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⋆ Chocolate Paradise ⋆ (MM B: 112207)


Valeskya Granger
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No había querido incomodar al chico por el tema de su apellido, sin embargo lo había hecho, pero ¿cómo lo había olvidado? Lo había leído en algún libro de historia de la magia, se sonrojó cuando el chico tímidamente le contaba y seguía sonrojada por ese hecho aún después, cuando el chico le decía que tomaran una mesa cercana para beber y comer lo que habían ordenado.

 

-Las pociones son interesantes, mi madre sabe prepararlas muy bien, aunque creo que no heredé su toque mágico las preparo y no quedan mal, supongo que llevar la teoría a la práctica es la razón del éxito de mis notas finales.

 

Rió tristemente, si bien había obtenido un Supera las Expectativas en su E.X.T.A.S.I.S. era la única en la que no había obtenido un Extraordinario, continuó para olvidar esa parte de su historia en Hogwarts -Lo que a mí más me gusta son las a... se quedó callada en seco, no era bueno decir abiertamente que le gustaban e inquietaba las Artes oscuras, que era una de las ramas de la magia que ella manejaba muy bien, mucho menos por qué aún era miembro de la orden del fénix. -Las transformaciones, eran mis favoritas

 

Bebió otro sorbo de su chocolate Creo que tú rostro se me hace conocido, probablemente de la biblioteca, era mi lugar favorito, la mayor parte del tiempo libre que teníamos la pasaba allí, me fascina leer y no era muy sociable en el colegio, así que siempre estaba allí

 

¿Qué es lo que te gustaría hacer cuando salieras del colegio?.

 

 

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Al fin habiamos tomado asiento, lo que era un alivio porque ahora si podia tomar las herramientas culinarias adecuadas para servirme una porcion de ese pastel que me hacia la boca agua. Aun asi no fui descortes y segui la conversacion de Hannity con atencion. Entendia su vision de las pociones, principalmente porque la compartia. Tenia esa clase de magia donde habia que hallar el equilibrio perfecto entre la cantidad exacta de cada ingredientes, el calor de la llama y el tiempo exacto en el cual poner cada ingrediente. Ademas de esa maravillosa dualidad donde una dosis podria ser edificante, un balsamo sin embargo aumentarla podria ser un sutil veneno.

 

-Yo quisiera creer que se me dan bien las pociones. Aunque aun no he tenido una evaluacion tan rigurosa de mis habilidades. -si, porque una cosa era realizar pociones en una clase y redactar pergaminos que enfrentarme al reto de ser examinado, donde los nervios a veces jugaban una mala pasada.- Aun asi me apasiona el reto de controlar el proceso de elaboracion. Mientras mas dificil mejor.

 

Ya me sentia mas suelto, al parecer ayudado por la racion de azucar y ese sentimiento calido y de placer que generaba el chocolate. Siguiendo con la conversacion y los gusto que al parecer compartiamos Hannity atropello un poco sus palabras para manifestar que le gustaban las Transfomaciones. Nada mal, principalmente porque era una rama sumamente dificil de la magia.

 

-Wow, mis respetos. Transformaciones es dificil.- conclui, solo para darme cuenta ante sus palabras que concidiamos tambien en el gusto por la lectura. Si, no dudaba que de ahi viniera el hecho de que la recordara.-Al parecer somos todos unos polillones- rei alegremente.-consumiendo libros a diestra y siniestra.-

 

Y claro, ahora llegaba la pregunta de rigos que hasta mi padre me lanzaba cada vez que podia. Realmente no tenia una respuesta satisfactoria para eso. Pero claro siempre tenia la carta del tiempo para esquivar dar algo en concreto.

 

-No, aun no tengo nada en mente.-me recoste en la silla.- aunque, al menos se que tendre una amiga a quien pedir consejo llegado el momento-dije refiriendome a ella.

 

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  • 2 meses más tarde...

El aroma, profundo y dulzón, lo hizo detenerse en medio de la calle. A través de la puerta de cristal y expuestos en escaparates una extraordinaria variedad de postres y otras preparaciones, todas de chocolate. Era sumamente...tentador.

 

Hace tan solo un día, acababa de cobrar la modesta suma mensual de galeones y como todos los otros meses, se encontraba en Diagon para comprar algunos insumos elementales que pudiera enviar a su madre y hermanos. Guiado por la practicidad de su madre, todos los envíos habían sido cosas de uso doméstico: una escoba nueva, limpiadores más potentes que los que solían haber por su localidad, abrillantadores, pulidores. Se había sentido especialmente orgulloso por haber alcanzado la oferta de calderos 2x1 el mes pasado.

