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Bosque de Luz.


Rachel Brice
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Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez. Contaba cada respiro que daba mientras el silencio y la exasperación que sentía por su respuesta me carcomían. Contaba porque sentía que pasaba demasiado tiempo, contaba la respiración porque los latidos del corazón eran difíciles de llevar la cuenta, me recordaba al aleteo de un colibrí.

 

Sus ojos se movían, podía ver como su debate interno jugaba con mi futuro. Deseaba con todas mis fuerzas ser lo suficiente como para que él no lo dudara. Yo, Rachel Brice, quien nunca se preocupaba por estas cosas, quien solo había visto el amor en novelas y en otras personas, creyendo que estás siempre exageraban para demostrar una felicidad falsa ante las demás personas.

 

Entonces, cuando creí que no soportaría un segundo más, él soltó sus palabras, que en si, eran ciertas. Muy ciertas. Apenas nos conocíamos, aunque internamente sabía que eso sonaba irreal, yo sentía que nuestras almas ya se habían cruzado antes, que tal vez, el Bosque de Luz era más de lo que aparentaba, y fue su manera de unir dos seres solitarios, a los sustos, exponiendo nuestros miedos.

 

Mientras hablaba, levanté la mirada, expectante, atenta. Pero en su última pregunta, la baje, mirándome los pies, frunciendo el seño y esperando la sentencia final. ¿Podría irme así? ¿Sin él?, Sabía que si, pero no sería jamás la misma. O en tal caso, ¿Yo podría quedarme? Al menos, tenía la conciencia de que allí viviríamos en peligro, pero también sabía que a su lado, seguiría siendo yo, en mi mejor version, mi coherencia no se vería afectada. Eso, respondía mi pregunta más interna antes propuesta, por él, me arriesgaría.

 

Volví a contar la respiración, pero no la mía, si no la suya, no sabía porque, eso era reconfortante aunque parecía ser el final de ambos. Sentí su mano buscar la mía, y yo ya imaginaba su despedida, intentando suavizar el golpe de su adiós, con un contacto dulce. No me resistí, quise ver de todas maneras sus ojos, que tanto me habían llamado la atención en aquel encuentro tan atropellado, fue entonces cuando asintió.

 

Sus palabras me llenaron el cuerpo de adrenalina. Fue como una brisa suave, los colores revivieron a mi al rededor y todo volvía a ser más alegre, incluso, más que antes. No pude evitar reírme, soltando el aire que había retenido mientras contaba los suyos, mirando al cielo y después a él mientras me besaba.

Sin poder evitarlo, cuando nuestro beso terminó, dejando en mis labios una dulzura que jamás habían tocado, yo, recargada de energía, le di un beso sonoro en los labios, las mejillas y sin poder evitar dejar de sonreír.

 

 

-Claro que estoy lista para cruzar. Ahora más que nunca - tomé su mano y casi que arrastrándolo en una caminata que era más trote que otra cosa, comenzamos a atravesar el pequeño riachuelo, salpicando para todos lados. No me importaba mojarme, ya no. No me importaba que nos esperaba al otro lado del arco, si había más adversidades o no.

 

Al llegar al gran arco, nos detuvimos. Di un lento paso, mirando a Mathias primero, tomando su mano con más fuerza.

 

-¿Listo? - Exhalando una vez más, di un paso.

 

La sensación era extraña, como si algo cálido, como enredaderas invisibles, nos envolviera y segundos después nos soltaba. No podía negarlo, daba algo de claustrofobia esos escasos segundos allí atrapados, una pequeña trampa si creías que allí no había nada, pero sin más, nos dejó pasar, como si nada. En ningún momento solté Mathias.

 

-Interesante- murmure para mi. En los cuentos, era una enredadera la que se abría y dejaba pasar solo a una persona. Pero si bien, no era lo mismo, se sentía igual. Supuse, que en algo si se parecían. Levanté la mano de Mathias y la bese impaciente, demasiado alegre. Tanto, que me sorprendía por no saltarle encima para festejar.

 

 

Una vez dentro del prado, dónde se encontraba la fuente, recordé.

