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Familia Munter


Tauro

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Lo cierto es que estaba lejos de calmarse, sin embargo, su semblante se volvió inexpresivo, como si estuviera en cualquier otro lugar menos allí. La habitación se quedó en completo silencio para ella y las palabras de Beltis llegaban desde un lugar muy lejano hasta sus oídos, aquel mecanismo de defensa le permitía pensar que todo aquello le estaba sucediendo a alguien más, así ella se mantenía por lo que durara el efecto ajena a todo tipo de emoción que todo ese asunto le pudiese causar. Siendo ahora una espectadora, podía escuchar lo que cada una tuviera que decir sin la necesidad de interrumpir.

 

Una cosa era muy cierta, Anne parecía tan en shock como ella, lo que demostraba que en realidad tampoco sabía nada y eso hizo que su rabia hacia la Gaunt comenzara a disiparse. ¿Qué culpa tenía ella? Ciertamente ninguna, si acaso ambas eran víctimas de una verdad que llevaba oculta por muchísimos años. Por otro lado, su madre no se demostraba indiferente como en muchas otras ocasiones, ésta vez parecía que iba en serio y después de su corto momento de sinceridad y calidez, no supo qué pensar. Optó por no decir nada, en cambio prefirió prestar atención por primera vez a la herida que se había hecho en la mano para empezar a curarla, evitando así la mirada de Anne.

 

Permaneció rígida como una estatua sin saber que hacer con toda esa información. ¿Una hermana? ¡Una hermana menor! ¿Qué significaba eso para ella? Sus recuerdos la llevaron a varios eventos ocurridos en el pasado en los que deseó tener alguien con quién poder hablar, de alguna forma buscaba llenar un vacío que no sabía que tenía y tampoco entendía, hasta ahora. No pudo evitar pensar en Lyra, la única figura que tuvo lo más parecida a una hermana. Sintió nostalgia al recordarla, no se sentía lo suficientemente fuerte para seguir pensando en ella, no cuando aun no tenía ni la más mínima pista de su paradero, por suerte Anne la sacó de sus recuerdos.

 

— No creo que sea una broma —intervino con un tono de voz serio, quiso añadir más, pero era lo único sobre lo cual tenía certeza. Habían muchas explicaciones para dar y no estaba segura de que sus dudas se fueran a resolver durante aquel encuentro. No buscaba justificar lo que había hecho su madre, pero al mismo tiempo intentaba ponerse en su lugar y no juzgarla, necesitaba escuchar lo que sea que tuviera que decir — Y deberías beber un poco de esto, te servirá —añadió acercando con magia un vaso de vidrio relleno con solamente agua, recuperando así el control de sus extremidades.

 

Pik permanecía sin pronunciar palabra alguna y su silencio no era un buen augurio de nada. ¿Cuánto tiempo más iba a soportar no ser el centro de atención? ¿Sabría él algo de ese pasado? Entre las tantas borracheras que ese par habían protagonizado, quizás algún detalle sobre una hermana perdida se les hubiese escapado. Terminó ahora sí de beber lo que quedaba de su vaso y cuidadosamente lo colocó sobre la barra, decidida a permanecer sobria por lo que quedara del día.

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- No es un experimento. No sería cruel con algo así -al menos no con ella.

 

En otra ocasión habría puesto los ojos en blanco ante las afectadas palabras de Anne, sobre todo porque en cualquier otra oportunidad y frente a cualquier otra bruja, que la acusaran de estar haciendo una broma o no tomarse las cosas en serio sería algo que no se detendría a explicar. Se encogió de hombros y negó con la cabeza. Anne esperaba respuestas que Beltis no tenía. Todo lo que podía decirle es que la vida era complicada y que sin lugar a dudas, sus vidas no habían sido simples.

 

- No tengo pruebas.

 

¿Una corazonada contaba como prueba? ¿Qué esperaba? ¿Una partida de nacimiento? Eso habría solucionado todos sus problemas. Tal vez el padre de Anne guardara ese tipo de pruebas y Beltis, si lograra acceder a ellas, podría elaborar una explicación más plausible. Sabiendo que de momento aquello era solo una fantasía, hizo aparecer sobre su mano una fotografía, la hizo flotar y se la hizo llegar a Anne sin que nadie se atreviera a hablar. En ella aparecía un hombre que Anne reconocería inmediatamente y una joven de cabellera oscura.

 

- Verás, cuando joven no tenía el cabello blanco.- Apuntó.

