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El color de la magia


Dana Gryffindor
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Atardecer en Londres

Una ciudad se tiñó de anaranjado cuando la hora vespertina se vio reflejada en media esfera de sol que se visualizaba a lo lejos, generando una fiesta de colores en el cielo. La pequeña chapa de “Chops” chillaba conforme una fría ventisca la movía de un lado a otro y el ruido de zapatos que iban y venían y de coches que frenaban, arrancaban y aceleraban a toda furia por la gran avenida, opacaba ese peculiar chillido tras el cual se abría un callejón sin salida, un pequeño lugar donde había dos basureros y la salida trasera de Chops y de la barbería que a esa hora del lunes ya cerraban sus puertas.

 

Sus dedos acariciaban las finas cuerdas del laúd, una suave melodía llenaba de vida el callejón iluminado por un barril de chapa que hacía de fogata con cartones y maderas recolectadas en el día y que habían sido rechazadas para su venta debido al mal estado.

 

Junto con las notas musicales, siluetas de luces de colores danzaban al ritmo de la melodía y ocho rostros se iluminaban mientras comían galletitas y tomaban té en vasos descartables. Los niños habían escuchado que la magia existía y allí estaba la prueba, la joven de largo cabello rojo y ojos tan azules que parecían zafiros que brillaban en la oscuridad. El estatuto del secreto mágico había sido revelado y la comunidad no mágica se había encargado de decir que magos y brujas eran monstruos causantes de todos los males, la vampiresa esperaba generar amor hacia la magia en aquellos pequeños actos.

“Tomaron sus manos en el lecho final,

los gritos avivaron la hoguera nupcial

en un rito de amor y un acto de ira,

las brujas se unieron para toda la vida”

 

Cantaba la bruja al ritmo de su música, las luces la acompañaban, los niños vagabundos escuchaban con atención.

“Ellas conocieron el amor verdadero

y por su magia y amor en las llamas ardieron,

el mundo no supo entender sus corazones

del poder verdadero no eran merecedores”

 

-¿Cuál era ese poder?- preguntó deteniendo en seco sus dedos, las siluetas dejaron de bailar para volverse hilos que caían lentamente al suelo.

 

-¿Brujería?- preguntó una niña.

-¿Hechizos?- insistió un niño.

 

-Amor- contestó la bruja retomando su melodía, las siluetas volvieron a danzar -El verdadero poder es el amor, y ese lo pueden tener todos ustedes.

 

Shelle deja de tocar y una mujer, de rostro cubierto de cicatrices como si hubiera sido víctima de un incendio, con vos temblorosa y aguda, interrumpió la velada.

 

-¿Siluetas de colores?- preguntó, una sonrisa iluminó su rostro, pero Shelle pudo ver el cinismo que había detrás, el aroma ácido de su sangre reveló que no era un humano convencional -Gastas tu tiempo con estos muggles.

 

La piel de la mujer empieza a desmembrarse dando paso a una enorme boa de oscuras tonalidades, Shelle apenas pudo reaccionar cuando vio dos filosos colmillos yendo a toda velocidad hacia ella.

 

-Serpensodia- dice la periodista apuntando con su varita a la boca de la serpiente, esta sale levemente despedida hacia un costado y embiste a uno de los niños, se apresuró a repetir el ataque pero la boa ya había atrapado al niño de la pierna.

 

-Serpensodia- repite – el destello de luz le pega de lleno en la cabeza, libera al niño que con lágrimas en los ojos se arrastra hasta ocultarse detrás de la pelirroja junto con los demás.

 

Levanto mi varita y un cuervo sale despedido de ella para que acuda al miembro más próximo de la Orden del Fénix.

 

 

 

 

Off: sí, le robé el titulo a Pratchet.

