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Fabricantes de Mentiras (MM B: 95760)


Mael Blackfyre
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Habia logrado demasiadas cosas para el tiempo que había transcurrido. La codicia me estaba llevando igual que el viento arrastra una simple hoja seca. Lo más importante ya lo había hecho, sin que nadie se diera cuenta. No podía creer que nadie se hubiera dado cuenta de todo lo que tenia el Auror León. Haberme encontrado con aquellos pergaminos que indicaban la pertenencia de la bóveda, había sido como encontrarme con un tesoro. Aquellas barreras est****as de utilizar los lazos sanguíneos como barrera, habían sido totalmente inútiles. Ahora todos esos libros de hechizos, los objetos y pociones, eran mías.

 

¿Tal vez con aquel negocio pasaría igual? Al Ministerio de Magia lo único que le importaba realmente era cobrar los impuestos. Nada más. Todo se arreglaba con dinero en aquel país.

 

Había aprovechado aquel momento de distracción familiar para escabullirme por el Callejón Diagon. El corazón se me aceleraba. Iba con un paso tan ligero y rápido, que parecía que levitaba del suelo. Llegué a la estructura que buscaba, con aquel cartel: "Fabricantes de Mentiras". Era perfecto para el negocio que quería empezar, podría tener un sitio en el que guardar lo que las personas me "regalaban". Iba a tomarme del picaporte con la varita en la mano, pero algo me detuvo como si me hubieran lanzado un balde con agua helada. Miré a ambos lados, la puerta estaba abierta tan solo unos milímetros. ¿Alguien se habria enterado de lo sucedido y habia robado todo?

 

Lumos

 

Murmuré, encendiendo una pequeña luz pero que alcanzó a iluminar todo aquel viejo vestíbulo. El escritorio tenia unos papeles, había algunas fotografías pero todas aquellas paredes estaban completamente llenas de bibliotecas con libros, de todos los tamaños y colores. Giré y vi un par de cosas más. ¿Cómo era el secretó? Di un par de vueltas con mi varita, intentando descubrir algún rastro de magia oculto, pero nada. Aquel negocio estaba más protegido que la bóveda trastero que acababa de usurpar. Solo cuando decidí realmente ir "al lugar", sonó una especie de cerradura y una de las bibliotecas me dio acceso a la parte de atrás.

 

Oh, muy inteligente, Gryffindor, pero no tanto —susurré para mi, aún apuntaba con mi varita hacia adelante. La siguiente habitación era el triple de grande. Había unos cuantos libros pero principalmente habia una gran mesa lleno de pergaminos, roperos enormes con objetos, vestimentas y muchísimos objetos. Era ideal, tendría un grupo de trabajo el cual haríamos trabajillos, todos a escondidas de Ministerio de Magia, claramente. Y si por el camino podría llevarme algunas cosas más, mejor. Agrandaría el negocio personal. Avancé unos pasos, al fondo había una puerta, al parecer una pequeña oficina. Y justo allí, habia algo fuera de lugar— Ey, ¡EY! ¿Qué haces acá?

 

Le di una leve patada a la parte inferior del sillón, en su base. Mirando a aquella bruja (hermosa, por cierto) que habia estado en presencia del funeral del Gryffindor, su melliza. Estaba aferrada a un pergamino y recostada como un ovillo.

 

¿Por qué los Gryffindor estaban siempre metidos?

 

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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No supo cuánto tiempo permaneció allí, dejándose mecer por los recuerdos, atormentada, rota y sin ánimos para hacer nada más. No sentía hambre, y solo el sueño la capturaba por momentos, eso aliviaba el dolor unos instantes. Pero despertar… eso sí que dolía. De inmediato al ver dónde se hallaba volvía a recordarlo todo y un profundo dolor en su vientre y su pecho se apoderaba de nuevo de la situación. Era un círculo difícil de romper. Sentía que nunca lograría hacerlo.

