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Prueba de Parsel #15


Lawan Nguyen Thanh
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Si bien la dedicación de Kaori había sido suficiente para que decidiera enviarla a la isla, lo que allí sucediese no dependía de él o de la voluntad de la chica. Era una suma de cosas y si tendría o no la capacidad de utilizar el pársel para poder hacerse con el poder de llegar a la pirámide. Eso, ella también lo sabía muy bien.


Lawan decidió darle unos días para que pudiera prepararse. Sería un tiempo en que, además, la muchacha podría compenetrarse mejor con la compañera que él había permitido que marchara con ella, Mawar. Conversar, entablar un mejor lazo de confianza, eran tan solo los pasos iniciales. La serpiente bien podría significar, allí dentro, la diferencia entre la vida y la muerte.


Quizá ella o sabía o quizá no, eso no importaba. Tendría que llegar al embarcadero a las siete en punto y desde allí, abrirse paso entre las brumas del lago. Éste no sólo estaría atestado de serpientes, si no que algunas de ellas eran más que capaces de constreñir la endeble barca con sus cuerpos. En el agua, más allá de todo peligro, habían incluso aquellos que eran mucho más antiguos que cualquier cosa que Kaori hubiese conocido. Hasta el punto de ser llamados vestigiales.


Ese solo era el inicio, el agua no era lo único que tendría que superar. El bosque que la recibiría del otro lado también tendría otras novedades. Si la muchacha ya lo conocía, al verlo una vez más, entendería que para llegar a la pirámide, el bosque sería prácticamente un lugar nuevo por descubrir: lleno de formas ocultas, de espacios engañosos y sensibles a los cambios de la magia y el calor.


Más adelante, encontraría un guardián, un laberinto y luego, tendría que resolver un enigma. Si había entendido lo suficiente durante su formación, sería capaz de superarlo. Si no… tendría que rendirse. Lawan no iba a ser permisivo solo por el hecho de que hubiese considerado que estaba lista. Nadie más que aquellos que estaban del todo preparados eran los que podían ingresar a la pirámide, recibir el anillo del neófito y probar suerte con la prueba.


Por supuesto, todo eso todavía no estaba dicho. Lawan aguardaría, paciente. Kaori tendría que superar todos los obstáculos, uno a uno, sin apresurarse o intentar adelantarse antes de tiempo, pues el apuro podría significar también cometer un fallo irreversible. Con paciencia, si todo conjugaba para ello, conseguiría su objetivo.

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Los días posteriores a la clase con el Arcano Lawan, habían sido sin duda los peores de su vida. Luego de que su esposo muriera, Kaori había caído en una espiral de autodestrucción que poco a poco la había llevado a realizar actos de los que ahora, ya con las ideas más claras, se arrepentía y avergonzaba. Sin embargo, era consciente que no podía cambiar el pasado, pero si podía asegurarse que no volviera a suceder. En esos días, Mawar se había convertido en su consejera, no siempre le hacía caso, pero al menos la hacia pensar un poco en lo que hacía.

«Bueno, creo que al fin podrás hacer la prueba» siseó la serpiente, moviendo la cola para evitar que Sammael la cogiera «¿Estás lista?» le preguntó dejando que el bebé la atrapara por un momento y cuando sintió que el pequeño Black Lestrange relajaba el agarre, volvió a escapar de sus manitas, reiniciando una vez más el juego. Kaori sonrió al verlos. La verdad es que no estaba segura si quería obtener el anillo de la habilidad, le traía recuerdos que aún le dolían «Te esforzaste mucho como para rendirte al final» siseo Mawar, como si pudiera leerle la mente.

Al día siguiente a las siete de la mañana en punto, Kaori estaba de pie en el embarcadero. Había una niebla muy densa sobre las negras aguas del lago. Ajustó la túnica roja que llevaba puesta en un vano intento por abrigarse, pero el frio era tal que parecía calar en sus huesos. Observó a su alrededor en busca del Arcano, pero no había nadie más que ella y una barca vacía.

«Bueno Mawar, al mal paso démosle prisa» dijo para luego subir a la balsa. En el fondo había un pequeño charco de agua que mojó los botines negros que llevaba puestos. Por un instante se preguntó si ese vejestorio sería capaz de llevarla hacía la otra orilla, bajó la mirada y se quedó quieta para comprobar si soportaba su peso y si se metía más agua. Al parecer todo estaba en orden, movió la varita, los remos cobraron vida listos para empezar a remar, soltó las amarras y empezaron a alejarse.

