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Juliens
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Estaba allí a pasos de sus hermanos y sin embargo no pudo acudir a ellos, no era soberbia, altanería ni falta de humildad, sino inexperiencia, asombro y desequilibrio, si, si, porque era su primer encuentro con la diosa, cara a cara, o más bien que sus ojos físicos la recorrieron, ahora tenia algo sólido en su mente, esta feliz, se sentía tan agradecida y privilegiada y estaba tan inmersa en tantas novedades que no se dio cuenta que le habían notado, no hasta que @@Xell Vladimir Potter Black le tocó y la ayudo al incorporarse sin palabras.

 

--¡Gracias!-- pudo articular por fin, tocando la mano de la rubia sacerdotisa al levantarse, la energía que emanaba de ella era pura y poderosa, podía sentir la armonía entre lo físico y lo espiritual de aquel ser, comprendió entonces que nuevos conocimientos, sensaciones, habilidades y descubrimientos se manifestaban ante si, tenia tanto que aprender de la diosa y su paso en aquel momento específico, del legado y la misión que dejaba y de ellos, los sacerdotes, aunque ahora solo veía a tres.

 

--Era la diosa suprema ¿cierto?-- la miro a los ojos tan claros como los de su prima Cye, --¿Es... es la espada mágica fulgurante? ¿la de filo inquebrantable como la lealtad de su portador?-- pregunto entre incrédula y admirada, tenia tanta información que procesar y luego estaba el hecho de que se la hubieran encomendado a aquella sacerdotisa, debía ser muy especial y con gran conocimiento del clan y de la magia, también daba vueltas en su cabeza lo de la misión, si había entendido bien, debían volver a cierto lugar, osea Avalón, si era así, conocería por fin la mítica isla perdida entre brumas, era tanto... y tan maravillosas noticias que súbitamente abrazo a Xell como si la conociera de años, como si fueran grandes amigas, algo que podía llegar a suceder, pero por ahora, eran hermanas de sacerdocio y eso bastaba.

 

--Soy Ela Karoline Larsson... Lockhart, ya nos habíamos visto ¿cierto?-- no es que los nombres o apellidos importaran mucho en aquel momento y contexto, pero sentía que debía explicar de algún modo su conexión con Londres y también con el legado sacerdotal proveniente de los Lockhart, igual cada quien estaba allí por mérito propio, por elección y porque sentían el llamado de la madre naturaleza, de esa fuerza intrínseca que los empujaba a meditar, a perfeccionarse y a canalizar una energía que debían poner al servicio del mundo mágico a través del clan y de la Orden del Fénix.

 

--El... ¿esta herido?-- pregunto mirando hacia donde antes había estado tendido el mago, luego cobro valor y pregunto en voz alta --¿Todos estan bien?-- necesitaban estarlo para lo que seguía pues su intuición le gritaba que aquello solo era el comienzo de un camino que debían recorrer juntos y quedarse inmóviles con tanta energía circundante no era ni sabio ni práctico, no cuando había tanto en que ocuparse.

 

--Ahora ¿que hacemos? -- preguntaba justo cuando Sagitas les decía que se acercarán, que la espada era de todos y constituía la guía o el lazo con el poder interior de cada uno. Camino hacia la pelivioleta sin soltar a Xell, le gustaba tenerla cerca, --¿Elemento natural que dominamos?-- repitió como boba, aunque más como pregunta, mientras que fruncia el entrecejo y sus orbes esmeralda iban del rostro de Sagitas al de Xell, al de Dick y finalmente volvían al de la portadora de la espada.

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Estaba al lado de la mujer pelirroja pero sentía muy bien lo que decían Sagitas y el primo Dick. Se me escapó una sonrisita cuando ella dejó pasar el comentario de la espalda falsa. Tenía razón, la misma Diosa había dicho, junto a los otros seres de esencia pura que le acompañaban, que las reliquias eran única y que no se podían copiar, así que era fácil distinguir la auténtica de la que que podría estar en otro lugar. La tía tenía razón, ¿para qué preocuparse por esa falsificación? Era la prueba que nos mandaba la Diosa, estaba segura, para ver si perdíamos el tiempo en temas dispersos en vez de seguir el camino correcto.

 

Sonreí a la chica que aceptó mi ayuda. Aunque ya la conocía, al establecer aquel contacto entre nuestras manos, sentí una absorción de energía positiva que aumentó mi sonrisa. Fue un re-conocerla a nivel más interior, comprobando que era una sacerdotisa, una más del clan. Eso no lo había vislumbrado en nuestro leve encuentro en la tienda de Varitas.

