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~ Mansión Riddle ~


Anne Gaunt M.
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Puse los ojos en blanco ante el dramatismo de Arya y deslicé un dedo por mi propia mejilla, allí donde el vidrio de alguna copa había cortado al ser roto. Si hubiera sido ya vampiresa habría sanado, pero todavía no habíamos llegado a ese punto con Hades y mi humanidad estaba intacta.

Fijé los ojos en las dos personas que escoltaban a Arya, Mael y Sagitas. A la segunda la conocía, era mi ex suegra, una de mis primeras amigas en mi regreso a Ottery once años atrás y, una de las cosas que más me molestaban, una ex miembro de la Orden del Fénix. Mael, por su parte, no me era para nada familiar y tan solo verlo parado del lado derecho de Arya me generaba un resentimiento que no podía poner en palabras. ¿Por qué no estaba yo parada allí, junto a ella, siendo su mano derecha, como había sido la de Aaron? ¿Por qué había pasado Arya sobre mí para elegirlo a él? Porque podía entender que hubiera elegido a Sagitas, era una bruja poderosa aunque la mayoría intentaran ridiculizarla. Tan poderosa que había atado mi alma a la de ella para impedir que muriera, así que a Potter Blue no podía recriminarle el puesto que había obtenido, aunque no me fiara del todo de sus intenciones en el bando oscuro.

Pero Mael... ¿quién demonios era él? No se lo había preguntado a Arya, no aún. Apenas Aaron se había quitado el manto de Líder y desaparecido por la puerta, mi cerebro y mi estómago se habían hecho una bolita de ansiedad. Y ni hablar de mi corazón, estrujado, viéndolo marchar luego de tanto tiempo juntos, de tantas cosas vividas. Apreté las manos en puños firmes para evitar que mi pulso temblara y levanté la barbilla cuan alta era. Podía ver a Arya mover los labios pero no estaba escuchando una sola palabra de lo que decía porque mi cabeza no estaba allí; mis pensamientos vagaban lejos, cerca de Hades, quien sabía que estaba lleno de resentimiento por no haber sido siquiera pensado para ser líder. Quizás... quizás tendría que haberlo apoyado a él en vez de a mi desagradecida sobrina. Pik seguro estaría orgulloso si hubiera dignado a hacer aparecer su cu.lo por la Riddle. Pero no era el caso.

Solté un bufido y me crucé de brazos. Arya aún hablaba y yo aún seguía sin escucharla.

¿Cómo estaba ella tan segura de que yo la iba a apoyar? ¿Por qué me había despreciado de aquel modo? ¿Me estaría volviendo vieja? Giré para intentar ver a Matthew o Dana, pero ninguno estaba allí...

Editado por Rhiann Macnair R.

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~~Castillo Crowley~~

Aún no terminaba de reconocer la persona que le devolvía la sonrisa reflejada al otro lado del espejo. No habían líneas de expresión bajo los ojos, la cicatriz del pecho había desaparecido, la sonrisa amarillenta que le había dejado el cigarrillo y el whisky barato ya no estaba y el blanco impecable que emanaba de sus dientes parecía de otra persona. Los veinte años que había envejecido cuando expulsó al demonio se habían retraído y volvía a tener el cuerpo y la energía de un polluelo de 35 años. Se llevó las manos al pecho y al pasar los dedos por el pectoral izquierdo sintió la masa muscular tensa y firme como hacía mucho tiempo atrás. Baphometh se había vuelto a apoderar de él y temía por lo que hubiera podido hacer mientras dormía. Alesteir lo sacó de sus pensamientos.

Señor —espetó el tímido elfo del Castillo Crowley irrumpiendo en la habitación del patriarca—, acá está su.. ¿Jugo?. 

Dejó un vaso grande de lo que parecía ser zumo de naranja en la superficie oscura de la mesa de roble, a un costado de la cama revuelta.

¿Alguna señal? —León tomó el vaso y vertió el contenido del mismo por su garganta. Aquello que acompañaba la pulpa de la fruta, lo reconfortó.

