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Snowing


David Augustus Lestrange
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Puntos de Vida: 100.
Puntos de Poder: 6



Su curiosidad por descubrir lugares fascinantes le llevaron a algún lugar frío del norte de Europa. Recorría lentamente lo que en su momento de mayor esplendor debió ser una gran sala en la que los habitantes del castillo en ruinas que visitaba debían de pasar horas enteras. Hoy en día solamente quedaba una pared en pie de la que colgaban un par de antorchas prendidas que iluminaban lo suficiente el lugar como para poder distinguir todo lo que se encontraba a su alrededor.

El suelo de mármol que pisaba tenía alguna pequeña grieta, pero en términos generales estaba bastante bien. Seguro que en su momento ese suelo fue el orgullo de los dueños de la propiedad, aún brillaba. No le hizo falta observar demasiado para darse cuenta de que el lugar donde se encontraba fue en tiempos pasados una gran biblioteca. Por el suelo, más allá de los restos de las paredes caídas se podían ver un buen número de libros, de estanterías de madera destrozadas, mesas y sillas destruidas.

Sus pies se posaron sobre la hoja de un libro, una hoja que el viento aún no había llevado lejos de allí. Hacía fresco y el viento provocaba que la sensación térmica fuese menor. El cielo estaba completamente oscuro. Caían copos de nieve de manera suave, ni siquiera eran suficientes para volver blanca la túnica negra que llevaba. Sus pantalones largos y grises junto con unos zapatos oscuros eran el vestuario que portaba. No le hubiera importado llevar encima un abrigo, pero no estaba mal.

Se giró y contempló mejor el lugar. Los escombros de las paredes eran variados. Había piedras del tamaño de un ser humano, pero otras ni siquiera se apreciaban con claridad de lo pequeñas que eran. Solamente un par de las mesas que los habitantes usaban para leer seguía intacta, el resto estaban destrozadas y en el mejor de los casos partidas por la mitad. Estaba colocado a unos cinco metros de cada una de esas cosas descritas. ¿Qué hacía allí? Esperar a alguien, pero no sabía a quién.

Un ruido le hizo mirar hacía arriba. Había un par de cuervos volando a un par de metros de altura, haciendo el ruido que le provocaron levantar la mirada. Estaban a la altura perfecta para que fuesen vistas gracias a la luz de la antorchas, si volasen más alto seguramente no hubiese podido distinguirlos. Todo lo demás estaba completamente oscuro. Si todo se quedase en silencio podría escucharse a lo lejos el ruido que provocaba un pequeño riachuelo.

Volvemos a las razones que lo llevaron hasta allí, hasta ese lugar concreto. Había escrito una carta a varios compañeros de la Orden del Fénix. Una lechuza se había encargado de llevarles el mensaje. ¿No era mágica la capacidad de que tenían las lechuzas para llevar el correo siempre a sus destinatarios? Las lechuzas le parecían unas de las criaturas más mágicas que había, pero no era el momento para pensar en esas cosas. Sacó su varita deseando que alguien llegase pronto.

El mensaje que había enviado era una invitación para tener un duelo amistoso, un duelo para practicar y aprender el uno del otro. Un duelo donde alguno de los dos -o ambos- acabaría posiblemente dañado, pero esa era la mejor forma de aprender para cuando se tuviese un duelo real de vida a muerte. Gracias a su empleo, la carta tenía dentro un traslador que llevaría a la persona que aceptase a justamente el lugar donde se encontraba el mago.

Quedaban tres segundos para que el traslador se activase. Dos segundos... un segundo.

Una persona apareció a unos siete metros de distancia del mago. Sonrió agradecido al descubrir que habían aceptado su invitación. Apuntó directamente a su pecho. No había mucho tiempo que perder, nevaba poco pero nadie le podría asegurar que la fuerza no aumentase y no quería verse en medio de una tormenta de nieve o ventisca. Suspiró, hacía tanto tiempo que no tenía un duelo que sentía nervios. Pero eran unos nervios geniales, unos nervios que le hacían sentirse vivo.

