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♦ Zarathustra ♦ (MM B: 111472)


Jeremy Triviani
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Era tanto el tiempo en el que Isabelle no interactuaba con una desconocida con tanta naturaleza que temió que se debiera a lo agotador que había sido su viaje, incluso dudaba de si lo que estaba haciendo era lo correcto, en ese momento no recordaba la última vez que había tomado una bebida con alguna amiga en Londres, incluso en los últimos meses de su estadía en el lugar; su trabajo y su familia absorbían todo su tiempo, los recordaba con dolor por lo que su mirada reflejaba esa sensación desde entonces.

 

 

-- Es un gusto -- Soltó, relajando un poco su cuerpo, Frankie había escuchado y recibido muy bien su propuesta de ayudarla, Bel se sentía aliviada de no incomodarla.

 

 

-- De hecho, ya estas ayudando ahora, en teoría, no busco ni me busca nadie así que haberte encontrado en este lugar y que aceptaras mi compañía ya es algo importante para mí – Murmuro las últimas palabras e inclino un poco la cabeza en gesto de agradecimiento, no deseaba que notara demasiado sus emociones.

 

 

Jamás había sido tan expresiva con nadie que no fuera su familia o algún integrante de su bando, incluso en el trabajo la comunicación era muy formal, nunca tan personal y ahora no quería parecer fatalista, no deseaba la lastima de nadie ni mucho menos, si, estaba sola, pero era esa la razón por la que estaba de regreso y curiosamente Frankie le inspiraba confianza.

 

-- He visto el Callejón más vacío de lo que lo recordada -- Sus labios otra vez rosaban su copa y con un ligero sorbo dirigió su mirada hacia los ventanales que daban al exterior. -- Quizá pase demasiado tiempo fuera -- Menciono y retomando la mirada a la joven en sus labios se dibujó una sincera sonrisa, la había descubierto con sus ojos puestos directamente en ella -- Los últimos meses los pase en Italia, pero he vivido gran parte de mi vida en Londres -- Agrego -- ¿y tu?... ¿Frankie? --

 

Resalto su nombre y casi inmersa en la joven fue muy indiscreta al mirarla, esta vez era ella quien estudiaba a Frankie casi sin disimulo, unos segundos más y agacho la mirada, había sido muy insistente para el gusto de cualquier persona. -- Lindo nombre -- Finalmente Bel se acomodo un mechón de su cabello y tomo un poco mas de su bebida – Dime, ¿cuál es tu historia? --

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Si le contaba esto a Baptiste seguro no me lo creería. Ya en el pasado me había prácticamente pateado fuera de los muros del castillo, o de donde estuviese alojada, para que yo buscase socializar con los lugareños y siempre regresaba con resultados infructuosos o experiencias desastrosas. Como aquélla vez que me había acomedido a ayudar a una familia con la limpieza de jardín infestada de gnomos y había terminado haciendo crecer a los mismos el doble de nuestro tamaño. La infestación resultamos nosotros, y los gnomos nos echaron.


También aquélla vez en aquél pequeño poblado en las afueras de Oslo, donde mi intento social culminó en un nuevo brote de sarpullido de dragón que contagió a media población. Es decir, por algo había sido expulsada de allá.


Observé a Isabelle mientras me daba cuenta que ella solo había estado fuera de la ciudad, y no era una extranjera como yo. Y al obtener respuesta sobre una pregunta, otras veinte me venían a la mente; la bruja me causaba demasiado interés, y no solo lo decía por la evidente atracción que me causaba, la cual ya estaba logrando aplacar en el fondo, sino por el misterio que le rodeaba. Claramente estaba conteniendo emociones, ¿qué la había hecho volver a Londres? ¿porqué decía que nadie la buscaba? ¿qué había perdido?


—¿Ah? —ella había pronunciado mi nombre, separándome un momento del torbellino de preguntas mentales. Mis mejillas se encendieron de nuevo por el cumplido, era la primera vez que alguien alagaba mi nombre —Ay, por el ojo tuerto de Odín, creéme que no quieres saber mi historia —solté, riendo incluso un poco. Esta era la parte que siempre evitaba de las conversaciones con extraños, pero sentía tanta curiosidad por Isabelle que tal vez si le contaba un poco de mi historia ella me contaría la suya. Sonaba a un intercambio justo.


