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El Día de la Amnistía


Nate Weasley
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El palacio de Buckingham ya no era más el Ministerio de Magia inglés, de hecho y a mucho pesar, había vuelto a las instalaciones bajo tierra, estructura escondida bajo la luz del sol y de la vista de los muggles. No tenía idea de si Sagitas había puesto protecciones contra los no mágicos, como tampoco tenía conocimiento de si estaba montando un circo, pero lo que sí tenía claro era que debía dirigirme allí para ocupar el cargo vitalicio que había previsto antes de mi salida, mi adjudicatura como miembro del Wizengamot. Todo aquello se sumaba al nuevo partido político que los supremacistas me habían alentado a constituir, el PCM (Partido por el Conservadurismo Mágico), cuestión que presidiría al ser su fundador.

 

Sin estatuto del secreto mágico y desde uno de los balcones de palacio, me dirigí a un centenar de brujas y magos que coreaban la pureza de la sangre como un derecho de supervivencia cultural. Mi voz sonaba potente luego del sonorus.

 

-¡...y como punto de liderazgo, reclamo el palacio de la reina muggle como un inicio institucional de los ideales que defendemos, por nuestras familias, ¡por la magia!...!- se oyó parte del discurso por todos los jardines, entre vítores y aplausos que sostenían el ego enardecido de quienes pensaban como yo.

 

Una vez finalizada y concluida mi salida como Ministro de Magia, me consumí entre flamantes llamas de fuego negro que dejaron mi viva imagen entre cenizas atizantes que se perdieron en el viento.

 

***

Charles había sido uno de mis hombres de alta confianza en el pasado mandato, general de las fuerzas mágicas inquisitoriales, comandante y guardia personal, aquél mago conocía la mayoría de ilegalidades que habíamos dictado en el último año de gobierno mágico. Desapariciones muggles, reclutamiento de criaturas, el exilio de la blonda italiana, las duras políticas contra los traidores de los principios de la sangre mágica o los denominados "sangre sucia", más nunca le había sido confidente de mi mayor secreto, que era el hecho de pertenecer a las filas legadas por el señor oscuro.

 

-Mientras él siga vivo, ésto será un problema de nunca acabar. Yo...yo perdí a mis hijos en el incidente de Hogwarts...- sollozó quien fue alguna vez uno de los más leales de Black Yaxley- y su poder no debe ser tomado a la ligera. Tiene conexiones con otras potencias como Alemania, Francia y Japón, la aprobación de la supremacía mágica, una sólida carrera política. No tengo como comprobarlo, pero no me cabe duda de que haya sido miembro de los mor...¿qué sabrá usted?...

 

-¿Sabes qué planea con el partido que acaba de instaurar?...- cuestiona el tipo que le entrevista, haciendo caso omiso a las últimas aclaraciones.

 

-No- respondió Charles- es decir, los principios del partido son evidentemente los detonantes de una futura guerra civil. Ha levantado prácticas que se creían extintas; yo no soy partidario de que mi familia comparta con sang...con ideales diferentes, ¿sabe?, pero no es mi idea aborrecerlos. Yo creía que el Mini... ex ministro, quería una consolidación entre gente como nosotros y ustedes, los muggles. Una creencia muy ingenua por lo demás...

 

-¿Tiene alguna conexión con el Inquisidor?...

 

-¿Es una broma?- cuestionó el ex general de las fuerzas mágicas de Aaron Black- ¡El Inquisidor solo ha sido una piedra en el zapato!... disculpe, es que...

 

-Tranquilo, tranquilo...- le dice un muchacho joven, de traje elegante, bien peinado y ojos cafés-... aquí no tienes porqué temer. Digo, no somos nosotros los seres mágicos...- comenta con una falsa sonrisa de apreciación.

