una temporada con la familia - tomando otro vaso idéntico al suyo, lo alcé para hacer un brindis- a tu salud querido, para que nunca falten razones para seguir viviendo. ¿Será que nos metemos a la piscina todos? Me intriga esa barra flotante.

@ Syrius McGonagall  @ Melrose Moody  @ Ellie Moody

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Matt Ironwood.

 

–¿Con qué whiskey, eh? - dijo bastante sorprendido con la respuesta de Richard. El castaño jamás había probado un whiskey como aquel pero no era un experto en el tema como para llevarla la contraria al encargado de las bebidas. Haciendo un pequeño gesto de brindis se llevó una vez el vaso de vidrio a los labios y le dio un buen trago al recientemente identificado destilado.

Escuchó las palabras de Catherine y sonrió al asentir -Me siento como en casa, es mi segundo hogar sin dudas - expresó encantado de pasar otra temporada con los Evans.

Otra figura amiga no tardó en acercarse hasta el trío, se trataba de Madeleine. La escocesa lucía aquel aspecto despreocupado y desgarbado tan típico de ella que se tradujo en la desentendida que se encontraba con el festejo al preguntar con su fuerte acento escoces directamente por la comida. Matt sonrió mientras Catherine le señalaba donde se encontraba el buffete. 

Después de un tiempo de compartir con magos y brujas de aquel país, él en una primera instancia indescifrable acento escoces poco a poco se le comenzó hacer entendible, aunque en ocasiones si hablaban demasiado rápido tenía que pedir que se lo repitieran nuevamente.

Madeleine no fue la única en acercarse, pronto la pelirroja cabellera de Bel se asomó hasta allí. - Ya lo estoy haciendo - le replicó a la bruja mientras la abrazaba a manera de saludo cuando le preguntó si estaba disfrutando de la fiesta. -No lo digas dos veces - rió cuando hizo referencia a sus compañeros en las 184 -¿Unas vacaciones todas pagas en Europa? Ya estarían comprando los pasajes para Inglaterra - soltó el Ironwood. 

El mago no dudaba de que todos y cada uno de sus compañeros dentro de la 184 estarían encantados en visitar  Inglaterra y volver a ver a los magos y brujas británicos que compartieron un tiempo en el destacamento. Quizás no sería mala idea arreglar un pequeño intercambio para más adelante.

-¿La piscina? - dejó escapar algo reticente Matt ante la sugerencia de Bel. Observó la enorme piscina donde un isla - bar flotaba en el centro y sacudió inconscientemente sus hombros, la noche otoñal era fresca, no sabía hasta qué buen punto sería que se meterian al agua.

-¿Estás segura? - preguntó el ojiazul en el preciso instante que una fresca brisa otoñal arrancaba un par de hojas pardas de un viejo y nudoso álamo que se encontraba cerca. -Entiendo la temática de la fiesta…. - comenzó diciendo Matt para luego decidir al diablo todo - Bueno ¿que esperamos? - le sonrió a sus compañeros mientras dejaba su vaso en una mesa y se encaminaba hacia la piscina. 

Sacó su varita del bolsillo y apuntó el bar que se mecía con suavidad en el centro de la piscina y lo encantó para que tranquilamente se acercara hacia el borde. -¡Vamos! - les  apremió con un gesto al resto. 
 

@ Ellie Moody  @ Melrose Moody  @ Rory Despard

 

 

 

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Parece ser que la fiesta acaba de comenzar, pues la mesa de aperitivos está intacta; un verdadero tesoro, ya que los mejores quesos están disponibles y nadie ha pasado las manos por los sándwiches. Madeleine toma un plato y comienza a llenarlo con un poco de cada cosa, con la idea de tomar ese almuerzo improvisado junto a la piscina. «Pero lejos de la barra, por supuesto», se recuerda a sí misma. De todas formas, la comida parece ser lo suficientemente deliciosa como para que no piense en las bebidas. Y si la ansiedad llega al punto de no poder manejarla, bueno, debe haber algo que no tenga alcohol.

