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Maestría con Escobas


Maida Black Yaxley
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La ojiazul no pudo evitar una carcajada cuando le remitieron la lista de alumnos, sus tíos, de nuevo y Candela Triviani. Esa podía ser la receta para una poción desastrosa, y la Yaxley sabía de desastres, sin embargo, cuando tuvo que informar de su aceptación para dar la clase, juntó toda su habilidad histriónica en un rostro apacible e inmutable. ¿Qué podría ser bueno para tres personas que se la pasaban coleccionando aprendizajes. Era raro, muy raro, ver a un mago tan zen, por decirlo de alguna manera, como Orión, lidiando con asuntos como la velocidad de una escoba, o a la casi siempre presuntuosa Gatiux dejando que el viento la hiciera llegar a un sitio con la cabellera enmarañada cuando podía sencillamente aparecerse, pero bueno, hacía mucho tiempo que dejó de preguntarse los motivos de ellos dos. Les envío un mensaje sencillo que les pedía encarecidamente el uso de ropa cómoda para la clase, no quería que el curso de la misma se viese interrumpido por problemas de vestuario.

 

Ella misma se había obligado a la mañana siguiente, a vestirse con unos pantalones de buzo adecuados para la actividad, aunque no pretendía mover un dedo. Un silbato colgaba de su cuello y el cabello atado en una cola alta. Se encontraban en un viejo estadio de quidditch, eran sólo tres estudiantes por lo que un partido a toda regla parecía imposible. Al lado de Maida, en el suelo, ordenadas en fila reposaban una serie de escobas, cada una con un propósito distinto. El clima estaba siendo controlado por la profesora, emitía una vibra de perfecto día primaveral, con la suficiente cantidad de brisa para que no se sintieran sofocados por el sol de las dos de la tarde. Cuando menos se dio cuenta estaba sentada en posición de mariposa a la espera de los chicos, aún estaba determinando qué tan bien tomarían las cosas que había planeado para ese curso rápido, conciso y escueto para obtener el certificado de Maestría con Escobas.

 

En el lado de los aros de occidente, cada uno tenía unas cintas amarradas de colores: verde, amarillo y azul; los aros del otro extremo no portaban nada, en el medio del campo estaba un baúl que contenía las ya tan conocidas pelotas de quidditch, el deporte mágico por excelencia, y del que la bruja no disfrutaba tanto practicándolo como viéndolo, lo de ensuciarse no era lo suyo, jamás lo había sido. Pronto, notó la llegada de sus alumnos y les dedicó una sonrisa desde su posición en el suelo.

 

¡Buenas tardes y bienvenidos! —saludó cantarina— Seré su profesora el día de hoy y les he traído de obsequio esta hermosa selección de escobas para que escojan una el día de hoy: una hermosa Flecha de Plata, tiene puntos extra el que me diga quién la creó; tenemos también una Nimbus 1000, una 2000; una Cometa 260, una Barredora 5, meramente por cuestiones sentimentales y dos Barredoras 11. Antes de escogerla, díganme el motivo por el qué lo hacen y les diré yo qué hacer con ellas.

 

Se puso de pie y se colocó detrás de la fila de escobas, ansiosa por escuchar sus elecciones, no tan curiosa por el porqué.

 

Sé que algo de escobas tienen que saber, porque el curso no es Introducción al vuelo con escobas, así que...¡adelante, adelante! —dijo mientras aplaudía entusiasta.

 

@Gatiux

@Orión Yaxley

@@Candela Triviani

Editado por Nate Weasley

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Hacía un día maravilloso, primaveral y con buen tiempo. El sol sobre su rostro solía mejorar su humor de forma considerable. Alzó los brazos como un felino mientras cerraba los ojos y disfrutaba de la sensación cálida sobre su piel bronceada. Era el día perfecto para tumbarse sobre la hierba a no hacer nada mientras pasaban las horas y oías el canto de los pajarillos a lo lejos mientras disfrutabas del calorcito.

Pasar un día haciendo algún deporte tampoco era mal plan. Gatiux se alegró al ver el campo de quidditch.

Para aquella ocasión había elegido una sudadera de color rosa claro porque combinaba con su melena violeta a la perfección, unos pantalones ajustados pero cómodos, de color oscuro, y una sneakers blancas. Y no sólo porque su sobrina hubiera especificado en la carta que vistieran ropa cómoda, si no porque creía que aquel atuendo era perfecto para esa actividad. Aunque al lado de Orión pareciera diminuta sin sus habituales tacones. Se había atado el cabello en una coleta alta que decoró con un coletero rosa con lazo, de esos que estaban tan de moda aquellos días.