 

Ambos están sentados dentro de una sala pequeña y de paredes blancas, separados por una mesa de plástico apernada al suelo. Los atuendos que ambos hombres utilizan contrastan notoriamente con el entorno, Charles no está esposado, él estaba allí por su propia e inconsecuente decisión. El que alguna vez le fue devoto a los principios de Aaron Black Yaxley, estaba consumido en su desesperación de venganza y temor, vendiendo a uno de los hombres más influyentes para el mundo de la magia. El agente que le entrevistaba, tenía un distintivo metálico en la carterita del pecho: Genetics Corporation Ltda.

 

- Como decía, el inquisidor y Aaron no tienen la más mínima relación, ni lograrían tenerla. Yaxley solo piensa en el bien común de quienes ostentan la sangre pura dentro de nuestro mundo...

 

-¿Porqué no le vendiste ésta información a la oposición de tu gobierno?

 

-Porque ya no me queda nada en el mundo mágico y no se sabe en quién se puede confiar, como dije, ésta persona es influyente...

 

-Ten, con ésto te sentirás mejor...

 

-¿Qué es?...

 

-Una píldora que aliviará todos tus males...- finalizó el joven, poniéndose de pie y aprovechándose de la debilidad de un hombre que ya no le encontraba el sentido a la vida. Aquél fármaco, era otra de las tantas pruebas para erradicar la magia de seres como nosotros.

***

Me constituí entre llamaradas verdes que siguieron flameando un par de pasos en el pasillo del viejo atrio ministerial. La influencia política era evidente, pues diversas clases de mirada, desde la más disgustosa hasta la más maravillada me siguieron hasta perderme en el elevador que pocas semanas atrás habíamos irrumpido junto con un grupo de mortifagos para buscar información sobre El Santo y sus discípulos.

 

No fue sino hasta los servicios administrativos del Wizengamot, que me dispuse a dejar el ascensor, despidiéndome de un par de brujas y magos con quienes platicaba acerca del nuevo partido mágico. Erguido, de vestimenta pulcra y rostro que mostraba una personalidad tan fría como encantadora, me encaminé hasta la oficina de la jefatura suprema del Wizengamot. Alcancé un ejemplar de El Profeta que se hallaba en una mesita al costado de la puerta y leí la primera plana mientras esperaba a que alguien me atendiera.

 

>>Comisionados de los altos mandatarios muggles sostienen inadvertida reunión en Nueva York<<

>>¿Qué es la ONU?<<

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SEDE INTERNACIONAL

DE LAS NACIONES UNIDAS

 

 

Recuerdo haber pensado "es poco común tanta afluencia en días como éstos" al salir de la quinta reunión de la mañana. La cruz roja requería refuerzos en zonas que hasta hacía muy poco parecía dominar la paz y la tranquilidad. Allí donde los primeros hospitales móviles habían sido erguidos por la mismísima Sybilla Macnair como miembro élite de la Orden Antari, era donde primero los suministros se acababan, donde los médicos enfermaban por estrés, allí donde muchas personas, magos, brujas y niños deseaban permanecer en el anonimato. No todos los integrantes de Las Naciones Unidad eran partidarios de la magia, pero existían quienes no se oponían a ella, sobretodo cuando de medicina se trataba, por lo que, nosotros, los cirujanos mágicos aun estábamos a resguardo.

 

O eso creía.

 

—¿Me puedes explicar qué está pasando aquí?

 

Ordené a una de las secretarias del lugar. Entonces no portaba la túnica oscura que me caracterizaba sino más bien parecía mezclarme con lo muggle. Prefería la bata blanca y pulcra donde mi nombre resaltaba en un prolijo bordado hecho con amor. Llevaba ambas manos metidas en los bolsillos y jugueteaba con la campana de mi estetoscopio. La mujer me miró poco interesada, buscando la excusa perfecta para no despegar los ojos otra vez de la pantalla oscura de su celular —un tedioso invento que no servía para nada más que atontar el cerebro de uno, aunque debo confesar que en mi bolso siempre llevo uno apagado— pareciendo esperar algún tipo de señal o mensaje.

