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~ Mansión Riddle ~


Anne Gaunt M.
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 — Las ruinas son la muestra viviente de que la grandeza reside y residirá por siempre en este sitio—la voz de Hysy era similar al dolor que aquejaba a los que eran sometidos a dolorosas torturas. Frío y anhelante despertar de esa pesadilla que nunca vería un fin, interminable suplicio que resonaría en sus memorias por el resto de la eternidad. Le agradaba ver que la Orden del Fénix o al menos algunos de sus miembros, saltaban como en los viejos tiempos. Extrañas figuras se movían en medio de la oscuridad de la noche, posiblemente almas errantes de los caídos o los guardianes que aún protegían la fachada destruida de la mansión Riddle. 

— Visitas indeseables que se piensan que pueden pasearse como Pedro por su casa, carentes de modales o buena etiqueta—poniendo los ojos en blanco entraba por la parte de atrás de la mansión. Vaya alto jaleo que se había montado sobre el techo de la edificación, poco o nada les aguantaría antes de irse a romper la crisma contra el duro suelo. Porque se aseguro personalmente que el pasto de esa zona fuera quemado hasta solo quedar tierra dura e incapaz de dar vida a cualquier clase de vegetación. Pobre de  aquel o aquella que perdiera unas cuantas neuronas a causa del porrazo. 

Una esencia conocida fue detectada por la Nigromante, ahora la neutralidad le corría por las venas. Algunas cosas cambiaban de forma drástica colocando a los protagonistas de estás fuera del radar de la jugada magistral, aunque realmente no le echaba realmente en falta. Porque nunca tuvo una empatia real con esa persona, apariencias suelen conocerse a esas falsas intenciones de afianzar una amistad que jamás llegaría a buen puerto. Reconocía que era de pocos amigos, pero si tenía muchos camaradas y cómplices de varios crímenes.

— Caelum sabe como jugar en las grandes ligas...—ladeando la cabeza apretando su surda invocaba su varita oscura como el ala de un cuervo—Haz de la Noche—pensaba abriendo un portal que la llevo hacia el ático de la mansión. Justo debajo de donde posiblemente estaba Manon peleando con Darla o solamente el viento golpeaba con su fuerza la maltratada estructura. Las puertas que la magia creaba muchas veces causaban más daño que beneficio, no le resultaba del todo descabellado viajar al pasado y acabar de una vez por todas con la vida de @ Darla Potter Black

Tantas veces pudo ponerle fin a su suplicio, pero ahora con esa clase de magia bajo su control. Resultaría tan sencillo como tronar los dedos y sacarla del libro de la vida, para anotarla con tinta sangre en el de la muerte— Me sigo viendo tentada, no he olvidado nuestra cuenta pendiente, vieja enemiga...—sonreía con un gesto maniaco en su faz. La careta era una buena aliada en esos momentos, porque de no ser por ella, aquel gesto volvería loca sin duda a la pelirroja— Aprenderás a meterte con alguien de tu tamaño, no es sano cazar a los pequeños y regodearte por un triunfo que sabe a falsa superioridad—le hablaba a la nada. 

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Ahree al final me pase, Darla todo es juego de rol ❤️

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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El hombre parecía no dispuesto a permanecer inactivo y Darla frunció el ceño ante lo que acontecía en ese momento, las cosas parecían ponerse entretenidas pero salvajes. De reojo observó las dos estatuas de serpientes y el grifo chilló, descendiendo más cerca de ella e interponiéndose entre las mismas y su persona.

—Le’sfuhasöxe’shuhisihasä —susurró Darla unos instantes después en Pársel para calmar a las criaturas, aunque de momento ninguna de las dos estatuas había hecho más nada y a decir verdad no sabía si era factible o no comunicarse con las estatuas de esa manera.

Mientras su mirada verde se perdía por unos momentos en la nada. ¿Cómo era la receta para preparar el pai de manzana de su tía abuela Amanda? No supo por qué pensó eso antes de protegerse con el ígnea, pero era evidente que algo la había hecho perder el hilo de lo que hacía.

El grifo lanzó un chillido y la Potter Black supo que ya no estaban solos en el lugar, pero sus ojos no se apartaban del mago que había hecho su aparición frente a ella y la encaraba. La vampiresa podía sentirá una esencia familiar en el aire y el sonido de una voz deformada por la máscara llegó hasta ella, pero el aroma y su instinto la hicieron ponerse aún más en guardia si eso era posible, el anillo en su dedo quemaba ya.