-Hola, Maida. -Gatiux saludó a su sobrina con una cálida sonrisa- Has elegido un bonito lugar para impartir la clase.

Gatiux miró las escobas que estaban alineadas cerca de donde ella se encontraba. Algunas estaban más nuevas que otras, pero ella tampoco protestaría si le daban una de las que parecían más antiguas, se había comprado una de las más baratas que ofrecía el Magic Mall por si alguna vez necesitaba de una en una misión y tenía tan mal aspecto como aquellas últimas.

- Yo me pido la Nimbus 2000, parece la más nueva de todas, así que supongo que alcanza mucha velocidad.

A más velocidad, más adrenalina. Los ojos amarillos de la Malfoy se dirigieron hacia los aros con cintas de colores amarradas. Luego volvió a poner la vista sobre las escobas. Si se caía desde lo alto conocía el hechizo necesario para parar la caída en el último momento. Se había lanzado desde torres altas hacia el suelo sólo por diversión, estuvo a punto de hacerse papilla en varias ocasiones, y otras tantas no paró la caída con la suavidad que se suponía.

La banshee se colocó al lado de la escoba elegida. Extendió la palma de la mano mientras ordenaba con voz firme «arriba». La escoba obedeció a la primera. Gatiux colocó los dedos alrededor del mango de la escoba y se montó en la misma. Empezó a flotar a medio metro del suelo mientras buscaba el equilibrio con el cuerpo.

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Ropa cómoda. La petición era simple y, para gusto de la bruja, un poco insistente; por esa razón se encontraba de brazos cruzados, de pie frente a su cama, intentando decidir entre un viejo uniforme de quidditch y unos joggins y buzo holgados. Ninguno de los conjuntos le convencía totalmente, y no porque no los considerase cómodos, sino porque después de tantos años de haber colgado la escoba y haber dejado los uniformes, a Candela se le hacía prácticamente imposible poder vestirse nuevamente de esa manera.

 

Todos tenemos traumas.>> pensaba mientras se aparecía en un viejo estadio de quidditch, lugar elegido para una clase Maestría en Escobas, algo lógico.

 

¿Qué tal? ―saludó con menos entusiasmo en el momento en el que vio las escobas en el suelo. ¿Qué esperaba? ¿Una clase de vuelo con paraguas?

 

Resultaba bastante ridículo que, habiendo sido cazadora de Slytherin durante dos temporadas en Hogwarts y haber jugado profesionalmente en dos equipos diferentes, no haya conseguido nunca la certificación del conocimiento que estaba por tomar. Pero es que luego de su graduación y tras toda el agua que había pasado bajo el puente, eso había quedado en un plano ni siquiera considerado, inexistente; la Saeta de Fuego, en las mazmorras del castillo Triviani, era testigo. O bueno, había dejado de serlo.

 

Supongo que podría elegir la Nimbus 1000. ―imitó a Gatiux con la mano para elevar la escoba. Ésta obedeció, Candela la puso en posición vertical y se apoyó en ella para esperar lo que seguía de la clase.― No hay por qué... ―terminó diciendo y se encogió de hombros al ver una extraña expresión en el rostro de Maida. Normal, seguramente esperaba de verdad que le diese un motivo por el cual escogía esa escoba. E igual la Triviani podría decirle que ese modelo había sido la primera escoba que usó en un partido de quidditch, pero ¿para qué revelar esos recuerdos que ya nada tenían que ver con ella?.

 

Y pues no, al final no había elegido ropa deportiva ni uniforme de quidditch para asistir a esa clase. Su vestimenta seguía siendo un vestido, sólo que esta vez lo acompañaba con unas calzas negras para el momento en que tuviese que volar la escoba -si es que lo hacía-, además de mantener su cabello atado en una cola alta.

Editado por Candela Triviani

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Me alegra mucho que te guste —saludó a su tía con una sonrisa y francamente agradecida de no tener sobre ella la mirada asesina de la Gatiux del mes pasado en Grecia—, pensé que vendrías con el tío, pero bueno, supongo que está en camino.

