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Prueba Libro de la Fortaleza ― Mayo 2020


Khufu
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Abusir es el escenario perfecto para llevar a cabo la última prueba, Khufu apenas les ha dado tiempo de reponerse, y ciertamente no cree que el único aprendiz que ha conseguido llegar hasta ahí tenga más problema con ello, al contrario, el guerrero imagina incluso que, rodeados de toda esa magia antigua, de tesoros y trampas mágicas, la muchachita podría sentirse inspirada, no por nada el lugar era, para los más descuidados, algo difícil de alcanzar. Sobre los vestigios de lo que debió ser alguna civilización egipcia el sol arde con la intensidad de medio día, aun así ventea, pero las ráfagas de aire que se sueltan de tanto en tanto bañan los ojos de arena y provoca también que los nidos de algún bicho de la zona, ponzoñas como escarabajos o escorpiones, sean desenterrados. Y aunque los caminos han sido cubiertos por arena, el suelo bajo ellos es firme, sólido como el concreto, como la piedra que sostuvo alguna vez aquella gran ciudad.
Después de alcanzar la entrada de Abusir, y dar sus últimas explicaciones, Khufu guió a la muchachita hasta casi el centro de aquella ciudadela arqueológica, a simple vista no se ve más que piedra y arena por todas partes, y esos espejismos de calor al horizonte. El sol sobre ellos es despiadado, lo más recomendable era vestir ropas que cubrieran la mayor cantidad de piel, más que por el calor, que de algún modo es soportable bajo la sombra de algunas ruinas, es para protegerse de sufrir lesiones en la piel a largo plazo, para Khufu ese ya no es un problema, y su piel curtida de sus largos años viviendo en Egipto lo han habilitado para el clima cálido del desierto. Por otro lado, no había mucho tiempo para preocuparse por el calor, pues nada aseguraba que una vez dentro las trampas fueran activadas por los visitantes, aun después de haber cruzado sus peligrosos alrededores, por lo que bajar la guardia no era la mejor opción ni para los más experimentados.
Cuidadosamente, se adentraron hasta llegar a lo que algún día pareció ser un oasis seco seguramente por alguna maldición, ahí sin embargo, quedan solamente dos altas palmeras separadas por casi tres metros de distancia entre ellas, sus colores están acabados por el mismo sol pero aun así son frondosos y dan una sombra considerable. Ahí es donde se detienen, bajo la sombra de uno de estos, Khufu hace aparecer nuevamente su varita de mango azulado, la empuña con fuerza antes de azotar el aire con ella y provocar una fuerte corriente de aire que envuelve el seco oasis en una nube de arena, con otro movimiento de su varita el viento y la arena paran en seco y después sobre el suelo se desplomó, dejando ver frente a ellos la figura de una persona guardada bajo la sombra de la palmera opuesta.
Un guardián.
Esta persona está cubierta casi de pies a cabeza, con ropas holgadas, sus pies están descalzos, no parece importarle el calor de la arena debajo de ellos y su rostro está cubierto casi en su totalidad por un turbante, todo de colores monocromáticos, perdiéndose casi entre los colores crema y amarillos suaves del desierto. La figura de aquella persona se mantiene firme, quieta bajo la sombra, pero su mirada gris, casi tan profunda como la del mismo Khufu, puede atravesar sin problemas los tres metros que los separan de Scavenger y el guerrero. Khufu, aun conservando la distancia, analizó también la figura del otro lado y por el rabillo del ojo se aseguró de que la aprendiz tampoco se estuviera perdiendo de esto. El guerrero señaló hacia adelante una vez más con su varita, invitando a Scavenger a encarar a aquella persona. Frente a ella estaba su siguiente prueba; vencer al guardián.
Él será su nuevo objetivo, Scavenger-, masculló Khufu sin apartarle la mirada a la figura que lentamente se acercaba a ellos, descubriéndose el rostro mientras se quitaba el turbante, revelando de a poco su identidad. —Se fuerte, o no podrás salir de esta-, soltó antes de desaparecerse nuevamente con una corriente de aire que lo hizo reaparecer sobre los restos de una columna, desde ahí vería el encuentro.
Finalmente, cuando la persona está a casi dos metros de distancia de Scavenger, su rostro ya no es un misterio, aunque tal vez lo siga siendo para la bruja, pues el guardián, sin que ella lo notara, ha tomado el rostro de alguien que es muy querido para ella, si no de total confianza, al menos si alguien realmente estimado, algún rostro que pudiera engañarla, el rostro de alguien que ella no quisiera lastimar jamás.
CONDICIONES

