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Goderic Slithering
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Por el rabillo del ojo, Vera observó a Hobb acercarse hasta una mesa y sentarse al lado de un joven de cabello rubio. El líder había elegido bien su asiento, pues desde él tenía visibilidad óptima de la puerta de entrada a la tarberna y de la mayor parte de ésta. Por su parte, la joven paladín se alejó hacia la barra, sin perder de vista a sus dos compañeros.

Le preocupaba que la luz de la taberna era escasa y el día comenzaba a decaer, dando paso a un anodino atardecer que presagiaba niebla. Si no fuera porque aquel apestoso tugurio estaba lleno de gente de la peor calaña y bichos aún más raros que Vera, sus gafas oscuras habrían llamado poderosamente la atención. Pero en aquel lugar, Vera no era la única que escondía una parte de su rostro y, ciertamente, tampoco era la única con terribles cicatrices. El olor a fritura recalentada, a pescado rancio y vino viejo cargaba tanto el ambiente como los secretos que cargaban a sus espaldas las personas allí reunidas. Seguramente, la mayoría de ellos, no tendrían importancia en aquella misión, historias trágicas que acabaron mal, pero no todo eran simples desaires de la vida. Para un paladín entrenado, como ya era Vera, el regusto a maldad impregnaba el ambiente y se pegaba a la lengua y al paladar con cada respiración, hasta provocar arcadas. Sin duda alguna, algo perverso y maligno anidaba en aquella taberna.

Se sentía incapaz de probar el agua que había pedido al tabernero. A su lado, un pescador sudoroso sorbía una sopa rancia sin la menor discreción y se limpiaba la boca húmeda con una manga deshilachada y llena de mugre. Observó a cada uno de los parroquianos que llenaban la taberna y escuchó alguna conversación, aunque al fijar su vista en Hobb, notó que sus labios se movían y, sin embargo, no lograba escuchar palabra alguna. Con toda probabilidad había dispuesto alguna salvaguarda.

En una mesa al fondo de la sala, dos hombres parecían hablar en susurros. Vera se acercó ligeramente y prestó atención a la conversación.

—Esta noche, en el muelle —decía el más viejo, con el pelo atado en la nuca en una canosa coleta y la voz raspada de quien ha fumado toda su vida. —Procura que no te vean.

—Diez. Ni uno más. No están los tiempos para correr riesgos —replicó un joven de piel muy oscura y cabello rizado.

—Quince... —El viejo iba a decir algo más, cuando un tumulto se desató de pronto en la taberna.

En la mesa donde estaba Hobb, la cabeza de rubios cabellos que acompañaba al mago caía sobre el tablero en medio de un reguero de sangre. El joven había muerto. Vera cruzó la mirada con Hobb y ambos se giraron hacia el asesino que corría hacia la puerta. Hobb disparó su arco y una flecha impactó en el hombro del asesino que huía, pero tres hombres más salieron de algún rincón oscuro. No lo pensó dos veces, sus reflejos fueron más rápidos que su pensamiento. Sabiendo que si detectaban su magia, las cosas se iban a poner más feas de lo que ya estaban, Vera conjuro Divine Force y se lanzó rauda en un combate marcial hacia el asesino y sus tres compinches. Nadie pensaría que estaba haciendo magia, sólo verían a una luchadora experta en artes marciales.

Descargó una patada hacia el asesino y éste cayó al suelo. Miró hacia Graves y Matt un instante, girándose y atacando con un golpe seco la mano de uno de los asaltantes, en la que brillaba una afilada navaja. Vera alcanzó a ver a alguien levantando una varita y, un instante después, varias sombras surgieron de la nada en el interior de la taberna. ¿Qué había sido eso? ¿Un portal? Ahora se enfrentaban a una fuerza entera de enemigos y varios de ellos portaban varitas. Magos después de todo.

Olvidando la prudencia, Vera conjuró un Divine Shield alrededor de Matt, Hobb y ella misma, mientras agarraba al asesino caído y lo introducía dentro del escudo. Lo necesitaban vivo, si querían obtener información. Aunque el escudo era transparente, los destellos dorados eran inconfundibles. Quizás fuera el momento de atacar con todo, aunque tuvieran que empeñarse luego en desmemorizar a unos cuantos muggles.

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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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Trabajar con las manos, sin magia, es algo que muchos magos debiéramos probar. Tanto despreciar a los muggles y se nos había olvidado la sencillez de las cosas. Estar junto a aquella mujer, pasando una vieja aguja gruesa de madera, tanto que apenas podía sujetar con la mano, pasarla por los nudos y entrecruzar los diferentes hilos y enlazar cada trozo de red de manera que quedara zurcida si parecer que nunca hubiera estado rota...

 

Sí, la magia es poderosa pero era muy placentero charlar con aquella persona con toda la naturalidad que el momento nos proporcionaba, contándonos historias de nuestras propias vivencias y recomponiendo aquellas redes que, en algún momento de la noche saldrían a cazar peces. ¿O se decía pescar...? Sonreí de forma atractiva y feliz y aquella mujer, Tresa, como se había presentado a la segunda línea de trama cosida en un acento algo difícil de entender, también me sonrió. Sí, todo de gran naturalidad si no se percataba que era mentira que quisiera escribir un libro sobre trabajos tradicionales de pueblos marineros que desaparecerían con el paso del tiempo.

 

-- No, por la noche no saldrán -- me confesó; noté el rictus de un miedo en su voz. La miré de reojo y acabé uniendo dos rombos de manera que quedó un nudo que rompía la estética del zurcido. -- ¡Ay, creo que lo hice mal! ¿Se puede arreglar?

