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• Mansión de la Familia Macnair • (MM B: 86385)


Pik Macnair
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Contuvo la respiración nerviosa, en su mente rebotaba una única pregunta ¿Realmente aquello estaba sucediendo? ni siquiera era capaz de sonreír. Sus manos temblorosas habían anidado de primer instancia en las caderas de Oniria sin intención de marchar, aun así se encontraron a la altura lumbar entrelazando los dedos luego de que una corriente eléctrica las azotara. Podía sentir la fría respiración en el cuello, el tacto helado en sus hombros, entonces sí se permitió sonreír ante la dulce ironía de que Haughton siempre sería cálida para ella, desde que la conoció nunca hubo conocido lo gélido característico de su raza. En ese instante solamente la cocina se incendió o quizás solo se trataba de su cuerpo, lo mismo daba no lo supo ocultar.

 

La piel se erizó y sus ojos cerrados se humedecieron, podía sentirla tan cerca, con los labios pegados a sus párpados que consiguió ser ella misma. Por ilógico que resultase tuvo alas, por primera vez en su vida, y la mujer entre sus brazos no fue menos que la brisa que le impulsó para volar, la libertad que necesitaba, el golpe de realidad para comprender que no estaba todo perdido. Le susurraba que la amaba porque aun una parte de sí temía volver a perderla, quería decírselo tantas veces como los oídos de su interlocutora estuviesen dispuestos a oír más calló de golpe, solo sus respiraciones agitadas suavemente podían oírse entre aquellas paredes blancas; no estaban solas.

 

Reconocía la voz de Juliette pero no estaba en condiciones de recibirla o reparar en su salud, había esperado ―aunque no lo admitiese― dos tortuosos años por volverla a ver y posiblemente mucho más por saberse correspondida así que no dudó. Se separó de la Mortífago con una dificultad casi dolorosa, la tomó de la mano para ayudarle a bajar de la mesada escabulléndose por una puerta lateral para evitar el pasillo principal; bien siendo Matriarca simplemente podría haber desaparecido pero la adrenalina que causaba aquella infantil carrera había encendido un brillo especial en su mirada verdosa, lujuria.

 

Se detuvo ante la primer puerta que encontró a su izquierda, la abrió y tiró de Oniria hasta que ambas fueron devoradas por una oscuridad densa y casi palpable. Cerró la puerta reconociendo el perfume del ambiente casi de inmediato, estaban en el cuarto de Pik, giró sobre sí aun con la mano de su compañera entre las suyas y delicadamente la empujó hasta poeticamente dejarla entre la espada y la pared. Podía verla a medida que su visión se acostumbraba a la falta de iluminación y aun si no lo hacía era capaz de sentirla, respiraban complementándose, como si un exhalo le diera vida a la otra, como si estuvieran conectadas por algo que escapaba a la comprensión lógica e incluso mágica.

 

Se acercó, en modo sigilo, con la destreza de un felino casi agazapado. Posó una mano sobre la superficie de madera y con la otra acarició el perfil de su rostro, siempre le había parecido hermosa pero en ese momento el adjetivo calificativo le quedaba pequeño. Oniria era perfecta. Con los dedos se abrió camino entre la seda de su cabello blanco hasta captar la tibieza en la nuca y detenerse allí, acortó la distancia sin hacer que por defecto ella se moviese un solo centímetro y volvió a besarla, no hacía falta pensar demasiado, ambas lo querían. Ni siquiera medió palabras, no quiso hablar, en silencio se entendían, se deseaban.

 

Siempre lo hicieron así, en total silencio.

 

Sin prisa dejó que su mente pusiera a sonar la melodía que danzaban sus bocas. En armonía y con calma sus lenguas se rozaban, se consumían, se quitaban el aliento mutuamente y se lo devolvían sin pena alguna. Besarla resultaba un préstamo de vida. Te amo musitó deslizando sus labios que ardían hacia el oído de Oniria marcando una distancia de cinco centímetros para admirar la labor de sus manos, éstas como si supieran recorrieron los brazos de la mujer cuesta abajo acariciando la piel con la yema de los dedos hasta detenerse en el límite de su cintura, la frontera que determinaba la tela. De una sola vez, aun siendo demasiado sutil, arrastró su blusa hasta verla caer a los pies y la suya propia siguió, desnudarla era todo un deleite.