 

Fue como si todo, absolutamente todo viniera a mí como un huracán. Todos los recuerdos previos al bosque, los recuerdos confusos que había tenido allí dentro, dónde eran imposibles de mantener al hilo, ahora se desplegaban con facilidad.

 

Había vagado, vagado semanas y meses allí dentro, todos los días habían sido exactamente iguales, eso creía yo al principio. Pero en realidad había sido yo la que parecía reiniciarse cada día, actuando igual, tomando los mismos caminos. Estaba en la locura y no me había dado cuenta, en un bucle interminable, hasta que demasiado tiempo después escuché aquello que me llevo a él.

 

Mathias, claro que lo conocía.

Di un paso hacia atrás, tambaleándome, sosteniendo con mis dedos mi frente. Cerrando los ojos con fuerza para luego abrirlos.

La sensación que tenía era de alivio, si. Pero a su vez no podía negar no estar algo fascinada y asustada por todo lo acontecido. Me había llevado mi tiempo, si. Pero lo había logrado.

 

Me recompuse, tomando el control nuevamente de mi. Me tomaría varios días asimilar todo aquello, pero lo tenía a Mathias a mi lado para que todo fuese más fácil.

 

Sin pensarlo demasiado, fui corriendo hasta la fuente. Ver, lo que vi era difícil de explicar.

 

-Mira! - dije asombrada a Mathias.

 

Era hermosa, el agua corría cristalina. Pero a su vez, me recordaba mucho a pensadero, porque podía vernos. Ver nuestros días allí dentro.

 

Estaba ahí, perdida en el reflejo, la situación se repetía una y otra vez, del otro lado estaba Mathias. Un Mathias herido, casi que muerto, otros días volviendo en si, todo iba demasiado rápido hasta el momento en el que nos encontramos.

 

No podía dejar de verlo, nos mostraba nuestro camino.

Luego hubo una imagen que recordé al instante. Fue antes de que Mathias cayera, se acercaban los dementores.

 

Una torpe Rachel intentaba conjurar un patronus, pero era inútil. Entonces recordé. Comencé a mirar al rededor de nuestros reflejos, y no había nadie más que nosotros con esos seres. Levanté la vista con confusión.

 

-¿Tu recuerdas que pasó verdad? - entonces, en el momento culminante, la fuente nos volvió a mostrar a nosotros.

Pero era nuestro beso, ese con el que yo me había atrevido a demostrarle que me interesaba demasiado. Al verlo, mi corazón se había acelerado, y mi boca se moría por volver a besar al hombre que estaba a mi lado. -¿Que intenta decirnos?

 

Entonces lo supe. Era una especie de portal. Esa era mi cobra. Era su tiburón. Era ilógico y fuera de todas las explicaciones lógicas de nuestro mundo. Pero lo supe.

Levanté mi varita y me apegue a Mathias. Me acerqué tanto a su boca que podía sentir el suave roce de nuestros labios... Era tan cálido.

 

-Expecto patronum- susurré apuntando al agua. Esperaba que el también lo hiciese. Ni siquiera quise ver si funcionaba o no. No necesitaba ver si mi cobra tomaba vida, si allí en la fuente todo era posible.

Entonces lo bese, sin poder resistirme un poco más. Lo bese, y sentí paz, felicidad.

 

Me aleje solo unos centímetros, para poder respirar. Y sonriendo, deslice mis manos hasta su nuca. -A ver cómo se libra de mi ahora Profesor Lear. -y volví a besarlo, pero está vez, divertida, besando sus labios y luego, juguetonamente, mordiendo su labio inferior.

 

Entonces, sabía que podíamos irnos. Éramos libres. Pero no solo del bosque. Éramos libres nosotros. De la soledad, de lo que nos atormentaba. Éramos libres y era gracias al Bosque de Luz.

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  • 2 semanas más tarde...

Rachel para mi, era un soplo de aire fresco. Sentir su cercanía, me había hecho sentir cosas que no sentía desde hacía mucho tiempo. Podía ser una niña, una guerrera y, por supuesto, una mujer; admirable, segura, la persona a la que podría confiarle mi vida si fuera necesario. Confiaba en ella más que en mi mismo.