La bruma negra que había precedido al mortífago que tenía ahora frente a ella no había sido buen presagio, su máscara, al contrario de las delicadas formas de la de la mujer, era de hueso, marcada con sangre y en parte destruída, por unos segundos le recordó a un fantasma del pasado. Su mirada esmeralda se posó en el mago y sonrió ante su pregunta.

—No son míos, pero no sé de quién son, la escolta que me ofreciste es interesante, pero como le dije a tu compañera, no me gusta que me escolten a la fuerza y si ellos son infiltrados es lo que yo quiero averiguar ¿Shiva los invitó según tu amiga? ¿Acaso ellos van a formar parte de tus facciones? Para mí serían entonces unos traídores, pero solo por seguir tus ideales —se encogió y echó con la zurda un mechón de cabellos negros hacia atrás. Darla escuchó la nueva pregunta e hizo un mohín con la nariz y sus labios, como si le estuviera lanzando un beso o coqueteando antes de agregar.

—Muéstrame la tuya y yo te muestro la mía —acotó refiriéndose a sus caras y guiñó un ojo al mago antes de pronunciar —cantar del eleboro  —el suave movimiento de su varita fue seguido de una vibración musical apenas audible que protegió sus sentidos agudizándolos y confiriéndole inmunidad a cualquier ataque contra sus cinco sentidos humanos.

—Te diré que Caelum sabe mi nombre real, solo ante él me revelaría pero tú puedes llamarme Dimas, no es un nombre muy femenino, pero con el cual me siento bastante identificada —la morocha volvió a mover su varita y de sus labios surgió una sola palabra limitate —la varita del hombre de la máscara de hueso vibró, al recibir el efecto que limitaba sus funciones mágicas impidiéndole lanzar rayos rayos e invocaciones.

—Ya sabes algo más de mí —volvió a sonreírle y dedicarle un nuevo guiño antes de mover por última vez la varita pensando Haz de la Noche, el portal que acababa de invocar se materializó casi frente a ella pero más a su izquierda, podía verse hacia el otro lado una mansión Riddle en todo su esplendor antes de que los ataques búlgaros y muggles la destruyeran.

—Me encantaría quedarme contigo, pero nunca me ha gustado jugar en desventaja —y cabeceó hacia la bruja cerca de él y con la zurda señaló hacia los techos de la mansión donde las derruídas paredes del ático permitían distinguir una sombra en su interior —nos volveremos a ver, te lo prometo —dijo la bruja, repitiendo casi las palabras que Caelum había dicho en King Cross, dejando también la duda al momento de atravesar el portal si se refería a Manom, Serpens o la recién llegada Hysy.

 

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Aquella “S” escrita en el pedazo de pergamino que sostenía con una de mis manos, relucía con una de las fuerzas más grandes que se me ponía adelante. Podía decir que me había enfrentado ya a muchas personas, había hecho prácticamente lo que quería. Pero aún no a mi madre Shelle Gryffindor. Me provocaba sentimientos encontrados, ya que había sido la encargada de encontrarme, protegerme y brindarme un lugar, que se había convertido en lo más importante hasta el momento, lo que me había impulsado a hacer muchas cosas que no me había imaginado.

Pero de lo que estaba seguro era que no me había animado a confrontarla. Si ella quería prepararse para luchar, tenía que hacerlo sin preguntar aún porqué.

Me quedé pensando un buen rato. No me movía de donde estaba, en el medio de la sala de la mansión Gryffindor. Estaba completamente solo. Leía las líneas una y otra vez. Prepararme. Tenía que prepararme para muchas cosas, porque no tenía otra opción: O estaba a favor de mi madre, que prácticamente era estar en contra de muchas otras. O estaba en contra de Shelle. Que tal vez sería un problema aún más grande. Podíamos decir que no era tan cariñosa conmigo pero si realmente estricta. Eso que me había contado hacía algunas horas atrás me había dejado con un suelo para nada firme.

Pero dejé el pedazo de pergamino apoyado sobre un mueble, cuando un sonido provino de la puerta. Levanté la cabeza y no llegué a levantar mi varita. Abrí la puerta y un pequeño elfo corría, con una respiración jadeante. Se alejaba de los encantamientos de la mansión para poder irse. Y entendí su accionar cuando tomé una segunda carta del suelo. Mi corazón se aceleró y abrí grandes mis ojos. Ésta vez, no me detuve a pensar en la carta, sino que la arrugué mientras un knut caía al suelo.

