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Lago negro


Eva Harton
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La escuela era un castillo enorme que ya había hecho perder a Eva unas cuantas veces y eso que solo hacia unos días que había llegado. No tenia paciencia para aprenderse los caminos que cambiaban a diario, aunque lo había intentado unas cuantas veces hasta que se formulo un mejor plan. No hacia falta conocer todo el lugar para encontrar a Rebecca. Ella siempre estaría cerca del lago o algún sitio donde hubiera agua. Todavía no se acostumbraba a tener que recorrer medio lugar para verla. Se fue acercando al lago donde esperaba verla, teniendo la esperanza que no estuviera nadando en el agua helada. Hacia mucho frío.
-Estas loca si piensas nadar, mi amor -Dijo viéndola sentada a orillas del estanque - Dicen que hay un monstruo gigante en las profundidades...pero es inofensivo y lo dejan vivir -Eva se quitó el bolso que traía colgado y sentó al lado de la castaña -¿Sabes en quien me la pase pensando el día de hoy en la clase de Pociones? -Se río asintiendo con la cabeza -Si, en Meli. No podía dejar de imaginar su rostro viendo a todos los alumnos sobre sus calderos. Habría explotado el aula, estoy segura.
Eva volvió a reírse mientras abría la mochila para extraer un libro envejecido de lomo decolorado. Le había costado una espera de una hora hacerse con el libro para poder sacarlo de la biblioteca. No era la gran cosa, pero tenia hechizo sencillos que podrían practicar sin ocasionar problemas graves. Lo abrió en la pagina donde mostraba formas de comunicarse a distancias largas. El único problemas que le había encontrado, era que no especificaba si las personas debían estar en el mismo continente.
-Mira... ¿Crees que podríamos mandar un mensaje sin levantar sospechas? -Preguntó, señalándole con el dedo la parte de la hoja apergaminada, donde describía con tinta negra apenas legible, la extrema concentración que se necesitaba a la hora de pronunciar el conjuro -No parece ser tan difícil.
La castaña se quedo mirando con detenimiento el bello perfil de la Franklin antes de apartar la mirada y volverla a posar sobre el libro. Su animo alegre sufrió un revés. No quería pensar en las eternas horas que pasaban separadas, cada una metida en clases diferentes con chicos desconocidos que no volverían a ver, tan solo para adquirir un aprendizaje mágico que resultaba, para Eva, muy extraño y caótico, la mayor parte del tiempo. La impaciencia por cumplir su objetivo y regresar a casa con su familia le causaban una insoportable ansiedad.
-Olvídalo, es una tontearía -Dijo esperando no sonar molesta mientras cerraba el libro y lo guardaba en el bolso - ¿Quieres caminar?

 

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Rebecca no soportaba aquél lugar, y entre más pasaba el tiempo, más atrapada se sentía. Las habilidades que le habían ayudado a sobrevivir durante toda una vida parecían haberse sumergido en un gran letargo y la única magia de la que podía rodearse era absolutamente ajena a todo lo que sabía. Tenía que aprenderlo todo de nuevo, y aunque al principio había parecido emocionante, la falta de respuestas, junto con el paso de las horas que tenía que pasar lejos de Eva, lograban menguar su paciencia. Algo que no era nada propio en ella.


Sumergida en sus pensamientos, con la mirada perdida en la imperturbable superficie del lago, no logró darse cuenta del momento en que la Harton se aproximaba. No obstante, la sorpresa le arrancó una sonrisa y, a su mirada, un brillo de vida.


No pensaba hacerlo —respondió, exhalando después un resignado suspiro —, mi termostato interno no está funcionando del todo bien. ¿No se supone que... —negó con la cabeza, haciendo a un lado sus replicas. Sintió a Eva sentarse a su lado e instintivamente se aproximó, recargando su hombro en el de ella ansiando el contacto. Sonrió apenas la escuchó mencionar al "monstruo" —Es un calamar gigante —le indicó, asintiendo —, te sorprenderías de toda la fauna marina que hay bajo las aguas de este lago, es impresionante.


