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Meraki Moon (MM B: 112395)


Ethan Lenteric
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Nombre del Negocio: Meraki Moon
Nombre de los propietarios: Ethan Lenteric

Rubro al que se dedicará: Restaurante, bar, beach club

Descripción: En el callejón Diagón existen múltiples negocios referentes al esparcimiento, todos buscan diferentes lugares para relajarse y por qué no beber un buen trago al final del día. Es bien sabido que los negocios tienen diferentes aspectos pero ninguno de ellos te transporta a vivir una experiencia de playa como Meraki Moon que al cruzar por sus puertas dobles de azul intenso te llevan de inmediato a Mykonos, Grecia.




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La fachada del local cuenta con el número 1350 en lo alto de la puerta que es la capacidad de personas que puede alojar el establecimiento, este funciona a manera de contador ya que disminuye el número conforme el lugar se va llenando. Para eventos especiales como bodas y de reservación masiva los números desaparecen para mayor comodidad de los solicitantes. Las puertas azules han sido talladas a mano y el marco de piedra de la edificación ha sido creado por el propio dueño a manera de mandala.

Se podría decir que es un edificio de apartamentos sin embargo esta solo es la apariencia externa ya que al cruzar las puertas los visitantes se encontrarán con una vista increíble al mar griego en la playa de Ornos, Meraki cuenta con su propia parte de playa privada. La decoración es fresca y atemporal dándole la apariencia de lujo y exclusividad que el anfitrión quiere proyectar a su clientela a quien se le ofrece un coctel gratuito llamado Loto rojo a su entrada y que consta de frutos rojos y licor ligero.




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El lugar cuenta con diversas mesas de cuatro, seis o hasta quince comensales en donde se puede disfrutar del menú exclusivo del lugar junto con la carta de cocteles todos diseñados especialmente para sus visitantes. En la pared principal se encuentra una estatua de Buda entre dos espejos de gran tamaño que reflejan el mar delante de ellos y al costado derecho se encuentra la gran barra de servicio en donde dos bar tenders se ocupan de mantener las copas llenas a petición.



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Delante de la entrada principal se encuentra el acceso a la playa, un camino de madera conduce hacia esta parte en donde se pueden observar sombrillas y camas de playa para descansar después de nadar. En la noche estas camas y sombrillas desaparecen dejando un ambiente de sillones, mesas bajas y antorchas en donde se realizan fiestas con la mejor selección de música. Se ofrecen bocadillos y se abre una segunda barra para mayor comodidad. La hora feliz es de once a doce de la noche excepto el día del cumpleaños del propietario en donde todo el día se ofrecen tragos gratuitos como agradecimiento a la preferencia de clientes frecuentes.




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Afiliados: No se aceptan por el momento




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  • 3 semanas más tarde...

El día era cálido y la brisa jugaba con las vaporosas cortinas de la habitación, donde Emma y Dalí realizaban un dibujo para mí. A las dos les había dicho que aquella tarde tendría que salir, en una cita con su papá. La noticia alegró a mis dos hijas que lucían un par de primorosos vestidos de organza azul y verde respectivamente. Mientras ambas disfrutaban de sus pequeñas obras de arte, yo me concentré en dar los últimos toques a mi vestimenta, ciertamente me encontraba nerviosa, quizá como la primera vez que saliera con él, la razón se debía a que tras la tormenta vivida ambos habíamos encontrado el camino de vuelta a nuestros corazones.

 

Para aquel evento elegí un vestido de color azul el cual tenía el cierre de lado y sin mangas, mi cabello lo llevaba trenzado en un intricado diseño donde mis hijas habían colocado pequeñas perlas plateadas, unos pendientes redondos, zapatillas a juego y claro un bolso pequeño, en el que había colocado a Dragoste, no es que planeara utilizarla pero no salía de casa sin mi varita.

