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Entre chispas, explociones y .... guerras.


Emmet Haughton Gaunt
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Una nueva carta de la universidad había llegado. Candela le informba que tendría dos alumnas en la clase de Encamientos para el mes en curso. Si bien su pasión estaba marcada por las plantas y el estudio de todo lo que involucraba la Herbología, también era de su agrado aquellas asignaturas que tenían que ver con hechizos, duelos y demás.

 

El Animago había enviado las respectivas misivas a sus dos alumnas. Éstas llegarían al lugar que se les indicaba tocando la sortija que había dentro del sobre. Además, la única indicación (y la principal) era la de llevar su varita y ropa cómoda ya que estarían en un lugar algo ... revoltoso y lleno de explosiones.

 

En su forma animal, Emmet, pasó corriendo por las estructuras que habían caído por los impactos de los hechizos. Como Caracal, era muy veloz y con sus patas podía aferrarse muy bien al suelo para esquivar perfectamente aquellos vestigios de guerra. Había logrado dominar la Animagia cada vez que podía invocar su animal interior.

 

Las ruinas de aquél hermoso castillo (que alguna vez lo fue) daban a conocer la nueca imagen del lugar. Había sido golpeado por una de las guerras mágicas más grandes de todos los tiempos y, Emmet y sus alumnas, estaban por vivirla en carne propia.

 

La postal hablaba por sí sola. El resto era imaginación de aquellos que la visitaran.

 

Volvió a su forma original y materializó a Nix en su diestra. Se colocó a unos cinco metros de las dos áreas que había delimitado con su varita. Una vez que sus alumnas tocaran los trasladores, aparecerían dentro de cada una éstas, y serían recibidas por dos Sectusempras. Iban a tener que defenderse si no querían morir desangradas.

 

Antes de comenzar, el vampiro, debía cerciorarse de que dominaban las reglas básicas de defensa.

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Aún era temprano pero ya había abierto los ojos antes de tiempo. Desconecté el despertador que tenía a mi izquierda y estuve unos segundos en silencio. Miré a mi marido y éste dormía plácidamente en la cómoda cama. Sonreí y le di un beso en la frente. Moví los brazos y las piernas para desentumecerlos y sin hacer mucho ruído me levanté para dirigirme hasta el baño. En esos instantes una bonita lechuza había dejado un pequeño sobre. Lo reconocí enseguida y me dispuse a arreglarme rápidamente para ir a mi primera clase de encantamientos.

 

No tenía ni idea de lo que iba a encontrarme pero esperaba poder aprender muchos hechizos útiles, tanto para defensas como para todo lo demás. Me di un baño rápido y cuando terminé, me sequé y me puse varias prendas cómodas. Un pantalón de lino, camiseta y unas sandalias romanas atadas en los tobillos. En la carta indicaba que llevara ropa cómoda y la verdad no iba a ir como una pordiosera. Sequé el pelo con mi varita y até el pelo en una cola de caballo alta para terminar de hacerla en una trenza. Eso me sería mucho más cómoda que llevarla suelta.

 

Pedía sólo llevar la varita y la verdad, me fastidiaba dejar mi morral de cuero porque ahí llevaba todo lo necesario. Me había acostumbrado a portarlo y si sentía la necesidade de usar las cosas que guardaba, sólo tenía que meter la mano para sacarlas. Pero no quedaba más remedio. Lo dejé encima del escritorio y volví a mirar nuevamente a mi esposo. Apenas se había percatado del ruido de dentro de la habitación y en esos instantes, en la Potter Black todo estaba en silencio, con lo que lo agradecía bastante y por el horizonte, se veía asomar los primeros rayos del día y suspiré. Dejé una nota al pelirrojo para que, cuando se despertara, no se asustase.

 

Volví a soltar aire nuevamente y tomé la carta además de la sortija que había en su interior. No me di cuenta hasta el momento que tenía entre los dedos. Ésta empezó a brillar y yo por supuesto, empecé a maldecir por lo bajo mientras me desaparecía mediante el traslador. Si podía evitarlo, no solía usar ese método de transporte. Odiaba caerme de bruces al suelo y esa no iba a ser diferente a los demás. El gancho en la tripa y el torbellino de aire, desaparecieron y cuando me levanté con ayuda de mis manos agarrando fuertemente mi varita de álamo me sorprendió ver el lugar en el que estábamos. No sabía si era un castillo en ruinas o una zona de duelo.