Ninguna, señor —respondió el elfo agachando la mirada, consciente de que no era la respuesta que él esperaba.

Mantenme informado, iré a Gringots a...

No puedo terminar la frase. Con un gesto simple de la mano derecha mando al elfo a salir de la habitación que sin chistar desapareció con rumbo incierto. Los ojos oscuros de León se posaron en el la tinta viva del antebrazo izquierdo. El ofidio elegante se movía con gracia al rededor del brazo como no lo había hecho en mucho tiempo, en más de 4 años. Era como si ella, la serpiente, entendiera que ya no tenía el cuerpo del endeble anciano, que ya no requería de un bastón para moverse o que sus huesos ya no crujían al tratar de enderezar su deteriorada espalda.

<<¿Por qué no?>> —preguntó una voz en su interior.

Antes de que pudiera responder, había tomado la varita con la mano derecha y sin reparar en que no vestía más que unos vaqueros gastados, terminó de tomar la preciada mezcla de zumo de naranja y vodka y desapareció del lugar con destino incierto.

Baphometh, en algún punto, sonreía satisfecho.

 

~~Mansión Riddle~~

Su cuerpo se materializó unos metros antes de la entrada principal. Las ruinas de lo que fue la mansión en su momento seguían tal y como las recordaba desde que las había visto por primera vez, 15 años atrás. Trozos chamuscados de alfombra, muros destruidos, una que otra estatua aquí y allá. Todo parecía estar exactamente igual a como estaba antes de desaparecer, de nuevo. Avanzó con firmeza pero sin prisa entre los escombros hasta llegar al portal custodiado por las famosas estatuas de mármol. Siempre le había causado gracia la similitud de aquel arco con el caduceo, el emblema de Hermes entregado por Apolo. Los muggles lo habían adoptado como el símbolo del comercio, pero para los mortífagos era mucho más.

Mercaderes de la muerte —susurró para si mismo mientras las dos serpientes daban paso a la portezuela que conducía al interior de la mansión.

El interior había cambiado, en apariencia, más no en esencia. La luz cetrina de las antorchas eternas era la constante que permanecía mientras la decoración del lugar se dejaba al antojo del mandamás de turno, todos y cada uno con su estilo particular. Podrían ser listones verdes y plata de los Malfoy o los escudos negros y dorados de los Black, la mansión Riddle había sido siempre eso, una vitrina, un lugar para darse a mostrar, desde aspirantes hasta nigromantes, pasando por todos los escalones de poder. Todos y cada uno hambrientos de dejar su huella en la familia.

<<¿Y qué has hecho tú?>> —opinó la voz en su cabeza, tan irritante como el canto de un augurey.

Poco tiempo pasó antes de que pudiera notar la presencia de alguien más y consciente de que tal vez no conocería a nadie, se quedó rezagado del pequeño grupo que se comenzaba a reunir en algún punto de la mansión. La iluminación del lugar era la suficiente para que León pudiera contemplar todo desde donde se encontraba sin intervenir demasiado en la situación. Estaba ya demasiado viejo y gastado como para ocultar su identidad tras una mascara; a fin de cuenta nadie le iba a reconocer o al menos eso pensaba. En cuanto vio a alguien aproximarse al centro del improvisado escenario decidió acercarse un poco más.

Por una razón que no comprendió bien en un principio, la dramática aparición de quien se presentaba a la multitud y la llamativa escenografía le recordó a cierto líder de tiempos pasados. La lluvia plateada de cristales entre la cual había entrado se había robado la atención de los presente, incluso la de León que no identificó a la artífice de tal espectáculo hasta que esta no levantó la mano y dejó ver la triqueta celta en su muñeca derecha. Los ojos esmeralda que descansaban en un colchón de pequeñas pecas marrón, miraban a todos los presentes con firmeza y determinación. A vista pasajera, se le notaba sobria, decidida y dura. Pero a la mirada de alguien que la conocía, que había trabajado de la mano con ella y acompañado en momentos necesarios, no lo era tanto. 

