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~ Mansión Riddle ~


Anne Gaunt M.
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La jovencita se movió ante nosotros. Supe que nos escuchaba y eso no me gustaba. Estaba preparada para lo que fuera, pero ¿y si el precio era demasiado alto? Bueno, mi alma ya no contaba, la había destrozado en ciertos estudios y ciertos hechizos y no había vuelta atrás. Sin embargo, algo en aquella jovencita me detenía. Estaba dentro de la mansión Riddle y algo me hacía dudar sobre si su presencia estaba siendo permitida por nuestras protecciones o sólo era una prisionera. En este aspecto, aún me sentía muy novata y mis sentimientos estaban confrontados.

Desde aquella posición vi que entraban más compañeros, aunque, al no decir nada, permanecí callada. Seguía contemplando a la muchacha y respingué cuando el hombre que la había apresado me espetó que me metiera en mis asuntos.

Abrí la boca, boqueé intentando decir algo y, después de hacer el ridículo por no emitir más que un sonido gutural de sorpresa, la cerré. Le había eliminado las cuerdas y la obligó a continuar por la sala. ¿No era irónico que yo, Primera Ministra, estuviera siendo reñida como una niña pequeña por... un... mentecato? Pero aún tenía la varita levantada hacia Caelum y hacia mí, así que permanecí callada, mirándole atentamente, esperando el momento para gruñirle. Pero desapareció en las escaleras y me volví con un giro muy dramático hacia el resto de compañeros.

-- ¿Qué me meta en mis asuntos? -- dije en un tono enfurecido hacia la previsible ¿ @ Helike R V PB , Caelum o el recién llegado que aún no había hablado? -- ¿Pero qué se ha creído ese...?

No me dio tiempo de decir más. Una explosión cercana hizo temblar todo y la expansión hizo que volaran cascotes sobre nosotros. Caí de espaldas y giré varias veces sobre mí misma, alejándome de las ruinas que llegaban de las escaleras que segundos antes habían sido cruzadas por Goldor y por la jovencita. En cuanto el eco pasó, me levanté, con la varita en la mano.

-- ¿Estáis todos bien? -- pregunté, viendo mi ropa blanquecino por el polvo. -- ¡Vaya agujero! Necesitamos a los de Accidentes para que...

Guardé silencio. ¿Cuándo iba a recordar dónde estaba? Ya no era una funcionaria alegre, divertida y algo atolondrada. Ahora era eso (hay cosas que no se pueden dejar de lado tan fácilmente) pero además, mortífaga. Nos apañábamos entre nosotros.

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  • 1 mes más tarde...

 

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El mundo había dado un vuelco desde la caída del velo mágico hacía ya mucho tiempo atrás. Luego de ello, la llegada del Inquisidor y sus ansias de obtener algo que jamás lo haría parte de nosotros como lo era la pureza de sangre. El suero anti magia, su ejército de brujas y magos creados a partir de la ciencia no mágica, lejos de la alquimia y las bases primitivas de nuestros ancestros, todo ello conjuntamente con la libertad que alguna vez le había prometido a la gente del bando, había desencadenado en un levantamiento muggle para querer borrarnos, como era propio de su naturaleza inferior, de sus vidas y la faz de la tierra...

¡Qué se creían ellos! ¡SERES INFERIORES!... ¡¿Qué esperaban que hiciéramos?! 

Los ataques a Kings Cross y el aeropuerto de Heathrow habían sido solo una pequeña respuesta de nuestro poder ante los primeros atentados de aquellos que no eran capaces de lograr que algo levitase con un simple movimiento de varita, ¡de los fastidiosos muggles!... ¡Pero ellos no eran los únicos que se oponían a la libertad mágica y su poderío! también estaban los molestos fenixianos, una facción completamente opuesta a nuestras costumbres; y es que hasta el día de hoy no lograba entender su lógica de querer mezclarse con aquellos que hoy en día nos querían muertos... ¡Nos dirigían directo a nuestra extinción! ¡Y yo...Aaron Black Yaxley! ¡El cincel! ...Caelum, no lo permitiría. 

