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Aventura VI - En las colinas escocesas


Dana Gryffindor
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(Sagitas, Rumbo a convertirse en un Senescal de Caronte)

Sentí que era ignorada por aquellas tres figuras. Sólo me miraban en silencio, como si no les importara que yo estuviera allá. Por unos instantes presentí que había metido la pata y que no era así como debía presentarme. O tal vez no era a ellos a quienes me tenía que dirigir. De forma instintiva, mi cabeza fue girando lentamente hacia aquel trovador de música incierta y penetrante y fruncí el ceño. ¿Sería cierto que, de todos los presentes, él era el protagonista de la acción? Enarqué la ceja y me dirigí a él, tras ver que otros miembros del bando se aparecían en el mismo lugar.

-- ¿Eres tú quién...? ¿Quién me llamó?

Su silencio era irónico puesto que no paraba de hablar con canciones y con su música. No soy mujer paciente, me gustan las cosas a la cara, sencillas, directas, pero intuí que aquel trovador, que parecía más muerto que vivo, no me iba a decir nada. Fruncí el ceño y retrocedí un paso, sin dejar de mirarle. Craso error. Si hubiera mirado donde ponía los pies, hubiera visto que un portal se había abierto a mis espaldas y que fui succionada como si me hubiera tragado. Para cuando toqué el suelo, de espaldas, el paisaje había cambiado por completo.

A pesar de lo oscura que era la noche, pude respirar un aire puro que invitaba a quedarme en el suelo y contemplar la tranquilidad del momento. Hacía tiempo que no disfrutaba de tanta calma, de tanta sensación de paz... De repente, recordé porqué estaba allá y me levanté, como si me hubiera aguijoneado algún bicho dentro del estómago. No tenía tiempo para estar en calma. Ya descansaría cuando estuviera muerta. Ahora tenía trabajo que hacer. Sentí los murmullos, había más gente a mi alrededor. Reconocí enseguida a Crazy Malfoy, pero, para cuando me levanté, ya no estaba cerca.

-- Pero si sólo he estado un minuto o menos en el suelo...

Solté un taco de esos que mejor no se sepa y avancé por aquella colina en busca de... noséqué. En realidad, no sabía lo que buscaba. Supongo que lo sabría cuando lo encontrara. Caminé un par de pasos, que llevaron a más pasos y, cuando me di cuenta, ya no sabía donde estaba, hasta que encontré la piedra.

Era una piedra vulgar a la vista, pero mis ojos de sacerdotisa detectaron en ella lo suficiente para saber que no era sólo eso. Era... Sonreí. Mi relación con la Diosa Tierra, en la versión en que la había conocido siempre, había casi desaparecido. Ahora estaba enraizándome con su versión oscura, otra forma de ver a la Naturaleza, otra forma de entender su eterno enfrentamiento. Hasta ahora había vivido rozando entre las dos parte del mismo universo, inclinándome hacia la pura, la perfecta, la armoniosa, la prudente, la defensiva... Aquello había acabado, ahora me tocaba aprender la parte cruel y atacante de la Diosa Madre, la Diosa oscura, la que convierte a una sacerdotisa en una poderosa arma más allá de la vida, adentrándola en poderes amantes de la Muerte, del más allá, de la vida y la muerte unidas entre sí. Aquella piedra me indicaba que había llegado a mi destino.

Miré alrededor; a lo lejos, la figura de Crazy volvía a estar visible, acechando algo, como si estuviera esperando a que nos juntáramos con él. Sin embargo, yo no podía dejar de mirar la piedra, allá, brillando para mí y hablándome. Estaba viva. Me llamaba "Señora de Almas", algo que aún no era, de eso estaba segura. Asentí ante lo que sentía en mi interior. Era hora de probar que podía crear mi primer Horrocrux y, para ello, necesitaba una víctima. Sonreí, ahora sabía qué tenía que hacer y porqué estaba allá. Toqué instintivamente el bolsillo de moke en el que tenía guardado el ser vivo que acogería parte de mi alma, cuando lo consiguiera. La sentí croar, mi rana "Sagaz" parecía estar a gusto allá dentro, comiendo el dulce de mosquitos con el que la había acaramelado para que me acompañara.

Difícil, pero no tanto. Hoy me convertiría en "Señora de Almas" y lo demostraría. Saludé a la piedra que, de repente, se convirtió de nuevo en lo que era, una piedra. Caminé despacio hacia donde se encontraba mi compañero de bando y observé lo que él veía (aunque no estaba segura de ver como él lo veía; no era de los míos, lo intuía, no pertenecía a mi clan de bando). Crazy contemplaba a un grupo de ¿pordioseros, pastores, soldados...?, ¿...personas...?, en torno a una fuego controlado para dar calor y poco más, intentando no delatarse.