Sin duda, aquélla era la única cosa que la castaña deseaba aprender y la única, también, para la cual no había clase alguna dentro del inmenso castillo a su espalda. El interior de ese lugar le daba repelús, pero había un par de cosas que incluso, aún dentro de ese montón de frías paredes de piedra, le parecían fascinantes... aunque eso no bastaba para mantenerla cinco minutos dentro en cuanto comenzaban las horas libres.


—¡En Meli! —respondió a la pregunta de la Harton, uniendo su risa a la de ella mientras plasmaba en su mente la escena que, sin duda alguna, aquélla bruja habría causado —. Tampoco puedo dejar de imaginar a Moth volviéndose loco en los invernaderos de aquí, no puedo esperar a contarle aunque... seguramente me hará robar retoños y raíces apenas lo haga.


Rebbeca se fijó en los movimientos de su esposa, observando atenta la forma en como examinaba el libro que había sacado de su mochila y se le marcaban un par de líneas en la frente mientras concentraba sus pensamientos en algo que, Beck podía comprender, iban mas allá de tratar de traducir correctamente las palabras que letras formaban. Suspiró hondamente, dándose cuenta, una vez más, de lo mucho que la extrañaba durante las horas de estudio.


Trató de despejar su mente mientras ella misma trataba de leer lo que le mostraba en la página, sin conseguir tener una idea clara de lo que se suponía debía hacer aquél hechizo, pero cuando Eva comenzó a perder la paciencia, Beck solo tuvo que estirar la mano para tomar una de la suya y levantarla para depositar un dulce beso en ella —No es una tontería, yo también lo extraño... vamos a encontrar una forma de comunicarnos pronto —le prometió, tratando de apaciguar la ansiedad —. Debimos preguntar a Ziggy antes de mandarlo buscar información, pero nos las arreglaremos hasta que regrese ¿esta bien?


Beck sonrió, inclinándose lo suficiente para depositar un pequeño beso en los labios de Eva, apenas un ligero roce, antes de levantarse del césped y tenderle una mano para ayudarla a levantarse del suelo. Una vez de pie, le arregló el cuello del abrigo, aprovechando para acariciar su mejilla en el camino —¿Qué lugar quieres explorar hoy, mi amor?





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Eva se dejo consolar, atendió el pequeño beso de su esposa antes de levantarse del suelo tomándole la mano y agarrando el bolso con la otra. Se zambullo en los ojos aguamarina sin poder evitar apreciar el amor que despedían. Tenia la mente dispersa con un montón de imágenes que se iban secuenciando como una cinta de recuerdos. Por supuesto que extrañaban a su hijo, pero también sabían que estaba en excelente manos. No habrían aceptado la misión si hubiera sido de otra manera.


-No se, me pierdo mucho y nunca llego a horario a ningún lado, pero caminemos a ver donde terminamos -Combinó empezando a caminar costeando el lago, sin soltarle la mano - Fue una bendición que hayamos encontrado a Ziggy. Su especie... por lo que pude entender, son súbditos de los hechiceros, así que podemos quedarnos con él un tiempo... la verdad es que no quiero encariñarme con nadie -Confesó mirando a Beck - Seria difícil decir adiós. Siempre es difícil esa parte.


Se detuvo para tirar contra su cuerpo a la castaña y levantar el rostro para besarla a gusto. No fue un beso intenso, pero si fue suficiente para calmar su inmensa y desbordada ansiedad. Al retomar el camino, Eva, podía sentirse mas relajada. El peso de las dudas que cargaba como si fuera un objeto pesado sobre los hombros, se había reducido por completo hasta desaparecer. Era lo que Rebecca provocaba en ella desde siempre.


