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The Pink Palace (MM B: 114055)


Hannity Ollivander Evans
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Silencio... 

Es lo que hay de su parte después de que ambos entraran al salón y ella ofreciera al hombre algo de beber, para su fortuna tenía  la bebida que él apetecía, la sirvió con sumo cuidado, tal y como ella hacía las cosas siempre. Se daba cuenta de que era analizada por su interlocutor y no pasaba desapercibido ningún detalle para él,  pero tampoco para ella, no lo miraba tan minuciosamente como él lo hacía,  pero puede darse cuenta de que el señor Cassian  o es un hombre común. Su forma de mirarla le hace pensar que no solo le analiza, más bien era como pasar por un escáner al que no le pasaba desapercibido ningún detalle, la rubia no hizo comentario alguno al respecto y se limitó a escuchar.

Había tratado con muchas personas y criaturas a lo largo de su estadía en el hospital, pero el hombre que tenía frente a ella no era igual a ningún ser que ella hubiera tratado antes, tenía algo que escondía lo poco humano que este podría ser, había algo, pero nada que conociese.
Le acercó las aceitunas, al igual que un pequeño plato y el pequeño tenedor, notó que al acercárselos los ojos del joven se detuvieron un momento en la palma de su mano izquierda, Hannity  la retiró de inmediato, no era que le incomodara, que se pusiera nerviosa de que la vieran o le molestaba, no, pero para ella, esa cicatriz tenía un significado sagrado pues era una especie de vínculo que ella había tenido con su padre después de aquella conexión en el palacio.

un simple mortal aquellas palabras pronunciadas por Cassian le hacían levantar una pequeña sospecha en cuanto a lo que él era, no le dio importancia, aunque había resonado mucho esa frase en su cabeza.
Después de aquella corta presentación de parte de él, no le sorprendió que el joven supiera, por el profundo análisis que había hecho con su persona, que le dijera a que era a lo que se dedicaba y que en su copa había una poción herbovitalizante para lo que él decía, mantenerse de pie. Ahora ella tenía la palabra y podría saber si lo que le habían dicho de él,  que algunas cosas estaban más que en lo correcto, eran ciertas.

-Lo cité a usted por que me dijeron que era el mejor en temas de resolver misterios- hizo énfasis en las últimas palabras que pronunciaba, aunque su tono era calmado y un poco cansino (igual que el de Garry) sus ojos brillantes mostraban todo el interés que sus palabras no habían hecho. -Hace un aproximado de seis meses, en esta misma casa, unos pisos más arriba, se llevo acabo una pequeña celebración de cumpleaños, todo parecía normal y lo fue hasta que, no sé en qué momento terminó la reunión y desperté en Armenia un par de meses después.

Levantó su copa y bebió un poco de ella, sus manos tenían un ligero temblor casi imperceptible, pero no era a causa de miedo o nerviosismo al recordar esos momentos, era más bien por el efecto que comenzaba a hacer en ella la poción. Comenzó a girar suavemente el contenido de la copa con mucho cuidado y miró a quien se encontraba frente a ella. -Usted me dirá si necesita información adicional o con la que acabo de proporcionarle es suficientes.

Cassian parecía un hombre astuto, mítico y la clase de persona a la que le gusta el misterio, ¿sería acaso que obtendría más de lo que ella esperaba?
 

@ Deimos Cassian

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- Armenia... Debió ser un infierno, no la culpo entonces, debió sentirse perseguida y acosada incluso al llegar acá. No hay nada peor como sentirse así en el mundo mágico! Pero respondiendo a su pregunta, no, con eso que acaba de mencionar puedo iniciar la búsqueda.

Se arregló el cabello nuevamente, miró a su anfitriona y notó que la poción empezaba a hacer su efecto, ya debía irse así que sin esperar a que ella se levantara, se puso de pie y se dirigió a la salida, antes de desaparecer giró su cabeza para mirar de reojo a la chica.

- Estaré en contacto, no hable de esto con nadie, las cosas terminaron en Armenia pero la persona que se la llevó esta acá y es cercana a usted... Gracias por la cerveza señorita Hannity.

