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Adivinación


Leslie Ashryver PB
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El australiano volvió a observar su taza mientras la actividad seguía activa. Miró para su profesora esperando nuevas instrucciones, se sentía como en sus antiguos años en Hogwarts cuando las clases se ponían demasiado silenciosas porque algunos profesores eran capaces de mantener el silencio en el aula solamente con una mirada. Tal vez deberían seguir mirando la taza hasta descubrir nuevas formas en ella, no estaba completamente seguro.

 

Aquello de la Adivinación era todo un misterio. A pesar de que había creído ver formas suficientes como para decir que, por lo menos, tenía cierta predisposición a ser un buen adivino, quería seguir mirando buscando alguna otra forma que se le hubiese escapado en primera instancia. Ciertamente, buscaba cosas que pudiesen resultar positivas para su futuro y aunque eso tal vez no fuese demasiado objetivo, era una manera de demostrar que siempre había sido un hombre optimista.

 

Ojeó la página del libro para ver qué dibujos eran los que parecían prever un mejor futuro. Por otra parte, el libro parecía no estar del todo completo, seguramente estuviese desactualizado. En las páginas aparecían muchas opciones diferentes, pero estaba convencido de que había más. Cada dibujo podía ser interpretado de una manera diferente, no todos los ojos veían de la misma forma las mismas cosas. Lo que para unos podía ser una nuez con alas, para otros podía ser una snitch dorada.

 

En todo caso, estaba contento por lo que había visto hasta ese momento. Pensaba en ello porque a pesar de que dedicó otros cinco minutos a mirar la taza, no encontró nada diferente. Empezó a soñarr en la bellota y en lo que significaba. Si de verdad le llovía oro... ¿qué podría hacer con él? Últimamente el mago estaba teniendo muchos gastos. Parte de sus ahorros se los estaba gastando en los colegios, no entendía como el Ministerio de Magia permitía esos precios.

 

Él, como Ministro de su país, haría que la educación fuese accesible para todos los magos dignos de ella.

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El ruido de los cascos sobre la piedra sonó con fuerza. La cabeza de un hombre apareció de repente en la clase de astronomía y, en un gesto impaciente, separó los gruesos cortinajes que la cubrían. Cuando la luz del atardecer entró en el aula, apoyó sus brazos en el alfeizar de la ventana y oteó en el interior.

 

- Lamento haber asustado a su profesora, muchachos.

 

Su voz era ruda, gruesa, como se se espera de un hombre fuerte. A simple vista, su rostro y su torso desnudo, musculoso, no enseñó su naturaleza peculiar hasta que se irguió con un gesto de desagrado al husmear aquel ambiente cargado y maloliente.

 

- ¡Qué manía tienen los profesores de Adivinación de crear ambiente oscuro y espeso para dar sus clases - exclamó, claramente en una crítica hacia aquella clase. - Muchachos, aprenderán mejor si miran por la ventana y respiran aire puro que con ese aroma de incienso quemado. La noche es hermosa. La luna se verá en plenitud en unas horas y Venus se alineará con ella durante unos minutos. Será más interesante que...

 

Ahora, su silueta de centauro era muy visible en la ventana, su cuerpo de caballo pura sangre y su cara barbuda, que se confundía con lo que debiera ser la crin, oteaban las insinuantes estrellas de la noche que se acercaba.

 

- ... Que unos posos de té mal hervido en unas tazas que no predicen nada.

 

Sí, el Centauro Aldaron Passim demostraba la incredulidad que le producía aquella clase. No creía en la Adivinación. La creía una payasada, algo que no merecía tener crédito académico. Claro, que la opinión de un centauro no se tenía en cuenta en el recinto, tal vez por eso osaba interrumpir alguna que otra clase para mostrar su desacuerdo.

 

- Veamos, chico. Sí, usted, el que ve "un árbol, una lanza, una nube..." ¿Cree que eso le dice algo sobre usted o sobre alguien que conozca? La Adivinación es incierta, depende de la interpretación que le dé a esos dibujos que usted cree ver. Pero lo que para usted es un árbol, seguro que sus compañeros ven una roca o un oso o cualquier otra forma. He aquí el gran dilema de la Adivinación: ¿Las formas que describen esos libros son exactas o dependen de sus capacidad de asociación de imágenes con su propia experiencia? Si son capaces de diferenciar eso, puede que aprendan a creer en la Adivinación.

 

Su tono, sin embargo, les demostraba que él no creía. Su mente era demasiado racional para aceptar que los posos de un té le podían decir qué pasaría en el futuro.

 

- A ver, otro ejemplo. Su caso, muchacha... Un sol... Una araña... ¿Cree que es presagio de algo bueno o de algo malo? Si viviera en una sociedad donde el sol es tan peligroso que mata, como en un desierto, donde necesitan protección para soportar sus rayos, ¿mantendría su lectura de que es felicidad?

 

Dirigió una mirada algo irónica a todos, deteniéndose en el hombre que había susurrado "serpiente" como si fuera algo de lo que preocuparse.