Editado por Shelle Dumbledore B.L

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Desesperadas esas personas no mágicas, llegaban corriendo a sus casas, se encerraban a tierra y lodo creyendo que de ese modo estarían a salvo... sus corazones latían como locos, con la posibilidad de sufrir un paro cardíaco ante aquel enorme miedo que suponía que de verdad existieran las brujas y los magos, esos peligrosos seres que seguramente eran algo cercano al mismo demonio...

 

Los medios de comunicación emiten en sus noticias que el peligro está latente y sugieren atrincherarse para la propia seguridad, esos pobres seres se sienten aún más miserables al aumentar el peligro en sus atribuladas vidas, el hombre de la casa, se recarga sobre la puerta, trata de captar con su oído sobre el metal de la puerta, aquellos sonidos que le sugieran que acontece afuera, una calle a oscuras porque las lámparas no funcionan desde hace meses ¿las autoridades estarán patrullando la ciudad?...por ahora no escucha nada, pero lejos de calmarle, su temor aumenta.

 

Un repartidor de licor agudiza su vista, sin soltar el volante acciona el botón para encender las luces altas del vehículo, un sujeto con un traje gótico Steampunk negro, le hace cambiar el gesto de su rostro a uno de extrañeza porque le parece un vestuario de algún actor de película de la edad media, aunque esa máscara de cobre y ese cabello azul, le confunden aún más, hace sonar la bocina mientras se acerca hacia él y ese extraño personaje, levanta la fracción de madera en su mano...un extraño rayo le golpe el pecho y pierde el control estrellándose contra el muro.

 

El sujeto no se preocupa por la suerte del chofer, se acerca a aquella vivienda, un par de canes ladran agresivamente, es su intento de amedrentar al intruso, este levanta su arma mágica contra ellos--¡Sectusempra!!-- Heridas sangrantes reciben en sus cuerpos esos perros que gimen lastimosamente, el mago odia a esas criaturas por las heridas que le causaron cuando el era un niño, así que con regocijo ve como caen al suelo desangrandose, luego ve que la puerta está cerrada y se sonríe irónico... --¡Salvaguarda mágica!-- El sujeto se vuelve intangible y atraviesa los muros de la vivienda, apenas descubre donde se encuentra el dueño de la vivienda, recupera su tangibilidad y de nuevo utiliza su varita-- ¡Cinaede!-- El hombre no puede hacer nada, el veneno en forma de gas invisible, corta las vías respiratorias y luego pasa a la sangre, acabando con la vida de este, tras lograr su objetivo, el mago desaparece del sitio, dejando tras de si, aquella desesperanza en el resto de miembros de la morada.

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HASAM MALFOY

 

Tanto a Hades como a mí nos convenía la situación. Sabíamos como sacarle provecho a todo aquello. Nuestra labor y misión, se hacía más fácil con todo el caos que se estaba dando. No nos importaba en lo mas mínimo lo que estaba sucediendo ya que aprovechábamos cada instante para estar en uno u otro bando, presentábamos caras comunes tanto para los que odiaban la magia como para los que la defendían.

 

No hacía mucho habíamos salido de una reunión de la organización Tartarus donde habíamos estado discutiendo lo próximo que haríamos y entregábamos informes de toda la información que habíamos podido recabar. Éramos muchos miembros y algunos no habían asistido, ya que se encontraban en misiones especiales o haciendo de las suyas en algún lugar del plañera. Sin embargo, Hades tenía que quedarse en Londres, era el director de San Mungo, por lo que Denia mantener su máscara respetable tal como habia venido haciendo por tantos años. Yo, pues aprovechaba la oportunidades de la vida y me la pasaba con mi prometida Ariane.

 

Bebia un trago en la taberna. Observe el reloj, debía ir hasta la tienmda para recoger a mi Ariane y salir por allí u rato a divertirnos, a menso que tuviera algún otro plan.

 

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El ojimiel se apareció en la habitación destinada para él en su hotel. Distraído se quito la capa y la máscara, era ya más de medio día, la cortina estaba a medio cerrar en el amplio ventanal, por ahora no estaba seguro si marcharse a Escosia fuera lo mejor, pero tampoco le apuraba por el momento.