El sutil movimiento de su labio inferior, sus delicadas manos retirando el mechón rojizo de su cara y el constante desvío de su mirada hacía alguien al final de la multitud, le mostraban a León que estaba nerviosa. Y con razón. La responsabilidad de tomar las riendas de tan ambiciosa empresa era una carga que, de un tiempo para acá, se tenía que tomar solo y había tenido que ver como personas cercanas adoptaban esa posición con templanza y firmeza. Y @ Arya Macnair no sería la excepción. Contrario a lo que había pensado en cuando entró a la mansión, la cosas no era tal y como estaban cuando se fue. Estaban en buenas manos. 

Tranquila pelirroja, lo harás bien —susurró a la punta de la varita mientras hacía la reverencia y una fina capa de humo blanco envolvió las palabras de León y las transportaron a través de la habitación y las liberaron a escasos centímetros del oído derecho de Arya.

Editado por León Crowley
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Pensándolo bien, si algo caracterizaba al bando mortífago era nuestra disparidad de opiniones y comportamientos, nuestro desdén incluso por la forma tan diferente de ser del compañero y, sin embargo, sentir una lealtad total por nuestro bando, por nuestro líder, nuestra líder, en este caso. Así, mi reacción con Kamra y la suya con Juve y contra mí, era algo usual entre nosotros. Nos enfrentábamos como individuos, con forma de pensar propias, pero, sin embargo, unidos en lo que el bando significaba. 

-- Semper Fidelis -- murmuré a Juv. No recordaba que fuera la hija de un ex-líder, aunque recordé que era una Malfoy, cuna de líderes mortífagos, así que era algo lógico. Después elevé un poco la voz ante su figura que se iba. -- ¡Vuelve pronto, Juve! Ya sabes dónde está tu segunda casa.

Creo que me entristecí un poco al verla partir. Pero enseguida me repuse. Si en algo tenía experiencia era en poder cara de póker y no dejar demostrar nada al exterior de mi desánimo. Alejé de mi mente la imagen de Juv alejándose porque, en el fondo, intuía que pronto volvería a verla. Volví al interior de la mansión Riddle, justo en el momento en que aparecía la líder.

-- Ya era hora -- musité, como si yo no acabara de llegar. Cristales en el suelo, manos que aún sostenían restos de copas, algún hilillo de sangre producido por el estallido de cristales. Medio sonreí, una entrada espectacular que casi me había perdido. 

Me adentré para permanecer a su lado mientras Arya provocaba la torsión de cada uno de los presentes en un gesto de respeto provocado por su varita sobre la Marca que teníamos cada uno en nuestra piel. Reconozco que yo también sentí el ardor que pretendía bajarme para inclinarme, pero lo resistí. Esa era mi mejor fuerza, recordar que yo ahora era el apoyo de la líder y que resistiría cualquier cosa por ella. Permanecí a su lado, soportando aquel dolor hasta que fue cediendo. Contemplé al bando y, sin que nadie se diera cuenta, temí no ser digna de servir de guía y ayuda al grupo. Recorrí a cada uno de ellos en un gesto que podría sonar a prepotencia desde mi posición, pero que, en realidad, era una paralización de pánico. Me encontré con la mirada de Cissy ( @ Rhiann Macnair R. ) y noté cierta molestia. No le sonreí, no porque no quisiera sino porque el momento no era el idóneo ni podía hacerlo, del pánico que sentía por dentro. ¿Quién había dicho que iba a ser fácil dirigir un bando? Gracias a la Diosa Oscura que eso le tocaba a Arya, yo sólo debía ser su apoyo, su mano izquierda, su hacedora de deseos...

En mi recorrido, no se me escapó la llegada de un nuevo que hacía algo extraño a su varita. Detecté enseguida el humo intangible que se acercaba a la Nueva Líder y le decía algo, que no llegué a oír. Casi sin moverme, mi varita resbaló por mi manga hasta que la agarré con fuerza por el mango de piel de dragón (como le decía siempre a mi amiga enemiga @ Lisa Weasley Delacour , tenía un adorno troquelado por el que sujetarla con fuerza, para no equivocarme, como alguna vez bromeaba con ella)

-- ¿Todo va bien, @ Arya Macnair ? -- pregunté, con cautela, dispuesta a defenderla si aquello resultaba no beneficioso para ella.