 

Cuando estuve lista, me miré al espejo y tras sonreír me di cuenta que ya no era más la pequeña bruja que lucía temerosa y desmejorada en su primer día en la academia. Ahora era madre de cuatro hijos, en un tiempo pasado matriarca de dos familias, así como también jefa de oficina de un departamento en el que adoraba laborar en tiempo pasados.

 

Sonreí al darme cuenta que sencillamente mi vida había girado en demasiadas ocasiones y que en cada una me había ofrecido la oportunidad de crecer, mejorar y continuar. Justo como lo estaba siendo ese reencuentro, esa nueva oportunidad de autodescubrimiento. Mis hijas se acercaron a mi lado justo en el instante que Dunkel hacía acto de presencia y nos tomaba una foto –luces preciosa –concedió él, a lo que asentí llena de alegría. Me entregó la foto la cual coloqué en un portarretratos de plata, ambas niñas me abrazaron y besaron mi cara cuando llegó el momento de despedirnos.

 

Finalmente mis pasos dieron con el establecimiento que estaba buscando, la arquitectura me sorprendió y el azul de las puertas me recordó el cielo con una nitidez que me quedé un par de minutos admirando la fachada, poco me importaba que algunos me vieran extraño o lo que pensarán. Quería disfrutar de ese momento, hacerlo único, cuando estuve cerca del marco de la puerta acaricié parte del diseño con las yemas de los dedos, intentando grabarlo en mis memorias.

 

@@Ethan Lenteric

 

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  • 2 semanas más tarde...

Últimamente era fanático de la filosofía tibetana en donde la relajación y meditación eran la base para un encuentro emocional y espiritual con uno mismo, Meraki Moon había sido edificado con esa intención al encontrarse a orillas del mar Griego y es que Ethan sabía que pocos lugares eran tan hermosos y místicos como las tierras de grandes pensantes a los que había cobijado con el don del conocimiento. Grecia para él significaba un templo, una especie de refugio en donde podía explotar sus habilidades en cuanto a teoría se refería y ahora con todo el tiempo que pasaba en esas tierras podía considerarse un hombre nuevo.

 

Su matrimonio con Kutsy había encontrado el camino de vuelta, sabía que a pesar de todo el amor siempre iba a unirlos tan solo tenía que ser más maduro en como quería llevar su vida a partir de ese momento. Quería a su esposa de vuelta en su vida por completo, habían vuelto a vivir juntos dentro de los muros de su castillo en República Checa pero era consiente de que cada relación no solo perduraba por el amor entre los implicados. Llevaba días enteros pensando en la cita que tendrían esa mañana, sus nervios crecían conforme pasaban los minutos y a pesar de que conocía a esa mujer mejor que a nadie en el mundo cierta ansiedad se hacia presente sofocándolo.

 

El local iba a ser solo para ellos ese día, podían disfrutarlo por completo sin preocuparse por los ojos ajenos. Decidió usar una camisa blanca de gasa vaporosa debido al agradable calor que la playa ofrecía, unos pantalones en color arena y mocasines color tierra que le daban un aire playero muy relajado aunque a pesar de eso su elegancia era innata.

 

Uno de sus ayudantes le anunció que ella había llegado y se encontraba en la puerta observando el marco que él mismo había tallado a mano, el demonio sonrió ampliamente y se dirigió a abrir las puertas azules para poder verla al fin. Kutsy era un sueño, el azul definitivamente iba bien con ella pero era su sonrisa la que lo hacía suspirar.

 

-Hola extraña...- Saludó a su esposa como comúnmente lo hacía y no pudo evitar el sonreír amplio, se acercó a ella tomándola en sus brazos y así dio un beso a sus labios a manera de bienvenida.

 

La invitó a pasar al restaurant y observó atentamente su reacción ante aquel lugar, esperaba el sorprenderla lo suficiente para que su velada fuera inolvidable.

 

@@Kutsy Stroud Lenteric

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  • 3 meses más tarde...

