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Libro de la Sangre


Khufu
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Entre las dunas del desierto líbico, cerca de la civilización egipcia, se encontraba el guerrero Uzza de pie mirando hacia las grandes pirámides que habían sido construidas hace varios cientos de años. El sol golpeaba su espalda que tenía varias marcas de cicatrices hechas a lo largo de su vida, marcas que se habían forjado durante varias batallas de entrenamiento mientras se formaba como guerrero Uzza.

 

Acababa de llegar a aquel sitio, un lugar alejado de la civilización, cerca de una fuente de agua, el lugar perfecto para un retiro espiritual entre él y su alma. Comenzaba a cerrar los ojos para centrarse en la purificación de su alma antes de entrenar, cuando le notificaron que debía dar la clase del libro de la sangre, libro y poderes que más le gustaban, por lo que aceptó impartirla al tiempo que pidió que sus alumnos se acercarán lo más que pudiera a donde él se encontraba.

 

Cuando los alumnos llegaron ante su presencia, el guerrero Uzza les indicó que se sentarán frente a él. En ese momento, Kufhu también tomó asiento por que la edad que aparentaba comenzaba a cobrarle factura aún así, era un hombre ágil para la edad que realmente tenía.

 

–Jóvenes, ¿qué es lo primero que desean aprender del libro de la sangre? – los miró con cautela, como si tratará de averiguar que era lo que pensaban los jóvenes.

 

 

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Un nuevo día, una nueva aventura, había salido bien librado de su prueba del libro de la fortaleza, y eso le había otorgado ciertos poderes que de alguna manera le habían ayudado recientemente en sus nuevas aventuras, pero ahora se encontraba ante un nuevo reto, ya antes había experimentado con esa técnica, pero los resultados siempre habían sido bastantes dañinos a decir verdad de no haber Sido por su maldición el desde hace años hubiera muerto...

 

--Egipto... Hacia tiempo que no entraba aqui--

 

Se decía a si mismo el mago mientras caminaba por las dunas, lo lógico hubiera Sido agarrar un camello, pero el mago odiaba tener entre sus piernas algo con vida pero mucho menos inteligente que el, cosa que suspirando siguió su camino hasta que noto que se había alejado de la civilización más próxima, la sed comenzaba a mermar su fortaleza física, cosa que suspirando un poco el mago miro a lo lejos lo que parecía ser un oasis y comenzando a acercarse a la toma de agua sumergió su cabeza en la misma tragando toda la cantidad de agua que pudiera, ya luego se preocuparía por los efectos secundarios...

 

-Glup...Glup .. Glup--

 

Fue entonces que sacando la cabeza de golpe para tomar aire, el mago miro a su alrededor, ya había sentido antes esa sensación y sus sospechas se confirmaron cuando vio a ese tipo encima de la duna dónde se encontraba y sacudiendo la cabeza el mago se reincorporo comenzando su camino hacia el...

 

--ese de ahí debe ser mi maestro... Las cicatrices lo delatan--

 

Se decía a si mismo el mago mientras se acercaba hacia el guerrero uzza el cual apenas llegaba le estaba haciendo la primera pregunta la cual era fácil...

 

--Me gustaría aprender a utilizar esa magia sin que cobre mi vida cada vez que la use--

 

Decía mientras le enseñaba sus cicatrices tanto de brazos como de cuello, esa magia era la única que le dejaba esa evidencia de su uso...

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Los poderes del libro de la sangre eran de esos que si no estabas dispuesto a dar parte de tu vida por ellos, no merecías aprenderlo. Y todo indicaba que los magos ingleses esperaban tener toda esa magia sin siquiera hacer un sacrificio a cambio. Kufhu lo observo con minuciosidad, el mago parecía tener todas sus extremidades, un tanto llenas de cicatrices pero no le hacía falta ninguna, de la misma forma que lo miraba, comprobó que tenía todos sus sentidos intactos por lo que aquella mueca en su rostro al darle la bienvenida se le borró del rostro.

Si no eres capaz de aceptar que todas aquellas marcas te van a formar como un guerrero, ¿qué haces aquí?

Al finalizar aquella pregunta y al ver que su alumno no tomaba asiento, el se levantó y se quedó mirando en dirección de la esfinge. Estaba en silencio pensando en aquella civilización de esclavos que, según relatos y libros de muggles, habían construido las pirámides y la esfinge. Pero tanta belleza, tanta exactitud y tan poco desgaste al recorrer de los años, no era propio de una civilización sin magia, por lo que estaba seguro que aquel sitio tendría vestigios de magia que deseaba encontrar.

Empezó a caminar rumbo a la esfinge sin llamar a su alumno y sin esperar a que este lo siguiera, como quien se olvidaba de que debía dar una clase, para alcanzar una meta personal. Ya varios metros más adelante se detuvo para volver a dirigirse al Londinense.

¿Leíste el libro? –le preguntó y sin esperar respuesta volvió a hablar. –Dentro de los poderes del libro de la sangre, existen dos poderes que no te cobrarían la vida, pero tampoco podrías dañar a tu rival, si eso es lo que deseas.