 

Se tomó otro segundo para apreciar su torso desnudo, su piel de porcelana, el movimiento mecánico de su pecho. Experimentaba una locura diferente entonces. Volvió a besarla como lo hizo en la cocina, tenía los labios tibios y entumecidos, húmedos. Mordió su cuello y descendió hasta la altura de su inerte corazón alzando el mentón de Oniria con una sola mano, casi controlando los movimientos de la misma a su conveniencia. Te amo repitió, con la mente anestesiada sin saber por qué habían dejado pasar tanto tiempo, por qué habían aplazado el encuentro como un castigo al delito que ninguna hubo cometido.

 

―No te vayas nunca, por favor.

 

Era ella, siempre tan Arya. El ruego se le escapó del inconsciente y no tuvo más remedio que tomarla por la cintura y atraerla hacia sí con ligera brusquedad, no había querido decirlo, ella la amaba por efímera que fuera su presencia y no quería que le respondiera. Aquella noche solo quería amarla, descubrirla.

 

@Oniria

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Oniria:

 

 

 

 

Habíamos entrado en un cuarto que no era el de Arya. Me entusiasmó, sonreí, la dejé hacer. ¿Cómo habíamos esperado tanto? Me estaba desnudando. Después de años, Arya estaba desabrochando mi blusa. La sentí caer como un muro pesado, una coraza. Por primera vez en mi vida me sentí diminuta frente a alguien, frágil, transparente. Arya era, con seguridad, la única persona que podía ver a través de mí. Y estaba contemplando cómo mi pecho ascendía al ritmo de mi respiración, absorta. Me atrajo hacia ella. Caminamos torpemente en la oscuridad hasta caer sobre la cama.

 

"No quiero irme", pensé, pero no fui capaz de hablar. Hubiera sido incoherente prometer algo así, por mucho que lo deseara.

 

"Eres un milagro, eres la permanencia de un estruendo dentro de millones de años, eres peces de colores, el llanto de un tigre, el aleteo de una mariposa sobre las margaritas, las olas cuando ascienden para rozar tus pies. Eres la luz que atraviesa las hojas. Eres lo breve, lo efímero, lo cotidiano. Eres el aliento que se adhiere al espejo de la ducha, el hilo largo de pelo en el sumidero, la huella en la cocina, los rostros que imagino entre el granito.".

 

Me decía todas aquellas cosas mientras la besaba con dulzura. Traspasé la fina frontera de sus pantalones, descendí con los labios. Aquel contraste de humedad, frío y llamas.

 

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La superficie del colchón cedió ante el peso de ambos cuerpos, cayeron con la delicadeza de una pluma, sus piernas danzaron por un instante y la anatomía encajó perfectamente. Las sombras eran testigo de ello, eran la una para la otra, estaba destinadas a ser aunque sus corazones se rompieran en el proceso. Apresó a Oniria entre sus brazos, la cobijó posando los labios en su frente tratando de absorber sus pensamientos, queriendo palpar lo que sentía por ella porque entonces no le importaba nada más que lo vivido segundo a segundo desde que su presencia se materializó en los terrenos Macnair; no había querido tocarla, buscó las palabras más hirientes con tal de verla marchar porque sabía que jamás había dejado de amarla, que era incapaz de odiarla y si abría esa puerta acabarían así, unidas una vez más.

 

Como la brisa del mar la mujer se deslizó sobre su abdomen. La respiración se le cortó sin poder hacer demasiado al respecto sintiéndose como una niña en la flor de su pubertad, deseada. Sus manos se reencontraron con la nuca de Haughton, acariciaron el borde de sus orejas, el perfil de sus mejillas y la detuvieron en su hazaña obligándole regresar a su boca, sin su aliento se sentía ahogada, asfixiada. La besó mordiéndose los labios por breves segundos, incapaz de decir palabra alguna o de detenerse. Un botón no fue impedimento dos tampoco, de pronto su piel se volvió una necesidad al tacto y tomándola suavemente por la cintura hizo que se incorporase a la par de ella acabando arrodilladas en medio de la cama de Pik.