-¿Hiciste algún hechizo?-Preguntó cambiando bruscamente de tema- No logro entender el concepto de canalizar la magia para que pase por este palito -Admitió sacando la varita del pantalón para dársela a su esposa - Es como una especie de amplificador que... -Se fue quedando callada al ocurrírsele una posibilidad - Debe funcionar como Justice -Continuó refiriéndose a su lanza - Ella canaliza la energía que se le trasmite y la amplifica... Entonces esta cosa debe funcionar igual.


Eva detuvo a su esposa, le quitó su varita y se alejo unos pasos hasta ponerse en frente de ella. Le sonrió con picardía, marcando sus facciones con una juguetona intención que sabia podía leer en su rostro. Apuntó con la varita al centro superior del abrigo de la Franklin, donde sabia que por debajo de varias y densas capas de tela, estaba e el corazón que le pertenecía.


-¿Probamos? -Desafió.




Editado por Eva Harton

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Rebecca no pudo evitar reír ante la declaración de la Harton, compartiendo su frustración de no llegar a tiempo a ningún lado. Había tenido la necesidad de pegar sus pasos a sus compañeros de casa para no correr riesgos de perderse en los indescifrables pasillos del castillo pero, aún así, demandaba un gran esfuerzo. Al menos ya se había aprendido bien el camino que siempre la traía al lago.
Juntas, caminaron por el borde del lago en dirección opuesta del castillo. Los ojos marinos de la castaña se perdieron en la frondosidad del bosque que comenzaba a unos doscientos metros de allí, escuchando los detalles que Eva había averiguado sobre la especie de Ziggy, el elfo doméstico que habían tenido la fortuna de encontrar.
Si, también escuché de ello, y si quieres mi opinión creo que es un poco denigrante, ¿no lo crees? —la mestiza había visto a la pequeña criatura hacer uso de poderes mágicos impresionantes, y el sólo hecho de imaginarlo sometido a ser simplemente un sirviente le provocaba una desazón —. No quiero darle ese trato, ni pretender siquiera que es "nuestro". Aprovecharemos su ayuda mientras esté dispuesto a ofrecerla ¿estás de acuerdo con eso? —preguntó, siempre pendiente de la opinión de su esposa — Tranquila, no nos quedaremos mucho tiempo, pero te prometo que hallaremos la forma de resolver cualquier situación.
Beck jamás abandonaba ninguna esperanza aún cuando supiese que no había manera de quedarse en Inglaterra por mucho tiempo. Al menos allí el peligro no era tan inminente estando en un país que se apartaba de las viejas tierras, pero las advertencias de su mentor habían sido claras: terminar la misión lo más pronto posible. Todos los pensamientos de la Franklin se disolvieron en cuanto sintió que la castaña tiraba de su mano para llevarla contra su cuerpo y le proveía de un momento dentro de aquélla burbuja fuera del espacio y el tiempo en el que solo existían ellas dos. Sus labios respondieron a los suyos con dulzura, para terminar en una sonrisa satisfecha cuando le sintió apartarse.
Unos cuantos nada más, pero ningún avance desde ayer —admitió, para ver después a Eva sacar su varita y tomarla entre sus manos cuando se la pasó. La mirada de Beck bajó a ella, deslizando las yemas de sus dedos por la superficie de la madera. Podía sentir una rara energía vibrar en sus manos, muy diferente a cuando sostenía su propia varita, como si a ésta le disgustara no estar en las manos de Eva. Se la devolvió en un instante, analizando las divagaciones de su esposa sobre su funcionamiento —. Bueno, si... no suena descabellado. Pasa lo mismo con Rompeolas, quizás también deba pensar en usarla igual.
Rebecca sacó su varita del interior de la túnica que tenía sobre puesta a su chaqueta y la examinó hasta que la pregunta de Eva le arrancó de sus pensamientos. La castaña se había apartado unos pasos y sostenía su intrumento mágico levantado, dirigiendo la punta hacia ella; la Franklin puso los ojos en blanco, pero sonrió y levantó su varita poniéndose en guardia, aunque no dudó en bajar su mano un segundo después, desprovista de confianza.
—¿No crees que sería mejor probar en objetos? He visto cómo... —suspiró — no quiero hacerte daño por no saber cómo utilizar bien esto.