En ese momento recordó que le habían notificado que tendría 3 alumnos y sólo estaba uno ahí presente. Por lo que no podía seguir caminando hasta que estuvieran todos para ver como iba a seguir avanzando la clase.

Para usar la Marca de sangre en una persona, con sólo tocar algún objeto o prenda que pertenezca a esa persona o bien tocar a la misma persona mientras pronuncias Obedire. Aquella marca hará que el mago o la bruja le obedezca por muy corto tiempo, eso sí, nunca va a dañarse a si mismo.

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El mago escucho todo lo que decía su maestro y suspirando por un momento mientras se acercaba a su maestro y sencillamente se quitó su chaleco seguido de su camisa manga larga de la tela más corriente que existía enseñando así el torso de su cuerpo el cual si bien estaba formado, era tenebrosamente adornado por diversas cicatrices, como cortes y varias apuñaladas en el corazón y vientre

 

--pido una disculpa, la deshidratación no me dejó expresarme correcta quise decir quisiera usar esa magia sin que intente cobrar mi vida cada vez que la uso, yo tengo una maldición--

 

Decía el mago cuando se volvía a colocar de nueva cuenta su camisa y colocándose al lado de su maestro miro de igual manera aquella esfinge a decir verdad era más pequeña de lo que recordaba y mirando de nueva cuenta continúo...

 

--eso es lo que en verdad quiero aprender como romper está maldición... Ya me cansé de vivir... Aproposito si tenía duda, soy canadiense, yo si me baño--

 

Dicho eso soltó una risa algo sonora por un instante mientras miraba a su alrededor en la lechuza que había recibido iba a estar con una vieja conocida pero al parecer está no había llegado cosa que sacando unos binoculares de su bolsillo miro a su alrededor en su búsqueda...

 

--Usted cree que se perdieron?--

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La platinada bruja se acercó al grupo con rapidez y mientras lo hacía consideraba lo estimulante que sería ahondar en los conocimientos del libro de la sangre. Quería saberlo todo, sus hechizos, sus secretos y las formas de evitarlos. Aunque se veía como una seria, misteriosa e imponente hechicera, padecía de un mal ordinario "la impuntualidad". Se había quedado dormida horas atrás, y cuando despertó, la notificación sobre su clase estaba levitando frente a su rostro, la arrancó del aire y con la costosa chaqueta de piel de color palo rosa, se teletransportó al lugar pactado, Egipto.

 

La larga cabellera de la bruja ondeaba sobre su espalda, de un color similar a la luna, sobre su pálida piel y sus enormes ojos verdes claros, como el fondo de un suave río. La hechicera una mujer de unos veintitantos años, mitad vampira y mitad veela, de gran poder físico aunque de apariencia elegante y frágil. A su paso, descubrió a dos magos reunidos cerca de una fuente de agua, arena en sus pies y el aire tratando de refrescar la calurosa temperatura de Egipto; sus atentos ojos se dirigen al mago que la acompañaría en la clase, "Tú de nuevo" pensó dibujando una pequeña sonrisa al reconocer a su viejo compañero.

 

--Sean -- Fengari se sentó cerca de él, después de hacer una reverencia rápida al que sería su maestro, un uzza de avanzada edad --la daga de sacrificio siempre es un misterio-- le confesó al Holmes con voz baja, sin quitar sus ojos del uzza.

 

--he escuchado que los encantamientos de la daga de sangre son muy fuertes, manipuladores, me gustaría saber ¿cómo evitarlos? -- dijo la hechicera poniendo atención al maestro, aquella duda fue la que más le preocupaba, pues quería evitar a como dé lugar ser hechizada con la marca de sangre.

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Ahí estaba, una vez más... no literalmente, pues nunca habia estado en aquella parte del desierto, más bien su segunda vez en el curso de aquella clase, se había decepcionado mucho de ella misma al percatarse del enorme REPROBADO que había aparecido junto a su nombre en la tabla de calificaciones de la anterior clase del libro. Un reprobado no la iba a desanimar, al contrario, después de ver el resultado habia mandado de nuevo la solicitud para cursar la siguiente clase que se llevara a cabo. La notificación con la aprobación a unirse a la clase había llegado algo a destiempo, por lo que ahora se encontraba retrasada.

 

La arena se revolvía a su alrededor, golpeando su nivea piel, obligandola a entrecerrar la mirada. Al mirar a su alrededor pudo ver una edificación antigua producto de la antigua civilización egipcia, no había nada más que eso, por lo que la lógica le decía que era ahí a donde se tenía que dirigir, en donde encontraría el grupo con el cual llevaría a cabo el conocimiento del libro de la sangre.

 

Se tardo unos cuantos minutos en darle alcance a la estructura, frente a este se encontraba reunido un reducido grupo de personas, a pesar de la distancia Nicole reconoció la plateada cabellera de su hermana Fen, que al igual que ella habia sido incapaz de aprobar el primer curso que habían tomado. La Crowley no perdió más el tiempo, se dirigió caminando apresuradamente hasta donde se encontraba el Uzza y sus compañeros.