 

Pero lo cierto era que mis pisadas en esos pasillos tenían renombre, hacían ruido y dejaban eco, todo gracias al apellido familiar. Me gustaría decir que mayormente se debía a mi prontuario perfecto, mi perfil académico y la cantidad de conocimiento que con casi treinta años poseía, pero al final todo se reducía a la pesada herencia. Pik, Cissy, Artemis. Nunca escaparía de sus fantasmas. Por lo que se vio en la obligación de responder, de manera escueta y breve, para informarme que en la sala principal se estaba llevando a cabo hacías varias horas una reunión entre representantes Presidenciales.

 

Estaba claro que no podía acercarme y espiar. Tampoco podía aprovechar de mi magia para inmiscuir la nariz. Con solo ver la seguridad que se paraba frente a la puerta, trancando el paso, y deduciendo que si allí dentro había "representantes" y no Presidentes como tal, se debía tratar de un tema sumamente importante. Por un momento temí que se avecinara una nueva guerra, un enfrentamiento en donde las demás razas se volcaran contra nosotros, o peor aun, que El Inquisidor se hallase tras esas puertas. Más algo en mi mente hacía repiquetear un nombre, como si mi cráneo estuviese hueco, vacío, carente de masa gris.

 

Aaron Black...

 

Apretando las ojivas del aparatejo para oír los latidos del corazón humano me conduje hacia el baño de servicio. Necesitaba desaparecer de allí cuanto antes y recurrir a Yaxley para que calmase mis inquietudes. Los zapatos de tacón partían el mármol bajo mi sombra, una sonrisa maquiavélica afloró en medio de un par de mejillas rosadas. El rostro de la picardía y la maldad, me dije a mi misma cerrando la puerta del baño y mirándome al espejo, un amplio y ancho espejo que reflejaba mi silueta en repetidas ocasiones. De pronto existía un ejército de Aryas. Eché a reír llevando una mano fría a la cicatriz en mi bajo vientre, aun no sanaba del todo y a veces escocía.

 

Desaparecí, sin perder más tiempo, con la punta de la varita afincada en mi antebrazo izquierdo. Invocando al Líder de La Marca Tenebrosa partí estallando los cristales que segundos antes capturaron mi belleza. Aparecería donde quiera que estuviera. Esperaba al menos que se encontrara sutilmente vestido o sin compañía pues no sería una escena del todo agradable —la segunda opción— aunque me rehusaba a pensar demasiado en la primera.

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Erwin Der Hess

 

Cancillería de Magia Alemán (Reichstag Magico)

Berlin, Alemania

 

 

 

Sobre la entrada del Parlamento mágico alemán se podía leer en un letrero en lo mas alto "Großes Deutsches Magisches Reich" (Gran Imperio mágico Aleman) con letras de un estilo tétrico y autoritario. El ambiente en el gobierno mágico aleman habia cambiado tan drásticamente para Erwin que era completamente irreconocible. Desde la forma de gobierno hasta la imagen del edificio y las personas uniformadas en si. Era casi como si hubieran vaciado la antigua cancillería totalmente a la basura y colocada otra en una nueva forma. Cada bruja y mago aleman que trabaja en la cancillería ahora vestía de un uniforme militar de color azul, con medallas y rangos dependiendo de su función y rango. Era casi como si una simple secretaria había pasado a formar parte de un ejercito y ser teniente de algún escuadron. Todo el estilo y la forma de trabajar era tan similar al estilo muggle militar. Inclusive apesar de estar al aire libre y con una ciudad de Berlín rodeandolos, la cancillería de magia parecía trabajar como si nada pasara, como si fueran dueños de la propia ciudad muggle de Berlín.

 

 

Erwin pisaba y subia los escalones de piedra pulida sintiendo pasar la barrera mágica que protegía a la cancillería de ser vista. Con personas entrando y saliendo de esta sin ningún problema, pero todo al parece si tenias un pase mágico especial tan dotado de restricciones para no dejar entrar a cualquiera. El Canciller le esperaba con buenas noticias mientras enseñaba su pase mágico a los guardias militares magicos que vigilaban cada cinco metros como si fueran barreras tras barrera de seguridad. En la cuarta vez que le pidieron su pase por otra barrera Erwin casi se los lanzaba a la cara con verdadera furia. Para cuando estaba subiendo las escaleras con rumbo a la oficina principal del canciller su cuerpo se ponía mas tenso y sus manos mas nerviosas. Se suponía que debía traer información referente a la reunión secreta de las naciones unidas muggle, lo que fuera pero para su mala suerte no tenia absolutamente nada.