-- Sólo necesito a uno -- murmuré, consciente que aquella oscura noche podría lanzar los susurros como ecos a mucha distancia. -- Sólo uno es mío.

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Horas y horas de lectura e investigación pueden hacer que pierdas la noción del tiempo. Era algo que Anne tenía muy claro, sobre todo porque lo había sufrido en sus propias carnes más veces de las que le gustaría reconocer. Solo cuando intentó incorporarse en el sillón se dio cuenta de que no recordaba cuánto hacía desde la última vez que se había movido. Casi podía escuchar cómo sus articulaciones se movían con pereza, haciéndola arrugar el ceño. Alzó ambos brazos y se estiró mientras bostezaba sonoramente, haciendo que Shanks, su fénix, se sobresaltara y la mirase con un ojo abierto y el otro cerrado. Le sonrió con cariño y se levantó para rozar su perfecto plumaje. 

Eres una criatura de lo más comodona...

Al alargar el brazo para acariciar al ave sintió que algo ardía en su antebrazo derecho. Bajó la mirada hacia el punto que le molestaba, sorprendida. La marca tenebrosa estaba en el otro brazo, así que... ¿qué demonios era eso? "La marca de los caballeros de Walpurgis", comprendió, de golpe. Una oleada de calor hizo que sus pálidas mejillas se colorearan al instante. ¡Llevaba mucho esperando aquel momento! Debía acudir al llamado de los líderes de los clanes, era evidente que necesitaban algo. Así que solo tomó su gastada capa y se la echó por los hombros descuidadamente antes de desaparecer con un chasquido. 

 

Reapareció en la Fortaleza Oscura y caminó hacia un grupo de magos entre los que distinguió a los tres cabezas de los clanes junto con otra figura de la que había oído hablar, la cual tocaba el laúd y se prestaba a guiar la expedición que viajaría hasta Escocia para buscar a... a... no se había enterado demasiado bien, porque acababa de ver a alguien a quien conocía demasiado bien. Intentó acercarse a ella, pero no era el momento, no mientras hablaban los líderes. Frunció el ceño y vio cómo se habría un portal después de que Crazy desapareciera por uno que había creado él mismo. Il Santo, a ese era al que tenían que buscar. Intentó acercarse de nuevo a Sagitas. 

— Oye, Sagitas, espérame —la llamó, mientras veía que la mujer caminaba hacia el portal... sin verlo. Éste la absorbió sin darle tiempo a decirle nada—. Por Morgana, ¿cómo se puede ser así? —suspiró, poniendo los ojos en blanco. Acto seguido, también atravesó el portal. 

Fue a aparecer junto a sus compañeros en una colina oscura. La noche parecía cerrada y era complicado ver nada de lo que había alrededor. En lugar de utilizar su varita, decidió que era el momento de comenzar a poner en práctica aquellos poderes que la hacían merecedora de optar a un lugar en el clan de los Caballeros de Walpurgis. Se mantuvo inmóvil, atenta a cualquier cosa que pudiera escuchar. Todos habían desaparecido, cada cual escogiendo la dirección en la que caminar, pero no le apetecía avanzar sola y a ciegas. ¿No sería mejor organizarse unos con otros? ¿Dónde estaría aquel personajillo del laúd, que supuestamente los iba a guiar? Sus sentidos agudizados se pusieron en marcha en ese momento, y pudo captar pasos que ascendían por la colina. Hasta le parecía percibir el olor de cada uno de los mortífagos que se habían repartido por el lugar. 

Siguió los pasos de un par de magos hasta que, pronto, pudo escuchar un ligero murmullo de una voz que le era muy familiar. Siguió caminando, alcanzando a la pelimalva en pocos minutos. 

— Si solo uno es tuyo, ¿qué harás con los otros? —oteó el lugar hacia el que miraba su amiga, con gesto curioso. Parecía que un grupo de personas alrededor de un tímido fuego. Luego miró de nuevo a Sagitas de reojo, segura de que no pertenecía al mismo clan de bando que ella, pero tímida a la hora de cuestionarla al respecto. En su lugar, prefirió centrarse en lo que tenían delante, pasando también por alto el mutismo en el que estaba sumido Crazy a muy poca distancia de ellas—. ¿Quién es Il Santo y por qué le estamos buscando? He llegado un pelín tarde...

 

@Sagitas Potter Blue

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(Sagitas, Rumbo a convertirse en un Senescal de Caronte)

Sabía que la noche esparcía los murmullos a mi alrededor, pero, aún así, gruñí al darme cuenta que alguien me había oído en aquella petición tan acusadora. Sonreí, sin embargo, al nota que Anne se había acercado con bastante disimulo a mi lado.

