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Pociones y Conocimiento en Maldiciones


Zoella Triviani
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No dejé de mirar al árbol-hombre. Escuchaba cuidadosamente todas las palabras de Zoella, pues las energías que nos rodeaban así parecían obligar a hacer todo: con sumo cuidado. Sin embargo, también lo hacía porque me sorprendía lo mucho que parecía saber la mujer sobre aquella maldición y, de alguna manera, su tono de voz me transmitía algo que no quería terminar de procesar, una verdad escondida que parecía estar a punto de revelarse. Estaba tan sumido en aquella percepción que cuando aludió a mi tobillo no pude reprimir un gesto de desconcierto; me había sacado por completo de la concentración pasiva en la que se había sumido mi mente.

 

Por sus palabras siguientes intuí que me quería fuerte para ser capaz de lanzar una maldición. Aquello me mantuvo alerta el resto de su monólogo. Siendo sinceros, había asistido a aquella clase con la intención de conocer más acerca de maldiciones, estudiarlas, interpretarlas, pero... ¿Lanzar una? Aunque algo en mi interior se sentía tentado, y si era honesto no sería la primera vez que lanzara una, aunque fuera pequeñita, no me sentía del todo cómodo con la idea. Además, ¿a quién se la lanzaríamos? ¿Tendríamos que hacerlo entre mi compañero y yo?

 

Aproveché el momento en el que Zoella se alejó un poco en busca de algo en los árboles de alrededor para sacar a Dror y apuntar a mi tobillo, pensando un claro «Episkey» que me alivió casi por completo el dolor que había tratado de eludir. Al regresar la mirada a la bruja calva, esta sujetaba con una de sus manos una gran aguja. No dije nada, simplemente, seguí manteniéndome alerta. Quizá fuera haber trabajado con ella, aunque apenas nos habíamos podido conocer en aquella época, pero, por extraño que pudiera parecer, siempre me había inspirado confianza. Y si cada vez era más raro que confiara en alguien, aún más cuando esa confianza se basaba únicamente en una sensación.

 

Entonces, las suposiciones que se habían deslizado momentos antes por mi cabeza, guiadas por las palabras y el tono de Zoella, aquella verdad oculta, se reveló y las confirmó. Ella había lanzado la maldición de la que ahora éramos testigos mi compañero y yo. No hubo sorpresa. No se necesitaron más explicaciones. No hubo juicio alguno. El Adrian de hacía unos cuantos años atrás jamás hubiera comprendido que algo así pudiera surgir incontrolablemente, que alguien pudiera usar aquel tipo de magia para acabar con algo dañino. El de ahora, lo entendía perfectamente. Y en este caso, me parecía hasta legítimo.

 

Vi la espesa —bastante espesa— sangre descender por la raíz hacia el suelo cubierto de ramas y hojas secas. Y ahí llegó la segunda suposición confirmada. La mujer nos preguntó si queríamos aprender alguna maldición.

 

— Claro.

 

No, yo tampoco me esperaba que aquella respuesta saliera de mi boca.

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✤ Viajero de la noche ✤

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Asintió ante las instrucciones de su profesora, trabajaba callada pero muy concentrada, quería demostrar que podría lograr hacer correctamente Buscó el frasco que contenía las libélulas, tomó dos de eso insectos muertos y se encargó de, con mucho cuidado, seccionar con el cuchillo para solo quedarse con los torsos. Los tomó con pinzas y calentó en el fuego, hasta que tuvieron la tonalidad deseada, primero uno y luego el otro, pero arrojó solo uno en la poción. Ésta se tornó de un color naranja, exactamente como había dicho Zoella.


Se quedó pensando unos momentos en lo dicho acerca de que preparar pociones era similar a la repostería. Desde pequeña había sido muy observadora de su elfo, quien se había encargado de cuidarla, y había logrado aprender de él algunas recetas. Llevaba tiempo sin cocinar nada, a decir verdad, pero algunas técnicas nunca se olvidan.


Lo siguiente fue agregar un caballito de mar volador, el cual no tardó en identificar por su característica forma. Lo arrojó y enseguida llamó la atención la tonalidad amarilla intensa. El fuego hizo su trabajo, mientras solo aguardaba sin dejar de mirar, tornando la preparación color roja. Buscó otros tres huevos de doxy y los arrojó, la poción pasó a ser verde.


Era el momento de incorporar el tórax de libélula restante y así lo hizo, teniendo nuevamente una poción color índigo. Se alegró por ver que las cosas estaban saliendo bien hasta el momento. Otros tres caballitos de mar voladores eran el último ingrediente, dejando una poción roja ante sus ojos. La dejó hervir hasta que el color fue verde y apagó el fuego con un muy cuidadoso “Aguamenti”. Solo quedaba dejarla asentar.


Zoella le había dejado una pregunta, para que pensase su respuesta mientras se encargaba de hacer la preparación, respuesta que ya tenía bien en claro.