Haría tragar aquella moneda a la maldita de Candela Triviani.

La marca tenebrosa me había ardido. La había ignorado un lindo rato, pero algo estaba sucediendo en la Mansión Riddle y después del llamado de mi madre, ésa provocación de la bruja y la marca tenebrosa, tenía que ir. Tal vez sería una reunión intima. Desaparecí de la mansión Gryffindor, llevándome conmigo tanto mi varita como aquella moneda de cobre que había dejado el elfo.

Por encima de mi vista, ascendía una colina con una estructura en su punto más alto: la mansión Riddle. La última vez allí había tenido lo que habría sido un gran problema, de no haber sido que había logrado escaparme de él y solucionado. Unos ruidos explosivos, luces y gritos hicieron que apresurara mi paso, algo confundido por lo que estaba sucediendo en los jardines de aquella mansión abandonada y solitaria. Hice aparecer mi máscara en mi mano libre para ponérmela, pero un leve “crack” hizo detenerme ante el primer paso al notar la cabellera rojiza de Annick, aquella bruja hermosa de color fuego. Abrí la boca. Estaba a tan solo dos metros de mí. Estaba petrificado.

¿Qué haces aquí, estás loca? —de una sola zancada llegué ante ella sin siquiera saludar. Con mi antebrazo apoyé sobre su pecho y la llevé ante un grupo de árboles que nos serviría para escondernos. Estaba en el baile, no podía disimular nada. Desde donde estábamos pude notar una cosa: Darla tenía un leve enfrentamiento con dos mortífagos. Pero antes de poder hacer nada, se fue tras un portal Uzza. Respiré lentamente—. ¡Annick! ¡Nos matarán a ambos! —susurré. ¿Qué hacia?

Tenía ganas de golpear aquel tronco con mis puños hasta quebrar o la madera o mis nudillos. Tenía un poco de furia por la provocación de Candela. Por lo que mi madre me obligaba a hacer. Porque Annick me había encontrado en la entrada de aquel lugar con mi mascara en la mano. Cualquier cosa que hiciera podía terminar en desastre. Si hacía algo contra Annick, llamaría la atención de los que estaban cerca de la entrada de la Riddle. Si hacia otra cosa, tal vez la pelirroja viuda hacía alguna cosa peor que ellos.

Otra vez, estaba contra la entrada y la pared. ¿Servía para improvisa? No estaba seguro, nunca terminaba bien.

Moví mi varita en su dirección. No tenía otra opción. Había salido ileso de otras situaciones. En las manos de una Annick confundida, apareció una máscara. ¿Qué estaba haciendo? Mire fijamente a Annick. Aquella máscara parecía reflejar lo que había visto de la bruja. Era una máscara con un brillo plateado como la luna, pero sus ojos estaban rasgados como si se los hubiera arañado. Aquellas leves hendijas relucían un rojizo sangre. Como lágrimas. Parecía un zarpazo de una leona. Así la había visto. La Viuda. Como un lamento eterno. Saqué esos pensamientos de mi cabeza.

Escúchame por una vez porque no te daré ninguna explicación. No se por qué pero lo haremos a mi manera o ninguno de los dos saldrá vivo de esto. Ponte esto —señalé su máscara. Y miré hacia la entrada de la abandonada mansión—. Nos esperan allí dentro. Pueden suceder algunas cosas… es la única manera —estaba intentando cubrir el sol con un dedo.

Me coloqué mi máscara y le hice una seña para que hiciera lo mismo. Teníamos que entrar allí. Le expliqué sobre el pago de sangre ante las serpientes. Podría hacerlo yo que era el mortífago y eso nos daría acceso al nido de serpientes a los que estábamos invitados a llegar. No ir no era una opción.

@ Dana Gryffindor  @ Annick McKinnon

Editado por Mael Blackfyre
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- Mocoso insolente – siseó la Triviani fulminándolo con la mirada – Tendrás que hacer mucho más que eso para matarme, jovencito. Yerba mala nunca muere – se giró con brusquedad para encarar a su sobrina nuevamente - ¿Es que no le enseñas modales a tus hijos? Hmmm… éste me recuerda demasiado a Danyellus, que sepas que no te envidio en lo absoluto – agregó dirigiéndose a Candela mientras seguía a Matthew con la mirada.