La niebla las envolvió y pronto no podían ver mas allá de uno o dos metros a su alrededor, sin embargo, la pelinegra sabía que si iba en línea recta llegaría al otro lado. Pero no todo marchaba bien, algo bajo el agua, se empeñaba en desviar su rumbo. Se acercó a la orilla con la varita en mano, se trataba de una serpiente enorme, tan grande que si quisiera tranquilamente podría destruir la frágil embarcación en la que iba. «¿Cuántas puedes ver, Mawar?» siseo a su amiga «Distingo a tres, pero podrían ser más. Es muy raro ver esta especie aquí. Seguramente Lawan las puso para probarte» le respondió enroscándose en uno de los extremos del bote.

«Entonces hay que averiguar que las tiene tan inquietas y porque no nos dejan avanzar» Se quitó la túnica pues le estorbaba, metió la mano en las gélidas aguas para llamar la atención del enorme animal. «Hola, ¿porque no me dejas seguir mi camino?... Hola» siseo, pero al parecer necesitaría un poco más de fuerza para llamar su atención, le propinó un fuerte golpe que la hizo sumergirse y aparecer a escasa distancia de donde ella estaba.

«Por qué me maltratas, no quiero lastimarte… no me obligues a hundir el bote» dijo un poco confundida «Lo siento, no fue mi intención. Solo quiero ayudarte. Has estado evitando que avancemos hacía el otro lado del lago. ¿Por qué?» Le preguntó «Puedes entenderme… que alivio» siseo feliz «Nos pidieron que te asustáramos un poco, ya sabes, mover la barca y eso, pero mi compañero está atrapado y herido, si esa cuerda se mueve morirá» Le señaló con la cabeza la amarra que ella había soltado minutos antes, menuda suerte había tenido.

«¿Puedes ayudarnos?» le preguntó.

 

La verdad es que Kaori bien podría a ver usado un hechizo para romper la cuerda y seguir su camino, pero no podía dejar al pobre animal ahí atrapado. «Ok, llévame a donde él esta, lo liberare, curare y a cambio me ayudarán a llegar más rápido al otro lado ¿Vale?» La serpiente asintió contenta y Kaori sin pensarlo mucho se lanzó al agua, estaba helada, se hizo un casco burbuja y se sumergió.

El agua ya había vuelto a estar en calma en la superficie, liberar a la enorme serpiente le había llevado un poco de tiempo, pero tras usar algunos hechizos lo consiguió. Las heridas que tenía no eran muy profundas así que con Episkey fue más que suficiente. «Estaba empezando a preocuparme» dijo Mawar cuando emergió. «hay muchas cosas raras en ese lago, vamos salgamos de aquí» dijo moviendo la varita para secarse la ropa, se puso la túnica. «Cumpliremos nuestra parte del trato. Es por aquí» sisearon, guiándola entre la espesa niebla.

Al llegar al otro lado, sin otro contratiempo, la pelinegra les agradeció y vio sumergir una vez más en las negras aguas, esperaba que pronto estuvieran en su habitad natural. Cuando se giró de cara al bosque, sintió escalofríos, estaba más lúgubre y silencioso a como lo recordaba. «Ya es tarde para dar media vuelta verdad» comentó empezando a caminar, pronto el lago se perdió de vista y ahora estaba rodeada únicamente por árboles.

 

No había un sendero que seguir, caminó por lo que le parecieron horas «Siento que vamos en círculos, ese árbol con tronco partido ya lo vi» le siseo a Mawar deteniéndose, giró sobre si misma buscando una ruta, pero la verdad es que no veía un camino claro y empezaba a desesperarse. Hasta ese momento el único sonido era el de su respiración agitada, el crujir de las hojas y ramas secas al romperse con cada pisada que Kaori daba y el susurro del viento al recorrer el bosque.

«Por aquí… es por aquí» escuchó el susurró tan bajito que si no se hubiese detenido jamás lo hubiera escuchado «No, es por aquí… sigue mi voz» las voces parecían venir de ningún sitio y de todos a la vez. «Por aquí» «Ven, es aquí» siseaban. Pero ninguna de las voces le inspiraban confianza.

