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Fabricantes de Mentiras (MM B: 95760)


Mael Blackfyre
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Moví la varita en forma descendente para que aquellos libros se acomodaran como realmente tenían que estar. Siempre se caían. Estaba seguro que en aquel negocio había depositado algunos cuantos encantamientos para que tuviera ese aire abandonado. Pero algo me decía que me había pasado de la raya. Y no sabía si era algún otro objeto que había traído porque parecía que siempre todo se caía o se ensuciaba de más. EL vestíbulo siempre era lo más fácil de ordenar pero era lo primero que quedaba totalmente sucio.

¿Si? —me giré al ver a un hombre que lo primero que se hacía notar era el bigote. Y luego la panza. Me puse derecho mientras preguntaba si podían ayudarlo y le dirigí un gesto con la cabeza mientras me sacudía un poco la túnica y guardaba la varita. Me acerqué al mago extendiéndole la mano: — Soy Elvis Gryffindor, dueño del local. ¿Quieres pasar a la parte trasera del negocio? Hay más privacidad y podremos hablar tranquilos

Le propuse, mostrándole con la mano que por aquel rincón, podía pasar a la zona “de fachada” como me gustaba decirle. Había estanterías, baúles, vitrales y cajones, todo lleno de libros y diferentes cosas que se podían vender, además de las bibliotecas de la parte de adelante que mostraban todos los libros (viejos y poco cuidados). El mago asintió igual de nervioso, y cuando estábamos atravesando aquella zona, moví mi varita para que la puerta apareciera ante nosotros, aquella habitación que usábamos de oficina.

Solo podía acceder a ella los que venían a resolver sus problemas.

Puedes sentarte donde desees —le dije una vez que atravesamos la puerta y entramos. Me había olvidado de dejarle alguna señal a Annick de que teníamos un cliente. ¿Sería bueno esperarla para que viera como era? No sabía, podría ponerlo luego al día, el hombre parecía que no tenía mucho tiempo—. Bueno, digame en qué puedo ayudarlo. ¡Ah! ¿Y cómo llegó aquí?

Las recomendaciones era el pilar dentro de Fabricantes de Mentiras y tenía que saber con quién trataba.



@@Annick McKinnon

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Otto Babbling

 

Por recomendación del dueño, ambos magos se encaminaron hacia la parte trasera del negocio. Con cada paso, el nerviosismo de Otto aumentaba. Aquello tenía un ligero aire clandestino que no iba con su personalidad; pero era una medida desesperada ante su pequeño problema laboral.

 

―Un primo me recomendó venir aquí ―comenzó a explicar mientras tomaba asiento. De pronto, sin que se diera cuenta, un tic nervioso se apoderó de su pierna derecha―. Según entendí, un conocido de él vino hace tiempo y le ayudaron a recuperar una joya… Reliquia ―corrigió y carraspeó un poco―. El punto es que ese primo me dijo que aquí podrían ayudarme a resolver mi problema.

 

No estaba muy seguro de lo que decía porque había prestado poca atención a esos detalles. ¡Si hubiera sabido que iban a preguntarle eso, habría memorizado cada palabra!

 

―Verá, señor Gryffindor, soy Otto Babbling, gerente de un hotel muy importante ―al decirlo se enderezó con orgullo, aunque otras personas refutarían sus palabras, pues el Hotel Transylvania no era precisamente muy popular ni entre mago ni entre muggles―; y necesito ayuda para reparar algo o sustituirlo por otra pieza idéntica.

 

Tragó saliva. Le horrorizaba pensar en la posibilidad de que aquello no tuviera solución.

 

―Casi la mitad de la pieza de la que hablo fue consumida por las llamas, pero sospechamos que es obra de algún tipo de fuego mágico, porque el encantamiento de reparación no funciona ―durante un par de segundo dudó de lo que diría, pero supuso que era mejor hablar con franqueza―. Al parecer el responsable de tal incidente fue un cangrejo de fuego.

 

 

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Mientras el joven Otto empezaba a desenvolverse y me contaba los motivos de su llegada a Fabricantes de Mentiras, materialicé dos de mis tazas favoritas que tenía en aquel negocio. La mia apareció entre mis manos con un humeante café negro, despidiendo humo en espirales que rápidamente invadieron mis fosas nasales. La de Otto apareció justo en frente suyo y se llenaría con lo que deseara tomar.