-- Ssshhh, nadie me ha oído. -- Mentira, ella lo había hecho y eso podía augurar que más oídos hubieran estado atentos a mis palabras. -- ¿Es qué no te sientes capaz de acabar con los otros, amiga? ¿Necesitas mi ayuda?

Supuse que mi forma de hablar le sorprendería. En realidad, ella y yo apenas habíamos tenido secretos antaño, pero el cambio que había sufrido en estos últimos meses me había hecho cambiar hasta la forma de expresarme. Le sonreí, aunque no estaba segura de si vería mi rostro, las dos oteando a aquel grupo de personas que se guarnecían al lado de una fogata algo taciturna, que apenas daba un resplandor en la lejanía. En aquella sonrisa, escondí el motivo por el que necesitaba uno de aquellos personajes para mí

-- No sé quién es Il Santo, pero supongo que podemos llegar a ser persuasivas y preguntárselo a esos "señores". Puedes creer que tú tienes más experiencia que yo en estas cosas, pero no me subestimes. No todo lo que sé y a lo que he llegado ha sido siendo una sencilla payasa de circo o empresaria de una tienda de libros. -- Últimamente, ni yo misma me conocía; sólo los últimos acontecimientos, que sólo los más íntimos habían llegado a saber, explicaban que mi ánimo se hubiera ennegrecido y mis palabras, se hubieran copiado de aquella alma decidida a todo en la que me había convertido. -- No sé bien de qué va la aventura y porqué tenemos que encontrarlo. El único que ha contado algo, recitaba una preciosa canción de la que no entendí ni la mitad de lo que decía, ¡maldita costumbre de cantar con acertijos! En eso soy malísima.

Con otra persona, seguramente no hubiera confesado mi desconocimiento y mi desconcierto. Pero se trataba de Anne Gaunt, mi socia, mi amiga. 

-- ¿Qué dices? ¿Nos acercamos? Necesito una muerte para... -- ¿Se podía hablar de los poderes de los clanes a gente ajena? No estaba segura y, siendo mi primera incursión en los poderes del clan al que quería vincularme, preferí ser algo ambigua. Nadie se muere por no saber, ¿no? (Bueno, sí, si la torturas hasta la muerte para que confiese lo que no sabe, pero eso es otra cuestión). -- Para mi colección propia. Algún día te enseñaré el "Libro de las Almas sin Nombre" que estoy rellenando.

Y reí levemente, dejando todo el en aire, en esa sensación de "es una broma pero tal vez no lo sea; y mejor no seguir preguntando." A primera vista, parecía que estuviera allá de casualidad y que esperaba que alguien hiciera algo. Sin embargo, con los ojos cerrados, mi mente intentaba manipular aquellas mentes que comían y se calentaban en la lejanía. Parecía mentira que funcionara. Cuando había leído los hechizos en los libros antiguos, me pregunté el alcance de su poder y si llegaría a usarlo en toda su potencia. No era la primera vez que usaba aquel Vínculo del Alma así que no me venía de nuevo, aunque sí la primera vez que lo hacía fuera del recinto seguro de mi mansión o algún callejón tras un negocio; nunca en público.

Desde allá, pudimos ver cómo uno a uno, los miembros de aquel grupito fueron agachando la cabeza y quedándose dormidos. Sentí frío. No el frío de la noche sino el de estar usando el poder del Asalto Psíquico. Cuando lo había probado, siempre en privacidad y de forma unitaria, no había sentido esta sensación de cansancio. Tal vez no debería haberlo usado con el grupo, pero soy una Bruja muy lanzada y me arriesgo mucho en mis improvisaciones. Sólo uno de ellos saltó y se puso de pie, mirando alrededor como si hubiera demonios cerca.

Tal vez los había.

Me dolía la cabeza, pero no hice caso. Tras haber usado mis poderes de forma tan positiva, no me iba a quejar por un efecto secundario. Había conseguido provocar fatiga y sueño en todos los que había conectado, así que podía soportar el dolor en las sienes.

-- Bueno, @Anne Gaunt M., creo que ya sabemos quién es Il Santo. ¿Vamos?

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Como la última vez que había visitado aquellas tierras, la serena calma nocturna se llenó de irritante algarabía. Uno a uno sintió acercarse a sus compañeros, hablando lo suficientemente alto para espantar a todos los animales en una milla a la redonda y esforzándose en pisar todas las pequeñas ramas y piedras que podían, como si se hubieran embarcado en una competición consistente en llenar de sonidos aquella desolada planicie. Sus ojos grises no se desviaron del pequeño campamento que vigilaba, preocupado porque los detectaran antes de estar preparados. 