 

 

Se acomodó su corbata del traje azul militar que llevaba puesto, con sus medallas bailando ligeramente a cada paso que daba, sentía Erwin en su cuerpo la sensación de sudor por el nerviosismo ante su encuentro con el Führer mágico. En las pocas visitas que había tenido con él había quedado claro una cosa, o se hacia lo que decía o se hacia, sin mas, solo una opción. No explotaba en furia iracunda, pero sus miradas eran frías y terroríficas como el hielo. De mala gana alguno lo había confrontado y el resultado era que yacían enterrados tres metros sobre la tierra. Paso alado de un par de oficiales mágicos y estos al verle le miraron curiosos y murmuraron cosas al pasarlo de lejos. Ante una ultima barrera e seguridad, y ser revisado su pase mágico por quinta vez Erwin llego ante las puertas de la oficina del Canciller Von Alexandros. Toco un par de veces solicitando permiso para entrar y al escuchar una aceptación entro en la oficina.

 

 

La habitación lucia de lo mas aristocrata y elegante que se había visto, dotada de lujos en cada rincón del lugar, con una enorme ventana en el centro con vista de toda la cancillería y de la ciudad de Berlín. En un escritorio estaba el mago de cabellos castaños escribiendo en pergaminos con vuelaplumas a su alrededor. Sin inmutarse ante la presencia de Erwin.

 

--...Por ello las sociedades de la antigüedad de Munich promuggle seran cerradas y puesto en encarcelamiento a sus miembros por tiempo indefinido, punto. -- Termino el canciller posando sus ojos sobre Erwin. --¿Y bien? ¿Que informacion me has traido? --Le preguntó Kraven con sus manos en otros pergaminos.

 

 

--Malas noticias mi Führer, temo que en aquella reunión de lideres muggle Alemania no fue invitada, por ello se desconoce que fue los motivos de la celebracion de aquella reunión, creemos que los gobiernos muggle saben que tenemos el control del gobierno muggle Alemán y temen una fuga de información hacia nosotros, absolutamente nos evitaron.--

 

 

--Era de suponerse, nuestros espías ahora trabajan al limite para conocer los detalles de dicha reunion, tendré que hablar con mis aliados sobre esto, muy bien Erwin ahora es tiempo de que te infiltres y consigas también tu cualquier fuente de información posible, tendré que viajar a Londres. Termino Kraven sumergido en sus pensamientos.

 

--Entendido Führer. -- Salio de la oficina pensando en como infiltrarse en la ONU y conocer cualquier detalle de dicha reunion, gente mas experimentada estaba ya en ello, el no debía perder esa oportunidad.

Editado por Kraven Von Alexandros

 

 

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Ojeando algunas páginas del periódico mágico, lo arrugué por la mitad tras empuñar mi mano y volví a tocar la puerta de los servicios administrativos del Wizengamot. Perdiendo la paciencia, sin oír o sentir respuesta, desenvainé la varita con elegancia y apunté hacia la cerradura para abrirla con un simple alohomora; adentro hacía frío y por el olor a humedad, parecía una estancia sin haber sido ocupada desde hace mucho tiempo. No los culpaba, pues y habíamos pasado bastante tiempo en Buckingham.

 

De pronto se oyeron unos chillidos, pero no eran de ratas, seguido de zumbidos ¡cientos! y tras pasar cerca de una puerta, los mismos, sea lo que quiera que sean, intentaron arremeter contra la única salida de su prisión logrando que me pusiera en posición de combate para luego soltar una carcajada culpable. Me sentía algo perseguido aquellos días, pues el ministerio estaba en manos desconocidas y en el lobby político se comentaba sobre mi posible captura; me reía solo de ello a veces.