¡Gracias por venir!

Fue el saludo que realizó a la par que le dedicaba una pequeña reverencia. Mientras hacía la reverencia pensó en un Disparo de Flechas. De su varita salieron doce flechas que viajaron directamente en dirección al pecho de su contrincante para el duelo. En caso de que no se defendiese correctamente y le impactasen, le provocaría un daño grave que seguro no era agradable.

 

 

 

 

@@Sherlyn Stark

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— En el norte de Europa hacía frío.

Era un hecho. Si en Londres hacía frío, en los países y lugares cercanos también. Aún así, había tenido que afirmarlo en voz alta para estar segura y porque creía que, de esa manera, podría escoger mejor su vestimenta. Tenía sobre su cama vestidos diferentes que en lo único que coincidían era en el largo y en su confección, lana fina y, sin pensarlo, escogió el bordo. Por otra parte, no dudó en escoger una gabardina oscura y de tela gruesa, ya que era su favorita en esa época del año y creía que de alguna manera le traería suerte.

Por otra parte, decidió usar botas largas del mismo color que la gabardina, las cuales a pesar de su cuero fino y ligero, podrían protegerla del frío. Aún así, debajo llevaba medias largas, por si sus botas eran manipuladas durante el duelo. Esperaba que no porque si en el lugar había nieve, la sentiría aún estando con las medias y sería inquietante, dada su sensibilidad al frío. Y, luego, esa inquietud podría convertirse en preocupación, lo que disminuiría su concentración y, por consecuencia, su rendimiento.

— ¿Ya es hora?

Claro, no hablaba sola sino que durante los últimos años se había acostumbrado a hablar con su elfa doméstica a quien consideraba una compañera. Aunque podría haberse tratado como una pregunta retorica, ya que sabía la respuesta, obtuvo la información suficiente para asegurarse de que estaba en lo correcto. Faltaban solamente diez minutos para la hora establecida y aún faltaba volver a leer las indicaciones expresadas en la carta de David.

Más adelante no tuvo que tomar decisiones relevantes. Sabía que durante un enfrentamiento debía evitar los accesorios y por eso, se quitó su collar y lo dejó sobre la mesa. Por otra parte, había decidió llevar su pelo suelto, siguiendo las recomendaciones anteriores y también imaginaba que la protegería del frío.

Cuando estuvo lista, leyó atentamente cada una de las palabras de la carta y sujetó el traslador, esperando que la llevara al lugar donde sería el duelo.

Sintió una fuerte sacudida y, tras eso, vértigo. La sensación cesó cuando sus pies tocaron de vuelta la superficie. Lo primero que encontró al llegar fue intrigante. El escenario eran las ruinas de lo que antes era un archivo o biblioteca, en donde aún quedaban diferentes ejemplares distribuidos en el suelo y muebles completamente deteriorados. Lo que más se preguntaba era por qué había terminado de esa forma y cuál era la historia principal. Creía que por las dimensiones podría tratarse de un edificio enorme y no descartaba la idea de que pudo haber tenido un segundo piso.

Antes de poder decir algo, la figura que estaba ubicada a ocho metros de ella invocó doce flechas que en ese momento estaban dirigiéndose hacía ella.

Evanescopronunció la bruja, apuntando su varita en dirección a las flechas.

Si bien, no conocía a su contrincante y la única vez que se había encontrado con él fue durante la celebración del Día de los Muertos en la casa de los Potter. Aún así, creía que sería una buena oportunidad para mejorar su habilidades de duelo.

« Crece-uñas» pensó, esta vez, apuntaba su varita hacía David.

El efecto provocaría que las uñas de las manos de su compañero crecieran y, si no se defendía a tiempo, le sería imposible sostener la varita y lanzar un hechizo donde se requiera la utilización de ella. Además, durante los primeros turnos tendría problemas de puntería y luego ya no podría usar la varita. Creía que lo ideal sería que se defendiera.