Para su sorpresa ninguna de las personas que divisaba en la lejanía parecía haber oído nada, y tuvo que recordarse a sí mismo que lo que sus sentidos percibían como un estruendo insoportable serían apenas susurros y roces para los demás. La transformación en hombre bestia lo estaba volviendo irritable, todos los que lo rodeaban parecían hablar demasiado alto y oler demasiado fuerte. Y que se hubiera fusionado con un animal carnívoro de carácter irascible tampoco ayudaba, cuánto mas se adentraba en los poderes del clan más le costaba reprimir los impulsos salvajes de su bestia interior. Le habían advertido de aquello, pero es difícil resistirse cuando es tu propia mente la que te traiciona.

Echó un vistazo sobre su hombro, dos viejas conocidas suyas conversaban animadamente a unos pasos de distancia. Verlas así le trajo recuerdos y eso le alegró levemente el humor. Abrió en silencio un portal a su lado e introdujo la cabeza en él, su rostro apareció flotando justo entre las dos brujas, que dieron un respingo de sorpresa.

- Hola  - susurró -  Perdonad si interrumpo la conversación

Ambas intercambiaron una mirada, parecían confusas.

- Eh... Hola  - respondió una en lo que al Malfoy le pareció un grito descomunal -

Crazy dejó escapar un peligroso siseo gutural, casi inaudible.

- Silencio, no sé si me vigilan, había un cuervo... Igual me estoy volviendo loco  - hizo un ademán con la cabeza flotante en dirección al campamento de iluminados -  Yo voy delante, contad hasta treinta y seguidme

La cabeza desapareció, pero volvió a reaparecer casi inmediatamente. Las observó un instante con la larga melena blanca cayéndole cómicamente hacia el suelo.

- Hacéis mucho ruido  - dijo al fin y volvió a esfumarse -

De regreso en la loma que le servía de atalaya se sorprendió al observar una transformación en el grupo de enemigos. Todos parecían haberse quedado dormidos salvo uno, que observaba a sus compañeros con aire suspicaz. ¿Se habían dormido todos? ¿A la vez?  Se percató de que su respiración levantaba ahora vaharadas blanquecinas debido al descenso de las temperaturas. Inspiró dubitativamente y sus fosas nasales se vieron invadidas por el olor a magia psíquica de los senescales, ¿Sagitas? Aquello sería útil.

Su cuerpo se transformó levemente, adentrándose en el irbis que le confería su forma animal. Los brazos se le recubrieron de un pelaje níveo, sus manos se alargaron hasta transformarse en zarpas y los músculos se le ensancharon. Esa era la parte fácil.

Apoyó las manos, forradas de pelo blanco, en la hierba y se concentró todavía más, tratando de invocar sobre sí mismo aquella elástica coraza translúcida y prácticamente indestructible que su gente usaba como armadura. Lo había practicado antes y sin embargo tardó unos instantes en lograr que adoptara la forma que necesitaba, cubriéndole todo el cuerpo salvo los ojos, nariz y boca. Por último activó su piel de camaleón y se esfumó. Seguía allí, pero la coraza imitaba los colores de su entorno con tal exactitud que se volvía prácticamente invisible.

- Hora de cazar  - pensó antes de adentrarse silenciosamente en la noche -

 

 

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Sapere Aude - Mansión Malfoy - Sic Parvis Magna

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(Sagitas, Rumbo a convertirse en un Senescal de Caronte)

Sí, muy buena bruja y excelente conjuradora en muchas ocasiones, demasiado ingenua y asustadiza en otras... Cuando sentí la voz a mis espaldas, ni respingué ni nada, sólo miré de forma confusa a la cabeza que aparecía y nos saludaba. Sólo pude susurrar un "hola" que me salió como un p*** de gallina, así, como si las cuerdas vocales estuvieran desafinadas. Fue tan rápido que no estuve segura que realmente Crazy hubiera aparecido detrás nuestro hasta que lo hizo por segunda vez y nos dijo algo de un cuervo. Miré, desconcertada, a Anne, para comprobar que realmente no era una visión espejismo causada por la debilidad de mi cuerpo tras hace aquella proeza en el grupo alrededor de la hoguera (ajusto la idea, proeza para mí, seguro que a mis compañeros de bando ya Senescales les parecería un esfuerzo apenas memorable, pero yo puedo decir que me sentía orgullosa de haber conseguido eso a distancia y aún llevando la "L" de novata/Loser en la frente).

-- ¿Tú has oído algo de un cuervo? -- dije lo más flojo que pude, un poco más y sólo hubiera movido los labios, algo intimidada por la llamada de atención que nos había echado encima Crazy cuando, por tercera vez, su cabeza apareció para decirnos que hacíamos mucho ruido. -- ¿Crees que es vampiro, para oír tan...? ¡Oooh!

Lo dicho, ingenua. No sé porqué pensé que los Senescales de Caronte éramos lo más y que él estaría interesado en aprender nuestras costumbres, hechizos, poderes... No, claro, él sería miembro de otro clan y uno de sus poderes seguro que era escuchar super fino. Y ahora que lo pensaba, Anne...