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Miró fijamente al hombre frente a ella, por un momento se perdió en lo que el decía, era como si volviera a vivir aquel miedo, su piel comenzaba a erizarse cuando la voz de Cassian, diciendo que con la poca información que ella le habia revelado era suficiente.  Era un alivio el hecho de que no tuviera que recordar más de aquellos días,  pero aquella sensación de sentirse protegida por el simple hecho de estar en su mundo, al que pertenecía y el hecho de estar cerca de sus padres, no sería suficiente, no después  de las últimas palabras de Deimos Cassian antes de desaparecer.

 

No hablar a nadie de ello... Las cosas terminaron en Armenia... La persona que se la llevo es cercana a usted...

 

El reflejo que tuvo su cuerpo al  encontrarse sola en aquel lugar fue tirar la copa que había sostenido con el último sorbo de poción, con un nervioso movimiento de varita arreglo el salón y todo estaba como si no hubiera habido ninguna reunión  allí. Con lo poco que le gustaba dió u  giro sobre si misma con la intensión de llegar más rápidamente (la moto podría esperar a que alguien fuera a buscarla después), al unico lugar en donde se sentía  totalmente segura, su hogar, su querida Heredad Ollivander.

 

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  • 1 mes más tarde...

Harriet Travers

Desplazarse de la seguridad de su residencia en Hampshire hasta Hogsmeade era una tarea pesada que Harriet (o Hattie para las amigas) se permitía una sola vez en el año, ya que para su realización requería la movilización de un batallón de elfos que asegurasen que nada pudiera salir mal. 

Aquel viaje tomaba cerca de tres horas, en las que tirado por hipogrifos, un elegante carruaje perlado se desplazaba por el nuboso cielo inglés hasta su destino. Sin poder dormir por un leve temor a las alturas, Hattie exigía que se pusiese un tocadisco con piezas de Mozart “estimulantes de la creatividad” y garabateaba en su insepalable sketch book bocetos de piezas que, dependiendo del potencial que le viera, podían ser materializadas luego. 

— ¿Te das cuenta Cleo? Lo productivo que podemos hacer este trayecto, en lugar de usar esas desapariciones que pueden dejar consecuencias lamentables en tu cuerpo, o peor aún los portales ¿escuchaste de ellos Kleo? Una magia salvaje proveniente de pueblos que ni siquiera saben vestir decentemente. Y luego se preguntan por qué Inglaterra está en decadencia.

La soltura de palabras no era su principal característica pero en confianza con su asistente, podía permitiese hacer tales comentarios. Igual, a pesar de haber salido con honores de Hogwarts, el tema de los duelos y hechizos usados para la guerra le generaba absoluta indiferencia, así que rápidamente, volvió a su boceto y el carruaje volvió a sumergirse en el silencio.

Había elegido para la ocasión un vestido de seda azul oscuro, y un lazo del mismo color le recogía los rizos dorados como si se tratase de una corona. A sus 28 años, su piel de apariencia aterciopelada era una causa de orgullo para sí misma, así como lo era el hecho de que cada vez se estuviese pareciendo más a su difunta madre, la única persona que había querido lo suficiente en la vida como para someterse, en su nombre, a la incomodidad de ese viaje.

Cinco años atrás, cuando por primera vez había hecho esa ruta, había luchado también contra sus propios deseos, con tal de respetar la voluntad de su progenitora de ser enterrada en el cementerio del pueblo mágico de Hogsmeade, donde por tradición, también se habían enterrado sus padres, sus abuelos y los padres y abuelos de ellos.

Cuando descendieron, tras sentir el viento típico de setiembre, lo primero que llamó la atención de la joven fue el enorme caserón que se alzaba del otro lado de la colina, y que incluso desde ese punto en la carretera algo lejano, alcanzaba a hacerse notar. No había nadie que no conociese de las historias que rodeaban a esa casa, pero la renovación a la que había sido sometida, desde la fachada hasta el encendido color de las paredes, la hacían lucir por completo distinta. Hattie no dijo nada, pero a su lado, su asistente Cleo tomó nota mental del interés que los ojos de ella habían traslucido, solo por si se le ocurría (aunque no estuviese en los planes) alojarse esa noche allí.

La vía de ascenso hacia el cementerio ubicado en una ladera de ligera pendiente era un antiguo camino empedrado, que se decía había sido construido por los primeros siervos elfos de las familias más antiguas del pueblo. La bruja y su asistente caminaban, una al lado de la otra, aun sin cruzar palabra, y un metro atrás de ellas, iban los dos mozos de cuadra que eran los encargados de llevar los enormes arreglos florales para la tumba de la señora Travers. 

