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Mansión de la Familia Potter Black (MM B: 90394)


Sagitas E. Potter Blue
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Me quedé a unos pasos de la puerta, parado. Era Sunar, pero hacía años que se había marchado de la POtter Black con...donde estaba Argi? Seguro que ya no era aquel niñito qeu me congelaba el pelo. Ella también había cambiado, después de tanto tiempo, o al menos, era la sensación que tenía al verla. 

 

Torpe de mi, no supe que decirle, asi que solo dejé que atara cabos mirándonos a Elentari y a mi. El pelo violeta era algo difícil de ignorar, más en nuestra familia. No llegué a asentir o a decir nada, pues alguien llamó a la puerta, lo que hizo que sintiera a @ Sunar PBT  aliviada. Probablemente era lo que había estado esperando, lo que la mantenía nerviosa a pesar de encontrarse con Sagitas. 

 

Aproveché ese segundo con ella para mirarla a los ojos, preguntando con un ligero gesto que si ella sabía que Sunar regresaría a casa. Pero no nos detuvimos demasiado en aquella conversación muda, ya que salimos hacia la entrada, donde Sethy, la elfina de Sunar se retiraba para encargarse de acomodar sus habitaciones, y dejaba a Sunar y Argi con nosotros.

 

Pero las cosas en la PB nunca eran tranquilas. @ Sean -Ojo Loco- Linmer , nuestro poltergeist en funciones, y su ghoul-dragón estaban causando problemas. Menos mal que Sunar reaccionó a tiempo, evitando un accidente mayor. Con un gruñido, me giré hacia el antiguo mafioso.

- Sean. Tienes un minuto para esconder ese poltergeist o Fenrir os hará pedacitos. - dije, mientras el lobo aparecía a mi lado, silencioso, gruñendo. Él los guiaría hacia donde Sean pretendiera que su nuevo amiguito americano viviese.

 

Sin embargo, la risita de Elentari me hizo sonreir como un bobo. A ella aquel espectácul0 le había hecho gracia. Miré a la niñita a los ojos y luego, me giré hacia Sunar y Argi. Avancé un par de pasos, mirando fijamente al niño. Estaba tenso, lo sentía, lo veía. Tenso y asustado. No nos recordaba, era normal. Alcé la ceja y alargué la mano hacia él.

- Yo soy Matt. Supongo que no te acordarás, pero la última vez que te vi, eras más o menos como ella. - dije, mientras Elentari los miraba a los dos, sonriendo. Tenía dos años, pero tenía la sensación de que ella ya era más sociable de lo que yo había sido en toda mi vida. - Se llama Elentari, y es mi hija. Tu prima.

 

Los miré a los dos, y luego señalé hacia el salón con la cabeza.

- En el salón hace más calor. Será mejor pasar ahí para charlar, no creéis?

 

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  • 2 semanas más tarde...

Tras pronunciar el nombre de la desconocida ante la puerta, me quedé petrificada, así, como si un basilisco se hubiera paseado delante de mí, manteniendo la mirada para que me transformara en piedra. En beneficio de Sunar, no es que ella fuera una serpiente enorme o que tuviera colmillos puntiagudos o mirada asesina, no; fue que, después de tanto tiempo y de tantas historias ocurridas, a quien menos me esperaba encontrar en la puerta de la mansión era a @ Sunar PBT , una sunar irreconocible en cuanto a que era diferente, era más madura, era más..., menos..., era ella con una vida desconocida que la hacía más... Jole, viva el saber expresarse en silencio sin decir ni pío. Eso era lo que me había petrificado ante ella, el reconocerla, pero a la vez no reconocerla, saber que todo aquel tiempo que no nos habíamos visto podrían, y lo digo en condicional, habernos convertidos en extraños. ¡Tantas cosas ocurridas por nuestro lado desde su salida del pueblo! Pero también tantas cosas que ella habría vivido sin nosotros que nos separaban...

O nos acercaban, nada que no se arregle con una pinta de cerveza de mantequilla al calor de la chimenea de la sala...