— Gracias por la invitación.


@

 

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Observó atentamente como las flechas volaban en dirección a su adversaria. Por un instante, pensó que su primer hechizo podría dar de lleno en su objetivo, pero su compañera se defendió con habilidad. Se alegraba de que lo hubiera hecho, a fin de cuentas estaban allí para entrenar y hubiese sido una lástima que saliese herida tan pronto. Antes tenían que divertirse un rato.


Vitae!


Fue el hechizo que realizó apuntando a una de las rocas de mayor tamaño que antiguamente habían formado parte de una de las paredes de la instancia. La roca, que de por sí era similar al tamaño de un ser humano de estatura media, se animalizó. Es difícil explicar qué pasaba exactamente cuando alguien utilizaba un hechizo tan curioso, pero el resultado final podía resumirse en que era una persona esculpida en piedra. Su redondeada cabeza, sus brazos, sus piernas, su torso... Casi podría decirse que una estatua de roca hubiese cobrado vida. Si alguien no hubiese visto lo ocurrido, eso sería lo primero que pensaría.


El resultado de su Vitae tenía una misión, protegerle.


De la varita de la bruja salió un rayo. No sabía cuál porque había hecho un hechizo no verbal. Estaba claro de que el rayo iba dirigido al Legionario de la Orden del Fénix, pero esto nunca llegó a suceder. ¿Por qué? Porque el Vitae, cumpliendo con su misión, se puso justo en la trayectoria del rayo para recibir el impacto. Había hecho lo que se le había pedido, protegerle. ¿Lo mejor de todo? Que aún seguiría ahí, protegiendo al mago hasta que la bruja no lo destrozase o hasta que el caballero decidiese que en vez de defenderle era mejor que atacara. Ya se vería. De momento su estrategia sería conservadora.



Expelliarmus!


De su varita salió un rayo que se dirigía directamente a la bruja con la intención de desarmarla. No es necesario aclarar que el rayo pasó, sin problemas, a un lado del resultado del Vitae puesto que su objetivo era parar los rayos de la mujer, no del hombre. El rayo se dirigía imparable y en caso de impactarle a su compañera su varita saldría por los aires a unos cinco metros a la izquierda de la mujer. Si no se defendía se quedaría sin varita y... ¿Qué podría hacer un mago sin varita en un duelo mágico? Pocas cosas.




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  • 2 semanas más tarde...

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Vitaepronunció.

Su atención se centró en lo que estaba a su derecha, a una distancia prudente para que "lo que quiera que haya creado David" no fuese capaz de alcanzarlo y considerando que lo estaba cubriendo a él, sabía que le sería imposible. Eran cincuenta ejemplares de libros, algunos incompletos, que al cabo de unos segundos formaron la figura hibrida de un Cóndor de los Andes. Sus dimensiones eran fascinantes, con metro ochenta de alto y, tres, al desplegar sus alas. Tenía instrucciones claras: ir hacía David y recibir el impacto de los hechizos que el mago lanzaba hacía ella, en este caso, el Expelliarmus.

Jamás había sido fanática de ese hechizo y la razón era simple, le causaba estrés. Además había recibido numerosas derrotas y lo consideraba una debilidad. No sabía a qué tipo de criatura se encontraba o si en verdad lo eran; y al mirar a la figura alta e híbrida que había creado a su compañero no le quedó ninguna duda de que lo parecía. Sus ojos eran inexpresivos y sus extremidades enormes. A pesar de estar a una distancia considerable de ella, sentía que podía ser peligroso, como cualquier criatura u objeto bajo el efecto del hechizo de su oponente y sólo se le ocurrió una cosa, atacar.

¡Confrigno!exclamó.

El hechizo fue dirigido hacía la forma humana creada por David y, básicamente, lo haría explotar. La explosión causaría que la piedra que formaba la figura se esparciera en pequeños trozos hacía atrás, donde estaba su compañero, y si alguna chocaba con él le causaría daños leves. Sonrió al ver que su plan se concretaba de manera correcta y al menos por unos segundos pudo sentirse tranquila. Pero, algo dentro de ella no le permitía relajarse tanto porque sabía que no debía bajar la guardia en un duelo.