-- Oye, ¿tú qué eres?

No pude esperar su respuesta. Crazy había dicho que le siguiéramos, pero ya no le veía. <<Uno, dos, tres, cuat...>> Sí, vi una mancha blanca que corría (¡galopaba casi de la velocidad que alcanzaba!) hacia el grupo aún dormido gracias a mi intervención con el Asalto Psíquico. Sin embargo, <<ocho, nueve, diez, onc...>>, yo no estaba muy segura de cuánto podía durar ese hechizo y si, en realidad, eso hacía algún cambio en la batalla que se esperaba. Un Crazy animalizado no podía significar más que un ataque hacia aquellos que <<dieciséis, diecisiete, diecio...>> les iba a atacar. El hombre que había resistido aquel ataque debía ser Il Santo, supuse, o al menos quien pudiera decirnos  <<veintitrés, veinticuatro, veinticin...>> dónde encontrarlo, a él y a ... ¡Ahora me acordaba de algo que dijo ese trabalenguas del laúd! 

-- ¡Treinta! ¿Qué  será el Área 9?

No esperé respuesta. La verdad, no sé cómo mi amiga me aguanta, siempre hablo y hablo y no la escucho. Corrí un par de pasos pero Crazy (¡o aquello!) nos llevaba tanta delantera que desaparecí y aparecí un poco más adelante, ganando algo de terreno. Los hombres, magos ahora que los identifica, empezaban a moverse y mirar alrededor, con la varita en la mano. Bufé, me faltaba aire. Me apoyé un segundo en las rodillas.

-- Debo... hacer más... running por las mañanas -- murmuré, respirando con fuerza.

Ante el ataque inminente de los que quedaban en pie (supongo que Crazy, quien había llegado antes, y Anne ahora, debían estar haciendo estragos) me esforcé en pensar de nuevo en aquel ataque del Vínculo del Alma, el Titiritero. Durante un breve instante, pensé en lo que significaba para mi propia alma que tuviera esos poderes, en el paso tan oscuro que había dado para conseguirlo y si el resultado merecería la pena. Quité de un manotazo delante de mis ojos aquella filosofía inútil sobre la moralidad del hecho ya cometido y ataqué.

Aunque me costó esfuerzo, el alma de aquellos brujos era de poder muy bajo y, por eso, pude dominarles a casi todos y me obedecerían durante unos instantes, titubeando. Sin embargo, sé que obligarles a dejar la varita es algo bastante difícil. Para un mago, por muy malo en calidad de magia que tenga, no tener la varita en las manos es algo pecaminoso, algunos no saben hurtarse la nariz sin ella. Así que mi orden fue algo más suave.

-- Os pican los dedos de los pies, descalzaros y rascaros con fuerza, con la punta de la varita. 

Eso nos daría unos minutos de respiro mientras sólo uno parecía revelarse con terrible fuerza contra nosotros.

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Crazy trotó silenciosamente a través del campo de hierba baja, adentrado a medias en su forma de hombre irbis, impulsándose con sus cuatro extremidades en absoluto silencio, sus articulaciones girando armoniosamente y su instinto impulsándolo a moverse siempre contra el viento para no espantar a su presa. La armadura de camaleón lo ocultaba completamente, reflejando su entorno con meticulosa perfección y nadie en el campamento enemigo pareció detectarlo mientras hacía un círculo para rodearlos.

Al cabo de unos instantes oyó gritos y la docena de iluminados que tenía a la vista se agitaron, rompiendo en un súbito estallido de movimiento cuando todos parecieron necesitar quitarse las botas a la vez. Supuso que sus dos compañeras habían llegado también, componiendo una distracción perfecta. Había visto en la fortaleza a algunos de los Walpurgis más experimentados portando extrañas armas al cinto o a la espalda, pero no había logrado dominar todavía aquel poder, de modo que cuando se abalanzó sobre el mago más cercano fueron las garras retráctiles de sus manos las que usó para rebanarle el pescuezo en un único y fluido movimiento. El cuerpo se desplomó silenciosamente, derramando un largo surtidor de sangre carmesí que le recordó al chorro de una fuente. 

Avanzó metódicamente a través de las filas enemigas, aprovechándose de su invisibilidad para eliminar a aquellos especialmente aislados o distraídos. Algunos cayeron fácilmente pero a otros tuvo que golpearlos varias veces, como un leñador talando un árbol, metódico, silencioso, implacable. Del otro lado del grupo le llegaba el eco de gritos y el brillante resplandor de la magia, en el suyo reinaba la tranquilidad.