 

-¡Macnair!...- exclamé en un eco que se duplicó unas cuantas veces. Fue el momento en el que sentí el ardor en mi antebrazo izquierdo, cuestión que me produjo otro sentimiento de alerta.

 

El lugar estaba vacío, lúgubre, con cuadros rasgados y otros sin sus retratos. Un pasillo largo y oscuro se antepuso en mi camino, uno que iluminé vagamente con un lumos- mientras la marca no dejaba de arder, intensificando más y más a medida que pasaban los minutos-. No fue sino hasta la sala de juicios mágicos que un par de ratas corrieron por el pasillo, logrando que voltease hasta girar sobre mi propio eje y divisar una silueta algo curvilínea que se acercaba... llevé la luz del lumos hasta mi rostro y la apagué con un vago teatro tras soplar ligeramente.

 

-¿Sí?- cuestioné en son de advertencia, hundidos en la oscuridad.

 

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El lugar se encontraba en un estado de lo mas deporable, casi tan abandonado como si hubieran pasado cientos de años. Pergaminos tirados en el suelo, archivos arrumbados en el suelo sin ningún cuidado, velas sin cambiar, maderas rotas y telarañas colgando de los candelabros era como lucia el Ministerio de magia de Inglaterra. Kraven con paso decidido había llegado con la esperanza de encontrar al mago ex ministro de magia Aaron Black. Entrar en este lugar había sido un poco complicado, ya que el castaño no era miembro del ministerio como en el pasado, solo un mago mas sin derecho a entrar debido a la seguridad que aun quedaba. Kraven solo miraba decepcionado en cada rincón por el mal estado de toda la edificación. Solo tras revelar su estatus de mago y con algunos mensajes fue que pudo entrar en el antiguo ministerio.

 

Se interrogante ahora era donde podría estar metido su amigo en un lugar asi, visitaría su antigua oficina primero y luego las áreas del Wizengamot, probablemente metido torturando a alguien. Su fuente le habia revelado que Aaron había entrado al ministerio de incognito, entonces debía estar por algún lugar. Las puertas de los elevadores mágicos rechinaban por el no haberse usado en algún tiempo, la voz de la mujer que anunciaba cada piso se escuchaba muy baja casi en susurro. Se abrieron las puertas en el ultimo piso, que era la oficina del primer ministro de magia, con su túnica ondeando a casa paso el Von Alexandros se encaminó por el pasillo cubierto de una alfombra color vino.

 

 

Aquel piso en particular lucia saqueado en todas direccciones, como si hubieran buscado a fondo cualquier tipo de información, ya que en los escritorios y en los cajones estaban abiertos con prisa y sin ningún cuidado. Sus pasos eran amortiguados por la alfombra pero daba la sensación de que se escuchaban en todo el pasillo. Kraven llego hasta la puerta donde alguna vez había sido la oficina principal del ministro y curiosamente lucia cerrada. Trato de abrirla pero tan sencillo no lo era porque tenia marcas en los alrededores con impactos de hechizos y golpes por doquier, alguien había tratado de entrar a la fuerza. Si anteriormente nadie la había podido abrir dudaba que Kraven si pudiera. Saco su varita de roble listo para atacarla por la fuerza hasta que se detuvo por un dolor en su antebrazo izquierdo donde reposaba su tatuaje.

 

 

Alguien en los alrededores en especifico donde se encontraba trataba de llamar a los mortifagos tocando la marca tenebrosa.

 

 

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  • 2 semanas más tarde...

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Londres- Luego de la cumbre

 

Rory corría rápidamente a través del Callejón. Su rostro reflejaba fielmente la preocupación que experimentaba en su interior, por causa de las noticias que los periódicos muggles habían sacado ese día y de los que El Profeta hacía cierto eco (aunque resaltara todavía su falta de conocimiento del mundo muggle). Casi a punto de llegar a Gringotts, el muchacho giró y se internó por un callejón paralelo, pues su destino era el modesto local de un señor squib convertido a la palabra tras una seria addicción al alcohol, derrotada por su fe en Cristo, y que dedicaba sus días ahora a la confección de estampitas de santos.