 

Pero nada de alimentos, o como eso, algo especial, quizá un toque elegante, que simplemente encajase con el concepto de "presente" o "regalo".

 

Motivado por esa idea, ingresó al establecimiento y si antes había sentido el impacto de los olores, esta vez la sensación se duplicó. Desde donde se encontraba, no alcanzaba a ver a las dependientas del negocio, pero supuso que algo habría de "autoservicio" en el lugar, puesto que tenían unos cestos y pinzas para coger productos, y en los mismos escaparates, se habían dispuesto fuentes de muestras gratis de los productos que exhibían.

 

Todavía cohibido, se animó a tomar un cesto y se acercó al primer escaparate, donde ya otra compradora (¿o sería la propietaria?) se encontraba saboreando un dulce redondo, bañado en lo que le pareció era fudge. Él no era muy proclive a relacionarse con los demás, pero algo en el gesto de ella le alentó a hacerlo, pensando en que con suerte, podría encontrar algo de guía que le ayudase a decidir que chocolate llevar.

 

— Buen día, que la paz de Dios esté siempre con usted. Espero no interrumpirle, pero ¿estaba agradable ese dulce?

 

De poder, se animaría a probar todo de primera mano, pero viendo la enormidad del local, tampoco era la idea terminar con una insana indigestión a punta de muestras gratis.

 

¿O sí?

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Para June no era un buen día y necesitaba un pequeño relajo, así que decidió salir a caminar sin rumbo fijo por el Callejón Diagon, para ello eligió vestirse como solía hacerlo cuando no tenía ganas de arreglarse, cogió unos vaqueros color tierra y una camiseta blanca, lo cual hacía que su larga cabellera llamara mucho más la atención, por lo que decidió hacerse una cola de caballo.

 

Una vez dentro de las calles del Diagon empezó a deambular distrayéndose con cuánto local le llamase la atención, entre tantas tiendas, pudo detectar un olor exquisito, así que guiada por este entró en una dependencia hermosa, de amplias mamparas, perfectamente organizada y bastante llamativa, recorrió rápidamente con la vista los escaparates que se encontraban dentro, fijando la vista en el que se exhiben los chocolates de muestra, acercándose rápidamente para degustarlos.

 

Tomó entre sus largos dedos una de las muestras, llevándoselo a la boca rápidamente, para dejar escapar un pequeño jadeo de placer, ya que realmente estaba exquisito.

 

Ensimismada con el pequeño momento de placer cerró los ojos por algunos instantes en los cuales sintió una mirada fija en ella, por lo que levantó la vista y miró alrededor encontrándose con unos ojos azules intensos que la miraban con cierta curiosidad, sin saber qué hacer exactamente le dirigió una torpe sonrisa, ruborizándose inmediatamente cuando se percató que tenía un poco de chocolate en la cara.

 

Instantes después el dueño de esos ojos azules se acerca, la saluda de una manera muy peculiar para luego preguntarle por la calidad del dulce que aún tenía en las manos.

 

Buen día. No, no te preocupes, no hay que interrumpir. respondió June, vacilando un poco ante el inusual saludo y alzando una mano para sacudirla ligeramente en signo de que no es nada. Sí, la verdad este chocolate está exquisito, deberías llevarte algunos. dijo, mientras cogía uno más y le sonreía . Soy June Miller ¿Y tú, quién eres? preguntó curiosa, mientras le entregaba el chocolate que segundos antes había cogido para él. Pruébalo, no hay pierde, es el que estoy comiendo ahora mismo dijo, guiñandole un ojo en muestra de complicidad.

 

@@Rory Despard

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Le sorprendió la amabilidad de la joven. No es que nadie fuera amable en Ottery, pero si tenía que llevar un recuento mental rápido, simplemente no eran tiempos en los que la gente se diera el lujo de ser amable. Él tenía una explicación para eso, pero no era momento siquiera de intentar explicitarla, así que en su lugar, le sonrió con genuina sinceridad, y tomó el chocolate que le ofrecía.

 

Era cremoso, y decididamente dulce.

 

Está realmente delicioso, pero creo que no sería del gusto de mi madre, a ella no suelen gustarle tan dulces— igual se metió uno al canasto, pensando en que acompañaría muy bien su té con leche de las tardes— por cierto, mi nombre es Rory, Rory Despard. Un gusto conocerla, señorita Miller.