 

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Editado por Niko Uzumaki
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Con las manos temblorosas, tomó el bezoar que Khufu había producido para ella y le dio una mordida, inmediatamente sintió el dolor punzante de la cabeza disminuirse. Lo había atribuido al sol y a la caminata, pero ahora se daba cuenta de que el ataque que sufrió a manos de la serpiente fue más letal de lo que había pensado.

 

Unos minutos después, con el sol brillando alto en el cielo, se encontraban de pie en el centro de Abusir. Scavenger se desamarró la sudadera de la cintura y la echó a un lado con todas sus fuerzas, llevaba una playera de manga larga que también le cubría el cuello, su cabello recogido en una coleta y leggins. Caminó junto con su guía hasta la sombra de una palmera y lo vio hacer un gesto con la varita.

 

Cuando una figura apareció de la sombra de la palmera frente a ella, no se sorprendió. Simplemente plantó los pies firmes en el piso y alistó la varita, mirando con atención hacia adelante. Las últimas palabras de Khufu rompieron el silencio en el ambiente, confirmándole que el extraño sería el objetivo por vencer, y recordándole que no había espacios en este lugar para debilidades.

 

No fue hasta que estuvo cerca de ella que la figura se quitó el pañuelo que le cubría la cara y el corazón de Scavenger se detuvo por un par de segundos. El cabello pelirrojo, la piel blanca y pálida -aún en ese clima, incluso la sonrisa que tan seguido adornaba la cara de su mejor amiga, tan llena de vida, todo contrarrestaba con lo árido y vacío del desierto.

 

No había visto a Agnes en tres años, desde la primera vez que viajó a Inglaterra, prometiéndole que volvería algún día. ¿Pero cómo era posible? Lógicamente, tenía que ser una ilusión. Una prueba, eso había dicho Khufu.

 

— ¿Agnes? — preguntó al fin, casi un susurro, aunque en el silencio que las encubría las palabras sonaron claras y fuertes. Agnes sólo la miró, la sonrisa en su rostro tan genuina como siempre.

 

Scavenger apuntó su varita hacia el rostro de su amiga, aún no del todo convencida de que fuera algo real, pero sabiendo que en caso de lo fuera, la pelirroja era lo suficientemente capaz para defenderse ella misma.

 

Disparo de flechas, pensó. Una docena de flechas salieron disparadas hacia Agnes, cubriendo los dos metros que las separaban con rapidez. Scavenger sabía que no todas darían en la bruja, pero esperaba que al menos eso provocara una reacción en su ahora oponente, algo que se deshiciera de esa sonrisa que la seguía por todos lados.

 

@Khufu

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La figura de su antigua amiga y/o compañera de vida se encontraba más que preparada para esta batalla, le esperaba con la varita en mano y una sonrisa que Khufu no pudo imaginar capaz, no en una apariencia como aquella, en un lugar como aquel. Cómo sea, aquel espejismo que hace el guardián de Abusir es increíble, y estaba seguro de que podía confundir a cualquiera, sobre todo con el sol subiendo rápidamente la temperatura a su alrededor, las alucinaciones era ante todo lo menos anormal en un clima como este. A la distancia, la pálida mirada del guerrero observan detenidamente los movimientos de la aprendiz Scavenger, quien hasta ahora había mostrado un desempeño aceptable, aunque a este punto comienza nuevamente a dudar de que sea capaz de continuar.