 

- Era ella - contesté de forma amable aunque aquellos nombres me sorprendieron. Siempre había conocido la espada como Excalibur, nunca pensé que tuviera otros nombres. Por ello, a sus siguientes preguntas no le respondí de forma verbal sino con un leve asentimiento de cabeza, doble pues fueron dos las preguntas. - Hola, Karoline. Soy Xell Vladimir, nos conocimos en la tienda de varitas de Violeta... Ya sabes...

 

Señalé a la tía Sagitas y a su pelo violeta, no recordaba el nombre largo de la tienda.

 

- El primo no está herido. Se llama Dick

 

Avancé con ella hacia la tía Sagitas y contemplé con entusiasmo la espada que sostenía de forma horizontal. ¿La había llamado "la de filo inquebrantable como la lealtad de su portador"? Esa era le mejor definición que se podía hacer de la tía Sagis: fiel hasta el final, fiel y leal hasta la Muerte. Rocé con miedo la punta de la espada.

 

- ¿Pu...? ¿Puedo...? - tenía que soltar a Karoline para hacerlo y le miré a los ojos, por si quería que la cogiéramos juntas. Desde la gema del dedo con el que rozaba Excalibur, sentía un agradable cosquilleo.

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Madeleine levanta la varita mágica con firmeza, imponiéndose ante la brisa nocturna. La agita y conjura el encantamiento con una fuerte exclamación, con la emoción de antaño. A la mitad del cielo nocturno, una pequeña fisura luminosa aparece; ésta se expande hasta crear un portal circular con el tamaño suficiente como para que las criaturas mágicas puedan pasar por él. Una sonrisa de exaltación se le escapa. Es lindo tener una vida normal, donde la mayor preocupación del día es elegir en qué restaurante asiático comerá... pero no hay nada como aquello: las misiones, las aventuras, el misterio. Sabe que pone su vida y su integridad en riesgo, pero ¿no es justamente eso lo emocionante, lo adictivo? Empujar los límites de su fragilidad humana, probar su suerte. Sin embargo, hay algo más.

 

Ella volando sobre el hipogrifo y Kaori cabalgando en el thestral, atraviesan el portal. Al otro lado, una ligera capa de nieve cubre una amplia llanura y los colores del atardecer tiñen el cielo de colores cálidos. En tan sólo unos momentos, están más de un continente de distancia de Inglaterra. Madeleine es consciente de que Kaori, aunque tiene un buen presentimiento, probablemente no sepa con exactitud qué es la Fortaleza Errante ni dónde es, pero parece confiar en ella pues no la cuestiona. Le agrada eso, y es por eso que comienza a hablar. Aminora ligeramente la velocidad y se ubica junto a Kaori.

 

—Estamos en Alaska —le explica Madeleine, alzando la voz para hacerse oír por encima del ruido del viento en sus oídos—. La Fortaleza está en aquella dirección —levanta el brazo hacia un frondoso bosque, cerca de la orilla del lago.

 

Hay algo más, lo sabe. «Busquen en su mente, encuentren la magia que compartimos con ustedes». Para Madeleine, aquella frase significa buscar la Fortaleza Errante; significa cumplir con el deber que siente que tiene como Oscuro, con su clan, con su magia. Pero... siente algo más. Algo diferente. La razón le dice que sólo se trata de la adrenalina recorriendo su cuerpo, la emoción que la altera. Es lógico y es razonable, no puede tratarse de nada más. No puede tratarse de eso que quiere que sea... Aunque...

 

—A partir de este punto, será mejor que vayamos a pie —dice, al bajarse del hipogrifo en el sendero que conduce al interior del bosque.

 

A medida que se adentran en el bosque, las luces de la tarde comienzan a menguar y el frío aumenta. Madeleine se frota los brazos, por encima de su chaqueta, lamentando no haberle advertido a Kaori acerca del frío. Le gustaría poder controlarlo, como antes; soportarlo, manejarlo, hacerlo aparecer y desaparecer a su voluntad. Cuánto le gustaría volver a sentir aquel poder recorrer sus brazos y su pecho. No es una obsesión por el poder, sin embargo, sino por la conexión que sentía con la Magia de la Oscuridad, con la Orden Oscura. Aunque su lealtad siempre ha sido principalmente con la Orden del Fénix, es consciente del rol que cumplían los Oscuros en el bando y cree que, en aquellos tiempos, hacen falta miembros así: sin temor de ensuciarse las manos, con pocos límites y aún así una gran lealtad hacia la buena causa.