Finalmente la obsesión de los iluminados por rascarse los pies se difuminó y uno de ellos levantó la vista, parpadeando como si tratara de aclararse la mente, para observar con la boca abierta el reguero de cadáveres ensangrentados que yacían desmadejados sobre la hierba. Eran cerca de una docena. Y entonces, lentamente, esos ojos se clavaron en Crazy.

- Maldita sea  - murmuró el hombre bestia -  

La sangre. Se había olvidado de realizar un encantamiento impermeabilizante y ahora su armadura se había teñido completamente de rojo, anulando sus capacidades de camuflaje. El líquido, todavía caliente, emitía nubes de vapor que ascendían fantasmagóricamente hacia el cielo. El iluminado lo contempló con una expresión de absoluto espanto, tratando de comprender aquella figura ensangrentada y humeante, sin forma tangible. Y gritó.

Crazy pegó un salto felino y aterrizó a su lado extendiendo el brazo, decapitándolo limpiamente. Pero era demasiado tarde, mientras la cabeza rodaba por el suelo varios de los magos más cercanos se giraron para mirarlo. Los hechizos no tardaron en llegar y el mundo explotó a su alrededor, lanzándolo por los aires. Aunque su coraza, prácticamente indestructible, lo protegió, no evitó que saliera despedido varios metros cuando un surtidor de fuego se elevó bajo sus pies. Al menos uno de sus enemigos podía usar la magia de Caronte. Anulado el factor sorpresa, decidió invocar un portal nox bajo su cuerpo, mientras caía a través de el observó que una nueva andanada de fuego y hielo surcaba el aire justo donde había estado su cabeza un instante antes.

Aterrizó con un golpe sordo al otro extremo del grupo, cerca de donde Sagitas y Anne se encontraban luchando. Ambas se giraron para mirarlo, con la confusión y la sorpresa dibujadas en el rostro, tratando de dilucidar qué era aquella humeante sombra informe bañada de sangre.

- Los poderes de los Senescales me tocan bastante las narices   - dijo a modo de saludo -

 

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(Sagitas, Rumbo a convertirse en un Senescal de Caronte)

Era realmente sorprendente que hubiera funcionado. Sabía que era buena, pero el haber conseguido que todo aquel grupo de personas se pusieran a rascarse los pies... Evité una sonrisa. La situación era lo suficientemente seria como esbozarla siquiera, aunque mi mente volvió a perderse ideando formas de usar aquellos poderes en el Circo, en alguno de los espectáculos. Negué con fuerza: la magia del clan no debía usarse de forma tan ligera. Había que ser prudentes. La magia siempre se cobra, de alguna manera, su uso.

Cuanto estuve lo bastante cerca, la situación me sonó tan caótica como irrisoria. Bueno, mezclar asesinatos y sangre por todas partes con zapatos y calcetines en el suelo mientras los implicados se rascaban con fuerza los pies, no es una imagen que se vea siempre. Algo se estaba encargando de aquellos magos de forma invisible. ¿Una capa de invisibilidad, tal vez? No... Era demasiado invisible. ¿Sería algún hechizo de clan?

-- Pero no de los Senescales -- deduje, rascándome el pelo con la punta de la varita. -- ¿Puedes ver quién es?

Bueno, fuera que fuera o quien fuera, estaba en problemas. Aún no lo veía bien, pero sobre el crepitar de los leños y de los ruidos de la matanza, una figura de... ¿oso? Ni tanto, de monstruo, de... criatura salvaje, se vislumbraba bajo la sangre que la cubría. No estaría de más ayudarle y yo sabía cómo. No sabía si Anne también lo haría pero yo extendí la varita hacia uno de los tocones que había al lado del fuego y la otra mano sobre mi pecho. No sé si era necesario, pero yo sentía frío y era una manera psicológica de protegerme de aquella sensación.

-- Infundir Alma.

Respiré hondo y sentí como si una parte de mi se separara y entrara en él. En ninguno de los libros que había leído sobre ello (pocos, muy pocos y casi todos en lenguajes extraños, antiquísimos e impronunciables) decía que era doloroso o que se tuviera alguna sensación. Sin embargo, yo lo sentía, fuera real o psicológico. El tocón se removió y empezó a elevarse sobre sus largas raíces, cobrando vida y mascullando palabras ininteligibles. ¡Demonios, tal vez no me había salido tan bien como esperaba! Pero al menos se movía entre los pocos humanos que resistían, resistiendo sus ataques y proporcionando golpes y estirando por los tobillos a los que aún quedaban en pie.

-- ¿Dónde está el Área 9? -- pregunté/preguntó.

No sé si llegaron a contestar porque una voz cercana nos habló demasiado cerca. ¿Nos atacaban? La figura era la de aquella... ¿criatura?... que había atacado al grupo, llena de sangre por muchas partes e invisible por las que no la cubría. En otras circunstancias, estoy segura que hubiera arrugado la nariz, por el tufo al líquido rojizo que aún goteaba de su cuerpo, pero la sorpresa y tal vez confusión pudo con eso.