Tras el ataque de Madeleine, para disgusto de los empleados de la zona, la mesa quesa bastante afectada y se nota que alguien pasó por ahí sin piedad; sin embargo, su plato está generosamente lleno con los mejores bocadillos, trozos de queso y charcutería. No habían cubiertos en la mesa, pero de todas formas todo lo que está ahí puede comerse con las manos. Sólo hay una cosa mejor que comer la comida preparada por alguien más, y es la comida gratis. Está segura de que de todo ese festín quedará comida para días, así que quizás sea una buena estrategia pasar la noche allí para desayunar sándwiches improvisados con los restos de la mesa de charcutería y sobras de la cena. Quizás incluso podría llevarse algo para almorzar en el trabajo, y así no tendría que ir a la tienda a comprar comida...

La repentina animosidad de Matt hace que Madeleine abandone sus vacilaciones, y vuelva la mirada hacia los demás. No alcanzó a oír la conversación que tuvieron, pero parece que de allí surgió el impulso del mago de "activar" la zona de la piscina. ¿Una piscinada nocturna? ¿En otoño? Eso sólo puede acabar en un resfriado. Sin embargo, no es por eso que se dice que tiene que hacer todo lo posible para evadir la invitación. Debajo de la ropa, entre los vendajes y los magullones, su cuerpo no está en las mejores condiciones para nadar. Y no quiere dar explicaciones.

—Perfecto, justamente son cuatro —dice Madeleine, sentándose en una tumbona junto a la piscina, con el plato de comida sobre su regazo. Las migajas caen sobre su pantalón mientras abre un pan con las manos para metelerle varias rebanadas de queso y salchichón—. Pueden jugar ese juego muggle que sale en las películas, ¿saben? Chicken fight, o algo así. Yo quiero ser el árbitro.

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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Matt Ironwood.

 

-¿Chicken fight? - el castaño se giró hacia Madeleine que cómodamente se recostaba sobre una silla playera para disfrutar el rebosante plato de bocadillos que tomó de las mesas de comida. Si la escocesa quería ver acción más vale que se uniera al trabajo sucio también pensó el Ironwood negando con la cabeza mientras sonreía al escuchar la propuesta de la Moody de autodenominarse como árbitro del juego. 

-¿Tu? ¿Árbitro? - dejó escapar el ojiazul observando a su interlocutora - ¿Conoces las reglas? Pensaba que en Escocia no tenían piscinas - bromeó Matt haciendo referencia al poco amigable clima de la tierra del cardo. 

-No, no creo que jugar algo que deje afuera a alguien sea lo mejor, después de todo eso no es parte del espíritu “aloha” que quiere manifestar esta fiesta - comenzó diciendo el mago mientras desechaba la idea de beber tranquilamente un par de tragos en el bar flotante. Madeleine había despertado una nueva faceta en la fiesta con su propuesta y el mago no creía que ella fuera consciente de la puerta que había entreabierto. 

 -No, si vamos a divertirnos todos los haremos - sonrió una vez más Matt mientras agitaba una vez su varita apuntando a la piscina, un chorro de agua se elevó un metro por encima de la superficie antes de salir disparado hacia Madeleine que tan cómodamente se había instalado sobre la silla con su comida. 

El agua salpicó por completó a la bruja mientras el castaño se destornillaba de la risa al ver los aspavientos de la escocesa. Sabía que tenía que actuar rápido porque la Moody no se quedaría de brazos cruzados y la respuesta a su primer movimiento no tardaría en llegar, por lo que aún riendo hizo un saludo militar al resto de los presentes y con ropa y todo se arrojó a la piscina. 
 

 

@ Ellie Moody  @ Melrose Moody  @ Rory Despard

 

 

 

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  • 2 semanas más tarde...

Madeleine se esfuerza por ocultar su indignación mientras sigue degustando los canapés de su plato, recordándose a sí misma sus ejercicios de respiración para controlar la ira. Se recuerda a sí misma que ya no es una adolescente explosiva con un carácter terrible, con la que no se puede bromear ni jugar —aunque todavía fuera esa persona hace apenas un año atrás—; se recuerda a sí misma que ahora es una persona con un carácter más templado, es más madura y más racional. Qué importa si zoquete cuestiona sus habilidades como árbrito, a pesar de que sólo ha visto el juego que mencionó en películas y de que sólo estaba inventando una excusa para no entrar al agua.