Eran casi las cinco de la tarde, pero todavía los rayos del sol eran lo suficientemente potentes como para que Hattie sostuviese con sus manitas envueltas en mitones bordados, la sombrilla de paseo que la mantuviese fresca y a buen recaudo bajo su sombra.

Los ángeles de bronce, colocados a cada lado del mausoleo, uno sosteniendo una espada, y el otro un libro, eran los guardines imperecederos que la guiaban, entre la veintena de mausoleos y otras incontables lápidas en la tierra. La partida, un mes atrás, del párroco de la familia, había obligado a la joven heredera a una semana de audiencias para determinar al que reemplazaría al Padre Smith en tan delicada labor, y finalmente un párroco de apellido Black, insigne sangre limpia, había sido el comisionado.

Lo único que inquietaba a Hattie, era que al llegar al mausoleo no había rastros de él, ¿Cómo era posible que eso sucediese, cuándo incluso dos elfos se habían desplazado con días de antelación para asegurarle un hospedaje decente en el lugar? Todavía sosteniendo la sombrilla la rubia miró a su alrededor y entonces una segunda cosa, no planificada, enervó sus ánimos.

Un hombre, desconocido, estaba plantado delante del mausoleo.

 —Cleo por favor, averigüe quien es ese… caballero- había dudado de llamarlo de tal forma, pero dada la inseguridad de Inglaterra, lo mejor era ser prevenida y por supuesto estaba fuera de toda discusión que ella le dirigiese personalmente la palabra si podía evitarlo- Parece que desconoce que está en propiedad privada, así que conmínelo con educación, a retirarse.

La indicación había sido apenas un susurro, pero en el silencio del lugar que apenas interrumpía el sonido de las ramas de los árboles agitándose, era probable que las palabras de Hattie pudiesen haber llegado a oídos del desconocido.

@ Hessenordwood Crouch

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Gurendriel.

Eso de ahí, madame, no es un hombre-, la voz con eco proviene desde el fondo de una profunda zanja abierta en la tierra. De ahí mismo salió un muchacho pálido como un difunto, subía por una escalera apoyada en las paredes de la tumba que pretendía en cualquier momento resbalarse por la tierra húmeda donde se sostenía. La mirada de aquel muchacho, que es amarilla y que da la apariencia de un animal tras los mechones ondulados de un abundante aunque corto cabello castaño, está más atenta en lo que hace que en el par de mujeres del otro lado, cerca del mausoleo construido para resguardar los restos de la señora Travis. 

Una vez fuera de aquel hoyo,  respiró apasionadamente el aire de su alrededor, parecía disfrutarlo, era inconsciente como se limpiaba las manos con un pañuelo antes de guardarlo en un bolsillo, lo que fuera que estuviera haciendo ahí abajo había dejado algunos rasguños y marcas coloradas en la blancuzca piel de sus nudillos. Por supuesto que las ocultó bajo guantes oscuros del cuero de algún tipo de reptil. Solo cuando termina de sacudirse el resto de la tierra suelta que se le ha pegado a la falda de la gabardina es que sus felinos ojos se encuentran con aquellas dos mujeres.

Le decía que eso de ahí no es un hombre-, quiso avanzar, pero algo parecía detenerlo, como si su pie se hubiera quedado pegado al suelo de pronto. Suspiró, había cierto cansancio en ello, tal vez porque no es la primera vez que le ocurre, se puede ver en como es que hay pisadas más profundas que otras alrededor de la tumba. —¿Cómo es que no puede darse cuenta de ello con esos bonitos ojos suyos?-, dice aparentemente de buena gana, aunque evita mantener la mirada, avergonzado de aquel cumplido para ellas.

Cuándo puede volver a caminar, pasa de largo de ellas para llegar hasta el mausoleo, junto a la otra figura inmovil aun, no tiene los buenos modales de un caballero, pero en si el muchacho, que debe rondar los veinte, contiene cierta gracia en sus gestos y al hablar, como si fuera el hijo rebelde de una familia que se esfuerza por adoctrinarle correctamente. 