 

Al instante de levantarme lo vi:

 

- ¡protego! - casi grité el hechizo protector. Éste absorbió el rayo que había venido en mi dirección. Suspiré por tercera vez en esa ocasión negando con la cabeza. ¿Quié sería el insensato en enviarnos hechizos? Pero no debería sorprenderme tanto y más, si estábamos en una clase de encantamientos. Por el momento estaba yo sola y se me ocurrió decir...

 

- ¿HOla? -pregunté en voz alta... No tenía ni la menor idea de si el profesor estaba por allá escondido o oculto mediante encantamientos.

 

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- Has reaccionado de manera rápida y efectiva pero debes mejorar la posición de tu brazo.

 

El vampiro salió de detrás del pedazo de escombro que había. Se quedó allí para esperar la llegada de sus alumnas pero solo una había arribado a la clase.

 

- ¿De qué otra manera te podrías haber defendido de un ataque tipo rayo si no fuese con Protego?

 

Le preguntó acercándose a la bruja.

 

El nigromante había llevado los amuletos de los libros de hechizos y sus sortijas de las habilidades que poseía. Iban a necesitar todo el poder que pudieran reunir a la hora de entrar a la batalla.

 

- Quiero asegurarme de que tengas las bases de defensa y ataque claras antes de que la guerra se nos venga encima.

 

Hizo desparecer las áreas que había invocado para dar paso a la siguiente etapa.

 

- ¿Ves ese pedazo de escombro?

 

Dijo apuntado con su varita a una columna de ladrillos que había quedado erguida ahí en la nada.

 

- Quiero que des tu mejor ataque. Haz de cuenta que tienes a un rival de carne y hueso enfrente preparado para atacarte.

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- en mi defensa... sólo puedo decir que hace mucho tiempo que no hago un duelo serio. Es cierto que hice el de los libros, hasta el de las Auras, pero, seamos francos, creo que fue un desastre - y sin poder evitarlo, estallé en carcajadas.

 

Me quedé pensando un segundo ante la pregunta del profesor:

 

- Pues, podría hacerlo mediante un avis, una invocación de doce palomas. Es cierto que suele tener la misma eficacia pero, el hechizo 'protego' fue lo que se me ocurrió -le dije, elevando mis hombros - también podría emplear un tipo de magia oscura, de la que no se enseña aquí -comenté esbozando una sonrisa ladeada.

 

- ¿Guerra? -pregunté desconcertada - ¿aquí, en la Universidad? Pero, se supone que ésto es un lugar neutral, de enseñanza... Pero, no se preocupe, me aplicaré lo máximo posible si eso llega a suceder -asentí ahora, con una gran sonrisa- y, además podría invocar no sé, para la defensa, hechizos meteorológicos, no sabe la potencia que puede tener un rayo, hasta que le cae a alguien encima - sonreí de manera siniestra. Esperé atenta a lo dicho por Emmet, lo conocía de la clase de herbología y la había disfrutado. Recordaba además, poco a poco, los hechizos de los libros. A pesar de que tenía el morral de cuero guardado en uno de mis bolsillos con todos lo cachivaches que podía necesitar, no sabía exactamente lo que quería hacer el tutor de la clase. Me sorprendía mucho, que empezáramos con una clase de duelo...

 

- Bueno, mi mejor ataque sería con varias maldiciones imperdonables pero doy por hecho de que, aquí en la Universidad no se podrían aplicar - comenté, pensativa.

 

Pero después me callé y esperé a las siguientes instrucciones. Había invocado una columna de ladrillos y esperaba mi siguiente ataque...

