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Prueba de Legilimancia #15


Rosália Pereira
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- ¡Gatiux! Te estaba esperando.

 

Y tan puntual como siempre. Rosália le había pedido que espere un tiempo prudente para procesar todo lo que habían vivido hasta ahora. Al ser invierno, llevaba una larga túnica que la cubría de pies a cabeza. Su cabello rojizo se extendía por encima de las telas, con cierto aire de descuido. Se levantó para recibirla, tomándola de los dos brazos y sonriéndole cálidamente. Después de todo habían pasado ciertas experiencias juntas, desde un secuestro, hasta una borrachera.

 

- Creo que ya conoces el procedimiento hasta la pirámide. Son tres pruebas, bastante simples, verás. Si estás ahora aquí es, justamente, por algo.

 

La invitó a que la siguiera hasta la punta del muelle. El lago estaba completamente congelado e inclusive se podía apreciar pequeñas motitas de nieve que caían, dándole un toque mágico a la escena. Ahí, donde terminaban las maderas, había una barca incrustada en el agua congelada y dentro, una maceta de hierro fundido. Parecía pesadísima, pero aun así la barca no se movía de lugar.

 

- En tu camino encontrarás tres tótems guardianes. Tienes que ayudarles para que respondan recíprocamente. Te pedirán cosas diferentes de acuerdo a tus experiencias con la habilidad. Esta comunicación, el diálogo, es la base de la Legilimancia, úsala con astucia.

El tótem en la barca tiene dentro la semilla de un gran roble, que romperá el hielo y te permitirá cruzar el lago congelado. Lo que quiere saber es, ¿dónde estuvo la clave del vínculo entre John, tú y yo?

El segundo está en la playa, justo cuando salgas de la barca. Dentro tiene la semilla de setas bajas que se levantarán tus costados y te resguardarán de los peligros del bosque. Aquí, y presta atención, ¿qué sucedió durante la primera conexión al momento del quiebre?

El tercer tótem se encuentra en la entrada del laberinto y dentro tiene la semilla de enredaderas, que te guiarán hasta la pirámide. Necesita una explicación, ¿qué estaba en él, que era tuyo y qué está en ti, lo que es de él?

 

Le dedicó una última sonrisa.

 

- Confío en ti. Cuida del anillo que te di. Te espero en la torre.

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Gatiux suspiró, y una columna de humo se escapó de sus labios, haciendo visible el frío invernal. Había recibido con entusiasmo la nota con el lugar del encuentro y se había preparado llevando ropa abrigada y cómoda. No era la primera vez que tenía que correr de un sitio a otro para poder llegar hasta la Gran Pirámide, así que no tenía sentido intentar partirse la crisma antes de llegar a la misma. Las botas hacían crujir la nieve que ya se había acumulado en el suelo.

Sonrió al hacer contacto visual con Rosalia. A diferencia del resto de experiencias con los demás Arcanos, habían conectado, se habían llevado bien. La Arcana de Legilimancia no le había juzgado nada más llegar por su apellido o por las diferentes intenciones que la movían, si no que la había guiado a través del aprendizaje, aunque sus razones no fueran lo que se consideraban comunes.

Se paró frente a ella. Rosalia le agarró por los brazos y le sonrió con calidez. Gatiux inclinó levemente la cabeza, en una reverencia respetuosa, mientras sonreía también con la mirada. Le agradaba aquella personalidad, tan diferente pero que hacía querer permanecer junto a ella por la tranquilidad que emanaba de la misma. También era un pozo de sabiduría inagotable. Le apenaba que su tiempo con la Arcana estuviera llegando a su fin.

- Rosalia, me alegro de verla. -dijo, y luego se corrigió- Verte.

Rosalia le hablaba ahora del camino que le llevaría hasta donde la estaría esperando. Asintió. Era la tercera vez que iba a acceder a la Gran Pirámide. Y aún así, se encontraba con los típicos nervios que hacen que el corazón fuera un poco más rápido al no saber que se encontraría en esta ocasión. El camino que llevaba al Ouroboros siempre era algo relacionado con los conocimientos adquiridos durante su etapa junto al Arcano, para así asegurarse de que recordaban las enseñanzas antes de dejarlos pasar por el Portal.