Quería alejarse, pero no podía estaban en todas partes, hasta que pudo escuchar una más clara que la llamaba «Kao… despierta Kao... vamos, que se acerca. Hay que salir… Kao» Abrió los ojos confundida, muy cerca a su cara estaba Mawar, pero la veía borroso y la cabeza le dolía horrores. «El bosque te afectó… empezaste a caminar sin rumbo y hablando raro, luego caímos aquí. ¿Estás bien? Tu cabeza sangra» siseo su compañera de aventura. «El guardián del bosque es un basilisco»

Las palabras de Mawar aclararon un poco su mente. Estaba en un profundo agujero, cubierta de tierra y si, en la superficie se movía algo muy pesado y grande. «la herida es superficial, pero si me he dado un buen golpe» dijo haciendo una mueca de dolor al levantarse. «¿Cómo es que se libraba de un basilisco?» le preguntó a la serpiente que ágilmente se deslizaba por su cuerpo hasta llegar a los hombros, luego las dos desaparecieron y reaparecieron en la superficie.

Una acción nada prudente pues la criatura estaba a unos cuantos metros de distancia «mi****» siseo empezando a alejarse «Ya se…» No tenía las fuerzas para enfrentarlo o ponerse a charlar con él, pero si podía distraerlo —Corpus Patronus— dijo sin dejar de correr entre los árboles. Pronto el hermoso patronus corpóreo de un fénix volaba con agilidad a su lado. Le pidió que distrajera al Basilisco mientras ella y Mawar buscaban la salida del bosque.

No supo cuanto tiempo estuvo corriendo, siempre que sentía cerca al enorme animal se veía obligada a cambiar de dirección, hasta que ahí estaba la entrada al laberinto. Kaori estaba sucia, sudorosa y cansada «Si has llegado hasta aquí, te has ganado nuestra ayuda» Al levantar la mirada, pudo ver a dos mambas negras que parecían ser gemelas, pues no logró encontrar diferencia alguna.

«Sí, eso me vendría genial» Les respondió.

Mientras seguía a las dos serpientes la pelinegra uso un hechizo aprendido con los Uzzas para sanar el corte que tenía en la cabeza «¿Este laberinto es el hogar del basilisco?» les preguntó luego de haber girado varias veces a la derecha, una a la izquierda, dos más a la derecha y ahora caminaban en línea recta por un largo camino, en el suelo se podían ver pequeños esqueletos de animales que habían servido de botana para lo que sea que el laberinto escondía.

«A veces viene a visitarnos, pero no. Este es nuestro hogar» respondieron las dos al mismo tiempo. Kaori dudo por un momento en si debía confiar en ellas para que guiaran su camino. Pero le inspiraban calma, además eran su animal interno, su patronus y su forma animaga eran justamente esa especie de serpiente. En silenció dio vuelta a la izquierda y luego a la derecha, al final ya no sabía por donde había ingresado.

«La salida está cerca, pero antes tenemos un mensaje para ti… un enigma que esperamos solo tu puedas comprender» las dos mambas negras se fusionaron en una sola y por un momento esperó que se formara una más grande, pero no, la voz salía de una especie de vaho negruzco que se movía de forma inestable.

«Lo viste pasar. Pero son eternos. Antes de los dioses, antes de que el mundo se llamara mundo, eran uno y eran todos; más, uno yace profundo en la oscuridad, brillando. Solo la sangre lo traerá. La llave tú tienes, si la sabes usar» sisearon.

Kaori se quedo pensativa, la verdad es que no tenía ni idea de lo que estaban hablando, como se suponía que sabría de que estaban hablando. Miró a Mawar, que movió la cabeza de forma negativa y lucia pensativa. Repaso en su mente lo que habían dicho, estaba empezando a sentirse frustrada ¿de que llave hablaban? ¿qué obscuridad? «Rayos» susurró frunciendo el ceño y en ese momento el nombre de su difunto esposo se le vino a la mente.

Bastó con que ella lo pensara para que ese vahó en el que las serpientes se convirtieron, la envolvieran, cuando todo se disipó frente a ella estaba la enorme pirámide y de pie, el arcano Lawan esperándola.

«No se vayan… no. ¿Cuál es la llave?» siseo en vano, pues ya solo estaba en compañía de su maestro.

