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El Bosque de los Tres Espíritus


Ellie Moody
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Lo más raro de todo, es que Madeleine no lo haya percibido. Lo hubiera entendido si hubieran sido detalles como el vapor o la niebla pero ¿un rayo cayendo directo hacia un tronco y que nadie lo notara? Iba más allá de lo completamente anormal. Mel desea volver sobre sus pasos para echarle un vistazo al tronco, solo para asegurarse, pero ya no parece posible. Solo seguir.

 

—Lo pregunto porque vi un rayo caer —aclara Mel en un susurro— me cubrí y creí que los demás hacían algo similar. Uhm, no creo que la sibila nos engañara, solo...

 

No esta segura de por qué decide confiar en ella sin cuestionárselo dos veces, pero lo hace, así que por eso detiene su explicación. No habrá de sonar muy bien decir que lo afirma por intuición, pues es consciente de que los magos británicos casi siempre aborrecen ese tipo de explicaciones. Para ella, por otro lado, es usual no repasar ese tipo de cosas o no pensar demasiado en ellas.

 

Siguen hasta un espacio con un aroma más apacible, por lo que Mel supone que allí podrán estar más tranquilos por un rato pero incurre en un error: el chillido, por eso mismo, le perfora los oídos, tomándola desprevenida. Cae con una rodilla en tierra y se sostiene a duras penas con una mano mientras la otra va directo hacia su oído derecho. Casi puede jurar que debe habérselo dañado. Lleva luego ambas manos a los lados de su cabeza y se queda un buen rato encogida, sosteniéndosela, evitando toda interrupción a su repentina protección ante el dolor. Odia que interrumpan el fluido de información que le llega desde allí, pues sus facultades auditivas resultan a veces incluso más útiles que la propia vista. Ni siquiera le presta atención a los muros que se alzan alrededor de ellos, aislándolos.

 

Piensa de pronto en los demás, en las dos mujeres que también llegaron con ellos allí. Sus otras compañeras de misión ¿habrían visto el rayo o no?

 

No alcanza a preguntar ni a ver si se encuentran allí, porque casi enseguida, se ve atraída por algo que irradia una luz cálida e invasiva. Mel abre los ojos de par en par, redondos y marrones en toda su extensión, en un rostro arrebolado. La silueta, por alguna razón, le quita el aire, hasta olvida el dolor. Se incorpora con lentitud y, sin siquiera cuestionárselo, empieza a caminar hacia ella.

 

¿Por qué? Porque la está llamando, y no parece querer hacerle daño.

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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Su primer instinto, naturalmente, fue que estaban en peligro. No tenía ni idea de a manos de quién, ni de cuantos, pero... ¿qué otra cosa los encerraría allí de aquella manera? ¿qué necesidad había de encerrarlos en aquel claro si, en efecto, no querían que escaparan? La situación era por demás sospechosa, y pasaron unos cuantos momentos hasta que el chillido cesó justo para cuando el muro concéntrico alrededor de ellos alcanzó su punto más alto. Por unos segundos dominó el silencio nuevamente, el aire permaneció estático, y los cinco allí presentes se quedaron de pie esperando el ataque que inminentemente debía de venírseles encima.

 

Y, sin embargo, allí estaban ellas otra vez.

 

Las tres figuras. Los tres espíritus. Nathan divisó a la figura que lo había llamado antes: oscura y sombría, clara representación de lo que la Orden Oscura muchas veces (pero, hacía poco había aprendido a divisar, no siempre) dejaba traslucir. Esta vez, no obstante, el espíritu Oscuro permaneció junto a los otros dos; los tres, se mantuvieron como una única unidad, flotando a unos cuantos centímetros por encima del suelo mientras se movían alrededor de algo que el Weasley no pudo ver hasta que forzó la vista.