 

Entiendo —fruncí el ceño, intentando entender lo que me explicaba y de tomar algunos sorbos de aquel delicioso café—. ¿Se puede saber qué es lo que se debe reparar? ¿Y eso aún está en su hotel? —le pregunté. No quería negarle aquel trabajo, no antes de saber bien todo. Sabía muy bien que los objetos mágicos eran difíciles de reemplazar. Y mucho más cuando éstos habían sido afectados por fuego, también mágico.

 

¿Y si era un objeto deseado? ¿Y si podía sacarle más plata porque era una tarea complicada? Cualquiera de las opciones se veía jugosa y tenía que saber a qué me enfrentaba y qué tenía que hacer. Había visto una o dos opciones pero necesitaba un poco más de información. ¿Y cuándo llegaba Annick? Necesitaba haber acordado aquel trabajo antes que llegara. Si tenía que trabajar con ella, quería ir metiéndola en el negocio de a poco.

 

Mire, le voy a decir lo que le digo a todos los clientes —le di algunos sorbos a mi bebida—. Me predispongo a cualquier tipo de tarea con todas mis habilidades y conocimientos. Y siempre el pago deberá ser la mitad antes de empezar y la otra mitad cuando terminamos. ¿Está de acuerdo? —lo miré por encima del borde de la taza—. Pero necesito toda la información completa. No me gustan mucho las sorpresas –le dije con una sonrisa.

 

Recordaba en ése momento una vez que una vieja se había olvidado de decirme un pequeño detalle y aquel objeto había estado maldito y había volado media mansión de la señora.

 

@@Annick McKinnon

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Otto Babbling

 

Otto sorbió un poco de la bebida de la taza que se había materializado frente a él mientras había estado hablando, y le sorprendió descubrir que se trataba de su bebida favorita: té de limón con un toque de jengibre. Eso fue lo que le alivió la sequedad que se había instalado en su garganta desde hacía unas horas.

 

―El objeto del que le hablo es un objeto muggle que tiene historia mágica –carraspeó–. Se-se trata de un carruaje negro del siglo XV, el cual perteneció a... Vlad Drăculea. Ese al que los muggles conocen como Conde Drácula.

 

Con la mano derecha se aflojó un poco más el mal hecho nudo de la corbata, como si con eso quisiera respirar mejor.

 

―Verá, señor Gryffindor, trabajo en el Hotel Transilvanya, y ese carruaje es una importante reliquia debido a que los muggles se sienten atraídos por las historias de terror que circulan entorno al castillo y a todo lo que tenga que ver con Vlad Drăculea.

 

―En teoría debería poder repararse al tratarse de un objeto muggle; pero por algún extraño motivo no hemos podido lograrlo –de manera inconsciente se rascó la cabeza, pues no podía explicarse por qué no habían funcionado los encantamientos de reparación–. Debo decirle que la mitad del carruaje se redujo a cenizas que fueron arrastradas por el viento, y la otra mitad quedó completamente deteriorada por el fuego mágico. De hecho está casi convertida en carbón.

 

Le garantizó al mago que le estaba dando toda la información que sabía. Sin embargo, decidió omitir un par de problemas que esperaba resolver en las próximas horas: por una parte el cangrejo de fuego seguía suelto por los terrenos que rodeaban el castillo y, por otra, durante el incendio había surgido una ashwinder, y para ese momento era seguro que la serpiente ya había dejado sus huevos en alguna lugar.

 

―No hay problema, le pagaré la mitad ahora mismo si me asegura que puede reparar el carruaje o sustituirlo por una réplica exacta, aunque en ese caso tendrá que garantizarme que colocará en él los mismos sortilegios que tenía el original.

 

Pasó el dorso de la mano por su frente perlada de sudor. Acudir a aquel negocio había sido una medida desesperada para resolver la situación en el Hotel con la esperanza de que ni Elizabeth ni Annick se enteraran de lo sucedido. ¡Sería una vergüenza que supieran que tal incidente había ocurrido durante su turno y frente a sus propias narices! Habían depositado su confianza en él y no quería defraudarlas.