—Bueno, yo no soy de por aquí, casi toda mi vida la viví en Noruega —y hasta allí todo normal, ¿que mas podía decirle? —, realmente tengo muy poco en Inglaterra. Estoy recluida en este país, por no decir arrestada —¿en serio había soltado eso? Podía sentir la curiosidad en los ojos de Isabelle y me reí un poco, restando seriedad a mis palabras —, basta con decir que realicé investigaciones peligrosas y me echaron del lugar donde crecí. En realidad no puedo regresar a ninguna parte de Noruega, y hay un elfo que... se encarga de vigilarme —puse los ojos en blanco por la ironía. Si, un elfo domestico policía; el departamento de servicio social nórdico carecía de personal —. Llegué aquí porque es aquí donde residen mis padres biológicos, y ellos se "encargan" de mi progreso también...


Bebí un poco de hidromiel, estudiando la expresión en el rostro de la bruja. Mi historia en lo personal me causaba risa, pero otras personas en el pasado se habían escandalizado demasiado aunque no entendía el porqué.


—¿Quieres que continúe o prefieres buscar otra mesa? —bromeé, aunque esperaba que no lo tomara en serio y se quedara.

Editado por Frankie Tarly

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Escondiendo su inesperado interés en la joven siguió cada uno de sus gestos mientras ella no la veía, por los pocos minutos juntas, Isabelle empezaba a deducir que la joven tampoco era una persona tan social, de hecho, el ver sus mejillas sonrojarse le demostraba a la bruja que eran pocas las veces las que Frankie se encontraba en una situación como esa, algo que ambas tenían en común.

 

 

Escucharla y estudiar sus movimientos mientras hablaba le parecía fascinante, intentaba disimularlo pero no pudo evitar el asombro en su rostro al escuchar "arrestada"; cada palabra era aún más intrigante, con todo su interés puesto en la rubia, Bel cruzo los brazos y se apoyó en el respaldar de la silla, intento no demostrar demasiado la sorpresa, pero le parecía tan fuera de lo común lo que acababa de decir Frankie que sus ojos no podían ocular lo obvio en la bruja.

 

 

-- Noruega, creo que puedo buscar la forma de que vayamos y me enseñas la ciudad -- Su voz era cálida y esperaba que Frankie notara que pese a su extraña historia ella no intentaría incomodarla, aunque claro, era evidente que estaba muy interesada en lo que acababa de decir; soltó una risa, queriendo evitar un silencio incomodo, sabía que su propuesta no tendría sentido, era ella misma la que le decía que no podía volver.

 

 

-- Podemos encontrar la forma -- Sonrió y le guiño un ojo, de algo tenía que servir sus influencias en la Marca Tenebrosa, aunque primero tendría que dar sus explicaciones de su repentina ausencia a su nueva líder. Sacudió la cabeza, lo habia dicho en broma pero su mente ya le estaba jugando en contra, no estaba segura de si la intencion de viajar era para salir del pais o simplemente para conocer mas a la joven. Soltando una bocanada de aire, se relajo para apoyar sus brazos en la mesa y acercarse, entrecerró sus ojos y murmuro, simulando contarle un secreto, aunque claro, en el lugar estaban solo ellas y la mesera.

 

 

-- ¿Es muy difícil escabullirse de tu guardián? ¿Qué tan alto es? ¿Es muy fuerte? -- Bromeo y volvió a su posición inicial. -- En realidad quisiera saberlo todo -- No podía ocultar su interés mientras hacia un gesto con las manos, Isabelle siempre usaba demasiado las manos al hablar, afortunadamente ya no era tan torpe como antes, años atrás su propia copa podría estar en ese momento en el suelo.