La vieja mansión de los Riddle siempre había sido un centro de reunión de brujas y magos tenebrosos. Sus paredes guardaban los más viles y oscuros secretos. Sin embargo, jamás había sido de mi agrado por el simple hecho de que era una casona de linaje ajeno a lo que más me aferraba, la magia. Sin perjuicio de ello, había accedido a la presentación de nuevos integrantes a lo que hoy era conocido como el movimiento más grande en toda la historia de la magia ¡el bando mortífago!... lejos quedaban los años donde se les temía y se prohibía hablar de ellos, hoy en día íbamos más allá, ¡éramos una concepción política a nivel mundial! una facción oculta entre las redes interpersonales y mafias o partidos que apostaban todo por la distinción de sangre y el libre conocimiento de la magia como así también su uso... ¡Hoy teníamos países a nuestros pies! ciudades enteras donde la magia era lo que por naturaleza le correspondía....PODER. 

-¿Dónde está Shiva?...- pregunté a uno de los miembros de bando que custodiaba la entrada al salón. Eran dos, siempre eran dos.

No supo responderme. Observé la estancia que se iluminaba lúgubremente por dos lámparas de araña colgadas al techo y me acerqué hacia una de las opacas ventanas que entregaban algo de la luz del ocaso. Manos atrás, espigado y con una seriedad única destacando mi semblante, me volví nuevamente hacia los dos guardias del salón. 

-¡Ve a buscarla hombre!...- dicté desenvainando mi varita para cruzarla sobre el rostro y extender una nebulosa sobre mis facciones que terminaría por conformar la máscara que me distinguía bajo el seudónimo de Caelum. Mi voz, producto de la misma, eran susurrantes ecos que parecían originarse dentro de la cabeza de quién me oyese-... si no están acá en lo que demora una petrificación de basilisco te mataré y a ella también...

 

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SHIVA - Shelle Gryffindor

 

El marfil de un cuarto menguante se figuraba amenazador rodeado por la oscuridad de un cielo sin estrellas, la bruja la contemplaba a través de los barriales de su ventana mientras de soslayo visualizaba la puerta de su oficina. Sin darse cuenta sus dedos repiqueteaban una y otra vez contra el roble en un acto inconsciente mientras su mente viajaba aún más lejos que la lechuza que había cruzado su ventana para atravesar Diagon rumbo a Ottery, bueno quizás su mente si anduviera por ahí pues esa maldita espina se había estancado en su cabeza y no la podía quitar.

Se acomodó en su escritorio y tomó una pluma de avestruz la cual mojó con delicadeza en el tintero para luego deslizar con una fina caligrafía, aprendida a pulso en su carrera periodística y editorial.

Las elecciones para primer ministro se acercaban y era hora de terminar con el vasallaje de estos últimos mandatos, gente con el poder de pasar por encima de todos, quienes creían que se les debía de rendir respeto.

Alguna vez lo aceptó en Aarón, creyó que ese hombre llevaría a la comunidad mágica a la libertad, que le otorgaría derechos y la posibilidad de salir libremente a la calle. Cuando en esa conferencia rompió el velo que protegía el secreto de la magia Shelle vio una luz de esperanza en el mundo de los magos. Pero sin embargo la ambición de ese hombre lo cegó y transcurrió su liderazgo con despotismo y sublevando a su seguidores, incluida ella quien se había enamorado de esa investidura que envolvía a su líder.

Es hora de levantarse, es hora de luchar.

¿Estás conmigo? S.

Enrolló el pequeño pergamino y con su varita lo dividió en tres, luego ató una pequeña cinta color turquesa y al pasar nuevamente su varita sobre ellos estos pergaminos desaparecieron. Uno aparecería en manos de @ Mael Blackfyre otro de @ Arya Macnair y por último para una persona que añoraba por convertir en aliada @ Annick McKinnon , ella deseaba venganza tanto como Shelle y aunque una fuerte enemistad nació tras la muerte de su padre, sabía que esa misma muerte la traería hacia ella.