Mientras caminaba junto a la Arcana, Gatiux pudo admirar la estampa invernal que les rodeaba. El lago se encontraba completamente congelado, y la nieve caía suavemente sobre el mismo de forma incansable. Habían llegado a unas maderas que se quejaron por el peso de ambas. Cerca de donde se encontraban, una barca que parecía estar llamando a la banshee en silencio. Dudaba que pudiera moverse la embarcación por el lago helado, pero las cosas encantadas suceden sin más, seguramente el agua se descongelaría a su paso el espacio suficiente como para que pasara la barca sin problema alguno, o simplemente se deslizaría sobre el lago como un patín de madera enorme.

Gatiux escuchó con muchísima atención las instrucciones de la Arcana acerca de las semillas y cómo tendría que comportarse con las mismas. Casi sintió la necesidad de agarrar papel y lápiz para que no se le olvidara ninguna instrucción, pero tendría que confiar en su capacidad de concentración. Asintió varias veces en silencio, mientras repetía mentalmente las palabras de Rosalia.

La Arcana le dedicó una sonrisa y unas palabras de ánimo antes que sus caminos se separaran. Gatiux asintió con una media sonrisa dibujada en el rostro. Movió suavemente la mano a modo de despedida. Tenía la certeza (o más bien la esperanza), de que se acabarían viendo transcurridos unos pocos minutos. Tenía el anillo transparente que la mantenía en unión con la Arcana, y también un frasquito con una poderosísima poción que le entregó la semana anterior. Y algo especial que también había traído consigo y que guardaba en el bolso mágico.

Se subió a la barca. Dentro de ella había una maceta de hierro que le hizo cuestionarse si se acabaría hundiendo en el lago y transformándose en un cubito de hielo, helado de gato. Sonrió por la imagen mental que acababa de dibujar en su cabeza.

Una especie de niebla densa la envolvió cuando se sentó sobre el tablón de madera de la barca. Era como si la magia la estuviera tentando, midiendo a la bruja que se encontraba allí delante. Gatiux puso las manos sobre la tierra mientras cerraba los ojos y llevaba a su mente a un nuevo estado, donde la vaciaba de otros pensamientos vacuos.

El tótem en la barca tiene dentro la semilla de un gran roble, que romperá el hielo y te permitirá cruzar el lago congelado. Lo que quiere saber es, ¿dónde estuvo la clave del vínculo entre John, tú y yo?»)

Las memorias de Gatiux retrocedieron hasta las semanas anteriores. En todo lo vivido con el sujeto de experimentación, la Arcana y ella misma. Recordó la fiesta, y cómo los recuerdos tenían bordes con poca nitidez

La clave estuvo en llevar a la consciencia al mismo estado. Los tres ebrios, la comunicación legilimántica apestando a alcohol.»)

Cuando la respuesta se elaboró en su mente, algo hizo 'clac' en el exterior. El sonido del hielo partiéndose. La barca había comenzado a moverse con suavidad, avanzando por el lago a través del hielo. Los ojos amarillos de la banshee se abrieron para constatar el hecho de que notaba el viento de cara. No, no era una imaginación suya. Había logrado transmitir la respuesta correcta y se movía hacia delante.

Sacó las manos de la tierra y las sacudió, frotándose una con la otra. No tuvo mucho tiempo para disfrutar el paseo. Llegó casi enseguida a la otra parte del lago. Por lo menos la barca se había adentrado hasta la arena, evitando así que la Malfoy tuviera que meter los pies en aquellas gélidas aguas. Bajó de un salto de la barca. Y unos pasos más adelante, en la misma playa, encontró otra maceta con tierra.

Aquí, y presta atención, ¿qué sucedió durante la primera conexión al momento del quiebre?»)

Habían empezado a escuchar golpes rítmicos que no pertenecían al entorno mental en el que se encontraban. Se habían dado cuenta de que algo iba mal al prestar atención al entorno. No era música, era algo que provenía de fuera. Una cerradura. Una puerta abriéndose. Habían decidido romper la conexión mental de forma repentina, salir al exterior, aunque no había sido lo suficientemente rápida porque le había alcanzado un hechizo que pretendía desangrarla y acabar con su vida.

Cuando la respuesta llegó a la mente de Gatiux, de la planta empezó a salir unas setas, unas setas que fueron formando un sendero justo para ella, marcando el camino que debía de recorrer. Sin darse cuenta había llegado a la entrada del laberinto. Y allí se encontraba el tercer tótem del que le había hablado la Arcana.

¿Qué estaba en él, que era tuyo y qué está en ti, lo que es de él?»)