Editado por Roxanne W.

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Lawan esperó, paciente, a que su aprendiz llegase frente a la pirámide. A pesar de tanto tiempo ejerciendo la labor de instructor de la habilidad, nunca se cansaba de esperarlos mientras atravesaban todos los obstáculos a los que tenían que hacer frente de camino a la pirámide: la pesca y el tiempo le habían dado la paciencia que necesitaba para ello. No corría la misma suerte con manejar la ansiedad y la intriga que tenía acerca de qué estaban haciendo de camino a él: cómo atravesarían el lago, el bosque o el laberinto, como utilizarían sus habilidades, qué los haría detenerse, qué los haría continuar. Lawan siempre les preguntaba a sus alumnos al inicio de la clase qué era lo que los llevaba a estudiar pársel, más era detrás de aquellas preguntas que se escondían los verdaderos motivos; impasibles de ser percudidos por el tinte de las palabras.


El vietnamita tenía los medios para saberlo. Si quisiera, podría haber hecho uso de su magia para seguir en tiempo real las aventuras de Kaori, pero no hacía mucho tiempo que había caído en la cuenta de que, una vez en la instancia de la prueba de habilidad, poca injerencia tenía él sobre el vínculo entre ella y el pupilo. Salvo casos excepcionales donde el alumno no se mostraba a la altura, la mayoría de ellos llegaban en distintos estados de salud y sanidad a la pirámide y, para él, aquello era y debía ser suficiente. Ya luego el haría el camino de Kaori en sentido inverso y les preguntaría a las mambas negras como se desempeñó dentro del laberinto, o visitaría a sus espías en el bosque para saber que había hecho para safarse del basilisco. Incluso, si el clima se mantenía así de agradable, se daría un chapuzón en las aguas del río para ver de qué manera el barco había llegado a buen puerto. Toda aquella información le serviría para futuros pupilos, pero el destino de Kaori era ahora decisión pendiente de la magia del portal.


Para cuando la mujer se apareció frente a él, la consternación era clara en su rostro, aquello le causaba curiosidad pero era lo suficientemente prudente como para saber que no era asunto suyo. Lawan ya tenía el anillo de la habilidad que Kaori debería llevar consigo en la palma de su mano, por lo que decidió no perder más tiempo y guiar a la cuasi-hablante hacia la última prueba.


Bienvenida, señorita. Venga conmigo. – el vampiro guió a la mujer hacia el portal que, al percibir la presencia del anillo que él llevaba en su mano, reorganizó sus puertas para que sólo la de la prueba de Hablantes de Pársel se mantuviera presente. Lawan le extendió el anillo. – Es la hora de la prueba final. Advertida quedas, sin embargo, de que yo no entraré ni podré ayudarte en ella. Para todos los propósitos, estarás sola allí. – Aquello no era del todo cierto, él podría acceder a todos sus sentidos gracias a la magia del anillo que Kaori debería colocarse alrededor de uno de sus dedos, pero poco le serviría a ella saber eso si él tenía terminantemente prohibido asistirla. – Debo preguntarte, por última vez, ¿estas segura que deseas hacer la prueba? No hay vuelta atrás.


Si ella daba el sí, el portal se activaría.


. El anillo que te acabo de dar está fuertemente vinculado con el mío, de manera que si completas la prueba, una parte de ti irá conmigo siempre. – hizo una pausa, y dirigió ahora su mirada al portal que brillaba incorpóreo más de alguna manera tangible a unos pasos de ellos – Si en algún momento deseas abandonar, bastará que toques el anillo y su magia te retrotraerá aquí. Ten en mente que, si lo haces, nunca más podrás pasar por la Puerta de Pársel.


Buena suerte. – la instó, por último. Poco sentido tenía dar palabras de aliento falsas.

Editado por Lawan Nguyen Thanh
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En la mente de la pelinegra aun resonaban las últimas palabras de las serpientes. Se habían marchado sin ser claras en lo que le querían decir. ¿De qué llave hablaban? ¿Acaso estaban sugiriéndole usar la nigromancia? No, ella jamás haría una cosa así, por más dolor que sintiera, por más deseos que tuviera de verlo una vez más, si usaba esa magia oscura, él jamás sería el mismo.