La puerta de su oficina sonó con fuerza, tres golpes secos despidieron los pergaminos que se terminaron de consumir. Se levantó rápidamente y al abrir y ver al oficial de bando comprendió que Black la estaba buscando.

-Es urgente- dijo con la mirada endurecida.

La Lugarteniente suspiró y se colocó su capa de viaje negra, la máscara de hueso apareció en una bruma de humo negro sobre su rostro.

-Siempre es urgente con él- murmuró tras desaparecer.

Antes de dirigirse a su líder, apareció directamente en su habitación donde, como Lugarteniente, podía entrar y salir sin necesidad de formalidades ni protocolo. Escribió una nota rápida para algunos de los nuevos invitados en la mansión Dumbledore.

Es hora de que los neófitos encuentren su camino, es hora de que la revolución llegue s Ottery Saint Catchpole. En la Riddle, en treinta minutos.

Acto seguido hundió la punta de su varita en la marca que abrazaba su cuello, la serpiente que empezó a deslizarse y a apretarle la garganta. Los mortifagos que quisieran podrían estar presente. 

Finalmente llegó al salón para encontrarse con su líder. Verlo le causaba estragos en la cabeza ¿acaso aún lo amaba? Era imposible, debía reprimir esos sentimientos si quería ir en su contra.

-Black- dijo a modo de saludo -aquí me tienes.

 

***

Siento que sea poco decorativa pues estoy con el celular escribiendo desde la peluquería (?) Ajja

en fin.

Bienvenido sean los que quieran rolear, futuros Mortifagos o Fenixianos. También sean bienvenidos Mortifagos experimentados que quieran jugar este juego de bandos. 

Esto inicia aquí y sigue en CMI, así se van adaptando a las distintas áreas del foro y a la historia del rol.

Los invito a revivir este foro que tanto amamos y a dar vida a nuevas historias.

@ Aaron Black Yaxley  @ Matthew B. Triviani  @ Arya Macnair @ Juv Macnair Hasani  @ Mael Blackfyre  @ Sagitas Potter Blue  @ Maida Black Yaxley  @ Xell Vladimir Potter Black  @ DonTau  @ Illidan Black Lestrange  @ Luk Vaak  @ Luke Abbott  @ Lord Cubias  @ Thanatos L. Lestrange  @ taison logan greyback  @ Ada Camille Dumbledore  @ Malum Luxure  @ Ashley Emily Black Lestrange M.  @todos? XD

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-Lo que llamamos casualidad no es más que la causa de un efecto que ignoramos, 
todo está encadenado, hay que actuar con cuidado.
Aquí comienzan las respuestas…- 

Antes de guardar la pequeña libreta en el bolsillo de su túnica, Cubías repasó por tercera vez las palabras que acababa de escribir en una de sus páginas vacías. Ya llevaba un par de años con la costumbre de anotar aquellos pensamientos que llegaban a su cabeza como un aviso premonitorio, no tenía la certeza de cuándo empezó a hacer eso, pero por alguna razón hacerlo le daba lucidez a cada decisión a la que se enfrentaba, aunque, esa libreta que guardaba celosamente también escondía palabras que nunca le habían servido, tal como aquella receta de arroz con dulce enchilado que jamás pudo conseguir.

Pero esta vez el Malfoy estaba seguro de que debía poner cuidado a su escrito, pues ya las cosas estaban tomando su rumbo… La invitación recibida para la fiesta en la Dumbledore fue su primer indicio, al principio no le había dado mayor importancia, aunque durante toda la noche no dejó de preguntarse la razón de su regreso a aquel lugar que había dejado durante muchos años. 