A continuación una serie de rápidos sucesos dejaron al grupo dividido entre confusión y alta tensión. El joven Triviani, al ver al Black Lestrange, se había lanzado al ataque pero la maldición impactó en el Lider Mortífago en su lugar. Matthew parecía verdaderamente horrorizado por sus acciones, que luego de disculparse desapareció del salón junto a otra mortífaga rumbo a vaya uno a saber dónde. Illidan ayudó al mortífago, a quienes todos parecían referirse como Caelum, realizando un episkey sobre su muñeca rota; ahora el ambiente parecía relajarse un poco mientras que el mago tenebroso se dirigía a Cubias interrogándole sobre su cargo y los beneficios que éste podría proveer para la Marca Tenebrosa.

La respuesta de su cuñado, por más casual y relajada que pareciera, podía interpretarse como un insulto cuando de este grupo se trataba. Alyssa frunció los labios mientras contemplaba con desaprobación al par que eran sus compañeros de trabajo ¿Para qué demonios habían venido a este nido de serpientes? Si lo que querían era información bien podrían haberla obtenido a través de ella, después de todo había sido una decisión estratégica la de ponerlos a ellos en la Orden mientras que la Black permanecía en la Marca.

En ese momento escuchó las palabras del joven mago que aún permanecía junto a ella, elaborando una respuesta para el Líder Mortífago que deseaba saber qué aporte traerían los nuevos aspirantes al bando. Alyssa le dedicó una cálida sonrisa, su respuesta había sido perfecta, no le cabía duda de que este joven sería una excelente adición a las filas tenebrosas. Pero entonces, retornando su atención hacia Cubias e Illidan, finalmente decidió intervenir en la situación. El ambiente parecía mucho más calmo ahora, pero aún así la Triviani no se confiaba de que aquel par de ineptos lograría salir de allí en una sola pieza.

- Ejem… Eeeh, disculpa la intromisión… ¿Caelum? Ah sí, creo que así es como te llaman todos por aquí – interceptó la mortífaga abriéndose paso hasta colocarse entre sus dos compañeros ministeriales – Parecería ser que tienes la equivocada idea de que estos dos han sido invitados a este lugar por uno de tus lugartenientes, o algo así – agregó dejando escapar una risa falsa – Pues déjame corregirte en eso, porque de hecho quien los ha invitado he sido yo. Verás, resulta que ellos son mis… errr… esclavos sexuales, sí – sus ojos brillaron con malicia al lanzar una rápida mirada hacia sus compañeros. Con una floritura de su varita hizo aparecer un par de collares en sus cuellos con correas que terminaban en su mano – Se suponía que debían ir directo a mi habitación y esperar por mi ahí – agrego fingiendo exagerada desaprobación hacia su par de súbditos – Mis disculpas, me encargaré personalmente de castigarles por semejante transgresión, prometo no volverán a molestarte.

Dando un pequeño tirón de las correas que tenía en su mano, indicó a sus compañeros para que le siguieran fuera del salón. No había caso en pretender que no estaba disfrutando enormemente de esta oportunidad, ya que en cierto modo les estaba salvando el pellejo pensaba que lo menos que podía hacer era divertirse con la situación.

- Pero que esclavos más desobedientes – ronroneó la Triviani con sorna – Voy a tener que enseñarles un poco de disciplina con el látigo me parece – agregó soltando una carcajada al tiempo en que empezaban a subir las escaleras hacia el segundo piso.

 

@ Aaron Black Yaxley  @ Candela Triviani  @ Matthew B. Triviani  @ Lord Cubias  @ Illidan Black Lestrange  @ Luk Vaak

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Annick apareció al pie de la colina. Dentro del puño izquierdo se encontraba, ligeramente arrugada, la enigmática y escueta nota que había recibido hacía un rato. Mientras guardaba el trozo de pergamino en un lugar seguro, sus ojos verdes lograron identificar las ruinas de una mansión en lo alto del terreno. Estaba tan concentrada en ese punto, que no se percató de que a sus espaldas se encontraba alguien, hasta que escuchó su voz y le provocó un ligero sobresalto.

La pelirroja apenas tuvo tiempo de reconocer a Mael cuando el muchacho prácticamente la obligó a salir del camino para refugiarse entre los árboles.