La noche había caído apenas de manera perceptible en la ciudad, el ambiente cálido aún se podía sentir pese a mi atuendo aquella noche, me había tomado largo rato escoger algo adecuado, tomando en cuenta que la invitación mencionaba que el evento serio en un bar, pero no era solo eso, era un club de playa. Un enterizo en color blanco marcaba perfectamente mi silueta fina y delgada, los tacones en el mismo color estilizaban aún más mi figura, un delicado escote, había recogido mis cabellos oscuros y ligeros, despejando mi rostro, me miré en el espejo y la imagen me dejó satisfecha, mis ojos parecían brillar mas que otros días.

 

 

La idea de primer momento me había parecido algo rara, en primer lugar porque yo no era asidua a asistir a ese tipo de lugares sola, y en segundo lugar porque la fiesta era para celebrar el compromiso del encargado del hotel, Neo Green, últimamente aquel hombre era prácticamente el soporte de mi negocio, después de que yo prácticamente lo había dejado a la deriva, él se había encargado de mantenerlo a flote y no solo eso de haberlo convertido en un lugar respetable y reconocido por la comunidad mágica, aquel detalle me había hecho aceptar la invitación, le debía por lo menos aquella atención.

 

 

Editado por Sol Lestrange Black

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  • 1 mes más tarde...

Se le había notificado una semana antes del evento en puerta, según tenía entendido gracias a su asistente, este evento se trataba de una fiesta de compromiso. De inmediato recordó la suya, había sido en Japón organizada por sus hijos mayores y aún conservaba las fotografías de aquella reunión, sobretodo en las que aparecía Bel. Siempre se ponía nostálgico al recordarla, dolía aquel recuerdo que parecía tan lejano ahora desde su partida pero estaba consiente de que de haber pasado algo catastrófico lo hubiese sentido.

 

Su asistente al notarlo pensativo decidió dejarlo solo en su oficina, los días solo eran días para el demonio quien se la pasaba investigando en la mazmorra de su castillo acerca de un serum que había casi logrado perfeccionar en cuestión de meses. Su barba era larga y desaliñada, su cabello lacio llegaba casi a su barbilla y su piel se notaba más pálida de lo normal, se encontraba como aquella vez en la que su ex esposa se había marchado por un largo tiempo solo que esta vez no iba a regresar.

 

Para fines de buena presentación decidió que aquella noche iba a ponerse presentable, cortó su cabello y removió su barba por completo, al mirarse en el espejo le costó un momento el reconocerse ya que su mirada había cambiado y al parecer se había vuelto más dura. Se colocó un traje azul marino con solapas satinadas y una camisa blanca que hacía contraste con la corbata azul zafiro, peinó su cabello hacia atrás con los dedos y tomó un largo respiro cerrando los ojos. Realmente no quería salir de casa pero su hija Anne le había insistido que fueran juntos a esa fiesta para que se distrajera de toda la pesadez que tenía sobre los hombros.

 

Ella había optado por un vestido corto en tonos lilas y una cinta que rodeaba su cintura del color del traje de su padre, era impresionante como Anne se parecía a su madre y más al verla en esos colores.

 

-Te ves preciosa, cielo mío.-Dijo Ethan siendo el padre amoroso de siempre, Anne por su parte se acercó a él y le dio un beso en la mejilla portando una sonrisa amplia en sus labios.

 

Cuando llegaron a su negocio se puso manos a la obra, tenía que estar perfecto todo el ambiente para los visitantes que eran familiares y amigos de la feliz pareja. Procuró que mediante un hechizo las luces del lugar cambiaran a frases románticas que los novios se decían comúnmente y golondrinas de cerámica revoloteaban dando pequeñas flores aromáticas a las mujeres del lugar a manera de recuerdo, para los caballeros era entregado un cuarzo que reflejaba en su interior una miniatura de la pareja en cuestión. Todo iba perfecto cuando los invitados comenzaron a llegar y saludó amablemente a los novios deseándoles la felicidad que en su matrimonio pareció esfumarse, aunque claro, ese detalle lo había omitido en sus buenos deseos.

 

De pronto viró su cabeza hacia la izquierda y ahí fue en donde pudo verla, se trataba de Sol Lestrange, ¿cuanto tiempo había pasado?