 

Incluso en su tiempo de perdición, el hombre había sabido ser discreto, y era por eso que aquel sitio se había convertido en su punto de reunión usual con Lëna.

 

La rubia ya se encontraba allí, fumando un cigarro y resaltando en aquel vestido de amplio escote, que obligó a Rory a mirar hacia otro lado. No necesitó de palabras para que la mujer, al ver su reacción, riera coquetamente y usara la pashmina que llevaba para cubrir su pecho.

 

Dios lo bendiga predicador, se ve realmente preocupado— murmuró con aquella voz cantarina que simulaba más el ronroneo de un gato— y me temo que las noticias que le traigo no van a cambiarle el humor.

 

Sabía que la mujer había abierto un próspero negocio de damas de compañía, y con un poco de las mañas de los infames tiempos en que había servido a Bladvak, información verdaderamente interesante salía a colación en aquellas noches discretas, entre cocteles y grandes salones repletos de luz e hipocresía, que solo conseguían que su vena de actriz brillara al máximo. Rory casi que cada semana, se cuestionaba el seguir teniéndola entre sus amistades, pero la verdad era que admiraba el coraje de la mujer para haberse repuesto a condiciones tan extremas, aunque no dejara de desaprobar sus costumbres.

 

— Entonces ¿qué hay de verdad en todos esos titulares?

 

Él poco tenía que ver con toda ese gente de renombre que mencionaba el periódico, pero la Iglesia se jugaba sus propias cartas en aquel desafío, y como en muchos otros lados ,la fragmentación era patente. Muchos sacerdotes habían revelado su condición mágica ante compañeros que furibundos tras los comportamientos de Aaron Black, clamaban por excomulgar a los magos de todas las congregaciones, y hacer las cosas "del modo que se habían hecho en el pasado". Rory estaba seguro que de no ser por la firme voluntad del cardenal Vincent Nichols, presidente de la Conferencia de Obispos de Inglaterra y Gales, y su férrea defensa de la familia y cultura de la misericordia, la iglesia se habría plegado institucionalmente a dementes como el Inquisidor.

 

Pero ¿cuánto podía resistir la voluntad del cardenal sin aliados? Era en eso que necesitaban incidir, y en lo que buscaba prestar ayuda al párroco de la Diócesis de Plymouth, congregación en la que servía.

 

No está claro las acciones que tomarán, pero la conciliación con la comunidad mágica no parece una opción— comentó Lëna despreocupada dando otra calada a su cigarrillo— disculpa que no me muestre tan preocupada como tú Despard, pero sabes lo que pienso de esto, que no es más que una ruleta entre los ricos de siempre para ver quienes opriman más y mejor a los demás.

 

Rory la ignoró. No necesitaba de ese negativismo, en cambio, necesitaba cuanto antes dar esa información e intentar hacer algo para evitar catástrofes futuras que sin duda se darían. La lista sin embargo, era realmente limitada. Sabía que Bel Evans se encontraba fuera del país, y aparte de ella, solo conocía a un puñado de personas de la Orden del Fénix, esas con las que alguna vez había compartido una misión. ¿Podría ser factible contar con ellas?

 

Tenía que intentarlo.

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Amanda Hookstraten

Secretaria General de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas

El hotel en el que tomaba lugar la Asamblea Extraordinaria de la Organización de Naciones Unidas tenía un bar que permanecía abierto las veinticuatro horas, lo cual efectivamente era una bendición en tiempos como aquellos. Luego de la mayoría obtenida por quienes aprobaron el Referéndum de la OTAN, Amanda había ratificado que aquello era probablemente lo humanamente incorrecto más lo pragmáticamente necesario. Disuelta, una vez más, entre los límites de la moralidad y la preservación de la especie humana, Amanda contemplaba el Martini que tenía delante mientras se preguntaba, por enésima vez y sin llegar a mayor resultado, qué sucedería de ahora en más.