 

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Editado por Rebecca Franklin

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Eva sonrió a su esposa cuando vio que imitaba su postura de combate, e inmediatamente bajo la varita cuando noto un atisbo de preocupación que rondaban en los ojos aguamarinas. Ella sabia que no debían tomar a la ligera ninguna clase de magia existente en cualquiera de los mundos que coexistían, y mucho menos, la magia actual que no sabían hasta donde podía llegar a expandirse ni que tanto limitaba a la que poseían desde el nacimiento. Acortó los pasos que la separaban de su mujer para poder tomarla del mentón con la mano libre y darle un pequeño beso en los labios.


-Te amo -Afirmó mirándola a los ojos - Nunca podrías hacerme daño -Enlazo su brazo con el de ella para iniciar un nuevo camino direccionándose a la frondosidad que se veía en el horizonte opuesto al lago. Eva miro el agua oscura por ultima vez antes de darle la espalda con decisión. Podía ver las volutas de vapor que provocaba su respiración templada contra el clima frío, trayéndole recuerdos de las primeras nevadas neoyorquinas que había sufrido cuando se mudo a vivir a la ciudad - Retomando el tema de Ziggy... -Dijo rompiendo el placentero silencio que se había formado entre ambas -Estoy de acuerdo en aceptar la ayuda que nos ofrezca el tiempo como le plazca hacerlo. Se que nos beneficiaríamos de sus conocimientos.


A Eva le daba un poco igual que el elfo quisiera quedarse con ellas, o decidiera irse. Sabia que no se acostumbraría a depender de que alguien hiciese los quehaceres diarios por ella. Uno de sus defectos mas grandes, era la manía por querer tener el control absoluto sobre todo tipo de situaciones que se desarrollaban en su vida, y aunque de a poco con el pasar del tiempo había ido reduciendo la intensidad de esas emociones negativas, seguía experimentando episodios donde se ponía muy intolerante con respecto a las cosas mas simples que se escapaban de su control.


-Mientras estemos aquí... Averiguare sobre... -Eva dudó de empezar una conversación sobre el delicado tema que venia rondándole la cabeza desde hacia unos días- la concepción -Finalizó sonriendo, entendiendo que el tiempo que pasaban juntas actualmente era escaso para ahorrarse de palabras -No ahora mismo, tranquila -Le apretó el brazo con suavidad - pero debe haber expertos en esta lugar que pueden ayudarnos con nuestro deseo a cambio de un poco de dinero y si tenemos suerte, no tendremos que recurrir a ninguna cosa extraña. ¿Estas de acuerdo en que me encargue de eso, mi amor?


Adentrarse en el bosque fue para Eva ingresar a un lugar donde se sentía cómoda. Los arboles estaban separados entre si, dejando una variedad de senderos diferentes para recorrer, que mostraban el habitual cuidado para no interrumpir el paso. La castaña podía imaginarse que tal como pasaba de donde provenía, la espesura de las plantas y la claridad se irían cerrando a medida que profundizaban la exploración a pie. Los sonidos se volvieron mas profundos con el paso de los minutos. El bosque cobraba vida frente a los ojos de las chicas. Eva se soltó de su esposa para ir a tomar una piedra que ocupaba toda la palma de su mano y la dejo sobre un tronco caído, impregnado de vegetación.


-Muéstrame que aprendiste, Franklin -La desafió, parándose a un lado de ella.