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-Claro que lo hará bien- dije en el oído de León.

Podría haber reconocido esa esencia en cualquier lugar del mundo, aunque él y yo no hubiéramos tenido siempre un trato estrecho.

Me había acercado a él mientras se encontraba concentrado en Arya, metiendo mi cuerpo en la sombra más cercana y luego saliendo por la sombra que el cuerpo de él, desnudo a excepción de unos vaqueros, proyectaba en el empedrado del sótano de la mansión Riddle.

-Te ves fantástico... ¿qué te pasó?- pregunté, pasando descaradamente un dedo por la espalda desnuda, firme, musculosa-. Hasta parece que te hubieras estado ejercitando. Seguro que son esos nuevo batidos que están promocionando, con Poción de Vitalidad, que te devuelven los años perdidos... ¿Me contarás tu secreto, Crowley?- pregunté, casi rosando mis labios con su oreja, para lo cual tuve que ponerme en puntas de pie, ya que yo era al menos diez centímetros más baja.

Sonreí, traviesa y luego volví la vista al frente para darme cuenta de que Sagitas me había estado mirando y también a León. Pude notar que tenía su varita firmemente agarrada, como si esperara que León fuera a atacar a Arya en cualquier momento y, una parte de mi corazón dolido se reconstruyó: Sagitas iba a proteger a Arya. No era algo que yo esperase, no de ella. Sabía que era una mujer sobreprotectora con las personas que quería, pero como desconocía sus motivos para volverse al bando tenebroso, no podía asegurarme de sus intenciones. Quizás yo estaba siendo tonta y aquel gesto era ensayado, pero algo dentro de mí me decía que no, que quizás... en el fondo... Sagitas estaba con nosotros de forma leal.

-¿Qué opinas de tu nueva líder, Crowley? ¿Lo hará bien? ¿Veremos al bando oscuro aplastar a la Orden del Fénix finalmente?- le consulté, apoyando la cabeza ligeramente sobre su brazo musculoso.

@ León Crowley @ Ericen

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Hacía frío a pesar que no hacía ni una semana que había entrado el otoño. Decidí ponerme una capa gruesa porque el camino sería largo, se notaría mucho el bajón de la temperatura. Sin embargo, lucía un sencillo jersey de color café, pues otras veces había pasado calor en el interior de la Mansión Riddle. Eso, unos pantalones marrones oscuros y unos zapatos planos sería lo único que luciría aquel día tan especial.

La entrada a los alrededores de la mansión la hice de forma muy discreta. Cerca, la tía Sagis hablaba con dos compañeras de bando. No la saludé aún, sabía que hoy era un día importante, pues sería la primera vez que aparecería como Lugarteniente del bando, junto a la nueva líder. Por ello, aceleré el paso para no perderme nada de la reunión.

Cómo había previsto, en la mansión hacía calor, fuera por las chimeneas encendidas o por la acumulación de mortifagos en la sala. Me deshice de la capa, colgándola en un perchero de forma sospechosamente similar a una espina dorsal humana. Había caras conocidas, pero otras no.

De repente, el ruido de mil cristales rompiéndose impuso un silencio poco acostumbrado. Menos mal, yo no llevaba ninguna copa encima, pero algunos se quejaban de la explosión que había dado paso a la líder.

Me agaché, sorprendida por el dolor de la serpiente y la calavera en el brazo, haciendo una especie de saludo ante los tres miembros que se erguían en la sala.

Nadie se atrevía a hablar. Yo menos, por respeto, aunque noté que la tía parecía mirar hacia Cissy y un hombre desconocido. Bajé la cabeza esperando que alguien dijera algo y que el dolor de La Marca desapareciera.

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Mansión Potter Black, laboratorio de pociones en las profundidades (?)