 

Claro que se podía arreglar, me explicaba. Creo que la mujer echaba de menos a gente con la que hablar, de su edad, de sus conocimientos. Amigos. Suy marido...

 

-- Desaparecieron.

 

Frase verdaderamente escueta. Me pregunté si el Aigne había dejado de hacer efecto cuando siguió hablando. Sus manos, veloces, deshacían los nudos que se habían hecho en mi labor y rehacía la costura con maestría.

 

-- Ya no salen a pescar de noche, desde que mi marido desapareció. No, no se ha ido con otra. Yo aún tengo pericia en ciertas facetas privadas de mi vida, chiquilla. -- Sonreí, sin saber bien a qué se refería, o intuyéndolo. Creo que me puse algo roja pero en aquellos momentos en que el sol empezaba a bajar, pasaría desapercibido. -- Desapareció. Como el resto. Apenas quedan marineros que se atrevan a surcar el peñón en busca de...

 

No siguió hablando y bajó la cabeza. Una sombra tapó la luz que llegaba por delante y yo levanté la mirada. Alguien del pueblo nos saludó y siguió el camino. Un policía. Tresa no le miró y siguió cosiendo. No soy experta, por supuesto, pero creo que allá había un par de puntos mal unidos que dejaban una señal en la red, como una herida que se resiente en una labor bien hecha. Aquello era un factor para sospechar del muggle que nos había hablado e informado que pronto empezaría el toque de queda. Pero más fue descubrir algo que no me esperaba; cuando nos daba la espalda, usé un efecto muy sencillo y básico entre las sacerdotisas y el resultado de aquella Lectura de Aura me dieron una información sorprendente. Aquel hombre, policía, no era buena persona. Aún sin poder leer su mente, sí vi que aquel recordatorio tenía una intención claramente intimidatoria. Aquel hombre no tenía buenas intenciones. Peor aún. No era un muggle.

 

Parpadeé varias veces ante el descubrimiento hasta que Tresa me dio un codazo y me enseñó el trozo de red, ya arreglada.

 

-- Es mejor que te marches. Ya empieza a extenderse la niebla. Cuando eso pasa, ellos vienen.

 

Muy sorprendida, la veo irse, cargando ella sola con aquella mole verde de red. Aún añade, antes de desaparecer por el malecón:

 

-- Ya nadie pesca de noche. Ellos usan los barcos para otros menesteres. La pesca ya no es prioritaria en el pueblo.

 

Se hacía de noche a pasos agigantados. El fresco del mar se extendía y la niebla parecía avanzar hacia el pueblo, pero de forma extraña. Hacía tiempo que había conseguido dominar la Conexión Natural con la naturaleza y entendía bastante bien (poco humilde por mi parte reconocer eso) sus signos sobre los fenómenos meteorológicos que podíamos esperar de ella. Aquella niebla no era natural. O sí natural pero provocada. Huuum..., esto sólo podía ser obra de magos.

 

Era hora de volver a reunirme con mis compañeros. Mientras salía de la arena y buscaba la Casa del Puerto, la niebla me alcanzó. Me pareció ver una melena pelirroja antes de que ni los pequeños focos de las farolas se hicieran invisibles con aquella densidad de humedad. Sentí frío y me abracé los brazos.

 

-- Ela... ¿Eres tú? -- la llamé.

 

Pasos. Tan cerca que me agaché contra un banco y, sin querer, usé un Salvaguarda Mágica que ofuscó mi cuerpo. Quien fuera, pasó a mi lado sin verme pero yo supe que buscaba algo. Aquel hombre veía a pesar de la niebla. Fruncí el ceño, él deshacía mi camino y se dirigía hacia la playa, donde había más gente. Tres o cuatro, desde lo que presentía como auras porque era imposible ver nada, hablaban entre ellos de ir "allá", con aquel barco. El ruido de un motor rompió el silencio y se alejó, bordeando las rocas y adentrándose en el mar.

 

Era hora de volver a encontrarme con la Orden, sí, y explicar lo que sabía y escuchar lo que sabían los otros. Pero el ruido del motor se apagó y me giré hacia el mar, con la mirada fija en la niebla que no me dejaba ver nada.

 

-- Me perderé si voy, Ela.

 

No sé porqué hablaba a @@Ela Karoline sin saber si ella estaba cerca. Ni siquiera podía confirmar que aquella pelirroja que había pasado por delante de mí hacia unos minutos, aún siguiera cerca ni que fuera mi amiga sólo porque yo deseara que lo fuera. Sonreí un poco al darme cuenta que tal vez estuviera hablando conmigo misma usando su nombre.

 

-- Pero sé quién tiene un sentido de la orientación genial y usa el sistema de ecolocalización para localizar un alfiler en un pajar.

 

Retrocedí y me alejé del punto de encuentro. Aquellos lo-que-fueran no estarían lejos, aún podría perseguirles y, seguro, me llevarían a un lugar interesante y, desde allá, podría mandar un mensaje a los míos. Llegué a la playa sin chocar contra nada y sin hacer apenas ruido, lo que es un mérito. Me quité los zapatos y apilé la ropa bajo unas rocas, esperando que la marea no llegara a ellos. Después entré en el agua. Estaba helada y empecé a tiritar y, entonces, me di cuenta que era algo suicida y que no me gustaba estar sola. Aquel titubeo me duró un instante.

 

-- Besto tortuga marina -- susurré. Después me puse a nadar. Temblando de frío, me sumergí en el agua salada y me convertí de nuevo en mi animal interno, aquel cachalote que recibió con alegría el contacto con el mar. Di varias vueltas acostumbrándome de nuevo a aquel medio líquido y, después, me comuniqué con mi acompañante.