Seguía sin quitar la mirada de su compañero de bando y de repente comenzaron a surgir diferentes y disparatadas interrogantes, teniendo en cuenta que durante el mes de diciembre se creaban galas para celebrar Navidad y Año Nuevo, una de ellas iba dirigida en relación a éstas. La idea de invitarlo para que sea su acompañante le parecía prudente, a pesar de que no se conocían lo suficiente tenía el presentimiento de que podrían ser buenos amigos. De repente la imagen de alguien con quien sentía totalmente lo opuesto vino a la mente; además ¿a quién podría invitar?, ¿a Adrián? Lo odiaba con todo su corazón.

— Em... — luego de balbucear palabras ininteligibles, preguntó— . ¿Tienes planes para estas fiestas?

Sonrió ampliamente. Considerando que estaba frente a una situación completamente caótica en las ruinas de una biblioteca y el viento frío quemaba sus dedos, le parecía una pregunta fuera de lugar.


@@David James Dumbledore

 

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  • 2 semanas más tarde...
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Un movimiento muy inteligente. Lamentó ver como el hechizo impactaba en la nueva creación de su compañera. Había comprendido que la mujer tenía habilidad, era momento de empezar a plantearse el duelo de una forma más agresiva. Tenía que empezar a plantear sus estrategias de una forma más inteligente. El entrenamiento, de pronto, se había vuelto mucho más interesante. Sonrió, aquello sería divertido.


Desde el mismo momento que la creación de la bruja apareció en el 'terreno de juego', el Vitae que había creado el caballero comenzó a desplazarse en dirección a la mujer. Era hora de pasar al ataque. Sus primeras intenciones habían sido jugar de forma conservadora, pero eso siempre resultaba mucho más aburrido. Apuntó con su varita directamente a la creación de su contrincante. Tenía que acabar con esa cosa antes de que fuese demasiado tarde.


Confringo


El rayo salió directamente al Vitae de la mujer para impactarle de lleno. Sabía que esa clase de criaturas necesitaban dos rayos destructivos para ser destruidos, así que aún necesitaba uno más para poder acabar con esa cosa. No pasaba nada, lo haría más pronto que tarde. La mujer había pensado lo mismo porque en el momento en el que el rayo impactó en los objetos animalizados, de su varita salió un rayo que impactaría seguidamente en la creación de David sin que nada pudiese hacer por evitarlo.


Por fortuna para él, su Vitae se encontraba a varios metros de distancia de su posición pues anteriormente le había ordenado dirigirse en dirección a la mujer. Ahora los dos Vitaes se encontraban en una situación similar, cada uno había recibido un rayo destructivo y a cada uno le faltaba otro rayo destructivo para ser destruido. La figura híbrida de un Cóndor de los Andes cada vez se acercaba más a su posición así que antes de que estuviese a una distancia tan cercana como para que su explosión le pudiese hacer daño, decidió que era momento de acabar con el.


Confringo


Y, como había sucedido anteriormente, un rayo salió directamente al objeto animado creado por su compañera de bando que nada más impactarle explotó por los aires. Había acabado con el.


Sin embargo, aún había cosas divertidas que presenciar. El Vitae del caballero se estaba aproximando a ella e iba con la intención de atacarla en cualquier parte de su cuerpo. Si no se defendía a tiempo este le causaría heridas que seguramente no serían nada agradables. ¿Le daría tiempo a defenderse?


Decidió no responder aún a su pregunta, no quería distraerla. Realmente no quería que sufriera ningún daño, así que deseaba que todos sus sentidos estuviesen conscientes del peligro que se le acercaba. Cuando se defendiese, si es que decidía hacerlo, sería como si el duelo comenzase de nuevo y esta vez no pensaba ser tan conservador.



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