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Fabricantes de Mentiras (MM B: 95760)


Mael Blackfyre
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Pasamos de la recepción de Fabricantes de Mentiras a la parte trasera, mientras que Aedus Lestrange me iba poniendo al corriente mientras tanto. Sus palabras me iban llamando la atención. Le hice una seña con el dedo índice, para que pudiera tomar asiento donde lo creyera mejor. Había algunas sillas de maderas repartidas por todo el sitio y dos sillones mullidos (y viejos). Mientras terminaba de hablar de su familia, me senté sobre el borde de mi escritorio. Me gustaba observar todo desde un punto mejor.

¿A qué llamas prudente? —lo miré seriamente. Pensativo. No veía demasiadas complicaciones. Antes de continuar, escuché lo que decía luego. Asentí cuando preguntó si solíamos llamar muggles a las personas no mágicas. ¿Martillo que genera y atrae rayos? Jamás en mi vida había escuchado hablar. Y menos de los muggles—. Aedus. ¿Puedo llamarte así, no es cierto? Toma, un poco de café… ¿O prefieres otra cosa?

Saque mi varita automáticamente. Porque no sabía cómo íbamos a proseguir aquel trabajo. Le di una sacudida a mi varita y apareció una taza rebosante de café. No acostumbraba a tomar aquella bebida, pero había dormido poco y tenia que despabilarme. Esperé a que éste me dijera qué tomar e imité el movimiento. Con la taza entre mis manos, le di un sorbo y dejé la taza a un costado. Miré al cliente.

Te seré sincero, Aedus. Hay muchísimas cosas que desconozco de ésta comunidad. No soy de ésta tierra y llegué hace poco —no tenía que sonar desesperanzador. Tenía que generar cierta confianza, como yo veía que podía hacerlo—. Pero te puedo asegurar que voy a hacer mi mejor intento. En cuanto a la familia, dalo por hecho. Averiguaremos lo que quieras y en cuanto quieras recordar, ya tendremos ése primer trabajo terminado. Sólo necesito saber qué es lo que quieres de ésa familia y cuál es tu intención. Luego yo me las ingenio para hacer el resto.

Tomé la taza y le di unos tres o cuatro sorbos, porque ahora venía la parte difícil.

No tengo idea del martillo que buscas. Pero repito, creo que mi desventaja es que no soy de aquí. —mi cabeza pensaba. ¿Luego de decirle esto se quedaría para aceptar mis servicios?—. Pero tengo ya una opción para empezar. Puedo averiguar en Noruega. Puedo averiguar por aquí y una vez que junte algo de información, de corroborar que ése objeto existe, si te parece, podemos coordinar otra reunión. Mi forma de trabajar es individual. Y empiezo mi trabajo con la mitad de la paga. Cuando lo termina, recibo el resto. ¿Estás de acuerdo?

 

@ Annick McKinnon

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Aedus asiente cuando Mael  le pregunta si puede llamarlo por su nombre de pila; y, aunque está acostumbrado a tomar whisky desde temprana hora, decide mantener un bajo perfil y no revelar tan pronto sus propias costumbres, así que acepta tomar café.

A pesar de que le agrada la sinceridad del joven acerca de que no sabe nada sobre el martillo, Aedus siente que aquello se sumará a la lista de fracasos en su búsqueda de aquel objeto legendario; sin embargo sabe que nada pierde con darle una oportunidad a Mael, así que acepta la propuesta del chico.

Quiero conocer el estatus de los Lestrange en Inglaterra. Me refiero no solo al estatus social sino también de sangre; pero sobre todo quiero saber qué tanto conocen ellos acerca de los Lestrange de Francia, es decir, si saben todo de nosotros o si simplemente son conscientes de que existe nuestra rama pero desconocen más detalles ―bebe un sorbo de café antes de continuar, porque el siguiente punto debe abordarlo con cierto tacto―. En Francia corren historias sobre dos grupos de magos que se han enfrentado desde hace años aquí en Inglaterra… ―Aedus hace una pausa para observar la expresión de Mael―. Me gustaría saber con cuál de los dos grupos se identifica la familia Lestrange.

El hombre sabe un poco acerca de la historia de Rodolphus Lestrange y su esposa Bellatrix, quienes pasaron gran parte de su vida en la prisión de los magos ingleses; pero desconoce si en la actualidad los Lestrange tienen la misma inclinación.

Eso me servirá para saber si es prudente visitarlos o no ―explica―. Me refiero a que si no conocen nada acerca de mi familia, seguro seré un completo desconocido al que no les interesará recibir en su hogar.

Aquello no se acerca a la realidad. Lo que quiere saber es si los ingleses pueden representar un problema para mantener su fachada. Pero eso no le interesa tanto como el martillo; y aunque él mismo ha estado en Noruega investigando sobre el asunto, considera que quizá el chico podría interpretar la información de otra manera.