 

Cuando llegan al punto en el que se ha parado Madeleine muchas veces, la aurora boreal ha aparecido en el cielo. Aquello no había pasado antes. «Espero que sea una buena señal».

 

—Bueno, creo que tendremos que...

 

Pero su voz se ahoga, cuando siente un ligero temblor debajo de sus pies. Poco a poco, un altar de piedra negra crece desde suelo, con un extremo que irradia destellos plateados y azulados. Por inercia, separa los labios pero es incapaz de hablar. No porque no pueda, sino porque cree que es el momento de la verdad. Levanta la mirada hacia Kaori, la observa con intensidad, como si pretendiera aplicar lo poco que aprendió durante su breve visita a Rosalia Pereira.

 

—Sabes la palabra, ¿verdad? —musita— ¡Dilo! ¡Anda! ¡Dilo! —sin ser apenas consciente de ello, ha levantado la voz. Y entonces, puede sentirlo. Algo familiar, aunque nuevo, quizás por una especie de limitación en el alcance del poder. No siente energías externas, sino internas: puede percibir la suya propia... y entonces, lo sabe. Puede manejarla.

 

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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Al parecer todos estaban bien... una nueva chica se nos habia unido en esta travesia... lo normal era acercarse y socializar, pero lo correcto era que el mago se quedara ahi... a medida que avanzaba el dia la humedad del bosque crecia, fue entonces que el mago noto que su trapito para el sudor ya no era suficiente, por lo que suspirando se quito su saco quedando unicamente con su camisa y un chaleco, por lo que comenzando a undar sobre sus bolsillos, solo saco algunas cosas escenciales...

 

--ok, entonces sabemos que hacer y adonde ir... pero conocemos el como llegar? no tengo muy seguro donde puede estar el lago... las leyendas la ubican en territorio romano en Bretaña, la Galia y el noroeste de Iberia... acepto sugerencias...--

 

Decia el mago mientras recogiendo sus mangas pudo ver de nueva cuenta la marca de caín... se sentia caliente, como si este tipo de energias limpias, afectaran la magia que traia consigo esa maldición... tal vez por eso los tatuajes que obtuvo en el momento que vio a la diosa tambien se notaban caliente... por lo que tomando asiento sencillamente miro a las 3 chicas y guardando silencio puso atención en como su prima y aquel angel de fuego tocaban la espada... es como si ella reaccionara ante su tocar... tenia la sensación de algo grande sucederia...

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Camina siguiendo aquella ruta que él mismo marcó. Camina por algunos minutos hasta que deja de hacerlo. Vera va justo detrás de él, son quienes más avanzados están en el camino hacia el Templo Paladín. Pero caminar es demasiado lento, lo decide en el momento en que las grietas en el suelo terminan, en cuanto ya no sabe hacia dónde es que debe ir.

 

Se detiene a esperar la forma en que Vera marque la nueva ruta usando el poder de las tormentas. Aunque en ese momento siente que está lleno de energía y de magia, esta está enfocada en una situación completamente distinta al de mantener hechizos mundanos. Durante la noche ha tenido que detenerse varias veces para disimular sus ojos totalmente blancos. Pero aquel brillo en la mirada de Vera le recuerda la época en que no se ocultaba, en que sus peculiares ojos no podían ponerlo en peligro, exhibirlo. Deja de ocultarlos.

 

Cuando comenzó a caminar hizo desaparecer el corpus patronus que él usaba, así que nuevamente invoca un corpus patronus. En esta ocasión son dos Thunderbirds los que se muestran en escena. Es la criatura indicada, es aquella que los guiará hacia la guardia de los Paladines, hacia aquella que espera se convierta en su guardia.

 

Se monta en uno de los Thunderbirds y levanta el vuelo hacia aquella montaña en dónde la luz de Vera parece perderse. Aún continúa por algunos kilómetros más. Para el vuelo cuando aquella marca desaparecer. El camino termina y nadie más lo ha convocado. Se detiene a pensar ¿Cómo seguir? Piensa mirando a la nada, al infinito. Entonces una imagen de él mismo teniendo una pelea cuerpo a cuerpo viene a su cabeza. Una pelea bastante peculiar. Tiene una especie de bastón que parece dominar a la perfección incluso estando con los ojos vendados.

