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Fabricantes de Mentiras (MM B: 95760)


Mael Blackfyre
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La cabeza me estaba estallando en miles de pedazos y ya había perdido la cuenta de las veces que me había dejado llevar por mis emociones. Aquel encuentro con Illidan Black Lestrange había sido muy fructífero, había cumplido casi todas mis expectativas y la idea fascinante de saber que podría estar muerto o no, lo hacía mucho más excitante. Había estado en Fabricantes de Mentiras, luego de aquel ataque en el local del Callejón Knockturn, para poder esconder dentro de mi negocio el objeto a modo de souvenir: la varita de Illidan Black Lestrange.

La había dejado en una de las bibliotecas más altas que teníamos en la parte del negocio trasera, por detrás de unos altos tomos oscuros llenos de polvo. Estaba seguro que ni Elvis había tocado esos libros hacía muchos años. La varita estaba envuelta en un pedazo de túnica vieja y antiguamente negra (ahora estaba gris topo y desgastada). Me había asegurado que no se veía nada, la tendría allí porque era el único lugar en el que podía dejarla, la Mansión Gryffindor era visitada demasiado.

Al buen rato, luego de bañarme y sacarme todo rastro de heridas, sangre y de pedazos de ropa calcinada por mi propio maleficio, aparecí por Fabricantes de Mentiras. Tenía que de alguna manera proteger mejor aquella varita y tener un lugar tranquilo dónde planear los siguientes golpes. Tenía solo unos minutos antes de tener que partir a la Mansión Riddle, donde teníamos una reunión entre miembros de la Marca Tenebrosa.

¿Mica? ¿Qué haces aquí? —un escalofrio me recorrió por la espalda cuando noté que la bruja había hecho acto de presencia al fin. Aunque tal vez era un mal momento por ello. ¿Qué hacía la Gryffindor? ¿Había descubierto o se había enterado de eso? Había llorado. Siempre lloraba pero no estaba triste como si su noviecito se hubiera muerto. Había fallado en mi plan de dejar que se consumiera el rubio. Para una próxima vez, quizás. Me detuve en seco, apoyando una mano en aquel umbral, justo a la entrada de nuestra oficina secreta mientras se cerraba el pasaje que venía del vestíbulo—. ¿Necesitas algo? Vine a buscar unas cosas y me voy

En una parte estaba mintiendo. Un estado de alarma se apoderó de mí y no dejó que me moviera como quisiera. Tenía que tomar la varita y sacarla de allí, antes que alguien se enterara que la tenía yo. Mis ojos fijamente se posaban en los de Mica. ¿Sabría algo? ¿A qué había ido al negocio? ¿Tendría que atacarla? Algo me detenía. No era como enfrentarme a su novio, ella tenía más conocimiento. Estaba seguro.

Está todo demasiado tranquilo. No sé qué tan factible sea sostener éste negocio, me genera más gasto que ganancia —mentí otra vez. Quería de alguna manera llevar la conversación para un punto en dar a entender que todo estaba vacío y abandonado y que teníamos que irnos de allí.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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  • 3 semanas más tarde...

La parte trasera del negocio lucía tal cual la había dejado tiempo atrás, o al menos eso parecía. Si bien estaba segura de que Mael habría estado revisándolo en profundidad. Antes de tomar asiento y aguardar, quiso recorrer un poco aquellas estanterías que llevaban años, aparentemente, sin ser de utilidad. ¿Qué tanto habría su hermano escondido allí? ¿Con qué sentido guardaría tantas cosas en un negocio que estaba tan lejos de lograr ser próspero?

No lo sabía, pero había algo que “en su memoria” le obligaba a dejar todo tal cual estaba.

La altura de las estanterías le impedía ver los niveles superiores, generando sombras entre mueble y mueble, volviendo a algunos objetos un tanto más tétricos de lo que eran realmente.

-Lumos- murmuró como solución, encendiendo la punta de su varita y así regresando todo a “forma normal”, eliminando cierto misterio, en algunos casos. Como sospechaba, poco de lo que veía era útil o le despertaba curiosidad.

Continuó recorriendo, estantería tras estantería, hasta que, al llegar al fondo, unos tomos forrados en cuero marrón muy oscuro llamaron su atención. Bueno, en realidad no fueron los libracos en sí, sino el hecho de que la capa gruesa de polvo que los cubría parecía haber sido manipulada poco tiempo atrás en forma parcial, como si alguien los hubiese rozado intentando alcanzar alguna otra cosa.

