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Idiomas & Conocimiento de Maldiciones


Maida Black Yaxley
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Maida se había sentido enferma en las últimas dos semanas, de hecho, había considerado la idea de pedir suplencia por unos días pero su sentido del deber con esos conocimientos la tenían ahí, frente al espejo intentando vestirse aún cuando los dedos temblaban como si padeciera hipotermia. Seguro era una gripe estacional, eso era lo que se estaba obligando a creer desde al menos, unos cinco días, pero los temblores estaban ahí desde el día uno, junto con los escalofríos. No era tan normal como era se decía a sí misma. Apretó sus cabellos sobre la mollera y los ató en un moño medio con un lazo negro. Su rostro habitualmente blanco resaltaba ahora las profundas ojeras de cansancio y tuvo que apoyarse dos minutos completos antes de intentar siquiera desaparecerse de su habitación.

 

"Por favor, asistir a las cuatro de la tarde al aula de Pociones. Llevar ropa cómoda, no están asistiendo a un desfile de modas. Intenten traer tanto como crean que puedan necesitar, uno nunca sabe que podría pasar. Atentamente, Maida B. Yaxley"

 

Y esa nota la escribió apenas llegó a Castelobruxo, más por ella que por sus alumnos. Había salido de casa sin ninguna de sus pociones y una herbovitalizante se hacía imperiosa en ese momento. Apenas y podía alzar la varita dentro del aula, la blandió desde su sitio con lentitud al comienzo, para despejar los pupitres, y finalmente, aunque no fue nada recomendable, como si fuera una directora de orquesta blandió ambas manos y cambió todo. Las paredes de piedra se pintaron de unos tonos vibrantes y en el fondo se colocaron los nombres de sus alumnos, los tres tendrían una chance de contestar diversas preguntas que medirían su conocimiento previo de las asignaturas que venían a especializar. En el aire, suspendidas, estaban unas especie de cascabeles traslúcidos que contenían diversas preguntas con puntajes que iban del +1 a +3 según su complejidad, al menos habrían unas 20 preguntas, divididas en "frases célebres en distintos idiomas mágicos" y "conocimiento de maldiciones genéricas". Ya para el último giro, Maida veía doble.

 

¿Cómo se había olvidado de traer consigo las pociones? Aquello era un error de principiantes. Lo peor, fue que cuando buscó solución en el aula de Pociones, pues, no logró juntar los ingredientes para... para...

 

Aunque había terminado de hechizar las preguntas y lo que tenía que ser una entretenida clase maestra, la bruja de ojos azules no pudo más y cayó desplomada al lado de la silla que se ubicaba tras el escritorio principal, haciendo aún más difícil que alguno de sus alumnos la notara, apenas y sus manos sobresalían un poco.

 

Había que retroceder un poco en lo que había estado haciendo Maida hace dos semanas, quiso perderse de los asuntos de su primo y decidió husmear un rato en la torre de Londres, aprovechándose de la ventaja que suponía ser bruja y esquivar la seguridad muggle londinense. Un lugar tan atrapado en sus propios mitos que a lo mejor, la habían maldecido sin ella darse cuenta, eso solía pasar en lugares que juntaban en su historia tanto derramamiento de sangre.

 

 

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@@matthew Triviani B.

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Entre las ventajas que hay en ser participe en diferentes cursos de Castelobruxo había un puñado de cosas que considerar; en primer lugar, no tendría que estar yendo y viniendo desde Europa hasta América mes tras mes para liquidar todos aquellos conocimientos que cree que pueden embellecer solo un poco mas ese expediente que preparan (junto con Renzo) para que la compañía en la que trabaja aspire a un puesto en tan ambicioso ministerio de magia francés, aun cuando el puesto no es tan deseado para él. Desde luego Hessenordwood hubiera preferido, ante todo, mantenerse en el negocio de bienes raíces, evidentemente su colega había acertado a que, de conseguir un cliente tan importante como ese, les ahorraría a ambos muchos problemas si pretendían extender el negocio en Europa, o por lo menos en la Londres mágica.

 

Lo segundo más beneficioso es que puede volver a América el tiempo suficiente también para cerrar ventas en California y arreglar asuntos legales y de contaduría en NY, viejos negocios eran viejos negocios y aunque la nueva empresa parece que (con algo mas que solo empeño) puede prosperar, lo cierto era que siempre era bueno tener un plan B, solo por si Troya ardía. Y suponiendo que Troya era el Ottery St. Catchpole, era posible que eso ya estaba sucediendo.