Se agachó en el tercer tótem y lo tocó con sus manos desnudas. Se había apoyado en el suelo helado y había cerrado los ojos para formular la respuesta a la pregunta que parecía un acertijo. Recordaba cómo se habían mezclado sus propios recuerdos con los de John. Ella ya había estado en un evento en ese lugar, aunque los protagonistas eran otras personas completamente diferentes, los detalles sobre la decoración de los centros de mesa eran invención propia. Y John había puesto los sentimientos de aquella comunicación. Pudo sentir como real dentro de sí el amor por la bella novia que caminaba hacia el altar, el orgullo de un pecho henchido, aunque realmente no la conocía ella si no el otro. John, el amor provenía de las vivencias de éste.

Unas enredaderas empezaron a florecer, se agarraron a los setos que componían el laberinto, y comenzaron a moverse al ritmo de Gatiux. Se adentró en el laberinto. Caminaba de forma ligera sin llegar a correr. Las enredaderas florecían a su paso en los altos setos al tiempo que caminaba, indicándole con su crecimiento por dónde debía girar o que ruta evitar. Al salir del laberinto se quedó sorprendida, probablemente acababa de batir algún tipo de record y no había nadie que pudiera atestiguarlo.

Subió los escalones de la pirámide con una mezcla de nervios e impaciencia. Allí, sobre el Ouroboros con la estrella se encontraba Rosalia, a la cual sonrió a modo de saludo. Tenía la respiración algo agitada puesto que el ultimo tramo había trotado un poco el paso. Suspiró al detenerse ante la Arcana.

- Espero no haberte hecho esperar demasiado.

Hizo un gesto, levantando el dedo índice de la mano diestra pidiéndole un segundo. De su bolso mágico sacó una pequeña caja que contenía la semilla de un sauce boxeador alterado genéticamente para que diera flores de cerezo. Le había costado toda una semana conseguirlo, pero como le había prometido a la Arcana, allí lo tenía. Era su regalo de agradecimiento por la experiencia compartida y por las enseñanzas.

- Como te prometí, aquí está la semilla. -dijo la Malfoy- Espero que crezca fuerte en tu jardín. Espero que florezca como un bonito recuerdo de este sendero que compartimos juntas.

Y Gatiux esperó solemnemente al momento en que le preguntaran si quería adentrarse en el portal.

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
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Lo acontecido en la prueba representaba todo el recorrido de Gatiux con la habilidad. La comparación no era para nada descabellada e inclusive, todas las preguntas tenían que ver con su experiencia y vínculo con la habilidad. Desde sus primeras impresiones y las formas de vincularse con la otra persona, hasta identificar los propios límites de la habilidad. La legilimancia no era toda poderosa como el brujo promedio pensaba e incluso tenía más peligros que posibles beneficios.

 

La Legilimancia era mentirosa, porque te muestra una realidad a través de tus propios ojos. La información que recibes está procesada ya por tu mente. Si el azul para Jhon representa tristeza, pero para Gatiux, los ojos de su amado, entonces sentirá eso. Porque la habilidad se desprende siempre desde la conciencia de sí misma y viaja a otra. No hay forma de desprenderse, e inclusive, hacerlo podría resultar la pérdida total de la conciencia.

 

Los pasos de la Malfoy fueron certeros y decisivos, con el cuidado necesario.

 

- Espero no haberte hecho esperar demasiado.

 

Estuvo por contestarle pero vio como levantaba uno de los dedos en señal de paciencia. Sacó una cajita brillante con la preciada semilla del sauce boxeador de flores de cerezo. Se había olvidado completamente de ese pago. El crecimiento de Gatiux opacaba todo.

 

- Como te prometí, aquí está la semilla. Espero que crezca fuerte en tu jardín. Espero que florezca como un bonito recuerdo de este sendero que compartimos juntas.

 

- No sólo completaste toda esta primera parte con una naturalidad envidiable. Sino que además, has demostrado ser de mis mejores alumnas.

 

Carraspeó. No podía decir que era la mejor porque seguro la corrían de la universidad.

 

- Cuando la mayoría de mis aprendices simplemente se para en la puerta de mi cabaña demandando conocimiento… Tú me propusiste algo, una aventura y estuviste siempre dispuesta a mi guía. Oh Gatiux, creéme que te extrañaré, pero este portal es el siguiente paso natural en tu vida.

 

De su vara de cristal nacieron dos brazos de enredaderas que se unieron en el aire, formando un portal de magia arcana. Era la puerta hacia la máxima prueba.