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Una cálida sonrisa nació en mis labios cuando, lejos de incomodarse, Isabelle se mostró interesada en saber más. Por mi parte, no pude evitar comenzar a soñar con mi regreso a Oslo, disfrutar de la ciudad y volver a deleitarme con sus numerosos festivales musicales en medio de la naturaleza, las exhibiciones de los artistas mágicos itinerantes que llegaban cada tanto y armaban tanto revuelo en el ministerio por sus demostraciones frente a los muggles; o simplemente pasar el invierno en las islas Lofoten, disfrutando de la aurora boreal cada noche.


Era muy probable que Isabelle lo había sugerido tal vez en broma, tal vez por pura simpatía, pero me hizo imaginar estar allí con ella. ¿Que se sentiría ir por la ciudad en compañía de una amiga? Había hecho muchas "amistades" en mis años de colegio, pero mi interacción con ellos terminaba cuando había necesidad de volver a casa; jamás fui de vacaciones con nadie, nunca salía con amigos fuera de la escuela, ni mucho menos sentarme a contarles un poco de mi vida. Siempre había estado recluida en mis asuntos, siempre había estado sola.


Incluso cuando dejé mis estudios, no volví a interactuar con nadie más por muchos años, sumida en mi trabajo, en mi investigación y haciendo grandes progresos. Pero eso jamás me había molestado; así era yo. Así me había educado "él". No obstante, por mas raro que me lo pareciera, en ese justo momento me descubrí interesada y deseosa por la idea de Isabelle, pero ¿no era acaso extraño entusiasmarse por imaginar hacer algo así con alguien que tenías minutos de conocer?


—¿En serio crees eso? —El ministerio mágico de Noruega había sido muy explícito y contundente con mi exilio; Baptiste jamás me quitaba sus enormes ojos de encima, y por supuesto estaba el tema de ese encantamiento localizador que me habían puesto y que hasta el momento no había tenido éxito de romper. ¿No había sido esa una de las razones por las que me había unido a la Marca Tenebrosa? Pero asistir a las reuniones con ese pesado elfo detrás de mi todo el tiempo, me había hecho demasiado cauta y lenta en progresos.


Instintivamente quise apartarme hacia atrás cuando ella se acercó, pero me congelé completamente cuando Isabelle se aproximó demasiado. No había conocido una persona antes de ella que me hiciera ruborizar tanto. Era odioso sentirse así. ¿Que era lo que estaba sugiriendo? ¿Deshacerme de Baptiste? No, ese pensamiento vino solo y era mío. Debía admitir que no era la primera vez. Ella solo estaba bromeando.


Sonreí, mirando con evidente interés a la bruja, esta vez sin desviar la mirada de la suya —Lo justo es que yo te cuento algo, y luego tu me cuentas un poco de ti —incliné un poco la cabeza hacia un lado, mordiéndome el labio inferior mientras meditaba un segundo —¿Acabas de llegar a Londres y ya quieres irte? Sé que sería demasiado impertinente de mi parte preguntar qué asuntos te hicieron regresar o qué planes tienes, pero quiero saber quién eres...


Me incliné sobre la mesa, apoyando los codos en ella.



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La propuesta de Isabelle había sido más una forma de mantener un ambiente tranquilo entre la joven y ella, esperaba que así, Frankie deseara contarle más de su historia, evitando incomodarla con el tema del arresto. Como mortifaga no sería algo nuevo para la Ryddleturn, sin embargo, era tanto el tiempo fuera de la ciudad que tampoco era un tema casual que mencionar. Por un momento Imagino que no podría ser algo pequeño, medidas como las que habían tomado contra Frankie le indicaban a Bel que lo que fuera que hubiera hecho la bruja no era un simple asalto en una mansión o algo similar. A cada palabra, una duda.

 

 

Intento imaginas las opciones para la situación de la rubia, sin embargo, sus palabras la dejaron en blanco. Era justo que también ella quisiera saber un poco sobre su historia, pero Isabelle no estaba segura de sí estaba lista para hablar de su pasado. Dudo por un segundo, queriendo ocultar el sin fin de emociones que la rodearon de solo recordar.

 

 

-- Tienes razón -- Acepto finalmente luego de un corto silencio.