Pero un segundo suceso igual de sospechoso provocó que su mente hiciera nuevas conjeturas:

-Es hora de que los neófitos encuentren su camino, es hora de que la revolución llegue a Ottery Saint Catchpole. En la Riddle, en treinta minutos- 

Ese fue el mensaje que llegó a la manos de Cubías, no había remitente ni mayor información, solamente una indicación confusa con un destino.-Hay que hacer lo que se tenga que hacer- fue ese el pensamiento del ojinegro cuando decidió abandonar la fiesta para obedecer lo que la nota pedía. En un descuido se escabulló de la mansión Dumbledore y puso rumbo hacia el destino que lo llamaba.

Pese a la incertidumbre que invadia sus pensamientos, el ex mortifago no tenía fama de ignorante, al contrario, los más cercanos a él sabían que analizaba cada momento en busca de respuestas y planes de acción, y en ese momento su hipótesis era que todo lo que en esos momentos estaba acontenciendo era parte de un plan orquestado minuciosamente por alguien…La pregunta era si ese plan iba en línea con sus propios intereses, después de todo, si él había regresado no era para pasar un domingo bajo el sol, ni para perder la noche en una fiesta, sino para terminar lo que un día empezó.

Una explosión sorda y casi inaudible interrumpió el silencio del lugar, Cubías había aparecido frente a las puertas de la mansión Riddle, examinó con su mirada los alrededores, era un habito cada que llegaba a un nuevo sitio, así se había salvado de varias enboscadas en su tiempos pasados. Luego de asegurarse que todo estaba en orden, llamó a la puerta con sus nudillos, sin esperar respuesta dio un paso hasta posarse bajo el umbral de la puerta de entrada en espera de que alguien lo recibiera. 

Editado por Lord Cubias

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dpTJ7hu.jpg Nunca supe si había una habitación en aquel lugar con mi nombre en la puerta. A pesar de que ya llevaba un buen tiempo en el bando, nunca había dejado de volver a la Potter Black a dormir a mi hijo pequeño, contándole un cuento de calaveras flotantes o hipogrifos bailadores o el que él hubiera elegido en la biblioteca. Era un niño inteligente, del que me encontraba muy orgullosa y al que cuidaba mucho en su educación (mi marido Jack decía algo de mimarle demasiado, pero mi mirada  furiosa cuando lo mencionaba le hacía disimular y atravesar alguna pared para escaparse de ella).

Ese es el motivo por el cual nunca supe ni pregunté si se podía dormir en la Mansión Riddle. A cualquier hora que entrara, siempre había alguien en sus corredores, escaleras, salones o en el comedor, aquel gran comedor que siempre estaba abastecido, como si mil elfos domésticos tuvieran todo a punto para cualquier exigencia de sus miembros. Hoy me encontraba de nuevo en aquel lugar y mis intenciones eran si no buenas, al menos respetables. Buscaba una información que seguramente podría encontrar en la Biblioteca del lugar, siempre que tuviera acceso a ella, algo que dudaba, después de lo que había "sucedido" en mi última visita.

Fue ese motivo, y no otro, el que me hizo personarme en la entrada de la Mansión Riddle. He de reconocer que entraba y salía de ella tantas veces que ya había olvidado mi primera vez. Pasaba sin mirar ni preocuparme de lo que me rodeaba, aunque mi mente sí analizaba las situaciones y ésta vez me hizo pararme en seco tras la puerta abierta de forma automática al iniciar mi traspaso al interior.

Un personaje a quien no conocía, esperaba en el umbral a que alguien abriera la puerta. Mi mente es muy analítica y muy rápida aunque yo tarde unos segundos en seguirle el ritmo. Fue ahí, ya dentro un par de pasos dentro de la mansión, que me giré para observarle.

