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Fabricantes de Mentiras (MM B: 95760)


Mael Blackfyre
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"Claro que si" volví a responder ante la Gryffindor, que parecía incrédula ante los hechos que estaban ocurriendo en ése momento, dentro de Fabricante de Mentiras. La miré detenidamente. Tenía que admitir que era una bruja muy linda. Y no solo eso, sino confianzuda. Pero por lo menos nos habíamos prometido que a los Gryffindor debíamos mantenernos en son de paz. No tenía a nadie. Y no me quedaba otra que llevarme bien con sus integrantes. En su momento la había pasado mal, también había perdido a seres queridos. Tal vez si brindaba una mano...

 

¿Eh? —comenté ante la pregunta que me estaba resultando sorpresiva. Por un momento pensé que Mica iba a ignorarme e iba a intentar descansar. Pude notar que había fortalecido un poco su postura tras la tranquilidad que le había brindado aquella sociedad. Favor se pagaba por favor y había logrado quedarme tranquilo por ése lado—. ¿Qué importa de dónde vengo?

 

Me puse incómodo más que nada porque me habia agarrado desprevenido. Me alejé unos pasos acercándome a una bilbioteca con unos pergaminos que no se veían de la tierra que los cubría. ¿Cuánto tiempo había pasado? No me gustaba demasiado hablar de mi pasado, mucho menos de dónde provenía. Mi mente era como un laberinto que encerraba miles de secretos en cada cuarto. Siempre mi miedo era que por abrir una rendija se descubriera algo que me llevara a la ruina. Pero tenía que tranquilizarme, tal vez era una simple pregunta que usaba para entablar una conversación amena.

 

Me gustaría decir que vengo de un sitio solo. Pero no es asi. Lo último que pisé fue Alemania —le estaba sacando todo el peso posible a aquella última palabra. Incluso los recuerdos. No podía permitir ni un gramo de debilidad—. Y estuve viviendo un par de años por el país Vasco —carraspeé mi voz. Necesitaba un poco de agua. Mientras me encaargaba de hacer eso, le pregunté: — ¿Y tú? ¿Por qué has desaparecido tanto tiempo?

 

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No pudo evitar percibir que su pregunta había incomodado a Mael, quien respondió de forma evasiva y poco permeable, como si se pusiera a la defensiva, pero no había ataque alguno en sus palabras. Mica simplemente quería conocer mejor a su “socio”, antes de empezar a trabajar de lleno juntos.


Lo vio alejarse, pensativo. Daba la impresión de que llevaba un debate interno del que no sería partícipe. Permaneció en silencio, dándole tiempo. Al regresar, pareció improvisar sin dar muchas pistas de su pasado. Si bien sus respuestas fueron vagas, era un comienzo. Al menos un punto de partida frente a lo mucho que le faltaba por saber. La curiosidad era una mala aliada a veces, y muy presente en la Gryffindor.


-Pregunto para saber algo de ti, por el momento solo sé tu nombre y que perteneces a la familia Gryffindor. Respeto si no quieres decirme, pero si vamos a trabajar juntos no estará mal conocerse un poco mejor -lo dijo tranquila, no quería discutir con él, solo exponer su punto. -No volveré a preguntar. -concluyó, y desvió la mirada.


Sabía que no necesitarían ser amigos, pero le resultaba muy difícil no buscar saber más de ese extraño de ojos inusuales y poco expresivos.


-No sabía quien era, perdí la memoria por al menos dos años según pudieron decirme. No logré regresar ni recordar nada en absoluto hasta… bueno, el funeral. -decirlo lo hacía real y devolvía a su pecho esa sensación de vacío, le costó respirar. -No pude estar para Elvis y es algo que nunca me perdonaré…- volteó el rostro para ocultar las lágrimas que estaban rodando por sus mejillas.


Se quiso incorporar torpemente, pero sus fuerzas no la ayudaron y volvió a caer en el asiento. Cerró los ojos y suspiró, no le gustaba en absoluto estar evidenciando debilidad.



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Miré fijamente al escuchar las palabras de Mica Gryffindor. Estaba seguro que intentaba de alguna manera justificarse pero no era algo que me interesaba. De hecho por el momento, solamente me interesaba tener un trato profesional. A veces las personas intentaban acercarse emocionalmente y luego te decepcionaban. No le dije nada, pero si cuando ella respondió su parte.

¿Dos años? —comenté de manera incrédulo. Los magos y brujas a veces sufrías cosas inauditas. Aunque la palabra funeral hizo que la mirara más fijamente. Mojé mis labios con mi lengua y pensé en la situación que debía suponerse perder a un familiar tan directo—. Creo que llegamos a la Gryffindor en el peor momento —no era bueno para acompañar moralmente. El nombre del ex patriarca volvía aparecer—. Al parecer fue un gran mago. Mi madre me ha contado cosas grandiosas.

