Aventura Mortífaga III - Las Tierras del Olvido

[Kahlan Blackthorn]

¿Memorias?

Aquella interrogante se proyectó en su cabeza, eslabones eternos que mantenían las personas atadas al pasado. Justo eso eran las memorias para la mayoría, fragmentos de sus vidas que les ataban a sus seres amados o enemigos, ahí radicaba el origen de toda esa expedición. Dar con el talón de Aquiles del sujeto que se jactaba de ser indestructible y difícil de atrapar. Nadie dentro del mundo mágico era totalmente inmune a la mala suerte o a caer presa de alguna trampa ideada por algún acerrimo enemigo. Trucos o ases que se escondían debajo de la manga, astucia que se podía considerar como arrogancia, pero esa apreciación era errada y fuera de lugar.

— Horrocrux—su alma era como un diamante en bruto, defectuoso a simple vista. Pero que con el tiempo y las experiencias vividas, comenzó a tallarse de forma tan pulcra. Adquiriendo un brillo tenue que poco a poco se iba apagando con sus maquiavélicas acciones, no sintiendo el menor remordimiento. Era una asesina nata, nunca le agradó idea de hurtar las cosas ajenas o quedarse con lo que tenía un dueño que luchó por obtener dicho bien.

Pero en el caso de su enemigo, siempre se decantaba por la opción más sanguinaria posible. Mancillar algo mucho más que el cuerpo físico, colándose en la psique ese sitio privado que era la punta de lanza— Morir no es del todo malo, no si dejas memorias que permitan a los que te conocieron recordarte de alguna u otra forma—terciando una lóbrega sonrisa en sus labios, abrazaba un fragmento de su alma con una bruma oscura. La negrura se extendió por todo su interior, infectando cada célula y partícula, satisfaciendo en cierto modo su sed de venganza.

Los senescales de caronte, jamás demostraban piedad a la hora de cobrar venganza. Tenía demasiado tiempo bebiendo sangre ajena, extrayendo la esencia de la vida de otros, almacenando dentro de ella sensaciones extrañas que nunca hacían mella en su persona. Pero ese sujeto en particular era otro cantar, simplemente le enfadaba la sola idea de compartir el mundo con el, calando en su centro mismo. Hasani deseaba aprender todo lo que tenía la maestra del puerto para enseñar, justamente por eso su alma era la mejor ofrenda para alcanzar dicho objetivo.

— Es como romper un espejo en mil pedazos, buscando conectar los mismos por medio de la magia. Pequeño error que cometiste, no leer con atención el instructivo de uso—se mofaba con descaró. Ahora por sus venas corría la sangre de los Macnair, olvidando todo recuerdo de su vida pasada o quizás solo era producto de su imaginación. Tal y como le pasa a los que se extravían dentro del desierto, insolados creen ver a lo lejos un oasis plagado de bebidas refrescantes y bailarinas exóticas.

La mente era mala consejera cuando se tenía menos del agua necesaria en el organismo, aunque en su caso siempre mantenía las reservas de sangre en niveles altos. Justamente por eso iba un paso adelante de sus contendientes, analizando cada uno de sus puntos débiles, aprovechando el descuido de estos para capitalizarlos en tiros de gracia que la mayoría de las veces daban en el blanco.

— Que suene la tonada que marcará tu inminente caída—indicó sintiendo la llave conectarse con su mano. Creando un nexo que perduraría por la eternidad, anexando una pieza más al rompecabezas que era su alma oscura y gélida. Asimilando el poder que le otorgaba formar parte de las filas de los senescales de Caronte. El barco que tenía tatuado en su cuello del lado derecho, ya comenzaba a tomar una forma un poco más definida y detallada.

[Thoth]

Recuerdo del Arqueomago

El vuelo del cuervo comienza a recorrer la inmensidad de la noche de la ciudadela donde habitan los antiguos, esa hermoso hogar oculto a muchos y solo los archimagos pueden asistir. Aunque, en esa oportunidad el Regente había brindado un indulto a ciertos seres para que puedan asistir, aquellos seres foráneos y que profanaban el sacra tierra. Ésta desición no fue acogida bien por los hijos de Amón.

Y llegando a la Ciudadela de la Muerte, el cuervo regresa a su forma humana, con aquella vestimenta oscura corroída y rasgada, esperando conseguirse con la suma sacerdotisa, cuya belleza era considerada la joya más valiosa en ese lugar. Ésta mujer era la esposa del Archimago de la Muerte, y realizando el ritual a Seth, es interrumpida por ese arqueomago.

-Lady. Lilith Licaón – Menciona el mago. Aunque ella le interrumpe. –Los designios de los dioses no pueden ser destruidos, lo que esta escrito debe cumplirse.- Y sin embargo, el se acerca a ella. –No puedes tocarme, arqueomago.- Sentencia y se marcha en una estela oscura. El mago se queda pensando y mirando la estatua de lobo ártico, el emblema de esa familia, el símbolo que los distinguía e invoca con la nigromancia al primer Archimago de la Muerte.