 

Escucho unos ligeros golpes, tan suaves que dudo....seguramente había sido unllamado a otra puerta, si, eso debía ser. Mudo de atuendo. Le gusta mucho un traje negro que adquirió en Francia y de buena gana se muda la ropa. Se mira al espejo de cuerpo entero que hay cerca de su guardarropa, es negro para resaltar esos adornos plateados en su atuendo y la camisa blanca, está prendiendo un broche en la solapa cuando vuelve a escuchar unos toques algo más fuertes en la puerta, ahora si que se convence que es un llamado a su habitación, lo cual le extraña pero ya que en el segundo piso, están las habitaciones de sus socios y amigos, entonces solo queda preguntarse cual de los cinco es quien llama.

 

Uso el peine nacarado y se peino el cabello por deseo de tener bien acomodado el mismo, después con pasos lentos fue abrir la puerta, miro al pelinegro, tiene en su mano izquierda su kid de primeros auxilios y Ryvak le interroga con esa curiosidad de la que no puede desprenderse.

 

--Hola Asrael, ¿qué pasa? ¿alguien de los nuestros sufrió un percance? ¿porque te paseas con tu equipo médico?¿Acaso traes algo entre manos?

 

--No, para nada. Solo que deseo obtener una entrevista con el Director de San Mungo actual, pero no estoy seguro si es un buen momento...¿tú que piensas?

 

--Pues solo hay una manera de averiguarlo, vamos, aunque te prevengo que tal vez el hospital San Mungo, no este en buenas condiciones...hay rumores de que hubo un ataque.--El Dracony tomo su varita para atraer hacia él su capa negra, ya que iban al hospital, mejor si llevaba sus objetos mágicos que lleva en el bolsillo interno de su capa.

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HADES RAGNAROK

San Mungo.

 

De un tiempo todo había sido un caos y el vampiro lo sabía. Al menos, gracias a mucha ayuda el Hospital san Mungo estaba siendo reconstruido. Claro estaba, había tenido que colocar mucha más protección mágica para evitar que otro incidente como aquel cuando todo el mundo mágico tembló y casi se vino abajo sucediera de nuevo. San Mungo había sido golpeado duramente, ya fuera por los ataques, como, por lo que decían los magos y brujas, además de la burla de los no mágicos o asquerosos muggles como solía decirles el Ragnarok.

 

Respiro profundamente desde su oficina. Había leído lo último que decía el profeta sobre la mala administración del Ragnarok. La verdad, es que había recibido muchas cartas de quejas y algunos Howlers.

 

Debería renunciar, ¿Cómo es posible que haya permitido que esto sucediera?”


“Con Anna Ryddleturn y Bodrik Lockharts esto ni hubiera pasado”

 

 

Hacia solo segundos había explotado un Howler cerca de él. Claro estaba, primero él habia sido un héroe. Ahora era despreciado por todo el mundo mágico.

 

-<<Quizás tengan razón>> -pensó para sí mismo el cainita - <<pero por m ucho, soy mucho mejro que ellas en todos los sentidos>>

 

Sin embargo, no habían sido Anna ni Bodrik las que se había sacrificado todos aquellos años, corriendo peligros insospechados para salvar al mundo mágico de toda estupidez que cometieron las antiguas directoras de San Mungo y los miembros ineptos del ministerio.

Editado por Hades Ragnarok

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Era en verdad una imagen preciosa para el castaño el poder contemplar a la rubia a su lado, singularmente ella dormia a su lado sin inmutarse de que Kraven habia despertado. Desde su ventana abierta Londres caia la tarde por lo cual la noche se daria paso. Entonces algunos ruidos le distrajeron por un momento, pues eran gritos de una mujer y el moverse de cosas y pisadas, también había voces de hombres junto con la mujer. Kraven se levanto de la cama rapidamente, se vistió lo mas rápido que pudo y con su varita lista desapareció y apareció en el lugar de las voces. No sabia el porque había acudido en auxilio de la mujer, acaso su complejo de Heroe emergía por primera vez.