-Por siglos magos y brujas se han encargado de desarrollar y perfeccionar pociones que complementen nuestra magia. Siento que es un arte único el poder saber cómo realizarlas y, por qué no, experimentar para hallar nuevas. Creo que es un conocimiento sumamente útil e interesante. -dijo con tranquilidad, había pensado mucho antes de inscribirse y esos eran sus motivos.

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Triviani escuchó la contestación del mago y una sonrisa surcó su rostro por cortos segundos, casi pareciendo una mínima sombra que cruzaba su rostro. Recordó que por el lugar los pájaros ya no llegaban desde hace mucho y bufó, ¿que podía hacer ahora? Observó los árboles, estos podrían servir, a fin de cuentas ya estaban casi muertos, y no tenían regreso a mejoría a tanto tiempo después de la maldición.

 

Señaló el árbol a su costado - Ese será tu objetivo - habló, mientras buscaba al Gaunt que aun detallaba el hombre-árbol en su ensimismamiento. Regresó sus ojos al Wild y le alentó - Empecemos con la maldición flagrante - habló, acercándose al castaño - Esta maldición hace que todo objeto cuando sea tocado emita un calor insoportable - agregó, antes de posicionarse a su costado y apuntar a un árbol cerca.

 

- Toma tu varita fuerte, y la moverás firmemente en un círculo contrario a las agujas del reloj, pronunciando Flagrate - habló, mientras invoca la maldición que provocó un rayo naranja que impactó contra el tronco del árbol. Triviani caminó hasta él, y con el dedo índice tocó levemente el tronco, desde donde empezó a salir un vapor caliente provocando un calor casi insoportable a su alrededor. Este mismo iría descendiendo con el pasar de los minutos.

 

- Tu turno - habló, pensando si debía de enseñarle una imperdonable en el próximo ejercicio.

 

 

Por otro lado, la visión de la calva observó a Mica quien respondió con total sinceridad, la bruja asintió en total acuerdo. Para la ojigris las pociones eran parte fundamental de su día a día, la mujer las usaba de forma constante dentro de su vida y siempre estaba experimentando con diferentes preparaciones para crear nuevas pociones que siempre vendía a un alto costo dentro del mercado negro. La bruja no realizó expresión de aprobación o negación alguna y solo se acercó al caldero donde la preparación estaba.

 

Se inclinó sobre esta, observando el fuerte color oro, aspiró suavemente para determinar el olor y en efecto de él salía un fuerte olor fétido. Esto indicaba que su preparación había sido correcta. Tomó la cuchara, y tras agarrar un pequeño sorbo dentro de ella, se la tendió a su alumna - Pruebala, es la mejor forma de saber si está correcta - y claro que lo estaba, pero no lo diría. Esto entraría dentro de el aprendizaje en base a experiencia propia, Mica sentiría un golpe de energía a penas la consumiera, surgiendo el efecto vigorizante de la poción, el cual le daría resistencia prolongada por algunos días, cosa que solo esa porción bebida le provocaba.

 

Triviani miró la cuchara y elevó la cejas, insinuando a su alumna que esta era la única salida ahora.

 

@@Adrian Wild @@Mica Gryffindor

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Su respuesta pareció agradar a la profesora, o al menos si le desagradaba no lo dejó ver en sus gestos. Sin mediar palabra, vio como la bruja calva se inclinaba sobre el caldero donde se encontraba su preparación. Desde donde se encontraba, la poción destellaba con un tono dorado ¿eso era lo que se esperaba? No lograba recordar si la bruja lo había dicho. ¿Acaso había podido saltearse algún paso?

La hizo volver de aquellos pensamientos la bruja que le tendía aquella cuchara con un poco de poción. ¿De verdad debía probarla? Bueno, debía tener más confianza si de verdad pretendía aprender. Se armó de valor y dio un sorbo, ignorando el fétido olor que emanaba el fluido.

De inmediato sintió el golpe de adrenalina que recorría su cuerpo. Al girar la vista hacia la profesora sintió un leve mareo, no sabía si era que todo al rededor empezaba a moverse muy lento o ella estaba siendo muy acelerada en sus gestos.

-¿Es normal esto?- buscó sentarse, era demasiado extraño.

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Lo había hecho, había aceptado lanzar una maldición, así que ahora no me podía echar atrás. Mantuve a Dror en mi diestra, la cual había sacado para aplicarme el Episkey en el tobillo, y miré al árbol que Zoella señaló como mi objetivo. Me acerqué un poco a este, sin alejarme mucho del lugar donde mi compañero todavía observaba con ahínco el resultado de la maldición que la mujer había lanzado tiempo atrás, y sentí a la calva ponerse a mi lado y apuntar a un tronco cercano al que me había sido destinado maldecir.