-- ¿Qué si puedes entrar? -- su pregunta me llegó tarde, es decir, que la comprensión de que me pedía permiso para entrar me llegó mucho más tarde que ella hiciera la pregunta. ¿Tal vez pensaría que no quería que entrara, que no la dejaba ser de la familia, o tal vez sólo era una forma simple de preguntar si era bienvenida? Yo, medio lapseada aún por la sorpresa, sólo oía el balbucear extraño del ghoul en algún lugar del desván, como si el ente estuviera resfriado o hubiera tomado cariño a una rata y le estuviera acariciando; a saber, el ghoul de la mansión tenía costumbres extrañas y a veces se mantenía en silencio durante meses y otras, sobre todo tras la llegada a casa del @ Sean -Ojo Loco- Linmer  "morido", no paraba de golpear tuberías y todo trasto viejo que pudiera a altas horas de la madrugada. -- ¡Claro, pasa, pasa! Esta es tu casa.

No hacía falta decirlo y, por supuesto, me retiré de la puerta para que ella pudiera pasar al cálido interior. Las chimeneas funcionaban de nuevo y parecía haber pasado siglos desde que nos habíamos ido a la Gala de Halloween en los Estados Unidos. Chasqueé los dedos para llamar la atención de uno de los elfos. Iba a pedirle que prepararan lo más rápidamente posible aquella habitación que fue y que era de Sunar, antes de irse, pero Harpo pasó a mi lado y me dirigió la mirada de forma furtiva, como si no pudiera creer que él no se hubiera ocupado ya de esa tarea, así que bajé la mano y, entonces, y sólo entonces, reaccioné como debía, apretujando a mi sobrina.

-- ¡Ay, Sunar! ¡Si eres tú...!

Los pasos de @ Matt Blackner  llegaban a mis oídos, acercándose, pero yo no quería soltar aún a mi sobrina, deseando preguntarle mil cosas, pero, sobre todo, por el niño. Pensar en él me produjo tristeza, al recordar sus correrías junto al mío. Un puño apretó mi corazón y tuve que hacer mucho esfuerzo por no llorar sobre el hombro de mi sobrina. Sunar consiguió que me enderezara al preguntarme sobre si la extrañé. La tomé de las manos, aún las tenía frías del exterior, así que nos adentramos aún más en la Sala de la Chimenea.

-- Mucho. Muchísimo. Tengo tantas cosas que contarte... ¡Y tú también tienes que contarme mil cosas, querida Sunar! Pero yo no sé ni por donde empezar...

Y era cierto, ¿por dónde empezar a explicarle la vida de una familia atípica, tan poco corriente que el mismo despertar en ella ya era una sorpresa tras otra? La llegada de Matt y de la nena me hizo sonreír. Elentari, una preciosidad de niña, saludaba con la manita a alguien que yo no veía, aunque estaba segura que ella sí, tras la puerta de la entrada. Eso sucedió segundos antes que se sintiera que alguien llamaba. Mi rostro pasó de la sorpresa a la preocupación. ¿Quién sería y qué querría?

Sin embargo, las dudas desaparecieron al instante, cuando la misma Sunar abrió la puerta y dejó pasar a un elfo (¡Por los dioses, era Sethy; después de tanto tiempo aquel elfo seguía cuidando de ella) y a un niño que, si no fuera por el pelo azul, casi podría haber dicho que era Ithilion, de lo que se parecían.

-- ¡Oh, Argentus! -- mi voz se volvió casi tartamuda de la emoción al ver a aquel niño tan crecido ahora. -- ¡Ay, narices, Sunar! ¡No les dejes ahí con la puerta abierta! Entrar todos. ¡Sois bienvenidos a la Potter Black!