—Bueno, tu te lo pierdes —replica Madeleine, encogiéndose de hombros, mientras elige otro bocadillo para degustar—. No se preocupen por dejarme afuera, solo vayan a bañarse y déjenme seguir comiendo en paz... —suspira, rodando los ojos. Decide hacer caso omiso a la insistencia de Matt, segura de que si no le hace caso, olvidará el tema y se enfocará en divertirse con los demás.

Sonríe cuando toma una mini hamburguesa, uno de los bocadillos que estaba guardado para más adelante, pues las hamburguesas son de sus preparaciones favoritas. Se acomoda en la silla y cierra los ojos mientras se acerca el tentempié a la boca, hasta que siente algunas gotas caer sobre su rostro, a pesar de que no escuchó a nadie entrar a la piscina. ¿Habría comenzado a llover? Al abrir los ojos, se da cuenta de que una sombra parece haber caído sobre ella; y cuando levanta la mirada, observa una gran masa de agua suspendida en el aire, una especie de tentáculo. Como si se hubiera dado cuenta de que lo está mirado, el chorro de agua sale disparado hacia ella, sin darle tiempo de salir corriendo ni de resguardar su plato de comida.

Madeleine se queda en el lugar por unos momentos, aturdida y sintiendo el cuerpo golpeado, como si una ola de agua la hubiera arrastrado por la orilla. ¿Qué se supone que había pasado? La risa de Matt le martillea en los oídos, sin molestarse en disimular su travesura de niño pequeño. Está bien. Es sólo una broma, un juego incluso. Lo que debe hacer ahora es reírse, decir que fue muy divertido pero que de verdad no tiene ganas de nadar, sino que prefiere seguir comiendo y ver a los demás disfrutar de la piscina. Eso es lo que una persona madura, centrada y racional haría ante esa situación, a sabiendas de que sólo es una travesura y no una ofensa a su persona.

Por lo menos, en su mente, eso es lo que hace. Pero en la realidad Madeleine se encuentra levantándose de la tumbona sin importarle que el plato, caiga el suelo, empuñando su varita con tanta fuerza que los nudillos se le ponen blancos y echándose a andar hacia la piscina con una gran sonrisa y los ojos encendidos por el enojo. Se pone de cuclillas en la orilla de la piscina, observando a Matt flotar en el interior de esta.

—¿Sabes? Tienes razón, vamos a divertirnos tu y yo —dice Madeleine, todavía sonriente. Entonces, levanta la varita mágica y la apunta hacia Matt, mientras conjura un mobilicorpus. Mientras mantiene la varita mágica en dirección al mago, unos hilos invisibles parecen sostener al mago como si de un títere se tratara, y siguiendo el movimiento de la muñeca de Madeleine lo levantan en el aire y lo hacen levitar hasta el suelo del jardín—. Pero ¿no crees que es más divertido si estamos en igualdad de condiciones? Después de todo, no sé nadar, ya que en mi pueblito sólo habían charcos infestados de grindylows —suspira dramáticamente—. Aún así, rescataré tu iniciativa de jugar con agua y así mantener el espíritu de la fiesta.

Con un golpe de su varita, junto a ella aparece un tobo de plástico lleno de globos de agua. Todavía está sonriendo cuando los globos se elevan tras ella y viajan a toda velocidad hacia Matt.

@ Syrius McGonagall

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  • 2 meses más tarde...

Matt Ironwood.

 

Nevó toda la noche y aún pese a que la blanquecina luz del día brillaba tenuemente en el exterior, los fríos copos blancos seguían cayendo al suelo con una cadencia más suave que hacía unas horas pero de manera constante. Un manto de nieve cubría los jardines, estatuas, torres y tejados del castillo Evans dando un encantador aspecto invernal al antiguo hogar. 

 

El castaño observó el espectáculo helado de los jardines desde la cálida sala principal y sonrió agradecido de poder disfrutar de dicho paisaje sin tener que hacerle frente al frío. Pero no era necesario mirar la nieve caer fuera para entretenerse, la sala principal de los Evans lucía en aquel momento un aspecto muy original. 