 

 

Con uno de sus dedos empezó a jugar con su copa mientras pensaba en alguna parte de su historia que no fuera lo suficientemente espantosa o dramática, deseaba empezar con algo casual. Sin necesidad de pensarlo o de que alguien se lo preguntase, los recuerdos de su familia volvían constantemente a ella, aún no había ido a visitar la tumba de Lyra y tampoco había intentado encontrar a ningún Ryddleturn; justo antes de su viaje su madre la había desterrado y aunque no era la razón de alejarse de Londres, había influenciado mucho en su tardío regreso.

 

 

Aunque eran segundos, se encontró a ella misma dudando de sus razones, en realidad no esperaba nada. No creía encontrar a nadie ¿A qué había regresado? Mordió sus labios y volviendo su mirada a la joven encogió un poco sus hombros.

 

 

-- Uno siempre termina regresando a casa -- Soltó. -- Donde fue feliz -- Encogió de nuevo sus hombros, simulando tranquilidad -- Cuando te sientes perdida, crees... bueno, en realidad lo deseas tanto, que piensas que volviendo a esos lugares te encontraras a ti misma, esa felicidad --

 

 

Casi rio, sentía que no le había dicho nada relevante, en realidad, parecía que no le había contado nada. -- Que te parece si mejor me haces una pregunta precisa y yo la respondo -- Era la única manera que Bel encontró para no terminar enredándose con su historia. -- Dime, ¿qué quieres sabes? --

 

 

 

 

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Al lado de Isabelle de pronto me sentía muy parlanchina, y eso era una novedad. De pronto, al notar la forma en que la castaña protegía su historia frente a una extraña que apenas acababa de conocer, caí en la cuenta de que posiblemente había dicho cosas de más. Era de sentido común ¿a qué extraño le sueltas de buenas a primeras que estás en libertad condicional? Había toda una historia detrás de ello, por supuesto. Una historia que pocos conocían; ni siquiera Thomas o mis padres estaban del todo enterados. Mi situación había sido tratada con extrema discreción, y aquí estaba yo, soltándolo frente a una desconocida.


El asunto, sin embargo, era que el tema no me avergonzaba en absoluto. Yo jamás había sido el tipo de persona a la que le importa la opinión pública; prueba de ello era que ni siquiera me preocupaba lo que estuviese pensando Isabelle de mi en este momento, yo solo solté la verdad. Por supuesto, no le iba a dar detalles que no necesitara saber, pero lo conveniente quizás era no hablar más de ello. Para fin de mis asuntos, era lo que me convenía más.


Por eso, cuando ella dijo prácticamente nada sobre sus razones para volver a la ciudad, entendí que debía respetar esa privacidad. —Entiendo —Asentí con la cabeza, dándole la razón aunque yo jamás hubiese vuelto a ningún lugar motivada por la nostalgia, pese a que hacía tan solo un instante me había visto imaginándolo. Tomé un pequeño trago de hidromiel, relamiéndome los labios y apartando un mechón de cabello rubio tras mi oreja.


Quien sabe, quizás estaba a punto de hacer amistad por primera vez en tierras inglesas, y yo, siendo experta en la restauración de obras preciosas, sabía que una pintura genuina y antigua, tratada negligentemente por el tiempo y los demás, no mostraba su verdadera belleza ni todos sus colores a primera vista. Pero era tan mala socializando, ¿cómo podría hacerle sentir cómoda al responder? ¿qué podría preguntar? Si quería conocerla tal vez comenzar por lo básico, ¿qué preguntaría mi hermano en mi lugar?


Ya casi me había bebido medio tarro de hidromiel, y sabía lo que pasaría si seguía tomando con el estómago aún vacío de alimentos, de modo que atrapé con la mirada a la mesera y le hice una seña para que se acercara. Inmediatamente fijé la mirada en los ojos de Isabelle, mostrando una sonrisa afable —Primera pregunta ¿cual es tu comida favorita? Seguro puedes indicarle a la mesera para que consiga dos platillos de ello —la mujer ya estaba casi en nuestra mesa. Me incliné un poco, apoyando el codo en la mesa y mi barbilla en la mano, sin quitarle la mirada encima a mi acompañante —. Ah y, yo invito.