 

Algo hace clic, quizá esa es al respuesta. Rasga la manga de la túnica y se tapa los ojos. Y aunque no es capaz de ver nada si que escucha y siente mucho más que cuando tiene los ojos abiertos. Escucha a los lejos los rayos caer aunque no logre verlos.

 

Mjölnir deja de estar en la mano de alguno de ellos, continúa su camino. Es él quien, mucho más lejos, marca el camino hacia Hogwarts. Para las personas que estudiaron en aquel colegio mágico el camino ya comenzará a verse familiar; para Hobb, que lleva unos pocos años viviendo en Gran Bretaña, aquellas montañas y paisaje le es totalmente desconocido.

 

@@Mackenzie Malfoy

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¡Impresionante! ¡Estaba volando en un Ave de Trueno! Vera ni siquiera podía imaginar que aquella criatura legendaria habitara en Gran Bretaña. ¿O quizás al Corpus Patronus conjurado por Hobbamock no le importaba la procedencia de aquellas criaturas que invocaba? Tendría que preguntárselo más tarde a Mackenzie. Ella le había instruido en muchas cosas, incluidos muchos hechizos, pero tampoco podía enseñarle todo. Vera se había tenido que esforzar por su cuenta y algunas de las nuevas cosas que había aprendido necesitaban práctica. Por cierto, ¿dónde se había metido Mackenzie? Le había asegurado que ella también estaría allí en aquella misión y, sin embargo, no la veía por ninguna parte.

 

Vera seguía a Hobbamock entre tierras y paisajes que le eran totalmente desconocidos. Mjölnir parecía ahora estar marcando el camino por sí solo. Resultaba extraño, pero la joven bruja ya se había acostumbrado a las sorpresas durante aquella misión. Tras pasar por un pintoresco pueblecito en el que Vera pudo leer el nombre de Hogsmeade en el cartel de bienvenida, se adentraron en un enorme bosque, a través del cual, por encima de las copas de los árboles que sobrevolaban, se podía ver un inmenso castillo. Los Thunderbird, sin embargo, se apartaron de la ruta que llevaba al castillo y se adentraron, más y más, en el enorme bosque que lo rodeaba.

 

De pronto, la fuerza de una poderosa tormenta los rodeó y los enormes picos de los Thunderbirds, exhalaron truenos. Cuanto más potente era la tormenta conjurada por las Aves de Trueno, más viva y exultante se sentía la bruja. Era como si su cuerpo estuviera absorbiendo la fuerza de la tormenta. Incluso, aunque no podía verse a si misma, tuvo la sensación de que las cicatrices de sus ojos se regeneraban por un momento, quizás no del todo, pero los notaba más sanos, más normales. Notó, a su vez, que su piel adquiría un tinte blanco azulado y tuvo la certeza de que en aquel momento su piel era como una armadura. Fortress susurró una voz en su mente y Vera supo al instante, por puro instinto, que aquello era un encantamiento propio de los Paladines.

 

Y, de pronto, las Aves de Trueno comenzaron a volar en círculos alrededor del ojo de una enorme tormenta en lo más profundo del bosque que rodeaba al imponente castillo. Pero lo que más extraño le resultó a Vera fue ver que, abajo, en el centro mismo de la tormenta, una bruja de cabellos cobrizos que conocía bien, se movía con desenvoltura entre los truenos y relámpagos, haciendo girar un bastón corto de metal. ¿Mackenzie? ¿Qué hacía allí? ¿Cómo había llegado?

 

—¡Vamos! ¡Bajad de una vez! —Gritó la bruja desde abajo.

 

—¿Cómo llegaste aquí? —Inquirió Vera.

 

—Pensaba que me habíais visto seguiros —Mackenzie guiñó un ojo. —¿Quién creéis que lanzó a Mjölnir hasta el Bosque Prohibido de Hogwarts?

 

—¡¿Hogwarts?! ¿En serio estamos en Hogwarts?

 

—Bueno, en el Bosque Prohibido, más bien. —Repuso Mackenzie. —No sabía que el Templo Paladín estaba aquí, pero desde luego conozco bien este sitio y estamos en lo más profundo del Bosque Prohibido. Por cierto —añadió—hola, Hobbamock. Un gusto que me encontréis al fin, por aquí anda un grupo de centauros rondando y no parecen estar de muy buen humor. Creo que deberíamos usar este arma —señaló el bastón corto que tenía en la mano. —Una voz en mi cabeza me ha dicho que se llama Tambō y que es capaz de controlar campos magnéticos. Sospecho que las Aves de Trueno nos han traído hasta aquí por algo y el campo magnético de este lugar ahora mismo es muy fuerte. No me extrañaría nada que estuviéramos ante una entrada secreta con algún encantamiento basado en el magnetismo.