 

Los dos animales partimos hacia aquel punto en el que había no uno sino varios objetos que se juntaban en espacio reducido. Debían ser barcos. Estaba segura.

 

Ya no sentía frío.

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Tras Zahil y Madeleine, las puertas del bar se cierran. El cantinero prácticamente las corrió, alarmado por la hora. Los colores del atardecer comienzan a empalidecer, dando lugar a la noche. Repentinamente, recuerda las palabras de Scavenger, poco antes de que el grupo se separara para investigar el pueblo.

 

—Se supone que debíamos reunirnos con los demás en la Casa del Puerto —murmura Madelene, alzando la mirada al cielo. Un gran pesar comienza a cernirse sobre ella; una mano sombría pareciera atravesarle el pecho y envolver con fuerza su corazón, buscando, más que aplastarlo, asfixiarlo. Poco a poco, el verdadero rostro de Ravenrock se ha ido revelando frente a ellas: una cara malvada, que guarda terribles secretos tras una aparente sonrisa amable. Y Madeleine sabe que las víctimas son sus habitantes, que los verdaderos villanos están ocultos en las altas esferas tras la protección de los cuerpos de seguridad muggle. Son unos cobardes—. Pero no deberíamos volver con las manos vacías, ¿no es cierto?

 

Con determinación, vuelve la mirada hacia Granger. Confía en que su propuesta no vaya a ser demasiado para ella, pero todavía sin su apoyo seguiría adelante. Un dolor palpitante comienza a expandirse por sus sienes y su frente, y respirar es más difícil. La oscuridad cae pesadamente sobre ellas, parece ahogar las lejanas voces de la calle y las luces de las farolas.

 

—Creo que debemos ir a ver esa maldita niebla —espeta, cruzando los brazos sobre el pecho—. Detendremos a ese par de tontos que quieren salir de "cacería" y vamos a averiguar qué hay tras esa desgraciada niebla.

 

»O, por lo menos, yo lo haré. Si no quieres ir, está bien. Pero siento que tengo las manos vacías... y lo odio.

 

⋘ ──── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ──── ⋙

Al caer la noche, una espesa neblina cae sobre Ravenrock. La mayoría de los habitantes del poblado están encerrados en sus casas, con los cerrojos echados y las ventanas cubiertas por cortinas. Y, por las calles, se extiende como un manto negro. La niebla acalla las voces del viento y la noche, amenaza con extinguir las luces y busca cualquier víctima para asfixiarla en su oscuridad. Se extiende por las calles, por las plazas, el muelle y los terrenos inhóspitos. Desde abajo, no tiene sentido; no se sabe donde comienza y donde termina. Pero si se mira desde arriba... Es una escena digna de apreciar. Porque la niebla, que cubre Ravenrock casi por completo, forma una circunferencia perfecta sobre parte de la tierra y parte del agua. Y, ¿qué hay en el centro? Oh, nada más que un faro sobre un acantilado, cerca del muelle principal del poblado.

 

Nada más...

 

Antes la oscuridad la aterraba, pero ahora es parte de ella. Madeleine se mueve entre las sombras como si, simplemente, hubiera nacido para ello. Pero a medida que se adentra en aquella niebla, se da cuenta de que es diferente. Hay algo que no está bien, pues no se siente natural. Siente como si estuviera invadiendo la sombra de algo o alguien más, si es que eso tiene sentido. Ya que no puede ver mucho más que un par de metros adelante, son sus oídos los que perciben que hay alguien más.

 

—¡Jess, espera! —aquella es la voz de un muchacho joven, quizás no más de quince años. Madeleine se estremece.

 

—Si ibas a actuar como un gallina, te hubieras quedado en casa, Matty —responde una voz femenina, de alguien quizás un par de años mayor. Cuando Madeleine vuelve el rostro hacia donde cree que provienen, se da cuenta de que hay una leve luz amarillenta, como de una linterna. Y, contra la luz amarillenta, ve la dos siluetas no muy altas; una de ellas, carga algo que debe ser una escopeta—. ¡Suéltame, vas a hacer que me tropiece con algo!

 

—¿Podemos volver, por favor? Está tan oscuro... hace tanto frío...

 

Madeleine sabe que, si se aparece frente a ellos, se llevará un disparo. No puede sorprender a los que deben ser los chicos Johnson, pero tampoco puede dejar que se adentren mucho en la niebla. Actualmente están caminando entre la hierba alta de un peñasco no muy alto, que se levanta junto a la playa del pueblo. Quizás, si fuera de día, podría ver el muelle y los negocios cercanos a éste, pero su visión está muy limitada. La verdad, es un milagro que haya podido rastrear a ese par de irresponsables. Incluso con sus poderes de Oscuro, es difícil explorar el pueblo con aquella niebla limitando sus sentidos y el temor de ser devorada por la oscuridad. Hay muchas formas en que podría distraerlas para asustarlos y obligarlos a salir de la niebla, pero la verdad es que no está segura de que huyan; tampoco quiere alterarlos, sólo desea sacarlos de allí tranquilamente.

 

Cierra los ojos y se concentra en crear un par de sombras, a las que le da la forma de un pequeño gato negro. A la luz del día no podría pasar por un animal verdadero, pero, quizás en la noche no parezca tan amenazante.

 

Meow...

 

—¿Qué fue eso?

 

Y con los ojos cerrados, se concentra en aquellas dos siluetas más adelante. Crea la ilusión de un lindo gatito, quizás una mascota de una infancia. Una pequeña criatura que se echa a correr y que deben seguir, alejándose de la niebla, hasta casa. Hasta su madre. ¡Sí! A ella le gustaría aquel gatito.