 

Un viejo pozo de agua. Los tres espíritus danzaban describiendo vueltas alrededor de él, y en ningún momento dejaban de mirarlos, cada uno de ellos convocando a los de su clan a acercarse a él. Nathan miró por encima de su hombro y, resignado, dio un paso al frente. Aquello pareció iniciar una sucesión de ellos que lo llevaron hasta el borde del pozo en cuestión de segundos. Tenía a los espíritus más cerca que nunca, a apenas un brazo de distancia por encima de él, y sin embargo el Weasley tenía la certeza de que no podría tocarlos aún si quisiera. Posó ambos brazos en el borde del pozo y miró hacia su profundidad.

 

Oscura, e impenetrable.

 

Estaba a punto de comentárselo a sus compañeras cuando escuchó una voz susurrarle algo al oído. Una voz que no podía pertenecer a ninguna de sus compañeras pues de alguna manera era tritonal, y que sin embargo le dio un mensaje muy claro. Eran los espíritus, dándoles la última misión antes de desvelarles el mensaje que habían venido a buscar.

 

Tenemos que saltar hacia el fondo. – dijo el Weasley, transmitiendo el mensaje a sus compañeras, sólo en caso de que ellas no lo hubiesen oído.

 

Sin esperar comentario por parte de ninguna de las mujeres, se valió de sus brazos para trepar por encima del marco de piedra y dejó que su cuerpo se precipitara víctima de la gravedad hacia una profundidad desconocida. Su varita, mientras tanto, yacía lista en su mano derecha para iluminar la caída y evitar el golpe que, de otra manera, estaba seguro se daría contra lo que fuera le esperase debajo.

 

@@Darla Potter Black @ @@Ellie Moody @@Xell Vladimir Potter Black

 

 

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Su voz es etérea y sin embargo, tiene las particularidades de los sonidos combinados. Mel está fascinada ¿cómo puede oírla si acaba de ser herida de gravedad? La única respuesta, es que la voz llega directo a su cerebro, por alguna clase de conexión que no había experimentado antes, excepto las veces en las que el brujo Moody invade su cabeza. Esto se siente completamente distinto.

 

Mel avanza sin detenerse, sin prestar atención a nada más, vagamente consciente de la presencia de sus compañeros a los lados. Las voces parecen recoger el sonido del viento, el agua fluctuando, el roce de la brizna con la respiración, el eco de una rama meciéndose pero también otras cosas más inquietantes: las nubes tronando en un día lluvioso, el sonido de la electricidad estática recorriendo un espacio, el del viento avanzando en la tormenta, el clamor de la tierra en un terremoto, el llamado ácido de un monstruo en la oscuridad.

 

Eso último sin duda proviene del más enigmático de los espíritus, el que no le pertenece. Es avasallador.

 

La silueta de luz alza una mano hacia ella y todo lo que Melrose tiene que hacer es extender su propio brazo, para alcanzarla. Sus palmas se encuentran, ambas del mismo tamaño y llega el dolor. Es un estallido irresoluto, entre nostalgia y pena, pureza y resiliencia, caos, voluntad, belleza, crueldad. La conmueve, lo mismo que sacude su cuerpo por entero sin piedad. Mel se da cuenta que avanza caminando sobre el agua en un pozo de agua clara que se enciende con la luz que la silueta proyecta. Sus ojos se abren y la luz revienta desde ellos, abriéndose paso a través de su cuerpo. El poder del rayo recorre sus extremidades, su tronco, sus dedos, es proyectado desde sus ojos y la punta de sus cabellos; sabe lo que tiene que hacer, solo que tiene miedo de hacerlo.

 

¿Por qué el espíritu la llamó a ella? ¿Por qué no a cualquier otro? Melrose jamás se habría atrevido a involucrarse con los clanes si tan solo esa silueta...

 

<<Arrodíllate>>

 

Servicio, para toda la eternidad ¿no es así?