Editado por Eva Harton

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Para su tranquilidad Eva comprendió. La castaña observó a su esposa relajar su postura, bajando la varita, y acercarse en cuestión de segundos para darle un beso que le provocó sonreír. No obstante, Beck también comprendía el entusiasmo de la Harton por aplicar los nuevos conocimientos que estaban adquiriendo, sobre todo después de haber visto un duelo mágico de exhibición en una de las clases. Había percibido como los ojos de su esposa habían centelleado de emoción, impaciente por medirse de aquélla forma, y la realidad era que ella misma lo deseaba también, pero una de las dos debía encargarse de que la prudencia siguiera con ambas en este viaje.


Te amo también, pero te estás olvidando de las hemorragias, fracturas y cardenales de los últimos ocho años —respondió sonriendo con picardía, mientras retomaban los pasos por un camino al azar que cada vez les acercaba más al bosque. Era muy habitual para ambas aplicar el método práctico en todo, y podría decirse que la competencia bélica, empujada por una fuerte rivalidad familiar, había sido un ingrediente importante en su relación desde que se habían conocido —¿o es que ya se te está olvidando quién fue la responsable de tenerte en cama una semana completa el mes pasado? Ya creo que te hace falta una tunda para recordarlo...


Rebecca miró de reojo a su esposa mientras se sumergían en un breve silencio que disfrutaron cada una a su manera hasta que Eva retomó el tema de Ziggy para zanjar el asunto. La castaña asintió en común acuerdo, lo menos que deseaba era hacer sentir a la criatura que aún les debía algo después de todo lo que les había ayudado, y no quería abusar de su gentileza. La única razón por la que permitía tanto era por su deseo de volver a casa pronto, reunir de nuevo a su familia, y tomar las vacaciones que había estado postergando desde su graduación, aunque ya comenzaba a olvidarse de eso.


No se había dado cuenta de que había estado caminando absorta en unos curiosos seres que sobrevolaban el bosque por encima de las copas de los árboles cuando la voz de su esposa comenzó a declarar en voz alta lo que le rondaba por la mente. Rebecca se sorprendió un poco, sin poder recordar la última vez que ella y Eva habían hablado sobre el tema, pero no podía negar que ya había comenzado a olvidarse de ello. Había comenzado a convencerse de que Eddie podía llenar por si solo la necesidad que ambas compartían por la maternidad y que no había necesidad alguna por buscar alguna vía alterna pero, al parecer, se había equivocado.


—S-si, está bien —accedió, sin ahondar más en el tema. Sin animarse a decirle que fuera precavida y que no se hiciera demasiadas ilusiones. Rebecca no soportaba cuando algo decepcionaba a Eva, pero jamás se atrevería a matar sus esperanzas; decirle que algo resultaba imposible era una contradicción viniendo de ella misma, de alguien que le había enseñado que esa palabra no existía en el mundo que compartían. Tal vez debía comenzar a recordárselo ella misma, pensó, sin saber en qué punto había comenzado a perder la fe que años atrás tanto le sobraba.


Sintió que Eva se soltaba de su mano, sacándola de sus pensamientos. La observó recoger una piedra mientras se daba cuenta de que ya estaban dentro del bosque. Rebecca aspiró profundo el aire que allí reinaba, fresco y perfumado, transportándola en un momento al hogar que habían dejado a miles de kilómetros de distancia. Ya podía sentir que al mirar entre los árboles podría mirar a las ninfas correteando, jugando a las escondidillas con los sátiros, pero las criaturas que habitaban aquél bosque no podían ser mas que diferentes a los que la castaña conocía.


¿Sabes cómo llaman a este lugar? —preguntó, mientras sacaba de nuevo su varita y se concentraba en la piedra que su esposa había acomodado sobre un tronco caído —El bosque prohibido. —agregó con misterio, sonriendo traviesa y lanzando una mirada cómplice hacia la Harton. Reviró su atención a la piedra e inspiró profundo, levantando la varita para apuntarle con ella; había un hechizo que deseaba practicar más que ningún otro —Morphos —exclamó, moviendo la muñeca de la forma que había practicado cada mañana.


