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El aprendiz y su maestra


Dana Gryffindor
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Pies descalzos sobre el pastizal de una paradera que se abría en la llanura, un río cercano traía consigo el dulce sonido de agua cuando corre entre las piedras.

 

La pelirroja tan solo llevaba un vestido de tela fina color blanco y su varita ya dispuesta en sus delgados dedos.

 

La brisa era fría aunque el sol levantaba la temperatura de su cuerpo. Sentía apenas el zumbido de un dolor que asomaba por su espalda pero que pasaba desapercibido. El cielo regalaban festín de colores que iban del anaranjado al rosa viejo, las nubes se perdían entre ese juego de colores y parecían dibujadas con una brocha de esas que utilizan los artistas en sus obras.

 

Un halcón planeó por el cielo en dirección a las montañas del oeste cuyas siluetas se percibían aún en la distancia.

 

Shelle esperaba a su maestra, le habían hablado de la Macnair y su increíble poder y habilidad, la pelirroja estaba ansiosa por aquel encuentro y al ver aparecer la femenina figura de su maestra no se resistió y lanzó el primer hechizo.

 

 

-Silencius.

 

 

Su maestra quedaría silenciada y sus hechizos se verían limitados. La pelirroja inspiró aquel aire tan puro que la naturaleza le ofrecía, buscando tranquilizar sus nervios y preparándose para lo que estaba por venir.

 

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Puntos de Vida: 100

Puntos de Poder: 8

 

La túnica completamente negra desentonaba con el paisaje color pastel. Shelle había escogido un sitio que todos querríamos para batallar, primer error que le marcaría si no lograba volcar hasta el último de los factores a su favor. Árboles frutales y algunos arbustos florales, el ambiente estaba cargado en aromas y especias, pequeñas criaturas escapaban a mi paso, con cada pisada de la suela oscura sobre el sendero pedregoso les hacía huir. Para ésta ocasión había dimitido de la máscara, nos conocíamos un poco, sabíamos quiénes éramos y por lo tanto el sitio donde practicaríamos estaba apartado de cualquier ojo curioso.

 

Estando a siete metros de la pelirroja hice una educada reverencia y ella, sin esperar más, me atacó. Astuta, rápida. Aun no había erguido por completo mi espalda cuando un toque pequeño pero seco invadió mi garganta. Le sonreí, enseñé todos mis dientes mientras a lo lejos el ruido del agua corriendo me causaba placer.

 

—Disparo de flechas. Pensé

 

No podía sentenciar de una sola vez a quien había decidido, por propia voluntad, ser mi alumna en el arte de la batalla. Por lo que con una simple y delicada floritura de la mano izquierda conjuré una andanada de doce flechas que surcarían la distancia para dar con el objetivo. No todas se incrustarían en la suave piel de Gryffindor, quizás algunas se perdiesen metros más allá, asesinasen a algún pobre conejo o nos regalasen un pájaro para la cena, como premio al final del enfrentamiento. Pero al menos la mitad de ellas impactaría en el cuerpo de Shelle causando heridas críticas de no detenerlas o quitárselas para luego curarse.

 

—Rictusempra. Exclamé

 

Un rayo plateado brotó de la punta de la varita y se dirigió hacia le pecho de mi rival. Si la bruja acababa siendo víctima de aquel ataque su cuerpo no sería capaz de soportar la risa y pronto acabaría retorciéndose en el suelo, dando un cómico espectác.ulo.

 

—Buenas tardes, señorita Gryffindor.

 

Saludé, por fin, mezclando el tono grave de mi voz con el cantar de los pájaros.

 

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Puntos de vida: 100

Puntos de poder: 5

 

 

Su maestra había decidido motrar su rostro, un punto en contra para la pelirroja quién se detuvo a contemplar los rasgos marcados de la bruja cuyos plateados destellos en el cabello simulaban la perfecta unión de sol y luna. Shelle se mordió el labio ante la Macnair, esas hermanas de verdad imponían respeto y su falta de conocimiento en duelo la dejaba a la defensiva ante una artista en la materia como lo era su tutora.

 

Observó los dientes bajo la medialuna de sus labios, aquella sonrisa satisfactoria que sin decir nada lo decía todo, y las flechas aparecieron para embestir contra la Gryffindor quien empuñó su varita y murmuró lo primero que se le vino a la cabeza:

 

-Evanesco- las flechas se esfumaron.

 

Recordó que aquél hechizo se la había enseñado la otra Macnair hacía mucho tiempo, en su clase de Transformaciones, le había preguntado a Cissy a donde iban los objetos que desaparecían y ella dijo que quizás se deslateralizaban para volver a aparecer cuando se los llamaba nuevamente. La Gryffindor seguía sin comprender hacia donde irían las flechas, las imaginó atravesando un mundo paralelo y dando de lleno en el pecho de algún demogorgón ¿acaso sería posible?

 

Sin embargo ahora la bruja podría hablar, y Shelle se encontraba en apuros ¿qué hacer? Buscaba en su mente las enseñanzas previas pero al ver que la Macnair realizaba una nueva floritura, la periodista solo pudo pronunciar:

 

-Sectusempra- ¿Era aquél hechizo el de la risa? Al escuchar el rictusempra de su maestra, apenas se percató del error cometido -¡diablos!

 

No quería asesinarla, pero apenas si recordaba lo que hacía cada hechizo, la Macnair acabaría hecha una colador, llena de cortes y con la sangre saliendo a borbotones.

 

Mientras que la Gryffindor no pudo más que reír y reír mientras observaba a su maestra. Un nudo se le había hecho en el estómago, detestaba las cosquillas, en especial odiaba que Hasam se las hiciera, y allí estaba en medio de un duelo estallando e risas que no podía controlar.

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PV: 100

PP: 8

 

Shelle soltó una irreverente carcajada. Logró por muy poco desaparecer las flechas, retorciéndose de risa. Enarqué una ceja indagando qué tan preparada estaba para un violento movimiento en el comienzo de la batalla, el rayo mortal que intentó enviar hacia mi para herirme de gravedad se perdió entre las nubes de un claro cielo, las aves que por allí pasaban salieron volando en direcciones opuestas; un pato se vio afectado por el Sectusempra, cayendo en picada en medio del claro, lloviendo plumas y un pestilente aroma a quemado, a pollo. Compartí su risa solo por el irónico accidente, un par de lágrimas se me saltaron de los ojos pero me supe contener.

 

—¡Morphos! Exclamé.

 

Dado que ella no había intercalado si primer acción truncando así el hechizo que le provocaba tan brutal risa, tanto el evanesco como el Sectusempra se vieron afectados por los espasmos.

 

Con la varita apunté al fino vestido de la muchacha, mientras ésta secaba sus lágrimas de risa y lentamente volvía en sí, puesto que el Rictusempra afectada dos acciones únicamente. Rápidamente la tela se transformó en una pequeña avispa marina, que aunque no atemorizase con su tamaño, era letal. Al entrar en contacto con la suave piel de la bruja impregnaría su veneno y ésta no tendría más remedio que consumir un bezoar cuanto antes de no querer morir. Luego de que la criatura marina cumplió su objetivo, cayó a los pies de la pelirroja convirtiéndose nuevamente en una prenda.

 

—Espero y no te resfríes, de lo contrario no podremos seguir practicando...

 

La miré de pies a cabeza, me fue imposible evitarlo. A semanas del compromiso me había vuelto un ave de rapiña.

 

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