-Accio libro- dijo, bajando uno a uno y viendo su contenido. “Historia de la Magia, versión extendida”… “Tomo I”, “Tomo II”, “Tomo III”, “Tomo IV”… al bajar el cuarto algo hizo ruido en el estante, como si hubiese quedado atrapado entre los libros y golpeado contra la madera al retirar el penúltimo. ¿Pero qué?

Su altura no le permitía verlo, así que no dudó. Utilizando los estantes como si fuesen una escalera, subió ansiosamente, uno a la vez, hasta poder asomar la nariz para encontrar aquel trapo. ¿Tanto lío por un trapo? Estiró una de sus manos para tomarlo, perdiendo así el control de lo que hacía y cayendo hacia atrás, pero aferrando el objeto. Había algo duro envuelto.

Golpeó su cabeza y espalda en el estante que había detrás, sin embargo, las pesadas estanterías permanecerían inamovibles ante golpes similares. Por fortuna, cayó de pie, solo un poco adolorida. Cuando se recuperó, centró por completo la recompensa por su hazaña. Desenvolvió el objeto oculto, para encontrarse con la varita que reconoció al instante: a diferencia de todas las que conocía, aquella era de marfil. Se trataba, sin dudas, de la varita de Illidan, su prometido.

Las conjeturas se formaron demasiado rápido en su mente, ¿Mael? ¿Goldor? ¿Serían el mismo sujeto? No… no quería creer en ello, confiaba en Mael, la había ayudado antes… sintió angustia, repentinamente. Le costaba comprender la traición de aquellos que eran de su confianza.

Lo enfrentaría, necesitaba saber qué sucedía realmente. Se sentó en aquella mesa, girando su silla hacia la entrada a oficina, imaginando que Mael podría llegar en cualquier momento y pensando en qué decir en tal caso. Se sintió ridícula e impulsiva, por lo que se puso de pie y dispuso a recorrer el trayecto de salida.

Fue entonces cuando su socio hizo su entrada al local, quedándose paralizado al verla allí. “Mala señal” pensó, intentando que aquel nudo en su pecho no gestase lágrimas en sus ojos. No quería mostrarse débil, pero se sentía traicionada.

-¿Esto vienes a buscar, Goldor? – no pudo evitarlo, necesitó ser directa, sacó de entre su ropa la varita y lo miró con severidad.  

@ Mael Blackfyre

Editado por Mica Gryffindor

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  • 2 semanas más tarde...

Se detuvo mi respiración por completo. Miré aquellos ojos verdes detenidamente, como si se tratara de horas, milenios. Mis manos se fueron levantando lentamente para mostrarle mis palmas. A la altura de mi pecho las mantuve tiesas, como mi corazón que acababa de detenerse también. Respiré suavemente, con el cerebro que no entendía como proseguir. La fachada que había estado construyendo de a poco, se caía como las hojas en otoño. Miré su varita. Miré la otra varita. Volví a sus ojos. Todo con el rostro totalmente inexpresivo.

Sabía que estaba en una situación complicada: cualquier paso que diera en falso, me podría llevar a la ruina. Cualquier respuesta que no le gustara a Mica, podría llevarme a la ruina. Cualquier cosa que saliera mal, me condenaría durante toda la eternidad y debería abandonar todo. O matarla. Era una opción, por ser Mica, que no se me hubiera cruzado hacerlo. ¿Por qué?

— ¿Qué? ¿Goldor? ¿De qué hablas, Mica? ¿Estás bien?

Decidí mi destino allí mismo. Si hubiera reaccionado como quería, como prefería, la situación más fácil era hacer volar todo en mil pedazos, enfrentar a Mica y esperar poder ganarle para irme de allí, como lo había hecho con Illidan. Pero aquella vez era diferente, lo intuía. Levanté las cejas y mis facciones se formaron a modo de preocupación y sorpresa. ¿Cómo era actuando?

