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Familia Munter


Tauro

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Dubitativa observaba mis manos, entrega a la distracción, cualquier cosa que mantuviera mi concentración en otros lados. Pero era inútil, sabia en el fondo de mí, que aquel secreto arañaba en mi garganta para poder salir, como algo tosco, algo que no era natural, algo que a veces me asfixiaba y se mezclaba con todo lo demás, con todos los problemas, y estaba harta de vivir así, ocultando algo que escapaba de mis manos, que me enojaba y me entristecía al punto de querer huir.

 

Y ahí estaba, en el hogar de los Munter, rodeada de ellos y con una amistad que parecía tan sincera con la peliazul, tan real y tan efímero como el lazo que nos unía, tan presente y tan frágil que dolía—. Sí, me gustaría conocer el invernadero.

 

La seguí y traté de reponerme, pero me sentía tan fría y me veía tan fría, muerta y sin esperanzas. Me esforcé por endurecer mi mirada, y empecé a alzar esa armadura que nos ponemos cuando sabemos que todo ira mal, me vestí de frialdad y me tragué el miedo. Y cuando estaba lista por contárselo, la peliazul me puso en alerta sobre una planta a la que casi rozaba con el brazo, la miré con atención, sus colores y el invisible veneno que contenía, letal. Mire hacia otra planta, fingiendo atención, escuchando a Tauro, mintiéndome a mí misma y considerando que tal vez las cosas podían terminar bien, al menos con ella. Me alenté a confiar.

 

—Ok —me volví hacia Tauro mientras ella terminaba de redactar una carta —como sabes, nunca conocí a mis padres sanguíneos, me abandonaron apenas nací. No es algo que me agrade, no me gusta el papel de huérfana buscando la aprobación de sus padres. Mírame, incluso me veo… anormal —confesé tomando todo el valor posible.

 

—Hace años, cuando trabajé en el ministerio de magia, como aurora, hubo un accidente con algunos dementores, muchos departamentos salieron de control y hubieron algunos saqueos, no documentados… y una esfera con una profecía llego a mí, de un desconocido, que hablaba de mis padres. Una est****a profecía que recitaba que yo... En fin. Creo que sé quién es mi madre, y creo que tú la conoces... es Anne.

 

Entonces, escuché su voz, a la distancia, pero en el mismo piso. Tomé la mano de Tauro con fuerza, sin estar segura de cómo estaba asimilando lo que le decía— ella no lo sabe, o tal vez sí, no lo sé —y eso era lo que me enojaba a más no poder. Entonces sentí que volvía nuevamente a ser frágil y las lágrimas amenazaban con presentarse— te aseguro que no vine a exigir nada, yo solo… pero no sé qué hacer…

 

 

 

@Tauro.

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  • 2 semanas más tarde...
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Jeremy sabia que robar estaba mal. Pero eso no le impidió hechizar al elfo para que lo dejara pasar al Ático. No era la primera vez que estaba ahí. Tampoco que quisiera recordar ese traumatico momento, donde se entero que era el amante de Anne. ¿Habia sido un sueño? No le extrañaba que no recordara bien aquel encuentro. La bruja podía haberlo desmemorizado. Tenia mucho talento para esas cosas. Lo que no venia al caso, pero nunca estaba de mas recordarlo para futuras situaciones. Utilizo la varita para pintarle unos bigotes al cuadro de Tauro antes de adentrarse al inmueble.

 

-¿Elfos? -Susurrò para ver si respondía alguno de los sirvientes. No tenia idea de que nombres podían llegar a tener.

 

No respondió ninguno a su llamado. Así que se quedo igual sin saber donde estaba el cuarto de pociones para robar algunos materiales. Era vital que lo encontrara porque estaba experimentando con una nueva cría de Runnespoor al cual parecía que se le había quedado una quinta cabeza a medio nacer. Ya había superado el objetivo de cuatro cabezas con un ejempla que no había llegado a la madurez antes de morir. Aunque sus partes esenciales no se habían desperdiciado, Jeremy odio cuando aquello ocurrió sin que pudiera hacer nada.

 

Con ese mal pensamiento en la mente, fue abriendo puerta tras puerta observando con curiosidad que contenía cada una de ellas. Llego hasta una de ellas que no se abría al empujarla, por mas fuerza que pusiera. El vampiro noto el aura mágica que despedía, demostrando que no abría posibilidad de perturbar el ingreso a ese sitio. La puerta estaba sellada con magia y tenia muy en claro, que no seria magia blanca.