 

- Recuerda Gatiux, tu astucia es tu mejor cualidad. Anda, conquístala.

 

Le dio un abrazo con la cajita en una de las manos. Sabía que era una suerte de adiós, pero que en algún momento se cruzaría con ella. No hacía falta ser vidente para saberlo.

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Gatiux inclinó la cabeza para agradecer las palabras de Rosalia, y en cierto modo esconder brevemente el sonrojo que había acudido a sus mejillas. No todos los días se recibía un halago así de alguien tan poderoso como era uno de los Arcanos de la Universidad. Sonrió al tiempo que agachaba la cabeza, e intentó recuperar la seriedad una vez terminó la reverencia, pero fue prácticamente imposible. Permitió que la sensación de orgullo la embargara por un instante.

Los ojos amarillos de la banshee observaban con atención cómo las enredaderas salían de la vara de la Arcana, crecían y se entrelazaban para formar el Portal Mágico que tendría que traspasar. El corazón dobló su intensidad, por el nerviosismo, o por pura expectación de no saber lo que pasaría una vez cruzase por éste. Exhaló aire mientras movía las extremidades en un intento por relajarlas, enfocándose en lo siguiente, vaciando su propia mente para lo que estaba por venir.

El abrazo de Rosalia le había infundido nuevos ánimos.

Cerró los ojos por un instante, mientras se recordaba a sí misma que lo vivido y lo aprendido le ayudarían a completar la prueba. Sólo debía de procurar no perderse por el camino, puesto que la Legilimancia era una habilidad complicada en extremo y siempre había un riesgo mayor que el mago que la practicaba debía de asumir. Avanzó lentamente, pero segura hacia el portal, que desprendía una luz brillante y blanca. Al principio sus pies tocaban suelo y luego...

****


El portal le escupió en una calle vacía. Pese a la soledad, no pensemos en un callejón lleno de basura infecta con ratas corriendo entre cubos de basura. Era simplemente una calle vacía, pero bien pavimentada, con cuidados setos frondosos y coches aparcados en una dirección de la calle. Coches caros y europeos, a juzgar por la pequeña bandera azul con estrellas en círculo.

No tenía su aspecto habitual, si no el de una mujer de mediana edad, alta, delgada, de cabello negro azabache bien peinado y los ojos azul celeste. Ni rastro quedaban de sus pantalones ajustados o sus botas, llevaba un vestido de raso rojo debajo de un abrigo oscuro y unos tacones negros de suela roja. Solo el collar y los pendientes valían más que algún país pequeño del hemisferio sur. Cuando metió la mano dentro del clutch encontró dinero en efectivo y su varita entre otras pertenencias.

Unos pocos metros por delante encontramos la entrada de un suntuoso hotel, de esos que tienen aparcacoches uniformados, un botones que te acompaña hacia donde quieres ir y hasta un guardia armado en la puerta con cara de pocos amigos. La palabra "lujoso" está por todas partes. El sitio está ostentosamente iluminado.

Gatiux se aproxima a la entrada a paso tranquilo. La mirada que le dedica al chico que le abre la puerta y se inclina con una pequeña reverencia es de fría indiferencia, sigue hacia delante por el espacioso hall, y gira a la derecha, hasta dar con la entrada del bar. Alguien le pide el abrigo en un susurro educado y hay más reverencias cuando se lo da. Toma asiento en una mesa y enseguida se acerca un camarero para preguntarle si desea ordenar ya y si espera a alguien más.

Espera a que sirvan su bebida y el camarero se va. Él está aquí, aquel al que busca, a quien lleva semanas hostigando. Procura no hacer nunca contacto visual con él. En lugar de eso, bebe y juguetea de vez en cuando con su teléfono móvil, procurando parecer una snob aburrida. Ha metido en el buscador de internet "bolsos de marca" y ahora hace scroll. De vez en cuando se asegura de que él sigue allí, con su socio. Felicitándose mutuamente por algo, chocando los vasos con líquido de color miel.

Se van. Gatiux tarda unos cinco minutos en abandonar el bar del hotel tras pagar y dejar una generosa propina. Se dirige hacia la recepción del hotel. Una solícita recepcionista le recibe con una gran sonrisa. Lleva alrededor de una semana hospedándose en el hotel y esa misma mujer la ha atendido en varias ocasiones.

- ¿En qué puedo ayudarla, señora Thompson?

