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Ático Munter (MM: 112932)


Tauro M.
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—¿Sabes si ha preguntado por mí? —interrogó al duende que la había conducido a su habitación, pese a saber perfectamente donde se encontraba. Su madre había insistido en que tener elfos era necesario, aunque sospechaba que era más para que no tener que encargarse de las labores del hogar, cosa que en silencio le agradecía —No te creo, pero de todos modos no le digas aun que estoy aquí. Siento que no podré prolongar más esta charla y estoy demasiado cansada como para ser sometida a un cuestionario —. Pese a decir que no le gustaban los elfos, al menos ese se había convertido en su confidente pues lo necesitaba para poder salir a hurtadillas durante ciertas horas en el día sin que nadie de su familia notara su ausencia.

 

— Ladrón —le dijo a la criatura, pero no de manera despectiva, aquella era una cualidad que ella en especial resaltaba y no le molestaba, pues para ciertos trabajos alguien así le resultaba muy útil —vete y no me despiertes sino hasta dentro de dos horas. Dile a gruñón que me prepare el té, ese que viene con especias, de lo contrario no podré conciliar el sueño —le ordenó. Gruñón al parecer los estuvo espiando desde su llegada porque ni bien terminó la frase cuando el elfo ya se encontraba allí, haciéndole entrega de su brebaje. Despidió a las criaturas con un gesto que hizo con la mano y esperó el efecto del líquido que ahora tenía un color verdoso. Daba asco con solo verlo, pero su sabor era completamente diferente, sabía a gloria.

 

Pasaron dos horas exactas y la bruja se despertó antes de que alguno de los elfos llegara. Se cambió de ropa por una limpia y menos sudada, se miró al espejo sin saber qué esperaba encontrar en el y después de alargar el momento por casi una media hora decidió que era momento de bajar. Como siempre que hacía cada vez que volvía de viaje, su primer destino sería el invernadero, un sitio que le daba paz y le ayudaba a aclarar sus pensamientos. Era su lugar favorito en todo el ático. «¿Cuántos días han pasado?» Se preguntó. Le dolía reconocerlo pero había perdido la noción del tiempo.

 

 

—Gruñón, Ladrón —volvió a llamarlos —¿Sabes si ella está aquí? —preguntó refiriéndose a su madre —¿Y el resto de la familia? Tengo algo que contarles.

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  • 1 año más tarde...

[justify]<<Menudo día para volver>>

Transitar a través del Callejón Diagon le parecía la tarea más tediosa de todas, eso sin contar lo que tuvo que hacer para conseguir un traslador indetectable más todos los galeones que tuvo que pagar y por nada, para terminar apareciendo justo al frente de Ollivanders. ¿Por qué no pudieron simplemente hacer que se apareciera en el Callejón Knockturn? Al parecer los beneficios por haber sido una Mortífaga habían llegado a su fin, capaz ya hasta ni se acordaban de su existencia y hasta mejor, pero no estaba dispuesta a correr el riesgo de toparse de frente con algún conocido o tropezar a alguna de esas familias que seguían comprando regalos para sus insoportables niños. Oh, el espíritu de las festividades definitivamente estaba afectando a Tauro, lo mejor era salir de ahí cuanto antes e ir directo al Ático, pero luego se le ocurrió que no podía llegar con las manos vacías, así que antes fue a su tienda de confianza a comprar algunas cosas para su familia. Con dos bolsas, una en cada mano, se dispuso a dejar el bullicio del callejón para finalmente encontrar algo de la paz y tranquilidad que tanto deseaba.

Como era de esperarse, el elfo encargado de custodiar el ascensor para ir al Ático estaba dormido, hizo falta que Tauro alzara más que la voz, en cambio le tuvo que dar unos golpecitos con la varita para ver si reaccionaba. ¿Por qué no lo despedía? Principalmente para evitar el tener que buscar uno nuevo, eso y que llevaba ya unos buenos años trabajando para los Munter. Ya con el elfo despierto y la amenaza de echarlo si se volvía a quedar dormido, subió al ascensor que la llevaría directo a la sexta planta. 