 

-¡Maldita sea! -Exclamò.

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Tauro permitió que la joven explorara a su gusto el invernadero, confiando en que sería cuidadosa y sabría lo que no debía tocar, era como su prueba silenciosa para saber si Fengari tenía lo que se requería para convertirse en su futura aprendiz, aunque nada de esto se lo hizo saber. La bruja se detuvo en seco, no solo sus pasos sino que también el hilo de sus pensamientos para encontrarse directamente con la mirada de la joven que estaba a punto de decirle algo muy importante. Hizo silencio a propósito y se prometió a sí misma no intervenir hasta que hubiese terminado.

 

No era la primera vez que escuchaba la historia sobre los padres perdidos de Fengari, en la fiesta organizada por el Ministerio tuvieron tiempo suficiente para contarse una que otra confidencia, incluyendo esa, pero a pesar de la insistencia Tauro ella se negó a revelar algún detalle más. Sentía que se estaba acercando mucho más a la muchacha y que poco a poco se iba ganando su confianza, al punto de que estuviera considerando revelar la identidad de sus padres. Mencionó una profecía y luego, un nombre, uno que cambió la expresión de la bruja más comprensiva de todas a una más seria.

 

— ¿Anne? — pese a que se había prometido no intervenir no lo pudo evitar. Empezó a sentirse incómoda, el cuello le rascaba y de a poco empezaba a ponerse rojo. Ese detalle revelador no cambiaba la forma en como percibía a Fengari, sino que explicaba cómo se había sentido con respecto a ella. En cuanto a Anne... ¿Cómo se había atrevido a hacer algo así? Estaba claro que ese era un tema muy sensible para ella, pero de nuevo estaba volviéndose la protagonista de un asunto que casi no tenía que ver con ella, al menos no directamente.

 

— Tienes que confrontarla, debes decírselo. Te debe explicaciones que te mereces y ya has esperado mucho por ellas — dijo tajante aunque no le hubiesen pedido su opinión. Abrió la boca para decir algo más, pero escuchó voces, o bueno, una sola — Ella está aquí — agregó, notando como el ambiente se tensaba en el invernadero. Lo mejor sería volver al salón principal, donde se reunían para conversar y tomar — Te acompañaré. Ahora con mucha más razón te ofrezco este que también es tu hogar, sé que no has venido a buscar nada pero te lo quiero dar.

 

Una vez en el salón Tauro fue directamente a bar donde sirvió dos shots de tequila, uno para ella y el otro para su nueva sobrina. Allí también se encontraron con un grupo de elfos que supuso eran los que su madre había contratado. A simple vista podía decir que eran muy organizados, pero estaba claro que cada uno tenía su personalidad y sabía que tendría que elegir uno aunque no quisiera, aunque nunca hubiese tenido uno.

 

— Mira, ¡elfos gratis! — exclamó sin emoción alguna. Uno de ellos entró por la puerta, anunciándole que había alguien tratando de ingresar por la puerta a la que solo las Matriarcas tenían acceso —Tráelo ahora mismo y si no colabora, usa tu magia.

 

@ @ @Beltis @Jeremy Triviani

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Leyó en silencio las fichas de cada uno bajo la atenta mirada de las criaturas. Según la información, todos eran competentes, leales y hábiles en diferentes áreas. Uno era experto en plantas por haber trabajado en el jardín botánico mágico de Japón, otro tenía conocimientos de criaturas por haber pasado media vida con su familia en un circo francés. Era una mezcla variopinta de especialidades que se adecuaban a la perfección a las necesidades de la familia.

 

- Bien-dijo al fin- Está decidido. Os quedáis todos. Igor, el mayordomo os pondrá al tanto de los quehaceres y os presentará a la familia. Algunos pasaréis a ser los elfos personales de mis hijas.

 

Dejó las carpetas sobre la mesita y se dirigió a la puerta.