Ah, mi buen Beruz, aquí estás-, es suave y gentil al hablar. —Si has oído bien, te han llamado caballero, pero que no se te suba a la cabeza-,  rodea la figura con largos pasos, algo rechina a su alrededor cada vez que ondula su abrigo, tal parecía solo tratarse de uno de esos maniquíes de las tiendas de ropa. —Ahora quédate quieto-, apuntó con su mano a la figura estática y recitó: —Reducio-, el rayo, que no pareció provenir de una varita, sino más bien tras un sonido mecánico debajo de su manga, encogió la pieza en un artículo de bolsillo. De buena gana se agachó a tomarlo, no sin trabarse nuevamente. 

Tal parecía que su capacidad motriz estaba limitada por alguna especie de tic nervioso. Al volver su ambarina mirada a las mujeres abrió y cerró la boca un par de veces antes de poder decir algo más. 

¿Ha-hay algo en que pu-pueda ayudarlas, señoras? No deberían estar aquí, ¿saben? E-esto es propiedad privada.
 

@ Rory Despard

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Harriet Travers

Le tomó unos segundos percatarse de donde venía esa voz que advertía que la figura que tenían delante no era un hombre. Pero cuando finalmente, el intruso se presenta, Hattie retrocede un par de pasos, por la repulsión que le ha provocado aquella mirada más parecida a la de un animal que a la de un ser humano, una impresión que la tierra que lleva encima (y que en vano intenta limpiar) no hace más que acentuar.

Si ella está tensa, a su costado, Cleo parece a punto de colapsar, al ver al joven ir y venir para coger a lo que (ahora ambas lo saben) no es más que un maniquí un tanto extraño, y por cómo para hacerlo, no ha empleado varita alguna.

— Por supuesto que sabemos que esto es propiedad privada, caballero. Hemos venido desde Hampshire con el único propósito de visitar la tumba de la madre de mi señora, como hacemos todos los años ¡y nos damos con este espectáculo infame! ¿Quién lo autorizó a hacer este desastre tan cerca del Mausoleo Travers?

Como si el joven mago no valiese ni su mirada, Hattie se ha concentrado en sostener su sombrilla y casi de perfil, no hace más que una inclinación de cabeza a las palabras dichas por Cleo, con la vista concentrada en el sendero a la espera de que los elfos, o los pajes (que se han retirado luego de dejar los arreglos florales) le traigan noticias del paradero del párroco Black. No lo trasluce, pero hay inquietud en su corazón ante la perspectiva de qué la visita siga saliéndose de lo previsto ¿Y si acontecía algo peor después? ¿Si ese muchacho pálido era un delincuente o un profanador de tumbas?

Las posibilidades negativas no hacen más que multiplicarse en su mente. Tiene la plena certeza, de que si tan solo tuviese a la mano su sketchbook, podría distraerse mejorando el boceto que ha hecho durante el viaje, pero mientras alguien no pueda traérselo del carruaje donde lo ha dejado, todo lo que le queda es permanecer allí, esperando que la situación se esclarezca, y como no, que el extraño pague cara su intromisión. Pero como nada de eso está sucediendo,  la rubia empieza a impacientarse.

De todas las veces que ha estado antes en Hogsmeade, está segura que es la primera vez que ha visto a alguien usando magia sin varita. Es fácil recordarlo, pues nunca se cruza con más de dos o tres personas lugareñas en sus visitas, y casi siempre, resultan siendo la misma gente, pero sin el Padre Smith que era el que cuidaba personalmente esos detalles, ahora todo está desbandándose. Es que, definitivamente a la luz de lo que estaba aconteciendo, empezaba a encontrar sentido en lo que muchas revistas señalaban respecto a que el servicio de los elfos era sumamente ineficiente, dadas las limitaciones propias de su raza.

Por instinto y clase, era demasiado educada como para dirigirle directamente la vista a alguien claramente inferior a su condición,  pero los ojos de aquel hombre parecían evocar en su interior un recuerdo olvidado, una rebeldía que a lo mejor solo había visto en molestos Gryffindors cuya única actividad de solaz era molestar a la mejor gente del colegio, su gente. Era una época muy pasada esa, de la que tenía unos cuantos recuerdos agradables, como el brillo verdoso que emitían las lámparas y las simétricas piedras bastas de los muros, o el puñado de amigas que hasta ahora le acompañaban. Pero no había más, y rara vez algo de lo acontecido en ese tiempo le perturbaba los sueños.