 

Mientras veía todavía en el escaparate, y sin que nadie de la tienda saliese todavía a atender como para absolver dudas, se le ocurrió al joven que quizá acompañado de la joven podría hacer el recorrido no solo más ameno, sino ayudarle con su elección. Quizá ella no tuviese el mismo tiempo que él o tuviera otros asuntos que atender ¿pero qué podía perder?

 

Llegué hace unos pocos meses a Ottery. Supongo que ya lo habrá notado — su acento irlandés era notorio y hacía que rápidamente otros supiesen su procedencia con tan solo oírlo— todavía estoy acostumbrándome a la vida aquí, tan diferente a donde solía estar, y la verdad no gano una gran fortuna con mi trabajo, así que, hoy que tuve oportunidad, pensé en poder hacer un regalo para mi madre. Por eso estoy en la tienda e hice ese comentario hace un momento, sobre el dulce...

 

Un chocolate blanco con forma de corazón y relleno de maní había llamado su atención. Se animó a probar un pequeño trozo. Todavía era muy dulce para el paladar de su madre, así que siguió su inspección. Se animó a mirar de reojo hacia ella, que señalaba otro dulce en esos momentos. En sus propios ojos, la curiosidad que no quería admitir en voz alta se exteriorizaba con claridad. Ya suficientes comentarios (negativos) había tenido respecto a su condición de pueblerino, y aunque todavía peleaba contra ese sentimiento de sentirse menos por ello, había circunstancias como esas en que mientras pudiera, intentaba con todas sus fuerzas que ello no se notara.

 

Pero sus ojos, con esa curiosidad evidente puestas ahora en unas trufas con relleno de licor de naranja, lo estaban delatando.

 

Si tiene el tiempo...— comenzó tímido— ¿querría acompañarme para escoger un chocolate? No se sienta obligada ni nada, comprenderé perfectamente si está aquí solo de paso, y quizá una familia la espera pronto en casa.

 

Palió la nostalgia que la palabra "casa" le había despertado con tan solo pronunciarla, llevándose una de las trufas a la boca, y una cajita de cuatro al cesto.

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  • 2 meses más tarde...
¡Oh! qué pena, de lo que se pierde, entonces, espero que tú si lo disfrutes respondí haciendo cara de pucheros forzado, para segundos después reírme por lo tonta que seguro me veía.
El gusto es igualmente mío, Rory.... carraspea ehh..mmm yo lo siento, quise decir Joven Rory... divagué.
La verdad es que no lo noté, sinceramente tampoco soy de aquí y mi acento no es lo más "normal", casi siempre me lo hacen saber y a veces resulta cansado rodé los ojos soltando un pequeño bufido a son de queja silenciosa.
¡Qué lindo gesto! Es bastante lindo que aún hayan personas que se den el tiempo de ir escogiendo lo que va a regalar medio sonreí y cogí un chocolate para aliviar la tensión que sentía al pensar en lo tonta e imprudente que pude haber sonado. Miraba de reojo al joven, para ver su expresión y para mi sorpresa empezó a contarme más de él.
Las siguientes palabras de aquel apuesto muchacho llegaron hacía mi como un balde de agua helada, no lo esperaba realmente y ello hizo que me ruborizaba casi instantáneamente al escucharlas, hacía mucho tiempo que no me relacionaba con las personas puesto que había tenido un par de meses bastantes sombríos, así que la idea de ir con alguien me sacó de foco ¿Una cita? pensé, ¡No, sólo es que no quiere hacerlo solo! me dije para mi misma disipando estas ideas casi inmediatamente.

 

¡Nada de eso! te acompañaré con mucho gusto Dije aceptando la invitación y me coloqué al lado de Rory Te acompañaré en la búsqueda del chocolate perfecto Musité lo bastante cerca para que él pudiera escuchar al mismo tiempo que hacía un ademán con el brazo wecandoit, divertida con esto último giré en mi lugar como si fuera una pequeña traviesa.

 

Los ojos ámbar de la pelirroja notaron cierto destello de tristeza en los de su ahora acompañante y siento empatía con este, puesto que ella se había sentido así por mucho tiempo, decidió poner todo de su parte para que esa búsqueda sea más que agradable para ambos.

 

Bien, ¿por dónde quieres empezar? Me apresure a preguntar inclinando ligeramente la cabeza, esperando su respuesta.

 

@@Rory Despard

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— Rory está bien. Llámame como te sientas más cómoda de hacerlo. Ya me habían comentado que puedo sonar excesivamente formal en ocasiones.