Es casi toda una sorpresa ver que la vacilación en Scavenger dura tan poco como las corrientes de viento que vienen colándose por entre las dunas lejanas del sureste y que apenas si refrescan sobre el sudor de la frente de quienes se enfrentan en la arena. Ella, Scavenger, se mueve finalmente, para atacar con un movimiento astuto, pero que por un momento parece un intento aún más inteligente por parte de Scavenger de ir calentando (si es posible aún más) el terreno de juego. "Salvaguarda mágica"-, piensa la persona que se enfrenta a la aprendiz, lo hace rápidamente pues la distancia entre ellas no es tan amplia y debe evitar ser alcanzada por alguno de esos proyectiles que su oponente lanza contra ella. El efecto del salvaguarda es inmediato y, cual materia sólida, las flechas le atraviesan como si Scavenger hubiera lanzado el hechizo al aire.


Aquel guardián ha hecho un trabajo aún mejor de lo que pudiera esperarse y, tal vez, como si se tratara de la misma amiga de Scavenger, está preparada para responder ante los ataques de la bruja aprendiz de la magia guerrera. ―Morphos-, conjura inmediatamente después de que la intangibilidad de su cuerpo pasa, apuntando su varita firmemente a uno de los pies de la bruja contrincante, esto para conseguir que su zapato lleno de arena se transforme en una serpiente cornuda del desierto enrollada en su pie que, apenas terminar de formarse, clavaría sin piedad sus colmillos en la piel de la bruja inyectando al instante el veneno a través del torrente sanguíneo de la muchachita Scavenger, entonces ella tendría que preocuparse en algo más que en el intenso calor que los comienza a ahogar.


Admirando el efecto producido por el hechizo de aquel guardián de Abusir, Khufu cree que es un movimiento tonto por parte de aquella figura, pues está seguro de que necesitará algo mucho más ágil para engañar a la aprendiz Scavenger, aunque habría que ver su respuesta, sin embargo, antes de que pueda notarlo, algo en el horizonte llama la atención del brujo guerrero de los ancestros. No le lleva mucho más tiempo darse cuenta que sobre ellos se avecina una tormenta de arena, aparentemente algún truco de defensa activada por un novicio ladrón de las arenas que intenta acercarse a los tesoros de Abusir.


Se acerca una tormenta de arena-, advierte simplemente el guerrero alzando su voz por lo alto de la batalla, no espera confundir a Scavenger, pero la nube de arena y polvo ya casi está sobre ellos y sería aconsejable que para su segundo turno ninguna de las dos utilizara hechizos que requieran de puntería, pues la niebla de arena provocaría una visión borrosa entre los contrincantes durante un turno completo. Esto reduce drásticamente las opciones de contraataque, sin embargo, bien empleado, podría ser también una ventaja para ellas.

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No se sorprendió cuando Agnes (así la iba a llamar, por ahora) despareció, causando que sus flechas siguieran su camino hacia adelante, al menos dos llegando hasta la palmera que tenía en frente antes de que el resto cayera en la arena sin hacer ruido.

 

Cuando la pelirroja reapareció frente a ella, Scavenger casi esperaba escuchar los mismos regaños de siempre: que sus ataques carecían de un objetivo, que si no aprendía a defenderse no iba a sobrevivir mucho tiempo en la ciudad. Si el ente frente a ella era en realidad Agnes, entonces debería recordar que hubo en tiempo en que ellas solían practicar hechizos juntas, fingiendo que eran mucho más poderosas de lo que eran en realidad.

 

Silencius. — el hechizo sale de su varita tan pronto Agnes recupera completamente su forma. La mirada en sus ojos igual de penetrante que siempre, Scavenger la nota apuntando la varita hacia su pie derecho y actúa sin pensarlo. El efecto fue inmediato y aunque la figura abrió la boca, ningún sonido pudo salir de sus labios.