No sabía si era de día, de noche, pero escocía y mucho. Sabía lo que significaba. Hacía tiempo que no me ardía la Marca Tenebrosa que tenía tatuada en el antebrazo izquierdo. Con un toque de varita cambié la ropa que tenía y enseguida se transformó en un jubón negro con una calavera con serpiente bordada en hilo de plata en la zona del corazón. Mis pantalones de deporte que llevaba para preparar pociones, cambiaron a unos pantalones finos de seda con unas botas de aguja negras y tras recoger el morral de cuero y ponerme la capa que tenía colgada en el perchero, abrochada con un murciélago de plata, me giré sobre mis talones y me aparecí delante de la entrada a los terrenos de la mansión Riddle. Técnicamente los hechizos antiaparición se aplicaban a los alrededores de la mansión y en su interior, no en profundidades de la casa de mi tía. Tuve suerte de no sufrir una despartición.

Mansión Riddle

Bajé la capucha y mientras caminaba, intenté arreglar un poco el enmarañado pelo que tenía por los vapores provocados por los diferentes calderos que había en ese lugar. Até el pelo en una cola de caballo alta y dirigí mis pies hasta el camino empedrado y tras pasar toda la zona de seguridad que, estaba también protegida por los restos de la antigua casona de los Riddle, destruída hasta los cimientos, bajé hasta llegar al salón principal. Por los diferentes aromas había personas ya ahí dentro y mientras me adentraba parecía que había cierta tensión. Rompí el silencio...

- Disculpen la tardanza mis señores... Espero no llegar tarde - dije con una sonrisa. Ya distinguí a varias personas, hasta un viejo conocido pero me sorprendió ver, por el rabillo del ojo como mi tía llevaba la varita en la mano y por supuesto vi a la actual líder del bando...

Me dirigí hasta una mesilla cerca en dónde había diferentes bebidas (?) y tomé un vaso con whisky de fuego. Y sin poder evitarlo llegué hasta la altura de Sagitas y le susurré al oído:

- Guarda eso, si no quieres problemas o que desconfíen de ti -enarqué una ceja y tras pasar de largo negando con la cabeza, tomé una silla, la giré y apoyé los brazos en el respaldo mientras me balanceaba con suavidad...

- ¿Y bien, cual es el asunto a tratar? - pregunté a los presentes mientras llevaba el vaso a la boca y saboreaba el licor con cierto gusto. 

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¿Por qué no me miras? ¿Sybilla, por qué no me estás mirando? 

Desvié mis ojos a la multitud confundida por la sangre que les había hecho derramar. Volví a mirarla, choqué contra un muro de indiferencia que mis niveles de nerviosismo no me permitieron palpar en las habitaciones contiguas, anteriormente, cuando intentó que no me fugase. Sentí que el alma se me encogía sin motivo aparente, no tenía sospechas pero tampoco dudas, la conocía, me conocía, había dado algún paso en falso que le hizo torcer los labios como solía hacerlo Pik siempre que se trataba de mi. Estú.pida pensé, todavía esperaba que apareciera por la puerta con la galantería que lo caracterizaba, se sorprendería de qué tan lejos había llegado su hija ¿Cierto? 

Me hubiese gustado haber conversado más con Aaron, haber visto unos instantes más la seguridad en sus ojos con los que me pasó el poder. Una cálida brisa me rozó las rodillas y ascendió haciendo danzar mi falda, sonreí ligeramente, Ericen aparecía tras de mi como un halcón, una coraza de fortaleza me recubrió hasta las entrañas, en ese ínfimo instante nadie podía tocarme. Miré a León ruborizada ¿Cuántas veces me salvaría? podía recordar sin problema alguna la noche en que deshecha totalmente, y con el corazón en las manos, le pregunté quién me cuidaría ahora, quién me amaría, quién me daría las buenas noches —sí, es algo absurdo, pero aquellos a quienes les han destrozado el corazón lo entenderán, comprenderán el vacío que se siente— y sin tener nada que darle a cambio permaneció a mi lado, aun lo hacía. 

Macnair se acercó a él, su afirmación se mezcló con la dulce voz de Crowley, ensanché la sonrisa. —Todo está bien. 