La voz del arcano la trajo de regreso y apartó esas ideas locas que empezaban a rondarle por la cabeza, ideas que eran tan solo un intento por comprender lo que las serpientes habían intentado decirle. Siguió en silencio al vampiro hasta que llegaron a la entrada del portal. Como era costumbre, le advirtió de los peligros, que no podría ayudarla una vez que ingrese en él y le preguntó una vez más si estaba segura.

—Si, estoy segura de que quiero hacer la prueba. Maestro Lawan. —Respondió tomando el anillo de la habilidad.

Al colocárselo, frente a ellos, a tan solo unos pasos, el portal brilló. Aquella era la señal para que ella ingresara, no tenía ni idea de lo que el portal le tenía preparado. Recordó las dos últimas ocasiones en que se enfrentó a este, un escalofrió la recorrió de pies a cabeza, pues hasta el momento nunca se la había puesto fácil, siempre jugaba con su mente y sus límites. Asintió con la cabeza al Arcano, parecía sincero cuando le deseo buena suerte, en el fondo agradeció que no le guardara rencor por la forma en que se habían conocido.

Lo primero que sintió cuando atravesó el portar fue un calor muy intenso, lo segundo es que no tenía su varita y lo tercero es que Mawar no había cruzado el portal con ella. Sin poder evitar sentirse indefensa, la mejor opción era empezar a moverse. Los edificios estaban destruidos, sobre ella las nubes en el cielo se teñían de un color naranja intenso, por un momento creyó ver una sombra moverse entre las nubes, una criatura alada de gran tamaño.

El sonido de sus pasos era lo único que podía escuchar claramente, no parecía haber más gente, aunque tenía la sensación de que estaba siendo observada. Giró a la derecha en la siguiente cuadra y entonces en un uno de los maltrechos edificios, sujeta por un único tornillo, el nombre de la calle en la que estaba, Oxford Street. Aquello era Lóndres, ahora no tenía dudas.

—Así que los rumores eran ciertos—la pelinegra no pudo evitar sobresaltarse y alejarse un par de pasos de aquella figura que había aparecido de la nada. El rostro del hombre era la cosa más fea que Kaori hubiera visto hasta ese momento, llena de cicatrices, de un aspecto nada natural, era terrorífica —No debiste venir…él es nuestro rey—dijo abalanzándose hacía ella con unas espadas filosas que ella juraba no las tenía antes.

—¿Quién? ¿De quién hablas? —preguntó la mujer mientras esquivaba los ataques lo mejor que podía. Mal momento para quedarse sin su varita.

«Que alivio, por un momento pensé que llegué tarde» un siseo llamó su atención lo que le dio una ventaja al ser que la estaba atacando, un corte profundo atravesó su brazo y la sangre empezó a manar de este. No muy lejos de donde ella se encontraba una serpiente de fuego la miraba con curiosidad. «Tu magia, está en tus manos, usa tus manos» le dijo, pero Kaori no tenía ni idea de cómo hacerlo, estaba tan acostumbrada a canalizarla por medio de su varita.

Dudando en si funcionaría o no, la pelinegra se concentró en usar un hechizo sencillo «Incendio» murmuro y aunque las llamas fueron mínimas, bastaron para prenderle fuego a la ropa de la criatura, que maldiciendo se alejó unos pasos de ella «Sígueme, por aquí… vamos» la instó la serpiente. Dudó tan solo una fracción de segundo «Él es solo el primero, vendrán más. Vamos» la apuró. Juntas empezaron a caminar calle abajo.

«Mi nombre es Xiuh, me han enviado a protegerte y ayudarte a salir de aquí» dijo luego de un largo silencio.

«¿Quién te envió? ¿Cómo sabías que no tenía varita?» le preguntó mirando hacia atrás para ver si las seguían.

«Aquí la magia funciona diferente. Bienvenida a Edom, dominios de Asmodeus. Creo que lo conoces bien» siseo la serpiente. Zigzagueaba con gran destreza por los adoquines, evitando los obstáculos que en el camino se encontraba, pues todo estaba en ruinas.

«Es una broma ¿Verdad? ¿Estoy soñando?» preguntó sin dar crédito a lo que la serpiente le decía «Mi esposo murió… porque estamos hablando de él ¿verdad?» añadió ingresando en un edificio abandonado.