-- ¿Eres... @ Crazy Malfoy ? ¿Por qué te metes con los Senescales? -- sí, mi tono resultó algo airado. Con lo que me costaba a mí estar consiguiendo aquel primer grado del clan...

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Se acercó con suma cautela donde el lobo se encontraba, lo le dejaba de mirar aquellos ojos legañosos que lagrimeaban constantemente dejando como un charco amarillento en el suelo donde este se encontraba sentado. Colocando sus manos hacia delante, mostrándolas para que el individuo note cual eran sus intensiones mientras estaba acercando. El animal se tensa de improviso empezando a mostrar su aun afilados colmillos sin realizar ruido alguno pero abriendo mas los ojos dejando al descubierto  aquellas orbes de color caramelo que en ella deja notar su dolor.

Un lycan conoce a otro lycan, lo que le hizo recordar una escena la cual  el mismo sintió curiosidad por conocer y de alguna manera ponerla en practica, volviendo a usar el método de hacerse pasar por peregrino se aproximó  buscando su presencia,  el lobo  que estaba reposando cerca a un tronco cortado mostrando su dolor y sin poder moverse, dejando ver la herida cubierta con ligeras ropas de pieles, vestido de la mitad para abajo como si algún le había estado tratando por algún tipo de pelea, y por lo apurado del cabestrillo que tenia en ese lugar, pareciera que este había estado peleando con una clase de híbrido por los cortes profundo que había recibido.

Quedó observando su destreza y viendo que el aun no estaba preparado para pelear saco de sus ropas un brebaje en cuenco dejándoselo muy cerca del mismo.  

¿Quién eres y porque me ayudas...? -  dijó a su mente aquel comentario  sin mover el hocico.
- Vine a buscarte, a conocer quien eras, pues me hablaron maravillas de ti y no tuve ocasión de conoceros...-  manifestó su pensamiento el mortífago de la misma manera, realizando señas que se iba acercar.
-Esta bien... ¿y a que se debe el honor?  Pregunta el mismo sin aun haber recuperado la visión.
-Soy... KARTAJAN, y solo pretendía conocer quien era esa criatura que tan bien hablaban y veo que si están en lo cierto... -  le da la mano para ayudarla a levantarse mientras su cuerpo cambiaba de forma.
-Tu eres quien ataco a mis padres y a mi abuelo... ¿Por qué e de confiar en ti? -  gruñe levemente sin tomar la ayuda y se levanta por si sola sacudiéndose el cuerpo de las finas hojas que quedaron pegadas a ella.
- Si, pero contigo Hare una excepción... puedes confiar en mi, además sabes el motivo por lo que lo hice ¿verdad? -   le dice poniendo cara de ironía por lo que el le estaba intentando hacer que comprenda aquel suceso, pero este no podía ver ni un metro a distancia.

Cayó por un instante empezando a oler en alguna dirección y realizó un gesto de desagrado para volver a toser para luego acostarse como si no le importara nada, no confiaba en el mismo pero aun así no tenia nada que perder. Aunque ya no le importaba nada, todo lo que tenía se había perdido aun mas, ese olor a tabaco se le había quedado en los pulmones, peor aun estos estaba deteriorados a mas no poder y sin solución alguna, con la magia que tenia y ningún mago cerca con algún tipo de medicina. Pasando con dificultad la saliva estando ya en forma media humana, aun con los colmillos expuestos y sin pelo en la cabeza. Arrugo la nariz para frotar su manos.

-¿A qué has venido hasta acá realmente muchacho? -  culmino su pregunta si dudar que este le había mentido pero no del todo.

El Black Triviani, sonrió cerrando su ojos y contestando su intriga. -Déjame decirte que... vengo tras de un músico, un bufón de sombrero de copa, a quien mi grupo y yo perseguiamos por un motivo, y a este ando buscando.-  mientras se incorporaba imaginando dicho sujeto para que su acompañante sepa de quien se encontraba hablando. 

-Ya que veo que tu sinceridad se está manifestando, te aconsejaré que guardes cuidado a este... porque te lo digo? espero no lo sepas nunca, aunque no confíes en este, tiene una larga trayectoria jugando a ser  de un doble bando.- Caminado lentamente en una dirección y con una pata raspando el suelo dejando una seña en el mismo. -"Busca esto y encontrarás lo que buscas"- le habló a su pensamiento desapareciendo entre los arbustos mientras le seguía el ojiazul verduzco hasta donde lo habia señalado, observando lo que había deja este y descubriendo luego un camino al oeste.