 

 

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¿De dónde me sonaba aquel nombre? Hotel Transilvanya. La verdad era que en aquel momento estaba centrada en la interesante historia que le estaba contando aquel hombre desesperado. En parte había sospechado que podía ser algo peor y no quería realmente cag4arla ahora que había decidido confiarle todo a mi esposa Annick. Realmente quería hacer las cosas bien y estaba seguro que la pelirroja no dudaría de su promesa que estaría a mi lado. Tal vez haciendo ése tipo de trabajos ella aflojaría y a la hora de hacer algo quizás "agridulce" como me gustaba decirle, lo hacía sin problemas.

 

Era un alivio saber que contabas con el apoyo de tus seres queridos, porque de alguna manera, eso ayudaba a no desviarte a lo que habíamos defendido durante décadas. Si de algo estaba seguro, era que en aquel negocio no había matado ni lastimado a nadie Y se lo quería demostrar totalmente a Annick. Esperé a que terminara. Porque no quería que aquello sonara falso. Fruncié la boca y negué con la cabeza. Quería que supiera que podía confiar en mi pero que era muy difícil. Y si eso me llevaba a ganar más galleones, entonces representaría mi papel

 

Entiendo lo que dice, señor Babbling. Y lamento lo sucedido. Y también lamento que no puedo asegurarle demasiado. Como seguro sabrá, el fuego mágico es irreversible. Y sospecho que si logramos arreglar algo, claramente el objeto perderá su propio encanto --traté de sonar pensativo. Porque en realidad lo que le decía no era mentira. Era como querer arreglar un objeto o herida maldita, a veces simplemente no se podía— Pero le prometo hacer todo lo que esté a mi alcance para reparar la situación — ¿de qué sortilegios hablaba? Realmente no sabía pero eso podía averiguarlo antes. Se me ocurrió una idea.

 

Verá... estoy empezando a trabajar con un empleado. Si no le molesta, solo le cobraré la mitad del pago para ver el sitio, intentar ver si es posible hacer algo con el objeto destruido o de conseguir uno nuevo. Quiero enseñarle la profesión y tal vez de a dos sea más fácil realizarlo. Si está conforme con el trabajo y si así lo desea, puede pagarme la otra mitad. ¿Le parece?

 

Claramente aquella información si era mentira, porque no se trataba de ningún empleado sino de Annick, que extrañamente aún no habia llegado al negocio. Ella era una propietaria más pero de ésa manera tendríamos más libertad de trabajo dentro de aquel sitio. Le pedi la dirección exacta del lugar y a qué hora podíamos empezar a trabajar. Terminé de tomar mi bebida e hice desaparecer la taza, porque si todo había terminado, en cuanto Annick regresara, podríamos partir a hacer nuestro trabajo.

 

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Otto Babbling

―Me parece bien, señor Gryffindor ―respondió Otto ante la propuesta de su interlocutor y se dispuso a contar galeones que extrajo de una pequeña bolsa que había sacado de quien sabía dónde―. Le agradecería que pudiera ir lo antes posible. La verdad es que el asunto nos urge.

 

Minutos después, Babbling agradeció al mago y se despidió de él, no sin antes darle las indicaciones necesarias para llegar al Hotel Transylvania.

 

Aunque salió del negocio con una reavivada esperanza, otra parte de él seguía sintiendo cierto temor y nerviosismo ante la posibilidad de que nada de aquello no funcionara. O quizá simplemente se trataba del estrés que le provocaba saber que aún había un par de animales mágicos perdidos en los alrededores de los terrenos mientras una pareja de muggles se encontraba hospedada en ese momento.

 

 

Annick

La ojiverde ingresó nuevamente a Fabricantes de Mentiras y descubrió que su esposo no estaba a la vista. Como el negocio seguía abierto, supuso que quizá el mago se encontraría en el fondo del local, y no se equivocó.

 

―Lamento la demora, cariño, pero una simpática anciana comenzó a contarme una historia muy loca acerca de su vida ―la pelirroja hizo un gesto para dar a entender que no comprendía por qué la anciana bruja había decidido contarle aquellas cosas a ella―. Imagino que no conoce a muchas personas con las cuales pueda charlar, y no supe cómo cortar su monólogo sin parecer muy descortés.

 

Sobre una superficie libre colocó una bolsa que contenía las compras que había hecho: un par de jugos, fruta picada y algunos bocadillos dulces y otros salados. Fue entonces que observó un pequeño montículo de galeones.