 

Y se tropezó con uno de los cincuenta mil imprevistos que le pueden suceder sólo a Orión Yaxley. Lo bueno es que tenía alma de gato, siempre, de alguna manera caía sobre sus patas, o mejor dicho, salía ileso de cualquier situación. Maida se aseguró los cabellos mientras Candela Triviani hacía su aparición, la ojiazul aún recordaba que la primera vez que se vieron casi queda empapada de una poción de muy dudosa consistencia y desde entonces había algo en la gitana que le generaba desconfianza. Eso y que no lograba definir de qué artimañas mágicas o femeninas —quizá una mezcla de ambas—, se había valido para ser conocida ahora por ser la madre de los hijos de su primo. Pero esa razón jamás la había exteriorizado. Por menos, era bonita. Y si, era un comentario muy superficial, incluso para Maida.

 

Fue gracioso que escogieran escobas muy alabadas por su velocidad cuando quizá esa era la cualidad que menos iba a importar en este juego para la tarde, pero era normal que dos brujas con sus antecedentes si antepusieran esa necesidad ante las otras. De llegar su tío, ya no le quedaban muchas más opciones en cuánto a modernidad. Las vio sostener sus escobas con facilidad, a ella, por mucho que lo intentara siempre le temblaba la mano para sostener el mango de la suya. Menos mal esta tarde no volaría, a menos que la situación resultara extremadamente necesaria.

 

Vamos a jugar un poco, no al quidditch, porque no sabría como arbitrar, además no somos los suficientes, pero...es una dinámica un tanto similar —explicó señalando los aros con las pañoletas—. Candela deberá desatar el pañuelo amarillo, y Gatiux el azul. Perdón, ya se conocen, ¿no?

 

Estaba segura que sí, sobre todo por la pertenencia al bando oscuro, sin embargo, nunca estaba de más confirmar nada. Aprovechando ese desliz, Maida sacó su varita y la blandió para aparecer cuatro vendas, entregándoles dos a cada una.

 

Se colocan una sobre los ojos y la otra la extienden, les ataré las manos —explicó con una sonrisa un tanto nerviosa—, en unos segundos vienen dos golpeadores de la selección de Bulgaria, favor especial, y bueno, ellos evitarán que ustedes logren el objetivo planteado. Tómense un tiempo para asegurarse que tienen el control de la escoba y procederé a atarles las manos cuando ustedes me digan. Mientras tanto, esperemos que llegue Orión y los jugadores. ¿Han oído hablar de la Saeta de Fuego Suprema? Supongo que sí, creo que vienen con esas. La idea de este juego es que sean casi uno con la escoba, sea cuál sea el modelo. Y no se preocupen, supongo que no les harán ningún daño que no se solucione con un sencillo Epsikey. Lo prometo.

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- Tu tío estaba durmiendo cuando salí de casa. -Gatiux se encogió de hombros- En esta época del año le domina el espíritu animal y a veces es imposible despertarlo.

 

Gatiux era de esas personas madrugadoras que se levanta con energía nada más abrir los ojos. Se ponía en marcha una vez se despertaba porque ya tenía la mente en funcionamiento, pensando en las miles de tareas que quería hacer en ese día. Se había acostumbrado a dejar a Orión allí durmiendo durante muchas horas más. Solía encontrarlo en la cocina preparando el desayuno cuando ella volvía de sus ejercicios matutinos. Pero si fuera por él se pasaría el invierno hibernando como un oso.

 

La Malfoy saludó con una sonrisa a Candela cuando ésta llegó. Últimamente no hacían más que cruzarse, llegando a preguntarse si sería algo casual o estarían bailando al son del titiritero que manejaba los destinos. Observó cierta tensión en los movimientos de la otra mujer, que ahora se afanaba en escoger una de las escobas que les ofrecía Maida.

 

- Sí, no te preocupes. Hace años que nos conocemos.

 

Observó entonces el paño azul, y para su sorpresa cómo hizo aparecer unas vendas que les entregaba justo en aquel instante. Frunció el ceño, pero pronto llegó la respuesta a aquella pregunta no formulada. Maida pretendía que volaran con las manos atadas y los ojos tapados mientras volaban en escobas y esquivaban a otros señores que irían con todos sus sentidos a por ellas. Por lo visto su sobrina quería matarlas.

 

- Una idea estupenda. ¿Nos ponemos tapones en los oídos también?