 

Todavía no podía tener una posición tomada al respecto, pero había aprendido que en ciertos entornos citadinos, el hablar muy formalmente podía ser interpretado como una manera de querer distanciarse de los demás. En su formación, por el contrario, la razón era mostrar respeto, pero sabía, a medida que pasaba más y más tiempo en Otttery y el mundo mágico, que tenía que ir "cambiando ese chip".

 

Y claro, tenía que ser por esa razón que ella se había mostrado ligeramente ruborizada. Rory podía imaginarla pensando "¿qué quiere este sujeto, me pide que lo acompañe, pero a la vez me habla distante", y estaba ya por disculparse, pero entonces se sorprendió de verla tan animada de aceptar su propuesta, y correspondió de inmediato a su sonrisa, con otra. Toda esa energía que mostraba, y la facilidad con que transmitía sus emociones eran contagiosas.

 

— ¿Por dónde empezamos? — intentando pensar en lo que más disfrutaba su madre, el letrero enorme indicando un escaparate completo con opciones de trufas le dio la respuesta, y alzando tímidamente el dedo índice le indicó a la muchacha para que fueran en esa dirección— ¡vayamos por allí!

 

Envueltos en el aroma dulzón de los chocolates, parecía que podía dejar atrás todas las preocupaciones que le molestaban el resto de días. Y eso le gustaba. Una vez en el pasadizo, la oferta disponible era más de lo que había podido imaginar: Tanto a nivel de sabores como de presentaciones, y por supuesto de precios.

 

Entonces eh...¿June?— allí estaba, intentando mejorar en su comunicación directa— ¿te gustan mucho los chocolates? ¿cuáles son tus preferidos? En mi casa, la mayoría de las veces, consumíamos chocolate en postres caseros clásicos, como la tart Guinness en el Día de San Patricio. Creo que nunca, hasta venir aquí, pensé que podía combinarse el chocolate con tantas cosas.— deteniéndome frente a unas trufas de chocolate blanco y coco tomó una de las muestras y se la llevó a la boca— estas frutas tan exóticas, mira esta dice "trufas de fruta de la pasión".

 

Ni siquiera quería detenerse a pensar en por qué una fruta podía llevar ese nombre, peor cuando probó que también entre los ingredientes, que esa trufa también llevaba alcohol. ¿June se animaría a probarla?

 

@@June Miller

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  • 4 meses más tarde...

Sus pies se posaron sobre las calles del Callejón Diagon. Respiró profundamente y sonrío. Su reacción venía dada por el tiempo que había pasado desde la última vez que estuvo allí. Para él, no era únicamente un lugar donde se podían encontrar los negocios más geniales de Londres, Inglaterra y posiblemente el mundo entero. Ese lugar había sido mucho más: su hogar, su trabajo, su rincón en el Universo donde pasaba prácticamente todas las horas del día. Lo había echado de menos.

 

El cielo estaba nublado, caían unas gotas de agua y estaba oscureciendo. Era un paisaje nostálgico, puede que eso influyese a que su nostalgia fuese mayor. Desde su última visita muchos negocios habían abierto, muchos habían cerrado y otros simplemente habían desaparecido. Se preguntaba cómo estarían los locales de aquellos establecimientos que en su momento fueron suyos y que le dieron tantas alegrías y, ¿por qué no decirlo? Tantos galones. Un negocio exitoso siempre aportaba mucho dinero.

 

Pero no estaba allí para pensar en cosas tristes o en el pasado. Tampoco estaba para buscar un lugar donde dormir como había hecho en innumerables ocasiones. Su visita se debía a puro placer. Quería ver qué podría encontrar, quería pasárselo bien y quería encontrar su nueva tienda favorita. Sin tiempo que perder, metió las manos en los bolsillos de su túnica azul marino y comenzó a caminar en la búsqueda de alguna joya oculta. ¿Qué tanto habrán mejorado los negocios desde su última vez?

 

Pasear sin chocarse con nada era complicado. Siempre había bastantes personas, aunque gracias a que estaba comenzado a llover no estaba muy abarrotado, la gente comenzaba a irse. El mayor peligro era tropezarse por estar mirando los escaparates, no sería la primera vez que le sucede. En más de una ocasión los tropiezos se convierten en tropezones. Aún recordaba la vez que cayó de bruces al suelo por estar mirando el escaparate de una tienda de quidditch mientras andaba sin prestar atención a dónde iba.

 

Sus pies lo guiaron por los callejones, había bastantes cosas que le gustaban pero ningún lugar llamó demasiado su atención hasta que vio un letrero que hizo que su estómago diese brincos de alegría: Chocolate Paradise. El nombre indicaba muy bien lo que se encontraría dentro. Antes de que tomase la decisión de entrar se dio cuenta de que sus piernas ya le estaban llevando en dirección a la puerta. Abrió y vio el interior del establecimiento. De pronto, le llegó un olor a chocolate que enamoraba.