De hecho, en ese momento ya no tenía nada. Había pasado dos años vagando tratando de recordar su origen, intentando recobrar su memoria, y ahora tan solo quería poder volver a borrarlo todo y regresar a esos tiempos. ¿Qué haría? ¿Cómo continuaría? Para empezar, ya no tenía un hogar al que regresar.

Tal vez, tan solo le quedaba aquel recinto, en el que podría tranquilamente esperar su fin. ¿Qué más le restaba hacer? ¿Buscar revancha? ¿Despertar más dolor entre sus seres queridos? A veces creía que era la respuesta, vengarse. Pero no quería convertirse en eso, en un ser despiadado que solo pensara en sí misma. La vida podía continuar sin ella, nadie más la necesitaba. Estaba segura de que si no volvía a dar señales, nadie lo notaría. Tal vez era una buena opción, o la mejor alternativa ante tanto dolor que no iba a poder superar.

Nuevamente se había adormecido cuando una vos interrumpió la calma que había hasta el momento en el recinto. Le consto reaccionar, sintió que su sillón se movía, obligándola a enderezarse en su sitio.

Vislumbró a la persona que había irrumpido y frunció el ceño al lograr reconocer al joven que, tiempo atrás, había querido dar ordenes sobre el funeral de su hermano. No estaba lista para enfrentarse a él, había dejado su sitio en la Gryffindor para no tener que pasar ese tipo de momentos…

-Este sitio lo fundé junto a Elvis, y es tan mío como suyo. No soy quien debe explicar qué hace acá…- su voz sonaba aletargada mientras buscaba el coraje para imponerse. No iba a dejar ese sitio, era todo lo que le quedaba. -Esto es todo lo que me queda, ya les dejé todo lo demás- apretó los puños, no quería discutir, no se sentía con fuerzas.

 

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Deberías, bruja. Sobre quien lo fundó es tiempo pasado. Ya no apareces en los papeles, corroboré que sea asi —le dije a la joven, que al parecer no estaba bien anímicamente. Al parecer ninguno de los Gryffindor lo estaban ahora. Era extraño, no entendía por qué lo sufrían tanto aunque lo hayan dejado mucho tiempo. Pero me había dado cuenta que no tenía que ser asi con su nueva familia, porque al fin de cuentas era eso, su familia—. Disculpa. No tuve un buen dia, puedes quedarte lo que quieras

Comenté, bajando la varita con algunos espirales. Las 3 o 4 lámparas que iluminaban aquella parte trasera del negocio se encendieron. Allí pude ver el resto del sitio. Era increíblemente perfecto para su fachada. Avancé unos pasos, dándole un poco más de espacio a la joven. ¿Cómo se llamaba? Nuevamente la voz de mi madre me recordaba lo que tenía que hacer. Era agotador.

¿Cómo es tu nombre? Soy Mael. Creo que eso ya lo sabes —comenté, corriendo algunos papeles que se encontraban sobre el borde de la mesa y me apoyé sobre ella—. ¿Quieres algo para comer o tomar? Tal vez nos vengan bien a los dos

En ese revuelo de ideas, me surgió algo en la cabeza. Aquella joven había dicho que había fundado aquel sitio. No entendía las razones por las que ya no, pero eso significaba una cosa: que Mica tenía contactos que yo no, y los estaba empezando a buscar y me llevarían meses para empezar a trabajar realmente. Tal vez siguiéndole la corriente sobre su propiedad allí, tal vez ella pondría sus contactos y yo mi anonimato ante la sociedad.

Aparecieron dos tazas enormes. Y le hice una seña a la bruja. Luego me alejé unos pasos más, acercándome a una de las paredes. En ése sector, tan increíblemente en detalle, había un mapa de todo Ottery St. Catchpole, otro del callejón y otros más como del Ministerio. Me giré:

¿Qué los hizo formar éste negocio? ¿Han hecho diferentes trabajo, como cuáles? —la curiosidad me estaba interesando de a poco—. Tal vez ahora que lo pienso, podamos hablar de números, si te interesa —no era bueno para la ironía ni el sarcasmo. Hasta a veces me cuestionaba sobre mi sentido de empatía.