 

Atendí a su explicación, sintiéndome algo aliviado por la maldición elegida. Sólo debía hacer que ardiera un poco de madera casi muerta. ¿Que también era un ser vivo? Por supuesto, pero apenas sería unos minutos y, siendo honestos, a aquel árbol no le quedaba mucho tiempo de vida. Sin embargo, y sin que ella me lo tuviera que explicar, entendí que aquel alivio no podía formar parte de los sentimientos en los que debía recrearme si quería lanzar un maleficio, fuera del calibre que fuera.

 

Recordé la historia de Zoella, recordé que aquel hombre convertido en árbol era producto de una gran rabia, de una furia contenida que se desató ante la imposibilidad de permanecer dentro de su cuerpo por mucho más tiempo. Necesitaba algo que me ardiera por dentro si quería hacer arder toda aquella madera. El movimiento de muñeca era sencillo y grabé la palabra que debía pronunciar a fuego en mi mente.

 

Y entonces, me concentré, pero no en fijar mi objetivo con la mirada, sino en lo que sucedía en mi interior. Estaba demasiado calmado para conseguir nada. Acudí a la historia que la mujer nos había ofrecido de nuevo y eso fue generando un pequeño sentimiento de impotencia y rabia, pero no era suficiente, era apenas un resultado empático. Sin embargo, me llevó a pensar en mi padre. En mis recientes descubrimientos sobre él. En lo que le hizo a mi madre, no sólo por convertirla, sino por querer incluirla en algo mucho más grande contra su voluntad. Comencé a sentir el calor esparciéndose por mis casi inactivas venas.

 

Mi respiración comenzó a agitarse, aunque la contenía y sólo dejaba que un hilo de aire saliera y entrase de mi cuerpo. Sentí flaqueza en las manos de la rabia. Pensé en aquel documento en el que había leído una de las sentencias hacia mi padre. «Conversión y coerción de sujetos para el proyecto del Clan Wild "Paganus Dominus Noster" para el dominio de la raza vampírica sobre toda Gran Bretaña con intención de extensión al Imperio Británico». Recordé algunas de sus declaraciones. Recordé que hubo ideas que sentí mías y lo mucho que aquello me quemaba por dentro.

 

— Flagrate.

 

La fina línea naranja impactó sobre el centro del tronco del árbol y este pareció envolverse durante unos milisegundos en una llamarada del mismo color. Zoella había regresado a mi lado, por suerte, porque temía que le hubiera llegado la onda que aquello provocó. Después, todo parecía volver a ser como al principio, pero de ambos troncos se desprendían ondas de calor que, aun en la distancia a la que nos encontrábamos, comenzaban a acariciar nuestras pieles.

 

No dije nada. Sólo quedaba esperar indicaciones, o una última valoración.

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La bruja observó a su alumna en silencio, viendo como los movimientos de esta eran algo más apresurados de lo normal y sus pupilas estaban levemente dilatadas. La preparación de la poción había sido exitosa y el efecto que sentía en su cuerpo era una muestra de ello. Triviani materializó un pequeño libro en la mesa desde el bosque, aquello no podía ser tocado por la visión externa peo si podría explicar lo que con ella realizaría.

 

- Aquí hay una bolsa con un bolsito con hechizo expansor. Puedes tomar cuantos ingredientes desees. Este es un libro pequeño donde están escritos las pociones y elixir más usados y uno que otro extraño. Además, tiene hojas adicionales donde podrás escribir cualquier preparación que se te ocurra. Es de uso personal, y ahora te pertenece. Espero que lo uses con sabiduría y que todo lo que ahí te estoy compartiendo sea para tu uso exclusivo - mencionó la bruja, antes de dejarle vía libre a su alumna.

 

- Eso si, se egoísta con tus saberes de pociones, porque si los empleas bien puedes sacar muchos beneficios. Ahora, quedas oficialmente aprobada - mencionó la visión externa, antes de desaparecer lentamente. Sobre la mesa, por otro lado habría un pequeño papel con la palabra Traslador el cual dejaría a Mica en el mismo punto donde estaba antes de llegar a aquel claro desolado.

 

 

Por otro lado, en el bosque la calva observó como la expresión del Wild iba cambiando conforme sus pensamientos tomaron otro rumbo. Triviani se permitió investigar un poco de aquello con la Legilimancia, esperando no abusar con aquello. Observó el rayo impactar segundos después con el árbol y se sintió satisfecha con el resultado. Posicionó una mano sobre el hombro del castaño, en silencio, evaluando el calor percibido desde ambos arboles.

 

- No permitas que el enojo o rencor se apodere de ti al lanzar una maldición. y debes deshacerte de cualquier sentimiento de culpabilidad, no necesitas ese peso sobre tus hombros. Ni un comentario a nadie de que te enseñé a lanzar maldiciones, solo debías de conocerlas. Oliver desapareció, pero tu ya sabes las cosas importantes que debes sobre las maldiciones... Así que quedas aprobado - agregó, palmeando su hombro con suavidad.

 

- ¿Vamos por unas cervezas? Tengo algo de sed - invitó al mago, mientras se alejaba del bosque rumbo a una nueva aventura, quizás(???

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