 

 

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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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El peso de la espada se incrementaba por momentos. Era algo que, al principio, no noté o, si lo hice, no le di más importancia. Estaba acostumbrada al peso de la misma pues alguna vez la había venerado en la mansión, cuando nadie me veía, cuando realmente mis pensamientos se hacían truculentos y vacilaba, entre un pie u otro... La buscaba y la sopesaba, sintiendo de nuevo la energía necesaria para volver a mi camino.

 

Pero ahora el peso crecía y lo noté cuando sentí el tirón en el codo, quejándose de aquel exceso. Mi sorpresa fue grande, tanto que casi me pierdo las nominaciones que la chica pelirroja le daba. De la sorpresa pasé al escrutinio de los árboles que nos rodeaban y de ahí a despertar todos los sentidos. El ruido sigiloso de pisadas, el olor acre del viento, signos externos de que algo o alguien se acercaba.

 

-- Sí, es la espada fulgurante, la de filo inquebrantable, la portadora de los elementos -- dije, en voz muy baja. -- Y es muy codiciada por... indeseables.

 

¿Recordaba los hechizos? Teníamos muchos pero, en aquel momento, sólo quería dejar caer la espada y escapar de allá, salir de aquel aire viciado que se acercaba.

 

-- Hermanos... Creo que vamos a tener que buscar Avalon. Aquí no estamos seguros. La espada no está segura... -- ¿Por qué habría sacada la espada del hogar que la protegía? Aquí podríamos perderla. -- Nunca... La defenderemos. No hay que buscar el lugar mítico que dicen las leyendas, Dick. Hay que buscar nuestra isla. Allá es donde encontraremos el lago, la morada del Clan.

 

Supongo que nadie entendería qué había querido decir, o tal vez sí... Éramos sacerdotes y sacerdotisas, llegaríamos a Avalon y devolveríamos la espada a la Diosa. Apreté con fuerza la mandíbula y miré a mis compañeros de destino. Sin ellos, no llegaría. Éramos uno, éramos el Clan y juntos teníamos que hacerlo.

 

-- Tocarla, todos... Venir, juntos... Es...

 

Lo sentí. Las plantas me lo dijeron. Aún iba descalza, aún sentía el poder de la naturaleza en mis pies. Lo sentí, como avanzaba aquella maldición que quería quitarnos la espada. Las raíces temblaron como si un terremoto se extendiera entre ellas; los tallos se movieron unos contra otros, transmitiendo la información de que llegaba, las hojas se estiraban y crecían para tocara las siguientes. Como si alguien hubiera invocado el antiquísimo hechizo Floresta, uno que me habían enseñado en Avalon, lianas de vegetación se retorcieron y empezaron a rodearnos, protegiéndonos. ¿Había sido alguno de nosotros? ¿Habría sido la Madre Tierra? No sería suficiente.

 

-- Tierra, Agua, Aire, Fuego... Los cuatro elementos naturales que todo Sumo Sacerdote domina, todos tenemos uno predominante. El Mío es éste: la Tierra y las plantas que crecen en ella. Tierra, Agua, Aire, Fuego... Usar lo que podáis o no llegaremos a Avalon. Sólo somos cuatro...

 

No. Éramos más de cuatro. Éramos el Clan de los Sacerdotes y Sacerdotisas de Avalon, el Ejército de la Madre Naturaleza. Extendí la mano en un gesto instintivo de parar algo.

 

La Maldición llegaba. ¿Quién la había lanzado? Ellos, los enemigos de los sacerdotes, los que odian a la Naturaleza y su poder o, mejor dicho, los que quieren utilizarlo muy lejos de la Luz y Pureza que nos obligaba nuestro Clan. Eran... Ellos.

 

-- Beltane -- susurré, con la mirada fija en aquel punto y el corazón firme. Curiosamente, la invocación salió de mis labio casi como si alguien me la dictara.