¡Por fin! ¡Por fin la reacción correcta de mi corazón! No sé si el niño estaría muy contento de ver a aquella supuesta tía dentro de un disfraz de payaso de miedo, pero yo ni me acordaba de que aún no me había retirado los restos de la fiesta de Halloween cuando me acerqué a ellos para achucharlos de nuevo. No sé si llegué a ver terror en su cara por mi maquillaje corrido por el tiempo, los lloros, digo el agua de la lluvia (¿había llovido durante el camino de regreso de los USA?, o tal vez el agua de los aspersores de las flores del jardín, ¡que yo no lloro!), o tal vez fue el grito estrepitoso de Sean en el hall, o peor aún, el chorro de fuego que salía del... ¿dragón?, ¿ghoul?

Hale, ya desapareció la dama dulce que saluda a los familiares perdidos y pasé a ser la suegra ogro de siempre:

--¡¡ SEAAAAAAN !! ¿Qué demonios le has hecho al Ghoul? ¡¡Es familia, no se juega con él!! ¡¡Maldito espectro de locos!! ¡¡Y ME REFIERO A TI, SEAN!! ¡Ojalá te quemes el pompis y te queden con un agujero en tu espectral aspecto! ¿Es que en esta casa no podemos recibir a sus miembros como marcan los cánones sociales?

Sí, bueno, así son los buenos sentimientos entre suegra y yerno. Pateé el suelo e hice aparecer un látigo azul de mi varita que, en sus ocho metros de esplendor y brillantez, sujetó al ghoul dragón por una de las patas. Tiré de él y él tiró de mí, volando hacia las escaleras.

-- ¡Esas cortinas no, so bestia! -- le grité al ghoul. -- ¡Sooo, espera que te vuelva a encerrar en el desván!

Miré por encima del hombro para ver que Matt, mucho más controlado que yo, recibía como patriarca a la familia y los llevaba hacia la Sala de la chimenea, en busca del calor de la misma. Yo gruñí; el aguamentis de Sunar había cumplido su función, pero me había empapado. De la boca del ghoul dejó de salir fuego para soltar pequeñas bocanadas de humo. Se apagaba, por fin...

-- ¡Dejarme un minuto que...! -- el ghoul flotaba de nuevo con aire bonachón sin entender porqué le sujetaba de un pie con el látigo, levitando hacia su zona de confort, arrastrándome, puesto que yo no quería soltar aún el contacto por si acaso había algún efecto secundario de su breve transformación en dragón. -- ¡Qué le acompañe... a su... guarida!

¿Acompañarle? Si apenas llegaba al suelo con la punta de los pies, sujetando ahora con las dos manos el látigo mágico, mientras el ghoul se había olvidado de todo y cruzaba por el techo hacia el desván. Me desmaterialicé con un "Salvaguarda mágica" justo a tiempo antes de tragarme la lámpara de cristal y desaparecí de la vista de todos, transportada hacia la parte más alta de la casa. ¿Me habría oído Matt cuando le dije que metiera a Sean en una jaula por mí?

No tardé en dejar al ghoul durmiendo sobre la cañería del agua caliente, todo feliz, con un peluche descabezado de un osito entre los brazos. Sentí cierta ternura y le puse encima una raída manta verde que a saber cuánto tiempo llevaba allá en el desván y me dirigí a mi cuarto. Procuré ser rápida y librarme del atuendo del disfraz, del maquillaje y del resto de golosinas y envoltorios de chocolatinas del pelo. Una rauda ducha y un paseo de varita por mi cuerpo para secarme. El tiempo justo de ponerme un chandal gris y mis bambas violetas de cordones amarillos, antes de bajar con los recién llegados.

-- Bueno, bueno, bueno... ¿Por dónde íbamos? -- dije, apareciendo en la Sala. -- Harpo, ¿nos puedes traer un tentempié? Tengo hambre.

Porque así es la Potter Black. Sucedes cosas digamos... extrañas, pero comer... Aquí nadie se muere de hambre.

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Sagitas reaccionó como cabía esperar de ella: gritando y maldiciendo a @ Sean -Ojo Loco- Linmer  por el estropicio causado con el ghoul-dragón. Logró atarlo con el latigo azul que surgió de su varita, pero el ser logró arrastrarla en su loca huida. Alcé la ceja, viendo como desaparecía, antes de desviar la mirada hacia el antiguo mafioso. 