No conocía mucho a Elvis, pero había investigado poco. Sabía algunos detalles, pero mi madre solo me había prometido que jamás iba a hablar mal de su padre. Cada vez que lo nombraba salían lágrimas de sus ojos, como Mica en aquel momento. No entendía como todos lo lloraban pero nadie había estado presente, salvo aquella bruja que se llamaba Lunática. Aunque despejé mi mente de esos pensamientos porque la nueva socia, se debilitaba nuevamente.

Oye, come algo. No te recuperarás jamas —moví mi varita, y un plato se materializó tras una voluta de humo rojizo. Justo lo había traído hacía un par de horas atrás. Un par rebanado con algunos filamentos de queso, y unos trozos de carne con verdura. Exquisiteces que había adquirido en la mansión Gryffindor—. Aprovecharé a acomodar un poco

Me dirigí nuevamente a aquella estantería. No sabía cómo continuar la charla. Moví mi varita y el polvo de la biblioteca se disipó. Un aparatito curiosos, con aros metálicos que se cruzaban, empezó a vibrar y girar entre si. Fabricante de Mentiras tenía muchas cosas interesantes.

 

 

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-Dos años -asintió. Para cualquiera que lo escuchara sonaría igual de extraño. -No sé bien qué pasó ni cómo, pero estuve mucho tiempo en lo que los muggles llaman hospital, ni siquiera recordaba que era una bruja... -suspiró, eran cosas que aún estaba terminando de digerir.

 

Las palabras del joven le resultaban frías. Era como hablar con alguien que solo emitía respuestas prefabricadas y vacías de sentimientos, sin embargo no lo culpaba, a fin de cuentas no conocía a Elvis y no tenía por qué sentir algo respecto a su partida.

-Sin dudas, el peor momento... de seguro en otras instancias hubieras sido mejor recibido, siempre fue una familia muy cálida -sin darse cuenta, hablaba de la familia como si se tratase algo lejano y ajeno a ella, o algo del pasado. -Fue un gran mago y un excelente hermano... merecía mucho más de nosotros, aunque no lo pidiera... daría lo que fuera por volver el tiempo atrás- no pudo más y se cubrió el rostro con las manos.

Cuando el joven puso aquella comida frente a ella, cayó en la cuenta de que no recordaba la última vez en que había ingerido alimento alguno. Tal vez antes de escaparse de Sophia y Martín en aquel hospedaje... pero no recordaba. Sin embargo, sentía el estómago completamente cerrado. Por cortesía, tomó un trozo de pan con queso y lo empezó a cortar en trocitos que llevaba muy de a poco a su boca.

Dejó que el caballero siguiera con sus intentos de poner en orden el lugar, le dio tiempo para él, ya que no quería ser invasiva. Pronto debería poder centrarse y empezar a colaborar si no quería que la sociedad fracasase antes de empezar.

-¿En qué puedo ayudar?- preguntó en voz alta, a la espera de instrucciones, ya que su propia cabeza no era de utilidad para generar ideas en ese momento.

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Escuchaba atentamente las explicaciones que Mica Gryffindor me estaba dando. Abrí un poco la boca al enterarme que apenas sabía que era bruja. No podía imaginarme sin mi varita, la vida había sido ya bastante complicada como para vivir sin ella. Me limité a asentir y fruncir los labios al escuchar también que la familia habría sido más cálida y que le gustaría retroceder el tiempo atrás. Ya sabía que aunque retrocediera el tiempo, era imposible devolver la vida como ella lo quería.

¿Y si le daba una muestra de eso? Era nigromante. Tal vez podría intentar que hablara con Elvis una vez más.

No no no…” era demasiado. No le debía nada a la bruja. Y no tenía ni idea de cómo lo tomaría la figura de Elvis ante aquello. Cuando los muertos tomaban su decisión de alejarse del mundo de los vivos, mejor era respetarlos. Negué con la cabeza y continué terminando de limpiar aquello. La verdad que no tenía ni idea de cómo seguir. Pero si era socia, de alguna manera tenía que confiar en la Gryffindor. Tal vez dos mentes pensaban mejor que una.

Realmente hace muy poco que empecé con todo esto. Hasta el momento, intenté conectarme con algunos comerciantes pero no tuve mucho éxito —le comenté a la bruja de ojos verdes, dejando de prestar atención a los libros para ver su rostro—. Es difícil encontrar clientes. De momento fui a visitar al Ministerio de Magia. Pero a la gente le cuesta venir aquí. ¿Qué se te ocurre que podemos hacer para levantar el negocio?