 

En sus primeras pulseadas con aquella pregunta, Amanda había hecho una reflexión de lo que ella imaginaba era el peor resultado posible de las acciones a tomar en base al referéndum, basándose exclusivamente en la historia de la humanidad. Pensó, por unos segundos, en las más terroríficas acciones de los humanos contra ellos mismos: pensó en los campos de concentración alemán, de los cuales obras maestras como el Archipiélago de Gulag daba testimonio. Pensó en los ataques de Niza, en el atentado del once de septiembre, en los tiroteos de Nueva Zelanda. Todas instancias en las que humanos como ellos habían decidido tomar acción contra otros humanos, ciertamente sobre la base de creencias de superioridad basadas en hechos de diversa naturaleza: religión y nacionalidad como los más relevantes.

 

Suspiró, mientras de un último trago finalizaba su tercera ronda, y procedía a hacerle un gesto al bartender para que le sirviese otro más. ¿Cuántos tragos serían suficientes? No tenía ni idea, los suficientes para borrarle la culpa que sentía por no haber hecho lo suficiente, por no haberle sostenido el debate a Roman Jones mientras intentaba a toda furia incendiar el debate. No le sorprendía en lo más mínimo saber de dónde venía y a quien representaba: las acciones en política extranjera de sus país en los últimos años salvaguardaban las palabras y el voto final del diplomático en aquella noche.

 

Here goes nothing... – susurró, resignada, para sí misma mientras le daba un trago a su cuarto Martini.

 

No tenía idea de a quién tenía detrás.

 

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  • 2 semanas más tarde...

DEPARTAMENTO DEL WIZENGAMOT

 

Aparecí en un sitio totalmente desconocido para mi. Alerta mi primera reacción fue entre buscar la varita en los bolsillos de la bata blanca, mi presencia allí era como la de un halo de luz entre tanta oscuridad. Pero no se trataba solo de la carencia de luz sino más bien que ese lugar estaba desprovisto de limpieza o uso, a juzgar por el polvo en las ventanas y lo gris de las sábanas que cubrían algunos muebles, llevaba mucho tiempo deshabitado. Me quité los zapatos de tacón pues el eco de mis pasos podría delatarme, los dejé sobre un escritorio marrón y gastado, con unas flores marchitas en un jarrón partido.

 

Caminé silenciosamente, intenté abrir cuanta puerta se me atravesó pero todo estaba cerrado con llave, aun cuando podía ver su interior por los vitrales que rezaban algunos nombres competentes del Departamento, igual que las letras doradas debajo de capas de polvo que encontré en alguna de éstas puertas. Seguía sin saber dónde estaba, y no fue hasta que mis ojos se toparon con un antiguo retrato del cuerpo de empleados completos en donde reconocí a Mei Delacour y Aimé. Definitivamente estaba en el Wizengamot, no podía errar.

 

Oí un ruido.

 

La pequeña esfera de luz que hice aparecer en la punta de mi varita para poder ver mejor la fotografía se extinguió. De puntillas doblé por un pasillo, estuve a punto de cubrirme el rostro con la máscara, pero una voz masculina me erizó la piel. Sentí una corriente eléctrica recorrerme la espina dorsal, se me secó la garganta y una amplia sonrisa se reflejó en mis labios. Era normal que él provocase ese tipo de cosas en mi, como un efecto químico del componente que todo lo hace bullir.

 

—Baja eso, Black, te puedes lastimar

 

Susurré. Con la liviandad de una pluma acorté la distancia entre ambos, totalmente a oscuras, solo se oían nuestras respiraciones agitadas por la sorpresa.

 

—Hola cariño— Le saludé, estábamos en intimidad por lo que podía tomarme ciertos atrevimientos, como el de besar la comisura de sus labios y luego volver a alejarme —¿Qué estamos haciendo aquí? te traigo noticias... Los representantes presidenciales se han reunido en la central de las Naciones Unidas ¿Hay algo que quieras decirme, Aaron. Qué está pasando?

 

Chasqueé los dedos y sobre nosotros se encendió un bombillo. Para asuntos laborales me fastidiaba la escasa luz, caso contrario la hubiera dejado como estaba y no estaríamos vestidos.