- Creo que quiere encerrarte en una jaula. Tenemos un montón abajo, en el sótano - comenté, como quien habla de la lista de la compra - de todos los tipos y tamaños. La prefieres colgando del techo? y pequeña, estrecha y húmeda? 

 

Por el contrario, Elentari reía, encantada al ver como Sagitas había desaparecido con el loco dragón. La risita de la pequeña me hizo sonreir, mirándola embobado. Para ella, aquel había sido un espectácul0 fantástico. Muchas veces daba gracias porque ella no pudiera sentirme, para que no le afectaran mis emociones. Sin embargo, parecía caerle muy bien el ente que últimamente nos "atormentaba" repiqueteando en los vidrios de las ventanas o levitando por el techo de forma lastimera. 

 

Al menos, solía respetar la habitacion de la pequeña.

- Vas a librarte de esa jaula, Sean - la voz de Jack sonaba seria, lo suficiente como para que entendiera que no bromeaba. - pero va siendo hora de enseñarte un par de normas.  - comentó el fantasma, que hizo un par de monerías a la niña al pasar por nuestro lado.

- Que suerte, Sean. Tendrás que rendir cuentas a Jack - dije, mientras me alejaba de ellos.

- Primera norma - escuché que decía Jack, poniéndole una mano en el hombro. - la habitación de Sagitas es sagrada. Si te pillo entrando a horas intempestivas....

 

Cuando regresé a la sala, Argi se calentaba las manos junto al fuego, y @ Sunar PBT  y Sagitas hablaban de tomar algo para picar.

- Si, algo de comer - contesté distraido, mientras Elentari alargaba sus manitas hacia Sagitas

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Me incorporé al ver como mi tía retiraba de nuestra presencia espectáculo que nos recibió como bienvenida a la mansión. Realmente sonreí al imaginar que hubiese podido vivir tantas emocionantes y locas aventuras en estos últimos años si no me hubiese ido. Especialmente porque quería que Argentus volviera a tomar confianza, y esperara que no demorara, sabía que así sería.

El peliazul observó con mucho detenimiento y curiosidad como la tía @ Sagitas E. Potter Blue  se llevaba al dragón, aunque distaba de ser uno real, para halarme el vestido y señalar en la dirección de la pelivioleta. Lo miré y vi esa expresión de juego en sus ojos mas no podía aún permitirle practicar, sería después y creía que en eso si le pediría ayuda a Matt.

Casualmente el tío saludaba a Argi, me miró y luego nuevamente al pelirrojo para murmurar un saludo.

– Disculpa tía – grité al darme cuenta que el agua también había bañado a la matriarca.

Sabía que no me regañaría por la pequeña desviación del hechizo, aunque a nadie le gusta estar empapado. Asentía hacia Matt cuando nos invitó a seguir al salón dejando el pequeño desastre a los elfos. Pero le hablaba a @ Sean -Ojo Loco- Linmer  el cual no recordaba haberlo visto, y se unió entonces Jack alejándose con él. La tía regresó ya sin su disfraz.

– Creo que debo una larga historia – le dije a mi tía cuando regresó y tras ella Harpo, su elfo personal.

Argentus un poco más relajado comenzó a caminar por el salón observando el lugar y todo lo que ellos tenían en el mismo hasta detenerse frente a la chimenea cuando entró el pelirrojo @ Matt Blackner . Aún miraba hacia las lenguas de fuego que parecían bailarle y extendió sus manitos.

– Fuera de casa y ellos pueden ser tu público, si quieres. – le dije suspirando mientras miraba a Sagitas y Matt junto a la bebé. – Está bien mamá – dijo mirándonos con una sonrisa.

Argentus estaba feliz, desde que regresamos a Ottery esa fue la primera vez que me sonrió sin miedo a lo desconocido, como cuando emprendimos el viaje de regreso a casa. Y mis dudas se despejaron porque sabía que mi familia nos apoyaría, aunque tuviéramos un pequeño secreto más que revelarles.