Le pregunté, recordando que había encontrado algunos pergaminos con una especie de informe. En uno de ellos mostraba el objeto que había encontrado el dueño anterior. Y en otro, una bruja lo había contratado para investigar un caso. Había maldiciones. Había intromisión a bóvedas. Incluso mansiones. Miré a los ojos de la bruja, nuevamente. No quería leer su mente pero

¿En qué sos buena? Me refiero a tus habilidades… —entrecerré los ojos. ¿Le iba a contar que era animago? Tal vez podía comentar que era bueno en transformaciones para justificar su metamorfomagia—. Tal vez podamos generar alguna situación sin que lo sepan y solucionarla. Para que vean que funciona... —¿era una mala idea?

 

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-Puede ser que el negocio vaya algo más lento de lo que se quiera, de hecho, he visto que toda la comunidad está un poco más tranquila de como lo recordaba…- le respondió, ante el comentario de Mael.


Así que ya había estado allí… bueno, era bueno saber que aún desde antes de la muerte de Elvis ya había estado queriendo quedarse con lo suyo. ¿Habría hecho lo mismo con algo más? ¿Tan solo había sido el local? Tendría que descubrirlo. No le interesaba realmente quedarse con nada que no le perteneciera, Elvis tenía a su esposa e hijos quienes tenían derechos… ella no iba a reclamar nada, pero tampoco dejaría que quedasen en manos de cualquiera de poder evitarlo.


“Socios” pensó nuevamente, aquel rol se limitaría a esas cuatro paredes ¿verdad? Lo miró a los ojos, tratando de encontrar una respuesta a la pregunta que no formularía.


-Ya se me ocurrirá algo, digamos que mi mente en este momento no es la más clara…- dijo a modo de respuesta. -Habilidades… soy metamorfomaga y estoy estudiando animagia, espero dominarla nuevamente algún día -suspiró, eran bellos esos tiempos en que lograba ser una lechuza y su hermano un búho. Era cosa del pasado, ni su hermano estaba ni ella lograba controlar aún la habilidad ¿la habría perdido para siempre? -Soy buena para duelos y enfrentamientos… o al menos siempre lo fui. ¿Para qué eres bueno tú?


Ignoró la idea de generar situaciones, no iba a sumarse a eso ni discutir en aquel momento con Mael. Imaginaba ya que, a la hora de recibir una respuesta negativa, no iba a quedarse callado y aceptarla.


Fue entonces cuando un perro dálmata plateado llegó ante sus ojos y los de Mael, hablando con la voz de Sophia. El mensaje era claro: “Mica, tienes que volver, Ara dara inicio a la ceremonia y tienes que estar aquí.” Se quedó mirándolo boquiabierta sin saber qué hacer ni qué decir. Llevó una mano a sus labios, si bien sabía que sus familiares se estaban encargando en aquel momento de todo lo correspondiente al último adiós de su mellizo, no planeaba regresar a terrenos de la Gryffindor. “Nunca más” se había propuesto tras su partida.


Sintió que algo en su interior se volvía a quebrar, estaba paralizada.


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— ¿Para qué soy bueno?

Me re pregunté, cuando la bruja había respondido a mi pregunta como si se tratara de una entrevista de trabajo. Había comentado dos de las habilidades que ya poseía, por lo que aquello era una buena señal. Podes camuflarnos en la sociedad era una buena herramienta. Como lo eran mis otras habilidades. Podía leer mentes, y regresar a los muertos. Muchas veces me había apoyado en ellos para responder preguntas.

Una vez un fantasma de una antigua bruja con dinero, me había guidado a su fortuna. Los tantos galleones, joyas y objetos mágicos ahora se encontraban en mi bóveda. Era el cambio de favor que me había pedido para irse en paz” pensé, pero no podía decirle eso a Mica Gryffindor, porque había sido eso, un pacto. Y estaba seguro que la moral de muchas personas en aquella comunidad, se vería afectado por una acción así.

Soy bueno en duelos, también. Me gusta encontrar rastros de magia. Son bueno resolviendo cosas, problemas —pensaba en voz alta sobre una respuesta que le sirviera a la bruja—. Y no soy tan sentimental. Si hay que hacer un trabajo, lo hago y listo —aquello era importante para el tipo de negocio que estábamos encarando con la bruja de ojos verdes.

Pero una luz plateado estalló entre nosotros y adoptó la forma de un perro. Jamás lo había visto tan cerca. Abrí un poco los ojos. No era muy aceptable que me encontrara con aquella situación. Pero entendía que si íbamos a relacionarnos con la Gryffindor, había cosas que pasaban entre nosotros que tendríamos que aceptar del otro. Cosas que no nos gustaban o que no iban con nuestros ideales. Levanté la vista, pocas veces la había visto directamente a los ojos.