 

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-Soy su hermana y tengo mucho más derecho que tú, digan lo que digan los papeles- respondió con toda la firmeza que tuvo a su alcance, no pensaba mostrar debilidad frente a ese sujeto. Ni siquiera con aquel evidente cambio de actitud y su disculpa, la Gryffindor se mantuvo distante y desconfiada. -Claro, porque mi día seguro ha sido mejor- dijo con sarcasmo, pasando por su cara en forma instintiva ambas manos, intentando borrar todo rastro de lágrimas que pudiese encontrarse en ellas. Sabía, de todos modos, que sus verdes ojos se verían enrojecidos y el desorden de su cabello mostraría el descuido de aquellos días.

Le costó un poco acostumbrarse al cambio en la luz, pero al hacerlo notó cómo el joven recorría el lugar, como maravillado ante el descubrimiento. Se mordió los labios para no soltar algún comentario al respecto, le molestaba su presencia, lo sentía un invasor era un territorio que no le pertenecía.

-Mica, mi nombre es Mica- apoyó los codos en la mesa y recargó la frente en sus manos. No quería estar con nadie. -Estoy bien, no necesito nada- agregó, aunque era mentira. No sabía cuánto tiempo llevaba allí sin comer ni beber nada, pero no tenía ánimos de hacerlo y mucho menos si cualquier provisión provenía de él.

Observó las tazas que aparecieron sobre la mesa, pero tan solo empujó a un lado la suya, ignorándola. Notó cómo Mael contemplaba los mapas del Ministerio, el Callejón y el pueblo. No sabía que su hermano tenía eso allí, no les había prestado atención antes. Estaba segura de que habría muchos secretos suyos esparcido por el lugar y, en caso de que los mismos se descubriesen, prefería saberlos ella sola y compartirlos tan solo con quienes los mereciesen. No con un invasor.

-Llevo mucho tiempo fuera del negocio y no sé cuáles han sido los asuntos en los que se estuvo involucrando el último tiempo. Debo ponerme al día y ver el camino por seguir. No hay arreglo de dinero posible, hablaré con la esposa e hijas de Elvis y les pediré la propiedad -le avisó, no pretendía negociar con alguien que simplemente había llegado allí por metiche. -Puedes quedarte hasta terminar tu bebida, luego, sabes dónde queda la salida.

No intentó ponerse de pie, pues suponía que sus fuerzas no serían suficientes, pero empezó a tomar desde su sitio todos los pergaminos que estaban a su alcance para empezar a leer.

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Mica. Así se llamaba la bruja melliza de Elvis. “Llevo mucho tiempo fuera” comentó como respuestas a las preguntas que había estado haciendo. Sonreí aunque me encargué de que no me viera. Shelle había tenido toda la razón del mundo. Su Madre había conquistado cada milímetro de la Gryffindor por la ausencia completa de resto. Y ahora tenía el camino liberado. Y sabía que Shelle aun así, estaba demasiado dolida con todo lo sucedido. Se le notaba porque siempre estaba más furiosa de la cuenta. ¿Por qué razón?

Disculpa. Tal vez he entendido mal —me giré, observando que la bruja no había tomado de la taza. No me importaba, ya que había sido solamente modestia de mi parte. Rebusqué entre mis ropas y encontré aquel papel, ni bien salido del mismo Ministerio—. Lamento informarte que a pesar de la esposa o hijos del Patriarca, este negocio me pertenece —le tiré el rollito de pergamino mientras éste volaba a sus manos.

No podía decirle todo el resto de las cosas qué había hecho. Nadie, nadie podría sacarme lo que ahora me pertenecía. Así eran las reglas. Aun así, no le comenté nada, esperé a que lo viera con sus propios ojos el nombre de “Mael Blackfyre” que recitaba aquel título de propiedad de Fabricantes de Mentiras.

Espero que recapacites mi oferta de quedarte aquí. Tal vez tu varita sea útil en éste negocio. Me han dicho que no son buenas épocas para el país —le hablé, con la más calma y serena voz que pude, mirando aquellos ojos verde. Moví mi varita y el pergamino que le había lanzado regresó a mis manos.