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  • 4 meses más tarde...

Con un sonoro crack una figura encapuchada apareció en los jardines cercanos a la entrada de la mansión. Se bajó ligeramente la capucha sacudiendo su cabellera castaña, miró alrededor ajustando su vista al entorno ya que apenas y amanecía. Ahí estaba su punto final, la entrada de la gran Mansión Potter Black.

Sacar el permiso de aparición para tener que caminar, ugh.

 Comenzó a avanzar rumbo a la mansión mientras sacaba su varita.

Engorgio.

Una canasta con tomates se hizo visible sobre su mano y se la acomodó mientras continuaba, visto así de lejos podría parecer la caperucita, sino fuera porque esa canasta no era para su abuela, ni sus intenciones fuesen las de una niña... bueno tal vez sí con una intención un poco infantil, pero así era ella. Una chiflada sin remedio.

Juguemos en el bosque... —comenzó a canturrear— mientras el lobo no está.

Podía sentir una calma extraña, llegado ese punto, mientras vislumbraba la gran entrada de la Mansión y se debatía qué hacer primero. ¿Tocar la puerta? ¿Lanzar de frente los tomates? ¿Incendiar el bosque? Todas alternativas igualmente válidas, pero se decidió por la segunda, finalmente ¿quién podría estar tan temprano en ese sitio que parecía más muerto que un inferi sin dueño?

 ¡Lobo qué estás haciendo! —gritó mientras lanzaba el primer tomate directo a la entrada con ayuda de su varita.

 

Editado por Liliana McDougall

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[Mel Black's daughter] -ex-Mortífaga- [Forever Gaunt]

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Ser ama de casa, cuidar de los tuyos, mantener la mansión limpita y que el jardín luzca hermoso por todas partes, las escaleras limpitas de hojas secas, los caminos hacia la gran escalinata donde se erigía la gran mole blanca que era la casa de la familia, tal como la habíamos heredado de mi madre Antara... No, ser ama de casa no era lo mío y no me encargaba de nada de eso hasta que mi elfo Harpo me obligaba. 

No nos confundamos. No estaba sucia ni dejada, pero tampoco la mantenía lista para una portada de la revista de arquitectura de mansiones mágicas. Mis intereses iban más allá de la estética de una casa que se me caía encima desde que mi hijito había desaparecido. Apenas pasaba tiempo en ella, albergando oscuros deseos de venganza mientras buscaba pistas de aquel maldito viejo nigromante, estudiando la gran lista de libros prohibidos que había en la Biblioteca de La Fortaleza Oscura, aprendiendo de los anteriores líderes mortífagos, releyendo una y mil veces las líneas en las que podría encontrar información de aquel ser y sus poderes, pero, sobre todo, cómo vencerlos.

Mi hijo y mi nieto por delante; el resto, los elfos se encargaban. Yo lo había dejado en sus manos y en las de mi querido Babila, el negrito que solía hacer de "Amo de llaves" tanto en la "Ojo Loco" Potter Blue como en la Potter Black, en conflicto continuado con Harpo. Ninguno de los dos me molestaban las pocas veces que decidía dormir en la casa, así que me extrañó mucho que a aquellas horas tan tempranas, los gritos de Babi me despertaran sobre la mesa del comedor, donde había dejado caer mi cara, sin darme cuenta que la tinta del pergamino había quedado grabada en mi mejilla. Tardé aún unos segundos en comprender que algo pasaba en la entrada.

Suspiré, cansada, tanto por lo poco dormido como por el despertar ajetreado. Estiré los brazos y bostecé. Sería mejor irme a la cama y dejar que Babila se encargara de todo. No era de mi incumbencia. Salí del salón comedor y, al cruzar el hall rumbo a las escaleras, vi sangre en el suelo.

-- ¡¡Sangre!! 