 

- Baldridge

 

Acabó por acordarse del nombre del elfo que llevaba una navaja al cinto. Lo llamó con un movimiento del mentó y salió de la biblioteca. Le fue comentando por el camino la situación del ático, las medidas de seguridad y el caos que quería evitar en su casa. Caminaron varios minutos, el elfo revisando algunas habitaciones sin dejar de apoyar una mano en la tosca empuñadura de la daga. Al adentrarse en un pasillo, Beltis sintió un ruido extraño. Pisadas y un forcejeo torpe con alguna puerta. Estaban en el pasillo que llevaba a la sala de pociones de la bruja.

 

En silencio se deslizó hasta alcanzar a un joven intentando forzar la cerradura. Hizo aparecer con rapidez su varita y se la puso en el cuello. En la otra mano, tenía la daga lista. Baldrige por su parte apuntaba a su estómago.

 

- ¿Qué haces aquí?-susurró enarcando una ceja- Cinaede.

 

El gas venenoso hizo imposible que el ladrón pudiese hablar. A Beltis no le importaba conocer su versión de los hechos. Lo tomó del cuello y abrió un portal que daba directamente al salón familiar. Pasó al otro lado arrastrando al hombre cuyo rostro comenzaba a volverse azul. Baldridge por su parte le pateaba las piernas.

 

- ¿A quién se le ha perdido esto?

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Jeremy estaba utilizando hechizos bastantes simples para intentar abrir la puerta. No es que sus dueños no tuvieran la capacidad de hacer cosas impresionantes, sino que se decantaba a que seguro habrían puesto algo muy sencillo para abrirla, como para despistar al intruso. Todo eso pensaba, partiendo de que no había muerto al tocar la puerta, ni había sentido algún hechizo portador de muerte recorriendo por sus venas. Era una buena señal. Bueno, lo que podría llamarse una buena señal, a su entender.

 

El trabajo que estaba montando se vio interrumpido por una bruja y un... dos elfos muy feos. No tuvo tiempo de nada, no la había sentido llegar y tampoco que hubiera podido defenderse. Un Cinaede lo dejo sin aire, boqueando como un pescado a la orilla de un lago. La garganta empezó a dolerle por el daño. Sintió, una vez mas, la desagradable sensación de estar muriéndose en cámara lenta. No pudo ni responderle que solo estaba buscando alguna cosa. Por otro lado, lo llevo a otro sitio por medio de un portal, y Jeremy tuvo miedo de que fuera al infierno. Pero no. Era otra parte de la casa.

 

-Anapneo -Susurrò para volver a respirar. Mientras que sentía que un elfo lo pateaba, el otro parecía estar en shock, no habia cumplido lo que le pidieron, se merecía una media- ¡Quítate! -Le gritò devolviendole una de las patadas al que lo golpeaba, para que se fuera rodando con mucho impulso. Sus pulmones ya recibían aire con normalidad, pero le dolían. Aun seguían dañados. -.-

 

-No me dejaste responder. Estaba buscando la habitación de Anne y di con esa puerta misteriosa. Escuche un grito y pensé que alguien necesitaba ayuda -Mintió con todo el descaro a Beltis.

 

Realmente esperaba que Anne estuviera en casa, porque no contaba con ayuda inmediata, precisamente en esa habitación. Tauro estaba buscando una excusa para matarlo.

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Ni bien había terminado de hablar cuando vio a su madre atravesar por un portal. No sabía qué fobia le tenía a las puertas que no le gustaba usarlas y eso que allí tenían muchas de ellas. Pero no vino sola, sino que trajo consigo lo que parecía un bulto de algo que arrojó al suelo, preguntando si se le había perdido a alguien. Miró a Fengari, pero recordó que ella no había traído equipaje y tampoco le pertenecía a ella. Se encogió de hombros aun sin ver el rostro del susodicho y cuando lo vio, no hizo sino mirarlo con desprecio.

— Yo digo que mejor lo botes a la basura —. Observó con cierto placer que el vampiro había sido envenenado, algo muy común entre los hechizos que Tauro solía lanzarle cuando la hacía enojar. A este paso sus pulmones quedarían inservibles —Pensaba que Anne había recapacitado, una lástima, porque ahora tendrá muchas cosas con las qué lidiar —añadió mirando a su nueva hija y no pudo ocultar una pequeña sonrisa de satisfacción aunque le tuviera estima a la chica.

 

—¿Recibiste mi nota? —preguntó en dirección a Beltis —En ese caso, dado que ya tenemos nuevos elfos es mejor que se pongan a trabajar, hay mucho por hacer.