 

Su reacción ante mi respuesta, me dejó más tranquilo. Por un momento había sentido temor de que esto no fuera lo que ella quería, que el irnos juntos, no hubiese sido su propuesta inicial pero su reacción me había hecho entender que sí, así que sin más, estaba dispuesto a emprender ese camino a su lado, a olvidar el ermitaño en el que me había convertido con el paso del tiempo y a iniciar un nuevo camino junto a ella.

 

Cogió mi mano y una especie de electricidad, recorrió todo mi brazo. Por primera vez, sonreí abiertamente, creo que realmente está vez mis dientes habían salido a relucir después de tantos años. No sabía que había atrás del arco, no sabía que destino nos esperaba una vez lo cruzaramos, lo único que tenía claro era que no la obligaría a vivir mi tormento ni acompañarme en él.

 

Empezamos a avanzar, más bien a paso rápido, la brisa era fresca y nuestros pies estaban empapados en agua, el pequeño riachuelo no dejaba de correr y la vida a nuestro alrededor, seguía creciendo. Cuando empezamos a cruzar, fue como si una enredadera invisible nos amarrara; ella no soltaba mi mano y yo no soltaba la suya, estaba seguro que una vez que saliéramos de allí, no la soltaría nunca más.

 

La sensación era extraña, era como estar preso y por un instante, tuve la sensación de que pudiera ser una trampa y nos obligaran a permanecer allí recluidos hasta morir, sin embargo, Rachel logró salir primero y tiró de mi hasta lograr sacarme. Todo del otro lado era diferente, los colores, los aromas, nuestra vestimenta incluso. Mi ropa y la de ella, se habían regenerado en el momento en que cruzamos el arco.

 

Mi herida seguía ahí pero ahora, parecía que ya llevaba varias semanas de curación. Mi camisa blanca impoluta y unos pantalones beige también impecables, Rachel se veía guapísima, más de lo que la recordaba y fue cuando captó mi atención, parecía que iba a desmayarse en cualquier momento, corrí a su lado y la rodee por la cintura con mis brazos, besando cariñosamente su mejilla.

 

- ¿Estás bien? .-

 

Pero no contestó y se acercó a la fuente. Quise ver que miraba y su patronus, invadió el lugar; de inmediato supe de que se trataba, nosotros mismos, nos habíamos salvado de los dementes. Sonreí y la seguí, tenía un recuerdo feliz y la incluía a ella, ella era mi recuerdo feliz, así que mi tiburón, salió al ataque para enredarse junto a su serpiente.

 

Con mi brazo libre, rodeé su cintura y la besé, fue entonces cuando los recuerdos surcaron mi mente.

 

*************

Flash Back

 

Era un aula, en la academia de magia. Un Mathías mucho más rosagante y menos desgastado revisaba documentos en un escritorio, mientras una chica, entraba luego de finalizada la clase.

 

- Profesor, agradezco las horas de clases, ha sido un placer ser su alumna.- era Rachel. Mathias la vio un momento y se levantó sentándose ligeramente en el escritorio.

 

- Ha sido un placer para mí ser tu profesor Brice, estoy seguro, que serás grande en lo que sea que hagas .- se acomodó la chaqueta y le sonrió de medio lado.

 

*************************

 

Años después.

 

*************************

 

- Mi querida alumnita - Dijo Mathías. Tenía la misma apariencia pero parecía mucho más experimentado. Se acercó a una joven de espaldas, solo sé veía su larga melena.-

 

- Mi querido profesor, tanto tiempo...-

 

- Tiempo que por ti no pasa .- sosteniendola por la cintura, la giro hacia él, nuevamente era Rachel. Se miraron y entonces él la besó. -

 

************************

End Flash Back

************************

 

Una nueva sonrisa surcó el rostro de Mathías, más aún cuando lo llamó profesor. Sonriendo en sus labios la sostuvo contra él y pegó su frente a la de ella.

 

- Nunca me voy a querer deshacer de ti, alumnita.-

 

Tras decir aquello, la volvió a besar. No sabía que camino les tocaría recorrer ahora, no sabía a dónde irían ni que tendrían que hacer de ahora en adelante, lo único que entendía, era que El Bosque de Luz los había unido y él, por supuesto, no estaba dispuesto a separarse nunca más de ella.

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