Encontraste eso… —no tenía que negar ese objeto. Ya lo tenía en su mano. Mica no era cualquier bruja, no podía hacer ninguna de las opciones que se me iba ocurriendo. Pero encontré entre todas una opción, la cual, transitaría mucho más lento y con probabilidades de que se fuera todo al demonio—. Tuve un problema. Me encontré… vino… —no estaba seguro de cómo me encaminaría. Ya estaba perdido ¿Qué más daba? No quería recurrir a mi última opción—. Un hombre encapuchado vino. Me amenazó… amenazó con la Gryffindor, Mica. Me dijo que si alguien encontraba eso, iba a ir contra los Gryffindor. Le dije que estaba loco pero me dijo que era solo un momento... no entiendo porqué todo por una varita. Acepté guardársela.

Wow. Era horrible mintiendo. Tardé algunos minutos en darme cuenta de a quién podía describir si pedían hacerlo.

@ Mica Gryffindor

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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 La mirada de Mael era indescifrable ¿qué pasaría en ese momento por su mente? Él la contempló por unos segundos que parecieron eternos, antes de levantar las manos como mostrando que no había nada en ellas. Sus palabras, cuando por fin llegaron, demostraron cierta confusión. ¿Era real o estaba mintiéndole nuevamente? Supuso que se trataba de la segunda alternativa, puesto que nadie con intenciones criminales las andaba contando a todo mundo, aún siendo descubiertos en forma tan evidente.

Sin embargo, la expresión en el rostro del muchacho llevaba a confundirla. ¿Acaso era real su asombro? Tenía ganas de gritar, de huir y tomarse su tiempo para definir su le creía o no a aquel sujeto, pero no estaba en condiciones de poder hacerlo.

La explicación siguiente tenía muy poco sentido, o al menos lo tendría ignorando que ella lideraba actualmente la Orden del Fénix. ¿Acaso su familia estaba en peligro ahora por su culpa? Bueno, al menos los restos que quedaban de la misma. Sintió en su pecho un gran peso que, si bien siempre estaba allí, se aseguraba a diario de ignorarlo.

-Esta varita, fue quitada a mi prometido tras un ataque. Si me dices quién te la trajo, puede que te crea. -soltó, no era cierto, empezaba a creerle nuevamente. Sintió mucha culpa en ese momento, suponiendo que Mael estaba haciendo mucho más que ella por cuidar a los Gryffindor, evitando el daño que seguramente podrían causarles por su culpa.

@ Mael Blackfyre

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Mica me pedía explicaciones y era más que entendible. En su misma situación hubiera querido saber de quién se trataba y mucho más. Pero lo que tenía que resaltar es que hasta el momento, no había salido mal lo que iba improvisando. La muchacha parecía estar en medio de algún debate interno y su preocupación había salido a flote. Cuando un mago o bruja no tenía su varita, era lo peor que podía pasar dentro de la comunidad, porque terminabas siendo nada. ¿Había sido un buen mensaje enviado a Illidan? Esperaba que si.

Puede que no me creas, Mica. Pero está claro que voy a hacer lo mejor que pueda por la Gryffindor y sus integrantes. Es mi hogar —no, no tenía que ir por el lado de atacar en ningún momento, por lo menos allí. Cualquiera mala maniobra me podía llevar a perder, Mica me estaba apuntando con su varita.

¡Y allí se me ocurrió! Las últimas veces que había tenido que hacer eso, había sido gracias al estúpi.d0 de un mortífago con el que me había cruzado varias veces. Su porte de soberbia, de ignorante y su complejo de inferioridad, lo había mantenido en un puesto donde creía que iba a ser inmune a cualquier cosa. Había amenazado con ir contra cualquiera y se había atrevido a ir contra la Gryffindor. Aquello no iba a dejarlo pasar, ni mucho menos por desobedecerme. Dentro del bando había una jerarquía que respetar y me la iba a ganar a la fuerza, si alguien no lo respetaba.

Azrael Lycan. Aunque estuviera encapuchado, sus ojos los pude reconocer fácilmente, ese color amarillo es totalmente inusual dentro de la comunidad —no sonreí en ningún momento para que Mica no lo viera, pero si, estaba sonriendo por dentro. Si todo salía bien, aquel mago y su famila los Luxure empezarían a cuidar sus palabras—. Pero ni de loca se te ocurra ir contra ellos. No puedes ir sola.