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Isabelle percibió la repentina incomodidad de Frankie, no estaba segura de cómo, pero había conseguido apagar el genuino interés en la joven; estaba entre que si había sido muy evidente con sus emociones o si realmente la había incomodado con ese montón de palabras que al final no le habían dicho. Siempre era lo mismo, terminaba enredándose ella sola. Finalmente, suspiro, no había marcha atrás y en ese momento deseaba cambiar su respuesta.

 

Fue justo ese momento en el que la mesera interrumpió sus pensamientos, estaba tan sumergida en la idea de que Frankie se había molestado que no había percibido el gesto de la bruja, buscando ser atendida una vez más. Sorprendida por la simpatía, sonrió aliviada, no había perdido aún.

 

– En este momento... – Lo pensó por unos segundos ¡Cuánto hacia que no comía nada? Sorprendida entrecerró sus ojos pensando, increíblemente no lo recordaba.

 

Soltó una corta risita, no esperaba que fuera esa la pregunta, pero tampoco esperaba que Frankie tomara tan bien su comentario absurdo sobre volver y demás cosas, a veces Bel se fastidiaba de ella misma por lo sensible que llegaba a mostrarse ante algunas personas.

 

– Si hay pasta en este lugar, sería muy feliz – Sonrió, recordando la comida en Italia. – ¿Tú que te pedirás? – Pregunto en busca de algún menú.

 

Estaba impresionada, lejos de estar incomoda, Frankie había conseguido lo que nadie en todos esos meses, la sonrisa que se dibujaba en su rostro era sincera, estaba feliz después de tanto tiempo, si quiera había notado el tiempo que había transcurrido mientras hablaba con la joven.

 

– Pero tengo que admitirte que ahora se me antoja pasta, pero creo que lo que más me gusta en el mundo es el pollo, de cualquier tipo – Admitió encogiéndose de hombres, era algo que siempre dejaba mucho que desear a quien sea que se lo preguntase, era tan básico. Soltó una risa y levanto la mirada, buscando la de la rubia.

 

– Nada extraordinario, en mi pasado solo he vivido un poco de todo, familias grandes que terminan separándose… hermanos que se alejan… por otro lado, no conocí a mi padre; me casé una vez y estuve comprometida después de eso también. Mi madre me desterró y nunca pude volver a verla para pedirle una disculpa, fuera lo que fuera que hiciera para no merecer que me hable – Suspiro. Honestamente su vida era muy común. – Aunque hay un lapso de mi vida que no lo recuerdo… No sé, simplemente desapareció. – Eso si lo menciono con un asombro real, aun se preguntaba que había ocurrido con esos recuerdos.

 

 

 