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Era cierto que me estaba costando conseguir conocer bien mis primeros hechizos del nuevo Clan de los Senescales. El cambio de pensamiento de ser una sacerdotisa de Luz a una oscura había sido muy drástico, apenas unos cinco o seis meses, lo que hacia que aún quedaran ciertas reminiscencias de reparo en jugar en almas. No era miedo, asco, temor a la Diosa o algo parecido. Era ser sabia. Sabía que, en cuanto cruzase la línea, no habría manera de volver atrás. Pero ese peso iba a desaparecer de un momento a otro. No esperé más. Tomé la varita y saqué mi rana con cuidado. Según los libros que había leído, no dolía, no sentían quienes recibían un trozo de tu alma, quienes se convertían en Horrocrux. Acaricié a mi querida mascota, que tanto tiempo llevaba a mi lado; me pregunté si merecía la pena arriesgar la vida de mi animalito aunque algo me decía que iba a ir bien y que nadie mejor que mi rana para probar la validez de mis conocimientos. Si funcionaba, iba a llevar correa de por vida y no salir de la casa, para evitar que se perdiera.

No sonreí aunque en otro momento lo hubiera hecho, con la imagen de una rana con correa. Uno de los magos corría, aún, descalzo, de la matanza que aquella bestia-Crazy había ocasionado alrededor del fuego. Me puse delante, respiré hondo, moví la varita y murmuré un Avada que recorrió el espacio que nos separaba. Moví la varita con cuidado, midiendo mis palabras, mientras observaba sus ojos muertos y sentía una sensación extraña al sentirme dividida... Parpadeé al darme cuenta que había estado como unos segundos traspuesta. Después acaricié a mi rana. Me saludó con un "croak" que casi me sonó que saludara.

 

(leí que necesitabas un puente, @ Eterno Black Triviani )

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No era mucho pedir en ese concejo que el susodicho le dejo sin pedirle nada a cambio, quizás supuso las buenas o las malas intenciones que tenia el Black Triviani contra este individuo, aun así, no perdió mucho el tiempo al verle desaparecer dejando un rastro de sangre creado por su pata, la cual arrastraba si cesar por tan malgastado cuerpo que no podía quedarse en pie durante tanto tiempo de pie.

Algo no le olía tan bien, su sentido salto de improviso escarapelando su piel de improviso. No entendía bien porque tan fácil había ocurrido todo esto y dudo si mirar del otro lado o no. Su cuerpo instintivamente creció cambiando de forma sus garras tan filosas como el primer día que la obtuvo, un leve dolor de sus huesos que se desformaban y se colocaban en su debida posición para que su transformación sea mayormente efectiva, sentido se más ágil como más veloz físicamente.

- “ Que tonto que fui, le di mi nombre desde un comienzo“-  pensó lamentando el hecho y no podía dejarle en libertad así tan fácilmente, renegando consigo mismo sin mostrarlo en el rostro el  lycan gruño en un leve aullido para correr con cautela en aquella dirección sentía que sus fuerzas eran mejoradas a cada paso, después de haber llegado al cruce donde el otro individuo había pasado. De un salto piso en el lugar llegando al cruce trayendo su cola a cubrir el lugar como un arbusto. Notando que había un largo camino por recorrer.

Apresuro el paso oliendo profundamente buscando por el lugar. Toda la hierba de la zona era totalmente diferente al otro lado eso fue lo primero que se percató, no era un lugar tan agradable que era cuando llegó algo comienzo, un olor a azufre empezó a tornarse a su alrededor y al poco tiempo estaba rodeado de una densa nube que lo cubría sin dejar de ver donde estaba el mismo parado.

Una luz resplandeciente cegó su mirada de improviso bajando la vista para cubrir los ojos con su pata y cola a la vez, sintiendo un piquete en su lomo que le hizo tambalear por un instante, la síntesis acelerada de su cuerpo la había opacado sus efectos, pero aun así sentía un fuerte dolor de cabeza. Concentrándose para saber de donde venia los ataques, quedo en silencio un instante sintiendo su alrededor como la briza recorría de oeste a este y ese aroma a chorizo que era tan marcado para hacerle rugir su estómago, no había comido hace mucho y necesitaba bocado alguno. Reaccionó al sentir un golpe de un tronco inmenso a su lado, que en un vaivén tipo péndulo algo le había activado lanzándolo unos cuantos metros de ese lugar, quedando nuevamente sin ver nada. Se puso de pie con esfuerzo temblando las piernas y concentrarse nuevamente para cambiar su cuerpo y endurecer su piel, sus cabellos y su pelo se empezó a modificar sacando una coraza dura que le protegía aun mas resistente a la piel que tenía.

Se puse de pie sacando ágilmente la varita y moviéndola para desvanecer la bruma que le había estado rodeando.

-          ¡Muéstrate!  -    gritó como un eco de altavoz con firmeza.

Pasando unos segundo y alguien mas en dos pies apareció frente al mismo.

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