-- ¿Vas a entrar? -- le pregunté. Mi voz era la mía, no la había cambiado el hecho de llevar la máscara puesta, que sí cambiaba mi fisonomía. Nadie que no lo supiera ya, podría reconocer en aquella mujer de pelo oscuro, negro como la boca de un lobo, a la Ministra Inglesa de pelo violeta. Mi atuendo tampoco era el usual de mi yo antiguo, nada de colores brillantes y cegadores a la vista. Hoy lucía un vestido gris perla hasta un milímetro por encima de las rodillas y unas botas negras de cuero repujado hasta un milímetro por debajo de las rodillas, tacón plano y una capa negra con ribetes verdes de terciopelo oscuro, que le daban un aire elegante a la capucha que cubría mi cabeza. -- Tú eres nuevo, ¿verdad? La puerta se abre ante los miembros.

No hacía falta decirle nada más, tampoco quería hacer la observación sobre su pertenencia al bando por si se molestaba. Si estaba allá, era porque de alguna manera había sido reconocido como apto para acercarse tanto a la mansión, no habría podido rebasar las medidas de seguridad.

-- Bueno, entra, hace algo de frío allá fuera. -- Para lo que iba a hacer, era lo máximo amable que me iba a permitir decirle. Tenía un tiempo limitado que quería invertir en buscar en la biblioteca. -- Mira , allá tienes el salón principal. -- Mi mente volvió a indicarme un dato antes de darme cuenta que faltaba alguien vigilando la puerta de aquella sala; siempre eran dos, en parejas. -- ¿Dónde está tu compañero?

No esperé la respuesta del guardián. Sabía que los únicos que podían deshacer una guardia eran el líder o los dos Lugartenientes, así que seguro que era algo que no me incumbía. Aunque sí me daba curiosidad qué estarían tramando. No es que me importaran mucho los casos del bando...

¡Mentira, era una chafardera empedernida! Así que sonreí a aquel muchacho y ahora fue yo la que llamé a la puerta del salón.

-- ¡Hola! Este individuo estaba en la puerta. Seguro que alguien le está esperando -- dije a los que se encontraban dentro. Creo que la mujer era... Shiva. Los nombres de las máscaras siempre se me atragantaban algo. También estaba Caelum. Sonreí de manera que los labios pintados en un color magenta bien llamativo me arquearon en una mueca que intentaba ser agradable. Permanecí allá, con la mano en el pomo y la puerta totalmente abierta. No soy prudente, más bien lo contrario... Ahora que los rumores hablaban de movimientos en los cambios de poder, quería enterarme de todo lo que pudiera y, en estos casos, es mejor lo arriesgado.

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Montecarlo, Mónaco 


La mancha roja en el piso me mostraba que no era de sangre azul como se decía, su título era solo eso, algo sin valor que no mostraba quien era realmente. Lance un cruceo y escuché sus gritos de dolor y sus movimientos tratando de oscilantes a causa del agudo dolor creado por mi hechizo, mi ojos brillaban con un oscuro deseo de satisfacción al ver su profundo dolor.  Deje la varita y escuche como volvía a respirar agitadamente. 

 

-Ese dolor es justamente lo que mereces como ser vivo… 

 

Dije siseante y casi escupiendo las palabras con ira, 
me aleje y con un movimiento de varita lance la maldición asesina, la luz verde fue directo hasta el hombre en el piso de la habitación . Apenas lo observe y salí fuera del oscuro recinto, fuera de ahí dos cuerpos en el suelo bañados en sangre Pase por encima de ellos sin tener cuidado, pero sin manchar mis botas de cuero de sangre y avance por el pasillo para salir de aquel edificio . Mi mascara brillo al salir al sol de verano, el sol de Montecarlo era bastante fuerte y desaparecí del lugar.

 

Chateau Dumbledore, torre sur


Me aparecí en el balcón principal de mis habitaciones, me quite allí prenda por prenda mientras mi elfina Lynette me hacia una reverencia, tras liberar mi cuerpo de toda la ropa ingrese al salón, le entregue antes mi máscara en las manos. 

 

-Que la quemen, ha quedado manchada de podredumbre, ¿la tina esta lista? 