 

Estaba dudoso de acercarse a ella pero hasta ese punto había dado la bienvenida personalmente a todos los presentes, era una falta de educación no hacerlo con ella. Mordió su propio labio inferior con algo de fuerza y volvió a respirar profundamente antes de caminar en su dirección, aclaró su garganta y mostró una sonrisa fresca tratando de parecer tranquilo.

 

-Madame Lestrange, que sorpresa el encontrarla aquí. ¿Como ha estado?-Preguntó a ella sintiendo como una de sus manos temblada por lo que mejor llevó ambas atrás de su cuerpo para ocultarlas.

 

@@Sol Lestrange Black

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Había llegado el fin de su sufrimiento, y el poder respirar un aire tan fresco y tranquilo le hacía confirmar a Alexander que había sobrevivido a un infierno, por lo cual no pudo evitar sonreír agradecido mientras sentía como la paz llegaba al interior de su ser. Durante todo ese tiempo se había percatado de lo que había extrañado a su familia y amigos, de lo arrepentido que había estado por no despedirse de nadie e irse sin mirar atrás en ningún momento, quizás ese había sido su mayor error.

 

- Ha pasado mucho tiempo… - murmuró al recordar sus aventuras con sus amigos, lo común que era para él irse por allí a conocer a alguien y que al volver a casa en la noche o madrugada realmente se había vuelto amigo de alguien nuevo, siempre se consideró afortunado por ello.

 

quizás deba… - pensó, pero en ese momento se le vino un rostro a su mente y no pudo evitar sonreír. -An! – llamó a su lechuza que había crecido mucho más de lo que el pelirrojo esperaba y es que ella se había quedado en el castillo durante todo ese tiempo, Alexander no quiso llevársela con la esperanza de regresar en algún momento

 

Necesito que lleves algo… - le pidió para bajar del techo donde se encontraba y entrar al castillo por su ventana. Tardó algunos minutos, pero le entregó un pergamino con un mensaje oculto para que la lechuza pudiera entregarla a su destino, cuando estuvo todo listo, terminó de acomodarse su cabellera roja que ya se encontraba muy larga hasta el punto que facilmente podría recogerla con una cola, su camisa blanca ligera y como siempre unos jeans rotos y sus zapatos deportivos, lo intentaba, pero seguía siendo muy básico a la hora de vestirse.

 

Se miró en el espejo una última vez para sonreir, tenía una nueva marca en su rostro, una cicatriz en la ceja recuerdo de su viaje, le irritaba tenerlo tan visible, pero por lo menos ya no estaba tan demacrado de cuando llegó, pero esperaba no incomodar a la señorita con su apariencia, seguía siendo el mismo a final de cuenta.

 

Cuando en el sitio que le habían recomendado, pudo encontrarse con edificio alto, pero que se destacaba realmente por una enorme puerta azul, que parecía tallada y con algún encantamiento, se preguntó mentalmente donde se estaría metiendo, había sido tan normal para Alexander el arriesgar en cualquier lugar como si fuera una aventura, que quiso probarlo de nuevo, pero parecía que había más control sobre sí mismo.

 

-Espero que haya aceptado… - consideró sin entrar mientras esperaba la llegada de su invitada.

 

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Maida leyó hasta cuatro veces el mensaje que llegó en la pata de una lechuza justo cuando estaba por salir de casa, ¿era posible? Con tanto tiempo de ausencia, la bruja creía que él era uno de los que había decidido alejarse del Reino Unido, aunque si le ponía más mente, notaría que su ausencia era mucho más amplia que el marco de la guerra. Verificó su reloj, no tenía tiempo, ni siquiera quince minutos para comer, pero le resultaba inconcebible no ir, era él, era Alexander. O era una trampa bastante retorcida, pero no lo creía capaz de algo así. Entonces, invadida por un impulso de los que jamás seguía, desapareció de la Manor y se encontró frente a un portón azul.