 

Con dedos hábiles desapareció sus vaqueros, la desnudó en suspiros hasta que pudo apreciar mucho más que su alma. Una media sonrisa había tensado la comisura de sus labios reacia a marchar, disfrutaba lo que veía aunque no fuese muy consciente de ello aun. Acariciaba su cuerpo tratando de leer cada centímetro de piel, descubriendo las curvaturas e irregularidades perfectas, depositaba un beso allí donde quizás Oniria consideraba que nadie se fijaría porque la amaba completa. Pronto se deshizo de su propia ropa, erizada por la sangre que bullía en sus venas, hervía febril. La ayudó a recostarse, la mortífago se prestaba sin oponer resistencia y aquello activaba un interruptor al que nunca hubo llegado en su interior, sus mejillas se encendieron una vez más y fueron captadas por la luz de luna cuando arrastrando las sedosas sábanas las cubrió a ambas como un gesto románticos.

 

Las sábanas estaban frías, su cuerpo se estremeció, sus manos descarrillaron hacia los lindes de sus caderas y su cuerpo se perdió en un mar de oscuridad e hilos egipcios. La había amado de muchas maneras desde el primer momento más ahora experimentaba una nueva forma de amor, acciones que expresaban deseo y desespero como el compás de una melodía que solo su boca conocía captando los altibajos que la respiración de la mujer sufría entonces, tomándolo como un aliento, incitación a continuar. Su mente entró en éxtasis y volvió a preguntarse ¿por qué habían tardado tanto?. Hundió las uñas en los muslos de Oniria.

 

@Oniria

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Oniria:

 

 

 

 

Olas disolviéndose, estrellando en el acantilado. Cristal haciéndose añicos. Romper un elástico. Hundir los labios en la pulpa de la fruta, los dedos. Naranjas abiertas. Peces de colores dentro de la tripa, por cientos. Un atracón de avispas.

 

Cerraba los ojos, movía la cabeza de un lado a otro, suspiraba. Mis manos huían, buscaban el equilibrio, apresar el aire. Encontraba la sombra y la rasgaba como un telón de fondo. Mi garganta se contrajo, el último destello del día. Aquellos dedos incrustados en el muslo, labios fríos y mojados, labios de río. Besé la curva de su oreja, la mordí con dulzura.

 

––Te quiero. ––Musité, con un hilo entrecortado. Estaba llorando. Las emociones me asfixiaban. La muerte debía de parecerse mucho a esto. Descendí por su vientre tortuosamente, memorizando el camino, rozando con la nariz aquel circuito de poros hasta detenerme entre sus piernas.

 

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Aparecimos después de un nuevo vórtice que se abrió como voz en off. El cielo parecía un mar de nubes grises, tormentosas por el viento que alborotaba las hojas de los árboles enfilados hasta un gran portón. En frente, reflejada en la gélida mirada que me precedía digno de mis linajes, junto con un rostro carente de emociones, la mansión de los Macnair se imponía ante mí con una bruja en mis brazos, Julieta.

Quizás solo fue instinto o suerte, la suerte de estar con un Macnair cruzando la verja que de seguro desintegraría a más de algún intruso que apareciese sin permiso caminando sobre la senda que guiaba hasta el umbral de entrada a la Mansión. Las verja se difuminó ante el paso firme de mi andar, mientras el cabello de la bruja caía por mi costado izquierdo -mismo lado del brazo con el que sostenía su cabeza- ondeando al compás de los pliegues de la túnica victoriana que llevaba. La bruja murmuraba y se quejaba de vez en cuando, a veces creía oír el nombre de Armand...

>>...¡Está muerta!, ¡muerta!...

Un pequeño elfo apareció alardeando e hiperbolizando la escena- ¡Qué ganas de tomar firme la varita para proyectar un fino corte en aquella delicada y frágil garganta!, pero no podía, no allí, con y quizás cuántos hechizos de protección que cuidaban la estancia y a sus merodeadores- a veces, agarrando sus orejas en señal de desesperación.

-Escúchame bien, ¡criatura despreciable! - comencé a dictar entre dientes- deja de armar escándalos o yo mismo vendré nuevamente hasta aquí para despellejarte ... ¡vivo!, ¿oíste?...- sostuve, tal vez mintiendo un poco, pues no me daría la lata de volver nuevamente a ensuciarme las manos con una criatura como aquella, después de todo, el único elfo que toleraba un poco era Nius- ahora ve a buscar a quién quieras, pero antes dime dónde está la habitación de Juliette.

Dicho ésto y tras rondar por uno que otro pasillo, llegamos hasta la habitación con una decoración sutil y ligera, sin obviar las velas que encendieron pues con ello al menos se sentía el clima de una familia pura y leal a la sangre. La bruja despertó, observando, tal vez, el ángulo perfecto de una silueta masculina en contraste a la luz de luna que se expresó por un hueco entre las nubes, el tipo cruzado de brazos, se giró para observarle.