Vale que no tenía que gritar, pero hacía tiempo que no sufríamos ningún ataque. Los odefos eran seres de museo, hoy en día, así que nadie se atrevía a hacerlo. Corrí hacia Babila, para socorrerle, pues de su pecho se escapaba ese líquido rojizo que tan vital nos es para la supervivencia.

-- ¡Babila! ¡Agáchate!

No llegué hasta él. Resbalé en el charco, de manera que patiné hasta la entrada y bajé con el... trasero... los dos primeros escalones. Saqué la varita y la levanté, buscando a los asesinos. De mi mano resbaló un poco del líquido rojizo y varias pepitas quedaron pegadas a la varita. Arqueé la ceja. Aquello eran...

-- ¿Pepitas de tomate? 

No sé qué es lo que me hizo enfadar más, si saber que lo que había confundido con sangre sólo era zumo de tomate o que delante de mí, con una cesta de idems, había una persona a la que nunca más pensé volver a ver: a mi hermana.

 

 

OFF.-

@ Liliana McDougall Ya no sé si eres mi hermana o la vecina, pero bueno, ¡bienvenida!

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OFF: Liliana no es su hermana :v el otro personaje ejem si. Pero a lo que venía.

ON:

¿Ya puede salir el lobo a jugar?

La castaña jugueteó con un tomate, el más podrido de todos, sobre la palma de su mano derecha, pero esta vez cursó un plan diferente, apuntó con su varita al objeto y susurró "Engorgio", el tomate en cuestión incrementó su tamaño y tocó el suelo a los pies de la vampiro que volvió a apuntarlo con la varita.

Así que, ¿lista para jugar, Jefa? —con un swish y flick rápido gritó— ¡Wingardium leviosa! 

El objeto de inusual tamaño que despedía ya unos olores agrios por estar en pleno proceso de descomposición se elevó en el aire como un mini dirigible brillante y rojo y flotó dirigiéndose a un solo objetivo: La gran entrada de los Potter Black.

Espero que le guste mi presente Jefa, lo estuve guardando con cariño por un tiempo.

Aquellos momentos le rememoraron los tiempos donde vivía de hacer travesuras a diestra y siniestra y si eso servía para torturar un par de muggles en el proceso, siempre era bienvenido, por ahora y con el tiempo había olvidado un poco de esa diversión, pero bastaba volver a recordar a su hermana para que todo ese instinto que solía llevar adormilado para el resto del mundo aflorase de un solo tajo.

La bruja se permitió una risa que fue incrementando conforme el tomate peligrosamente gigante se acercaba y formaba una sombra por donde pasaba. 

Uy, creo que me olvidé cómo mantenerlo en el aire —se permitió añadir antes de hacer su movimiento final.

Editado por Liliana McDougall

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--¡Ah, no! ¡Ni se te ocurra! -- repliqué ante el tamaño antinatural de aquel tomate. ¡Si en vez de un tomate..., parecía una sandía de grande! -- Ni jefa ni porras, ¡ni se te ocurra lanzarme...!

A veces se me olvida que una varita sirve para algo más que para sujetarse el pelo porque permanecí allá, sentada en el suelo sobre un charco de zumo de tomate y sujetándola como quien tiene un lápiz en la mano mientras aquel enorme tomate se dirigía hacia mí. Babila intentó hacerme levantar del suelo, pero los pies descalzos del negrito (no sé porqué aún le llamo así cuando por sus venas corre sangre de gigante y su tamaño es, digamos, como dos veces yo), se resbalaban continuamente.

-- ¡No, deja, Babila, que aún te caerás encima de mí! Ve a llamar a algún elfo para que recoja todo ésto.

Después de esa breve distracción con la mirada hacia mi Amo de Llaves, volví a encararme con la muchacha vegetariana (bueno, es un decir; por lo que yo recuerdo, come todo lo que se le ponga en la mesa, sin ningún feo a la carne). Ella, sin embargo, no se había distraído para nada, así que su sonrisa aviesa no me proporcionó ninguna tranquilidad, más bien lo contrario. Y, sin embargo, cierto calorcillo de recuerdos de un antaño donde fui feliz, o al menos más feliz que ahora, me hizo esbozar una breve sonrisa.