 

En tercer lugar, bueno, no hay mas que dos buenas razones para haberse ocupado hasta el tope con deberes de colegios, porque simplemente apenas tiene tiempo para esto.

 

Se apuró entonces recorriendo con pasos firmes los pasillos del Castelobruxo tan bien como si lo conociera desde siempre, aunque es esta la segunda vez que pisaba las instalaciones, pero Hess presume de un excelente sentido de la orientación y ha bastado una sola instrucción para poder llegar a la sala de pociones donde se llevará acabo la clase de…¿idiomas? (bien, bien, eso era algo raro) vergonzosamente por segundo intento (es un alivio que sus padres hacia años dejaban de meterse en sus logros académicos y/o profesionales). El malestar de estar repitiendo la clase del conocimiento por segunda vez es solo amortiguado por la idea de que, de haber acreditado el primer intento, no hubiera sido mejor que ahora solo por una simple y sencilla (y quizá demasiado obstinada) razón; Leslie Linmer.

 

Buen día ¿Llego demasiado pronto?-, instintivamente revisó la hora en el reloj de muñeca, la charla que tuvo que soportar de la persona que le dio las instrucciones para llegar al aula le ha costado solo un poco de impuntualidad. Hess no cree, pero ¿y si el grupo se había movido de sitio? La vez anterior la clase de idiomas había sido en un espacio exterior después de todo, tal vez habían mandado un mensaje tardío con indicaciones sobre algo de que han suspendido las clases o quizá era que…

 

El aula vacía de personas está demasiado en calma para que cualquier ruido se pueda escuchar sin problema, por lo que fingir que no a escuchado ese quejido sería muy descarado de su parte.

 

Creo que, tal vez, pude haberme equivocado de lugar-, comienza dubitativo, pero adentrándose, de todas formas, no cree estar interrumpiendo nada. —Este no parece un salón de pociones-, atinó a decir con cierta resignación cuando finalmente se topó con su nombre escrito al final de uno de los muros.

 

Esa tenía que ser el aula correcta.

 

Así que se aventura a pasearse por el salón, ha visto demasiadas películas de terror y alienígenas nomaj como para saber que en un lugar como este la peor idea era avanzar en dirección hasta donde se encuentran los gemidos de dolor y agonía, pero también ha estado suficiente tiempo ya en Londres como para saber que (aún si uno le da la espalda a algo como eso) posiblemente terminaría muerto de cualquier forma.

 

Igg-, casi se le escapa una mueca fea cuando finalmente encuentra a alguien (o a algo) detrás del escritorio principal, pero es demasiado bueno controlándose a sí mismo como para que se le resbale el gesto. —Hey, hola, debe ser usted Maida Yaxley, ¿sí? No, esta bien, quiero decir ¿estás bien? Pareces un poco...ahm... algo…-, el demonio aún mantiene una considerable distancia con ella cuando le habla, no parece verdaderamente dispuesto a acercarse para ayudar.

 

Hess es de habituales modales encantadores (sobre todo si hay algo bueno para él si se esfuerza), pero justo ahora no podría asegurar si lo que padece la bruja es solo un catarro común o alguna enfermedad mágica grave, pero por el desabrido aspecto que mantiene la mujer, el muchacho prefiere no ponerse a ahondar, esta vez no quisiera contagiar lo que sea que pueda estarse cargando a Yaxley. No en este momento, no con todo el papeleo que hay pendiente esperándolo fuera de aquí. Además, no habría nadie que fuera a pagar por hacer el trabajo de averiguar qué era lo que le pasaba a ella y liquidar con ello. Y ciertamente de medallas de heroísmo no se sobrevive mucho por aquí.

 

Tu…em ¿quieres que hable a enfermería? Claro primero tendría que salir buscar donde está, o alguien allá afuera, pero tendría que dejarte aquí sola y…-,

 

¿Por qué tuvo que ser el primero en llegar? Ahora si alguien mas lo encontraba con esta mujer medio muerta en el salón él sería el primer sospechoso de cualquier cosa que no pudiera comprobar. Sus ojos se pasearon por el aula ágilmente, ¿era un salón de pociones, no? seguro que algo había por alguno de los cajones que pudiera ayudarla, al menos a que pareciera más consiente. El par de ojos azules se detuvo por un momento en el otro par de nombres que aparecen escritos cerca del suyo, alguien alguna vez le advirtió sobre los Triviani ¿no? Siempre podría decir que ellos tuvieron algo que ver con lo que sea que le hubiera pasado a esta mujer, si es que no aparecían a tiempo, desde luego.