 

—¡Un gatito! ¡Hay que atraparlo!

 

—¡Espera, Matty! ¡Espera!

 

Y las voces se alejan, espera que fuera de la niebla. Madeleine quiere seguirlas para asegurarse de que ambos estarán bien, pero... de nuevo, ese sentimiento de que algo no está bien...

 

Todo está completamente oscuro. La luz de Jess se fue, así que no hay nada más que sombras alrededor. Nuevamente, siente aquella mano sombría oprimiendo su corazón. El sudor frío aparece en su frente, comienza a sentir palpitos. Está en peligro. Hay algo en la niebla que quiere apoderarse de ella; quizás una voz, o quizás un deseo. Hay algo que quiere tomarla de la mano y llevarla hacia... ¿Hacia el faro? Empuña con fuerza su varita mágica, pero en su mano se siente sólo como un palo de madera cualquiera; la agita con desesperación, pero sólo aparecen unas ridículas chispas que se extinguen al instante. ¿No puede usarla? ¿Qué rayos sucede? Debe calmarse y analizar la situación, pero es difícil respirar. Está asustada, siente que algo está esperando para lanzarse sobre ella...

 

Y entonces, el lazo se rompe. De repente, olvida a los chicos Johnson y a sus compañeros. Lo único que tiene en mente, es la imagen del faro.

 

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De mejores lugares la habían corrido pero no le causo gracia tampoco que el cantinero lo hiciera. Habia recien regresado de el orfanato donde las madres no habían querido decirle mucho o no sabían en realidad que había pasado. Lo ultimo que recordaban ambas era haber llamado a los niños a cenar, recostarlos a todos en sus camas y cerrar las puertas del dormitorio. Pero la pequeña Rebecca tenia la manía de salir en la noche y mirar la luna desde el patio sin que nadie la molestara. Las monjas decían que la chiquilla era una soñadora irremediable y se inventaba historias con las estrellas. Les pregunto si habían notado algo extraño relacionado con ella o que pasara alrededor de ella pero no, solo era distraída y tenia demasiada imaginación. La Granger busco rastros de magia pero no había nada, la huérfana era una simple muggle, con mala suerte.

 

El hijo del panadero y el mismo panadero había sido otra historia según lo que Madeleine le transmitió por medio de un ilusionismo. Ella hizo lo mismo, implanto las imagenes en la cabeza de su compañera para que ella viera si había pasado algo por alto usando el Ilusionismo. Comenzaron a caminar pero la noche ya había caído y la niebla también. No podía dejar de pensar que algo malvado saldría de entre aquella insana niebla y se las tragaría a ambas pero Madeleine tenia razon, aun debian detener a los chicos Johnson y llegar a la Casa del Puerto.

 

Tras ayudar a los chicos, la rubia pudo sentir una necesidad de salir corriendo del lugar y no volver mas, pero algo la detuvo, a pesar de su vision perfecta en lo mas oscuro en aquella niebla no lograba ver nada, mas que a Madeleine que estaba junto a ella.

 

- Tenemos que salir de aqui, no me siento muy bien, me siento atrapada, como si ...Madeleine, me estas escuchando? - de repente se da cuenta que la bruja actua raro, como si hubiese entrado en un trance, intenta detenerla pero esta se safa de su agarre y comienza a caminar mientras balbucea que debe llegar al faro. Puede sentir como sus propias fuerzas se empiezan a desvanecer y todo su cuerpo le grita que deje a su compañera y se salve pero en lugar de eso se las arregla para invocar a su sombra con un umbra y ordenarle que pida ayuda, que los guíe al faro y luego regrese enseguida a ella.

 

-Made...leine...espera...yo no...no puedo....- intenta agarrarla por ultima vez pero algo la paraliza y no la deja pensar con claridad, intenta tomar control sobre su compañera pero tampoco le sale. - Escen....escen....- y de pronto todo se vuelve negro. Habia tratado de convocar el hechizo de su clan pero ni en su mente ni en su garganta había logrado materializarlo y ahora ella misma estaba atrapada dentro de aquel extraño hechizo que no conocía y que parecía iba a acabar con las dos brujas.

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Kaori M.

Cuando sintió la mirada de Madeleine posarse por demasiado tiempo en ella, Kaori recordó que su apariencia era diferente y que seguramente el que un hombre se les quedara viendo llamaría la atención, acomodó la cinta del bolso que llevaba consigo y empezó a caminar sin mucha prisa hacía la posada que los pescadores le habían comentado. En el trayecto rescató frases de los pueblerinos, pero por el momento ninguna de ellas tenía demasiado significado. Sin embargo, la mención de una extraña niebla si que le llamó la atención, luego de descansar un poco pues el viaje hasta ese momento había sido largo, saldría a recopilar información y que mejor que la taberna del lugar para esa tarea.

Una hora más tarde aun manteniendo la apariencia adoptada gracias a la metamorfomagia, recorrió las calles del pueblo hasta que llegó a una vieja taberna, estaba relativamente vacía, pero estaba segura de que eso cambiaría pues el sol poco a poco se había empezado a ocultar. una vez adentró se dio cuenta de que claramente la magia estaba contribuyendo a que ese lugar se mantuviera en pie y que su informante se había equivocado al decirle que en ese pueblo habían solo muggles. Pidió una copa de whisky y esperó paciente a ver que podía averiguar.