 

Era raro que precisamente ella quisiera organizar una cena de Navidad, que venía con segundas intenciones, más momentos incómodos y una que otra aparición innecesaria que dispersaría la tensión que surgiera en el momento. Al parecer eran los únicos encuentros que podían tener como familia, pero al vernos servían para pasar tiempo de calidad juntos. Por otro lado Tauro quería contarles algo, pero al no contar con que hubiesen más personas lo tendría que aplazar o quién sabe, quizás con varias copas encima empezaría a soltar la lengua.

 

Los elfos se organizaron bajo el mando de Igor y pronto se pusieron manos a la obra con la decoración de dudosa procedencia (o probablemente robada teniendo en cuenta que los habitantes del Ático no eran muy festivos) y esperaban instrucciones con respecto a la comida que servirían, algo que Tauro prefirió delegar a quién quisiera hacerse cargo. De igual manera varios gorros fueron puestos sobre la cabeza de cada uno, un detalle que poco agradó a la bruja pero que debido a la magia de elfo no era capaz de quitarse.

 

— Tu otra hija no deja de sorprenderme. Primero se lía con este y ahora... —dejó la frase a medio terminar, por más que quisiera sembrar caos no era una noticia que le correspondía a ella dar —Lo importante es que todo queda en familia —dijo lanzando la indirecta. Aun estaba pendiente por elegir su elfo, pero no se decidía entre el ladrón y gruñón o el que parecía una estatua y que además no hablaba.

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  • 2 semanas más tarde...
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- Paciencia -invocó luego de un suspiro - Pero como vuelvas a patear a mi elfo, te despellejo si es que Baldridge no te mata antes.

 

La excusa de Jeremy no colaba. Beltis lo había pillado infraganti tratando de ingresar a un lugar que evidentemente no era una habitación, mucho menos la de Anne. Negó con la cabeza y decidió dejar estar el asunto, no quería cortarle las manos (todavía). Extendió los brazos e hizo aparecer desde la varita enredaderas de muérdago, hiedra común y acebo para poner sobre los grandes ventanales. El techo fue desapareciendo bajo lo que parecía un cielo estrellado. En la esquina, cerca de la chimenea, hizo aparecer un árbol decorado con figuras de cristal, plata y dulces, a los pies había decenas de regalos envueltos en papeles grises, blancos y plateados.

 

- Tauro, cura a tu cuñado. El veneno pronto va a ser irreversible y no me apetece tener que dar explicaciones al ministerio por su muerte. Sería agradable tener por una vez unas fiestas del solsticio de invierno y fin de año tranquilas.

 

Miró el salón, el aire festivo y hogareño lo impregnaba todo. Casi podía decirse que eran una familia normal, alegre y entusiasta de las fiestas de fin de año. Quién iba a decir que Beltis estaría deseando una taza de chocolate caliente con nata y canela, galletas de jengibre y brindar con el resto de su familia. Rió al imaginarse así.

 

- Celebremos el solsticio de invierno y el nuevo año como se debe. Hay comida y bebida suficiente para todos, ahora tenemos elfos que podrán cocinar algo más que decente

 

La bruja planeaba una celebración antigua, siguiendo los viejos rituales y las grandes bacanales de invierno que exigían vino, comida en abundancia y sacrificios. Beltis salió de la habitación y regresó a los pocos minutos junto a Igor, el sirviente traía en sus manos un peluche ajado y viejo, maltratado por el tiempo y las personas. Se lo entregó a Tauro como obsequio.

 

- Hay que quemar el pasado, hacer sacrificios para el futuro. -le susurró.

 

No había mejor época para esa clase de rituales que durante el solsticio de invierno y fin de año.

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Escuché a Tauro y me convencí por sus palabras y su apoyo, estaba cansada de dar tantas vueltas al asunto, acobardarme solo retrasaba la confrontación, y era bastante indiscutible que el destino me regresaba siempre al mismo lugar. Después de una pausa, de reacomodar mis ideas y empujar todos los miedos al fondo, observé a Tauro y asentí mostrándome de acuerdo. Después de unos shots de tequila en el salón, encendí mi confianza y decisión.