De la cintura extraje una daga con hoja de cristal, la acerqué a la palma de mi mano y realicé un profundo corte. Cerré los ojos sutilmente y me mordí los labios. De pronto aquello parecía la sucesión de Grindelwald por Voldemort. Y así como la pregunta no se hizo espera, en boca de algunos Mortífagos como Heliké, la respuesta surgió al tiempo que la máscara cubría mis facciones. 

—Semper Fidelis. Exclamé con voz firme.

Alcé la varita y ésta, como un imán, capturó los hilillos de sangre de cada persona herida. Quienes habían llegado después tendrían la oportunidad de decidir qué tan lejos llegaría su lealtad al bando. Una diminuta gota carmesí fue creciendo por sobre las cabezas de todos hasta alcanzar el tamaño de una pequeña canica y voló hacia mi. Con agilidad había escondido la daga ensangrentada para cambiarla por un elegante frasco en forma de pico que luego colgaría en mi cuello con el juramento de todos los Mortífagos presentes. 

@ Ericen  @ León Crowley  @ Rhiann Macnair R.  @ Helike R V PB  @ Xell Vladimir Potter Black  @ Hessenordwood Crouch  @ Kamra Ashryver D.  @ Malum Luxure  @ Lisa Weasley Delacour

—Hemos perdido el Ministerio, se que lo saben. Pero no es lo que me preocupa, si el secreto de la magia es restaurado volveremos al anonimato, es momento de emplear la información que hemos conseguido durante todos estos años... Se de buena fe que La Orden del Fénix protege al nuevo Ministro por lo que nos será difícil sacar cosas de las oficinas 

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— Efectivamente, Maida. 


A la que saludaba era Sagitas, el tono de su cabello era algo que no se podía tomar a la ligera, no muchas personas lo portaban, ella particularmente, sólo conocía a dos. Sonrió de lado al notar cierta pregunta en la última frase, pero no se atrevió a responder, después de todo, seguía sin estar muy segura de lo que estaba haciendo ahí. Lo del frío sí que se lo concedió, aunque la bruja amaba las bajas de temperatura, la hacían sentir más cómoda, mucho más a gusto con sus vestimentas y en los trucos que tenía para sentirse abrigada sin necesidad de verse pesada. Iba a decir algo cuando las personas comenzaron a llegar en la estancia, decidió entonces sentarse un poco más alejada del resto, no lo suficiente como para dejar de oírlos o saludar. 


La situación de salutaciones no se hizo esperar, por mucho que ella quisiera permanecer un tanto a solas, la personalidad burbujeante de Ada no la dejí exenta de sus modales. Se acercó pues a compartir y congeniar con ella y el recién llegado Ernest, mientras Sagitas había ido en busca de quién podía saber quién. 


— Mucho gusto Ernest —saludó sin pretender ahondar en ningún tema sobre su actividad dentro del bando, sin su primo a la cabeza la poca motivación que tenía por permanecer siquiera en el Reino Unido era mínima—, va llega...


Su frase se vio interrumpida por un destello de varita, pero nada que ella no pudiera advertir, un simple hechizo defensivo. De todas maneras, y por seguridad de quién hasta hace un momento compartía con nosotras, se acercó a la salida. Justo lo que había pensado un mortífago de sangre caliente atacando a otro, y Sagitas en medio, casi. Digamos que en sentido figurado. Iba a salir, sacar la varita e intentar intervenir cuando una voz encabezó la reunión y obligó a todos a fijar nuestra atención en ella. ¿Arya? Así que los rumores eran más que ciertos, vio llegas  León, Sybilla, Xell, volver a Sagitas y retomar las palabras a Arya. Era cierto, Sagitas había sido revocada de su cargo ministerial y el párroco al que le habían dado las llaves del despacho Ministerial estaba protegida por familias relacionadas al bando de la luz. ¿Qué hacía Maida ahí mismo? Arya parecía querer tener la sartén por el mango, evocar la lealtad que había logrado Aaron entre las filas mortífagas era una buena jugada, una en la que seguramente caerían los más débiles de la cadena, los que no tenían un puesto seguro o los que temían perder lo poco que se había logrado dentro del ascenso mortífago. Pero ella no, Maida no le debía ninguna lealtad a nadie en nombre de Aaron, era libre de irse, como lo había hecho Hisy en su momento, desafectarse de un grupo que había perdido su cabeza más firme. Irse y no mirar hacia atrás.