 

Debiera haberme sorprendido. Como había dicho, yo era Tierra, plantas, raíces firmes, flores olorosas, pero también fertilidad y crecimiento... Mi elemento natural era el sólido elemento. ¿Cómo surgía de mis manos aquel buen fuego que sirvió de escudo al grupo contra aquella maldición mágica que pretendía matarnos? La espada seguía pesando en mi brazo pero, curiosamente, ahora era más liviana, como si todos compartiéramos el peso al estar juntos, unidos contra el enemigo del Clan.

 

Y fue entonces cuando lo supe. Era Excalibur quien nos guiaba, quien nos avisaba, quien se sentía viva en nuestras manos, quien deseaba volver a casa. Ella nos abriría la puerta para llegar a Avalon, si le demostrábamos que lo merecíamos. Y, con una sonrisa creciente, seguí con la mano extendida hacia el enemigo, sintiendo como la energía crecía muy dentro.

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Rozar el filo de la espada fue una experiencia electrizante, retiré el dedo y me quedé con la sensación de querer más. El primo Dick hablaba sobre dónde estaría el lago donde lanzar la espada.

 

- ¿En España? No creo... ¿Cómo era llegar a Avalon?

 

Recordaba la prueba para demostrar que fui digna a entrar en ella, con el Guardián de Hojarasca; sin embargo, no recordaba cçomo llegué a estar frente a la Isla.

 

- ¿El lago...no estaba dentro de Avalon? Allá había uno... Creo recordar...

 

Avalon quedaba muy lejano para mí, en mis recuerdos... Noté que Dick contemplaba cómo tocábamos Excalibur y le animé a acercarse, para que la tocara con nosotras.

 

- Ven, ven...

 

Me sentía muy feliz, toda llena de energía, era como si pudiera pasar cualquier cosa. En aquel mometno, no recordaba que nos habían citado para devolver la espada: más bien, pensé que podría pasarme horas y hora tocándola yo y sólo yo. Estuve tentada a cogerla del codo de la tía, donde tenía la empuñadura, alejarles y sentarme, o apoyarme en un árbol, toda mía.

 

Sí, no puedo negarlo, estuvo a punto de ceder a aquel deseo inexcusable y lo hubiera hecho pero la voz de Sagis rompió aquella ensoñación, repitiendo los nombres que había usado Karoline.

 

- ¿Indeseable? - así no se podía llamar, hasta que caí que la tía se había puesto muy seria. Todo rastro de alegría desapareció con sus palabras. Había que defender la espada. - Incluso de mí misma.

 

Sí, fue algo tal vez insólito pero fue una reflexión en voz alta que liberó un poco el peso de mi alma por lo que podría haber llegado a hacer. Haber dominado aquel breve arrebato de egoísmo, me hizo sentirme mejor. Aunque no mucho, La tía enumeró los 4 elementos que el Clan dominaba. Recordé cual era el mío, hasta ahora no había pensado en eso, desde hacía mucho tiempo.

 

- El Aire. Me gusta mucho bailar, danzar sobre la punta de mis pies, aletear... Mi animal de Animagia es una golondrina con la que surcar el cielo, sentir el aire entre mis alas...

 

Las palabras de la tía era cada vez más apremiantes. Había que hacer algo, había que protegerla espada, éramos el Clan de los Sacerdotes, lo conseguiríamos. La vi que extendía la mano y que paraba algo. Sin saber qué decía, entendí el nombre del hechizo y sus consecuencias como si algo me lo dijera. Era como si siempre lo hubiera sabido. Sin dejar el sitio donde las plantas invocadas por la tía Sagitas nos rodeaban y nos protegían (eso supuse pues ella dijo que dominaba la tierra y las plantas), empecé a moverme, al princpio tímidamente, después con más dominio, bailando al sol de la música que el aire me traía: los acordes de una cigarra, el rítmico aleteo de una libélula, el pizzcicato de las hojas de los árboles al ser pisadas por cienpiés... Todo lo que me rodeaba era música con la que danzar y cada movimiento generaba una ola de aire que también nos rodeó, para añadir protección a la de las plantas, como un remolino cíclico que nos mantenía en su interior.

 

Entonces los vi, a los atacantes. Apunto de sentir miedo, una fuerza interior me hizo pronunciar un antiquísimo hechizo que juraría que no sabía, ¿cómo podía saberlo? Pero mis labios se movieron solos:

 

- Lanza de Assal - dije, alto, mientras mis manos, juntas, se separaron en un raudo movimiento que generó un movimiento de aire inesperado.