-¿Quién eres para llamarme?- Indaga Imoted, y el templo se sacude, aquel regente que fue engañado y reclamaba venganza. Este hablaba en parsel, y su tonalidad de los orbes cambiaban.

-No soy nadie, mi Lord.- Y se arrodilla el arqueomago.

-Solo alguien de mi casta me puede llamar.- Piensa un poco. –pero es posible que también me llame alguien que no posea mi sangre, y eso indicará que él ha nacido, mi autentica reencarnación.-

En eso el arqueomao lo confirma. –Así es mi Lord.- En eso el rostro de Imoted se dibuja una sonrisa.

-Entonces le brindaré mi sabiduría, y solo hasta que sea capaz de ver esta memoria sabrá que él es mi heredero, el último con mi sangre, aunque ahora se hagan llamar ahora con el apellido Licaón.- Sentencia.

-Comprendo, entonces viajare a las tierras del olvido. Y Allí, feneceré.- Menciona el arqueomago y se marcha.

Tierra del olvido – Camino del desertor

-Interesante recuerdo, es una lastima que no sea la memoria que buscaba, supongo que pronto la conseguiré. Será cuestión de seguir rondando por estas desbastadas tierras, llenas de memorias.-

Menciona y escucha la voz del arqueomago en el viento.

-Tú nombre no es Darius, es Azrael. Eres el último heredero de tu casta. – Y allí, sus orbes cambian de color a una tonalidad amarilla, y su rostro comienza a cambiar, producto, que al fin, su engaño había cambiando, ahora era otro ser, era el auténtico archimago. –Darius, es el nombre de tu tío paterno, hermano de tu padre. Y Demian es el nombre del hermano gemelo de tu padre, el cual muere al nacer, pero tu abuelo se llama Uriel.-

El mago con esa cólera crea a su alrededor un gran abismo de poder, pero se genera dentro de su alrededor, para que todo se moviera a una velocidad demasiado lenta, y esto era producto a su conocimiento del clan de Parálisis Temporal en combinación con el Círculo Astral.

[Kahlan Blackthorn]

— ¿Qué clase de beneficio puede otorgarme esto?—se cuestionaba abrazando las memorias propias y ajenas. Poseer las vivencias de otros, le serviría quizás como un chantaje en el futuro. Valerse de eso para tener en sus manos a los seres que en algún momento, osarán retar el poder que la marca tenebrosa ejercía dentro y fuera del mundo mágico. Hasani siempre se amparaba en las debilidades de otros, tomando en cuenta que cada uno posee algo que lo hace trastabillar sin remedio. Para su buena estrella, ella no tenía que preocuparse por esa clase de nimiedades, no como lo haría el desertor.

— Podes correr todo lo que quieras, pero el mundo no te alcanzará para esconderte. Ahí donde vayas, ahí donde decidas resguardarte de tu pasado y presente, acabará alcanzándote y condenándote tu futuro—saboreaba ese veneno que brotaba de su lengua viperina. Bajando al mínimo la temperatura de su anatomía, volvía a visualizar en su mente el navío que poco a poco se iba plasmando en su nívea piel. Aguas turbias y tranquilas mecían sus pensamientos, remanso de paz creado por una pantalla que ella misma proyectaba en su interior.

Era como salvarse a si misma de todo el daño que era capaz de causarse, ahora era puramente oscuridad que logró carcomer todo su cuerpo. Creando una coraza que era imposible destruir, reforzada por las almas que convocará antes de partir a la Tierra del Olvido. Interminable era la lista de sacrificios que tuvo que obtener a su favor, cazar a destajo e ir coleccionado almas que poco a poco, le ayudarían a convertirse en una experta en la creación de horrocruxes.

—Infundir Alma—la conexión que estableció con la daga con forma de ciempiés, comenzaba a dar sus frutos. Sembrando en ella parte de su alma, entregándole una porción de su esencia más pura y privada, afianzando de ese modo su confianza en que los recuerdos legados a los duendes, ya no serían un lastre para la Nigromante. Las cicatrices que se plasmaron en el lienzo que era su piel, adquirieron un nuevo significado para ella. El surco que permanecía intacto en el centro de su pecho, palpitaba con na fuerza descomunal, pago justo para poder obtener los privilegios que otorgaba la habilidad de Nigromancia.

Su primera orden sería sencilla y fácil de acatar, clavarse profundamente en el cuerpo del desertor. Colándose ahí donde el dolor era más profundo y lacerante, cortando todo flujo de liquido vital que le permitiera salir con vida de todo aquello. Pagar el precio era la moneda de cambio dentro de esas tierras, despojándose de recuerdos y vivencias que alguna vez fueron de suma importancia, pero que ahora podría catalogar como fragmentos de un espejo que se estrello contra el suelo de forma intencional.