¿Por qué dices que nos matarán? Fue tu madre quien me envió una nota y… ―¿y si había malinterpretado el significado de la firma en la misiva? Le había tomado sólo unos segundos convencerse de que Shelle había escrito aquel mensaje, pero no se había tomado el tiempo necesario para considerar otras posibilidades. ¿A caso su latente necesidad de sentir que hacía algo ante la muerte de Elvis la había orillado a actuar con imprudencia?

Mientras pensaba en eso, una máscara se materializó en sus manos. Mael tenía la varita en ristre, lo que indicaba que él la había hecho aparecer. Annick miró aquel objeto y luego al muchacho. Estaba confundida, pero el joven volvió a hablar antes de que ella fuese capaz de comprender lo que estaba ocurriendo. ¿Salir vivos de eso? ¿Quién los podría estar esperando? ¿Por qué debían ocultar sus rostros? Eran demasiadas las preguntas que la pelirroja quería formular, pero Blackfyre no le dio la oportunidad.

Annick tuvo que tomar la rápida decisión de confiar en él, una vez más; así que lo imitó, se colocó la máscara que le había dado, y apresuró el paso para no quedarse atrás. Por las premuras, ella no se había detenido a observar los detalles de la máscara. Si lo hubiese hecho, se habría dado cuenta de que el leve resplandor en las rendijas de los ojos simulaba lágrimas de sangre, fiel reflejo de lo que sentía desde la muerte de su amado esposo.

Decir que estaba ofuscada era lo menos. Observó cómo Mael usaba la varita para hacer un limpio corte en la palma de la mano, de donde comenzó a brotar el conocido líquido rojo. Luego, mientras el muchacho curaba la herida, traspasaron lo que Annick supuso que era un hechizo protector. Entonces la ojiverde comenzó a distinguir otras figuras enmascaradas e intuyó cuál era la naturaleza del entorno en el que se estaban adentrando.

No lo entiendo... ¿por qué estamos aquí? ¿Acaso…? ―su voz era un murmullo que sólo Mael podría escuchar, pero no concluyó la idea. Ni siquiera esperaba una respuesta... Continuó avanzando al lado de su enmascarado acompañante mientras intentaba poner orden al torbellino de ideas que se había formado en su cabeza. ¿Estaba preparada para lo que sospechaba que se avecinaba? ¿No era eso lo que había estado buscando desde que había visto en el pensadero la manera en que Elvis había muerto?

De pronto se dio cuenta de que se estaban acercando a un nutrido grupo de personas, y su corazón dio un doloroso vuelco al reconocer la máscara de uno de los presentes. El asesino de su esposo…

 

@ Mael Blackfyre  @ Dana Gryffindor

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Ignoré las preguntas iniciales que Annick me iba haciendo. Agradecía que la joven Gryffindor no chistara ni un segundo sobre el plan que había tenido de ponerle una máscara también. Se sentía extraño verla de aquella manera pero no caía en la cuenta sobre algo muy importante. Caminamos con un paso un poco más apresurado de lo habitual y realizamos aquel protocolo sobre el pago de sangre para que nos dejara pasar. Eso hicimos, ambos.

Me detuve en seco al escuchar el segundo grupo de preguntas. Había algunos mortífagos más cerca que en la entrada. “ay, cállate Annick” quise decirle, silenciándola con un chistido mientras apretaba ambos puños sobre mi boca. Pero me contuve. En una diminuta parte de mi cabeza entendía por qué tantas preguntas. Aunque también en ése momento, entendí lo más importante (y estú.pido) que había hecho.

Annick había ido con la idea de una reunión con Shelle. ¡Solo una reunión! Mi cabeza recién en ése momento había procesado las preguntas de la pelirroja. Era entendible por qué no había caído en la cuenta que la máscara mía y la de ella (y la del resto de los presentes) eran reales mortífagos. ¡Había sido un idio.ta!

Golpe con mi puño en mi cien. Una vez. Dos veces. Hasta 6 veces seguidas. No pude contenerlo. Annick se había adelantado unos pasos más, quizás 5 o 6, hasta llegar cerca de la entrada, donde había una clara escena de Caelum hablándole a los presentes.

Estaba allí, casi declarándome libremente como mortífago delante de Annick. Estaba seguro que si me habrían visto sin la máscara, me habrían notado que no podía cerrar la boca. Me puse al lado de Annick. Tenía que seguir el camino en el que nos había metido. ¿Por qué no había escuchado a mi conciencia? ¿Por qué había supuesto que Annick sabía sobre ése sitio de los Mortífagos?