 

¿Dime qué necesitas?-, se apuró a decir antes de convencerse de su última mala idea. —Lo conseguiré para ti…-, por supuesto que siempre y cuando no tenga que acercarse demasiado.

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La profesora pudo haber querido comunicarse con su alumno, de hecho, sintió su voz unos pocos segundos, luego, aparentemente el esfuerzo de intentar hablar terminó por agotar sus fuerzas, dejándola completamente inconsciente. Era gracioso como cuando los magos o brujas se enfermaban, a menos que fuera algo realmente crítico, podían realizar hechizos involuntarios con un estornudo, era como si desataran el vínculo que los unía a la varita y fueran tan libres como cuando niños y la magia accidental tenía a los Ministerio con los radares encendidos.

 

Ahora, los cascabeles con las preguntas se habían convertido en una especie de snitch de manualidad navideña y volaban por todo el aula, intentando "picotear" a @@Hessenordwood Crouch en la espalda. De alguna manera, la magia accidental de Maida al desmayarse por completo, pedía ayuda. Un par de snitches que perdieron el control golpeaban con un poco más de intensidad, dejando entrever que en medio tenían algo que impedía el ruido natural de los cascabeles. Las preguntas originales estaban ahora mezcladas con pequeños "llamados de ayuda" de la bruja de ojos azules. ¿Lograría él ayudarla? El salón entero comenzaba a transformarse en una especie de atracción de feria que se había malogrado y sencillamente no se detenía. Una pregunta apareció como un gusanito saliendo de una snitch improvisada.

 

"¿Qué maldición tenía o se cree que tenía Enrique VIII?"

 

A lo mejor, tres cabezas pensaban mejor que una. A lo mejor Maida recobraba el conocimiento pronto. Su cuerpo estaba pálido, más de lo usual, dando la impresión de haber caído bajo los efectos de un Filtro de Muertos, sin embargo, si alguien se acercaba lo suficiente para palparla, no podría de buenas a primeras, porque ardía en una fiebre que habría matado en cuestión de minutos a un muggle. En la torre de Londres, se encontraban las celdas que habían albergado cientos de ejecutados británicos y extranjeros, pero, ¿Quién sería capaz de adivinar cuál era la maldición y pensar cómo solucionarla? Las maldiciones eran muy similares a los venenos, para poder deshacerlos, habían que emitir un contrahechizo que funcionara contra todos los síntomas que la víctima presentaba.

 

@Jeranne Triviani

@@Matthew B. Triviani

Editado por Maida Black Yaxley

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Realmente lo había estado intentando, ¿no?, si lo hizo, se había acercado a una distancia considerable aún cuando se dijo no hacerlo, había agudizado su oído para escuchar cualquier suspiro de ella a pesar de no querer involucrarse en esto, incluso rebuscó entre la superficie del escritorio algo que pudiera ayudarla a ella sabiendo que no será recompensado de ninguna manera (ni siquiera con una tonta buena nota para idiomas), pero no funcionó, y sin siquiera poder articular un quejido de socorro, la mujer se desplomó en el suelo quedando inconsciente.


O quizá realmente Hessen nunca lo había estado intentando.


Oh vamos, no hagas esto-, es todo lo que puede decir mientras rodea el cuerpo de Maida Yaxley para poder observar mejor, intentando negociar con la inconsciencia de ella. Él tarareó de nuevo sus posibilidades; quizá, ahora que estaba completamente inconsciente, podía salir en busca de ayuda, no era como si el cuerpo de ella se fuera a desintegrar o mutar de cualquier forma, ¿o si? El demonio se lo replanteó. También podría dejarla solo ahí, mandar algún mensaje anónimo a la dirección del colegio con un título engañoso como: "limpieza en el salón de pociones", y salir de Castelobruxo sin más contratiempos para su compromiso de esta noche.