Varias copas después el lugar se iba llenando y entre las personas que ingresaron reconoció tres rostros conocidos, por un instante estuvo tentada a abandonar el lugar, más la mirada de Hobb la hizo darse cuenta de que era demasiado tarde. Ese rostro que estaba usando el Líder de la orden lo conocía bien pues lo usó para algunos encargos por parte del Simposio, bebió de su copa el resto del liquido dorado y pidió una más, ya que finalmente él sabía que se encontraba ahí no tenía sentido irse.

Lo observó sentarse junto a un mago rubio y luego en un abrir y cerrar de ojos todo se salió de control, el joven con el que Hobb había estado hablando fue asesinado cayendo sobre la mesa en medio de un charco de sangre. Buscó con la mirada al responsable, ubicándolo justo en el momento en que una flecha le atravesaba el hombro y lo hacía tambalear evitando que huyera. Entonces una batalla se desató pues el responsable de la muerte del joven no estaba solo, Vera haciendo gala de un gran poder empezó a darles una paliza, pero pronto se vio rodeada por más magos que parecieron salir de la nada. Ella vacío una vez más su copa antes de ponerse en pie, hasta ese momento había pasado desapercibida.

‹‹Zeul›› invocó la bruja canalizando su fuerza interna y la dirigía hacía los atacantes que estaban acercándose cada vez más a sus compañeros. El impacto de la onda que mando a volar a un mago y destruyó una parte del local, llamó la atención de los magos pues no contaban con la presencia de ella.

Teniendo esa ventaja Kaori optó por usar el ilusionismo en ellos para hacer que frenaran el ataque. Les hizo creer que estaban dentro de un recipiente de cristal lo suficientemente grande como para que dieran de pie, en la cima del mismo un fino chorro de agua poco a poco lo iba llenando, amenazando con cubrirlos por completo en cuestión de minutos. La escena se tornó un poco particular pues cada uno se movía y retorcía tratando de obtener un poco de oxígeno. La ilusión en la que los había puesto Kaori era tan real que estaba segura que si los dejaba el tiempo suficiente dentro de ella morirían de miedo al ver que aire se les terminaba.

—Al llegar vi un faro no muy lejos de aquí… —Dijo sin cambiar su aspecto, esquivó a los magos que aun estaban presos de su poder y añadió —Creo que ahí podemos sacarle información, puede que él nos diga de donde proviene esa niebla de la que todos hablan— mientras caminaba se concentró una vez más en la ilusión y finalmente hizo que creyeran que el oxígeno se acabó y uno a uno iba cayendo al piso… inconscientes… quizá muertos, en todo caso no importaba eran solo peones que no tendrían información relevante, lo que ellos buscaban era al que estaba moviendo las piezas del juego.

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La amabilidad del policía la hacía sospechar, y es que últimamente sospechaba de todo y de todos, no se sentía segura en ninguna parte, frunció el entrecejo, así debían sentirse los muggles ante el azote especialmente de los magos tenebroso que se divertían en tiempos pasados cazandolos como si fueran venados a campo abierto. Negó con la cabeza al hombre por el ofrecimiento del dispensario.

 

--Así estamos bien, de todas formas no es muy larga la cola-- concluyó con cortesía escudriñando el rostro del que ella presumía era un muggle. Si tan sólo pudiera adivinar sus intenciones, parpadeo lentamente y para su sorpresa vea algo que antes no, su mente se había abierto permitiéndole percibir de forma básica las intenciones del funcionario que en efecto, no eran ni simples no buenas, pero sobre todo, podía ver su aura, esa energía interna y particular en cada individuo, y sintió deseos de sacar su varita y hechizarlo o usar un poco de veritaserum, por desgracia no podía hacerlo.

 

Ela supo de inmediato que la diosa la premiaba con este nuevo conocimiento, y que estaba en medio de descubrir muchas cosas y de perfeccionar otras tantas. Apenas alcanzó al escuchar la oferta de Sagitas de ir a dar un paseo por las rocas, casi dice la palabra sanadora pero a tiempo la cambio por doctora, y no le hacía... era sanadora, tanto por su trabajo en un hospital, como por el hecho de ser sacerdotisa, que ciertamente estaba vinculado a la percepción, el crecimiento, perfeccionamiento y bienestar.

 

--De acuerdo, te alcanzo-- le había dicho mientras le daba un poco de poción pimentónica a una mujer que no paraba de limpiarse la nariz con un pañuelo y tenía los ojos enrojecidos, por supuesto solo una medida y en una presentación como los jarabes que podían comprar en la botica del pueblo.

 

Por fin había terminado de atender a las personas en la fila, lo que la dejaba libre para elegir sus próximos pasos y ya sabía a dónde ir. Con prisa guardo todo y comenzó a andar rumbo a la playa, estaba muy cerca cuando un par de personas casi la atropellan, pues iban en sentido contrario, alcanzando a escuchar el motivo de la prisa, la niebla, había oscurecido tan rápido y de pronto la bruma lo envolvía todo

 

--¿Sagitas?-- se aventuró a preguntar en un susurro al escuchar un chapoteo en el agua que ya tocaba sus pies descalzos, por lo bajo despotrico al pisar una concha que lastimo su pie y la hizo caer de bruces sobre un duro caparazón, apenas pudo palpar y tanto la forma como la rugosidad le indicaron que era una tortuga de mar que pronto se puso en movimiento con ella a cuestas.

 

--Sagitas si esto es obra tuya dime al menos a donde vamos-- volvió a susurrar, esta vez sintiendo el aura familiar de la sacerdotisa.