 

Puso los ojos en blanco. Había atado las vendas al palo de escoba y ahora inclinaba el palo hacia arriba para ganar metros de distancia con el suelo. Gatiux comenzó a volar en el aire con la escoba, ganando velocidad y reduciéndola, asegurándose de que sabía manejarla antes de privarse de cualquiera de sus sentidos. Dio un par de vueltas en el aire, recorriendo el campo, acercándose a los aros y cayendo en picado antes de corregir la dirección. Parecía fácil con todos los sentidos, pero sabía que en cuanto se pusiera la venda sobre los ojos no sería así. Mucho menos si también acababa con las manos vendadas.

 

- Sigo sin estar convencida con tu idea, Maida. Nos vamos a romper siete huesos por lo menos.

 

Se había quedado suspendida en el aire a pocos metros de su sobrina, a la que miraba con el ceño fruncido. Descendió el espacio que las separaba y puso la venda sobre los ojos para después juntar las manos frente a Maida para que ésta le amarrase las muñecas. Intentaría no ascender demasiado de primeras por si se caía.

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Los ronquidos de Orión retumbaban por TODA la torre de la Yaxley. El invierno había sido duro y necesitaba recuperar todas las horas perdidas durmiendo.

De repente se da vuelta, pasando uno de sus brazos por toda la cama buscando a Gatiux para abrazarla. El brazo en cambio se desplomó en el endredón y abrió los ojos con una calma que hasta a mí me da nervios de sólo imaginarla. Se acostumbró un poco a la luz que entraba por los ventanales de la torre. Bostezó y se sentó en el respaldo. Se rascó los ojos y frunció el ceño. No sabía en qué momento de la vida se encontraba.

 

Había una notita en su mesa de cama, debajo de sus lentes de lectura. Se los puso y leyó en voz alta.

 

- No te olvides de la clase de escobas –inclinó la cabeza a un costado y miró para arriba. Volvió a la nota y había un poco más-. La clase de escobas de Maida. La que nos anotamos el mes pasado.

 

Se quedó pensando.

 

- La clase de escobas… escobas… -se rascó la cabeza-. Oh, gracias Raikkonen.

 

El elfo de Gatiux se había aparecido con una taza de té humeante. Se había acostumbrado, un poco a la fuerza, a la idea de que hubiera un elfo LIBRE (al menos eso creía) dentro de la Manor. La pequeña criatura le dejó el desayuno a un lado y carraspeó.

 

- Me dijo la ama…

 

- Gatiux, en esta casa no existen los amos –le corrigió con paciencia. Aunque Raikkonen sabía que si llegaba a decirle Gatiux a Gatiux, bueno, no iba a contar el cuento.

 

- Que le diga que no se olvide de la Clase de Maestría en Escobas. Este traslador lo llevará al campo de Quidditch citado.

 

- La clase… -bebió un poco intentando recordar. Vio la superficie ambarina del té y vio su destino: llevándose por delante un cuervo. Abrió los ojos como dos platos enormes de porcelana fina-. LA CLASE.

 

Se levantó como resorte, se puso el conjunto chándal gris que usaba de entre casa, bebió otro poco de té, le agradeció al elfo, mordisqueó una tostada, se sacó las lagañas de la cara, se medio que puso las zapatillas y tomó el traslador.

 

 

- Aquí, estoy, llegué, sí eso –Estaba medio dormido y agarró la primera escoba que encontró, la Barredora, se empujó con los pies del suelo y se preparó para tomar la velocidad promedio de viaje en escoba para… bueno, ir a 2 km/ h casi-. Dime a quien y lo golpeo –dijo refiriéndose a los golpeadores búlgaros.

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Se permitió una risa. Por supuesto que volarían, ¿qué demonios haría allí sino?. Había una parte de la bruja que se rehusaba a montarse a la escoba, y otra que le instaba a hacerlo. Ese impulso que tenía en las venas y que, mucho tiempo atrás, había sacado provecho cuando se dejaba llevar por el deporte común de los magos y brujas. Sí, años.>> pensó cuando escuchó a Gatiux, pero no dijo nada.

 

Candela volvió a fruncir el ceño cuando vio aparecer a Orión, hacía bastante tiempo que no se lo cruzaba y era más seguro toparse con la Malfoy que con él, o con ambos. La verdad era que, pensándolo, no lograba encontrar a ninguno de los dos por separado. Iugh, seguro andaban muy juntitos para todos lados. Típico. Se preguntaba si Gatiux sabía del dragón de Sagitas.