>>¿Qué está pasando?<<

-la criatura no tiene la culpa...-le dije antes que el elfo chasqueara sus dedos para desaparecer, segundo en el que me oyó y con una tímida sonrisa, desapareció-...yo le pedí que me trajera hasta aquí...-continué mientras rompía la postura y tras un par de pasos pausados, tomaba asiento a la orilla de su cama.

 

Metí la mano al bolsillo de revés al pecho y saqué el frasco que ella había olvidado en el Caldero.

-¿Qué es ésto?- pregunté con el líquido en la palma de mi mano, la misma que se cerró al instante en que la bruja intentó quitarlo. Entonces ella creyó que era un insensato que le dejaría a su suerte después de lo que conocía de su familia, tanto la de origen como los momentos compartidos con Castalia, quién en otra ocasión no me hubiese perdonado el dejar a su familiar allí, a la suerte del viejo antro mortífago- ¿Crees que te dejaría a merced de algún mago o bruja que tuviese deudas pendientes con los Macnair? ¡te usarían de carnada!...

En eso la chica se apoyó en el hombro, por lo que entendí una señal de gratitud, la misma que fue correspondida por una torpe caricia en la nuca de la bruja. Al cabo de un par de segundos volví a ponerme de pie, destapando el frasco para tomar el aroma, uno áspero y muy dulce a la vez.

-¿para qué es éste suero? ...

 

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HABITACIÓN DE JULIETTE.

 

 

La bruja rodó los ojos ante el insólito hecho de pensar que alguien pudiese secuestrarla y así hacer tratos con los Macnair, no porque en su estado fuese imposible de cazar, más bien, por que nunca se creyó lo suficientemente valiosa como para ser salvada. Menos después de esos meses sola en el Castillo, que dormida o no, sintió cada hora, minuto y segundo. Ella ya no era la misma desde hace mucho tiempo, cuando perdió la primera vida, dejó de ser una Rosier y ahora, parecía haber perdido una segunda vida, sintiéndose muy ajena al apellido Macnair.

Se levantó con más fuerzas alejándose del mago en dirección a los ventanales, abriendo con cuidado las cortinas para encontrarse con la poca luz que quedaba del día y antes de volver a hablar, pensó detenidamente su respuesta, ¿Acaso debía decirle que era el frasco? Su contenido parecía estar hecho como esas antiguas pociones de brujas con gorras de punta y calcetines a rayas, esas pociones que se revolvían en grandes ollas y que parecían estar hechas con arañas, dedos de muertos y ojos de ranas.

 

Negó suavemente y alzó una de sus manos para deslizarla luego por las hebras castañas de su cabello, manteniendo en su cabeza las miles de preguntas que tenía hacia el mago pero que al mismo tiempo, poco a poco, iban perdiendo importancia. Giró con delicadeza sobre sus talones, sus pies descalzos y su débil cuerpo parecían flotar, y sin mostrar gesto alguno de dolor, le observó. Detenidamente con la vista perdida en el mar que su corazón ocultaba, ese dolor albergado hacia ya varios meses o esa incertidumbre de no saber que suelo estaba pisando.

 

 

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Eso me mantiene cuerda, Aaron.

 

Murmuró de golpe.

 

Ahora que sabes en lo que me convertí, supongo que no vale la pena seguir fingiendo que soy una débil mortal, ¿verdad? Lo que tienes entre tus manos ⸺apunto con el índice y lentamente dio unos pasos en su direcciónes un brebaje que Arya creo con la sabiduría propia sumada con los libros de Castalia. ⸺frunció su ceño y sin que él lo esperara, se lo arrebató de las manosSi no lo bebo perderé el control y si pierdo el control, lo más preocupante no son las desgracias que pueda cometer, si no, que sea cazada y llevada a las garras de Eileen.

 

Sus labios se hicieron una linea fina e inexpresiva, poco a poco iba superando el miedo que le tenía a esa bruja, quizá, porque el haber estado bajo siete infiernos le había abierto el horizonte y morir ya no parecía su mayor temor. Sus manos rápidamente se enfriaron, por lo que ocultó las mismas entre sus brazos al cruzarlos a la altura de su abdomen. Al notar la grisácea mirada del mago puesta como dagas en su rostro, ella prosiguió.