 

Me las quedé mirando, atónita, pues pensaba que ocurriría algo pero... Sí, ocurrió, sólo que no fue en la zona de mis manos. Uno de los enemigos cayó al suelo, con una lanza mágica que había surgido de mi voz y del movimiento que había hecho. No debía estar orgullosa, matar no es algo de lo que estarlo. Pero sonreí, aquel era un verdadero enemigo de la Luz, así que lo lamentaba sólo un poquito.

 

- ¡Ya sé, si juntamos nuestros elementos, seguro que Excalibur nos enseña dónde está Avalon! - ¿Se me había ocurrido a mí solita o alguien me lo había dicho par que lo repitiera en voz alta? Era como si... como.. .Como si Excalibur hablara con nosotros y nos guiara.

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El mago miraba maravillado todo lo que sucedía... Como la naturaleza interactuaba con el movimiento de la espada... El poder que podía sentir emanando de ella era sencillamente maravilloso... Seductor... Pero aún así el tiempo corría... La advertencia de su tía sagitas se convirtió casi en una profecía al momento de ser realidad... Fue entonces que mirando como realizaba un bloqueo alrededor nuestro note rápidamente de varias sombras...

 

--Magos tenebrosos...--

 

Fue lo único que podía decir debido a que rápidamente llamo su atención el baile que su prima había realizado... Era sencillamente perfecto... Pero lo que sin duda la corono era la lanza que había hecho aparecer y atravesaba varios enemigos de un solo golpe... Y eso fue lo que le causó cierto rechazó... La sangre... Siempre tenía que haber sangre... Por lo que cerrando los ojos nuevamente escucho un murmullo... Sabía que algo no estaba bien... Las brujas en ningún momento habían soltado la espada... Hasta parecía que se peleaban sin saberlo por quién la tendria más tiempo... Fue entonces que habriendo nuevamente los ojos miro a su alrededor...

 

--Algo... Algo no está bien... Necesitamos alejarnos de esa espada...--

 

Fue entonces que sin decir nada más y usando toda su fuerza sujeto la espada por la hoja y se les quitó a las 3 chicas el poder que emanaba de ella era grandioso... Lleno de gloria... Lleno de poder... Entonces sencillamente clavo la espada en la tierra... El mago siempre tenía miedo del poder por lo que le había pasado a su familia real... Es por eso que nunca había estado en un duelo... El ni siquiera había llegado a disparar un arma o lanzar algún hechizó en contra de algún humano... Odiaba la violencia... El era calmado... Sereno... Su corazón era puro o al menos esos creía... Por lo que su mirada únicamente tuvo que pararse sobre @@Ela Karoline para sonreír levemente...

 

--Mi elemento es el agua... Calmado... Serenó hasta que decide despertar... Listo para proteger... Listo para quitar... Listo para darlo todo...--

 

Fue entonces que elago colocándose detrás de la espada alzo las manos en dirección de las chicas y aquellos magos tenebrosos... Cerrando los ojos comenzó a sentir un cosquilleo en sus brazos... Era algo nuevo para el... Pero enfrente de el las gotas del sereno o rocío comenzaban a frotar... El agua proveniente de los estanques que había alrededor comenzaron a reunirse también hasta formar una gran gota de agua y haciendo un movimiento de manos esa gigantesca gota... Se extendió como tortilla hasta cubrir todo el diámetro de las personas que ahí se encontraban...

 

--Protegere a mis seres queridos sin importar que...--

 

Decía en voz alta... El dolor que estaba comenzando a sentir era terrible... La marca de caín comenzaba a chocar con las energías puras proveniente de la sacerdotisa... Por lo que bajando los brazos todos en el área fueron bañados con el agua que acababa de formar... pero eso era únicamente el primer paso de la --Purificación espiritual--... Un hechizo que la misma espada le había susurrado hace un momento y es que cualquier cuerpo al entrar en contacto con el agua que el había manipulado todas las personas eran liberadas del control de las fuerzas obscuras... Las dudas... El miedo... La ansias de poder o el mismo control total de la obscuridad se estaba desprendiendo del cuerpo de todos los presentes...

 

--La espada ya fue purificada también... La puerta ah Avalon... Está abierta...--

 

Decía el mago claramente débil... señalando lo que parecía ser un portal que se habría en medio del árbol más grande y más viejo de ese sitio... fue entonces que Dick cayó de rodillas sosteniendose de la espada para no caer al piso... Pero lo que no se había dado cuenta eran de los efectos secundarios al usar ese hechizo... Debido a su marca de caín... Muchas de esas fuerzas obscuras eran absorbidas por el mismo alimentando así aún más la obscuridad que buscaba tomar el control de su puro corazón... Por lo que el mago intentando colocarse de pie consiguiendolo gracias al apoyo de la espada comenzó a caminar muy lentamente...