 

Su historia -lo que recordaba- era rocambolesca, parecía sacada de las novelas que señoras y señores leían con tremenda avidez en las revistas. Rita Skeeter había escrito varias de ellas, la mitad mentiras.

 

- No recordaba su nombre hasta que vi que tenías una foto de él. Lo último que recuerdo es que tuvimos algún accidente o discusión en Irlanda -se sentó otra vez al ver que había calma-. En ese tiempo vivíamos todos juntos en Irlanda ¿Recuerdas algo, Tauro? Eras muy pequeña, mientras yo aprendía sobre la magia de los druidas, tú te quedabas al cuidado de las ancianas de la aldea. Las querías a ellas más que a mí.

 

Se rió. Ninguna le devolvió la sonrisa. Casi podía sentir el odio de cada una de ellas. Suspiró, los años le habían enseñado que ese tipo de enfados pasaban rápidamente.

 

- Había olvidado completamente esos días - se llevó una mano al mentón, pensativa- Cuando vi la foto comencé a recordar algunas cosas, pocas. Recordé que además de Tauro había otra niña, una bebé. Por un tiempo quise engañarme y pensar que no eras tú y que esa niña había muerto en el accidente. Era muy cruel que mis recuerdos, o la falta de ellos, te hubiesen obligado a vivir en un orfanato.

 

Ahora necesitaba beber algo. La mirada furibunda de Tauro había cambiado y parecía algo más comprensiva. En cambio Anne, Anne estaba afectada hasta las entrañas, no podía ocultarlo como Beltis tampoco podía esconder esa punzada de tristeza que le cruzaba el pecho cada vez que veía a la Gaunt. Para ella la familia era importante, su pequeña familia.

 

- Creo que debías saberlo. Aunque no tengo todas las respuestas que buscas, tienes derecho a saber lo poco que puedo contarte. Las puertas de esta casa y de la Malfoy estarán abiertas para ti, cualquiera sea tu decisión.

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La aparente calma que tanto se empeñaba por mantener, se vio amenazada cuando Beltis empezó a hablar. Que hablara de su infancia tampoco ayudó mucho, casi no tenía recuerdos con ella, excepto cuando llegaba para llevársela a algún otro lado y cuando finalmente la volvió a ver como Líder del Bando, después haber pasado años sin tener noticias de ella. Como era de esperarse, la recibió como si nada, volviendo a su no tan entrañable rutina de la niñez. Le tomó tiempo entender que la bruja era así y nunca iba a cambiar y al final aprendió a convivir con sus recuerdos.

 

— Es normal que olvides esos días. Por mi parte recuerdo perfectamente como te ibas con cada persona desconocida para mí y regresabas a los días —. Sabía que su madre tenía sus negocios, aun así no pudo evitar lanzar aquel comentario lleno, quizás, de un poco de rabia y que dejó a libre interpretación de los presentes —Entiendo también que debido a la manera de cerrar tratos con esas personas, en las que botellas iban y venían constantemente, a veces perdieras la vista de los pequeños detalles —prosiguió —, pero de ahí a que olvides que tuviste una hija... —. Anne de por sí ya lo debía estar pasando mal. No conocía nada de su pasado, si había tenido o no una buena infancia, si en su hogar había conocido el amor de padre y madre, pero era mejor que supiera desde ya cómo era su nueva familia.

 

— Una hermana... —susurró, irónica, cuando creía estarlo pensando. Miró a Anne ahora sí a los ojos. Su mirada no era compasiva, ni comprensiva, tampoco era de bienvenida. Tenía una mirada vacía, porque no tenía nada agradable para decir. De alguna manera sentía que le estaba robando algo, aunque no entendía el qué.

 

— No creo que debamos adelantarnos tanto, como para invitarla ya a vivir aquí —dijo en respuesta a la propuesta de Beltis, pero para suavizar añadió: — Es obvio que aun está contrariada por todo lo que está sucediendo, esperando encontrar respuestas que me temo nunca obtendrá. Ninguna de las dos —. Retiró el vaso de agua que apenas y había bebido con la excusa de que lo rellenaría, pero en lugar de agua lo llenó de Vodka y se lo regresó, sin que Anne sospechara que se lo había cambiado —Algo debió contarte tu padre sobre tu pasado. ¿Nunca te interesaste por saberlo tampoco?