 

—¿qué? ¿Elfos gratis? —me quedé unos segundos acomodando las ultimas ideas y seguí a Tauro, quien ya se había adelantado. Sin embargo no eran elfos lo que llamaba la atención.

 

Lo reconocí de la vez que Tauro me había invitado a una búsqueda con su familia. Cuando mencionó el nombre de Anne, todo mi perfil curioso cambió a indolencia. Desde mi lado, observé con neutralidad como el mago se revolvía cruelmente a causa de un sospechoso encantamiento, miré con cuidado a la otra bruja y adiviné que posiblemente ella fuera la causante. «Estoy rodeada de personas muy quisquillosas» pensé regresando la mirada hacia el hombre, había algo en él que me enojaba de forma incomprensible y que ataba cualquier intento de ayudarlo, por alguna razón su presencia me molestaba.

 

Busqué con la mirada la imagen de Anne, pero parecía estar ausente de ese lugar, ni si quiera podía escuchar su voz a la distancia «parece que no está aquí». Estaba sobrando en esa discusión familiar, así que me giré para marcharme con cautela «tendré que regresar otro día», por lo que caminé en dirección hacia… «¡mier**! ¿Cuál era la puerta?» no podía decidir qué puerta me llevaría a la salida. Exhalé sintiéndome exhausta, apenas había dado un par de pasos lejos del grupo armada con toda la indiferencia que podía, pero ahora me veía obligada a preguntar por la salida.

 

Cerré los ojos escuchando la conversación de Tauro con su madre, escuché también los sonidos ahogados del mago intoxicándose, así también susurros lejanos de algunos elfos en rincones lejanos de la residencia. Y escuché también el comentario de Tauro sobre su hermana, poniéndome totalmente rígida ante la mención subliminal, ¿Betis lo habría notado? ¿Quiénes más podrían sospecharlo? Me giré y busqué un asiento, esperando que la conversación terminara para despedirme de Tauro e irme. Me sentí tonta esperando ahí, pero no había mucho que pudiera hacer, de momento.

 

—¿Tauro? —Llamé, sin embargo, en un giro inesperado, una de las brujas encantó todo el espacio alrededor con notas festivas, invitando a todos a celebrar el solsticio de invierno y el nuevo año— ¿todos? —repetí.

  • 2 semanas más tarde...
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Nadie le contestó, pero ya sabía por dónde debía caminar para alcanzar el "salón de las noticias". Todavía recordaba la sensación que la había embargado al saber que por fin conocía sus orígenes... y que estos habían estado cerca desde hacía muchos años sin que ella pudiera ni siquiera imaginarlo. Lo que había sentido como satisfacción se había tornado en frustración. ¿Por qué Beltis había esperado tanto? ¿Y Tauro? De repente, no se fiaba demasiado de ella. Las herencias eran el principal motivo de peleas y disputas entre hermanos. Y la peliazul no era precisamente una contrincante a la que quisiera enfrentarse por múltiples razones.

 

Conforme se acercaba a la sala, pudo percibir distintas voces en su interior. Se le erizó el vello de la nuca cuando escuchó a alguien que le sonaba lejanamente. «No puede ser, ¿cómo ha llegado hasta aquí?», pensó horrorizada, imaginando lo que pasaría si Beltis y Tauro supieran que ella había hecho exactamente lo mismo que su madre había hecho con ella tantos años atrás. Tragó saliva dispuesta a darse la vuelta pero se quedó petrificada al escuchar que alguien debía curar a su cuñado.

 

Joper —gruñó, acortando a toda la velocidad la distancia que la separaba del salón. Al empujar la puerta se encontró con un espectáculo de lo más pintoresco: todo estaba decorado sobrio y navideño, había varios elfos y su madre y su hermana estaban allí, observando cómo Jeremy se ahogaba en el suelo. Palideció de golpe y corrió hacia él, evitando mirar hacia la única persona que no había terminado de reconocer aún—. ¡Jeremy! Por Morgana, ¿qué demonios le habéis hecho? Espera, espera... déjame. Episkey —susurró, echándose de rodillas junto a él.