Respiré (tres veces para ser sinceros).

¿Ahora te das cuenta de por qué podrían matarte? Podrían matarnos… —me corregí, susurrándole solamente ésas últimas palabras, al notar ambos que Aaron se dirigía a dos personas en particular. La viuda de Elvis Gryffindor se encontraba dónde estaba uno de los cuarteles de los Mortífagos. Y no solo eso, sino que yo la había ayudado a que llegara ante ellos. Toqué detrás de su brazo para que abrazara y le hice un gesto para que se mantuviera en silencio. Le rogaba a todos los dioses para que cumpliera con aquello.

Ambos entramos a aquel sitio. Había algunas personas que conocía. Igual, que muchas de sus máscaras. Otras no tanto. Esperaba lo mismo para con mi máscara. No me interesaba para nada hablar con nadie ni saludar. Quería ver por qué mi madre me había enviado una carta y me encontraba entre tantos compañeros. ¿Y por qué Shelle había citado allí a Annick? ¿La quería muerta? Tuve una sensación fea, de ésas que te indica que debías irte. Pero me mantuve allí, apartados con Annick de todo el tumulto de personas. Me aferré a mi varita resguardada en mi bolsillo.

 

@ Annick McKinnon  @ Dana Gryffindor

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  • 4 semanas más tarde...

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"La llegada del Otoño en la Mansión Riddle"

 

El frío en el pueblo de Ottery había vuelto por unos días, como si anunciara el futuro invierno que aún quedaba lejos. Apenas hoy había empezado el otoño y muchos cambios florecían hoy en la zona aunque aún no eran visibles. El principal, en general para la comunidad mágica, era la entrada como Ministro de Magia al llamado "El Predicador", un muggle de ideas religiosas que, inexplicablemente, había superado las fuerzas de la ex-ministra Sagitas Potter Blue, quien se hallaba en paradero desconocido para casi todos los habitantes del lugar.

Otro hecho que cambiaba, que afectaba más al bando mortífago, era un cambio repentino aunque no por eso desconocido, en el liderato de las altas esferas del bando. Pocos conocían ya que el nombre de Arya Macnair blandía en la cúspide de la pirámide de poder del bando, con sus Lugartenientes de confianza, Mael Blackfire y Sagitas Potter Blue. Los mortífagos habían recibido la orden de personarse en la Mansión Riddle. ¿Qué sucedería en ella? ¿Se haría un cambio de poder tan fácilmente o habría una lucha interna en el bando.

Empezaba el Otoño en la Riddle y traía algo más que frío y hojas secas.

Una figura envuelta con una capa verde botella, terciopelo oscuro, botas negras de apenas tacón y manos enguantadas para librarse del frío del atardecer, se acercó a las protecciones de la mansión, que la dejaron entrar sin vacilar, reconociendo su marca y pertenencia al bando. La sombra se transformó en una mujer de pelo magenta brillante a la luz de las velas que miraba alrededor, como si estuviera viendo un lugar nuevo en aquella vieja mansión. Al final, dirigió sus pasos hacia la sala de la amplia chimenea, preguntando a dos guardianes que vigilaban la entrada.

-- ¿Han llegado?

Se supone que sabían a quiénes se referían pues contestaron que sí, lo que provocó una frente ceñuda en Sagitas, quien entró en la habitación y se quitó la capa y los guantes para dejarlos encima de la mesa.

 

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Bien pudiera haberse dispuesto a llenar sus prendas en una maleta escueta y entonces, mandarse mudar al otro lado del mundo. Cada vez las notificaciones, noticias, señas del paradero de su primo eran más escasas, su sobrino apenas y se mantenía en el radar, de su tío, mejor ni hablar. La ojiazul se mantenía en pie gracias a una dependencia casi enfermiza que sólo le importaba a ella, esa siempre había sido su gran debilidad y no era que pretendía ocultarlo, era que se enconchaba de tal manera, que nadie tenía posibilidad de saberlo. Sin darse cuenta, sonando peor de lo que era, ahora Maida se hallaba en un limbo emocional del que no sólo no sabía cómo salir, sino que no tenía intenciones de salir. ¿Y la Marca Tenebrosa? Siempre lo había tenido claro, ella era mortífaga porque su familia era mortífaga, porque sus líneas de vida se conectaban a la marca de la serpiente y listo. ¿Le tenía lealtad al grupo? No del todo, le tenía lealtad a sus principios, a sus ganas de proteger a gente que quizá no necesitaba tanto de ella, como ella de ellos. Ahora no estaban y rechazar la invitación a la mansión Riddle nunca se había sentido tan sencillo.