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Las palabras de aquel individuo fueron como cuchilladas. Necesitó comprobar con sus propios ojos, para estar segura de que lo que decía era cierto. Su mundo, o lo poco que quedaba de él, se desmoronó en ese segundo. Los pocos planes que tenía eran simplemente esos: quedarse en aquel local, mantenerse al margen de cualquier otra cuestión. No tenía nada más.
Bueno, en realidad, ahora sabía que no tenía nada en absoluto. Pues lo que pensaba pedir para ella, estaba en realidad a nombre de un desconocido que apenas estaba llegando a la familia. Tuvo ganas de tomar ese pergamino y destruirlo, pero si tenía eso en sus manos de seguro tendría el registro original como respaldo, y poco hubiese servido la rotura del mismo.
No tenía a dónde ir ni forma de generar nuevos ingresos. ¿qué más podría hacer? Las palabras de Mael la volvieron a llevar a la realidad, estaba recordándole aquella oferta. No quería aceptar, puesto que suponía que habría intenciones no dichas en darle la posibilidad de quedarse, pero tampoco podía rechazarla y marcharse.
-¿Cuál sería el trato? -murmuró finalmente, mirando hacia esos ojos negros que tanto la perturbaban.
Intentó que sus palabras fuesen serenas, si bien todo su interior se debatía entre iniciar un ataque o marcharse de aquel sitio para siempre.

 

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De a poco, Mica Gryffindor iba transitando por un camino que en mi mente, llevaba a una sola dirección. Siempre decían que los corazones heridos, los dolidos, se dejaban llevar como una simple barca en una tormenta en medio del mar. Tal vez algunas personas no lo considerarían ético, pero en cierta manera, de cierta forma, estaba ayudando a aquella bruja. De alguna manera había funcionado, porque no se había ido, al contrario.

¿Por qué los Gryffindor desconfían tanto de mi? No he hecho nada —comenté ante la mirada de la bruja de ojos verdes. Avancé algunos pasos, desapareciendo las tazas, aquellas fichas y el título. Guardé mi varita—. Entiendo que debe ser complicado perder a un ser querido. Pero ahora somos familia. ¿No? Por ahora no me debes nada, tómalo como un favor a futuro y un tiempo para ti para compensarte. ¿De acuerdo?

No sabía si aquellas palabras iban a impactar como querían. Carraspeé mi voz y miré fijamente sus ojos.

— Tal vez podamos trabajar juntos. Dos varitas son mejor que una —¿Cómo iba a decírselo?—. Vos conoces un poco más éste sitio, y si te sirve quedarte aquí, puedes hacerlo. Yo solamente vendré a trabajar cuando sea necesario —le tendí la mano para que me la estrechara—. ¿Socios? No voy a darle más vuelta al asunto

La bruja usaría todas aquellas instalaciones de momento. Tal vez podríamos hacer algunos trabajitos que nos dieran galleones. Y lo más importante, que Mica me debería un favor, porque la estaba sacando de un aprieto.

 

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No supo cómo tomar el comentario de aquel hombre, respecto a que los Gryffindor eran quienes lo trataban mal, ¿acaso así lo sentía? Era verdad que no había un motivo concreto por el cual culparlo, aunque la manera en que intentó manipular el velorio de su mellizo había sido muy poco acertada. Lo siguiente que escuchó de Mael fue lo que sintió como una puñalada. “Familia”, le dolió e hizo que sus ojos se volviesen a empañar.


-Te equivocas, yo ya no tengo familia- soltó intentando mostrarse fría y distante con el tema, girando el rostro para que no notase las emociones en su rostro -el resto de sus palabras no le dieron confianza, no lo pudo evitar- No me gusta en absoluto quedar en deuda con nadie…


Negó firmemente con la cabeza, no sabía qué hacer, no tenía chances, pero tampoco quería deber algo a un desconocido. La idea de trabajar con él no le resultaba atractiva, de hecho, solo había buscado un refugio no un trabajo que hacer… a fin de cuentas no le resultaba tan invasivo verlo algunas veces siempre y cuando no le hiciera problemas frente a la idea de quedarse allí.