 

Había notado que sus vías respiratorias ya no estaban atoradas, pero el veneno seguía campando a sus anchas por su sistema circulatorio, por lo que debía hacerlo desaparecer tan pronto como le fuera posible. Se llevó una mano al pecho para ver si portaba todos sus amuletos. Cuando comprobó que sí, apoyó la mano libre en el pecho del Triviani para realizarle una curación más, por lo que los efectos del envenenamiento desaparecieron por completo. Lo examinó minuciosamente para comprobar que estuviera mejor y se sintió aliviada cuando notó que poco a poco se recuperaba. Entornó los ojos y se levantó de golpe, mirando con gesto desafiante a Beltis y a Tauro.

 

¿Qué demonios le estábais haciendo, eh? ¿Ahora matamos a la familia? Porque os recuerdo que es vuestra familia, aunque sea por lazo político —les preguntó alzando ligeramente la voz. Ahora sí dirigió la mirada hacia la cuarta persona, y enseguida sus sospechas se confirmaron: Fengari había encontrado a su familia, posiblemente sin saberlo—. ¿Y tú? ¿Tampoco pensabas ayudarle? —inquirió con dureza. Tuvo que morderse la lengua para no gritarle allí mismo que si esa era su reacción al ver cómo su padre moría ante sus ojos pero claro... aquello era mucho confesar de golpe, y no era el momento idóneo. Posiblemente ni sabía que ella era su madre. O eso quería creer. Así que simplemente se giró para ayudar al Triviani a ponerse en pie—. ¿Te encuentras bien? Puedo darte alguna poción si lo necesitas, siempre llevo algunas en el bolso —le dijo, no sin antes volver a fulminar con la mirada a las presentes.

 

 

@@Tauro M. @@Beltis @ @@Jeremy Triviani

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Publicado (editado)

Para nosotros, -y a veces me costaba decir "nosotros" pues no pertenecía del todo a una raza, era un chiste de la naturaleza, inconclusa, incompleta- siempre fue más fácil guiarnos por la nariz que por los ojos, aunque nuestra visión era perfecta, nuestro olfato nos señalaba donde estaban los vivos, el miedo, el corazón latiendo, la sangre recorriendo sus torrentes, la muerte. Observé al mago yaciendo en el suelo, pude captar sus latidos aminorando y cómo su sangre se contaminaba con aquella sustancia metálica mágica, podía olerlo, su final estaba cerca. Sin embargo, aunque estaba segura que no debía sentir nada por aquel hombre, existía una extraña sensación en mi pecho que empezaba a conmoverme desde adentro.

 

De pronto, la puerta se azotó dando paso a una bruja cuyo rostro no tardó en palidecer al observar la situación, sin perder tiempo se acercó al brujo y lo auxilió. "Llegaste" pensé mordiendo mis labios desde adentro. Entonces empezó a encarar a su madre y hermana con tanta fuerza en su mirada que el aire parecía azufre. La ferocidad con la que Anne se resolvía para curar a Jeremy me hirió de tal forma que mis ojos empezaron a arder, y me pregunté por qué no podía siquiera aquella osada bruja decirme la verdad sobre mi origen. Sentí enojo al ver que luchaba contra todo por lo que quería, y nunca ni un solo dedo por mí. Así que lo odié, odié a eso que ella amaba.

 

--No tengo que ayudarlo. ¿O sí?-- pregunté poniendo más acento en "tengo" , porque en mi mente empezaba a formularse una extraña idea sobre ese extraño sentimiento absurdo que empezaba a provocarme el brujo. Pero no me atrevía siquiera a considerarlo.

 

Pero entonces, en ese momento exacto, cuando desplace las ideas para centrarme en su mirada, lo supe, aquella mirada que antes no guardaba mayor relevancia , ahora me miraba diferente, había desconfianza, mentira, miedo "ella sabe quién soy, quién realmente soy. Su hija". Apreté los puños y prensé las uñas en las palmas para que el dolor físico distrajera el dolor en el pecho que sentía. Estaba harta de todo, de los secretos, del cambio radical que había tomado el trato con Anne desde que supe que era mi madre, y de seguro desde que ella descubrió que yo también lo sabía o que me estaba acercando a saberlo, ahora todo tenía sentido. Así que sostuve su mirada, nunca más fuerte que en ese momento, y aunque ella estaba concentrada en el mago, lo grité, con voz que exigía, con dolor en el pecho, con rabia en mis ojos.

 

--¿Cuándo ibas a decirme que eres mi madre? ¡¿Y por qué me abandonaste?!

Editado por Fengari Naberrie Black

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