«Él no está muerto, tontita. Solo está atrapado aquí. Verás, antes de que él cambiara, me dio instrucciones. Me dijo que tú vendrías, aunque no sabía la fecha exacta y yo te tendría que ayudar a escapar de aquí» le explicaba sin detenerse, obligándola a seguir caminando pese a que de pronto sentía que sus piernas le pesaban el doble. Pese a sentirse mareada ante la información que le estaba dando.

«Aquí estarás a salvo, debó volver, tengo que encontrar la manera de sacarte… pero volveré. Lo prometo. No salgas de aquí» Habían llegado a un sótano en cuyas paredes estaban pintadas unas marcas extrañas.

«No espera, no te vayas» siseo, pero ya la serpiente se había esfumado. Sentía que su cabeza le iba a explotar y su corazón le latía con fuerza en el pecho. ¿Acaso eso era real? ¿De verdad estaba ahí? Se tocó el brazo, la herida y la sangre que aun salía caliente, el dolor que sintió al tocarla, era real. Se sentó en el suelo intentando contener un inminente ataque de pánico ¿Cómo era posible que el portal jugara con ella de una forma tan cruel? ¿Por qué era cosa del portal? Respiró profundo intentando ordenar sus ideas. «Es una prueba, es una prueba» empezó a repetirse, hasta que se quedó profundamente dormida.

No supo cuántas horas habían pasado, pero el sonido de la puerta al abrirse la hizo ponerse de pie de inmediato, una vez más buscó su varita y entonces recordó en donde se encontraba. Xiuh, la serpiente de fuego, estaba a un par de metros. «Lista, creo que se cómo sacarte. La clave está en tu hogar…» siseo, pero Kaori la interrumpió.

«No me voy a ninguna parte. Quiero ver a Ari… Asmodeus» se corrigió de inmediato.

«Él hombre con el que te casaste ya no existe… Edom ha sacado su verdadera naturaleza. Y ahora yo, debo sacarte de aquí, antes de que se den cuenta de que has venido. Tu vida corre peligro ¿Acaso no lo ves?» siseo la serpiente.

«No me iré sin verlo, sin hablar con él. Deja que sea yo quien decida si es diferente o no. Se que puedo traerlo de regreso. Por favor» Pidió al borde de las lágrimas.

«Te matara. Es despiadado, un ser malvado… ¿Quieres arriesgarte?» le preguntó.

«No lo hará…» no sonaba muy convencida, pero quería creer que el mago al cual amaba con todo su ser, aún estaba ahí. «créeme… por favor, llévalo al Shadowhunter, debó intentarlo» siseo suplicante.

Xiuh la quedó mirando por un largo rato, pensando en las posibilidades que tenía. El ayudarla seguramente sería una sentencia de muerte también para ella y ya que las dos podía morir, podría cumplir con su palabra, saldar la deuda que tenía con Aries ayudando a la bruja que estaba dispuesta a todo.

«Está bien… espérame ahí al atardecer, procura que nadie más te vea»

Las horas le parecieron eternas y aunque llegar al local del Diagón no había sido tarea sencilla, lo había logrado. Como todo lo demás el Shadowhunters estaba en ruinas, parte del techo no estaba, así como tampoco la puerta que daba al departamento que había en la parte de atrás. Mientras esperaba había tenido la oportunidad de recorrerlo todo, había una habitación a la que parecía no afectarle la destrucción que reinaba por doquier, intentó abrirla, pero fue inútil.

El sol ya casi se había ocultado cuando escuchó pasos en la parte baja, sus manos empezaron a sudar y su corazón parecía querer salir de su pecho. Había pasado mucho tiempo haciéndose a la idea de que jamás volvería a verlo, la emoción que sentía era tan abrumadora que le impedía pensar con claridad, quería correr y abrazarlo, pero sus piernas parecían no querer responderle.

«Xiuh, Xiuh, Xiuh. Ya veo que te has estado portando mal, aunque mira nada más lo que me has traído» siseo un Aries de cabello blanco, ojos rojos y una sonrisa tan fría que consiguió helarle la sangre a Kaori.

«Bueno, creo que al fin podré acabar de una vez contigo y mira, no tuve que ir a buscarte» siseo acercándose a la pelinegra, que no se había movido ni un solo centímetro de donde estaba parada.