--Hogar, dulce hogar --murmuró. En el ático reinaba el silencio y la quietud, ¿a donde habrían ido todos? Los imaginaba fuera, ya sea en alguna misión peligrosa o emborrachándose en cualquier bar de mala muerte alrededor del mundo, como fuera, todo parecía indicar que estaba sola. Lanzó un suspiro, difícil de descifrar --Thief, Grumpy --llamó a sus dos elfos --Vean si aun quedan miembros de la familia, les he traído regalos --dijo colocándolos en la mesita de la biblioteca. Hacia varios meses que no los veía y tampoco conversaba con ellos, pero ese era un mal de su familia, aunque le gustaba ¿pensar que muy a pesar de todo se querían. La gran pregunta era ¿qué haría ahora que había vuelto a Londres? ¿Realmente había regresado para quedarse o solo estaba de paso, como siempre? No era momento de responder ninguna de esas palabras y a decir verdad solo quería hablar con su madre, de quién sospechaba tenía un amorío.[/justify]

@ Beltis  @ Crazy Malfoy

 

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  • 4 semanas más tarde...

La nieve que caía sobre el techo de cristal contrastaba con el ambiente templado del invernadero. Dentro, Beltis hablaba sola, sentada de piernas cruzadas en el suelo, con una esfera de metal sobre el regazo. Las velas que la rodeaban casi habían desaparecido y poco iluminaban ya la pila de pergaminos revueltos, las botellas de vino y las copas sobre el piso de piedra. Apretó la boca y deslizó uno de los diagramas hacia un costado, enseguida movió otro y luego todos los demás, sin parar, como queriendo armar un puzzle con los garabatos de tinta verde y manchones de vino. Unos segundos después se dio por vencida con un suspiro.

No hay manera —tomó la esfera de metal llena de símbolos y la dejó girando suspendida en el aire.

Estiró la espalda y alzó los brazos por sobre la cabeza. Bostezó. Llevaba el pelo blanco recogido con un punzón de plata en un moño desarmado. Dejó caer los brazos al costado y elevó la vista para mirar el cielo gris que entraba por el techo acristalado. Había vuelto a Londres solo porque creía haber conseguido realizar un avance importante en su investigación y quería comprobar que sus cálculos fueran correctos. Y, sobre todo, comentar los usos potenciales del artefacto que había creado. Cerró los ojos y se dejó caer sobre la piedra, extendiendo todo el cuerpo agarrotado. Aún llevaba la ropa de fin de año, una falda de seda gris con una abertura lateral por la que se colaba una pierna llena de moratones y cortes, y un jersey de lana del mismo color, demasiado grande como para ser de ella. De hecho no era suyo, lo había sacado del armario de algún mago de noble y añoso apellido solo porque olía bien y abrigaba. Él tenía tanta ropa que estaba completamente segura de que no se había percatado de la falta de un jersey de lana abultado y simplón como ese.

En cambio ella apenas tenía para llenar un armario. No había pisado una tienda en siglos y había olvidado el número de su bóveda, aunque a esa altura probablemente ya no hubiera fondos. Tenía la mente en otras cosas, sobre todo en las estrellas. Y últimamente atravesar portales y hacer cálculos se habían vuelto sus únicos pasatiempos. ¿Hace cuánto no hablaba con alguien en inglés? El elfo no contaba. Hablar sola tampoco. ¿Hace cuánto que no saluda a un mago conocido? ¿Se había despedido antes de irse? No, no entró a ese maldito portal pensando en no poder regresar. Hasta ahora no se había preocupado demasiado por esas preguntas, suponía que cada cual había rehecho su vida como siempre.

Señora ¿Despierto a Tauro? —el golpe que dio la puerta de cristal hizo que Beltis volviera a la realidad.

Tauro había llegado a casa antes la noche anterior y se había quedado dormida en el salón. Beltis se la encontró plácidamente dormida sobre una pila de cojines frente a una chimenea casi extinta, así que decidió no despertarla. La arropó y la dejó descansar.

Deja que duerma un rato más.

Lleva más de 18 horas…—el elfo contó con los dedos— no, casi 20.

Deja, no hay prisa, cuando duerme no está de mal genio. Y así le puedes preparar una buena comida, parece que no ha comido hace tiempo.

¡No! —el elfo se llevó las manos a la boca y negó con la cabeza.

— ¿Cómo que no?

— No queda comida. Tampoco queda dinero. Creo que un dragón vive en la vieja habitación de Anne y el ascensor se ha caído unas tres veces en el último mes…

— ¿Eh? ¿Un qué? ¿Pero qué habéis hecho con el ático? Os dejé dicho que podían ir a la mansión Malfoy si hacía falta.

Mengo bajó la mirada nervioso, no le gustaba robar. Aunque para saquear bibliotecas no se ruborizaba. 

No-no podemos ir…Ya yanosomosbienvenidos —contestó de forma atropellada.

La bruja bostezó y se cruzó de brazos sin levantarse del suelo, no le sorprendía la noticia. Su elfo no tenía las habilidades sociales como para engatusar a los elfos de la Malfoy y mucho menos sabía sacar comida a escondidas. El pobre inocente solo sabía leer e ir de libro en libro.