Sobre el martillo… me parece una excelente idea que comiences en Noruega. Estaré esperando una próxima reunión para que me informes los avances ―vuelve a tomar otro sorbo de café antes de mencionar el tema del dinero―. Estoy de acuerdo con el tema del pago. Espero que el adelanto valga y el trabajo se logre al 100%.

El dinero no es problema para él, pero eso no lo expresará en voz alta, así que deja la taza de café a un lado para rebuscar entre su ropa uno de saquitos con oro mientras espera a que Mael mencione la cantidad que desea.

 

@ Mael Blackfyre

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  • 2 semanas más tarde...

  Considerlo hecho, Aedus. No creo que sea difícil averiguar sobre los Lestrange —le dije, asintiendo la cabeza ante la idea de conocer los ideales de aquella familia. En realidad era mentira, ya que era muy difícil saber los ideales de una familia, sino, para los bandos actuales de Inglaterra, sería muy fácil averiguarlo y hacer algo al respecto. ¿Podía imaginar lo que haría en caso de descubrir a familias fenixianas?

Era una linda imaginación, rindiéndole las familias a mis líderes y ganando cierta fama que necesitaba dentro de la Marca en ése momento. Me habría ahorrado mucho tiempo. Aunque mi táctica era saber quiénes la conformaba para tener un margen posible. Miré como Aedus tomaba de su bebida.

Revisaré en qué condiciones se encuentra la familia, y si lo deseas, puedo acompañarte en tu visita —le había comentado lo que costaba aquellos servicios, que él rápidamente acepto pagar. Guarde las monedas de oro dentro de la bolsilla y miré al chico—. Y pondremos una fecha para la próxima, asi averiguamos sobre tu martillo. —me terminé el café de unos sorbos y dejé la taza a un costado—. Es una desventaja desconocer los detalles de un país, pero es una gran ventaja porque puedes moverte con más libertad. ¿No crees?

No era muy bueno para convertir el ambiente de tensión e incertidumbre en un ambiente más amigable. Le comenté, preguntándole dónde se estaba hospedando.

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«Y no saber mucho sobre el tema también permite moverse con más libertad», piensa Aedus ante el comentario de Mael acerca de la ventaja de desconocer los detalles sobre un país; pero se reserva el comentario.

Confío en tus habilidades. El costo del servicio lo amerita... ―añade a manera de broma, porque en realidad el oro no es problema para él―. Estaré esperando con impaciencia las noticias sobre la búsqueda del martillo ―dice con su aterciopelada voz; no obstante es una simple fórmula protocolaria que usa en los negocios, porque si algo caracteriza a Aedus es la paciencia.

Con paciencia había soportado los maltratos del mago al que su madre lo había vendido, y con mucha más paciencia había logrado obtener el apellido, el oro y el estatus que ahora lo respalda. Así que Mael si resultaba un fraude, ya se las ingeniaría para hacerse con el martillo tarde o temprano.

En realidad llegué a Inglaterra hace unas horas, así que aún no he buscado hospedaje ―explica tomando un trago de café―. ¿Conoces algún lugar que puedas recomendarme? De preferencia uno donde no haya mucha afluencia de gente… Ya sabes. Un sitio discreto.

 

@ Mael Blackfyre

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Asentí ante el comentario de Aedus, de que todo iba en marcha en cuánto al plan. Ahora que trabajaba para el Ministerio de Magia inglés, tenía un poco menos de tiempo para dedicarle a aquel trabajo clandestino, por llamarle de alguna manera. Pero lo que perdía en tiempo, lo ganaba con contactos porque de a poco, muy de a poco, iba conociendo algunas personas. Y muchas de ellas me deberían favores que podría ir cobrando a medida que necesite.

Iba a comentar sobre la Gryffindor. Pero era un total desconocido. Saqué aquella idea de mi cabeza.

Mira… aquí en el Callejón Diagon hay muchos sitios al estilo hoteles u hospedajes –pensé en voz alta. Miré hacia la ventana que mostraba una calle totalmente solitaria—. Hace muchas semanas que casi nadie pasea. Son tiempos difíciles —volví la mirada hacia el joven. ¿Sería una idea descabellada?—. Pero no tengo problema de brindarte mi negocio como sitio para descansar. Detrás hay una oficina que podemos conseguir una cama. Por lo menos hasta que veas un sitio de tu agrado —levanté una ceja y un hombro—. Tal vez asi podamos avanzar un poco más en el trabajo.