En cambio ahora, sentía temor que incluso esa misma noche, aquellos salvajes ojos amarillos la acecharan al acostarse, en la quietud del cuarto de la posada en Hogsmeade; y se encontrase, en medio de sus sueños, con esa cara perspicaz, probablemente astuta y de tez enfermizamente pálida.

@ Hessenordwood Crouch

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¿Hampshire dice usted?-, repite reflexivo, el nombre le suena importante de algún lado aunque por ahora parece más impresionado por la carroza que espera detrás de las vallas que limitan los terrenos del antiguo cementerio. Es un artefacto lujoso, quizá demasiado anticuado para estos días, pero al niño resulta interesante. —¿Acaso se han extraviado?-, no es hasta que ve los arreglos florales avanzando por el sendero que los lleva también hasta el mausoleo que cae en cuenta de su error. Sus amarillos ojos, esta vez grandes de sorpresa, volvieron hacia Cleo, la muchachita que había explicado hasta ahora que ellas han viajado hasta aquí con la intención de visitar la tumba de la difunta madame Travers.

Nerviosamente retrocedió un par de pasos. Alguna de estas personas tenía que ser entonces, Harriet Travers, y él les ha acusado de allanamiento, tks, pero que torpe. ¿Qué debería hacer ahora? no es cómo que pueda comenzar de nuevo como si nada de esto estuviera pasando, ¿eso podría parecer raro? ¿Y si desaparece sin más? Ambos podrían continuar con su día y esto solo quedaría cómo una mala experiencia pasada. Agg, pero este era su primer gran empleo ¿y si no le encomendaban más las tareas sencillas por echarlo a perder con Travers?  Quizá simplemente debía disculparse, con los mejores modales que es capaz de lograr y aclarar toda esta situación. Si, si, eso parecía la mejor idea. 

Pero por alguna razón no dice ni hace nada de esto y simplemente se queda callado pensando qué hacer mientras sus amarillos ojos escudriñan al par de mujeres que parecen sumamente ofendidas, por lo tanto, la actuación de ellas no logra otra cosa mas que ponerlo aun mas nervioso que antes. Su rostro enrojeció inmediatamente de vergüenza.

Esto estaba comenzando a complicársele.

Por supuesto, usted debe ser la señora Harriet Travers-, aseguró con una sonrisa nerviosa mientras agitaba sus manos ansiosamente sobre la gabardina. —Pero llegan antes-, murmuró para sí mismo luego de sacudir de sus pensamientos todas esas ideas que lo hacen desconfiar de sí mismo y lo entorpecen. —El padre Black me ha enviado aquí para recibirles, verán, él ha pescado una variante de viruela de Dragón, apenas el día de ayer presentó los primeros síntomas, así que es imposible que se encuentre el día de hoy aquí con usted-, sonrió. Todo en él  es suave de una forma gentil, el tono de su voz, sus gestos, él modo en el que se mueve un paso adelante y hace otra ceremonial reverencia y que curiosamente contrasta con su apariencia física, que es casi salvaje. —Pero me tienen a mi a sus servicios por mientras, para lo que se les pueda ofrecer, mis señoras.

@ Rory Despard

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  • 3 semanas más tarde...

Harriet Travers

Por fin una luz se abre paso en el caos, cuando aquel muchachito la reconoce, y comienza a explicar la razón de su presencia allí. Harriet se mantiene impávida, aunque por dentro se encuentre contrariada ante la penosa enfermedad a la que ha sucumbido el Padre Black, y permanece de perfil, fiel a su posición de que sea su empleada la que trate con otro sirviente como el que está frente suyo en ese instante.

Sin embargo, no está escapando a su perspicaz mirada, que él está dando las explicaciones a Cleo, pero cada tanto, sus ojos de raras pupilas se desvían a mirarla. Y a ella le complace ser vista, mucho más porque ha visto en muchos otros ojos aquella misma expresión: una que busca aprobación.

Sonríe discretamente entonces, satisfecha además con los nuevos modos, suaves, cuidados y hasta con cierto toque de elegancia, que el jovencito ha adoptado. Tener además alguien más a disposición solo mejora la perspectiva que había empezado a ensombrecerse con tantos imprevistos.

Pero hay un eslabón en esa cadena que no está quedando claro para ella, y rápidamente recurre a Cleo para que su duda pueda ser aclarada por el hombre.