 

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Roman Jones.

 

-Te ves cansada, Amanda...

 

De fachada diplomática, el bar que funcionaba en las Naciones Unidas era uno de los más exclusivos en el ámbito político de Nueva York. Ambiente clásico, casi un ilustrado y emblemático homenaje a los años veinte, pero con música que sonaba vía bluetooth por un home music que se alimentaba, como todo, de una red wi-fi. Junto a la entrada, un letrerito teatrero indicaba que el lugar no era apto para fumadores, más ¿Quién iba a decirle algo al señor Jones? ¡no solo a él!, sino a varios políticos de gran poder que disfrutaban del lugar.

 

El hombre sacó una cigarrera con el símbolo patrio y escudo de la armada que le había obsequiado su hijo y paseó el filtro de un cigarrillo por sus labios hasta que el mismo bartender se acercó con un encendedor de mecha baja. Caló y volvió a admitir que el tabaco era una de sus grandes excitaciones; ¡jamás lo dejaría!. Tampoco era curioso que el tabaco que fumaba Román, era de los más finos, evitando el mal sabor o el agrio olor de los de bajo costo. Extendió un cigarrillo sobresaliente a la mujer y se sentó luego a su lado.

 

-¿Es el segundo o el tercero?- insinuó, reflejando la copa de martini en el cálido azul de sus ojos.

 

-Señor Jones...- el tipo de la barra, se acercó con un whisky irlandés a las rocas. ¿Quién iba a pensar que un mago como Aaron y un muggle como Jones iban a tener gustos similares?.

 

 

***

Aaron Augustine Black Yaxley

El rostro de Arya se presentó de imprevisto ante mí, con facciones indiscutiblemente tentadoras, acercando sus finos labios a la comisura de los míos en un tibio contacto por el cuál me dejé llevar, atravesando su cuerpo producto de un salvaguarda mágica hasta posicionarnos espalda con espalda. Me volteé lentamente hacia ella y tras una mirada indiferente, elevé su mentón con el índice de mi diestra, mano que aún sostenía la varita, para besar su frente y sonreír ligeramente en un juego de seducción, patrocinio del arte oscuro que nos caracterizaba al formar parte de la casta tenebrosa más poderosa de todos los tiempos.

 

- Es el hecho del porqué estoy acá...- comenté a la bruja mientras envainaba el arma mágica y me apoyaba en el borde de un mesón cubierto por un blanco mantel-... sopeso que los muggles deben de estar tramando algo contra el mundo mágico, ya sea de un modo ofensivo o defensivo...-suspiré con desgano y le observé nuevamente- ¿Qué sabes de Castalia?. La casta tenebrosa debe estar al pendiente de lo que ocurra aquí, ahora que la payasa ha logrado llegar a la cabeza del ministerio...

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Mi mirada se perdia en la niebla, la reunion con Sagitas habia acabado pero ahora solo quedaba el peso de hacer mover las cosas. Claro para tener credibilidad lo principal era moverse en la direccion correcta. Por eso consideraba que Vuelapluma (@ I Yaxley) seria una buena ayuda en eso. Lo mejor era que como habia sido secretaria de Aaron no se le podria acusar de estar influenciada por el nuevo gobierno. Claro respetaba la decision de @@Sagitas Potter Blue, si queria ver a Shelle pues perfecto. Asi pues lo primero era encontrar a Vuelaplumas...y que claro que quisiera hablar conmigo.

 

Costo su trabajo pero creo que ya tenia la punta del hilo que me llevaria a mi objetivo. Asi que solo quedaba lanzar un incentivo para que me recibiera.

 

 

Estimada Vuelplumas. Formo parte del actual gobierno britanico y me gustaria fungir como fuente confiable en sus excelente escritos. Le ruego me reciba para actualizarla de los nuevos chismes asociados a la labor Ministerial. Saludos. Adjunto un una medalla para mi localizacion en un ambito mas privado.

 

 

 

 

Bien creo que eso era todo.

 

@ I Yaxley.

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