 

Primero una rodilla cede y luego la otra. Dejando atrás todo orgullo posible, concentrando sus pasiones y emociones en un punto álgido. La bruja alza esos ojos repentinamente blancos hacia la silueta y ésta unge su frente con la punta de sus dedos... y entonces cae, más rápido que cualquiera, más inmediata que una respiración, con la celeridad de un rayo. Llega al fondo y solo hay aire, vacío, no hay suelo ni cielo, ni tampoco agua ¿qué clase de pozo es ese? Su cuerpo se consume con la luz, un grito brota de su garganta mientras su cuerpo se contorsiona con la espalda arqueada y los brazos extendidos, flotando, mientras el eco de sus gritos se expande como una oleada que penetra todo alrededor, expandiéndose y expandiéndose...

 

Hasta que la luz se extingue.

 

Cierra sus ojos y su cuerpo se torna laxo. El trueno, ahora están dentro de ella. La silueta de su Dios la ha abandonado.

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Scarlet pensaba en lo que había pasado, Xell había querido seguir a ¿había nombrado mariposas? Se preguntó quién los encerraba y la Akane se dijo lo mismo, pero lo que no entendía es lo que ella decía ahora ¿A quién veía y preguntaba quiénes eran? Se volvió para seguir su mirada y los pudo distinguir. No eran niebla, no eran nube, no eran oscuridad, no eran hielo ni eran fuego, pero todo parecía estar flotando en ellos, sobre todo en uno cuyo aspecto variaba del brillo del hielo, al destello del fuego hasta la más profunda oscuridad.

 

La otra joven, Melrose había hablado de rayos ¿sería el fuego? Ella no creía que la Sibila los hubiera traicionado, el problema con esa bruja es que tenía la misma manía que los centauros, hablar en códigos, en rimas, en pura poesía que no era nada clara que decía todo pero no decía nada claro. La ve caminar hacia las figuras, o hacia una de ellas, no logra entenderlo del todo bien. Blande su espada la hace silbar en el aire, siente la oscuridad, la tantea con delicadeza, pero allí no parece haber nada, pero lo siente, no lo ve, pero lo presiente, como si le hablara directo a su mente, solo con ideas, no con palabras no con imágenes, sino con sensaciones.

 

Nathan se había adelantado hasta donde los espíritus estaban, ella veía al mago acercarse al círculo de piedras sobre el que ellos flotaban y segundos después el emitió una afirmación.

 

—¿Saltar hacia el fondo? —repitió con sorpresa, lo había oído, no solo a Nathan también en su mente.

 

El Weasley no lo dudó, se trepó y saltó dentro. Scarlet lanzó un silbido profundo y guardó la katana en la funda que había aparecido cruzada sobre su espalda, oscura y con las mismas letras grabadas indicando el nombre de la misma. La Moody parece estar viviendo su propio encuentro, la ve y no la ve a la vez, ¿será que cada clan tiene lo suyo? Pero todo era juntos.

 

Un suave cosquilleo recorre su cuerpo, recorre los metros que la separan del pozo en el que se arrojó Nathan, se trepa al borde de un salto, con la agilidad propio de su raza, se agazapa, mira a los ojos al demonio que está tras los espíritus y él le guiña un ojo en el preciso momento en que Scarlet salta, concentrándose. Sabe que Instinto no la ve a ella, ve a Darla en su interior.

 

—Fūsiō —susurra consciente de pronto de lo que debe hacer, deja que sus brazos , casi paralelos a su cuerpo ejerzan como suaves planeadores mientras cae, su cuerpo le duele, el alma le duele, su mente le duele, para por un ardor terrible, un calor inmenso del fuego, pasa a frío que quema de la tan dura y helada esencia del hielo y finalmente siente esa suavidad burlona que conoce desde hace años, ha jugado con esferas de oscuridad de una masa infinita y desconocida, de la materia, o antimateria, con que están hechos los agujeros negros. No son demonios, no es la oscuridade las artes oscuras, es más sublime, es más real, está en el universo desde siempre, desde que fue creado, es todo y es nada. Y la está invadiendo.