La elfina afirmo con la cabeza y se apresuró a tomar la ropa, enrede el cabello en la varita para recogerlo, al llegar al baño me sumergi en la tina llena de pétalos de tulipán y recargue la cabeza en el borde. Un crack sonó y me hizo abrir los ojos. Con mirada asesina divise a Francoeur, mi elfo traía en las temblorosas manos un pergamino. Me lo entregó y le indique con la cabeza que se fuera, odiaba ser interrumpida en mi baño.  Desate la cinta turquesa y leí, hice un mohín y me levante de inmediato y fui al vestidor, escogí un pantalón de cuero negro ajustado, un corsé negro botas hasta la rodilla y la capa de camaleón encima, Salí y el elfo tenia la máscara de Galia en su mano. Desaparecí del lugar rumbo a la Mansión Ryddle, 

 

Mansion Ryddle

 

La silueta de la Semiveela apareció en el jardín trasero y avanzó hasta dentro del edificio, vio a algunos se sus compañeros que ya habían arribado, los saludo con un movimiento de cabeza y con la mirada busque a Shiva( @ Dana Gryffindor ) siempre era una visión maravillosa ver a la Vampira. 

@ Sagitas Potter Blue

@ Lord Cubias

@ Malum Luxure

@ Aaron Black Yaxley

Editado por Ada Camille Dumbledore

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Ministre de la Magie Français // 🌙 dulce asesina by Mael

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Extraños sucesos habían ocurrido desde que había decidido aceptar el puesto como aprendiz en el nuevo despacho. Aún no tenía claro si todo tenía un nexo común, pero sabía que seguir adelante con su investigación personal podría ayudarle a salir de dudas. Igualmente aquel no era momento para dudar, tocaba dar un paso al frente y continuar indagando todo lo que aquellos extraños le permitiesen.

Recientemente había recibido un comunicado por parte de una curiosa entidad, La Marca Tenebrosa, quienes parecían interesados en que el joven mago se uniese a sus filas. Todo esto no lo había pillado de nuevas, pues había sido él mismo quien había iniciado aquellas comunicaciones, aunque sin ninguna esperanza de recibir respuesta alguna por parte de los mortífagos. Aún así, la afirmativa de estos por aceptarle, le había supuesto una gran alegría, puesto que permitiría llevar bastante más lejos su investigación.

Aquella noche parecía bastante normal hasta que recibió una nota firmada por la misma persona que, tiempo atrás, se había comunicado con él para hacerle saber el interés de los mortífagos en su entrada. En esta ocasión todo se había hecho más real, pues la nota indicaba que había llegado el momento de pasar a la acción, querían reunirse en persona y verle en la Mansión Riddle en treinta minutos.

Sin saber exactamente que esparaban de él, ni que podría ofrecerles en aquel momento, se preparó para salir lo más rápido que pudo, tomando tanto la nota como su propia varita y guardándolo todo en los bolsillos de su pantalón. Había llegado el momento que había estado esperando durante varios días. Probablemente esto sería un gran paso adelante, pero también un punto de no retorno, pero tanía claro que quería avanzar y descubrir que le esperaba.

Afortunadamente, había pasado aquellos últimos días en un lugar no demasiado alejado de la mansión a la que debía dirigirse, por lo que se puso en marcha, colina arriba, hasta llegar a un camino que parecía debastado. No llegaba a imaginarse que podría haber ocurrido, pero tampoco esperaba averiguarlo aquella noche, su fin en aquella reunión era muy distinto.

Avanzó por el camino hasta detenerse frente a la puerta de entrada de la casa. Había caminado con mucha decisión hasta ese punto, pero justo cuando estaba a punto de levantar el puño para llamar, muchas dudas comenzaron a invadir su mente. ¿Realmente era la mejor opción para avanzar en sus investigaciones? ¿Estaba acudiendo a un lugar adecuado? En cualquier caso, estaban a punto de cumplir los treinta minutos que le habían indicado y a pesar de las dudas, pensó que era mejor idea cumplir con la cita, averiguar qué esperaban de él y qué podía obtener él a cambio, y posteriormente tomar una decisión final.