Le dije que no había compromiso en que dijera que si. Fabricante de Mentiras no tenía todos los lujos pero si de algo estaba seguro, era que nadie lo iba a molestar. Porque nadie había entrado en meses. Tendría mucho tiempo solo en aquel sitio y si alguien llegaba para mis servicios, el joven podría llamarme ante ésa escena. Era un favor por otro favor. Realmente no tenía muchos conocidos y si algo había aprendido allí es que al menos teníamos que ser camaradas con nuestra propia comunidad mágica.

 

@ Annick McKinnon

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  • 2 semanas más tarde...

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A Aedus no le agrada la idea de alojarse en el local. No porque no estuviese acostumbrado a la falta de lujos (de hecho en tiempos pasados dormía incluso en la calle), pero se pregunta si debería cuidar las apariencias y buscar algo más acorde al apellido que lo respalda. De cualquier modo también está consciente de que no conoce nada ni a nadie en Inglaterra, así que en parte eso lo orilla aceptar.

Supongo que podría tomarte la palabra solo por esta noche ―responde ante la propuesta de Mael―. Mañana buscaré un sitio donde hospedarme.

Aedus está casi seguro de que no es buena idea buscar asilo con los Lestrange ingleses, porque su fachada podría estar en riesgo si comienzan a indagar sobre su pasado; y como espera que su viaje no se alargue demasiado, supone que lo mejor será buscar un hotel.

Ni siquiera notarás que estoy aquí ―murmura a manera de broma―. No te preocupes por la cama. Sólo espero no molestar o sorprender a nadie con mi presencia.

Mael le parece muy joven como para manejar un negocio de esa naturaleza él solo, así que Aedus supone que tiene algún socio, pero decide no preguntarlo.

 

@ Mael Blackfyre

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  • 4 semanas más tarde...

Habían pasado algunos días desde aquel encuentro con Aedus, el ofrecimiento de trabajo, la mitad de pago sobre el servicio y el haberle prestado el local para que pueda dormir. Claramente no era solidaridad, porque todo lo que hacía, todo lo que ofrecía, todo lo hacía a cambio de otra cosa. Aunque fuera lo más mínimo, me agradaba saber que las personas me debían algo, me daban cierto poder en mis manos. Aunque también en la misma parte, me gustaba demostrar que era alguien con autoridad.

Por eso que aparecí en medio de la parte trasera del local, sin importarme lo que estaba sucediendo dentro. Encontré a Aedus aún en Fabricante de Mentiras. Estaba enfrascado en algunos objetos, observándolos quizás. Lo que me dejaba tranquilo era que sabía exactamente lo que tenía y dónde. Por lo que no podía faltarme ninguno. Dejé unos papeles encima de la mesa de una manera brusca, especialmente porque eran muchos. Cayeron con un sonoro ruido contra la madera.

Aedus… qué bueno que te encontré aquí —dejé también un bolso de cuero, que al dejarlo contra la mesa se escuchó el golpeteo de algo metálico. Tiré la edición del profeta, aquel diario estaba decayendo cada vez más. Me enfoqué en la pila de pergamino y rebusqué entre los que necesitaba. Encontré los dos y se los tendí al muchacho—. Encontré a los Lestrange. Es una antigua familia en Ottery, pero la mansión está casi vacía —le señalé el pergamino uno. Luego el dos—. La otra es Black Lestrange, es una familia formada por los Black y los Letrange. Esta mansión está un poco más ocupada al menos.

Le conté que la primera era dirigida por una bruja llamada Sol. La segunda, tenía algunos nombres más. Y tenía al menos mucho más movimiento en interno. Había visitado ambas mansiones por igual y no conocía a nadie pero los elfos me habían ayudado en aquella pequeñísima aventura. Les dije que no estaba cien por ciento seguro pero que los Black Lestrange tenían sus relaciones con el bando tenebroso.

 

@ Annick McKinnon

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  • 2 semanas más tarde...

Aedus Lestrange

Han pasado varios días desde la llegada de Aedus a Inglaterra. En ese tiempo ha dedicado varias horas a la búsqueda de un lugar donde hospedarse, y ha localizado un par de hoteles que parece que cuentan con poca afluencia de huéspedes. Justo la discreción que le agrada. Durante el resto del tiempo ha intentado averiguar cómo funcionan las cosas entre los ingleses, y ha descubierto que los bribones se encuentran en todo el mundo; sólo hay que saber en qué escondrijo buscarlos y cómo volverlos aliados, y para eso Aedus tiene bastante habilidad.

Como no ha visto a Mael en los últimos días, Lestrange decide permanecer en el negocio hasta que el chico regrese. No es que le importe mucho agradecerle; pero si algo ha ayudado a Aedus a obtener lo que desea es el hecho de mantener buenas relaciones. Por eso, para pasar el tiempo, decide entretenerse mirando los objetos que hay en el local. En una de esas quizá encuentre algo interesante que sirva a su colección.