 

La elegancia inglesa fue sustituida por un destartalada estilo cabaña, paredes, piso y techo de tablones de resistente madera, oscurecidos por el tiempo, el polvo y el hollín. Una alfombra cubría gran parte del suelo, gruesas pieles decoraban las paredes mientras un potente fuego crepitaba en un rincón, había una destartalada barra y algunas pequeñas mesas repartidas por toda la habitación. 

 

Matt transformó la sala en un réplica de un saloon al estilo viejo oeste que había visto tantas veces en películas, tenía planeado un juego para entretener a los Evans presentes en el castillo durante aquella fría tarde. No solo la sala había cambiado, el ojiazul se veía como un vaquero salido de esas mismas películas. 

 

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Melrose entró al salón con un montículo de bollos de crema sobre los brazos. Estaba sorprendida de encontrarse en un espacio más parecido a su lejana residencia en Luss, con los Moody, que en el interior del castillo que siempre ostentaba la más cara manufactura. Sin embargo, no hizo ningún comentario. Por el contrario, con ojos muy abiertos, se acercó hacia Matt y le alargó un bollo mientras observaba alrededor.

-¿Necesitas ayuda con algo? No te veía hacía mucho tiempo...

Un atisbo de sonrisa y unas palmaditas en la espalda fueron su saludo, para luego proseguir hacia la barra precariamente para dejar allí su merienda. No dejaba de revisar con la rapidez de su especie, arriba y abajo, detallando en su mente cada esquina y cada tablón nuevo, mientras olisqueaba el aroma a pino. A pesar de que lucía antiguo, era evidente que era un arreglo reciente, mágico del todo, pues no había albañil capaz de cambiar el interior de un castillo de esa forma. El olor a nuevo lo impregnaba todo, detalle que tal vez Matt cambiaría poco después para que lo reciente de la distribución renovada no resultase tan descarado, por lo que Mel disfrutaba mientras tanto.

Freya ingresó en ese momento con expresión preocupada, preguntando qué era lo que sucedía. La elfina lucía más envejecida que la última vez que Melrose la había visto y eso la sorprendió ¿cuánto vivía un elfo doméstico de todos modos?

-Sí, eh... -Mel hizo un enorme esfuerzo por hablar con la boca vacía, suspendiendo su asalto a los bollos hogareños- Si quieres acelerar lo... que sea que estés haciendo ahora, pues estoy a la orden.

La bruja giró su varita entre sus dedos, antes de guardársela en los enormes bolsillos del vestido azul que llevaba y seguir comiendo. Eso pareció tranquilizar un poco a la vieja elfina, pero no tanto.  

Editado por Melrose Moody

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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Salí del trabajo a la hora de siempre y, apenas poner un pie en el exterior, pude notar que la nieve no había dejado de caer en ningún momento. La suela de mi bota se hundió en la mullida y blanca capa que recubría el piso mientras comenzaba a caminar acelerando un poco el paso y alejándome de la entrada principal al Ministerio de  Magia. Me alejé lo suficiente para poderme desaparecer sin ser vista y antes de poderlo pensar más, me dejé sumergir por la sensación de la desaparición. 

Aparecí ya en Ottery, pero alejada del Castillo. No me molestaba caminar los metros que me separaban del lugar, pero el viento frío de invierno estaba intensificándose a medida que caía la noche, por lo que apuré el paso. No sentía el frío como los humanos pero tampoco quería quedarme en la ventisca cuando se hubiese hecho de noche. Atravesé la gran verja de hierro que llevaba a los jardines del castillo y continué caminando, ya aminorando un poco el paso. 

Entré y me sorprendió el cambio de ambientación del lugar. Por un momento bastante largo estuve segura de haberme equivocado de castillo, o de haber descubierto un ala que aún no había explorado. Aquello parecía un saloon de las películas de vaqueros que mis hermanos muggles solían ver cuando éramos pequeños y a las que jamás había terminado de encontrarles la gracia más que verlas con ellos. Había una barra que no se veía muy estable pero parecía poder cumplir con su función; todo estaba ambientado amaderado pero con el olor a nuevo que todo solía tener y, cuando observé a quienes se encontraban en el interior de la estancia, pude ver que Matt iba vestido como un vaquero de aquellas mismas películas.