 

Siente que empieza a llegar al fondo del pozo y sus manos parecen lanzar pequeñas ondas, ecos de la oscuridad del espacio que van ralentizando lentamente su caída, para ayudarla a aterrizar en el fondo, junto a su compañero y que recubren su cuerpo, haciendo toda su piel tome por unos segundos una tonalidad oscura, como un líquido, como el mercurio, que sube por todos su cuerpo hasta centrarse en sus ojos, que de verde pasan a rojo y luego se vuelven negros, por completo hasta brillar por unos momentos y hacer que todo sea un iris negro con el blanco del ojo brillando con destellos azules como el hielo.

 

—Ya estamos aquí —dice en el momento que sus pies tocan la acuosa superficie del fondo del pozo.

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Enseguida, los conejitos amables dejaron de serlo para convertirse en otra forma amorfa que me costó reconocer. Por un segundo, me pareció entrever algo que le pedía a Nathan que se acercara pero cambió muy rápido para ahora pedírselo a Melrose. ¿También estarían llamando a Scarlet? Era una pregunta interesante, aunque la voz de Nathan me distrajo. Hablaba de un pozo.

 

- ¿Saltar? ¿Qué significa saltar?

 

Aunque era una pregunta ilógica pues bien sabía qué era saltar, me refería a porqué saltar dentro del pozo. ¿Sería una forma de demostrar nuestra valentía? ¿O tal vez de buscar una salida de aquellos muros infranqueables? La voz de Nathan se repetía como un eco en mis oídos hasta que me di cuenta que era más una sensación, algo que sonaba en mi cabeza, acompañando la frase de mi compañero de bando.

 

- ¿Hasta el fondo, entonces? - ahora repetí lo que decía Scarlet.

 

Por culpa de mis dudas, otra vez me encontraba sola. ¿Por qué no era capaz de reaccionar con todos, como todos? No sé, el miedo a que el pozo estuviera lleno de agua y acabara ahogándome, me sofocaba. Sin embargo, dudar es una cosa diferente a ser cobarde. Moví la varita y un casco burbuja cubrió mi cabeza, por si en verdad hubiera agua, Después trepé al borde del pozo y me tiré con los pies por delante.

 

Fue una caída larga, tan larga como la esperaba, la imaginaba, como creía que eran los largos pozos malditos. Empecé a temblar pues no había pensado en el final. ¿Y si no podríamos salir? ¿Y si nos quedábamos allá para siempre? ¿Y si...? ¿Y sí...?

 

Me di cuenta que cuanto más miedo sentía de llegar al final, más larga era la caída. Cerré los ojos e intenté centrarme en una Lectura de Auras. Al principio, el miedo era más fuerte. Poco a poco conseguí notar a mis amigos. El aura de Nathan fue la primera que detecté, también la de Melrose junto a la de Scarlet. Eran muy diferentes la una de las otras, muy distinguibles. A su lado, una cuarta aura oscura planeaba como si los estuviera vigilando.

 

Deseé llegar al final y llegué al instante, como si el pozo hubiera sentido mi necesidad de juntarme con mis amigos. Cuando me estrellé contra el suelo, apenas sentí nada, como si estuviera a cinco centímetros del borde. Me levanté y corrí hacia ellos, gritando.

 

- ¡Cuidado, cuidado! ¡Detrás de vosotros! ¡Absobio!

 

Había percibido aquella amenaza tan inmediata que no me dio tiempo de más. Pronuncié aquel efecto y absorbí un ataque mágico. Había puesto las manos por delante, en un intento de protección. Sentí como aquel ramalazo de magia entraba en mí y gemí. No dolía, sólo era molesta, como cuando comes muchos dulces y tienes la sangre llena de azúcar, que tienes que beber a menudo hasta deshacerte de ese sabor empalagoso. Molesto.

 

- ¡Estoy bien! Estoy bien... Creo... Creo que sí... ¿Qué es eso?

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OCTUBRE



Aprobados.



CONOCIMIENTO DE BANDO I



Paladines • Herrería Sagrada



Melrose Moody




CONOCIMIENTO DE BANDO II



Oscuros • Control de energía interna



Nathan A. Weasley



Sacerdotes • Conexión espiritual



Xell Vladimir Potter Black




HABILIDAD DE BANDO



Oscuros • Magia elemental oscura



Darla Potter Black

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