Sobre el tronco, la piedra comenzó a vibrar mientras se transfiguraba y tomaba la forma de algo más. Algo con vida. Rebecca exhaló y sonrió satisfecha al ver a animalito, un pequeño conejo de pelaje gris y pecho blanco con las orejas aún muy cortas. Se acercó para agacharse y tomarlo en sus manos, acercándoselo a Eva para que lo acariciara.


—Creo que lo llamaré Rocky —decidió.




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Eva puso los ojos en blanco escuchando a su esposa hablar de la semana que estuvo recuperándose de las heridas que le había provocado un brutal combate acuático, con resultados catastróficos para su equipo. En su defensa, solo podía admitir que el cielo era su especialidad y no había previsto la entrada en acción de los hijos de Hipnos. La lucha había estado tan reñida que habían necesitado hacer un parón en las clases generales para que los heridos pudiera reestablecerse al completo. Ella había disfrutado del break aprovechándose de los tiernos cuidados de su esposa.


El tema quedo en el olvido cuando Beck le dio permiso para que averiguara los métodos de concepción que podrían ayudarlas a procrear un niño de ellas. Eva sabia los métodos que tenían los mortales para hacerlo, y también sabia los métodos divinos para hacerlo, pero se negaba a pagar lo que seguramente le costaría hacer aquel pedido. Tenia claro que el resultado lo valía, pero el pedido a su padre, seria hecho cuando todas las posibilidades fueran evaluadas y descartadas por su ineficacia. Dejó de pensar en aquello cuando su esposa parada frente a la piedra que había puesto sobre el árbol, le hacia una pregunta.


-¿Como? -Preguntó Eva, mirándola con atención. Acompaño la respuesta de la castaña con una sonrisa atrevida - Un nombre que llamaría nuestra atención... siempre -Admitió aplaudiendo con asombro cuando vio el pequeño conejo sobre el tronco - Es precioso -Se acerco a Rebecca cuando ella lo atrapo en sus manos y empezó acariciarle el suave pelaje gris - Yo se hacer uno destructivo -Se inclino para darle un besito en la cabeza al animalito -¿Te lo muestro?


Eva se alejo cuando recibió la afirmación de Rebecca buscando con sus ojos un objeto que fuera adecuado para poner en acción el hechizo. Encontró una serie de rocas de tamaños desiguales y fue apilándolas unas sobre otras poniendo debajo las que era mas grandes y arriba las que eran mas pequeñas. Con todo en puesto en su lugar, se alejo unos pasos del tronco poniendo una distancia prudencial entre ellas y el conjunto de pierdas.


-Trae a Rocky aquí -Indicó y espero hasta que cumplió su deseo antes de volver a concentrarse en lo que quería conjurar. Alzo la varita -Bombarda -Pronunció viendo como de inmediato la pila de rocas exploto produciendo pequeños pedazos de piedras que volaron en todas direcciones como una inestable lluvia. Eva dejo caer la varita para poner las palmas de su mano delante de ella, intentando que el aire le obedeciera para evitarles los restos de roca las tocaran. Su esfuerzo fue en vano. Sintieron los esquirlas de la explosión en sus ropas - Por los dioses ¿Estas bien? -Preguntó a su mujer sin ocultar su molestia.


Un bicornio apareció en el claro donde estaban, atraído por la curiosidad del ruido que habían provocado. Eva cruzo una mirada con Rebecca, sin saber como tomar exactamente esa intromisión.

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El pequeño animalito pareció encontrar toda la comodidad que necesitaba en las manos de su creadora. La Franklin advirtió que, tras un breve momento de inquietud, el tierno conejo se relajaba con las suaves caricias que ambas chicas le proveían y muy pronto se quedó quieto. La castaña se lo pegó al pecho de forma protectora al escuchar a su esposa que ella había optado por aprender hechizos más ofensivos, pero en cuanto se inclinó para besar al animalito se relajó al ver que no tenía intenciones de practicarlo con él.