 

Caminó sacándose un sujetador de pelo mientras caminaba hacia el interior, porque con las prisas, estaba hecha un desastre, vio muchas cabezas de desconocidos, hasta que un intenso color rojo le llenó las pupilas, esa, sin duda, era la cabellera de su amigo. Sonrió y se acercó por detrás.

 

Pensé que podía ser una broma de mal gusto de alguien —confesó a modo de saludo antes de caminar y colocarse frente a él, cuando lo tuvo cerca, descubrió en su rostro las marcas de su último viaje—, ¿Qué le ha pasado? ¿Dónde estuvo?

 

Y se atragantó con todas las preguntas que se le agolparon en su pecho. Tampoco quería que sintiera eso como un interrogatorio, pero no dejaba de pensar en la cicatriz de la ceja, ¿estaría en problemas? ¿Podía ella ayudarlo? Le sonrió abiertamente, un tipo de sonrisa que la Yaxley sólo le había mostrado a algunos pocos, de esas que denotaban la confianza que sentía por él a pesar del tiempo y la distancia que los habían separado. Sintió deseos de abrazarlo, pero no se sintió segura de si el Lockhart recibiría un gesto así con agrado, él siempre había sido poco demostrativo, aún cuando su hermana los acompañaba.

 

@@Alexander Fox

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Se metió las manos en el bolsillo pensando todavía en la carta que le había escrito a su amiga, esperaba que no hubiera sido demasiado improvisado, ni siquiera sabía si ella se encontraba allí o si estaba ocupada con su trabajo, muchas personas se habían dispersado, un claro ejemplo era su familia, quienes en su mayoría estaban disperso, aun así Alexander tuvo esperanza en encontrarse con ella, pero cuando finalmente escuchó su voz sintió como su mirada se iluminó y dibujó una sonrisa en el rostro

 

Al escuchar su preocupación, sintió como de forma inesperada se vertió en su interior una gran calidez, no pudo responder, solo le miró en silencio mientras escuchaba sus palabras, admiraba su rostro y apreciaba su hermosa sonrisa, no podía creer que nada hubiera cambiado en su amiga. Sin todavía decir palabra le tomó la mano suavemente, tocando casi como si verificara que ella realmente estaba allí, con miedo a que fuera mentira, era una tontería, pero había pasado por tantas cosas que consideró que era algo que necesitaba.

 

-Me alegro de verle de nuevo… Maida, estoy realmente feliz – murmuró con una sonrisa cálida para darle un suave beso en la mano que sujetaba y aunque usualmente allí le hubiera soltado, de forma inesperada la atrajo para robarle un gentil abrazo, mientras guardaba absoluto silencio por unos minutos.

 

parece que ha crecido un poco más, no la recordaba tan alta- soltó una de su broma, para intentar tapar la vergüenza que provocó su propia acción, se separó con cuidado mientras le sonreía suavemente, intentando pensar que no había hecho una tontería por culpa de la sensación de soledad que había albergado.

 

Nunca había sido de dar demasiadas muestras de afecto, siempre prefería marcar una línea para su espacio personal, pero no pudo evitar querer romper sus propias normas, cuando una persona que respetaba tanto, le estaba demostrando que realmente había regresado, y que estaba vivo.

 

-Yo… estoy bien y ¿usted? ¿Cómo le ha ido por acá? – preguntó intentando regresar a su característica tranquilidad, pero en ese momento se acordó de donde estaban – ah… cierto no estoy seguro de este sitio, pero quería tener una aventura con usted… ¿está dispuesta a acompañarme? – agregó con una sonrisa divertida, considerando que deberían pasar por una puerta azul y ser transportado a un lugar que todavía no habían visitado.

 

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  • 2 semanas más tarde...