Así pues, llamó a la puerta firmemente, esperando que alguien le recibiese y le permitiese avanzar por el lugar.

- Buenas noches, soy Luk Vaak - indicó con voz entrecortada al tiempo que llamaba.

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El llamado fue recibido por el ahora neutral, si bien no sentía una sensación similar hacía años. La fiesta si bien está en su punto más alto, no pudo evitar sentir aquella necesidad de saciar aquel llamado. Se alejó del grupo, prendiendo un cigarro, se acercó a la salida y una vez fuera de la vista se desapareció varita en mano. 

Tras un remolino de colores claros se pudo ver al vampiro de pie ante aquella, la mansión que fue, es y será uno de los iconos más importantes de aquel ámbito oscuro, que tantos años de su vida dedico. Aun así, lejos de tener aquellos ideales en su mente, el black Lestrange se encontraba, a penas unos momentos, alejado del jolgorio que lo había arrastrado hacia aquellos pagos una vez más. 

Esta vez con su rostro descubierto, sin darle espacio a las características del bando propio sea cual fuere, sabiendo quien era, y lo que su nombre arrastraba, avanzo seguro. Listo para enfrentar a quien le hiciera frente o lo cuestionara. Esperando no encontrar gente a su paso, claro, pero no era el caso, una fila apneas de 3 personas se plantaba ante él, los dos más cercanos desconocidos, la segunda portando una máscara, no hacía falta más detalles. Delante de esta un tercero, si pudo reconocerlo, Cubias. El rubio aun así no se dirigió a él, por obvias razones. Se limitó a seguir el gentío al interior de la mansión, tranquilo como una bomba. 

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Tenía la mitad del cuerpo fuera de la ventana, con el abdomen recostado sobre un frío barandal veía el humo del cigarro ascender desde mis labios hasta el firmamento completamente oscuro. No había estrellas aquella noche, las nubes grises se veían aún en penumbras, augurando tormenta. Intentaba descifrar cómo enderezar mi vida una vez más, Castalia y Sebástian habían decidido partir para siempre con los gemelos, Rohana les siguió y eso destruyó a Ámbar, por ende también a mí. Sybilla y su perfecto matrimonio con Hades acabó igual al de Pik y Alyssa Triviani, ambos le dieron la espalda a la Mansión Macnair por vivir sus propias vidas. 

 

Pero heme aquí, Aidan me rogaba cada día dejar todo atrás, volver al norte donde nacieron los gemelos y descubrir la paz ¿Pero de qué paz me hablaba cuando el Bando que me vio resurgir se quebrantaba? Y así mismo, como el humo se deshacía frente a mis ojos, su amor por mi también. Besó a sus hijos y prometió volver, pero él no era un Macnair, su lealtad no estaba conmigo, nunca lo estuvo; dónde quiera que Sybilla fuese él le seguiría de cerca. 

 

—Siberia— musité dejando caer una colilla de cigarro que fue reemplazada rápidamente por un pergamino —Los gemelos duermen, si algo pasa, tú sabes qué hacer. 

 

El huargo paró sus orejas y el pelaje del lomo se le erizó. Sí, confiaba más en él que en mi propia magia. Pronto desapareció de la oficina de Pik para recostarse al calor de la chimenea en el cuarto de Aziid y Henry. 

 

La nota reafirmaba lo que la marca ardiendo en mi brazo notificaba, todos los miembros de La Marca Tenebrosa estaban siendo citados en la Mansión Riddle. Podría reconocer la caligrafía que me lo pedía perfectamente y por ello fue que mi estómago se encogió. Una revolución se planeaba en silencio, a espaldas de Aarón un monstruo se alzaba lento pero seguro. 

 

Limpié un par de lágrimas que osaron aparecer en escena y dirigí mis pasos rumbo al sitio donde se me solicitaba, como antigua Lugarteniente solo debía parpadear y ya estaría dentro, más por nostalgia preferí aparecer en los derrumbados jardines frontales, o donde alguna vez lo estuvieron.