— La señorita Travers agradece su disposición. Por el momento, no estando el Padre Black y considerando que no tardará en oscurecer, asumimos que la ceremonia se pospondrá, esperamos que no por muchos días. Esto sin embargo nos enfrenta a dos problemas: Encontrar un reemplazo para él y a su vez un hospedaje adecuado para nosotras,  pues habíamos reservado la misma posada,  y lamentablemente, siendo la viruela una enfermedad tan contagiosa, no puedo exponer a mi señora a tan dañino ambiente ¿conoce usted en qué otro lugar podría hospedarse?

Cleo se volvió hacia su ama, y notó que Hattie estaba nuevamente viendo aquella edificación en lo alto de la colina. La conocía lo suficiente, habiendo  sido su compañera de juegos desde los cuatro años y luego su dama de compañía en el salón de costura, como para saber que aunque contenida en sus gestos, probablemente ella siguiera con aquella curiosidad desmedida por esa casa. 

Ella era la preferida entre el amplio personal de servicio por una razón, y era su capacidad de anticiparse a los deseos de Harriet, a menudo incomprensibles para otros ¿Que tenía para perder si preguntaba entonces por la posibilidad de quedarse en aquel lugar?

Adelantándose un par de pasos para estar un poco más cerca del muchacho, Cleo volvió a dirigirse a él, señalando con su largo dedo índice el Palacio Rosa.

 Sabe, desde que llegamos,  notamos lo mucho que ese edificio cambió respecto a años pasados. ¿Es una propiedad particular o una nueva posada? - el tono de voz de ella también había atenuado su desdén inicial, en buena medida porque, ya sin tanta tierra encima y el cambio en su actitud, encontraba en el mago un cierto encanto atrayente- al menos desde el exterior cumple con los estándares de los sitios donde solemos alojarnos ¿Conoce usted a los dueños? Del asunto de dinero no se preocupe, lo que quiero es que mi ama no tenga que ser sometida al infierno de un espacio sin las comodidades a las que está acostumbrada.

Precavida como siempre, tendió al muchachito un rollo de pergamino, perfectamente atado con una cinta verde, donde figuraban cada uno de los requisitos. Luego haciendo una reverencia ligera se presentó.

Mi nombre es  Cleo Jones ¿cuál es el suyo?
 
Un metro más atrás, Hattie observaba el encuentro. El aspecto salvaje de ciertas facciones y especialmente los ojos del hombre, seguían pareciéndole vulgares y le provocaban rechazo, pero aquellos elegantes modos la hacían pensar que en alguna parte alguien tenía que haberse esforzado en enseñarle todo ello, y ciertamente, él había sido aplicado al respecto. Su mente sagaz, comenzaba a evaluar entonces, las ventajas que podía tener hacerse de un sirviente que aprendiera rápido, vista la ineficacia creciente de los elfos. 

Tenía que pensarlo muy bien esa noche. 

Gente servicial podía conseguirse todavía en muchos lugares de Gran Bretaña, pero gente útil no tanto. ¿Él estaría a la altura de esa evaluación silenciosa que la heredera había comenzado a hacer? Todo dependía, de momento, de que tanta capacidad mostrase para resolver su problema de hospedaje, que en el fondo casi que se había reducido a su deseo de alojarse en ese bello edificio en lo alto de la colina.

@ Hessenordwood Crouch

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  • 2 semanas más tarde...

G.O.

Tenía que haber sido por el cambio de estación que se aproximaba, pero las tardes en Hogsmeade ya no duraban tanto cómo lo hacían durante el verano, rápidamente las sombras de los mausoleos y lápidas comienzan a alargarse sobre ellos como largas extremidades de la noche. A su alrededor, aunque aun el cielo es claro, las llamas de las antorchas que ha puesto ahí para evitar que la oscuridad de la noche los alcance por completo han comenzado a encenderse gracias a un aparato muggle que Hess le ha proporcionado y algunos trucos mágicos de su propia mano. 

De esa forma, en la penumbra del cementerio en el atardecer del otoño, el Pink Palace resplandece aún más con sus colores vibrantes en los muros y las luces que decoran a lo largo y ancho de sus patios y jardines. No tiene duda de porque alguien como Harriet y Cleo no pueden evitar sentir atracción por la edificación, aunque lo cierto es que, muy seguramente, podrían decepcionarse de él tras ver la clase de inquilinos que alberga y que, salvo por Whisper, y que quizá algo del Crouch, no son de la calaña de estas personas. Porque podrá parecer poco observador, pero no pasa desapercibido tampoco el desaire pretencioso de la heredera Travers. 