- Hola querida, vengo a hacerte un pedido muy especial. -dijo Gatiux, procurando no parecer demasiado avergonzada- Necesito que me consigas algo.

- Lo que necesite.

- Me gustaría conseguir uno de esos uniformes vuestros.

- Señora Thompson, no podemos darle los uniformes a la clientela. Se formaría un escándalo si llegara a descubrirse que nuestros clientes se pasean como trabajadores del hotel. Y yo podría meterme en problemas si descubren quien se lo ha proporcionado...

- Oh, querida, no lo quiero para pasearme por el hotel. Quizás, pudiéramos llegar a un entendimiento... -Gatiux deslizó tres billetes del más alto valor con discreción- Verás, mi marido tiene cierta fantasía que a mí me gustaría cumplir. Por supuesto, todo sería muy reservado y no saldría de la habitación con el uniforme puesto.

Gatiux deslizó otros tres billetes poniendo el bolso por encima de estos. La recepcionista agarró los seis billetes y los hizo desaparecer al interior del bolsillo de la chaqueta. En dos minutos había ganado más que el sueldo de dos meses juntos. Si alguna vez uno de sus jefes descubría que se había saltado las normas de la compañía, podría decir que una de aquellas excéntricas ricachonas que se hospedaban en el hotel la amenazó con echarle encima a su propio guardaespaldas si no cumplía con sus demandas.

Aquella trabajadora se fue durante un momento, cuando volvió, llevaba consigo una discreta bolsa de color negro que no dejaba ver el contenido. Se la entregó a Gatiux y le deseó que pasara una buena noche con un guiño cómplice. La Malfoy subió a su habitación y se cambió, se quitó el maquillaje, las joyas y la ostentosa vestimenta para colocarse el uniforme. Peinó el cabello en una coleta baja y sus Louboutin los cambió por unos salones bajos. Guardó la varita entre la cinturilla de la falda, apoyada en su columna vertebral. Cambió ligeramente los rasgos para no ser "Samantha Thompson, ricachona hospedada en el hotel". Ahora era una mujer de rasgos normales, de esos que se confunden entre la multitud.

Mientras caminaba por los pasillos del hotel, como una empleada más, divisó a un "compañero" llevando un carrito de comida. Sacó la varita, lo desmayó y lo metió en el cuarto de las escobas. No pudo evitarla, ni oírla siquiera, porque los pasos quedaban amortiguados por la moqueta y la alfombra. Levantó el cubreplatos plateado, y descubrió una langosta abierta por la mitad junto a unas cuantas ostras. Perfecto.

Llamó a la puerta de una de las suites del lujoso hotel. Alguien contestó desde el otro lado con voz algo confundida, como si no esperara una interrupción de aquel tipo. A lo que la Malfoy respondió con un sencillo "Servicio de Habitaciones". Un hombre alto y con barba cerrada oscura le miró ceñudo cuando le abrió la puerta.

- Yo no he pedido nada.

- Me manda la dirección, para agasajar a uno de nuestros mejores clientes. -abrió la bandeja y mostró la langosta que olía de maravilla- Si no lo quiere puedo retirarlo...

- No, pasa, pasa. Sírvelo en la mesa, me vendrá bien meter algo en el estómago.

El hombre, en albornoz, se sentó en el lugar principal, presidiendo una larga mesa vacía. Gatiux sirvió la bandeja, y del carrito que había llevado hasta allí sacó una copa y sirvió un vino blanco que dejó en una cubitera. Puso también los cubiertos de plata, limpiándolos con una servilleta antes de dejarlos alineados sobre la madera. Y también sacó la varita en cuanto el hombre puso la vista sobre la langosta. John Doe fue a decirle algo a Gatiux y sus miradas se encontraron.

- Legeremens.

****


Un fogonazo de luz y luego la nada blanca. No había suelo, tampoco paredes o techos, sólo un gran espacio blanco luminoso e infinito donde flotar. No podía ir desplazarse hacia ninguna parte por mucho que moviera los brazos.

- ¿D-donde... estoy?

- Estás en el subconsciente de John Doe.

Una mujer de cabellos castaños se apareció justo al lado de donde estaba Gatiux.

- Y... ¿quien eres tú?

-Soy una recreación de tu propio inconsciente que creada por ti misma para cuando cayeras aquí. -le hizo un gesto con la mano para que se acercara- Ven, te explicaré lo que necesitas saber.

- ¿Tu eres yo sabiendo cosas que yo sé pero que no me acuerdo?