 

- La única sincera ha sido esa chica, la de los ojos verdes. Es difícil de leer. Podéis aprender de memoria esos libracos sobre si un escarabajo anuncia fortuna o si una piedra en forma de luna anuncia desgracias pero, la verdad, es que la Adivinación es un cúmulo de sensaciones propias reflejadas en imágenes aleatorias para todos y que cada uno interpreta según su propia experiencia.

 

El centauro se permitió alejarse un poco de la ventana y dejar que la luz de la luna, que empezaba a imponerse en su reino nocturno, iluminara su cara barbuda.

 

- Por eso, yo soy escéptico, no creo en ella. Sólo uno entre un millón, puede hacer una profecía que puede ser certera. Prefiero los miles de millones de estrellas. Son muchas pero todas son infalibles.

 

Giró la cara hacia los alumnos dentro del edificio, esperando que salieran y contemplaran las estrellas y la posición de los planetas. Sin embargo, aquello no era una clase de Astronomía, sino de Adivinación.

 

- Sin embargo... Yo he sido testigo de una real y auténtica Profecía. No puedo negar que, al menos una Adivina, acertó en ella. - Una mirada ensoñadora apagó su mirada durante unos segundos. Después, pateó el suelo con sus cuatro cascos, levantando algo de polvo. Volvió la mirada hacia aquellos alumnos y sonrió:

- ¿Qué piensan de todo lo que les he dicho? ¿Saben leer las manos? ¿Creen que es más fácil que leer los posos del té?

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El Mago Oscuro era un hombre curioso, no cabía ninguna duda. Sin embargo, había preguntas de las que prefería no saber la respuesta. Una de ellas era... ¿de dónde venían los centauros? ¿Qué tan oscura noche en la historia de la civilización humana tendría que haber sido esa para que saliera un híbrido de esas características? Prefería no pensarlo, pero se imaginaba la respuesta. Daba igual lo que pudiera traer los libros, seguro que la mayoría de las cosas que se decían de los centauros era mentira, nada importaba.

 

No le hacía ninguna gracia recibir clase de esa especie de ser, bestia, criatura o lo que fuese, tampoco le interesaba.

 

En todo caso, estaba allí para aprender Adivinación y poder adquirir el conocimiento, quién fuese el profesor le daba un poco igual. Lo único que pretendía era poder adivinar el futuro, poder anticiparse, poder predicirlo y poder tomar alguna decisión en consecuencia. En todo caso, la gran mayoría de esos poderes eran una farsa. Si la adivinación existía realmente, ¿cómo era eso que no eran todos millonarios ya?

 

Prefería no pensar en eso, abrir su mente... No merecía la pena ser tan escéptico ahora que estaba tan cerca de aprobar. Por desgracia, pasar tanto tiempo sin tener nada que hacer en el aula le había hecho plantearse de nuevo cosas que creía olvidadas.

 

Le gustaba la idea de salir para fuera, así que nada más que tuvo oportunidad para hacerlo se dirigió camino hacía el lugar donde se encontraba el centauro.

 

¿Qué profecía? —preguntó con curiosidad caminando hacía él esperando escuchar la profecía real de la que había sido testigo. Si el australiano había sido testigo de una profecía real tendría que esperar para saberlo, había escuchado alguna pero todavía no se había cumplido. No sabía si las profecías tenían fecha de caducidad o fecha exacta en la que se harían realidad.

 

Negaba con la cabeza. No tenía ni idea. No sabía si era más fácil o más difícil, pero le había surgido una pregunta.

 

¿Se puede leer el futuro con las plantas de los pies? —cuestionó con falsa inocencia al centauro esperando que no se diese cuenta de que se estaba burlando de él, básicamente porque si era él quien debía de decir si aprobaba o no, no quería tenerlo en su contra.

 

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No supo lo que sucedió a la profesora, de un momento a otro, mientras miraban en las profundidades de sus tazas, ya no estaba allí. ¿Se abría sentido mal? Fue entonces cuando el sonido de cascos empezó a resonar por el pasillo ¿Un caballo? ¿Alguien cabalgaba dentro? No podía ser, tenía que haber oído mal.


Fue entonces cuando un hombre comenzó a hablar, al tiempo que descorría las cortinas que evitaban el paso de luz exterior. Las palabras del hombre, si bien eran realistas, le resultaron bastante chocantes, pues venía a contradecir todo lo expuesto previamente por la profesora.


Al ver la figura del centauro comprendió mejor el por qué, pues sabía que aquellos seres solían repudiar la adivinación, ellos utilizaban otros medios. No conforme con criticar las prácticas, empezó a cuestionarles lo que habían intentado ver. Primero a Nathan, luego a ella.


Se contuvo de responder, pues más que una enseñanza le parecía una provocación. La idea de felicidad en su vida era algo imposible de pensar y si leía eso era porque el maldito libro lo decía. Desvió la mirada para evitar irritarse, pues sentía el impulso de levantarse de su asiento y dejar atrás la clase.