 

-Lamento la demora.

 

Comento la bruja, colocándose junto a Fengari, dirigiendo un ligero asentimiento a modo de saludo al guerrero Uzza, preparándose para los conocimientos que debía reforzar.

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—¿Usted cree que se perdieron?

 

Había escuchado esa pregunta por parte de su alumno, pero no respondió, su mente estaba tratando de encontrar palabras simples para explicar el otro de los hechizos que eran parte del libro de la sangre, para que enseguida pudiera llevarlo a la práctica y llegara a usar la daga del sacrificio. Aparte de que consideraba que perderse en el desierto era algo propio de gente sin magia. Ellas, Fengari y Nicole tenían magia que las podía ayudar a orientarse hasta aquel lugar donde las estaría esperando. Despejo aquellos pensamientos de su mente para volverse a centrar en Holmes, el cual minutos antes le explicaba la terrible maldición que tenía sobre él.

 

Lamento escuchar aquello, pero usted ha venido hasta mi para aprender esta magia. Lamento decirle que no es una magia sencilla, pero si logra dominarla, podrá ser aún más fuerte que su maldición. —hizo una pausa en el momento en el que vio a otra figura llegar frente a él.

 

Al parecer una de las mujeres que había tenido el mes pasado no se había rendido y se encontraba de nuevo frente a él tratando de aprender sobre el libro de la sangre. Escucho lo que la vampireza le acababa de decir sobre la daga del sacrificio, pero aún era pronto, para llegar hasta aquel poder del libro, el mes anterior por creer que aquellas mujeres podían correr en lugar de caminar no habían logrado aprender algo notable de los poderes de la Sangre.

 

Con calma jovencita Evans. No tardaré mucho en llegar hasta responder sus dudas sobre la daga del sacrificio. Antes debo hablarles de un hechizo más, Como bien le venía diciendo a s compañero, el siguiente hechizo no produce heridas físicas en el contrario, a no ser que por una acción diferente se las produzca el mismo.

 

Mientras hablaba vio a su última alumna llegar a aquel lugar, por lo que continuo con su discurso para ver si algo de lo que decía se les quedaba grabado en sus mentes.

 

Maldición es un hechizo que se usa para que los poderes o actividades del rival salgan mal. En caso de una batalla, el próximo hechizo del contrario saldrá erróneo, siempre y cuando sea verbal, sin embargo, si lo usan en su vida diaria las actividades que realice la persona a la que le lanzaron la maldición realizara todo mal.

 

Comenzó a caminar para llevarlos al lugar donde se enfrentarían de manera individual al Guerrero Uzza que se encontraba de frente a ellos. Esperaba que con esos duelos lograrán vincularse con el libro de la sangre. La pirámide del Dios del Sol Ra, era el lugar donde llevarían a cabo la práctica de todos los poderes aprendidos en ese viaje, sólo esperaba que durante el trayecto a la gran prueba final ellos pudieran poner en práctica cada poder que les acababa de enseñar.

 

Ha llegado el momento de hablar sobre la daga del sacrificio y sus usos. ¿Será que la señorita Crowley me podría decir alguna característica de la daga del sacrificio? ¿Algo que recuerde?

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Había llegado en el momento justo, la clase había comenzado hacia unos momentos pero al parecer el guerrero había estado atendiendo dudas iniciales. En cuento la Crowley tomo un puesto entre el reducido grupo de alumnos, el Uzza comenzó su marcha, tal vez los llevaría a un mejor lugar para llevar a cabo el resto de la clase, justo como había hecho la última vez que ella habia tomado la clase, los tres alumnos siguieron al hombre que les daba la espalda en aquellos momentos.

 

Sin girarse a verlos, el guerrero realizo una pregunta, una dirigida específicamente a ella; la bruja hizo memoria, no habia pasado mucho desde que habia cursado aquel libro por lo que no le costo mucho recordar la información que se le solicitaba en aquellos momentos. aun así tuvo un poco de nerviosismo al responder, no quería reprobar, otra vez.

 

-La daga del sacrificio tiene tres usos: dañar, jurar y el menos usado, el de proteger. Para que esta funcione el mago debe mencionar "Immolo oppugnare" cuando se intenta agredir o "Immolo ad protegendum" cuando se quiere proteger a alguien, después se procede a realizar una herida con la daga sobre si mismo.

 

Si recordaba bien, aquello era lo necesario, esperaba estar en lo correcto. El recuerdo de la Daga del Sacrificio que había aparecido en su primer curso vino a su memoria, según recordaba, cada daga era diferente, dependiendo del mago que la invocaba y la de ella era muy bella, una daga de treinta centímetros de largo. La hoja era de doble filo con un surco en el centro. La empuñadura era de plata adornada con estrellas de todos tamaños, como si de una constelación se tratará, en el centro de cada estrella relucía un zafiro azul. Sin duda alguna, tendría que volver a invocarla era una de las enseñanzas principales de aquel libro.

 

El guerrero por fin se detuvo, girándose para ver a sus pupilos.

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