- Exactamente. Seré tu guía.

- ¿Entonces, si tu eres yo, por qué no te ves igual que yo?

- Has creado un rostro de rasgos amigables para no ponerte a la defensiva, como harías si te vieras de repente a ti misma.

La mujer cambió de forma, a la habitual de Gatiux durante apenas un segundo, luego volvió a tomar la forma de una mujer delgada de 40 años, de rostro dulce y ojos grandes. El cabello castaño caía en ondas por la espalda de la camisa blanca. Apreció la falda de tul negra que llegaba por debajo de las rodillas, con pequeños topos, y los bonitos zapatos de tacón, parecía una maestra y llevaba algo formal que se pondría ella misma para acudir a trabajar al Ministerio de Magia.

- ¿Cuanto tiempo tengo?

- Hasta que salgas a la ciudad.

La habitación tiene un oscuro suelo de madera laminado, un sofá en mitad de la estancia . En una de la paredes hay un armario blanco cuyas puertas tiemblan a intervalos regulares. La ventana que da a la calle permite pasar gran cantidad de luz. Al acercarse a la ventana se puede observar una pequeña ciudad llena de gente que sale y entra de las tiendas o va paseando por la calle. Una mujer camina sin premura con un carrito de bebé, pasa frente a la mesa de una cafetería donde hay un hombre que lee tranquilamente el periódico. En el extremo opuesto de la ventana hay una puerta de salida.

- Esta habitación representa tu propia mente, en ella el tiempo no transcurre, podemos hablar tranquilamente y John no está siendo consciente de tu presencia dentro, porque yo te estoy hablando de algo que tu ya sabes. -Gatiux miró hacia el armario, cuyas puertas vibraban- Ahí estás tu. No debes dejar que John Doe encuentre este lugar, si lo hace y abre el armario te perderás aquí dentro para siempre. Y tu cuerpo físico que te espera al otro lado se convertirá en un cascarón vacío, estarás viva físicamente pero no habrá nada.

Gatiux miraba por la ventana hacia los transeúntes que van de un lado a otro de la calle.

- ¿Quienes son todas estas personas?

- Son imágenes de gente real que John Doe conoce, también actúan como guardianes de su psique, si detectan que algo va mal, comenzarán a inquietarse y al final te atacarán directamente si te ven.

Allí estaba también, en algún punto, el puente comunicativo que había entrelazado entre John y ella. Lo sentía firme, fuerte e inamovible, pero también sabía que procesos mentales como aquel se tuercen cuando menos te lo esperas. Entre sus manos el anillo que le mantenía en contacto con Rosalia. Confiaba en sí misma lo suficiente como para no perderse, y que si las cosas se ponían negro azabache, la poderosa Arcana podría sacarla de allí como último recurso.

- Estas personas, ¿no te ven?

- Yo solo soy una proyección exteriorizada de tu mente, Gatiux. Podría ser sólo una voz en tu cabeza que te responde mientras tu hablas creyendo que es una conversación contigo misma. Podrías caminar sola y saber cosas.

- ¿Algo más?

- Si John Doe sospecha de que no eres alguien de confianza, puedes desmayar a su proyección aquí en su propia mente, y regresaremos a la habitación, pero los guardianes estarán alerta en la siguiente ocasión y puede que se echen encima de ti en cuanto te vean. Y hay una posibilidad de que John venga a esta habitación, y se quede en tu psique.

Concentrándose encontró la conexión, el hilo. Eran como las teclas de un piano cuya melodía estaba recordando poco a poco. En un parpadeo estaban dentro de un ascensor. Para ser una proyección mental todo parecía muy real. Incluso la melodía alegre que salía de alguna parte y la acompañaba planta a planta.

- ¿Vas a verlo con tu aspecto real? -preguntó aquella que no era Gatiux- ¿Por qué no pruebas el de su señora?

El aspecto de Gatiux cambió frente al espejo del ascensor. Tenía la apariencia de la mujer de Doe. Una despampanante mujer, alta, rubia, de labios finos pero con una gran sonrisa perfecta. Sus ojos verdes tenían una adorables motitas marrones repartidas por el iris, mientras que el borde amarilleaba. De nariz recta y alargada. Un vestido negro, ajustado y elegante a juego con unos zapatos de tacón altos.

Salió al vestíbulo y entró con confianza a la habitación. El hombre le sonrió y le pidió que acudiera hasta su regazo. Lo hizo con ademán de complacencia, abrazándolo por los hombros.