 

El lugar era un callejon sucio y desordenado, con dos edificios a cada lado, Kraven solo llevaba puesto camisa y pantalones, junto con sus zapatos sin medias, claramente incomodo por ello se acerco a las voces que eran tres tipos asaltando y molestando a una mujer que gritaba desesperada. Los hombres no se percataron de la presencia del Von Alexandros hasta demasiado tarde. Un rayo de luz verde salido de la varita del mago impactó en uno de los sujetos que cayo al suelo inerte con los ojos en blanco a sus lado. Los dos tipos que quedaban se volvieron hacia Kraven asustados de inmediato, sabian ya a estas alturas lo que aquello significaba, la magia era algo tan terrible para ellos. Enseguida intentaron huir pero otro rayo verde dejo muerto a uno de esos dos proveniente de la varita de Kraven. El otro fue a dar al suelo con sogas en su cuerpo.

 

--¿Te encuentras bien? --Pregunto Kraven a la mujer percatandose que llevaba una túnica de mago y un bolso de piel de dragón, era una bruja.

 

--Tengo algunas heridas... solo que... esos tipos me vieron hacer magia... y me intentaron lastimar... Me quitaron mi varita sin que me diera cuenta--Decía la bruja levantadose con dificultad, el tipo que quedaba gritaba piedad y que le dejaran vivir, pero Kraven no estaba de humor para ellos.

 

--Avada Kedavra-- Sin esfuerzo en su voz conjuro la magia el castaño para ver como quedaba inerte el ultimo hombre sin vida. Parecia la ciudad de Londres una zona de guerra ante la revelacion de la magia, era cuestion de sentircel temor y el odio de los muggles hacia los magos.

 

--Vamos te llevaré a San Mungo, o de lo que queda--Dijo Kraven ayudando a la bruja de momento.

 

--Gracias por... ayudarme... ellos rompieron mi varita--Decía la bruja casi en lagrimas.

 

--Aun no me las des--Dijo Kraven con indiferencia en su voz, encaminandose ambos hacia el hospital.

Editado por Kraven Von Alexandros

 

 

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La rubia caminaba con rapidez por las calles cercanas al Ministerio o lo que quedaba de el. Con todo lo que había pasado ya no estaba segura de que aquel lugar, al menos en forma física estuviese completo. Antes solia usar su uniforme de auror aunque ya no lo era porque este le era cómodo pero con los rondines antimagia, lo mas sencillo era ocultarse a simple vista. Los muggles no solían detener a aquellos que buscaban parecer mágicos a toda costa. Aunque la mayoría de ellos no quería saber de la magia, había algunos que morían por atención, y solían ir con ropa tipo hippie y decían que eran magos porque leían las cartas y hacían trucos. Las patrullas los ignoraban y pasaban de largos, a veces si los detenían y un par de veces si eran magos reales pero como no traían la varita solo les tomaban datos para seguimiento y los dejaban ir.

 

Así que aquella tarde la rubia iba lo mas llamativa que podía soportar, por lo que la dejaron en paz todo el camino. Casi estaba por llegar a su destino cuando un cuervo apareció frente a ella pidiendo ayuda. Para su mala suerte, un par de los antimagia vio todo y salio corriendo hacia ella. La bruja soltó una carcajada mientras comenzaba a correr en dirección contraria a ellos, solo por diversión y justo cuando estaban por atraparla desapareció y apareció frente a la bruja que pedía ayuda. De verdad que los humanos eran muy ingenuos si creían que podían atrapar magos si estos no querían ser atrapados.