— Los hermanos sean como sean, no pueden dejarse de lado. No son un trasto viejo e inservible, quizás por eso tu contraparte te castiga de este modo—se atrevió afirma de forma descarada. Su nexo con sus hermanos era inquebrantable, jamás les pasaría por alto o traicionaría. Aunque como en todo existía una excepción a la regla y ese fue su hermano Hans. Ver como se desvanecía de la faz de la tierra, apagándose la luz de sus ojos, calcinándose a fuego lento sus aspiraciones de acabar por completo con la metamorfomaga.

Sus ojos cambiaron desde ese instante de tonalidad, dando paso a la heterocromia que los afectó desde aquel suceso detonante para su persona. El verse atacada por el que sería su mentor y guía dentro del mundo de la magia oscura, pero el camino se torció al dejarse cegar por el poder y la arrogancia. Hans se atrevió a mancillar de forma atroz cada una de las aspiraciones de Hasani, enterrando por un breve instante a la joven debajo de años y años de odio y resentimiento. Era poco usual entregar tanto conocimiento a las hijas nacidas bajo el sexo femenino, pero su padre rompió con la tradición que implementó el bisabuelo de la Animaga.

— Te veo y no puedo reflejarme en ti...—siseaba al sentir la sangre correr por su frente, empapando el mechón que se pego en su marmórea faz. Ensuciando de forma insolente la belleza natural que poseía, ninguna de sus extremidades quedó comprometida en la batalla, salvo su cuello que fue tatuado con la marca de Caín. Penitencia que llevaría en sus hombros por toda la eternidad, vivir y morir siete veces, oportunidades que le permitirían cobrar venganza a sus anchas. Era como el karma solía castigar la insolencia de los seres vivos, lanzando contra ellos purgas que se multiplicaban por siete, causando un daño severo en los que en primera instancia cometieron actos indebidos en contra de seres inocentes.

[Aaron Black Yaxley]

Cuando los adeptos a los clanes de los Nosferatu, Walpurgis y Senescales, llegaron hasta la pulcra y blanquecina mansión de las tierras del olvido, todos los entes que allí se encontraban parecieron esconderse y refugiarse en las interminables alcobas y recovecos. Y aunque a simple vista pareciese que era tan solo una casona muy grande, todo allí cambiaba cuan escalera del mítico Hogwarts. Sin embargo, siempre se oía la serena melodía del pianista y muy a lo lejos, al menos ésta vez, un vals que encantaba a un grupo de enmascarados que parecían haberse perdido en el tiempo.

Las ilusiones eran parte de la defensa del lugar, evocando recuerdos que intentaban arremeter contra las mentes frágiles para así alimentarse y encaminar a los sujetos hasta un paraje más crudo y duro que la misma muerte; el olvido. Aún así, y claramente por lo que respecta a continuación, es que Ishtar, Umbra, el hijo de la noche, juntos con Malfoy y el titiritero, lograron llegar hasta allí sin mayor novedad que los engaños propios de los terrenos por los que vagaban. Jamás se percataron que sus cuerpos dormían al compás de una frecuencia inaudible, en el corazón del bosque que custodiaban Kobo y Norma, los duendes de la cabaña. Nunca pensaron que caerían presos de la magia prístina y hermana de otra como lo era el amor. El olvido era un duro camino y ellos lo habían enfrentado con determinación tras las enseñanzas de Cassian, Lucan y Asra.

El lugar tembló, tembló tan fuerte que supo el porqué de la llegada de las tres brujas y el par de magos. Buscaban un recuerdo celoso y muy bien resguardado: El alma olvidada del gemelo de "Il Santo" había esperado éste momento como quién controla la videncia a su antojo. Fue así como el mago rompió la burbuja, trizó su prisión y salió disparado, envuelto en una voluta espesa y azulina, recorriendo cada habitación de la mansión hasta estallar un gran ventanal y escapar de las tierras del olvido...

...En algún lugar, su pintura sería restaurada y entonces recién ahí, podrían saber quién era realmente el gemelo que se proclamaba como la santidad mágica y su hermano olvidado...

Discípulos de Nosferatu

APROBADOS

Sybilla Macnair (conocimiento 2)



REPROBADOS

Isabella Hawthorne (conocimiento 1)

Matthew Triviani (conocimiento 1)



Caballeros de Walpurgis

APROBADOS

Arya Macnair (conocimiento 2)



REPROBADOS

Anne Gaunt M. (conocimiento 1)



Senescales de Caronte

APROBADOS

Hades Ragnarok (conocimiento 4)

Azrael Licaón (conocimiento 2)

Juv Macnair Hasani (conocimiento 1)

REPROBADOS

Shelle Dumbledore B.L (conocimiento 1)

Gracias a quienes participaron de ésta aventura. Espero les haya gustado y hayan hilado con la Comunidad Mágica Internacional, que es parte de la esencia de éstas actividades de conocimientos y habilidades de bando. Si tienen dudas o quejas, pueden hacerlas llegar por MP. A partir de aquí, no se podrá rolear más en éste tópico. Se solicitará su eventual cierre. Editado 26 de Noviembre del 2020 por Aaron Black Lestrange