 

- ¡¡crucio!! - un rayo potente surgió de mi varita mágica a la pronunciación de la maldición. Tenía un color rojo sangre, pero aún así, no dejaba de pensar en el daño que quería producir a esa pared de piedra. Puede que no fuera lo mejor pero, acordándome de todo lo sucedido era imposible no tener ganas de hacer daño, dolor. El impacto en la pared de ladrillos, fue bastante potente. A pesar de que habían saltado esquirlas por todas partes, había surgido en su centro un hueco bastante considerable. ¿Qué hubiera pasado, si se me ocurriera lanzar la maldición asesina?

 

- No sé si es lo mejor, pero usted ha dicho que pensara en que era una persona de carne y hueso... y créame, el dolor sería lo más fuerte... -comenté, con un poco de culpabilidad ante lo sucedido.

 

Aunque, de momento estaba yo sola, ¿llegaría alguien más?

 

- Pero no dudaré en aprender a lo que usted tenga a bien enseñarme señor -le dije con una sonrisa asintiendo con la cabeza- y si no pensara en que fuera una persona, convertiría éste muro en un buen hipopótamo - reí ahora, con ganas.

 

@@Emmet Haughton Gaunt

@@Monica Malfoy Haughton

Editado por Helike Rambaldi Vladimir
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No podía permitir que una alumna utilizara una maldición imperdonable y, mucho más, cuando aquellas clases estaban supervisadas por la dirección y el Ministerio de Magia. Iban a terminar los dos en Azkaban si llegaba a pasar eso. Por tal motivo, y antes de que su alumna pudiera terminar de pronunciar aquella palabra, hizo un movimiento con su varita dejándola completamente muda por aquella acción.

 

- Helike, recuerda que no puedes utilizar las maldiciones imperdonables en las clases y, mucho menos, si estás bajo supervisión de un docente. Ya debes de conocer las consecuencias de su utilización.

 

Emmet la conocía de haberla visto en las filas de la Marca Tenebrosa. Ella misma sabría entender lo que el vampiro le estaba diciendo. Además. ambos conocían perfectamente como funcionaban aquellas maldiciones y los daños que eran capaz de provocar.

 

- Te pido que realices otro ataque pero esta vez ....

 

- Morphos.

 

Conjuró a un pedazo de material de concreto el cuál se transformó en un oso pardo adulto. Sus garras y dientes eran capaz de desgarrar la carne de cualquier ser vivo en un abrir y cerrar de ojos.

 

- Veamos como funcionas bajo presión.

 

- Ataca.

 

Le ordenó el vampiro a la criatura la cuál comenzó a correr a toda velocidad hacia la muchacha.

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Lo miré con cierta rabia al ver cómo me silenciaba. Conocía al profesor de antes, claro y pensaba que no me pondría pegas. Pero a mi pesar, tenía que reconocerle que tenía razón. La Universidad no era un sitio en dónde mostrar ese tipo de magia. En cuánto se me pasó el efecto, le solté...

 

- ¡Pues es uno de los hechizos más potentes que conozco, profesor! - sonreí de medio lado, negando con la cabeza- pero bueno como usted diga - seguí con la misma pose.

 

Suspiré y esperé el siguiente ataque...

 

- ¿Un oso? -levanté una ceja, divertida - bueno, está bien...

 

- ¡oppugno! - el efecto fue inmediato, el gran animal estuvo enseguida a mis órdenes y había lanzado el hechizo justo a tiempo, cuando esa cosa alta, de casi dos metros, se había abalanzado hacia a mí, para atacarme. Suspiré.

 

- ¡Ventus! - con un movimiento de mi varita, en forma de látigo, había invocado por una segunda vez, un encantamiento para que se realizara un pequeño tornado pero potente. Fuertes ráfagas iban directamente desde el centro hasta afuera, mientras iba rotando los vientos en dirección al profesor. Ahora sí que tendría que tener cuidado, deshacerse del tornado de dos metros de altura y del animal que en mis pensamientos, le ordené que atacara.

 

- no se ofenda por lo que voy a decirle profesor... pero creía que ésto era una clase de encantamientos, no de duelo - le dije con una sonrisa, mientras ponía una mano en el bolsillo y dirigía el hechizo creado por mí hasta Emmet.

 

@@Emmet Haughton Gaunt

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