 

¿Y se supone que no nos caigamos de la escoba, con esto? Pff... —de repente estaba prestado atención. La idea de tener que enfrentarse en total desventaja a un par de golpeadores, no era la mejor manera de comenzar esa clase. ¿Qué intentaba hacer Maida?. Tal vez quisiera matarla, no la culpaba, pero ¿a Orión y a Gatiux también?. Eran familia, ¿no?. Bueno, eso suponía.

 

Contempló la primera venda y, tras un suspiro, la colocó sobre sus ojos. No veía mucho, podía distinguir pequeñas lucecitas filtrándose en la tela y manchas oscuras que, adivinaba, se trataba de ambas mujeres -por el lugar en que las había visto por última vez. Se quedó callada, desde luego.

 

¿Alguien recuerda hacia dónde estaban las cintas de colores? —estiró las manos mientras intentaba recordar lo más que podía del estadio. No se había fijado bien en los aros, ¿de un lado o de otro?. Si salía de allí, se aseguraría de hacerle pasar por algo similar a la ahijada de su tía.— Pañuelo amarillo...

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Oye, la verdad lo de los tapones de oído no está mal... puso sus dedos sobre sus labios y el rostro pensativo, cómo si realmente estuviera sopesando la idea, bueno, está bien, no les ataré las manos, así que sostengan bien la...

 

Pero se vio interrumpida justamente por su tío. No pudo contener la risa cuando lo oyó todo acelerado. Le había tocado la Barredora, aunque no estaba segura de que él hubiese escogido esa escoba de haber llegado primero, pero bueno.

 

¡Chicos! gritó haciendo una especie de cono con sus manos, se le había olvidado el Sonorus, pero bueno, los dos golpeadores aparecieron volando por los aros dónde estaban las cintas, las chicas no los habían visto aún y Orión aún no tenía las pañoletas para vendarse los ojos Pues ya está, les presentó a Vladimir y Dimitar, ehhh, ya tendrán tiempo de hablar, no se preocupen. Diviértanse muchachos, intentemos no morir en el camino, peeeeeeeero y si, había hecho énfasis en la "e", sólo por precaución...

 

Blandió la varita para aparecer un inmenso colchón de aire en toda la superficie del campo de Quidditch, grueso de al menos metro y medio, lo suficiente para mantenerse a salvo si así lo requería el movimiento. Aunque tuvieran control manual de la escoba, era lógico que se sintieran confundidas sin el sentido de la vista. ¿Podían hacer trampa? Sí, claro. Es decir, aquello era Maestría de Escobas, lo que significaba que ya tenían conocimiento previo de sus usos y sus variedades, esta clase magistral, por decirlo de alguna manera, era solamente para afianzar esos conocimientos y que sean capaces de identificar sus falencias como conductores.

 

No sé prrocupen dijo Dimitar con un acento realmente muy marcado, estamos usando bludgers de prráktica, solamente.

 

Maida apareció la cinta que vendaría a Orión, pero cuando se puso en camino hacia él, cambio de opinión. Usó una de la escobas y se puso al lado de su tío para susurrarle sin que escucharan las otras dos brujas.

 

Vale, les ayudarás, tú si podrás ver, pero no podrás sostenerte y le ató las manos.

 

El clima era perfecto para un partido de quidditch, y quizá Candela lo hubiera agradecido más, sin embargo, Maida no entendía demasiado esas reglas por lo que un juego relacionado con los sentidos le parecía más atractivo. Voló hacia dónde estaban los dos golpeadores y le sonrió agradecida, después de todo, Bulgaria era su tierra natal y que ellos estuvieran ahí como un sencillo favor, le ataba a la tierra. Sí, era un pensamiento extraño, pero pocos sabían como funcionaban los engranajes de su cabeza. Se apuntó a la garganta y se elevó en sus escoba hacia el medio del campo, por los aires.

 

¡Recuerden! dijo con su voz amplificada Candela el amarillo, Gatiux el azul y ahora, Orión el verde. ¡Suerte a todos!

Editado por Maida Black Yaxley

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A Gatiux le pareció gracioso cómo apareció Orión, despeinado y con pintas de haberse caído de la cama, por eso no reprimió una sonrisa burlona. Al menos había encontrado la nota que le había dejado, o el elfo que tenían escondido por la Manor se lo habría dicho. Ya era un milagro que hubiera logrado levantarse antes de las doce del mediodía.