 

La voz de Khufu sonó clara por todo el campo de batalla, avisándoles acerca de una tormenta de arena que, aunque repentina, se acercaba hacia ellas a una gran velocidad. Ella sabía que su visión se vería seriamente afectada en un par de segundos, su único consuelo el hecho de que Agnes enfrentaría el mismo obstáculo.

 

Sabiendo que sería la última oportunidad que tendría de hacer un daño real a su oponente antes de que ambas quedaran cubiertas de arena, apuntó la varita hacia a Agnes, al pañuelo con el que había cubierto su rostro cuando llegó y que ahora descansaba firme alrededor de su cuello.

 

Morphos, — la intención era que el pañuelo se transformase en una cobra del desierto negro, con la orden de morder directamente el cuello de la pelirroja, inyectando así su poderoso veneno e hiriendo a la bruja, a menos que se dedicase a curarse en vez de atacarla.

 

Apenas y pudo ver el pañuelo empezar a cambiar antes de que una lluvia de arena cubriera el campo por completo, volviendo la figura frente a ella una mancha detrás de una densa nube de polvo. Scavenger se llevó el brazo izquierdo a la cara, protegiendo sus ojos de la arena. Aprovechó para dar un par de pasos a la izquierda, pegándose más a la palmera para evitar la peor parte del aire.

 

No le quedaba más que esperar a que la tormenta siguiera su curso.

 

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Fracasó, el efecto de su hechizo ha sido sustituido por un largo silencio que no provocó más daño a su oponente y, sin embargo, ella se queda con la vergüenza de haber intentado algo tan simple. La figura de la amiga de Scavenger pareció sorprendida por un instante, pero recuperó la sonrisa rápidamente, si tiene confianza en sí, o en las habilidades de Scavenger es algo difícil de interpretar para Khufu. Con la misma determinación con la que inició el combate continúa y el contraataque de la bruja aprendiz es un golpe duro, no solo por que ha sido rotundamente eficiente contra su víctima, si no que ha utilizado la misma treta del guardián de Abusir para golpearle.


El guardián, mordido por la serpiente, cae de rodillas sobre la superficie más dura de todo el desierto, y el animal enroscado en su cuello es arrancado de un fuerte tirón que le provoca un alarmante grito de dolor.


Morphos-, susurra nuevamente, aun de rodillas sobre el suelo, para transformar un pedazo de roca pequeño (seguramente de algo que debió ser parte de Abusir en otros tiempos) en un bezoar y lo tragó, pasándolo difícilmente por la garganta para aliviar su cuerpo del veneno. El daño es duro, el guardián tiene que hacer un esfuerzo para desprender de su cuello el animal que le ha clavado los colmillos en el cuello violentamente, y a pesar de la advertencia de Khufu, sabe que tiene que hacer algo antes de preocuparse por dicha tormenta. Aún puede escuchar los siseos de la serpiente merodeando y, de algún modo, eso era una buena señal, pero su vista se hace borrosa y su respiración complicada a una velocidad alarmante, entiende entonces que debe atacar el veneno suministrado en su cuerpo antes de intentar otro movimiento contra Scavenger.


La arena azotó contra ellos mientras el antídoto para el veneno hace su efecto, por suerte ha sido una mordida limpia y permite presionar con fuerza donde duele para no perder sangre, pues aún le queda un asunto que resolver; la llegada de la tormenta de arena también le había dado el tiempo suficiente para librarse del reptil sin tener que preocuparse por otro ataque de parte de Scavenger mientras el bezoar hacia su trabajo, sin embargo, el animal invocado por la aprendiz aún seguía siendo un problema, pues el guardián puede escuchar al animal serpenteando cerca, escondido entre las corrientes de arena que se levantan con el viento. La única ventaja que encuentra ahora es que Scavenger no debe tener idea de su posición para que intuya nuevamente su siguiente movimiento, por otro lado ella tampoco sabe nada de su oponente.