Si ella me encuentra, va a asesinarme y ahora si que no cuidarás de nadie, técnicamente y si lo ves con frialdad...⸺soltó una risa un tanto irónicapor supuesto que no te importaría, pero sigamos, ⸺asintió y volvió a fruncir su ceño si este cuerpo muere, la única forma de volver será apropiarme de otro cuerpo, tal como lo hace una criatura como yo y bueno, yo dejaría de existir, ¿no? Quizá hasta sea un alivio para ti.

 

Rápidamente se dio la vuelta y se dirigió a los ventanales, para abrir aquellos y desaparecer entre los pliegues de la cortina, para ahora si poder llenar sus pulmones de la brisa que corría a esas horas. El balcón de su habitación parecían ser, entre muchos otros rincones de la Macnair, el único lugar que le generaba una paz inimaginable. Y estando tan cerca de Aaron, ella parecía anhelar esa paz con ansia.

 

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¿Eileen? Jamás había escuchado de ella, me sentía completamente ignorante pero atendía la respuesta con una actitud bastante inquisidora- no había robado esos recuerdos del anciano; fue el momento en que tomó el frasco de mi mano-. Si habían trabajado con los libros de Castalia no podía dudar de la efectividad de aquella pócima, sin embargo, era inquietante hurgar en el pasado e ir conociendo los secretos que develaba la familia en donde me encontraba.

-¿Quién es esa tal Eileen y porqué le temes tanto?- cuestioné al momento que la bruja salía hacia el balcón; le seguí deteniéndome en el umbral mientras ella se acercaba a la baranda- Cómo estás tan segura que no me importaría si fui yo quien te trajo hasta aquí...- solté molesto y avancé otros dos pasos hasta ubicarme tras de ella, llevando ambas manos a sus hombros para deslizar las palmas por sus brazos hasta dar con sus manos, asomando el rostro por uno de sus costados- lo siento, nuevamente...

La escena parecía repetirse contra una pared de emociones frágiles, pero debía conocer que iba más allá. Sutil y sin que se diese cuenta, tomé el frasco en mi mano y lo dejé caer al suelo para pisarlo con el talón. Debía enfrentarme a mi promesa.

-Esperaré a que aparezca...

***

-¿Porqué Aaron? ...

Armand Rosier siempre se había dado a conocer como un honorable mago, respetado por al comunidad mágica y amante de los círculos políticos que, clandestinamente, hilaban nuestro poder con el mundo muggle, cuestión que por hecho propio jamás compartí. Los vicios tras la muerte de su hija, el querer escapar de su realidad e ir perdiendo poco a poco el respeto que había obtenido a lo largo de su vida, fueron concluyendo con el camino que le llevaría hasta la sentencia de mi varita.

Diecisiete años tenía cuando acabé con su vida, sin poder perdonar el hecho que haya vendido a su nieta al círculo de magos que vinculaban su poder con los círculos del infierno, el cónclave y todo por lo cuál habíamos trabajado para que Juliette no corriese la misma suerte que su madre biológica. A esa edad, la humanidad que podría haberme transformado en un hombre sensato y gentil, ya no existía, pues el camino a las artes oscuras y una vida acostumbrada a la soledad solo podía darte a escoger dos sendas, la depresión o la genuina certeza de que vinimos solos al mundo para morir solos, cuestión que otorgaba una sola oportunidad, una historia.

 

Llevaba un pantalón de tela negro con una camisa blanca con algunas manchas de sangre y polvo producto del enfrentamiento que había tenido con el señor Rosier. La estancia estaba destruída, con muebles quebrados, ventanales estallados, alfombras a medio consumir tras las maldiciones invocadas; el sudor provocaba cierto ardor en una herida abierta en mi sien. Allí, ante la gélida mirada gris de mis ojos, el viejo jadeaba su respiración, preso de una de las imperdonables que practicaba sobre él. La concentración era esencial, agotadora.


-Fallaste Armand...- sostuve con una mirada indiferente a su situación- ...le fallaste a tu familia...

-También fallarás Aaron...- respondió el anciano, tendido en el suelo y con la nuca apoyada en el asiento de una silla partida. Sangraba por un oído- ... son artes desconocidas, incluso para mí...

-Era tu nieta...-
murmuraba, dudoso de lo que estaba a punto de hacer. Aún así, parecía oírme.