Debes ir. El negocio puede esperar. Debes ir —repetí. La bruja debía cerrar el ciclo, sino se quedaría tendida en aquel sillón durante milenios.

Debo ir también” me repetí. ¿Por qué?

 

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No lograba reaccionar ante el inoportuno patronus. No quería asistir, no estaba lista. Su escape de la mansión había sido la mejor respuesta que había logrado ante tanto dolor, dolor que nuevamente le quitaba el aire y generaba un dolor insoportable en su pecho. Era como si por un momento hubiese olvidado la muerte de su mellizo, o al menos la estuviese tapando con otros pensamientos, pero de golpe ese llamado hubiese removido cualquier escondite y lo trajera a flote.


-No… no puedo -buscó la mirada de Mael, esperando que la comprendiera, aunque intuía que no iba a encontrar eso de su parte.


Levantó nuevamente las rodillas y las rodeó con sus brazos, quedando en esa posición sobre el sillón en el que se encontraba. Le costaba respirar y las lágrimas habían vuelto a instalarse en su rostro. ¿Cómo podría enfrentarse de nuevo a un momento así? No podía hacerlo sola, no podía…


-¿Me acompañas? -dijo débilmente, la voz se le entrecortaba por la angustia y no estaba segura de querer hacerlo. Pero empezaba a tener miedo de arrepentirse si simplemente lo dejaba pasar. Necesitaba más que nunca la palabra de su hermano o su prima, pero el primero ya no se encontraba disponible y de su prima no sabía nada en absoluto. -Ven conmigo…- agregó en tono suplicante, sabía que el joven pertenecía a la familia aunque no con quién se vinculaba, no había prestado atención.


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Aquella pregunta me pegó como si fuera un baldazo de agua fría. Por algún segundo, creí que aquella bruja me iba a callar o se iba a enojar. Pero la gente no actuaba como yo hubiera actuado, asi que solamente me quedó asentir. Si vivía con los Gryffindor, si me relacionaba de diferentes maneras con aquella familia, entonces tenía que comportarme como una. Me había ido por algunos momentos pero tenía que volver. Tenía que demostrar que era uno más.

Está bien. Pero no me obligues a estar en el medio —la miré. Mientras ella se aferraba a sí misma como una roca, como un ovillo de lana imposible de desatar, moví mi varita. Por detrás de una biblioteca que se arrastró a un lado, apareció aquella chimenea. La había visto ni bien había entrado y había encontrado los permisos del Ministerio: estaba conectada directamente a la Sala de los Gryffindor—. Vamos. Tú primero.

Sabía que no iba a moverse por su cuenta, lo intuía. Tomé un puñado de polvos flú y los lancé al fuego que acababa de invocar también con mi varita. Las llamas normales se transformaron en un verde esmeralda, moviéndose para atraer a la persona que las necesitara usar, para transportarlas.

Iré tras de ti. Luego tendremos tiempo de organizar el local. Elvis te espera —aquella frialdad con la que hablaba, estaba seguro que iba a incomodar un poco a Mica pero era lo que necesitaba, al parecer, alguien que la revoleara para todos lados. Me apoyé contra la mesa. No iba a hacer nada más, solamente tenía que levantarse, meterse en las llamas verdes y anunciar el nombre de la mansión.


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Notó que él se quedaba pensativo ante el pedido. Seguramente no esperaba eso y, sin dudas, era algo precipitado por su parte pues apenas lo conocía. Sin embargo, no tenía a nadie más a quién acudir. Asintió a su pedido, claro que no iba a pedirle estar en medio, tampoco estaba dispuesta a estar ella en esa posición. Iba a presenciar lo que pudiera, pero con una distancia prudente como para poder retirarse si la situación la sobrepasaba nuevamente.

Lo siguiente transcurrió ante sus ojos como si fuese parte de algo más. Llevaba demasiado tiempo sin ver el efecto de los polvos Flu, y más aún sin usarlos. El tono de Mael se había vuelto frío de pronto, recordándole que era solo un extraño, un socio y nada más. Eso le dolió, no podía confiar en él por más de que intentaba con todas sus fuerzas aferrarse a quien sea.

Se puso de pie, tomando las pocas fuerzas que le quedaban para ello. No iba a mostrar debilidad, ya se había expuesto demasiado. Se metió en las llamas y dijo con firmeza el sitio que sería su destino, la chimenea de la mansión Gryffindor. Deseaba que Mael cumpliese con su palabra y la siguiera, pero no estaba segura de que así sería.

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