 

--Vamos... Avalon nos espera--

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Hubo un tiempo que me creía una buena sacerdotisa, en la que el poder de aquellas fuerzas que podía dominar sin darme cuenta me parecían tan maravillosas que vivía embelesada respetando a la Madre Naturaleza y sus dominios. Después crecí, seguí siendo buena y empecé a ser una sacerdotisa poderosa. Estaba al lado de grandes sacerdotisas y era un honor estar a su lado. Esa fue una época grande, en la que aprendí a servir a la Diosa con el orgullo de saberme fuerte, de seguir creciendo. Y volví a crecer, convirtiéndome en una Gran Sacerdotisa pero creo que ya no era buena. Creo que en algún momento, perdí aquella inocencia inicial, aquella belleza primeriza de ver la Bondad en todo y de apreciar lo que tenía.

 

En algún momento, en el Camino de la Vida, aprendí demasiadas cosas que me alejaron de la Diosa. Es el riesgo de saber demasiado, de vivir demasiadas cosas, de sufrir demasiadas experiencias.

 

Por eso, hoy, ahora, me sentí como si hubiera vuelto a ser aquella novicia primeriza pero con muchas ansias de aprender, de ser (de volver a ser, en realidad), de sentir, de elegir el camino correcto y de recordar que todos los miembros del clan éramos necesarios para reconocer lo que éramos. Por ello, ahora, agradecí a la Diosa tener a una tan buena sacerdotisa a nuestro lado, a Xell, a quien reconocí una magia intuida pero nunca revelada. Su elemento, el aire, la hacía etérea, volátil, elegante, pero sobre todo, poderosa. En pocas ocasiones había tenido la oportunidad de verla en la apoteosis de sus movimientos para mover el aire a su impulso. Aunque los sacerdotes y sacerdotisas dominamos todos los elementos, cuando usas el tuyo de nacimiento se nota la gracilidad del dominio innato. Xell era así en aquel momento, cuando creó su propio escudo de aire y nos protegió a los cuatro. Así. Poderosa, como había dicho.

 

Su hechizo, conocido-desconocido, utilizó una gran energía que yo hubiera dudado que la tuviera en el interior, antes de recordar de lo que es capaz de hacer un siervo de la Diosa Madre. Sonreí, aunque no tuve tiempo de felicitarla. No era el momento. Mi sobrino también actuaba.

 

-- Algo me dice que tienes razón, Xell. Juntemos los elementos y encontraremos juntos la forma de llegar a Avalon. ¿Pero qué haces?

 

Fue una sorpresa que Dick cogiera la espada con tanto ímpetu. En vez de enojo, hubo un instante de sorpresa y uno de aceptación. No sabía el motivo pero algo me decía que era lo correcto. Si algo había aprendido era que los caminos que llevaban hacia la Diosa eran tan numerosos como miembros del Clan, cada uno tenía su propia forma de alcanzarla. Así, acepté que su elemento era el Agua y comprendí que nos habíamos juntado miembros de cada uno de los elementos, Tierra, Aire, Agua, Fuego... Porque Karoline tenía el aspecto de quien tiene ese poder, si no me equivocaba.

 

Mantuve la protección todo lo que pude, junto con Xell, mientras Dick hacía lo que tenía que hacer, aunque el esfuerzo era grande, para todos. Sin embargo, su hechizo era debilitador y su poder, maravilloso.

 

-- ¡Lo has conseguido! ¡Eres muy bueno!

 

Aún había peligro pero... El portal abierto en un enorme árbol viejo. Casi empujé a Xell y le indiqué el camino. A través de él, como tras una burbuja de agua, la silueta conocida de la Isla de Avalon. Una opresión en el pecho me recordó que tenía mucho que hacer por el Clan, que tenía mucho que agradecer al Clan, que tenía mucho que proteger para que el Clan sobreviviera y creciera. El Clan...

 

-- Vamos, Karoline. ¡Vamos!

 

Extendí la mano y se la ofrecí, para no dejarla atrás. Los Hermanos se ayudan, nadie queda fuera. Todos iríamos a Avalon. Juntos. Como uno.

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