-Mi...mi ni...eta se fue- tosió el viejo Rosier con bastante dificultad. Le mantenía inmóvil mediante un hechizo que había aprendido de mi mentora en esos entonces, Juv- murió junto con su madre...

-Se lo prometí...

-¿Qué promesa puede hacer un crío, muchacho? ¡Un crío!- exclamó lo último entre dientes- los mortífagos no te ayudarán a recuperarla, Juliette está muerta...¡muerta!...

 

Dudé, ciertamente y siendo una de mis primeras víctimas, por un segundo creí que no sería capaz. Robar sus recuerdos fue fácil, aunque dificultoso ante la situación de combate que me había dejado sin energías; así fue como Armand fue perdiendo la cordura, quedando con una mirada pegada al infinito pues perdía la memoria a costa de mi varita que sacaba recuerdo tras recuerdo para enfrascarlos en un botellón de vidrio que había traído, premeditado.

 

-Lo....siento...- repetía o más bien murmuraba, una y otra vez el anciano hasta que cedió. Aún así, yo sabía que el tipo seguía con vida.

 

¿Qué más podría hacer allí aquella noche de verano?. No me consideraba un tipo sádico como para torturar un cuerpo sin fuerzas ni tampoco una clemencia innata de perdonar una vida, sin embargo sí tenía el honor necesario de un mago de alcurnia, pues eran valores que no se discutían en la balanza del bien o el mal, sino en el respeto de una historia, sino, ¿Porqué Tom Riddle no torturó a Harry Potter hasta la muerte?...Observé al viejo quien yacía con el rostro fijo a la puerta de entrada, lugar por donde le había arremetido con un hechizo que contrarrestó al instante, me hinqué frente a él apoyando una rodilla al suelo y posé la punta de mi varita en su pecho...

 

-...Avada Kedavra...

 

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HABITACIÓN DE JULIETTE.

 

 

¿Quién es Eileen?

 

Soltó en un pequeño bufido mientras presionaba con suavidad sus manos en la baranda del balcón, observando detenidamente el paisaje a su alrededor y mientras sus orbes iban cambiando de tonalidad con cada segundo a los verdes más oscuros, las facciones de su rostro a su vez, se iban endureciendo hasta hacer un tanto más pronunciados esos pómulos que ahora lucían si vida alguna.

 

Y lo sintió. Como sombra tras de su cuerpo hasta que con suavidad, las yemas del mago se deslizaron por sus brazos desnudos y el escalofrío recorrió la columna de su espalda hasta darle un ligero choque eléctrico en el centro de su nuca. Rápidamente pareció calmarse y aquello se notó en el color oscuro del nacimiento de sus uñas, al igual que el azabache de sus orbes bajando hasta llegar a la naturalidad de una mortal. Algo tenía el mago Black que lograba exasperarla y al mismo tiempo llevarla a la cordura.

 

¿Con quién crees que Isobelle Rosier hizo el trato? Tal parece que la información te llegó de manera tardía o no sabes la historia completa, no te culpo, hasta mi abuelo parecía desconocer todo aquello...

 

Soltó en una nostalgia.

 

¿Que-que haces?

 

Murmuró cuando sintió que le arrebataba el frasco de sus manos y antes de que ella pudiese detenerlo, el castaño ya lanzaba aquel objeto a los suelos para pisarlo luego. Sus ojos parecieron agrandarse cual platos y algunos de sus dientes lentamente comenzaron a afilarse cual dagas de tiburón, fila de dientes que mostró con rapidez en cuanto se dio la vuelta. No solo era la ira emergiendo por lo que había hecho, era la impotencia de no tener las herramientas para lograr detenerlo, él no sabía a lo que se enfrentaba, sólo parecía ser un crío de la Marca Tenebrosa tentando al destino por creerse más poderoso. Si algo le sucedía a Aaron, ella jamás se lo perdonaría.

 

¡¿Que d.iab.los crees que estás haciendo, Aaron Black?! ¡No te atrevas a poner en peligro tu vida!

 

Le gritó en cuanto quedó frente a él y sintió como le agarraba de las muñecas para impedir que ella pudiese empujarlo por el pecho, sin embargo Juliette parecía perder el control por el simple hecho de creerlo muerto y con delicadeza negó varias veces. Logró zafarse y sin que él pudiese detenerla, ella lo agarró de la garganta para empujarlo contra una pared y así, observarle fijamente a los ojos.