— Y eso pasó sólo unos días después de la desaparición de mi primo —masculló Maida mirando a la nueva líder, tan bien flanqueada por ambos lados, como si le tuviera miedo a su propia gente, ¿demasiado pretenciosa o demasiado cuidadosa?—, la lealtad, queda claro, es algo que se riega todos los días o cuando lleguen los días de otoño,  ya se habrán secado sus raíces.

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— Perder el anonimato no es una opción, creo que todos los presentes sabemos lo que eso implicaría—la voz de Hysy se dejaba sentir como un lienzo gélido sobre la piel. Inmaculado y listo para sentir sobre el finos trazos, delineando el cuerpo de cada uno de los caídos— No pienso ceder tan fácil el Ministerio, aquel religioso solo va a leer oraciones gastadas con promesas huecas—la sinceridad estaba impresa en sus palabras como si la ponzoña de una serpiente emergiera de sus colmillos. No se andaría con jueguitos, no cuando el destino de los magos pendía de un hilo.

El sentirse como en casa, le resultaba un poco extraño a decir verdad. Aspirar ese aroma a muerte y desolación, el ardor al sentir la marca y apropiarse de esa esencia que Hysy depositaba en ella cada vez que usaba la máscara. Era como tener un alma gemela adherida a ella, lastima que no podía hablar de lealtad por algunas personas que pululaban dentro del bando. Eso era algo que no era sencillo de debatir o poner sobre la mesa, argumentar ser leal a algo distaba mucho de ser algo tácito a sus ojos. Hysy era de las mortifagas que no se andaba por las ramas, no acababan de cuadrarle ciertas actitudes.

Ya se daría el tiempo para analizar cada una de ellas a detalle, pero el tema central que le llevo ahí era ver a Arya en la cima de la montaña. Incontables batallas les colocaron dentro del ojo del huracán, algunas veces la muerte abrazaba a la pelirroja, dándole la victoria a la rubia. El destino solía ser demasiado caprichoso, pero ahora estaban dentro del mismo barco, jalando las riendas de un bando que se mantendría como el único dominante dentro de la comunidad mágica. 

— Las fuerzas oscuras son imbatibles, creo que todos sabemos y conocemos a detalle, el dominio que posee la Marca dentro del mundo mágico—actuaba como toda una estratega. Deseaba no tener que ser demasiado cerebral en algunas cuestiones, pero las estrategias eran su campo de desarrollo principal— Dejen que suban más allá del cielo y la caída les dolerá más de lo que les dolió perder su primer diente o ver como la victoria, no esta hecha para los que atacan a los que nacieron para dominar—destostaba ponerse en modo filosófico.

— Volví al bando para poner algunas cosas en su sitio y quizás algunas personas. Cabos sueltos, pero no deseo acaparar el espacio de nuestra líder—continuaba hablando desde las sombras— Lo creas o no, siento mucho orgullo de verte como mandamás. Son pocos los que tienen el tesón para dar la cara ante la adversidad que nos aqueja, pero vos lo harás de forma por demás magistral—saliendo de su resguardo, le dedicaba una ligera reverencia. Existía respeto entre ambas féminas y ante todo cierta complicidad, aunque jamás se sacaría de la cabeza las pesadillas que le generaba a la Líder de la Marca Tenebrosa. 
 
Ver a Nemétona y Goldor como las manos derechas de Arya, no hizo más que reforzar su creencia de que el bando estaba en excelentes manos. Apretando su surda invocaba su varita oscura como el ala de un cuervo—¡¡¡ Sempeir Fidelis !!!—elevando su varita miraba a todos los presentes. Kreston se haría cargo de devorar a todo aquel que osará convertirse en un obstáculo entre la marca tenebrosa y la victoria. Su Vipertooth peruano, estaba para tomar cartas en el asunto sin esperar una orden de la Nigromante. 