Habló sobre las estrellas y eso le sonó interesante, pues si bien no sabía leer nada en ellas le fascinaba mirarlas. Mencionó una profecía y un compañero preguntó sobre ello, justo antes de que el centauro hablara sobre lectura de manos. Al hacerlo sus palabras le sonaron algo irónicas, aunque no sabía si era porque ya tomaba todo de él de mala gana.


No dijo nada, se quedó callada aguardando. Esperaba que en algún momento les fuese enseñado algo, ya que lo anterior “estaba mal”. Cerró el libro pedido por la otra docente y se dispuso a prestar atención a la charla.

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Debió de haber cerrado sus ojos un segundo más de la cuenta, puesto que la próxima vez que los abrió se encontró frente a un centauro dentro del recinto donde se estaba desarrollando la clase. No había ni rastro de la profesora y las hojas en su taza de té ya se habían secado; el resto de sus compañeros seguía allí, y al parecer más de uno había sido tomado por sorpresa por la presencia de quien parecía ahora haber tomado las riendas de la clase: ¿qué había sucedido con su profesora? Nada tenía sentido, y sin embargo la sorpresa era tal que había logrado espabilar por completo, centrando su atención en las palabras del ser.

 

Nathan se encontró a sí mismo asintiendo ante sus palabras, encontrándolas no sólo certeras sino bastante en sintonía con lo que él opinaba. Había algo en el deje de voz con el que el centauro entonaba sus palabras que le insinuaba reticencia y escepticismo ante la Advinación, y sin embargo el Weasley sabía de otras experiencias con aquellos seres que ellos también gozaban de predecir el futuro, aunque lo hacían con métodos un tanto más místicos pero menos... etéreos que los que su anterior profesora había procurado enseñarles.

 

Pues, si le soy completamente honesto, profesor, para mí todo esto es un tanto ridículo. No veo como leer las hojas de una taza de té, de manera tan imprecisa y con un método sumamente sujeto a la variabilidad, pueda de alguna manera dar indicios de cómo se desarrollará el futuro. – se encontró a sí mismo diciendo, y ante el tenor de sus palabras se logró a agregar. – Usted y sus iguales también buscan formas de predecir el futuro, ¿no es así? No veo como leer las manos pueda ser algo diferente, pero me intriga saber cómo piensa usted que sus técnicas y métodos pueden de alguna manera lograr lo que esto no..

 

Hizo una pausa, y sin embargo no creía haberlo cubierto del todo.

 

No quiero ser irrespetuoso. De verdad quiero creer en lo que esta clase propone, pero bueno, no he tenido razón suficiente para hacerlo hasta ahora...

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El primer alumno en salir era tan escéptico como él en cuanto al Arte de la Adivinación. También notó que no le gustaban los centauros, pero eso era algo que a Aldaron no le importaba. En conjunto, a él tampoco le gustaban los humanos. Ciertos humanos. Alguno le había sorprendido lo suficiente como para permitirse incluirlo en su círculo ecuestre, como algo parecido a un "amigo". El resto de humanos le eran indiferentes, al menos que le sorprendieran con alguna observación interesante. No fue el caso.

 

- ¿Profecía? Una sobre la guerra entre países, nada importante.

 

Por supuesto, nada importante para él; para los centauros, lo que hicieran los magos entre ellos, no eran de su incumbencia. Sus guerras eran nimiedades comparándolas con la historia de la Tierra desde sus orígenes.

 

- No sea iluso, muchacho, ¿cómo quiere leer nada en la planta de los pies, si los lleva calzados? - Contestó en un tono algo cansado. Era cierto que los humanos se comportaban como majaderos, pero es que, además, había olido un poco de burla en aquella pregunta. El Centauro no estaba allá para eso. - Los pies no presentan las huellas del suelo porque se cubren, se cuidan, se protegen... Nunca conocerá nada, ni bueno ni malo, de una extremidad que no toca el suelo con sus cascos.

 

Tal vez había exagerado un poco, sobre todo porque aquellos humanos no tenían la honorabilidad de tocar el suelo y protegían sus dedos como si fueran frágiles. Tal vez lo fueran y por eso tenían vedado el conocimiento de predecir el futuro, al menos la facilidad que poseían los centauros para ver lo que ellos ni imaginaban.

 

La muchacha parecía enfadada y no dijo nada, aunque sus gestos decían lo que su boca no se atrevía. El centauro pateó un poco en el suelo y la poca paciencia que solía tener desapareció en cuanto el otro muchacho le insultó.

 

- Quiero dejarle claro que los centauros no buscamos formas de predecir el futuro, le ruego no cometa el desacato de comparar la Adivinación con la respetable Astronomía. Nosotros leemos el futuro, porque éste está escrito en las estrellas. No predecimos sino que sabemos. Los magos siempre tan ignorantes.

 

Les dio la espalda a todos y se alejó despacio, haciendo ruido con sus cascos al golpear con fuerza la tierra.

 

- Supongo que su profesora les aprobará a todos. Pero eso no es problema mío. Veo que sus cabezas son tan cuadradas como la de ella.

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