Sin embargo un inesperado sonido anunca la llegada de Blackfyre, y Aedus se ve obligado a dejar de husmear. Cuando el joven le tiende un par de pergaminos, Lestrange los examina con curiosidad mientras escucha la información que Mael le da. Enterarse de que la mansión de los Lestrange está casi vacía, le produce una agradable sensación de tranquilidad. Sin Lestranges de la rama inglesa, hay menos probabilidades de que su secreto se descubra.

El bando tenebroso, eh ―eleva ambas cejas mientras sus delgados labios se curvan en una discreta sonrisa―. Interesante...

Aunque intuye que el muchacho no es precisamente una blanca paloma, aún no está seguro de que sea prudente preguntarle directamente por los magos tenebrosos del país.

Muy bien, Mael, supongo que es momento de liquidar este pequeño trabajo ―dijo sacando unas cuantas monedas de oro del bolsillo contrario a aquel donde ocultaba la varita―. ¿Y cómo va la otra investigación?

 

@ Mael Blackfyre

Editado por Annick McKinnon

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  • 2 semanas más tarde...

Me agradó que el joven no había cuestionado por cómo había conseguido aquellos datos. La gente a veces se enfocaba mucho más en el procedimiento que en el resultado que buscaban y eso jamás lo revelaba. Estar dentro de la Marca Tenebrosa me ayudaba un poco con alguna información que pocos tenían. Y ahora estando mucho más cerca de la Lider de la Marca, me daba beneficios como a ninguno. Por suerte Aaron había quedado aislado de todo ése tema.

Debo decirte la verdad, Aedus. Lo que pides no es imposible, pero sí muy complicado —notando como el joven hurgueteaba entre sus bolsillos para pagarme la finalización de aquella tarea más fácil. Carraspeé mi voz, esperando ordenar mis ideas. No me había dado por vencido aún. Con un movimiento de mi varita, invoque un libro gris, gastado. Con algunas runas—. Nunca jamás escuché sobre esto. Es magia que no conozco, ajena totalmente a mí —abrí la tapa, que cayó contra la mesa con un gran peso. El libro era un tomo gordo, viejo, sucio. Seguro que me habría costado mucho levantarlo.

Algo me dice que ya conocías el nombre pero querías saber qué información conseguía. Lamento decirte que no creo que averigüe nada nuevo para ti ¿O si? —señalé aquel dibujo de un martillo, conformado por líneas que se entrelazaban entre si con el dibujo de un rayo—. ¿Conoces a los paladines y su Mjölnir? Es magia antigua…

Me quedé en silencio, mirando fijamente a Aedus. Mi dedo aún se apoyaba contra aquel dibujo. Era magia diferente. Distinta. ¿Cómo había llegado Aedus ante ella y porqué quería eso? ¿No era una leyenda sobre dioses?

@ Annick McKinnon

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  • 4 semanas más tarde...

Evaluando los cambios que había habido en su vida, la Gryffindor podía pasar horas para llegar a ese intento de persona que era meses atrás, prácticamente dejándose morir en ese local solitario, hasta quien era ahora. ¿Cuántas cosas la habían llevado a cambiar sus opciones? Haberse rodeado de las personas correctas, sin dudas, era una de las respuestas. Haberse alejado de la mansión Gryffindor y toda su reciente oscuridad. Enfocarse en "los suyos", en sus amigos, su pareja, en la Orden y en ella, claro estaba. 

Y allí estaba ahora, liderando la Orden del Fénix, intentando guiar a sus compañeros para seguir combatiendo aquellas fuerzas oscuras que parecían emerger. ¿Estaba lista para ello? ¿Era la persona adecuada? Lo dudaba, y más cada día. Sobre todo cuando frente a sus ojos los acontecimientos se ponían cada vez más complicados. El secuestro de su pareja, aquel ataque a su castillo cuando aún nadie sabía que les pertenecía. Daba gracias de encontrarse todos bien y haber podido superar esos momentos pero ¿cuántos más?

Frenó su andar en seco al caer en que había llegado, casi pasándose de largo por ir tan metida en sus propios pensamientos. Llevaba tiempo sin pasar por aquel local que compartía con Mael y, si bien confiaba en él no siempre en sus modos de manejar las situaciones... Sin embargo, no podía reclamarle nada tras una ausencia tan prolongada, mas sí podía procurar que las cosas se encarrilen. 

Ingresó al local, dejando atrás la estancia "al público" casi sin prestar atención. Aún estaba cerrado así que se encontraba vacío, cuestión que no distaba mucho de sus horarios de apertura. Encaminó sus pasos hacia la sala posterior, encontrando todo como lo recordaba. Esperaría a Mael, a la espera de poder conversar con el joven y saber cómo estaba marchando todo. 

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