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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 La peliblanca se cruzó de brazos, la expresión en su rostro era de puro aburrimiento mientras escuchaba y miraba la reacción de Sagitas ante su hechizo, además de las acusaciones que habia lanzado hacia Hysy. Movió su mirada dorada hacia la máscara en tonos blanco y negro, ladeando la cabeza mientras achicaba sus ojos. 

- ¿Haz terminado? ¿O debo escuchar alguna otra razón por la que no debí hacer eso? - Kamra no se sentía en posición de pedir permiso o perdón, ella tomaba y hacia las cosas como creía mejor. Si algo sabía, era que la gente bajo presión revelaba su verdadera naturaleza... Ashryver quería saberlo todo de sus compañeros de bando; etiquetarlos, predecir sus movimientos, todo. Pero aún mas importante, saber en quién podía confiar lo suficientemente para hacerse de un círculo más o menos decente - Sentimentalismos dices...no hay nada sentimental en lo que acabo de decir o hacer. Carezco de una opinión propia sobre Hysy ¿Qué mejor para ver la talla de una persona, que atacarla y ver cómo encara la situación? Llámame suicida, pero las cosas que sabes de - ondeo la mano hacia el o ella - yo no las se...así que ¡discúlpame, oh santa Ericen! Por mis métodos tan bajos. 

Seas quien seas, caiste en lo que quería que hicieras. Me revelaste una parte de ti, la parte con fuertes ideales mortifagos, y eso me sirve para formar un concepto del tipo de persona que eres. Es algo básico, me sorprende que no lo vieras venir - Luca y Lisa habían usado ese método con ella, y se preguntaba si de alguna manera ese tirón de curiosidad que sentía hacia Hysy no era el destino intentando introducir a una nueva persona a su círculo. Al final del día, no sabrían si a futuro les tocaría trabajar juntos. 

Los ojos color oro fundido de Kamra rodaron y desapareció sin más rumbo al interior de la Mansión Riddle dónde no solo se encontró que Ericen y Hysy también habían entrado, sino que La nueva líder también y ¿A qué se debían esos vidrios rotos? Se encongió de hombros como respondiendose a si misma. Debía mostrar sus respetos hacia los nuevos líderes y aunque algunos pudieran pensar que estaba cayendo en la adulación, eso no podría ser más que erróneo. Kamra estaba allí por algo más que pensarse superior a la raza humana, su misma escencia clamaba con una insaciable sed de oscuridad y aunque había trabajado en ello por años...dudaba que pudiera aplacarlo. No quería controlarlo. 

Caminó hasta posicionarse frente a Arya. No miraba a nadie más cuando puso la mano derecha en un puño sobre su corazón, inclinando la cabeza mínimamente mientras decía en voz alta - Semper Fidelis - su mirada  estaba enfocada en los ojos de la nueva Líder Mortifago cuando sonrió levemente - Si, quizás perdimos el poder en el Ministerio ¿Pero a caso Inglaterra es lo único que importa? Podemos ver de hacer más, gobernar más. La situación del nuevo ministro es temporal ¿Creen que la comunidad no se dará cuenta de que no se identifican con la nueva cabeza de la comunidad? Y no hablo solamente de quienes comparten nuestros ideales - Rory Despard era, después de todo, un sucio sangre sucia además de un fanático religioso, la comunidad mágica no tardaría en notar la mala decisión que habían tomado. 

No agregó nada más, retrocediendo unos pasos hasta que reparó en una mujer de cabellera color ébano - Hola, querida -  Sybilla parecía el tipo de mujer que estaba al frente de todo y que siempre tenía algo que decir, le costaba pensar que permanecía al margen de todo aquello - Ese corte en la mejilla te hace ver ruda. 

@ Arya Macnair  @ Rhiann Macnair R.  @ Juv Macnair Hasani  @ Ericen  @ Ada Camille Dumbledore  

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