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Ay, Tauro. Beltis negó con la cabeza e hizo un mohín de tristeza al escucharla. Su hija era un huracán de emociones, arrasaba con todo y con todos los que estuvieran a su paso, soltando medias verdades y tratando de herir lo más posible. Y sobre todo lo hacía con ella. Los insultos velados buscaban que Beltis se encendiera en cólera y respondieran con la dureza que reservaba para gente ajena a sus vidas. Con los años se había acostumbrado a la personalidad de su hija, no se tomaba a mal los dardos envenenados que soltaba cada vez que podía. A veces no podía evitar preguntarse si la vida que le había dado había sido tan mala. Después de todo, había tenido un techo, comida, educación y algo de cariño.

 

No obstante, comenzaba a estar cansada de esa actitud desdeñosa y pronto dejaría de prestarle atención a la fastidiosa retahíla de reproches que caía cada vez que veía a su hija. No quería perder a Tauro, pero le parecía que por más que lo hubiese intentando, el rencor que había guardado hacia ella seguía estando tan fuerte como al principio y no había nada que ella pudiera hacer. Era terca, tan cabeza dura como un troll, así que se daría por vencida y dejaría de intentar meter un poco de sentido común en esa cabeza. Si la quería odiar, que lo hiciera. En la Malfoy podía estar tranquila, tal vez ahora ese sería su sitio de retiro y no el Ático.

 

- ¿Lo has dicho todo ya? -dijo, dejando entrever un dejo de tristeza en su voz-. Sigo aquí si quieres decirme algo más.

 

Podía añadir un sarcasmo y no lo hizo. No tuvo ni que contenerse porque simplemente no tenía la más mínima intención de enfrentarse a aquellas invenciones.

 

- Entiendo que necesiten tiempo, y lo tienen. Ambas lo tienen. La invitación seguirá en pie.

 

La misma invitación seguía en pie para Tauro, aunque ella todavía seguía sin animarse a aceptarla después de tantos años. Lo hacía a medias, viviendo allí sin dirigirle la palabra a Beltis.

Editado por Beltis

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Esperaba una respuesta acorde a las intenciones con que había hecho las suyas, quería tener la excusa perfecta para poder gritar quién sabe que cosas a su madre, pero lo que obtuvo a cambio fue una bofetada a su altanería. ¿Qué había sido eso tan terrible que Beltis hizo para que su hija la tratara así? Podía echarla la culpa a las malas compañías, pero esa, entre todas sus excusas, era la peor. Era consciente de que había intentado arreglar las cosas con ella, hasta se apareció en su boda y la ofició, pese a estar en contra de ese tipo de eventos. No. Tauro había elegido el peor de los caminos, porque entre perdonar, agradecer u olvidar, escogió el rencor, ese que la hacía hablar desde el dolor.

 

Tomó un respiro y casi pudo notar como algo se quebraba dentro de ella, la rudeza que le servía de escudo en este tipo de situaciones empezaba a desvanecerse y la rabia con la que solía atacar a Beltis, la sentía hacia ella misma, exponiendo así el verdadero motivo detrás de su actuar.

 

En silencio buscó un lugar donde sentarse, dándole la espalda a ambas mujeres, pero sobre todo a su madre, para que no notaran como se estaba quebrando. Sabía que no iba a empezar a llorar y eso era mil veces peor, además de que había olvidado como hacerlo las consecuencias de no aceptar sus verdaderos sentimientos hacía que respirar fuese lo más difícil del mundo.

 

— Yo... —se le apagó la voz —Beltis te habría buscado, hubiese sido capaz de lo impensable si hubiese sabido que te podía recuperar —. La Tauro venenosa y rencorosa que había demostrado ser desde el inicio se encontraba sin fuerzas y algo avergonzada —Lo sé porque eso también lo recuerdo —Anne no tenía por qué seguir el mismo camino que ella, no sabía como ser una hermana y menos una buena, pero esperaba que con aquel gesto al menos pudiera demostrar algo minimamente bueno hacia ambas —y es algo que hiciste por mí en más de una ocasión. ¿No es así?—agregó volviéndose hacia su madre. No se lo decía, pero muy en el fondo estaba agradecida con ella por todo lo aprendido durante el camino, tuvo los mejores profesores de la vida y el gusto en común por las Artes Oscuras y Pociones no eran algo al azar, ni mucho menos una coincidencia.

 

— Anne, deberías quedarte —dijo antes de tomar una botella de algún licor que llevó hacia el sofá donde se dejó caer, dejó que su cuerpo se hundiera y allí permaneció con la vista perdida, sumida en el único pensamiento que rondaba en su cabeza: «Es momento de avanzar».