-De acuerdo- finalizó, dejando que su espalda cayese contra el respaldar. -Socios- al decir la palabra sintió que estaba metiéndose por sí sola en una trampa, pero ¿Qué más tenía que perder? Todo lo que tenía, ahora le pertenecía a ese hombre.




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Asentí con la cabeza. Había solucionado dos problemas en uno solo. Si Mica tenía su visión de ésa manera mía, entonces todo el resto de los familiares era igual. No lograba ponerme en ninguno de sus zapatos pero de cierta manera, si les demostraba que estaba tranquilamente por aquellos sitios, podría estar un poco mejor. Tampoco tenía muchas opciones, ya que el único sitio que tenía para vivir era la Gryffindor. Y no solamente eso, sino que había entrado en el momento que estallaba una guerra.

Socios —repeti estrechando su mano. La bruja parecía realmente resignada pero tenía que demostrarle que no iba a ser nada malo. ¿Cuántas personas habían muerto por ello? Bueno, no quería recordarlo. ¿Y ahora qué? Tal vez necesitaba demostrarle eso, su lugar. Tal vez no tenía la cabeza para hacer esos trámites pero quería mostrarle que podía confiar. Palabra por palabra—. Mira, dejaré esto por aquí. ¿Te parece? Léelo con calma, añade lo que quieras modificar y fírmalo. Lo presentaré para que figure la sociedad Mica-Mael.

No le di mucha chance de afirmar o de negar eso. El mismo pergamino que le tendí antes, ahora volvía a estar en sus manos. Le comenté que ordenaría un poco las cosas por allí para ver si me faltaba algo y luego me largaría por un par de horas. Saqué mi varita y la sacudí algunas veces. Unos cuantos tomos pesados, oscuros, se apilaron sobre un rincón, dejando un espacio más libre de aquellos pergaminos.

¿Qué sabes sobre las otras familias? —comenté, como si pensara en voz alta, aunque tal vez no la estaba dejando tan tranquila como le había dicho—. Me refiero… —mis ojos se posaron sobre el mapa de Ottery. Había unas cuantas tantas mansiones y castillos. Pasé el dedo por algunas—. Digo… parecen tan grandes y tan vacías. ¿Asi son todas? —tal vez los planes que tenía en mi mente no eran aún para sacarlos a la luz.

 

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Estrechó su mano, aún sin estar convencida del trato que acababa de hacer. De igual modo, estaba segura de que al menos sería beneficiada a la hora de tener un sitio al cual volver. A fin de cuentas, no tenía a nadie.


Le sorprendió ver que el hombre volvía a tomar aquel pergamino que antes le había mostrado y se lo tendía para hacer modificaciones. ¿Era broma? ¿Acaso podría cambiar lo que quisiera? No lo esperaba, definitivamente. Creía que simplemente tomaría el sitio de cualquier empleada, con el mínimo derecho de quedarse a dormir si no tenía dónde ir a parar. Era todo.


-Quieres decir que… ¿puedo ser copropietaria? -preguntó confundida- pero las últimas palabras de Mael respecto a la sociedad habían sido contundentes.


Recorrió el pergamino, agregando su nombre en donde figuraba el de los propietarios, su número de bóveda y porcentaje de ganancias, aprovechando la situación para agregar un “50%” al lado del sitio correspondiente para cada uno. ¿Se lo permitiría? No sabía, pero esperaba que sí. Ciertamente su bóveda lo necesitaba. Firmó al pie de la hoja, volviendo la atención al caballero que escudriñaba el lugar.


-No he tenido contacto con más familias desde que me fui… realmente estuve mucho tiempo fuera, así que no sé realmente nada de las demás- dijo con sinceridad, intentando relajar su postura frente a quien, ahora, era su socio. -¿De dónde vienes?- intentó conocer más de él.



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