Maida, se rió mientras él la envolvió en un abrazo, algo que quizá había pasado entre ellos, ¿una vez? ¿ninguna? Estaba tan sorprendida que su memoria le fallaba, pero se sintió bien. Era como volver a ser una recién llegada a Ottery y que no hubiera corrido tanta agua por debajo del puente, como si se hubiera quedado solo con los recuerdos de Bulgaria y pudiera irse en cuanto quisiera de esa tierra, cuando la soltó le dio aún más gracia verlo enrrojecido, no eran propias de él esas demostraciones, así que sencillamente ignoró cualquier comentario al respecto y asintió.

 

Uy, si, seguramente ahora mido un metro ochenta pero no he podido darme cuenta —dijo culminando su broma—. He estado bien, bastante inmersa en las cosas de la familia que aún reside en Inglaterra, aunque he de confesar que en los últimos dos meses, me la he pasado más archivando documentos de mi primo que ayudando en los quehaceres de la casa.

 

Continuó tratando de desviar la atención de las nuevas cicatrices de Alexander, no pretendía ser impertinente, y ella tenía también secretos que siempre había evitado comentar delante de él. Ya habría tiempo para ver hasta dónde se podía escarbar en la historia de su desaparición, más aún si él continuaba invitándola a lugares que la distrajeran de sus preocupaciones habituales. Se rió ante la propuesta y sin darse mucha cuenta ya estaba cruzada de brazos preguntándose con la mirada si él también sufría de amnesia, era probable que Maida Yaxley fuera la persona menos aventurera en todo Ottery y alrededores.

 

¿Y de todos sus conocidos la elegida para meterme en una aventura fui yo? —dijo incrédula— me parece que luego de eso, volverá a irse del país.

 

@@Alexander Fox

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Alexander se comenzó a reír suavemente al escuchar como la dama había seguido su pequeña broma, con eso relajó sus músculos mientras le observaba con su típica tranquilidad y escuchaba con atención todas las ocupaciones que había estado teniendo en el tiempo que no había estado ahí, si él no mal recordaba su amiga siempre había sido una mujer muy ocupada, planeando y evolucionando, eso le agradaba mucho, siempre tenía algo diferente que contar.

 

-Por supuesto que debía pedírselo a usted – respondió como si fuera lo más lógico del mundo y lo era para él – He vivido muchas aventuras contigo Maida, desde que la conocí en ese pequeño salón, siempre ha sido divertido estar a su lado, así que pensé que si deseaba tener una buena experiencia ahora que regrese, eres la respuesta más clara a mis ojos – terminó su respuesta con una brillante sonrisa para girarse a la puerta.

 

-No, si me es posible me gustaría no tener que irme de nuevo, no fue el viaje más agradable – comentó y sin desearlo su tono de voz se volvió algo oscuro, pero intentó no darle demasiada importancia negando con la cabeza – digamos que preferiría pasar mis días de local a local o en trabajo y trabajo que estar en una situación así – comentó con una sonrisa divertida.

 

-Entonces ¿vamos? – preguntó mostrándole la mano para que la tomara y pasaran por la puerta azul que de seguir allí, sería un adorno para ellos.

 

Cuando finalmente entraron el escenario alrededor de ellos cambió, una hermosa playa apareció frente a ellos, una brisa fresca apareció rodeándolos provocando una sensación muy agradable, haciendo que casi de inmediato en la mente del pelirrojo se dibujó sentados en la arena esperando que la noche cayera mientras disfrutaban del paisaje.

 

-Muy hermoso… - en ese momento se fijó en el local como tal donde estaría el restaurante, allí de pronto una persona apareció ofreciendo un coctel de bienvenida, aquello le pareció encantador - muchas gracias – sin más tomó ambas copas para pasárselo en la mano a su joven amiga.

 

-Es el momento de relajarse y olvidarse de todo ese trabajo que estará rondando por su mente – comentó con una delicada sonrisa, si algo había aprendido de todos sus años viviendo es que las personas tienden a tener más preocupaciones de las que pueden cargar, pero momentos como esos era necesario soltarse y relajarse como premio por todas las cosas que han pasado.

-¿Gustas comer algo o vamos a caminar? – preguntó curioso, permitiéndole elegir, ya que él estaría a gusto con cualquier cosa.

 

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