"Orbis bestiarum"-, piensa esta vez (porque sería muy difícil abrir la boca sin tragar arena) apuntando su varita al animal cuando ve la cabeza de la serpiente salir de entre un puñado de piedras dispuesta a hacerle daño nuevamente, a cumplir la orden por la cual ha sido invocada; acabar con el guerrero de Abusir. El aro dorado se dibujó inmediatamente alrededor del animal, y con la misma agilidad con la que ha sido realizado el hechizo, la figura con la apariencia de la antigua compañera de Scavenger ordena a la serpiente dirigir esta vez su ataque en contra de su invocadora. Estando aún de rodillas sobre el suelo ha sido casi un golpe de suerte ver al animal escabulléndose entre la arena con esta tormenta sobre ellos empañando el escenario, si Scavenger no corría con la misma suerte que ella, no podría distinguir al animal que sigilosamente se acercaría hasta su posición para morderle por el tobillo y llenar su sangre con veneno.


Aun conservando la distancia, Khufu aplica un hechizo sobre sí mismo para no ser atacado por el viento o la arena de la tormenta, sin embargo, eso no remedia que ha perdido de vista el combate, pues es imposible a estas alturas distinguir algo más, ¿recibirá una sorpresa cuando la cortina de arena finalmente se despeje y pueda ver el resultado final? Cómo si algo quisiera terminar con el entretenimiento, la tormenta va perdiendo intensidad casi tan rápido cómo ha aparecido, confirmando que debía tratarse seguramente de alguna batalla llevandose cabo más allá entre otro guardián de Abusir y algún carroñero del desierto, era cuestión de minutos para que todo sobre ellos estuviera nuevamente tranquilo, ¿qué es lo que los ojos del guerrero verían cuando la tormenta pasara? ¿Ya habría algún vencedor? Era muy pronto para algo así, aunque no poco probable.

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Supo que había tenido éxito con su último hechizo cuando un grito se escuchó apenas por encima del ruido de la arena. Un escalofrío recorrió su cuerpo, incluso la voz de la figura con la que peleaba pertenecía a Agnes. Intentó mirar hacia adelante, pero le era casi imposible distinguir formas.

 

Parecía, sin embargo, que poco a poco la tormenta disminuía en intensidad, lo cual era un alivio, pero no le permitiría atacar directamente a la pelirroja por un rato más. Con su limitado campo de visión, Scavenger intentó enfocarse en lo que tenía cerca, rocas o raíces que pudiera usar a su favor.

 

Tal cual era su suerte -porque estaba segura que de no haber estado mirando hacia sus propios pies para buscar algo útil no lo hubiera visto- un movimiento captó su vista, y sin tener mucha idea de lo que era, pensó “salvaguarda mágica” volviéndose intangible inmediatamente, dejando que la arena y el viento pasasen por ella como si no estuviese ahí. Su acción se vio justificada un par de segundos después, cuando la cabecilla de una serpiente salió de la arena dispuesta a morderla en el tobillo, pero topándose con nada más que aire.

 

El efecto duró un par de segundos, lo suficiente para evitar el ataque. Y en cuanto pudo sentir la arena firme bajo sus pies de nuevo, no dudó en apuntar a la criatura con su varita, esta vez haciendo uso del orbis bestiarum para tomar control del animal.

 

Un pequeño círculo plateado se dibujó en la cabeza de la serpiente, indicándole que su hechizo había sido exitoso, con un gesto de la varita, las instrucciones eran precisas; encontrar a Agnes y devolverle el ataque a ella. Apenas y tuvo tiempo de sentirse mal por el pobre animal, atrapado en un círculo de ataques entre las dos. Scavenger esperaba que una vez la tormenta de arena cediera un poco, ambas podrían empezar a usar ataques más directos, en vez de valerse de animales u otras cosas.

 

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