—Sí, muéstrame —respondió animada, para luego observar a la Harton preparar su objetivo. Así, mientras ella apilaba un conjunto de piedras sobre el mismo tronco caído, Beck se dedicó a proveerle mimos a Rocky. Una sonrisa se le había dibujado en los labios pensando en hacer aquél acto de magia frente a su pequeño Eddie cuando regresaran junto a él, ya imaginando la tierna expresión de asombro y emoción que pondría al ver al pequeño conejo. Una mascota ideal para un niño que pronto estaría cumpliendo sus tres años de vida.


Rebecca levantó la vista hacia su esposa cuando le pidió que fuera a su lado. La Harton había terminado de preparar su objetivo y la castaña caminó hasta posicionarse junto a ella resguardando a Rocky en sus brazos. La mestiza se encogió instintivamente al escuchar la detonación que provocó una lluvia de polvo y esquirlas de roca que terminó en buen parte sobre sus ropas. Había sido una estupenda demostración de habilidad destructiva pero la castaña hizo una nota mental para alejarse un poco más en la próxima.


Estoy bien —respondió, mientras se sacudía el polvo de encima. Levantó la vista hacia su esposa pero su mirada se detuvo en la presencia que incursionaba en el pequeño claro del bosque y notó cómo Eva seguía el curso de su mirada para descubrir también a la criatura. El cuerpo de Beck se tensó, llevando en automático una mano a su cabeza para tomar la peineta que debía haber aparecido en su cabello y que tenía la particularidad de convertirse en un arma de combate, sin embargo no la encontró allí —¿Crees que sea... hostil?


La criatura andaba en cuatro patas y tenía una apariencia mezclada, similar a un caballo y una vaca, sobresalían de su cabeza dos cuernos largos, ondulados y puntiagudos. Sus ojos, completamente negros, mostraban simple curiosidad al mirar a las dos mestizas. Beck se tenía que recordar constantemente que en ese nuevo mundo la existencia de las bestias no se reducía a la exterminación de una raza y que vivían como parte del mundo natural que les rodeaba. No estaba allí para hacerles daño. Era muy posible que las intrusas dentro del bosque fueran ellas y no aquélla criatura.


Hola, soy Rebecca, tu... ¿puedes entenderme? —el silencio respondió su pregunta y se sintió un poco tonta, pero no se hubiese podido ahorrar el intento. Generalmente, en casa, la Franklin podía comunicarse con caballos y pegasos, y aquélla criatura, que parecía ser parte caballo, debía por lo menos asentir o gesticular alguna cosa, pero al parecer no funcionaba de tal forma.


La mestiza trató de recordar si había leído de alguna criatura parecida en el bestiario que se había pasado leyendo el día anterior en la biblioteca del castillo. Era un poco difícil pues no todos los nombres contenían imágenes, pero recordaba haber leído sobre una bestia de dos cuernos —Bicornio... cuerno de bicornio para pociones de múltiples jugos, no... multijugos —recitó, girando su rostro hacia su esposa, que la miró sorprendida. Rebecca deformó su expresión con un gesto ofendido —. Si pongo atención a los estudios ¿de qué te sorprendes tanto?


Al parecer, el interés del bicornio en ellas desapareció al sentirse descubierto porque comenzó a moverse para dar media vuelta con la intención de volver por donde había llegado. Rebecca rápidamente acomodó a Rocky en sus brazos y tomando de nuevo su varita deshizo el encantamiento con un Finite Incatatem para convertirlo la roca que era antes, y la cual guardó en su bolso. Rocky no sería Rocky si no provenía de la misma roca. Posteriormente, comenzó a caminar en dirección al lugar donde el bicornio ya desaparecia, aunque después se detuvo para mirar a su esposa.


—¿Si vamos a seguirlo, no? —preguntó, por si no estaban pensando lo mismo.