No es algo que le afecte en gran medida de todas formas, así que dejando de lado esas cosas, él entiende claramente que es lo que ellas, o específicamente Cleo, le está solicitando, que no es más allá que un hospedaje decente y de calidad para su señora. Él asiente como buen entendedor, a pesar de que no tiene las mismas costumbres o exigencias de estas personas, tras las explicaciones que Cleo le da se da cuenta de que quizá puede terminar este trabajo mucho más rápido de lo esperado, cobrar su sueldo cuanto antes y volver a casa para antes de que la noche caiga por completo sobre ellos.

Así es, ese de ahí es ahora el Palacio Rosa, la antigua residencia fue remodelada para ahora alquilar sus pisos, entenderá que ha tenido que cambiar bastante entonces-, algo de lo que esta mujer le cuenta le hace pensar entonces que conocen posiblemente más de este lugar de lo que él pudiera hacerlo, además de que se percata que, de este trabajo, no tiene más indicaciones o información más allá de tener que auxiliar a Harriet Travez hasta conseguir un reemplazo propio del padre Black. —Pero según sé, los nuevos administradores de ese lugar se reservan las plazas disponibles a cualquier persona, más allá del dinero, les gusta que sus inquilinos no sean, bueno, simples-, esta vez tiene un tono de malicia, apelando al orgullo de la pretenciosa muchita que finalmente le ve directo al rostro, aunque no parece del todo contenta.

Con una agilidad que no ha mostrado antes distrae su atención a Cleo, después de todo con ella están acordando la situación, supone que igualmente están lo suficiente cerca para que ambas puedan escucharlo, pero al menos la acompañante de Travers parece estar mas dispuesta a ceder, a tratar con él para llegar a una solución y su disposición a su señora le conmueve y maravilla de alguna forma.

Es-estoy seguro de que igualmente podemos conseguirle un piso que puedan ocupar si ese es su deseo-, esta vez fue más gentil, no le perdonarán perder un ingreso como el que Travers es capaz de ofrecerles, por lo que puede llevar la fiesta en paz con ella por el momento. 

Finalmente, mientras ellas sopesan la información el comienza a desplegar el pergamino que se le ha entregado con las exigencias de Travers y no es hasta que siente la presencia de Cleo cada vez más cerca que aparta su casi anaranjada mirada del texto y se inclina sobre sí para escuchar lo que la muchacha le dice. El gesto más humano de ella al presentarse, aún con formalidad, le arranca una sonrisa nerviosa y otro tic sobre su brazo izquierdo.

Un gusto, Cleo Jones-, el responde, a su modo, con la misma gracia con la que la mujer esta vez lo trataba. —Mi nombre es Gu- Gu- ndr- Gure-, la pausa que parece otro gesto trabado de su recta mandíbula es más bien por lo extraño que se siente a sí mismo presentarse por primera vez con este nombre. Su nombre. Pero respira y cuando destraba finalmente puede decirlo. —Gurrendriel Ollivander-, esta vez puede incluso dentar su sonrisa que no pierde el atisbo de timidez de quien es nuevo o está aprendiendo a hacer un trabajo diferente. —Ahora, sí están dispuestas, solo debo mandar un par de mensajes para prepararlo todo. Pueden adelantar el vuelo en su carroza hacia el palacio y...-, el sonido de un timbre lo interrumpió, pero que horrible momento ahora que había tomado tan buen ritmo de habla. 

Confundido también por el ruido de aquel aparato al hechicero giró en busca de lo que fuera que lo provocaba, le llevó un par de vueltas sobre sí antes de darse cuenta de que el sonido provenía desde uno de los bolsillos de su pesado abrigo. 

Oh, por supuesto soy yo, lo siento tengo que atender esto es…-, se alejó del par de mujeres para leer un dispositivo que tiembla en sus manos. Y después de poco menos de un minuto vuelve con ellas. —Malas noticias, me temo-, vuelve el ligero tartamudeo. —Tal parece que los síntomas de la viruela no pintan nada bien sobre el padre Black-, no termina la frase que es casi evidente, no es probable que el hombre sobreviva a esta noche, y aunque lo hiciera, los planes con Travers se ven afectados significativamente con este hecho. Además de que no sabe qué tan cercano es el Black para ellas. —Lo mejor será movernos al palacio, una vez que se instalen ahí y descansen un poco podrán deliberar que es lo que desean hacer-, sugirió, intercalando la mirada entre una y otra.