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Las luces del atardecer empalidecen y las estrellas comienzan a brillar en el cielo nocturno de Alaska. Las páginas del grimorio comienzan a agotarse. «Mi tiempo de aprendizaje está acabando —se dice Madeleine, apartando la mirada por un instante para observar al otro lado del ventanal la noche que comienza a extenderse más allá de la Fortaleza Errante—. Pero mis deberes con la Orden Oscura apenas han iniciado». Las últimas semanas, las dedicó al estudio de la magia más destructiva y caótica de la Magia de la Oscuridad: una magia sumamente corrupta, capaz de arruinar casi cualquiera de las demás. Madeleine nunca ha sentido rechazo por el poder y las posibilidades de la destrucción, pero la verdad es que siente miedo. Siente que está caminando al borde de un abismo, donde al menor paso en falso podría caer al vacío, y está desafiándose a sí misma cada vez más. Tiene miedo de ir demasiado lejos y, de alguna forma, perder el control.

 

«Quizás no sea malo marcar algunos límites».

 

Liberó sus energías concentradas para conjurar el Reotak y usarlo para destruir encantamientos defensivos, algunos incluso de la Magia Uzza. Mediante el hechizo Zeul, canalizó su energía interna en un movimiento destructivo con la forma de un viento cortante, capaz de hacer estallar grandes murallas de piedra, acero, dejándolos irremediablementes arruinados. Pero hay algo que no se ha atrevido a hacer.

 

Una vez más, baja la mirada a su libro.

 

Nombre código: la bestia.

El quiebre final del lazo que une al hombre con su propia humanidad para trasformarse en bestia.

Pero no puede hacerlo. Lo ha visto en acción y es por eso que lo sabe. Es demasiado arriesgado. Sea lo que sea a lo que tenga que enfrentarse en el futuro, no lo hará. Tiene que haber otra forma.

 

⋘ ──── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ──── ⋙

La niebla es densa e inclemente. Inhibe los sentidos y las capacidades de sus víctimas, siendo capaz de doblegar tanto a muggles como a magos. A ambos los confunde y los desorienta, conduciéndolos al punto exacto donde son requeridos. En el caso de lo magos, debilita sus energías mágicas y limita mucho su capacidad de realizar magia. Finalmente, cuando ceden y dejan de luchar, la niebla toma el control por completo y los lleva hasta el faro.

⋘ ──── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ──── ⋙

 

 

Algo en el interior de Madeleine despierta al percibir el peligro.

 

Y, entonces, el lazo se rompe.

 

Un instinto salvaje y primitivo se apodera de ella, haciéndola abandonar toda razón lógica sobre sí misma y sobre todo lo que le importa. Aquel arrebato violento toma el control, sin importar si no ha sido convocado, pues es necesario. Hay un gran peligro, un gran enemigo que quiere apoderarse de ella y no lo puede permitir. Una voz lloriquea a sus espaldas, pero no le presta atención y, de hacerlo, probablemente no la entendería; pues ella no es humana. La niebla conduce a una bruja al faro, pero no domina a la bestia. Ella va por voluntad propia. Se mueve con agilidad y destreza, sin importarle destrozar los zapatos ni rasgas las ropas. Y si hubiera alguien más en la niebla, no dudaría llevárselo por adelante, pero el camino está completamente despejado hasta su presa.

Editado por Ellie Moody

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Aún siendo animal marino, la niebla me molesta, por lo que decido bucear el más tiempo posible para evitar su contacto. Ahí abajo soy feliz y jugueteo con el agua y con la sombra superior de la tortuga marina que me sigue. Sí, estoy contenta allá abajo, viendo los pies de alguien moviéndose en el agua sobre la concha de mi Besto. Es genial que, al fin, Ela se haya subido y me acompañe en esta travesía. Detecto su aura y, aún siendo marina, la identifico con esa esencia pura que distingue a la chica Lockhart... Cye era muy similar a ella. Se nota que son familia.

 

Sé que me habla y yo le contesto sólo que dudo que entienda mis chillidos agudos. En realidad, temo por ella. A mí me protege el agua, una gran masa de líquido que limpia toda sensación horrible aunque también he de luchar contra el instinto animal de quedarme allá para siempre fuera de la amenaza, porque... Porque el Peligro está ahí fuera y sentirse grácil y revoltosa allá dentro se apodera tan a menudo de mí que me cuesta recordar que soy humana, que soy sacerdotisa. A veces me dejo llevar y sigo nadando, aún sabiendo que después, a la vuelta de mi estado normal, el humano, mi cuerpo añora la libertad y la falta de responsabilidades que encuentro en ese cambio, la preocupación única de comer sardinas y perseguir otras criaturas o las popas de los barcos.

 

Pero hoy no. Ser una criatura marina me ayudaba a cruzar por la niebla sin mucho esfuerzo pero cada vez que salgo a respirar y a ver a Ela, una sensación de... ¿podredumbre?... molesta mis sentidos. En esos momentos, que procuro que sean breves, detecto cientos de auras en el aire, como llamadas de auxilio. Es extraño, llevo mucho tiempo interactuando con auras y nunca había visto esa sensación de alarma, de petición de ayuda en ellas. ¿Será mi instinto animal y el humano unidos que me produce la sensación que vamos directas al lugar donde están los desaparecidos? Es tan doloroso que me sumerjo de nuevo y doy vueltas sobre mi lomo, revoloteo bajo las patas de la torturga y acaricio con el morro a Ela, aunque soy demasiado grande y el movimiento les aleja de mí.

 

A medida que nos acercamos a... a un foco de luz, la sensación de peligro apremia y me agobia más salir del agua. Cuando estoy fuera, algo me aprieta para conseguir romper mi equilibrio mental y algo me llama. Creo que si no estuviera en mi forma animaga, ahora estaría presa, o muerta o lo que sea, no sería yo.