 

- llamaste? - le pregunto a la bruja que estaba rodeada de niños parandose frente a ellos, a un lado de la joven que había hecho el llamado - hola de nuevo - dijo reconociéndola de la ultima aventura en Polonia junto a Elvis

 

 

 

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Verdaderamente creí que aquella serpiente atacaría nuevamente, no sabía si podría salvar a los niños, podía escuchar sus llantos a mis espaldas, sin embargo el segundo hechizo debió haberla asustado puesto que al cobrar la compostura nos lanzó una aniquiladora mirada y luego se marchó enrollándose en un tubo que subía por la pared hasta perderse de vista.

 

Rápidamente me di vuelta y tomé al niño que había resultado herido entre mis brazos, su pequeña pierna sangraba a borbotones.

 

-Descuida que las boas no son venenosas- le dije para tranquilizarlo y tranquilizar al resto -solo debemos llevarlo a un hospital para que le vean la pierna.

 

Rompí la parte inferior de mi capa y con mi varita la dejé impecable, lancé las últimas gotas que quedaban de mi whisky sobre la herida y lo envolví con la venda improvisada para que pudiera resistir hasta que llegara una ambulancia. Tomé mi teléfono y marqué.

 

-Estamos en la calle Planas al 2355, en el callejón junto a Chop's- le dije a la persona que contestó la línea -Por favor, que venga rápido una ambulancia, este niño fue mordido por una serpiente.

 

Lo dejé allí recostado junto al fuego que despedía el tambor que habíamos encendido. Los niños se pararon al rededor, temblorosos y en eso llegó por fin una mujer ante mi pedido de ayuda.

 

-Zahil- dije acercándome a la mujer que había conocido en los escombros de San Mungo -Siento que nos reencontremos en esta circunstancia, pero una mujer se ha transformado en una boa de al menos cuatro metros y nos ha atacado bajo la premisa de que los muggles no deben tener piedad- lancé una rápida mirada a los niños.

 

-Se ha ido por las tuberías hacia el techo, pero no estoy segura de que sea un animago, más bien pareció salir del cuerpo de la mujer, como si cambiara de piel, desintegrando los rastros que dejaba a su paso- suspiré -Temo que el odio ha desatado una guerra más grande, esa que se vive en las calles día a día y no sé que hacer con ello. Magos atacando muggles, muggles reprimiendo magos, es una desgracia.

 

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Editado por Shelle Dumbledore B.L

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La mujer apesar de ser ayudada por el castaño se veía en apariencia terriblemente mal, las heridas en su cuerpo reflejaban un corte profundo en uno de sus costados y claramente moriría si no recibía ayuda de inmediato. Pero como caminar los dos en esa apariencia sin alertar a los muggles y sus autoridades de algo sospechoso, Kraven llevando una mujer herida en sus hombros. Pero tras un momento de pensarlo bien Kraven usando su varita mágica desapareció junto con la mujer sin que nadie los viera, para reaparecer en otro callejón cerca de las ruinas de donde alguna vez había estado el hospital San Mungo esperando recibir ayuda por alguien de inmediato. Pero unas personas denominadas "policias" rondaban esa area lo cual no le dejaba muchas opciones.

 

 

Volvieron a desaparecer y reaparecer en otro callejón donde pudo notar a dos mujeres hablando, a una la conocía por haber asistido al mundial de Quidditch. Rápidamente se acerco a ellas con la bruja que había ayudado ya inconsiente ella. --¡Chicas por favor ayuda!-- Gritaba Kraven a las dos chicas pero ellas también se veía tenían sus propios problemas. Llego hasta ellas y la dejo en el suelo a la espera de que podían hacer, el odio hacia los muggles era inmenso en ese momento, en una especie de racismo por ambos lados había provocado todo esto. Kraven solo deseaba matar y matar sin importarle nada.

 

 

--Esta mujer es una bruja y fue atacada por unos malditos muggles dejándola casi moribunda-- Dijo Kraven hacia ellas esperando ver la reacción que ponían cada una por sus palabras en contra ee los muggles, esperando que ninguna fuera proellos.

 

 

 

 

 

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¿De quién habría sido ese patronus?