Una breve sonrisa que desapareció en cuanto aquel olor a putrefacto líquido en mal estado cayó sobre mí. 

--¡Por las barbas enredadas de Merlín el Viejo! ¡¡Esta vez sí que te has pasado, Loli..., Lili... Son... Sín... San... !!

¡Qué difícil es mantener un enfado cuando tu memoria te falla tanto! Esperaba que ningún compañero mortífago pasara por allá cerca y viera a la líder del bando empapada de zumo (si se podía llamar así a eso) de tomate en mal estado.

--- Esto... ¿Cómo te llamabas y por qué has vuelto a la Potter Black? ¿Es que no podía saludar como todo el mundo sin lanzarme nada? Hacía mucho tiempo que nadie me lanzaba tomates -- dije, con cierta añoranza de los tiempos mejores.

 

OFF.-

Nanit, es de madrugada. ¡Hasta mañana!

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  • 1 mes más tarde...

El tiempo voló como siempre en la Mansión de la Familia Potter Black. Tuvimos el tiempo suficiente de visitar algunas casas (obvio que no podíamos entrar a los terrenos de cada familia, así que le mostré desde afuera), para que mi Argentus conociera cada vez más el lugar donde vivíamos y del cual no pensaba ya más nunca escapar.

No recordaba lo exuberante que se apreciaban ciertos hogares y sus alrededores, en especial los que alguna vez llegué a visitar en calidad de empleada del Ministerio. Fueron momentos inolvidables esas misiones de trabajo. Lo extrañaba mucho porque era la mejor forma que tenía en ese entonces para no estresarme con la presencia del padre del peliazul. Quería intentar nuevamente más debía investigar si los requisitos para ser admitida cambiaron. 

– ¿Qué te parece regresar a casa, cielo? – le pregunté al niño que asintió emocionado.

Seguramente no era su idea de diversión recorrer todo el pueblo conmigo. Sabía que deseaba jugar con los familiares, y por supuesto, que ansiaba ver que estaban haciendo los patriarcas. No logré decirles hacia donde me dirigía luego del interesante dragón fantasmal, que prácticamente nos recibió ese día luego de varios años de ausencia.

– ¡Busquemos! – le dije a Argi cuando por fin llegamos a casa.

El niño tenía más energía de lo que pensé. Después de haber recorrido varios kilómetros, aun podía entrar corriendo a la mansión mientras yo con un dejo de cansancio lograba seguirlo con la mirada escaleras arriba.

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  • 4 semanas más tarde...

Abrí los ojos con la sensación de que en lugar de párpados, tenía dos losas de piedra. La cabeza me dolía  como si me hubiera atropellado un tren. Pero estaba en mi habitación en la Potter Black, en silencio, a oscuras. Despacio, me senté en la cama, con la mirada perdida. Estaba totalmente agotado, pero lo peor no era aquella sensación, sino...

 

Que no recordaba lo que había pasado en Theotihuacán.

 

Me llevé las manos a la cabeza, maldiciendo en silencio. Necesitaba recordar, saber que había pasado. Porque aquella falta de memoria sabía que no era por nada bueno.

 

Mientras, al mismo tiempo, Jack levitaba frente a Sagitas, preocupado. Su habitación estaba cerrada, y Elentari dormía tranquila en la gran cama.

- No sabes...no se que les habría hecho si no llego a aparecer, niña. - susurró el fantasma, frotándose los ojos. - De niño era difícil controlarlo, pero ahora...El chico debería tenerlo dominado. - se cruzó de brazos. Había descrito a Sagitas la situación. Dernhorn había encontrado al grupo en la pirámide de Theotihuacán y, aunque había logrado controlar la amenaza, Matt pretendió detener al nigromante para encontrar a Ithilion. Y había perdido la consciencia de lo que hacía. Ojos negros, aparente falta de consciencia al dolor...una máquina imparable de destrucción. - Lo habías visto antes asi? - preguntó.

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