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La tensión entre ellas era tal que podía cortarse con una navaja. Beltis mantuvo la tranquilidad y se quedó en silencio; esperaba que la peliazul recapacitara. Pik, que presenciaba desde la distancia toda la escena, parecía absorto en el drama familiar, disfrutando hasta cierto punto de los secretos revelados, las acusaciones y los cambios de humor. Lo vio mirar a una y a otra, y hacer aparecer un bol con palomitas.

 

La noche ya había caído sobre Londres cuando Tauro titubeó. Ese leve gesto le indicó a Beltis que tal vez no todo estaba perdido entre ellas. La escuchó y asintió mientras se ponía en pie.

 

- Lo hemos hecho varias veces, yo por ti y tú por mí.

 

Caminó hasta Pik. Deseaba darle espacio a Anne. Se conocían hace años y habían forjado una amistad. ¿Esto la rompería? Todo iba a cambiar y era Anne la que debía llevar los tiempos de esta nueva relación. Le guiñó un ojo al Macnair y sacó un puñado de palomitas. Las palomitas eran la excusa perfecta para ocultar su rostro, las palabras de Tauro la habían emocionado profundamente. Sabía que detrás había algo más de lo que decía. Y así evitaba, también, robarle un abrazo, algo que podía romper ese momento de paz entre ellas.

 

-Te divertes, ¿eh?-le murmuró a Pik en cuanto metió la mano en el bol.

 

Un elfo viejo apareció en medio de la sala y dio aviso de una visita. Vaya momento para recibir gente.

 

- Hazla pasar, pero por el camino largo. No la pierdas, sólo necesitamos tiempo.

Editado por Beltis

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Las palabras de Beltis lograron tranquilizarla, pero a la vez la hicieron sentir más vulnerable. Aprovechó la mención de Pik para sonreír y así olvidarse del ambiente serio y acalorado que aún reinaba. No sabía si estaba mentalmente preparada para cualquier otra noticia. Agitó su varita e hizo aparecer en la mano de los presentes un té de su preferencia, que por supuesto podrían acompañar con lo que quisieran.

El anuncio de una nueva visita volvió a ponerla nerviosa. Apretó los puños apoyados en sus rodillas, dejando que la varita se deslizara, pero atrapandola justo a tiempo antes de que se cayera al suelo.

-¿Estamos esperando a más personas? -buscó la mirada de su madre, en busca de respuestas, pero ella parecía tan sorprendida como ella. Asintió, como queriendo decirle que estaba bien, aunque era más un gesto para sí misma -En ese caso, debemos añadir un plato más para la cena. Ya casi es hora -aquella era la primera vez que se sentarían juntos como familia y Tauro esperaba que con ese gesto Beltis entendiera que estaba dispuesta a darle una oportunidad, a ella, a ambas.

-Solo tengo una consulta más y te pido que por favor me respondas con la verdad. ¿Hay algo más sobre lo que deba saber?

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Miró a Tauro sin comprender. Y si no era una broma, entonces, ¿qué? Siempre había deseado conocer la identidad de su madre, pero ahora que la tenía enfrente y comprendía que había estado cerca de ella, sin saberlo, durante años... la sensación no era precisamente satisfactoria. Miró el vaso que le alargaba la peliazul y negó con la cabeza: a saber qué contenía aquello. Ya hasta había perdido los efectos del vodka del rato anterior.

 

Beltis volvió a hablar. No era un experimento, decía. Anne chasqueó la lengua, pero guardó silencio mientras sentía cómo una gota de sudor le caía por un lado de la cara. Se rascó el antebrazo izquierdo y sintió un hormigueo en la piel, bajo la camisa de algodón, allá donde llevaba la marca tenebrosa. Había compartido tanto con los presentes en aquella sala... y ahora resultaba que...

 

Parpadeó un par de veces al escuchar que no había pruebas. No pudo evitar que se le escapara una risa irónica mientras sacudía la cabeza. Por supuesto, no esperaba menos. Estaba a punto de levantarse para marcharse cuando la mujer le hizo llegar una fotografía que había hecho aparecer ante ella. Reconoció en ella al hombre que le había demostrado ser su padre años atrás, cuando se puso en contacto con ella para cederle el castillo Gaunt y todo lo que eso conllevaba. Tragó saliva: ¿la mujer de pelo oscuro era Beltis? No pudo evitar que su mirada pasara de la fotografía a la mujer varias veces para intentar buscar las similitudes entre una y otra mientras la escuchaba hablar de lo que, supuestamente, había pasado.