 

Eileen es una bruja ancestral, de esas que no usan varita porque no la necesitan, la única capaz de haber hecho un gran trato para apagar mi naturaleza, maldecirme y encerrar a Bietka en un mundo prisión...⸺volvió a ejercer presión cuando sintió que el mago se movía, ella parecía por primera vez tener más fuerza que él pues estaba en el limbo de la decadencia, luchaba internamente por no devorarse su alma y luchaba al mismo tiempo por no dejarse caer entre sus brazos ella me maldijo Aaron, hay cazadores persiguiéndome, cazadores que viven su día a día como seres normales sin saber que lo son y su instinto se activa cuando yo pierdo el control...⸺suspiró y presionó sus labiosno puedes luchar contra ella, ¿porqué sigues intentando salvarme?

 

Y lentamente su agarre comenzó a aflojarse hasta ir soltando sus dedos que anteriormente parecían estar a punto de quebrar su cuello, estos se deslizaron en dirección a su mentón y de ahí, hicieron un viaje que se detuvo en una de sus mejillas en donde logró fijar su mirada esmeraldina en la grisácea del castaño. Sabía que había algo en su interior, algo bueno e inocente que Juliette rogaba por conocer, por cuidar y recuperar. Su pecho subía y bajaba a un ritmo acelerado, toda la adrenalina en ella parecía salir de un juego feroz pero aún sin esa dichosa poción, pareció lograr mantenerse de pie, erguida y fuerte como toda una Macnair.

 

¿Acaso no entiendes que moriría si algo malo te pasa?

 

Y juntó su frente contra la de él.

 

 

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La disyuntiva entre hacer y dejarse hacer. Respiraba por la boca resecando sus labios y no conseguía sentir que sus pulmones se saciaban así como ella misma no lograba llenarse por completo. El vacío era a cada segundo más inmenso como si en su totalidad el cuerpo de Oniria buscase meterse en el hueco de su pecho donde latía el corazón, era inmensa ante sus ojos, era desmedido el amor que sentía. Entrelazaba los dedos con hebras platinadas, su cabello blanco tan característico le hería la vista, le cegaba la razón. No estaban viéndose pero en su mente proyectaba una y otra vez el color de aquellos iris, el violeta de su vida y volvía la habitación de colores fuertes, colores que brotaban de su garganta como pinceladas hacia un lienzo virgen.

 

Entre suspiros clamaba su nombre, las corrientes eléctricas que retorcían su cuerpo y estallaban sus entrañas se materializaban frente a sus narices cuando cerraba los ojos. En aquella habitación a oscuras donde posiblemente Pik albergase cientos de secretos sobre magia negra y antigua ella solo podía pensar en Haughton, en el sonido que causaba la fricción de su piel y las sábanas, en su boca.

 

Pero no quería rendirse, no estaba en su naturaleza. Estiró una mano temblorosa y asió su muña atrayéndola sin brusquedad alguna pero sin compostura, la había perdido en el último segundo. Con la agilidad de un malabarista la recostó una vez más besando su rostro, haciendo cosquillas, rió un instante sobre su boca alimentándose de su aliento.

 

Te quiero, te quiero intensamente e inmensamente. Lo hago y lo haré por siempre

Las palabras estaban implícitas. Los hombros encajaban a la perfección entre sus piernas, los lindes del paraíso. Entonces sabía que una parte de Oniria siempre sería suya luego de aquella noche y con movimientos precisos, exactos, la doblegó a su voluntad.

 

@Oniria

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Oniria:

 

 

 

 

Eché la cabeza hacia atrás. Me retorcí. Perdí mis manos en su pelo. Aquellos mechones calientes, suaves, infinitos. El olor a canela. Sus ojos verdes observándome en la oscuridad, apartando la ropa como si quemara.

 

El rumor de las sábanas se mezclaba con nuestra respiración sofocada. Cómo habíamos retrasado tanto aquel momento. Cómo habíamos conseguido esconder que nos amábamos. Sentí que había perdido el tiempo y me entristecí. Busqué su rostro, la atraje hacia mí para besarla. Mis labios eran torpes, temblaban, estaban desaprendiendo. Quería besar todo ese cuerpo para poder crearlo en mi memoria.

 

"Cómo puedo hacer para no olvidarlo nunca", me pregunté en silencio, acongojada. Temí el instante en que tuviese que salir de aquella habitación y todo hubiese terminado.

 

@@Arya Macnair

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