@ Mica Gryffindor

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Las palabras de Mael fueron como una daga muy filosa clavándose en su corazón, en forma lenta y muy dolorosa, y allí dejada. Sus verdes ojos se empañaron y sintió, de pronto, un gran vacío. “Pero está claro que voy a hacer lo mejor que pueda por la Gryffindor y sus integrantes. Es mi hogar.” La voz del joven siguió resonando en su cabeza, como buscando seguir hiriéndola. Su brazo perdió fuerza de voluntad y bajó lentamente, dejando de apuntarlo.

Se contuvo, con todas sus fuerzas, para evitar llorar. Detestaba siempre terminar mostrando debilidad frente a Mael, y mucho menos en un momento como ese, donde necesitaba respuestas.

-Te creo. Es “tu hogar”, a fin de cuentas- murmuró, repitiendo las palabras del muchacho y esquivándole la mirada, en su interior quería decirle a gritos que no era suyo, que no le correspondía pero ¿era así? En ese momento ya lo era, ella lo había perdido.

Le costó concentrarse en lo siguiente, Mael pasó a hablar de Azrael, respondiendo de su pedido, dando el nombre de quién había sido el que dejó allí la varita de su prometido. Parecía estar siendo sincero, aquello parecía apuntar nuevamente a los Luxure, de quienes el joven ya había empezado a advertirle tras el ataque. ¿Sería? ¿Ellos estarían metidos en todo aquello? De ser así, estaban vinculados instantáneamente con la Marca Tenebrosa.

-¿Quieres que me quede cruzada de brazos mientras ellos se regocijan de lo que hicieron?- soltó, tal vez la ira era una forma de quitarse el puñal de su pecho.

@ Mael Blackfyre

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Miré fijamente a Mica. Me había creído, había creído lo que le comentaba sobre la varita y sobre los Luxure, aquellos seres que tenían a su patriarca como el ser más despreciable. Y haría que se tragara su propia lengua, sería la persona responsable de ello y me amarían y respetarían por lograrlo. Aunque los verdes ojos de Mica me mostraban otra cosa, algo que no tenia que dejar pasar por alto. Mencione la Gryffindor y se notaba su incomodidad a lenguas.

Pero ahora la Gryffindor era mía, y de nadie más.

— Claro que no, Mica. Dije sola. Tendremos que ver de qué manera para hacerlos caer. ¿Se te ocurre alguna idea?

Le pregunté, como si todo fuera de una manera muy inocente. Agradecí que nadie fuera a interrumpir al local de ésa manera. En realidad, hacía meses que nadie iba a buscar alguna solución a sus problemas. Aunque si había tenido algunas monedas de oro gracias a Aedus, el mago extranjero que buscaba su familia y un objeto totalmente inalcanzable. Aunque ahora que lo pensaba, Mica había ido a solucionar sus problemas. Esperaba poder utilizar todos mis conocimientos para hacer caer al Egipcio traidor.

@ Mica Gryffindor

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Cerró los ojos, intentando tranquilizarse, midiendo las palabras de aquel joven. Si había que reconocer algo era que tenía razón, sola no llegaría a ningún lado. Las veces en su vida que había intentado resolver las cosas por su cuenta no habían resultado bien en absoluto. El tiempo, un poco a los golpes, le había sabido enseñar que trabajando en equipo era como se lograban los mejores resultados. Como en el quidditch, aunque aquello no tenía nada que ver con el juego.

-No conozco lo suficiente a ese sujeto como para saber cómo hacerlo caer. ¿Qué sugieres? –indagó, intentando relajar un poco su postura.

Confiaba en la astucia de Mael, sabía que callaba mucha información que tenía, pero no la soltaría si no tenía un motivo para hacerlo. Regresó a la mesa y tomó asiento, tomando su cabeza entre ambas manos y recargando sus codos sobre la madera. Sentía que eran demasiadas cosas por pensar, procesando tanto el reciente secuestro, el hallazgo de la varita, aquel presunto culpable… y al mismo tiempo el hecho de que su familia podía haber peligrado, todo por el hecho de estar ella vinculada a la Orden.

-Tal vez deba entregarme -concluyó -si me tienen a mí puede que ustedes sean dejados en paz- se encogió de hombros en su asiento, sintiendo que tal vez esa fuese la única salida.