 

Al llegar al alcantilado, mis pies se posaron en las rocas, aristas puras y resbaladizas. Pero ese dolor pasaba desapercibido. Como humana ya, captando todo ahora en su amplia magnitud, siento que aquello, la niebla, intenta someterme. Ahora capto lo que es, en su lugar de origen: magia oscura que derrota toda fortaleza humana, haciéndote sucumbir a su llamada. Ser hechicera no me ayuda excepto a entender que no soportaré esta presión y tengo poco tiempo de reacción. Y pienso en Ela, que está aquí por mi culpa, porque la insté a seguirme. Siento que me muerden en el tobillo y algo me lleva otra vez al agua cuando pierdo equilibrio. Por instinto, hago un encantamiento y una burbuja mágica cubre mi cabeza, lo que me permite respirar bajo el agua y, sobre todo, pensar, sin convertirme de nuevo en el animal que soy. Menos mal que tengo la varita en mi mano aunque ni recuerdo cómo es que aparece siempre que la necesito (nota: mejor no pienso en qué lugar queda cuando me animageo por los mares; no es bueno pensar en según qué temas mágicos pero está ahí, siempre está ahí cuando la necesito).

 

Miro a mi alrededor; los ojos humanos me permiten ver algo que no había descubierto como cetáceo: el agua del mar ha subido por la marea y ha cubierto un camino entre las rocas que llevan a una puerta de madera, medio podrida por siglos de pleamar. Está al descubierto pero puedo llegar hasta ella bajo el agua, librando casi todo el trayecto de aquella maldita bruma que nos rodea. Desde allá, se ve su amenazadora forma grisácea sobre la superficie del mar, oscureciéndola, sólo burlada por breves y continuos haces de luz y comprendo que aquel foco que vi era un faro y que aquella puerta debe llevar al interior del mismo. Al interior de donde se produce la niebla.

 

-- Ela, ¿estás bien?

 

Pregunta idi***, ¡claro que no está bien! Ella ha sufrido todo esa niebla por arriba, en la intemperie. ¿O se habrá protegido, como yo ahora, con algún hechizo como el casco burbuja? Aunque el encantamiento no dura para siempre así que he de darme prisa.

 

El Tiempo vuela.

 

Buceo lo máximo que puedo hacia aquella puerta, seguida de mi amiga sobre la tortuga. Después nado, con la cabeza fuera hasta tocar con los pies en el fondo de arena y algas. Me maravilla ver que la vida existe a pesar de la zona tan arista en la que estamos. ¿Quién dice que una roca no guarda vida? Presiento las plantas vivas que nos rodean, adaptadas a la alta salinidad y a los fuertes vientos, huelo los matojos de lavanda marina y la zanahoria silvestre que crece en matojillos entre las rocas del acantilado, la malva silvestre y ¡al cuernecillo!; si tuviera tiempo, podría recoger raíces y esquejes de este lotus marino para hacer pociones mágicas! Noto también las gaviotas, cernícalos e incluso un halcón peregrino, escondidos en sus rincones más ocultos para que la niebla no les afecte. Los animales son muy sabios, la Diosa les ha dotado del don de detectar el peligro allá donde se encuentre. También hay víboras y algún que otro zorro, presiento su presencia. Y, en el último instante antes de desaparecer mi débil protección contra la niebla, detecto a alguien del bando.

 

¿Hay alguien, en serio? Por un instante me ha parecido ver (en el sentido metafórico pues no se ve nada con la niebla) a Madeleine pero eso ha desaparecido. Ha sido como una leve referencia de ella pero no, lo que hay allá fuera no es humano. Es una bestia. Algo allá arriba es más peligroso que la niebla y me alegro de estar en el agua. Y me doy cuenta del peligro que corro, así que agarro a Ela y la voy sacando, conmigo, con mucho esfuerzo, hacia la puerta. Está cerrada pero no resiste mis envites. Tengo que empujarla con fuerza y al final dejo a Ela Karoline en el agua, golpeada por las olas, para poder forzar por última vez aquella barrera hacia un lugar seguro. Cuando se abre, no hay niebla en el interior, como si algo la repeliera.

 

Pero estoy agotando mis fuerzas de resistir la llamada de aquella maldita niebla. Cierro los ojos concentrándome en Ela, intentando que mi breve reducto de resistencia mental contra el mandato de La Niebla siga vivo y, en un gran esfuerzo, consigo arrastrarla hacia el interior de la puerta, a salvo. El agua entra en el hueco pero enseguida es expulsada por una especie de sumidero en el interior, lo que hace que éste siga seco, aunque la humedad haya dejado un fondo resbaladizo y musgoso. La Naturaleza siempre lucha por sobrevivir hasta en los lugares más impensables y la Vida continúa. La miro y espero que el efecto de Purificación Espiritual haga mella en ella, liberándola del control de aquella magia - oscura e impura que forma la Niebla- que la retiene. Espero que funcione porque yo no tengo fuerzas para cruzar la puerta y refugiarme en su seguridad.

 

Así permanezco, mirando al cielo que no existe por la niebla, pensando en los seres vivos que aún resisten y en la finalidad de todo ésto, casi en una extraña calma de aceptación de lo que venga. Y es cuando aparece la idea. No es justa, no debiera permitirme pensar en ello. Sé las consecuencias de usarlo y ni tan siquiera sé si podría llegar a conjurar este efecto en estas condiciones pero si no hago nada, muero, ¿qué más da si lo hago y muero en el intento? Casi sonrío y cierro los ojos mientras digo Sacrifixio Extremus.