También se encontraba Melrose, y pude ver como una elfina se retiraba del lugar justo cuando yo ingresaba. Me acerqué a ambos a saludarlos y el olor que provenía de una cesta en la barra me abrió el apetito de golpe. Parecían bollos. —Buenas tardes. ¿Qué es todo esto?— pregunté a quien pudiera responderme, aún contemplando todo a mi alrededor. —¿Debería cambiarme de ropa?— pregunté de repente, recordando que tenía puesta mi ropa del trabajo y no algo que combinara mejor con la decoración.

 

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Mel se sorprendió al ver que Mia llegaba. No la había visto hacía mucho y parecía apenas retornar del trabajo. Al menos, tenía un aspecto parecido al que solía tener Ellie cuando volvía del suyo.

-Uhm, creo que esto todavía no empieza - replicó Mel dubitativa, ya que Matt todavía no le había dicho nada respecto a cuáles eran los planes para lo que a todas luces lucía como una posible celebración-. De todos modos, si quieres baño caliente y comida antes de que todo arranque, no te cortes por todo esto -añadió en modo afable.

Mel era consciente de que normalmente su papel en ese tipo de reuniones y celebraciones era más bien pasivo. Dejaba que Richard organizara todo o veía cómo lo hacían los Evans y llegaba cuando ya estaba todo listo o cuando quedaba muy poco por hacer. De hecho, que recordara, rara vez asistía a esas reuniones por su cuenta. Quería hacer la diferencia en esa ocasión y por eso le había dicho a Matt que ayudaría en lo que hiciera falta, sin contactar primero a los Moody, pero era algo más que eso.

-¿Alguno vio a Bel? -preguntó Melrose. Ella siempre tenía el tino de caer de sorpresa justo en fechas donde los Evans se reunían. No la veía hacía mucho- O a Rory y a los demás aquí en el castillo. Todo está extrañamente silencioso.

Quizá tuviera que ver con la nieve o la ventisca pero el silencio inquietaba un poco a la bruja. De manera distraída, retiró también unos copos de nieve de los hombros de Mia con suavidad. Fue un gesto conducido por su repentino nerviosismo a causa del silencio provocado por la nieve ¿amainaría pronto? 

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  • 2 meses más tarde...

Scott Moretti.

 

-Esta es una noche que jamás olvidaremos mis hermanos! - gritó con entusiasmo Scott al grupo de jóvenes que aguardaban ansiosos dentro del autobús alquilado esperando por su pequeño discurso antes de lanzarse a la fiesta. 

-Esta noche, Alpha Phi va a ser recordado por dar la mejor maldita fiesta en la historia de la Universidad - tuvo que gritar la última parte de su pequeño discurso para hacer oír por encima de los vitoreos y gritos ya algunos alcoholizados de sus compañeros de fraternidad. 

Scott sonrió -Hermanos, hermanos - trató de hacer oír por encima de los gritos y los golpes que algunos daban con el puño en el techo del autobus, tuvo que levantar su diestra hasta casi rozar el techo para que el clamor descendiera - Caballeros, ¿que estamos esperando? Nuestros invitados aguardan por nosotros - preguntó al mismo tiempo que la puerta del autobús se abría y la veintena de estruendosos muchachos emergió a través de ella como un vigoroso río.  

Scott se quedó un momento atrás, se permitió disfrutar de la victoria en el silencio que imperaba en el autobús tras la salida de sus hermanos de fraternidad. Lo había logrado, después de tanto luchar y rebuscar logró tener aquella mansión por toda la noche y a un precio muy por debajo del que esperaba tener que pagar por obtenerla. Era el mejor y ahora todos lo sabían. 

Se alcanzó una lata de cerveza que alguien dejó sin tocar en uno de los asientos de la parte trasera, la abrió y bebió un largo trago. Se secó los labios con la zurda y decidió que era momento de unirse a la fiesta. 

La noche era fresca, pero el cielo nocturno se encontraba completamente despejado. La música y la luces salían ya de los dos primeros pisos de la mansión, pero los pisos superiores lucían completamente oscuros y silenciosos. 

El edificio era antiguo y siniestro, desde los ochentas permanecía desocupado y no parecía que nadie fuera a vivir en ella en ningún tiempo cercano. El bajo precio del alquiler debía ser por eso y bueno porque sus últimos dueños fueron brutalmente asesinados hacia cuarenta años. 
 

 

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