 

Maida pareció entusiasmarse con la idea de seguir quitándole sentidos. La Malfoy se preguntó en qué se habría metido su sobrina en el tiempo que estuvo fuera, si conoció a alguien que le cambiara su forma de actuar. Quizás ahora era mas de fustas y privación de sentidos. Puso los ojos en blanco.

 

- Era un comentario sarcástico, Maida. No quería quedarme sin oír.

 

Aunque se alegró de que no le ataran las manos, ya era suficientemente malo no poder ver.

A la orden de Maida un par de hombretones rusos hicieron su aparición en el campo de quidditch. Ambos sonrieron de forma socarrona a Gatiux mientras le echaban un vistazo de arriba a abajo, creyendo que sería un objetivo fácil de derribar. Si ésta les hubiera podido ver, seguro que habría fruncido el ceño en respuesta.

 

Gatiux, privada del sentido de la vista empezó a ascender a ciegas, claro. No tenía ni idea donde se encontraban los palos con los pañuelos de colores. Así que acabó dirigiéndose en línea recta en sentido contrario a donde tenía que ir. Oyó una risotada socarrona de uno de los desconocidos y luego cómo algo pasó peinándola a pocos centímetros de su rostro.

 

- ¡¡¡Oye!!! ¿Pretendes matarme o qué? -protestó Gatiux al aire- ¡¡¡Si una de esas me da en la cabeza voy a necesitar puntos!!!

 

Siguió alejándose de su objetivo, el pañuelo azul, volando en dirección opuesta más metros. Había demasiadas direcciones a las que dirigir la escoba, tal vez no había sido muy buena idea dejarlas sin aquel sentido. Ya hubiera supuesto un verdadero esfuerzo jugar contra alguien que se dedicara de manera más o menos profesional al quidditch, pero encima hacerlo sin poder usar los ojos... No podía terminar bien todo aquello.

 

-¿¿ VOY BIEN POR AQUIII?? -gritó Gatiux, alejándose cada vez más-

 

- Sí sí, perrrrfektamente.

 

El ruso lanzó otra bludger con intención de derribar a la banshee.

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Los jugadores de quidditch tenían instrucciones precisas para no lastimar a ninguno de los estudiantes, pero no iba a decirles eso a sus tíos o a Candela, perdía el objetivo. ¿Cuál era? Bueno, no era matarlos como ingeniosamente sugería Gatiux. Sino que sintieran que la escoba funcionaba o podía funcionarles a veces, como la varita, parte integrada del mago. Si, era cierto que los búlgaros iban a lanzar las bludgers contra ellos, lo hacían con la conciencia de no bajarlos de las escobas de un porrazo. Maida, por su parte, claro que se estaba divirtiendo, jamás hubiera apostado que su tía iba a ser la más aplicada de la contienda. Y que Orión estuviera aún espabilando de su sueño, debía ser cosa de su animal interior, estaba segura. En cuánto a la mamá de sus sobrinos, ¿qué podía decir? Aún no encontraba el sur montada en su escoba.

 

Eh no, regresa tía Gatiux —chilló Maida cuando la vio salirse casi del campo de quidditch.

 

Decidió tomar su propia escoba y zumbar hacia ella, avisándole con silbidos que se acercaba. No vaya a ser que terminaran ambas en el suelo por su propia precaución.

 

¡Soy Maida, soy Maida! —gritó antes de llegar a su lado— Vamos, yo te guío de regreso o no recogerás la pañoleta nunca. ¡Oye pero vas bien! Cosa que no te tiren de la escoba, nomás.

 

Estaba un noventa por ciento que ni el tono cantarino de su voz, ni las cosas que habían salido de sus labios la iban a calmar. Encogió los hombros cómo si en lugar de pensarlo, lo hubiera dicho, después de todo un reto como aquellos le resultaban más prácticos a la ojiazul, que andarles enseñando cómo fabricar sus propias escobas. Estaba segura que ninguno de los tres iba a montar una tienda de escobas en el futuro cercano. Cuando había llegado nuevamente al centro del campo con su tía, se separó de ella y alzó vuelvo un par de metros para no entorpecerla.

 

Calcula unos quince metros a cada lado tuyo, así no te nos vuelves a desviar, los aros con las cintas, están a tu izquierda —indicó la bruja—, el orden si lo recuerdas, ¿no? Cómo sea, vas ganándoles a Candela y Orión. ¡Dimitar, toda tuya!

 

@Orión Yaxley @@Candela Triviani @Gatiux

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