 

Sí, esto tiene pinta de ser el paraíso. —comentó quedándose parado en la puerta, pudiendo ser de molestia para otras personas que quisiesen entrar.

 

 

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Cada vez más se hacia habitual encontrarse en el callejón, simplemente para bobear o encontrarse con alguna persona para hacer un trato. Por lo que ahora simplemente estaba con la primera opción, hoy estaría más que nada viendo las tiendas, sin esperar mucho de lo que quería.

 

Vestía con un largo abrigo negro, pantalones de mezclilla y una camisa ligera de color beige por debajo. Unas botas para la lluvia hacían juego a su vestimenta y con la varita había hecho aparecer un paraguas, no quería mojarse el cabello y que se estropeara el peinado.

 

La lluvia que comenzaba a mojar aún más fuerte y caer por doquier la hizo buscar algún lugar abierto donde pasar el aguacero hasta que terminara y pudiera seguir paseando por el callejón. No era raro que se encontrará sola, ya que su hermano y su prima cuidaban de Sebastián en la mansión, ella pudo salir a distraerse mejor.

 

Las gotas caían aún más rápido y alcanzaban a mojar su abrigo que llevaba puesto, así que sin pensarlo muy bien decidió entrar en la primera tienda que vio. Lo que no contaba fue que plantado en la puerta estuviera una persona sin moverse.

 

Gruño por dentro y quitando el paraguas dede su varita, alzó la cara y lo miro —Hay gente que quiere entrar al lugar. ¿O entras o sales chico? — preguntó mirando solamente su espalda, y vaya que era un poco alto.

 

—¿Hello? Me estoy mojando aquí afuera— gritó un poco para hacerse entender en el aguacero, y mientras tanto adentro parecía oler agradablemente a chocolate.

 

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El tiempo pasaba, permanecía en la misma posición parado en medio de la puerta respirando el aroma delicioso que le llegaba. Parecía un niño pequeño, poniéndose la mar de contento al saber que comerá algo tan dulce y delicioso como el chocolate. Sus oídos le avisaban de que había comenzado a llover mucho más fuerte, pero ni se molestó en mirar para atrás. Confiaba en que cuando quisiese volver a salir la calle la lluvia parase. Y si no, pues vaya, era un mago. Unas cuantas gotas no deberían ser problema para un mago adulto.

 

De pronto, escuchó una voz femenina a su espalda. No llegó a sobresaltarse, pero su corazón se aceleró pues no esperaba que alguien llegase por detrás y eso le sorprendió. El negocio estaba completamente vacío, en ese momento del día no debía de entrar mucha gente y, sin embargo, había tenido la mala suerte de pararse justo cuando llegaba otra potencial clienta. Se giró para ver quién había hablado, que como era obvio, quería pasar.

 

¡Pero si estás prácticamente seca!

 

Comentó al mirarla. La mujer debía de haber llevado hasta ese mismo instante un paraguas o algo similar que la cubriese de la lluvia. Como no podía quedarse ahí todo el rato accedió completamente al interior del negocio esperando que la chica lo imitase. Cerraría la puerta una vez que ella entrase. Debía de haber entrado antes, una vez dentro el aroma era más fuerte y la temperatura mucho más agradable. Se había puesto frío y con la humedad que había era mejor estar en un sitio techado.

 

Iba a centrarse en los chocolates, pero echó una nueva mirada a la mujer y se dio cuenta de su color de cabello.

 

Disculpa, creo que un Duendecillo de Cornualles ha muerto aplastado contra tu cabeza... O tal vez dos —dijo seriamente. En realidad estaba bromeando, insinuando que esa había sido la causa que había provocado el color azul en su pelo. No tardó en sonreír por su propio comentario para que también ella se diese cuenta de que no iba en serio. No sería la primera vez que lo toman por un loco. —Es bonito, me gusta tu estilo —comentó refiriéndose de nuevo a su pelo.

 

Seguidamente, se quitó la túnica dejando ver con mayor facilidad su camisa blanca y sus pantalones azul marino, de la misma tonalidad que su túnica. Dejó la túnica en el perchero.

 

Dado que gracias a mí no te has mojado más... ¿me invitas a un chocolate en agradecimiento? Es de bien nacidos ser agradecido.

 

 

 

 

@@Idylla Macnair T.

Editado por David James Dumbledore

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