 

―¿Y esto? ―preguntó señalando las monedas de oro―. Por cierto, ¿para qué usas esta área? ―preguntó al darse cuenta de que esa zona del local lucía diferente a la que podía observarse al ingresar.

 

 

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  • 3 meses más tarde...

Cuando aparecí, lo hice de la mano con dos brujas. Aunque tenía que admitir que no era como realmente hubiera sido agradable. Una de ellas estaba casi inconsciente. Por mi intuición, algo me decía que había estado dentro de una batalla. Tenía marcas de sangre en su cuerpo y un estado de embarazo que peligraba su vida. Cuando aparecimos en la oficina de mi local, aún estaba tirada en el suelo. Recién había sido curada por Sagitas

Y ésta claramente de mi mano, porque había estado secuestrada sin saber dónde. Que claramente gracias a su elfo Harpo, me había llevado donde se encontraba la Primera Ministro y que gracias a eso, estábamos momentáneamente a salvo y de regreso con su varita.

El local era seguro porque todo se trataba de una fachada. No se podía acceder allí ante el público y solo había una forma de aunque sea distinguirse de la parte delantera de los libros abandonados. Miré a Sagitas. Tenía muchas cosas que procesar. Pero no estaba seguro si ésa charla era para hacerla en aquel momento.

¿Tú estas jugando conmigo? —estaba enojado. Pero tenía que ser lógico. El hecho de saber que estaba con vida me tranquilizaba en la mayoría de mis preocupaciones—. Me pides que sea parte de tu gobierno ¿Y estabas sola y sin varita? Vamos a tener que pulir algunos detalles si quieres que continúe contigo, prima —la dejé de mirar. Porque mis ojos se encontraron en Alessa, aunque no conocía su identidad—. ¿Quién es? ¿Qué pasó? ¿Y por qué estaban en ése local, que le sucedió a ella?

Estaba herida. Tirada en medio del local. Teníamos que averiguar algunas cosas


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La herida de su cuello había comenzado a hacerle cosquillas mientras sentía que se cerraba, la estaban curando, abrió ligeramente los ojos para ver si su abuela se había apiadado de ella y así era, la observó inclinada en su cuerpo curando su cuello, un alivio recorrió su cuerpo al sentir unas patadas en su vientre, su cuerpo se relajo tanto que había comenzado a flotar en la conciencia.

 

Su respiración se volvió calmada y superficial, a pesar de estar semi inconsciente sentía murmullos, voces, un grito, luz y la horrible sensación de estaban desapareciendo, confiaba que fuera Cissy, confiaba en la Macnair como futura esposa de su padrino, a pesar de todas las veces que le había prometido ir a ver a Kore le alegraba saber que no se había molestado.

 

Quería agradecerle a su abuela, a pesar de que pensaban distintos ya no le importaba que la descubrieran, quería quitarse la máscara y confiarle la verdad a la peli violeta, tampoco le quedaba mucho tiempo en ese mundo y no se iría con aquel secreto guardado, de a poco fue abriendo los ojos para ver si Cissy y Sagitas se estaban peleando o si la habían llevado a un lugar seguro pero se topó con un lugar completamente distinto a la botica.

 

Una voz masculina la hizo retorcerse en el suelo para tomar asiento, sentía su cuerpo rígido y dolorido a causa del tiempo que pasó en el suelo que soltó un gemido lastimero, sabía que aquello no despertaria la compasión de su captor.

 

<<-Ca.rajo, ¿que hago?->> pensó al darse cuenta que era Elvis quien estaba con ellas, se mordió el labio mientras trataba de pensar que decir o dirigir una mentira, suspiro al saber que no era el momento de su revelación a su abuela, aquello debía esperar mientras trataba de zafarse de aquella situación.

 

-¿Que paso?, ¿donde estoy?- dejo que su voz mostrara miedo y angustia mientras giraba la cabeza para toparse con la vista del Gryffindor -¿Elvis? ¿abuela?, ¿que está pasando?-

 

 

 

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Su elfina la había traído a algún tipo de sótano, no estaba muy segura si el lugar era donde debíamos estar. Su cabeza estallaba, aún no se había recupetado totalmente del hechizo y su vista no era muy buena lo que hacía que su cabeza Sólo era, mientras intentaba enfocar en donde se encontraban.