La marca le punzaba en el antebrazo, incluso podía sentir la máscara vibrar desde su cajón, cómo si le hablara. ¿Acaso ahora era que descubría sus verdaderos sentimientos hacia un grupo al que francamente, no se había permitido ni conocer ni dejar que la conocieran? ¿Qué quedaba de la alguna vez fue considera la promesa de la Marca? ¿Y qué había significado eso en su momento? Nada, había seguido al pie de la letra los consejos del viejo Yaxley, nada más. No tenía razones por las cuáles volver y sin embargo, se vio puesta de pie, segundos más tarde, frente a la mansión Riddle, sin máscara, no sentía la necesidad de protegerse de nada.

Sus pasos la llevaron a la estancia, de dónde escuchó una voz, justamente preguntando si ya habían llegado. Estaba demasiado temprano.

Sentí el ding dong de la llamada —mencionó a nombre de saludo. 

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Me giré, aún con el ceño fruncido, hacia la voz que sonaba a mi espalda. La conocí enseguida y tuve que frustrar un amago de sonrisa. Acababa de recordar que era una promesa en la prensa y que había que tener cuidado con los periodistas en aquellos momentos. Después, sentí el aroma de la chimenea encendida y recordé que no estaba en el Ministerio y que ya no era la Ministra que huía de los flashes de las cámaras, incómoda, intentando que los micrófonos no captaran mis palabras para soltarlas al aire con mil matices que no se parecían a las que había dicho. Ya no era quien mantendría el papel de dirigente máximo en Inglaterra, aunque tal vez sí sería quien ayudaría a tumbar al que aún no se había asentado en el poder. Chasqueé la lengua para alejar mi mal humor y, ahora sí, la sonreí.

-- @ Maida Black Yaxley , ¿verdad? No nos hemos visto mucho este tiempo que llevo en el bando...

Es decir, un año, apenas un año en el bando y no podía decir que conociera ni a la mitad de la gente. Siempre me había escudado en que mi cargo me obligaba a estar fuera para no mantener mucha vida social entre los míos. Ahora, me arrepentía.

-- Veo que has sentido la llamada del... bando.

A punto estuve de decir "de la líder", pero no sé si me tocaba a mí confesar al grupo quién mandaba ahora. Supongo que @ Arya Macnair quería decirlo ella misma y recibir los aplausos ante el cambio. Así que mantuve la sonrisa y guardé el secreto. Maida podía ser de los nuestros, pero como gran periodista que era, sería incapaz de guardarse una primicia.

-- A ver si llega más gente... Hace frío, ¿no? Empieza el otoño -- mi susurro se perdió con el sonido del crepitar del fuego.

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La noche estaba bastante ventosa, el apartamento estaba en penumbras una copa de vino tinto en mi mano y la bellas luces de París iluminando la estancia mientras estaba en el sillón disfrutando de la música de violín que venía de un instrumento encantado que estaba suspendido en el aire mientras ejecutaba una melodía profunda y hermosa. Llevaba la copa de cristal a mi boca cuando sentí como la marca tenebrosa ardía en mi espalda y me arquee un poco entre la sorpresa y el dolor leve.

Una sonrisa torcida salió de mis labios y disfrute del último trago, deje la copa a un lado y me levante pronto del sofá en busca de a máscara de Galia, tras tomarla en mis manos la deje sobre mi rostro mientras que por medio de la metamorfomagia dejaba mi cabello de un tono rojizo, tomé una cama negra y me cubrí la cabeza, desapareciendo justo hacia la Mansión Riddle

 

Las puertas de la Mansión Riddle estaban cerradas pero a un toque de mi mano se abrieron de par en par y me adentre hasta el salón principal en donde encontré a @ Sagitas Ericen Potter Blue junto a @ Maida Black Yaxley , ambas compañeras de ideales con las que limitaba en la Marca tenebrosa.

- Gusto de verlas bellas damas… alguna razón en especial para invocarnos…

Me sitúe a su lado mientras dejaba a un lado mi máscara y volvía a dejar el cabello de tono rubio.

 

 

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Ministre de la Magie Français // 🌙 dulce asesina by Mael

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