 

Al instante, siento el dolor de la vida perdiéndose, de la muerte que llega, el daño que me hace absorber esa energía vital de lo que me rodea, esas plantas que han sobrevivido a las inclemencias del medio en que viven, esos animales que han luchado por seguir vivos en el mar, en las rocas, esa muerte que se desprende al unirse para entrar en mí y darme fuerzas mínimas para escapar de las olas que me salpican y me mueven a voluntad, para incorporarme a medias, para traspasar con esfuerzo aquel dintel podrido de madera y para, finalmente, cerrar la puerta, quedándome en un interior oscuro. Es desgarrador hacer todo ese esfuerzo con energía prestada sin su consentimiento; robada mejor dicho.

 

Apoyo la espalda en la pared fría y húmeda de la base del faro, sin niebla en el interior, protegida y a salvo. Intuyo a Ela Karoline pero no la veo. Mis ojos están empañados con lágrimas. Lloro por todos esos muertos que me han permitido seguir viva. Este hechizo no debiera existir.

Editado por Sagitas Potter Blue

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Un rostro que Vera no conocía se les había unido a la lucha y la joven paladín entonó un gracias a los dioses, mientras sujetaba al asesino con una mano recubierta de fuerza y empleaba la otra para conjurar su Pole y apuntar el arma de asta de acero sagrado hacia sus atacantes, dirigiendo hacia ellos las esquirlas celestiales de Odin, unos diminutos seres voladores, hechos de cargas invisibles de electricidad, que fueron a penetrar en el cuerpo de los enemigos que cargaban contra ellos, electrificando sus nervios. Ya no era el momento de esconder la magia. Para bien o para mal, se habían revelado como magos.

Escuchó las palabras de quien había acudido en su ayuda. Era extraño, pues algo en el tono de aquello voz no le resultaba desconocido a Vera. Por la familiaridad y determinación con la que planteó su proposición supuso que debía ser un miembro de la Orden del Fénix y aquel rostro que lucía tan sólo una máscara o quizás una ilusión. Conocía poco de los poderes de la Orden Oscura, pero lo suficiente para reconocer algo de su magia y, sin duda alguna, la persona que se encontraba junto a ellos pertenecía a ese clan.

—¿Un faro? —Vera se lamentó por haberse perdido aquel detalle. Tendría que mejorar su capacidad de observación. —Sí, es una excelente idea. Vamos para allá.

Miró al asesino que habían capturado. Desde luego no pensaba llevarlo a cuestas. Tenía una idea, aunque quizás fuera un poco extrema. Invocó una Kanskje Sword, la espada sagrada forjada con el aliento guerrero de las Valkyrias. Bastó un reflejo del pensamiento para desenvainarla al instante. El corte que realizaría sería el más inofensivo de los que aquel arma permitía hacer. Tan solo un leve corte, que Vera realizó en la muñeca de aquel hombre y un ligero y rápido movimiento para realizar un Corte de Energía Vital. Con eso bastaría para que el sujeto perdiera su identidad y conciencia. Dejaría de sentirse como un ser vivo pensante y aceptaría sin rechistar las órdenes del paladín.

—¡Síguenos! —Le ordenó Vera, comenzando a andar hacia el faro junto con los demás.

Miró hacia atrás para comprobar si los seguían, pero tanto las ilusiones del miembro de la Orden Oscura como las esquirlas invocadas por la Pole los habían detenido lo suficiente. Se había hecho de noche y la niebla comenzaba a rodearlos. Era ominosa y para nada natural. Había algo mágico en ella, algo perverso y maligno.

Vera siguió caminando pero se sintió feliz de ver los flashes de la luz del faro, oscilantes y difuminados a través de la niebla.

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@@Syrius McGonagall

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firma
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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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Buscar a sus compañeros solos resulta más difícil de lo que piensa. Cuando logra estar lo suficientemente lejos del oficial puede notar que naturalmente se han formado grupos. No le sorprende, pues cada uno se sentía más cómodo trabajando con las personas de su mismo clan, aunque no duda que de ser necesario puedan volver a reunirse. Al menos por ahora no tiene la intención de estar en un grupo grande, y menos quiere tratar con el niño que les estaba sirviendo de guía.

 

Se encontraba en un pequeño parque, en busca de un lugar donde sentarse. Un dolor punzante en su cabeza comienza a molestarla y sospecha que es producto de su fallido intento por usar la legilimancia contra el oficial, lo cual no tiene sentido porque no es algo que tenga “efectos secundarios”. Cierra los ojos, intentando razonar, pero los grititos de los niños jugando cerca la interrumpen.

 

—Qué bueno que estás aquí

 

Dicen que cuando has vivido con alguien puedes identificar su forma de caminar donde sea, por eso no se sobresalta cuando Goderic se acerca. Lo pone al tanto de su problema y de sus sospechas. Duda que el oficial sea un mago -después de todo, se suponía que no había magos en Ravenrock-, pero que un muggle pueda cerrar su mente tampoco le parece posible.

 

—Vamos a tener que seguirlos y ver que se traman, no están aquí solo para mantener el orden.

 

Le dice al mago mientras con la cabeza apunta a un par de uniformados que pasan por allí. Su voz es baja, a pesar de ser imposible que algún habitante del pueblo la escuche con tanto ruido alrededor. Una vez más puede que sea solo la paranoia que se hace presente. La misión era relacionarse con la gente del pueblo, no seguirlos.

 

De repente, recuerda la reacción del pequeño guía, las demás personas reaccionaban a ellos con molestia o enojo, pero el niño expresó algo distinto, algo más parecido al miedo. Definitivamente debían averiguar qué estaba pasando.

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