Entonces —comentó Beltis —, es mejor que no avises a Craz…

— Pe…pe-pero ya mandé la lechuza.

— ***…

La esfera seguía girando suspendida en el aire. ¿Para qué iba a venir? ¿Para ver un inútil cachibache inacabado? ¿Una casa en ruinas? ¿A Tauro babeando en el salón?.

@ Tauro M.

@ Crazy Malfoy

 

 

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  • 2 semanas más tarde...

Sus dos elfos domésticos no tardaron en regresar, sin embargo no traían noticias de ninguno de los miembros de la familia. Eso no la extrañó, sino todo lo contrario, porque al menos ellos seguían siendo los mismos. Dudaba que hubiesen sido asesinados, o muerto por causas ''naturales'', ellos la verdad no tenían tanta suerte y la mala suerte les tenía miedo. Al final acomodó los regalos en el suelo, por miedo de que alguno se rompiera pues eran objetos que más que valiosos, eran raros, sin embargo bastante útiles para el gusto en particular de cada uno de los Munter. Se quedó con uno de los regalos más pequeños y caminó hacia el sofá, allí pidió que le trajeran unas pantuflas, algo de ropa seca y comida en cantidad, pero claro, sobre esto último tuvo que conformarse con un pedazo de queso rancio que no dudó en despreciar y regalar. 

—Sinceramente no sé si vaya a quedarme muchos días —dijo respondiendo a la pregunta reflejada en los ojos de sus elfos —Quizás solo lo necesario para poner ciertos asuntos en orden —añadió, moviendo su varita en dirección a la biblioteca de la cual extrajo un tomo grueso sobre pociones que resultaron mortales y prohibieron su uso. El libro podía tener fácilmente mil páginas -o más-, pero no tenía nada mejor que hacer, sin embargo, pasados unos minutos se fue quedando profunda con el libro sobre su pecho y el brazo derecho extendido tocando casi que el suelo con la envoltura de regalo que aun sostenía en la mano. 

Tuvo sueños un poco extraños, en uno de ellos corría detrás de una bolsa de Doritos gigantes sostenida por un apuesto centauro que la invitaba a montarlo; en otro destruía uno de los cuartos del ático, el de Anne para ser más exactos y el último que recuerda se veía a sí misma volando subida en el lomo de un dragón rumbo a quién sabe donde. Fueron unos gritos lejanos que la sacaron de lo que parecieron apenas unas 20 horas profundas de sueño, lo máximo que había dormido en años. 

—Pero ¿qué...? —. Se levantó contrariada, confundida, tapada con una cobija. ¿Desde cuando los elfos eran tan cariñosos? La falta de mano dura y autoridad los había suavizado.

La cajita que sostenía en la mano terminó por caerse al suelo y con ella el pesado libro. Se sentó con sus piernas cruzadas sobre el sofá y se tomó unos minutos para recuperar la noción del tiempo, luego recordó las voces que la habían despertado, las cuales se iban haciendo cada vez más claras y comprensibles. 

—No puede ser... es ella.

Sintió algo extraño en su interior que no supo descifrar, pero probablemente eso que pensaba que era lo estaba confundiendo con el hambre. Siguió el origen de las voces y encontró a Beltis terminando de discutir con el elfo.

—¿Quién es craz? ¿Va a venir a limpiar? —preguntó irrumpiendo en la habitación. —Vaya, te ves... —no supo poner en palabras la definición sobre el aspecto de su madre, así que optó por ser cortés —bien —. Terminó de acercarse a la bruja hasta quedar situada al frente suyo, la miró por varios segundos sin saber exactamente qué hacer. ¿La abrazaba? No, no sabía cómo se hacían esas cosas —Te traje esto —dijo extendiendo la cajita con envoltura negra. Dentro había un corazón marchito y arrugado —Espero que te guste.

Honestamente si le alegraba saber que Beltis se encontraba bien, que estaba viva muy a su manera, no se podía imaginar estar rodeada de tanto silencio aunque fuese por un par de días. Se fijó en el rastro de saliva que salía de la comisura de sus labios y se extendía hacia su mejilla izquierda y con disimulo la limpió. ¿Qué se hace normalmente en los reencuentros? Aguardó paciente la reacción de su madre ante su regalo y mientras tanto se las ingenió para servir dos vasos de Whisky y tener algo con lo que brindar por su encuentro. Eso sí que lo sabía hacer. 

Thief, Grumpy los llamó —Vayan a algún edificio de al lado y roben algo de comida, estamos hambrientas. 

@ Beltis @ Crazy Malfoy

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