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Esperé a que ella lo pensara un poco, aunque había hecho una pregunta muy básica sabía que en ocasiones resultaba difícil de responder si eras de buen diente; como yo, que si no comía mis cinco alimentos al día me ponía demasiado pesada, y en ocasiones hasta violenta... pero esa parte siempre eran los muggles quienes pagaban la factura. La mesera se había acercado ya, e ignoré olímpicamente su cara de pocos amigos mientras aguardaba la decisión de la castaña; me resultaba sumamente difícil apartar la mirada de mi inesperada acompañante.
«Nota mental: me gusta la sonrisa de Isabelle, procura que lo haga con mas frecuencia»
—Muy bien, entonces pasta será —le sonreí y giré el rostro hacia la mesera mientras metía la mano en uno de mis bolsillos —Serán dos platillos de Spaguettis con pollo a la carbonara —pude notar en cámara lenta todo el fastidio cruzando el rostro de aquélla mujer; sin duda no servían pasta en ese lugar, pero eso a mi no me importaba. Justo antes de que abriera la boca para protestar, estiré la mano y puse tres galeones de oro en la suya —, por favor.
Su mirada alternó un par de veces entre mi rostro y las monedas, pero al final asintió y se retiró con la orden. Mujer inteligente, finalmente. Una sonrisa maliciosa curvó mis labios, pero se convirtió en una mas divertida cuando me volví de nuevo hacia la castaña y le guiñe un ojo. Ella pareció sentirse mas confiada pues, aunque no insistí en que me contara de su vida, me soltó un breve resumen de su pasado.
La escuché con mucha atención, reprimiendo el deseo de interrumpirla en cada oración para hacer más preguntas, pero me contuve y sentí mis cejas arquearse en auténtica sorpresa cuando mencionó lo último. La curiosidad estaba consumiéndome, pero si analizaba todo cuanto me había dicho hasta ahora, que seguía siendo muy poco en palabras, la verdad es que el trasfondo de todo ello me decía demasiado. Hablaba de su madre en tiempo pasado, y podía notar la aflicción al mencionarla; no pasé desapercibido ese detalle.
Había pasado por muchas cosas, y eso me hizo preguntarme por su edad. Lucía tan joven, pero así también lo era yo y en ocasiones aún me confundían con una adolescente —Afirmas que es nada extraordinario, pero en lo personal me parece todo lo contrario —había atrapado su mirada con la mía, y mis palabras habían salido de forma espontánea de mis labios; traté de averiguar qué era exactamente lo que me provocaba esa repentina sensación de anhelo, pero debía reconocer que eso me tomaría mucho tiempo.
—Me parece que has vivido y pasado por tanto —continué, simplemente dejando que las palabras fluyeran —, yo en cambio siempre me he mantenido alejada de todo asunto familiar y... amoroso —desvié la mirada, mirando mis manos durante unos segundos —. A veces quisiera saber cómo, pero hasta ahora, aún a meses de cumplir un año en este lugar, no sé como acercarme a ellos... a veces lo deseo. Me causa curiosidad, porque jamás fue una necesidad y, sin embargo...
Levanté de nuevo la mirada, y solté una pequeña risa infantil. Era tan extraño hablar de esa forma con alguien, pero Isabelle se mostraba atenta e interesada —se siente bien pertenecer —podía sentir la intensidad en mi propia mirada —. Supongo que, corrígeme si me equivoco, es por lo que has regresado ¿o no? Esa felicidad que aseguras tuviste aquí, que lo creó todo ese "nada extraordinario" y que te ha hecho sentir perdida el no tenerlo estando en cualquier otro lado —lo pensé un segundo —. Me gustaría alguna vez sentir algo así.
Ojalá nadie estuviese escuchando, una confesión así dañaría mi reputación.
—Creo que haz hecho muy bien en volver.

 

 

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  • 1 mes más tarde...

El pasado dolía mucho. Jeremy lo sabia y aun así se quedo mirando aquellos ojos grises tan conocidos en todos las actitudes. Zoella había sido su todo por mucho tiempo, pero la las cosas habían cambiado cuando el desapareció. Mejor dicho, cuando volvió a enamorarse, meses antes de reencontrarse con ella. Hasta la propia vampira estaba en pareja con alguien bastante inadecuado para ella. El vampiro apreto el puño al recordar a Dennis y a Zoella defendiéndola en todo momento. ¡En vez de ponerse de su lado! El dolor de aquella revelación de su hermana le había dolido durante días, meses y dudaba que en algún momento fuera a extinguirse por completo. Era una herida que se abriría cada vez que sus recuerdos nublaran el presente. El alcohol tampoco ayudaba a nada, solo incentivaba a que la melancolía inundara todo.

 

-Estoy enamorado de Anne. Lo nuestro termino hace años -Dijo con una rudeza innecesaria. Se obligo a mirar las lagrimas de la mujer y el dolor que mostraba su rostro.

 

 

 

1947 - Comienzo de la Guerra Fría.

Montebruno - Burdel "Case Chiuse".

 

El joven vampiro inundo sus sentidos de la mujer que bailaba de forma sensual frente a él. No podía dejar de mirarla. Los movimientos de su cuerpo eran sugerentes e invitantes. Jeremy no se resistió nada. Dejo el vaso de alcohol que venia tomando para acercarse a la dama. Al llegar a ella, rodeo su cintura con las manos, aplastando su pecho contra el de ella. Acerco su rostro para oler el cabello que despedía aroma frutal. Afrodisíaco. Irresistible. La reacción del cuerpo del mago fue de inmediato. Quería a esa mujer para él.