Pero antes de que pueda tomar cualquier decisión; las esferas como cascabeles que habían estado ahí desde un principio sin importancia (para él) entonces comienzan a golpear la espalda del mago antes de que sus manos se acerquen al cuerpo de ella para palpar su pulso. Y golpean y rebotan duramente antes de insistir en el movimiento, lo que consigue la atención del brujo ya bastante malhumorado.


¿Pero qué es?-, dice y busca con la mirada a los cascabeles con la mayor calma del mundo a pesar de lo irritante que son las pelotas con ese ruido sofocado. —Cuando apliqué a idiomas no imaginé que tendría que aprender a comunicarme con...bueno, esto-, él sabe sobre idiomas lo suficiente para realizar sin ralentizar trámites de poca o mayor importancia, duendigonza para Gringotts o en MACUSA, e incluso presumiría (en otra ocasión) sobre traducir algo de pársel, si no lo habla al menos podría decir que lo entiende bastante mejor que el sirenio o el monstrués, sin embargo, no parece ser que algo de todo eso ahora le sea útil.


La intangibilidad de un salvaguarda mágica lo cuida de seguir siendo picoteado por los cascabeles, y lo animó a finalmente alejarse de Yaxley para intentar alcanzar una de estas fastidiosas pelotas. Hubiera sido más fácil si su visión no se redujera a lo monocromático y, desde luego, sin el repentino cambio físico que estaba sufriendo el aula a su alrededor. Algo como si Maida hubiera contagiado parte de sus síntomas a ese espacio.


El demonio maldijo cuando finalmente uno de los cascabeles casi golpea su rostro, pero en lugar de eso, algo apareció asomándose desde el interior de ella.


¿Enrique VIII?-, leyó. — Por Satán ¿quién es Enrique VIII?-. masculló la pregunta entre dientes, pero cuando levanta la mirada de vuelta la snitch se lanza con todo hacia él. Si se hubiera visto lento tendría ahora una marca fea en la nariz. —Tal parece es solo un infortunado maldecido-, ciertamente, en casi ningún aspecto (mágico o no mágico) Hess habría sido un alumno ejemplar, y si a las finales había conseguido salir con algo (incluso buenas notas) siempre había sido por haber amañado un método diferente al de memorizar cosas que no considera que le harán falta después.


Evidentemente, este truco también le estaba fallando ahora.


Vamos Hess, concéntrate-, los pálidos ojos del brujo leyeron de nuevo la pregunta antes de volver a buscar en el aula el cuerpo de Maida. —Enrique VIII fue...un rey o algo así, claro, pero de ¿de España? Eso tal vez, es que tiene nombre de español-, rendido buscó el teléfono móvil en el bolsillo de su pantalón, y tipeó sobre el teclado esperando que, con algo de suerte, esta vez el aparato no le fallara con tanta magia interfiriendo a su alrededor. —No te importa si yo uso esto, ¿verdad?-, pregunta a una Maida aun inconsciente. —¿No? Eso pensé. Bien entonces es...ah, por supuesto, rey de Inglaterra, ¿cómo no se me ocurrió? -, ironizó. —Y aún así te dignas a mantener el acento. La corona y la familia lloran tu incompetencia, Crouch. Ya, supongo que esto es tema de otra clase-, arrugó el entrecejo dejando de lado la tarea del buscador, recordando que solían combinar clases de conocimientos en Castelobruxo, a él le había tocado hacer algo así una vez.


Pero él no está interesado en aprender sobre maldiciones ahora.


A no ser que estéis maldecida también, bruja Yaxley-, el demonio se cruzó de brazos tranquilamente y echó un vistazo más a su alrededor, esta vez, en busca de algo más de contexto (además del condenado Enrique VIII) que le revelara algo extra sobre la condición de Maida. Justo ahora, el salón, parece cualquier cosa menos un aula de clases; los muros a su alrededor se deforman y ya no hay más rastro de en qué dirección había quedado el acceso. Salir de ahí (con o sin Maida) tampoco iba a ser sencillo.


Y en su mucha o poca (según quien lo evaluara) experiencia con maldiciones, Hess no recuerda haber visto algo como esto antes.


Bueno, algo malo tenía que ocurrir cuando evitabas hacer la tarea en casa.


Pues tendrás que darme algo más, Maida Yaxley-, comenta con neutralidad en dirección a donde los cascabeles siguen volando a su alrededor. —O vas a morir aquí-, -que mala suerte-, piensa, ¿tendría que repetir por tercera vez su inscripción a idiomas mágicos si Maida moría?

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