@ Mael Blackfyre

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¿Estás loca o eres estú.pid4? Te creía un poco más inteligente que eso, Mica Gryffindor —las palabras salieron casi sin ningún filtro hacia su socia. Tal vez no era la mejor forma de dirigirme hacia ella pero no tenía otra manera. No podía darle todo en bandeja de plata y no entendía las razones del todo de por qué no podía actuar yo en mano propia. Me hablaba de rendiste y entregarse.

Era una idea suculenta que no podía dejar de imaginarme. Si mis sospechas y averiguaciones eran correctas, aquella bruja pertenecía al otro bando. Me lo había dado a entender Illidan, aunque no había podido corroborarlo ni con mi legeremancia. Aquellos seres tenían buenos mecanismos de defensa y ocultamiento. No podía atravesar sus barreras, por lo menos no ahora. ¿Y si la llevaba hacia ése rendimiento y la arrastraba a la fortaleza oscura? Podría hacerlo indirectamente y que se encarguen el resto, sin levantar sospechas.

Pero no. Detestaba mucho más a aquel mago y aunque sus ideales eran contrarios a los míos, no soportaba la traición y estaría haciendo eso con Mica Gryffindor. La miré pensativamente durante unos segundos, notando que la bruja se estaba rindiendo realmente.

Ése mago aparecerá en cualquier lado. No necesitas de mucho, realmente. Lo he visto merodeando y metiendo sus narices en cualquier lado. La pregunta es ¿Qué harás para defender la Burke? —no iba a darle una respuesta.

@ Mica Burke

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  • 1 mes más tarde...

Al demonio le llevó bastante tiempo, o al menos más de lo que Grelliam hubiese esperado, para finalmente dar con el sitio adecuado, sin embargo, una vez frente a la fachada de ladrillo, repasa algunos últimos detalles importantes antes de solicitar de esta ayuda. Esto no se trataba de una misión imposible, sino todo lo contrario, bastante simple en realidad, nada elaborado o que requiera de una lógica más grande que la de un ataque a la reserva mágica, pero que posiblemente (si algo sale mal) requiere una cuota extra de experiencia en habilidades en las que, por el momento, Grelliam no se especializa.

No obstante, de pronto piensa que su petición no encaja del todo esto que describe mejor el negocio que se esconde en letras en relieve sobre una vieja placa oxidada casi oculta.

Según la explicación de Hess, los fabricantes de mentiras se encargaban más que nada de -buscar soluciones a problemas de quienes no supiesen encontrarlos-. Las demás advertencias del robusto mago, sobre sus propietarios y la fama del lugar, no fueron más relevantes para Ollivander, por el contrario, resultaba algún grado conveniente. Por otra parte, Garry no piensa que estar aquí ahora en busca de los servicios de estas personas sea del todo una medida desesperada o por falta de recursos propios, sin embargo, ahora posiblemente más que nunca, necesita tener la fachada intacta de su demonio para no levantar sospechas o intrigas sobre sus actividades, mientras él estudia más de cerca los conocimientos, habilidades y disciplinas que el grupo mortífago guarda para sí con tanta exclusividad.

De ese modo es que Hessenordwood no lo está acompañando esta vez, mientras vaga por los callejones de Diagon desde la tarde, haciendo compras aparentemente aleatorias en diferentes locales hasta finalmente dar con "Libros usados, compra y venta de aquello que ya no te servirá" sobre una de las avenidas más solitarias. Grell encaja bien con la apariencia de este sitio, una vez dentro del local sería sencillo escabullirse y quedarse por ahí sin ser notado entre viejos y olvidados libros polvorientos. Pero no está aquí para curiosear a pesar de lo atractivo que para otros pueda ser una vieja librería y la verdad es que, a esta hora del día, ya se encuentra algo más que fastidiado.

Pide demasiada información-, masculla arrastradamente paseando por los estantes, buscando el quinto libro, del décimo espacio en la séptima estantería. —Espero que sea suficiente.

Y cuando logra encontrar al fin el libro indicado, se detiene entonces para escribir sobre el papel, que dice;

   Varita de Rudolph,
Pago efectivo + gratificación. G. Ollivander. 

Pero tal como lo es casi todo el tiempo al hablar, la nota que ha preparado en una pequeña carta doblada en dos, es bastante breve, no contiene más que un par de palabras que son importantes que, más que nada, se trata de una especie de anzuelo. 

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