 

-Es un gusto conocerte -Dijo para romper el hielo - Soy Jeremy. ¿Te gustaría tomar un trago conmigo? Seria un honor para mi que aceptaras -Preguntó separándose de ella para darle el espacio necesario para que tuviera la libertad de decidir.

 

El vampiro estaba acostumbrado a observar las cosas una sola vez, para detectar los posibles peligros y amenazas en el lugar. Con esa pequeña mirada, había visto al hombre dueño de las chicas observando su encuentro con la joven. No se le había escapado la codicia que despedían sus ojos, ni tampoco la maldad que intentaba esconder.

 

 

@@Zoella Triviani

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Dejé correr las lágrimas por mis mejillas cuando la rudeza de las palabras del Triviani se alojaron en mi pecho, causando una dolorosa opresión. La tristeza inundaba todo mi ser, mientras recordaba la esperanza que me había causando aquel genuino amor por el Triviani. ¿Habré cometido algún error? ¿Lo habrá auyentado el simple hecho de ser prostituta? Dolía, dolía más que mil dagas siendo clavadas en todo mi cuerpo.

Asentí ante lo que dijo y sentí mi labio temblar - Así que de eso se trata - solté en un hilo de voz - Por eso jamás regresaste - entendí, mientras cerraba mis ojos. Las lágrimas no dejaban de correr mientras intentaba procesarlo todo - Por años te esperé, por años seguí aguantando el maltrato, fiel a tu promesa de que regresarías por mi para sacarme de todo aquello - murmuré, para tapar mi boca al dejar escapar un pequeño sollozo - Maté por ti, por nuestros hijos - admití, sintiendo unas inmensas ganas de huir del lugar.

Me abracé a mi misma, sintiéndome pequeña frente a la oceánica mirada del rubio. Evité conectar con sus ojos a toda costa, dejando mis ojos caer en el vaso vacío frente a mi.

1947 - Comienzo de la Guerra Fría.

Montebruno - Burdel "Case Chiuse".

La joven bruja sintió unos fornidos brazos rodear su menuda figura, su pecho chocó con aquel cuerpo que llevaba rato observando. Una placentera sensación recorrió su espina dorsal, haciéndole sentir una excitación que jamás había sentido. La mujer sonrió ante el hombre, que acercó su rostro para oler aquel perfume que Leggio le había obsequiado. El soldado olía a cigarrillo, mezclado con un perfume bastante embriagador.

 

La musica seguia sonando de fondo mientras ambos jóvenes sentían la cercanía del otro. La Triviani conectó sus grisáceos ojos con aquellos oceánicos. Se sintió desnuda ante la penetrante mirada que le lanzaba el mago, y sintiendo sus piernas temblar, escuchó la profunda voz que poseía el rubio. Sonrió tímidamente y le observó mirar a un punto detrás suyo. La mujer supuso de quien se trataba en cuanto la expresión serio del rubio apareció.

 

La mujer sin más tomó su mano suavemente, entrelazando sus dedos y se acercó al cuerpo masculino - El placer es todo mío - pronunció con aquel suave y aniñado tono que aún poseía. La figura inocente de la mujer era lo que más destacaba entre todas las mujeres del burdel. Siendo la más joven y con menos experiencia, lograba llamar la atención de los hombres más ricos de lugar, siendo Leggio quien ponía una tarifa abruptamente exagerada a todo aquel que estuviera pocos minutos con la mujer.

 

- Vamos - murmuró lo suficientemente alto para adelantarse a los sofás que estaban a un costado, jalando delicadamente del brazo al rubio, el cual empujó suavemente haciéndolo sentarse en el sofá. Giró su cabeza, viendo temerosa a Leggio que asintió ante su mirada. La bruja se acercó al brujo y tímidamente se sentó en sus piernas, cruzando las propias de ella y sintiendo el diminuto vestido subirse conforme se movía como era costumbre.

 

Miró nuevamente a esos ojos azules y decidió presentarse - Soy Zoella - soltó, pasando un brazo por el hombro del soldado.

 

@@Jeremy Triviani

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