- He pensado que me gustaría lucir el anillo que me regalaste para la cena benéfica de esta noche. -decía- ¿Dónde lo tienes, querido?

- Está guardado en la caja fuerte, mi florecilla.

Gatiux supo que eso era lo que tenía que conseguir, el número estaba en su psique, el número que abriría la caja fuerte del mundo real. Solo tenía que sacar ese número de su mente. Necesitaba verlo allí mismo. Mostró sus manos, tocando con una de ellas el dedo anular, mostrando cierto anhelo por que la joya estuviera puesta en el dedo. Él rio entre dientes y levantó a ambos. Y mientras la alzaba en volandas, besó a su mujer. Sólo que ésta en vez de devolverle el beso, se había quedado paralizada con cierto horror. Y a partir de ahí saltaron todas las alarmas. Él la soltó en el suelo, primero apartándose y luego rugiendo con horror mientras se disponía a atacarla con las manos en W dirigiéndose a su cuello. Se había dado cuenta. No. No. ¡NO!

- ¡Desmaius!

Fogonazo en blanco. Vuelta a la habitación de madera. La proyección de su mente estaba a su lado, poniendo los ojos en blanco visiblemente decepcionada por el fallo que acababa de cometer. Un fallo de principiante a decir verdad.

- Ay, chica, no sé... ¿ahora eres una tímida doncella?

John había descubierto que algo andaba mal porque ella se había quedado congelada cuando le había dado un beso, en vez de recibirlo como hubiera hecho su esposa en la realidad. Había intentado estrangularla con sus propias manos en cuanto se dio cuenta de que algo fallaba. Y ahora se escuchaban unos pasos acercándose a la puerta de la habitación, aunque nunca llegaban del todo a ella. Era John, intentando acceder a su mente, ganar la batalla del vínculo que los unía, echarla de su mente.

- Me pilló... desprevenida.

Ambas pusieron los ojos en blanco por esa clase de respuesta. No era propio de su personalidad comportarse así, debían haber sido los nervios. Se estaba jugando todo a aquella carta y la misma tensión le había hecho fracasar. Necesitaba relajarse, dejar que las cosas fluyeran y balancearse al mismo ritmo.

Volvió a bajar a la calle. Pero esta vez no fue lo mismo. La gente no seguía su camino sin más, se giraban a mirar a Gatiux, aunque el aspecto fuera el de la mujer de John, los guardianes de aquella mente sabían que ella no pertenecía a ese mundo, o al menos lo sospechaban. Mientras caminaba, observando a aquellos que giraban sus cabezas hacia ella, tropezó y cayó suelo. Al levantar la vista encontró a una persona con la pierna estirada. ¡Se había caído porque alguien le había puesto una zancadilla!.

Fue entonces cuando un coche giró la esquina. Y se subió encima de la acera para atropellarla. Tuvo que girar sobre si misma en el suelo para esquivarlo. Se levantó y echó a correr. Alguien corría detrás de ella. Primero uno, después dos, luego parecía que cada vez que pasaba por el lado de alguien este dejaba lo que estaba haciendo para correr detrás de la bruja. Algo se estaba despertando en la mente de John. Querían expulsarla de allí.

Cuando llegó al hotel era una marea de gente la que la seguía. No supo como, pero logró que las puertas del ascensor se cerraran antes de que alguno pudiera meter una mano o el pie. Parecía un escenario zombie post-apocalíptico, se retocó el peinado y la ropa mientras subía a la habitación. Calmando su respiración agitada. Si volvía a fallar se quedaría allí dentro, estaba segura. Tan solo fluye. Suspiró.

La escena se volvía a repetir como un deja vú. Ella sentándose en el regazo de John, él llamándola "mi florecilla", y después los puso en pie mientras le daba un beso. Solo que ésta vez si estaba preparada, aceptó el beso y le sonrió cuando terminó. John, feliz como estaba, fue hasta la caja fuerte. Gatiux se puso detrás de él, fingiendo que no lo miraba fijamente, a lo que estaba haciendo.

7...3...1...9...6...4

La caja fuerte emitió un pitido, una luz verde le siguió y por fin se abrió. John le entregó el anillo a Lucy. Ella se lo puso mientras volvía a besarlo. Luego se excusó con que quería preparar la ropa para la fiesta para meterse en la habitación sola.