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-No lo se -Contestó la castaña acuclillándose para tomar la varita del suelo. Quito el polvo que le había quedado en el cabello, tirándolo para atrás evitando que le molestara en el rostro. La tensión de las mestizas era palpable. Se encontraban desarmadas contra el intruso de cuatro patas. Pese a que no era del todo cierto. Tenían las varitas mágicas para defenderse, no obstante estaban acostumbradas a entrar en combate con armas y habilidades contra cualquier enemigo. Años de entrenamientos las habían hecho desconfiar hasta de su propia sombra.


Rebecca pasando el primer sobresalto, intentó hablarle al animal para comunicarse. De donde venían era una habilidad común hablar con algunos anímale, en el caso de ella, podía hacerlo con todo aquel que tuviera parte de equino en su adn. El caballo de dos cuernos, no pareció entender en ningún momento nada de lo que le habían dicho. Eva no pudo ocultar lo sorprendida que había quedado al escuchar que su esposa conocía el nombre del animal y hasta sabia que parte de él se utilizaba para elaborar pociones. Sonrió gratamente encantada con esa faceta de empollona que había brotado inesperadamente.


-Me sorprende que recuerdes eso -Confirmó acariciándole el brazo con el cual sostenía a Rocky -Si me hubieras preguntado a mi probablemente te habría dicho que no tenia idea de su nombre, pero habría agregado que el bicornio era un sombrero que usaban los mortales en su equipamiento militar... -Hizo un guiño - ¿Nada mal, no?


El Bicornio demostró aburrimiento emitiendo un relincho, previo a darse la vuelta y empezar a caminar regresando por donde había aparecido. Eva se encogió de hombros, mirando a su alrededor para buscar mas piedras y practicar unos cuantos hechizos mas. Beck, por otro lado, tenia planes diferentes. Re convirtió a Rocky en una piedra, antes de disponerse a seguir al animal. Eva accedió al pedido de su esposa caminando delante de ella en la dirección que había tomado el caballo. No solía ser de las que se negaban a los deseos de su esposa. Le gustaba complacerla, hasta en las pequeñas cosas.


-¿Si nos lleva a una trampa? -Inquirió mirando hacia atrás para verla. Iba unos pasos delante de Beck, marcando el ritmo - No estamos hábiles con estas armas como para entrar en combate -Admitió volviendo la mirada al frente para ver a lo lejos al animal desapareciendo de la vista, entre unos arbustos frondosos - Apurémonos, Napoleón salió de nuestra vista -Eva acelero sus pasos hasta llegar a las plantas por donde había pasado el bicornio, se puso la varita dentro de la manga del abrigo, previo a empezar a correr las plantas con sus manos para abrirse camino - Veo poca luz a partir de aquí -Explicó, a medida que se adentraba en la frondosidad. El bicornio no parecía haber tenido problemas en pasar por ese camino, pero a ellas se les dificultaba con las ramas tarándoles de sus capas de ropa.


Diez pasos después, Eva noto que el camino empezaba a ser en bajada, así que fue con mas cuidado intentando adaptar sus ojos a la opacidad que se había vuelto el recorrido. La frondosidad termino abruptamente convirtiéndose en arboles distanciados y de aspecto tenebroso. Los sonidos se habían vuelto mas profundos y apagados. El Bicornio parecía a verse esfumado.


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-¿Recuerdas el hechizo para prender la luz? -Preguntó la mestiza en susurros. Recordaba a Meli haciendo hechizos a cada rato por cualquier cosa, pero no podía recordar que usaba para la dar luz... pero si el que usaba para hacer fuego - Déjame agarrar una rama -Dijo buscando una rama en el suelo que fuera larga para usar como antorcha. En un bosque, no le fue difícil hallar un pedazo que cumplía con todos los requisitos que quería - Templum Incendere -Invocó esperanzada. Su varita empezó a temblar en su mano, con una vibración extraña y a despedir luces de color violeta -¿Que le pasa? -Cuestionó soltando la varita que se había vuelto caliente al tacto.




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