«No te atreverías a hacerme daño… Aries, amor… soy yo. Se que me puedes escuchar…» empezó a decir, pero no pudo continuar pues en ese momento el demonio de ojos rojos la tomó por la mano y al hacerlo un agudo dolor la recorrió por completo. Sus piernas amenazaron con doblarse, mordió sus labios para no gritar. Por un momento de verdad temió por su vida.

Cerró los ojos y rogó que a su mente llegaran las palabras justas para hacerlo volver. Aguantando el dolor empezó a decir «Estas marcado en lo profundo de mi corazón… de mi alma, no importa si algún día algo nos intente o nos pueda separar, sé que sin importar lo que suceda nuestro amor nos traerá de regreso, sé que nuestras almas encontraran la forma de volverse a encontrar y estar juntas nuevamente, aunque sean vidas y cuerpos diferentes, nuestras almas fueron creadas para estar siempre juntas y así será por siempre… Aku cinta kamu. Aries» conforme hablaba la fue soltando.

«La puerta Kaori… es la salida» escuchó decir a Xiuh, la voz parecía lejana. Cuando abrió los ojos un brillo cegador inundaba todo el lugar y la puerta, que era la habitación de Sammael, estaba abierta. Sintió que algo la empujaba hacía el interior y cuando esta se cerró todo a su alrededor desapareció… Estaba de regreso con el Arcano y en su mano el anillo de la habilidad quemaba, como si fuera de fuego. La prueba había terminado.

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A pesar de no poder interceder en lo más mínimo, Lawan tenía una visión muy clara de lo que Kaori estaría haciendo en su prueba: la magia del anillo que ella ahora portaba los vinculaba de una manera especial, y gracias a éste vínculo él tendría un asiento en primera fila para las aventuras de la mujer en su prueba de la habilidad. En muy pocas oportunidades a lo largo de su historia como docente, había optado por darle a sus alumnos la privacidad necesaria para afrontar la prueba solos, pero eventualmente había aprendido a estudiar la magia del portal como un simple espectador. De hecho, el portal le había enseñado un par de trucos a lo largo de su carrera docente, trucos que le eran tan útiles con los ofidios como en la pesca.

Para el vietnamita, el tiempo parecía correr más rápido que para su alumna, dado que la vio padecer la espera hasta que el sol se puso en el horizonte, momento en el cual podría visitar a alguien que Lawan no conocía pero que aún así podía intuir era de gran importancia para la mujer. Precisamente por estas razones es que, en situaciones muy particulares, se había abstenido de visualizar la prueba de sus alumnos: el portal tenía una tendencia a desvelar los secretos, ambiciones y anhelos más profundos del corazón de sus alumnos, y de tanto en tanto recordaba su propia experiencia en el portal cuando tomó la prueba para ser el Arcano de la habilidad. Aún vívida permanecía en su mente la sensación de incomodidad saber que alguien lo estaba observando, independientemente del criticismo constructivo que recibió a posteriori en consecuencia de ello.

La mayor de las veces, sin embargo, se decantaba por observar las pruebas de sus alumnos. No por chismear, sino porque se inflaba de orgullo de tanto en tanto al ver a sus alumnos superar obstáculos impresionantes. Era, verdaderamente, uno de los mayores placeres para un instructor ver a un alumno superarse a sí mismo utilizando ni más ni menos que sus propias herramientas. Kaori estaba demostrando una excelente templanza, y ya era por demás evidente que su manejo del pársel era digno de obtener una calificación aprobatoria.

El portal pareció estar de acuerdo con su asesoramiento, dado que la vio atravesar una puerta y segundos más tarde, ambos fueron retrotraídos a la realidad. Kaori estaba allí frente a él, la emoción de los sucesos recién vividos aún plenamente plasmados en su rostro, pero al menos tenía buenas noticias para darle.

Creo que el anillo habla por si solo. A partir de hoy, estaremos conectados por medio de él. – musitó el Arcano, mirándola fijamente a los ojos. – Felicitaciones, ha aprobado la prueba y puede considerarse, de ahora en más, una hablante de pársel.

Por un segundo, pensó que aquello sería lo último que diría. Aunque se animó a agregar, antes de partir:

Señorita, si me permite... no hace a vivir el perderse en los fantasmas del pasado. La paciencia que espero haberle enseñado en su entrenamiento, es menester para dejarlos atrás y buscarle un nuevo sentido a la noche. Tenga usted buenos días.

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