 

Si el golpe contra Black se llevaba a cabo hasta el final, podría morir, era consciente de ello pero nadie más lo sabía o podría llegar a intuirlo. Caelum jugó bien esa carta

 

—¿Te has perdido? 

 

Detuve mis pasos a espaldas de Luk Vaak mientras las estatuas frente a él cobraban vida, se arrastraban por el suelo y develaban ante sus ojos la verdadera entrada a lo que alguna vez fue una imponente Mansión y ahora resultaba un cuartel subterráneo. 

 

—Siempre que quieras entrar, recuerda las estatuas. Bueno creo haberte visto antes, por lo que para la próxima deberás ofrecerles un poco de sangre… no es nada grave, tranquilo, si fueses un traidor no habrías pasado del umbral. 

 

Le sonreí a medias, con algo de cinismo y lo conduje pasillo a pasillo hasta donde los demás se reunían. Al llegar no saludé a nadie, incluso intenté pasar desapercibida, mi mente solo pensaba una sola cosa "Perdóname, Aaron" y no podía callarla. 

@ Luk Vaak  @ Dana Gryffindor  @ Aaron Black Yaxley  @ Sagitas Potter Blue

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La sangre revelaba mucho más de una persona de lo que podía hacerlo cualquier otra cosa o eso al menos era lo que pensaba Mónica. A lo largo de su vida había demostrado en innumerables ocasiones su fidelidad a la la Maca Tenebrosa y había defendido los ideales de esta con uñas y dientes. Aún así, todos los que habían sido sus compañeros sabían que su manera de ver las cosas no era exactamente igual a la de la mayoría y que, a pesar de querer mantener la pureza de la sangre mágica, ella no odiaba a los seres que no la poseían.

Sus pasos a través de lo que anteriormente habían sido unos jardines maravillosos pasaron desapercibidos en medio de un silencio casi sepulcral. Ya no llevaba el mismo vestido azul que unas horas antes, durante la fiesta dada en la residencia Dumbledore, si no que una larga capa negra ocultaba su cuerpo de pies a cabeza. La capucha le ocultaba el rostro, dejando la nívea piel y los ojos del color de la esmeralda envueltos en más penumbra, y de las botas de cuero negro hasta la rodilla apenas se veían las suelas al caminar.

Llegó frente a lo que quedaba de la escalera de entrada y con suma agilidad saltó por encima del hueco que la piedra había dejado. Se quedó quieta frente a las dos estatuas en forma de serpiente que vigilaban la entrada y las observó en silencio sabiendo que no se moverían aún. Tiempo atrás se habrían apartado solo con la presencia de la que alguna vez fuera ángel caído, pero ese privilegio lo había perdido hacía ya mucho tiempo. Se agachó y cogió del suelo un trozo de escalón cuyo borde de piedra estaba lo suficiente afilado para lo que quería hacer; tras suspirar se hizo con ella una herida en la mano que le quedaba libre.

Inmediatamente empezó a sangrar y las gotas de liquido carmesí se derramaron sobre el suelo que había entre ambas estatuas, que por un momento tembló bajo sus pies. Dos segundos después y con un leve siseo las dos serpientes cobraron vida y se deslizaron sobre la sangre de Mónica, lo que provocó que ella se estremeciera. Sin embargo, al momento la verdadera entrada a la guarida mortífaga quedó al descubierto ante la mirada triunfante de la bruja: ella no era una traidora, nunca lo había sido. Al menos no hasta ese momento.

Los pasillos se abrieron ante ella como si de su propia mente se tratasen; los conocía a la perfección. Caminó en silencio, pensativa, hasta que una puerta al final del ultimo pasadizo iluminó de forma vaga el resto del camino. Escuchó varias voces que no logró distinguir y cuando llegó no dijo nada, solo se limitó a hacer un recorrido rápido con la mirada sobre las figuras que ya se encontraban en su interior: el ambiente estaba cargado, pero Mónica aún no sabía el porqué.

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