 

Se escucharon voces en la parte de arriba por lo que ella puso un dedo en su boca indicándole a la elfina quede no emitiera ningún sonido, por si las moscas también se puso su máscara plateada cubriendo la mitad superior de la cara y la capucha enque la cabeza, no quería que la descubrieran aún. Por si eran enemigos de la orden, tenía que sacar a Alessa de aquel lugar antes de que algo le pasará.

 

—Artemis, llamale a Franko y a Anthony que estaban en la botica, mientras yo intento llamar a algunos otros hacia este sitio— susurró por lo bajo para no ser descubierta y vio como su elfina desaparecía, esperaba que trajera a alguien más que la apotara, ella sola terminaría muerta si intentaba luchar con dos personas de la orden y no sabía cuantos estaban arriba.

 

Tocó su marca tenebrosa tatuada en el antebrazo izquierdo con la punta de su varita y miro como esta se revolvia y le quemaba en la piel, eso ayudaría a traer a algunos cuantos a aquel sitio. Sólo esperaba que no se tardarán.

 

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@@Anthony Ryvak Dracony

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@@Hades Ragnarok

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@.

@@Lady Luxure Grindelwald

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La estela de desaparición casi desvanecida en el aire me transportó y desee con todas mis fuerzas que aquel fuera el lugar indicado, que me llevara hacia donde Elvis, Sagitas y Alessa habían desaparecido o estaría realmente perdida. No había alcanzado a ver el estado en el que Alessa había aterrizado en la Botica, pero sabía que había mucha sangre y que además Sagitas también estaba lastimada. ¿Qué demonios había pasado en la mansión Delacour?

 

Las voces comenzaron a aclararse a medida que llegaba a destino.

 

>>¿Quién es? ¿Qué pasó? ¿Y por qué estaban en ése local, que le sucedió a ella?

 

Cuando las vueltas se terminaron, aterricé justo sobre alguien, tirándolo hacia adelante.

 

-¡Ay!- grité, porque el golpe fue duro mientras me despatarraba sobre, supuse, Elvis Gryffindor.

 

De inmediato me hice a un lado, aturdida todavía por el viaje, para dejar que el pobre Elvis se incorporase mientras yo me tomaba la cabeza que parecía que no dejaba de girar sobre mis hombros como un trompo. Me quedé sentada en el suelo, era mi mejor opción ante aquella situación desconocía, porque había visto un hipogrifo plateado volar la puerta de la Botica, muchas sangre en el suelo de mi negocio y una situación completamente extraña en la Delacour, donde los rayos habían volado cerca de mi cabeza como mosquitos hambrientos.

 

-Car.ajo... eres duro, Gryffindor- me quejé, sin darme cuenta que probablemente el mago estaba armado y listo para atacarme.

 

Mientras con una mano sostenía mi cabeza, alcé la otra para mostrar que no estaba armada y que no era una amenaza, aunque sospechaba que eso no iba a ser suficiente. Fue entonces cuando escuché una débil voz a mis espaldas, suplicando.

 

>>¿Que paso?, ¿donde estoy? ¿Elvis? ¿abuela?, ¿que está pasando?

 

Abrí los ojos como dos platos al ver a Alessandra, todavía maltrecha pero en mejores condiciones de lo que esperaba. Tenía la ropa manchada con sangre, sobre todo a la altura del cuello y parecía que el aire aún faltaba de sus pulmones. Con la máscara puesta, sus rasgos no eran definibles pero reconocería la voz de mi ahijada en cualquier lugar del maldito mundo. Se me hizo un nudo en el estómago mientras volvía a girarme, muy lentamente, para encarar el rostro de Elvis, que no dudaba que estaría furioso. Oh... no recordaba haber visto enojado al auror en toda mi vida... Pero estaba segura que podía ser brutal.

 

Con un ojo en Gryffindor y otro en mi ahijada, me moví lentamente para examinarla.

 

-¿Cómo estás?- una de mis manos fue directo hacia el abultado vientre para sentir a las criaturas y al sentir un movimiento, me destensé un poco-. ¿Sagitas? ¿Qué está pasando?- pregunté, con toda la sinceridad que fui capaz de albergar en mi tono.

 

Y, entonces... la marca tenebrosa en mi brazo ardió con fuerza.

 

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@@Sagitas Potter Blue

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Off: el link del principio lleva a mi post anterior XD para que no quede descolgado cómo llegué al lugar..

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