 

Sosteniendo entre sus manos las toscas cuentas de madera del rosario, Rory volvió a ensimismarse en su rezo que había sido interrumpido por aquel llamado. El cuervo plateado había alaeteado alrededor de su habitación pero comenzaba ya a esfumarse, y él creía que de esa misma manera se esfumaría la culpa de su interior por no acudir a ese pedido. Estaba convencido de que tendría que librar alguna batalla, y las razones que lo tenían en la Orden del Fénix poco tenían que ver con eso, con duelos, batallas, defensas y usos de hechizos.

 

Él no era bueno con los hechizos, especialmente los que solían emplearse para atacar, e incluso con los defensivos tenía problemas. Algunos le habían comentado que era por causa de tener una varita gastada y heredada de alguien más, pero él conocía perfectamente de sus limitadas capacidades, dada su formación mágica casera. Y además, no es ese el papel que debe jugar en la obra de Dios, él tiene otra clase de misión. Una que quizá sea de más ayuda en la vorágine de ataques que todos los días y a todas horas, se presentan con distinto grado en las calles de la ciudad.

 

Terminada la jornada de oración, sin embargo, todavía la culpa le ronda, y le impide leer tranquilamente el santoral y las buenas obras del beato expulsado de Japón. Sabe entonces, que tiene el deber de averiguar sobre aquel pedido de ayuda, al menos de alguna manera involucrarse con esa organización que todavía no termina de comprender y ¿por qué no? afianzar vínculos con sus integrantes. Con la decisión tomada, no le tomó más de un minuto dejar el libro sobre la mesita de noche, y tomar su varita, para con un ligero plop desaparecer de la habitación.

 

Ya en el callejón, se apoyó en la pared pues sus piernas temblaban y apenas podían sostenerlo, mitad por la aparición que acababa de hacer y mitad por el asombro ante lo que veía: los rostros asustados de todos esos niños, ante el cuerpo golpeado de una mujer que un hombre acababa de dejar en el suelo. Y aunque lo intentó, no pude contener la ira al escuchar lo que el hombre decía sin desparpajo delante de los pequeños.

 

- Cuide sus palabras jovencito. Y deje de invocar al maligno con esas maldiciones injustificadas.

 

Podía parecer anticuado o cerrado, pero Rory era inflexible al respecto. Tanta maldición de uno y otro lado era lo que exacerbaba más los ánimos y generaba odios entre quienes eran al final de cuentas, eran obras de un solo creador, el Dios verdadero. Inclinándose sobre la magullada mujer, Rory comprobó prontamente que había heridas de cuidado y que debían ser atendidas por alguien más capacitado que un aficionado. Llevar a todos los presentes a un espacio seguro era fundamental, pero estaba claro por el temor con que los niños veían al otro tipo presente, que no eran magos o brujos.

 

Y esas duras palabras solo habían reforzado su desconfianza. Por otro lado, la mujer era bruja, y habiendo sido atacada, poco podía confiar en un espacio muggle para su cuidado.

 

- Dios cuida de todas sus criaturas, así que no tengan temor, las cosas saldrán bien con su favor- murmuró hacia ella, pero también hacia los niños, con la esperanza de que esas pocas palabras pudieran aliviar sus temores.

 

No se sentía muy seguro de qué más decir o hacer, quizá debía empezar por lo más básico que era presentarse ante quien había hecho el llamado. Tenía que haber sido una de las dos mujeres que tenía delante de él, pero sin saber bien cuál era, se limitó a presentarse a ambas, evitando mencionar el uso del patronus para comunicarse.

 

- Perdonen la demora en acudir, que la paz del señor esté con ustedes- empezó a decir mientras se bajaba la boina solo unos minutos a modo de disculpa y volvía a encasquetársela, todavía fastidiado por el color encendido de su cabello que según él no lucía tan hermoso como el de una de las jóvenes que tenía delante suyo- soy Rory Despard. Para lo que necesiten, tienen mi ayuda.

 

@@Kraven Von Alexandros @ @

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