****


No le costó trabajo salir de la mente de John Doe. En todo momento podía sentir la conexión, el puente comunicativo entre ambas mentes, entrelazado en un intercambio de información, aunque sin duda la suya había sido muy provechosa. El hombre no había logrado expulsarle ni dejarle como un cascarón vacío por lo que lo consideraba una victoria.

Ambos se habían quedado detenidos en el tiempo, mirándose durante un segundo que se había estirado hasta el infinito. Y ahora, en el mundo real, ambos se empujaron al mismo tiempo. John Doe fue a por su pistola que estaba en la mesa de al lado, pero Gatiux tenía su varita empuñada, así que lo desmayó y le hizo tomar un líquido que olvidaría todo lo sucedido, y todo lo que relacionado con el anillo desde su robo al primer propietario hasta el momento actual.

Pulsó los números 731964, y la caja fuerte se abrió. Cogió el anillo de la misma y se lo guardó en el bolsillo. Antes de irse, dejó la habitación sin rastro alguno de lucha, o de que alguien hubiera estado allí. Tumbó al hombre en la cama y se llevó el carrito con toda la comida. Aquello no llegaría a ser ni un sueño para él.

- No me puedo creer que alguien que toma tantas precauciones para pasar desapercibido ponga la fecha de su cumpleaños como código de la caja fuerte.

Era un chiste malo, como si su karma se estuviera riendo de ella. Pasar por todo aquello, seguirlo durante semanas, averiguar dónde se escondía, una coartada para llegar hasta él... TODO, incluso aprender Legilimancia, para que el código de seguridad fuera lo más simple del mundo después de "123456". Tenía que reconocer lo gracioso del asunto. Soltó una carcajada. Podría haber robado aquel anillo sin la necesidad de aprender Legilimancia, simplemente colándose a hurtadillas cuando durmiera y probando el código más obvio.

Sin embargo la vida estaba echa de pequeñas bromas que te sorprenden para bien. Y en el camino había aprendido más de lo que nunca hubiera imaginado. La Legilimancia no sólo había sido un bien necesario, si no algo que servía para conocerse a uno mismo bajo las capas mentales que rodean a uno mismo y se trenzan con la de los demás.

Una vez fuera notó que otro anillo, el que le había dado Rosalia antes de que cayera por el portal estaba cambiando, aquello empezó a formar parte de su ser, vinculándose con su espíritu y con lo que ella significaba. La chuchería que había robado perdió todo significado, esto era lo verdaderamente importante. El portal tiró de ella hacia arriba, y le hizo volver junto a la Arcana.

Gatiux le sonrió a Rosalia, se sentía exultante.

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Como siempre, Rosália miraba todo desde la punta de la pirámide. Estaba fascinada por la interpretación de Gatiux sobre la prueba de la habilidad. Claro, porque, en realidad, la última parte de la prueba (aquello que existía tras el portal) no era otra cosa sino la cristalización del inconsciente latente. La prueba es la extensión de la persona dentro de ella. Sin embargo, eso no la hacía menos real. Al contrario. Eso fue justamente lo que le ocurrió a la Malfoy.

 

Toda la prueba de Gatiux se desarrolló como dentro de un sueño, dentro de otro sueño.

 

Se había aparecido así sin más en un escenario. Los rostros con los que ella se había encontrado en un inicio eran familiares, conocidas, o contactos esporádicos con los que tuvo la fortuna de encontrarse. Luego, la proyección de John Doe eran los fragmentos con los que ella se había vuelto a sí misma en las diferentes conexiones de legilimancia. Tal como siempre decía, la habilidad no es simple. Uno adquiere cosas, pero nunca las que esperaba. Y deja, las que capaz no quiere.

 

Ver los ojos a través de tu propia consciencia es un truco mortal. Protegerla de una posible invasión, el camino más sabio.

 

Ser metódica, astuta y aprovechar las brechas de la mente eran las claves para un uso particular y Gatiux, saliendo del portal con el anillo de la habilidad entrelazado era prueba de ello. Pero no sólo con una habilidad nueva, sino con la información valiosa de una cierta caja fuerte. Seguro le daba nuevas ideas.

 

- Felicitaciones, querida. Cuando me necesites, sólo haz sonar este cascabel y estaré al instante. Pero prométeme que será sólo por aventuras, o para tomar el té, me da igual –sonrió cómplice y le guiñó el ojo.

 

Esperaba que algún otro discípulo pueda proponerle una aventura igual de emocionante como Gatiux.

 

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