No había más que hacer, a pesar de haber querido volver a casa antes del anochecer, presiente que se acerca una noche difícil para todos ahí.

 

@ Rory Despard
 

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Harriet Travers

El delicado chal con el que se ha envuelto, la preserva de la brisa fría nocturna, así que Hattie vuelve a sujetar la cámara y otra ráfaga de flashes iluminan el punto privilegiado desde el cual está tomando fotos a los exteriores del Palacio Rosa y al (a esa hora) durmiente pueblo de Hogsmeade.

Tras las gestiones hechas por el jovencito Ollivander, tanto ella como Cleo han conseguido instalarse en las modernas instalaciones de ese lugar, al que todavía Harriet no encuentra como calificar: Por fuera es realmente diferente, luminoso y con un cierto toque de glamour, pero por dentro, le ha generado cierto desencanto la decoración minimalista, que nunca ha sido de sus preferidas.

Ya que su cabello también ha secado del todo (gracias al viento) y que por la hora, Cleo no tardará en llegar con la cena, regresa a su recámara y frente al espejo del tocador, acomoda sus bonitos rizos, los cuales le enmarcan el rostro de una forma diferente a como estaba antes. Y es verdad que ella suele no escatimar con los cuidados a su piel y su apariencia, pero en esta ocasión tras su esmero hay una motivación extra.

Una con nombre propio.

Horas atrás, cuando todavía en el mausoleo de su difunta madre, había escuchado la presentación del joven de ojos ambarinos, lo último que había imaginado era que él pudiese ser el nexo con la persona que tan ansiosamente esperaba en esos momentos. Todo en lo que su mente se había concentrado en ese instante, era en la noticia de la salud del padre Black y como eso la iba obligar a permanecer más tiempo del contemplado en Hogsmeade, pueblo que encontraba terriblemente cansino con todas esas atracciones anodinas de lo típicas que podían llegar a ser y con esa apertura cada vez mayor, por causa de la caída del estatuto del secreto, a visitantes muggles.

Un lugar de terror sin lugar a dudas.

Sin embargo, la perspectiva de la cena y de quedarse varios días había cambiado por completo. Así que allí está, colocándose un tenue brillo rosa en sus labios, y el perfume pulverizado en su escote y sus muñecas resulta su toque final, antes de sonreírse a sí misma con autosuficiencia. La voz de Cleo resuena llamándola desde la cocina comedor, alertando de su presencia allí, y por las risas, todo indica que la joven está de un excelente humor.

Harriet se apresura entonces a descender a la estancia. Sabe que el "invitado especial" tardará un poco más, pues así se lo informó el jovencito Ollivander, pero le sorprende precisamente que él esté allí, acompañando a Cleo, y que lo que sea que le está diciendo, sea la causa de las risas de su ama de costura. 

Bien, Cleo ¿entonces si pudiste encontrar todos los ingredientes para preparar tarta de banoffee?- acomodándose en una de las sillas, Hattie mueve la cabeza en señal de aprobación y con la vista puesta en una de las revistas de alta costura que ha sacado de su maleta, continúa haciendo sus preguntas, esta vez dirigidas al tan curioso hombre que había hecho posible que ambas se instalasen ahí- entiendo que el adelanto que hemos dado cubre el alquiler de dos días ¿correcto? ¿ y estoy equivocada en suponer que el resto de términos los veré con su señor? ¿O es que ha delegado eso también en usted Gurrendriel Ollivander?

Un nombre como pocos era ese que el mago ostentaba. Para Hattie, aprender las genealogías y nombres de los principales herederos de cada familia importante de Ottery, había sido parte de su formación como heredera, pero el único nombre que ella conocía de los Ollivander, era del heredero único que había dejado la familia, Grelliam Ollivander. ¿Sería este muchacho un pariente cercano a él o de una rama por completo diferente? Aun cuando con preguntarlo podía haberse sacado de dudas, Hattie vuelve a enfocarse en su revista, pensando en seguir de cerca solo un poco más la interacción de aquel sirviente con su ama de costura.

@ Hessenordwood Crouch

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