 

Te lo agradezco. Aunque también lo hubiera agradecido cuando no tenía donde caerme muerta.

 

Le sonó extraño escucharse a sí misma con un tono tan duro, pero no se arrepentía de ello. Al fin y al cabo, Tauro no había estado en un orfanato luchando por sobrevivir entre un montón de muggles matones que la acosaban por ser el "bicho raro" del lugar hasta que un desconocido la había rescatado. Ni siquiera entendía cómo había tenido esa "suerte".

 

Quiso hablarle, responderle a lo que le había dicho. Pero no le salían las palabras. Por una parte, saber que la mujer a la que admiraba y seguía desde hacía tanto tiempo era su madre... suponía una satisfacción difícil de explicar. Y lo mismo con Tauro, a la que conocía casi desde que había llegado a Londres. Primas, se habían llamado durante un tiempo... jamás hubiera imaginado que eran más que eso. Se removió, incómoda, y se cruzó de piernas en su asiento. De repente le apetecía fumar, y eso que llevaba años sin hacerlo. O quizás perder el conocimiento en la bodega del castillo. O ir a algún lugar apartado a causar destrozos. Cualquier opción le parecía más apetecible que seguir allí, en aquel ambiente tan tenso que se había creado mientras Tauro y Beltis intercambiaban información que no significaba nada para Anne. Total, ella había sido la única que había quedado al margen de la pequeña familia...

 

Miró a la peliazul cuando pareció reacia a aquella invitación de Beltis de que se sintiera como en casa en aquel edificio. Se mordió la lengua para no decirle cuatro cosas, sabiendo que no haría más que añadir leña al fuego. Luego tomó el vaso que le había alargado hacia un poco e hizo algo con él, pero no estaba como para fijarse en qué. Frunció el ceño.

 

¿Mi padre, dices? No lo conocí... es decir, solo le vi un par de veces. La primera, cuando me escribió para que acudiera al castillo Gaunt para explicarme que era su hija y que se estaba muriendo, y la segunda para comentarme que era la única de los varios hijos que tenía por ahí desperdigados que le habían hecho caso. Y que eso me hacía merecedora de su herencia. Simpático el tipo, ¿verdad? —le resumió, con un tono rabioso que no se esforzó por disimular—. Así que no es que no me interesara, es que no tuvo mucho tiempo de ponerme en antecedentes. El tipo me hizo firmar unos documentos y se murió. Así, sin más. La única parte postiiva del asunto es que, de no tener nada en la vida más que al hombre que me crió y todo lo que me enseñó, de repente tenía un castillo y un apellido. Fue un gran avance.

 

Ahora sí miró a Beltis, cuando respondió a la peliazul y reiteró la invitación. Torció el gesto, pero ya no se sentía tan furiosa como al principio. No sabía en qué punto de la conversación los ánimos habían empezado a calmarse, pero lo cierto era que se agradecía.

 

Lo tendré en cuenta —medio murmuró, y miró a Tauro tras escucharla durante su cambio de actitud—. Me lo pensaré.

 

No sabía en qué momento había empezado a contener la respiración pero, de repente, sentía que el nudo que tenía en el pecho amenazaba con ahogarla. Con cierto esfuerzo consiguió acompasar la respiración y el latido de su corazón se relajó después de haberse acelerado durante unos segundos. Parecía que habían superado la primera prueba, sobre todo porque ya hablaban de cena y no parecían excluirla. Y a todo esto, ¿Pik seguía allí? Lo miró mientras Beltis se le acercaba, y también vio que un elfo anunciaba la llegada de alguien. Menudo momento para recibir visitas. Se rascó la frente y se permitió sonreir suavemente con la última pregunta de Tauro a su madre.

 

Me sumo a la pregunta de Tauro aunque... sí que tengo algunas más. Pero no para hoy, pueden esperar —alargó la mano y tomó el vaso que la peliazul le había pasado un poco antes. Pensando que era agua bebió un buen trago y, cuando el quemazón del alcohol le atravesó la garganta, torció el gesto—. Demonios... pensaba que era agua. Bueno, ¿quién llega ahora? Quizás debiera irme, ya tendremos tiempo de hablar más adelante... ¿no?

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Tauro vio la oportunidad perfecta para alejarse un poco del drama y dejar a Beltis hacerse cargo de las emociones de Anne. No deseaba estar en su lugar, pero a pesar de las preguntas incómodas pensaba que era su obligación contestarlas, así que en otro acto altruista decidió darles ese momento a solas que tanto pedían a gritos.

 

—Me aseguraré de que la visita no se pierda, o peor aun, se caiga. Me ausentaré por un momento —. Se levantó de su asiento tan rápido que le sintió un leve mareo, colocó la taza de té en una mesita y esperó a que el efecto terminara. Estaba segura que el té no tenía algo, pero todo era posible en el Ático. Pasó por delante de Pik chocando su rodilla y le dedicó una sonrisa divertida —No empiecen a cenar sin mí, no tardo. —mintió, la verdad es que pensaba tomarse una hora de ser necesario y llegar justo cuando la comida estuviera en la mesa.

 

Se apresuró a alcanzar el duende para que la llevara a la visita. Se sentía supremamente cansada, agotada mentalmente, ni las extenuantes batallas contra los Odefos la dejaban así, ni tampoco los encuentros más íntimos con solía tener con algunos de sus sirvientes. Agradeció que su madre no estuviera cerca cuando decidía ocupar la Torre Oscura, lejos del bullicio y de los molestos personajes que acudían a hacer su queja del mes. Una repentina alegría la invadió, casi que podía saltar debido al júbilo que le provocaba saber que esos días habían quedado atrás.

 

—¿Donde dices que está?

 

—Justo allí —respondió el elfo señalando con su largo y horrible dedo.

 

—¿Sophie? —dijo a la mujer que se encontraba de espalda. ¿Pero qué haces aquí? —No recordaba haberle dicho donde vivía, pero al darse cuenta de lo grosera que pudo haber sonado, se apresuró a darle un beso en la mejilla acompañado de un abrazo.

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Pierdo noción del espacio tan pronto se abren las puertas que no dudo en cruzar antes de que despierte el elfo del ascensor, que incluso aprovecho para enviar de nuevo al primer piso; todo en mi intento de no dejar demasiada evidencia de mi presencia, algo que parecía horrible de hacer si se tenía en cuenta las 7 puertas a mi alrededor, de las cuales, solamente una tenía algún indicio de lo que escondía porque no creía que fuese gratuito ese oso cuidando la entrada.

 

Detrás de mi, podía ver los jardines que se extendían más de lo que me permitían observar las ventanas . Respiro y doy cada paso más premeditado que el otro. No sabía de trampas para visitantes no deseados, pero a todo parecer aquella estancia era inofensiva, diseñada para los mismos habitantes del edificio.

 

Lo siguiente que detectó mi vista me recordó que de cualquier manera no iba a poder relajarme. Dos ojos amarillos parpadearon al tiempo que encontraron los míos y desaparecieron rápidamente por una de las puertas.

 

– Maldición – susurro y es demasiado tarde para intentar seguirlo. Es en aquel momento que abandono mi postura de tratar de infiltrarme. Era un plan ridículo de todas maneras, a partir de ese mismo instante haría algo que se me deba muchísimo mejor, actuar como si fuese la ama y señora de aquel lugar y correr con las consecuencias luego.

 

Es curioso como me da confianza haber tomado aquella decisión. De hecho, me distraigo un poco más con los ornamentos alrededor hasta que por fin noto algo que debió capturar mi atención primero.

 

– ¿Tauro? – murmuro acercándome al cuadro suyo. Aquello no representa ninguna complicación, si algo, sería bastante útil contar con al menos una persona conocida en mi empresa de descifrar todo aquello. Beltis, lee el otro cuadro y no reconozco a la mujer los otros cuadros. Al menos ya sabía como lucía aquella mujer.

 

Había sido como invocar al diablo.

 

– Huh... – a la defensiva me giro a descubrir desde donde me llama. Siento la demanda de su pregunta, pero no la culpo, es una excelente pregunta que no quería responder de inmediato así que aprovecho su saludo para pensar que decir – ¿Quieres la verdad o una cortés mentira? – le pregunto y asumida, tomo asiento en uno de sus sillones, porque ahora me queda claro que en cierta manera eran sus dominios.

 

Quería abrazarla, quería conversar de su hogar, quería saber como es que nos estábamos encontrando ahí también. Preguntarle que pensaba de que la vida insistiera en cruzarnos, pero ahora mismo no puedo nada de aquello.

 

– Busco a alguien – sin rodeos, la verdad quisiera salir de aquel asunto de inmediato – ¿conoces a Anne Gaunt?

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